31.3.12

La vida en la tierra

Ahora paso una vez a la semana por detrás de la Facultad de Derecho, donde vi hace un año a Savater. Me sorprende, me abruma, que haya transcurrido ya un año. Aunque en realidad me abruma desde fuera: con frialdad cerebral. En un cierto momento, el tiempo es un tobogán continuo; el bucle de los aniversarios no alcanza a la emoción. Tiene algo positivo esto: el horizonte queda despejado. Como adentrarse en un mar neblinoso, con vapores dulces.

Hoy en el periódico viene una entrevista con Savater. Además de su nueva novela, que ha ganado el Premio Primavera, va a salir ahora un libro de aforismos, Tirar de la cuerda, que ha entresacado Andrés Neuman de su obra. Me sorprende que Savater diga que no sabe escribir aforismos. Yo llevo toda la vida citando aforismos de Savater; en esta misma entrevista le sale uno memorable: "La gastronomía es un arte de usar y cagar".

Con la entrevista dan las primeras páginas de la novela. Abro el pdf y la cita inicial es de Szymborska (de "Aquí", de Aquí):
La vida en la tierra sale bastante barata.
Por los sueños, no se paga ni un céntimo.
Por las ilusiones, sólo cuando se pierden.
Por poseer un cuerpo se paga con el cuerpo.

29.3.12

29-M

Este día es para mí lo que ha sido siempre, y también hoy: el del aniversario de Jünger. Ernst Jünger nació el 29 de marzo de 1895, y los jüngerianos íbamos celebrando en esta fecha sus cumpleaños, hasta que llegó a los cien, y los traspasó. En el primer tomo de Radiaciones veo que solo un año lleva anotación el 29 de marzo: 1940. Es muy larga, ocupa más de tres páginas, pero copio el párrafo primero:
En la mañana de este día, en que he celebrado mi cuadragésimo quinto cumpleaños, ha brillado un hermoso Sol en el despejado bosquecillo de chopos. Rehm ha sido, como siempre, el primero en entrar en la barraca a felicitarme y ha dejado encima de la mesa unas flores y unas naranjas. Luego me he vestido y delante de la ventana abierta he leído el Salmo 73.
Sobre ese salmo, que era una forma críptica de rogar por la derrota de los nazis ("los que se alejan de ti perecerán..."), escribe el traductor Sánchez Pascual en el prólogo:
Un día se presentó en el despacho de Speidel un emisario de Goebbels con una extraña petición: la de que forzase a Jünger a eliminar de las futuras ediciones de Jardines y carreteras la famosa mención del salmo 73. Speidel liquidó la cuestión con un despreciativo: "Yo no mando en el espíritu de mis oficiales". También Jünger se negó, como es natural, a tal supresión. A partir de aquel momento Goebbels impidió que Jünger publicase ni una sola línea más en Alemania por el sencillo procedimiento de negar cupo de papel a sus proyectadas ediciones. En 1945 los ingleses de la ocupación de Alemania ratificaron la orden de Goebbels. Comentario de Jünger: "Los perseguidores se relevan, sí, pero siempre en las batidas a la caza".

28.3.12

Tertulianos

Cuando hablan de algo que conocemos es cuando percibimos que no tienen ni idea. ¿Qué confianza podemos otorgarles, pues, en aquello que ignoramos? Debe de suceder con ellos lo mismo que con Voltaire en este otro aforismo de Chamfort:
D'Alembert se encontró en casa de Voltaire con un célebre profesor de derecho de Ginebra. Este, que admiraba la universalidad de Voltaire, dijo a D'Alembert: "Únicamente en derecho público lo encuentro un poco flojo". "Y yo", respondió D'Alembert [cuyo talento era notorio en ciencias puras], "solo lo encuentro un poco débil en geometría".
Los tertulianos se han puesto a decir ahora bobadas sobre Andalucía. Olvidan que esta región ya ha votado al PP en otras elecciones, municipales y generales. A quien no vota es a Arenas.

21.3.12

Agradecimiento

Hoy es el Día Mundial de la Poesía, y también el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Ha debido de ser por esta acumulación por lo que la primavera ha decidido no presentarse este año. Ayer, en teoría, llegaba. Salí con una camisa ligera (aunque sin florecillas) y pasé más frío que Amundsen. Esto de los días mundiales e internacionales es uno de los coñazos propios de nuestra época, al igual que el dichoso -os/-as. Los coñazos propios de nuestra época se caracterizan por tres cosas: son cúrsiles, son inútiles y son, justamente, un coñazo. Recuerdo que cuando yo era niño fue el Año Internacional del Niño. Creo que no ha vuelto a tocarme ningún otro. Pero incluso aquel lo viví como si hubiese sido, pongamos, el Año Internacional del Mapache. En este santoral paralelo (no laico, sino beato también) ya deben de estar ocupadas todas las fechas y por eso se empiezan a formar parejitas. La de hoy no está mal, después de todo. Desde una perspectiva eurocéntrica (que es la que me ha tocado en la verbena), la figura que aúna poesía y raza es la Jeanne Duval de Baudelaire. Raza negra, se entiende: porque también la hay blanca, e incluso blanquísima. Szymborska sería otra santa adecuada para hoy. Los polacos, por lo demás, son unos blancos que han sido tratados como negros. Los polacos son nuestros negros. En Szymborska veo más negritud que en Soyinka. Cuando murió (Szymborska), Savater escribió un artículo precioso, y yo me fui a mi Poesía no completa de Szymborska (FCE, 2002) y lo abrí al azar para hacerle un homenaje. Pero fue el azar el que me hizo un homenaje a mí, porque salió "Agradecimiento"):
Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor no puede darlo
ni sabe tomarlo.

No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.

Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.

Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.

Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.

"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.

14.3.12

La voz de una oculta

Acaba de aparecer un libro espléndido, que no puede pasar inadvertido: Las ocultas, firmado por Marta Elisa de León y publicado por Turner. Afirma Cyril Connolly que la palabra de un escritor es “papel moneda cuyo valor depende de las reservas de mente y corazón que lo respaldan”. En tal sentido Las ocultas es un libro rebosante de valor.

Lo sostiene una voz perfectamente armada que cuenta su experiencia; y la cuenta narrándola y desentrañándola, con soltura, capacidad de observación y lucidez. Se trata, como anuncia el subtítulo, de una experiencia de la prostitución. Es un asunto por lo general muy sobrecargado retóricamente y que mueve mucho al prejuicio y la visceralidad, puesto que en él se entrelazan dos potencias universales: la del sexo y la del dinero. La autora lo afronta sin adornos: como una prueba vital que ha tratado de entender y de la que ha sacado sus enseñanzas. Ha sido un esfuerzo, propiamente, de desocultación. El velo que resta, el del seudónimo, no delata una debilidad de la autora, sino de la sociedad: esta, en efecto, no podría resistirse a la tentación de destruir a una mujer que se expone como lo hace la de Las ocultas.

El libro es agua fresca en numerosos sentidos: es fluido, articulado, directo, libre, anticonvencional. Desconcierta. Refuta tópicos. Y habla de primera mano de un tema del que muchos hablan sin saber, enturbiados (¡y enturbiadas!) por el moralismo o la ideología. La prostitución ha sido usada como munición en el enfrentamiento entre los sexos. De una parte, por feministas con una percepción sesgada de la realidad y por marxistas que ven explotación en todo menos en los regímenes que apoyan; de otra, por machistas como Chamfort, que escribió la máxima: “En la guerra de las mujeres con los hombres estos llevan ventaja, puesto que tienen a las putas de su lado”. La autora escapa de esta trampa, porque, sin ignorar las diferencias y tensiones entre hombres y mujeres, no culpabiliza a los unos ni victimiza (e infantiliza) a las otras. Tiende a la comprensión y a la reconciliación.

No por ello su mirada es complaciente. Al contrario: el mundo que describe es duro, áspero, desagradecido. Ella se inició (voluntariamente, siendo universitaria) a los veintiún años y anduvo enredada, con entradas y salidas, a lo largo de diez. El libro da cuenta con precisión del desgaste físico y psíquico, espiritual también, de la prostitución. Esta es uno de los rompientes de la fuerza erótica, con frecuencia en su versión oscura, y la puta se lleva la peor parte. El dinero que ingresa tiene, entre sus contraprestaciones, el de una tremenda pérdida de energía, que reduce (y aniquila, casi siempre) las posibilidades de escapar.

Pero la autora de Las ocultas escapa, y su libro es también la crónica de esa liberación. En el camino le ayudan la amistad, el amor, la maternidad y, sobre todo, su poderosa razón: una razón que incorpora sin delirio elementos oníricos e incluso mágicos, un poco al modo del psicoanálisis de estirpe junguiana. El lector asiste a un proceso de autoanálisis radical, que desenmascara a su vez a la sociedad de la cual la prostitución es sombra.

[Publicado en Jot Down]

* * *
Pueden leerse extractos en la web de la editorial y en El País. Y una entrevista con la autora en AllegraMag.

12.3.12

Eucaliptos



En un artículo de Constantino Bértolo sobre los premios literarios, que me interesa solo relativamente, leo dos frases sobre los eucaliptos que sí me interesan mucho. Una de Wangari Maathai:
Cuando uno entra en estos monocultivos, parecen bosques muertos porque lo único que hay son eucaliptos. No se ven pájaros, mariposas, otros árboles, animales –nada más que ellos, porque no permiten que nada más crezca.
Otra del propio Bértolo:
Como es bien sabido la hoja del eucalipto al caer acidifica el suelo sobre el que su tronco se sustenta convirtiendo en infértil, hostil, agresivo, orgánicamente pobre y propensos a la erosión y degradación los terrenos que lo rodean.
Mi interés viene de que el eucalipto es el árbol de mi infancia. La fábrica de mi padre estaba en una explanada con eucaliptos, y uno de los lugares en que jugábamos en el barrio era un bosquecillo de eucaliptos. De ese bosquecillo solo queda lo que muestra la foto de arriba, que he capturado de Google. Ahí jugábamos al balón y corríamos. Había un terraplén por el que teníamos que bajar si se nos caía el balón. Una de las cosas que soñaba entonces era que me caía por el terraplén, y seguía cayendo y cayendo. Una vez mi amigo salió corriendo al ver que su abuelo venía a buscarlo. Yo me puse a correr con mi amigo, y el abuelo nos siguió lo que pudo, hasta que le faltaron las fuerzas. El anciano murió después. Su cadáver, en su cama, fue el primero que vi. No murió a causa de la carrera, pero en mi recuerdo se fue quedando como que sí. A veces también soñaba que el abuelo nos perseguía, entre los eucaliptos. En aquel lugar, justo donde se encuentra ahora la señal de stop, me enteré de la muerte de Franco. Mi madre me llevaba a la escuela y otra mujer que volvía nos lo dijo. Por allí había también una perfumería y una dependienta joven con escote. Y más abajo vivía la abuela de Marisol. Se decía que a veces iba a visitarla Marisol, pero yo no la vi nunca. Como en aquel barrio viví solo hasta los nueve años, todo se ha quedado concentrado allí. Las frases sobre los eucaliptos me han hecho pensar que, contra lo que se dice, quizá la infancia tenga el mismo efecto.

* * *
(13.3) Suculenta ampliación la que me envía Josepepe, en tres partes que enlazo comprimidas en el título: "El jardín del diablo".

10.3.12

El dietario de toda la vida

Leo en El País sobre un congreso de blogueros, al que, blogueramente, llamaron taller. A mí no me toca, porque esto no es un blog. En mi retícula del ciberespacio yo lo que hago es escribir para que me entienda Petrarca, para que me entienda Montaigne; para que no se avergüencen de mí Nietzsche o Bernhard. También, claro, para el futuro. Saludo las novedades, pero entiendo esto, básicamente, como el dietario de toda la vida.

7.3.12

Bajo el hielo

Anoche leí el nuevo libro de poemas de Eduardo Jordá, Tulipanes rojos, publicado por Visor. La jornada iba a terminar sin nada destacable, pero leí el libro. Son poemas serenos y sutiles, de una emoción sin efectos. Contienen un fuego controlado, sin pirotecnia. Es un fuego transparente como el agua; pero fuego: alumbra, calienta, quema. Hay herida y sutura, dolor y belleza, separación y reconciliación: lucidez sin desaliento. La combinación del negro y el rojo en la cubierta recuerdan a Stendhal, y está bien así porque este es un libro para los happy few. (Por cierto, que al ser fotografiado ese negro refleja la claridad.) Copio solo un verso (de "Islas"): "No hay aquí nada grande, salvo el horizonte". Y un poema, "Bajo el hielo":
¿Oyes? Ya corre el agua bajo el hielo.
Sé que está ahí. Lo sé.
Ya ha llegado febrero. Los gorriones
bailan entre las ramas
mientras construyen el nido,
y en esa música hay felicidad,
como la hay en los conciertos barrocos
para trompa de caza.

Ves, está claro que sobreviviremos
a la anestesia del corazón,
y a la yesca que no prende,
aunque esa sequedad
sea la vida, nuestra vida,
la única que tenemos,
aunque no nos guste.

Venga, levántate.
Corre.
Déjalo todo.

¿No oyes que corre el agua bajo el hielo?
* * *
En este vídeo Jordá lee dos poemas de los recogidos en su antología Pero sucede, que sacó Renacimiento el año pasado:

5.3.12

El hoplita de la crisis

Una extraña euforia, de repente, por que vaya tan mal todo. Hastío de los quejicas, abominación de este arrastrar los pies. Cuando el entorno se hunde, elevarse. Hay que plantar cara, pero con un escudo humorístico, o distanciado. Ser un hoplita, aunque sin salir del jardín de Epicuro: hacer de este desastre un jardín de Epicuro. Me acuerdo de Duchamp: "No hay solución, porque no hay problema". Y me acuerdo además de Pániker, que decía que nuestra orfandad es tan inmensa que la noción deja de tener sentido.

Leí mucho en su día Aproximación al origen, que predicó Umbral. Era un libro flojo; pero fecundo. Más que flojo, muelle: me sonaba a krausismo orientalizante; como echarse en un sofá filosófico. Pero el caso es que el krausismo siempre nos ha sentado bien en la práctica. El otro día me quedó pendiente algo sobre Pániker. Ese algo era que para él no había conflicto entre misticismo y ciencia, ni entre ciencia y literatura (entendida incluso como ficción). Frente al discurso fuerte de Espada (que me parece higiénico), el de Pániker era tirando a débil: pero también más sabio. Donde Espada se atrinchera, Pániker se abría –con el riesgo de disiparse, como de hecho se disipada. Habría que tomar de los dos: de Espada, abriéndolo; y de Pániker, cerrándolo.

La gran lección de Pániker (para mí como lector) fue la de despojar al misticismo de folclore, y casi de religiosidad. Era un misticismo racionalista: de razón que conoce su límite y procura no incurrir en espejismos. Tiene que ver con lo que decía Márquez Villanueva en su artículo sobre el misticismo renacentista español, del que copié un párrafo al final de este post. En efecto, en el siglo XVI nuestros místicos estaban entre los modernos: con los éxtasis, pero también con el capitalismo y con la tecnología. La otra cara del misticismo ha sido siempre el pragmatismo.

De esta crisis se ha dicho mucho, pero no lo fundamental: que nos la merecíamos. Necesitábamos un zarandeo, desbaratar la ilusión de refugio. Ahora hay que esforzarse, sí; pero además hay que tranquilizarse. Y hacer algo que siempre está a mano: respirar.

3.3.12

El primer americanismo

El primer americanismo de nuestra lengua fue canoa. Es una información que le aparece enseguida a quien se interese por el tema, pero yo me he enterado esta semana. Lo emplea Colón en su diario el 26 de octubre de 1492, dos semanas después del descubrimiento. Es una maravilla, y supongo que ya se ha abusado de las asociaciones: carabelas y canoas; que dos continentes separados por el océano se envíen sus embarcaciones respectivas; que la canoa, para cruzar el Atlántico, se embarque en la lengua que le llegó... En las historias del descubrimiento siempre me ha interesado la perspectiva del indio: la del que recibe al otro continente en casa; el extranjero que le cambia a uno su mundo, o se lo trastorna, y le hace viajar sin moverse. Y también la perspectiva del negro: la del que llega como esclavo; el descubrimiento entre barrotes. Mi propio mundo lo cambiaron (para bien) personas que llegaron de América. Y luego yo mismo fui a América. La pisé en Brasil.

1.3.12

La España actual

Qué gustazo los hispanistas: la disección que nos hacen. El escalpelo anglosajón corta nuestra carne endurecida como si fuese manteca, y dibuja en ella un retrato que se nos parece. Da igual que sea el de la España del Siglo de Oro: se nos parece. Ahora, releyendo el segundo tomo de la Historia de la literatura española de Ariel, a cargo de R. O. Jones, me topo con pasajes que sirven de diagnóstico actual. De nuestro servilismo, por ejemplo:
La Inquisición vigilaba celosamente y muchos cristianos nuevos (o "conversos") sufrieron la muerte, dolores o vejaciones a sus manos; muchos más debieron sufrir silenciosas agonías por miedo a levantar sospechas. La presencia de estos cristianos nuevos tuvo un efecto subterráneo pero cuantioso en el conjunto de la sociedad. A los conversos les estaban vedados ciertos honores, cargos y profesiones, y, de cualquier modo, ser conocido como tal era, en sí mismo, algo vergonzoso. Muchos, por tanto, escondían su origen, y así se daba el caso de que muchas familias, aparentemente de cristianos viejos, trataban de ocultar su pasado. La cuestión de la "limpieza de sangre" se convirtió en estas circunstancias en una fuente de secreta ansiedad que llegó a adquirir dimensiones de neurosis nacional, que sólo algunas mentes privilegiadas fueron capaces de superar.
En cuanto a nuestra mentalidad económica, que básicamente consiste en un cóctel de ineficacia y fatuidad, todo está aquí:
El dominio de la aristocracia dejó su impronta en las formas e ideales del conjunto de la sociedad. Se consideraba que la nobleza era incompatible con el trabajo o el comercio, y el desprecio de estas actividades (asistido por el miedo a que se pusiera en duda la limpieza de sangre de los que las practicaban) desempeñaron un desafortunado e incalculable papel en la España de los Siglos de Oro. La aspiración a ser noble o ser considerado como tal se convirtió en una manía nacional, y el fenómeno fue especialmente agudo en Castilla, donde el espíritu mercantil encontró terreno menos propicio para desarrollarse. Era una España nutrida de ideales aristocráticos la que se entregó entusiasmada a la política guerrera de Carlos V y Felipe II. Los españoles no fueron a América a trabajar en la tierra o en las minas –eso quedaba para los indios–: fueron a vivir como hidalgos en la tierra que pudieran conseguir.