31.3.23

El verdadero 'boom' del 'baby boom'

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:58]
 
Hola, querido Rafa Latorre. Mi columna de hoy tiene algo de autobiográfica, o de generacional. Nací en los años sesenta del pasado siglo y por lo tanto pertenezco a la llamada generación del 'baby boom', que podría traducirse alegremente como 'explosión de bebés'. Aquella explosión que nos trajo al mundo, un genuino 'big bang' sociológico, la hemos llevado siempre con nosotros, porque siempre hemos sido demasiados: en el parque infantil, en la escuela, en el instituto, en la universidad, en los trabajos o hace un par de años en los centros en que nos vacunaban... Somos una generación que tuvo sus bajas en los ochenta, por la mala vida de la movida, y que empieza a tenerlas ahora por las enfermedades de la edad, que ya nos van alcanzando. Como escribió Iñaki Uriarte, "silban las balas". Aunque en general somos todavía jóvenes para morir. Por eso nos encaminamos, también en masa, a la siguiente explosión, la más apoteósica: la de la jubilación y las pensiones. La reforma del ministro Escrivá, que tan contento le tiene, puede hacer que el significado final de 'baby boom' se alcance en este último acto de nuestra vida. Sí, el 'boom' con que se refirieron a nosotros al nacer tal vez se quede pequeño comparado con el 'boom' que vamos a producir al jubilarnos. Me temo que somos una bomba para las generaciones que vienen detrás, en las que creo que no se piensa. El poeta Leopoldo Panero, padre de los conflictivos Leopoldo María, Juan Luis, estos dos también poetas, y Michi Panero, escribió su propio epitafio, que empezaba con estos dos versos célebres: "Ha muerto / acribillado por los besos de sus hijos". No descarto que algún día los hijos de aquellos bebés del 'baby boom' caigan acribillados por las pensiones de sus padres.

30.3.23

Condenados a viajar con Almudena Grandes

Ya he hecho en el Ave mi primer viaje de Málaga a Madrid en compañía de Almudena Grandes. Francamente incómodo. Por la presencia continua, abusiva, de Almudena Grandes.
 
El proceso empieza cuando te sacas el billete: ya no pone como destino Madrid Puerta de Atocha (en que la Puerta ya sobraba), sino Madrid Puerta de Atocha-Almudena Grandes. La perspectiva de todos mis viajes a Madrid enturbiada por siempre ya con ese nombre metido con calzador en una decisión política que no pensó en los viajeros. Y luego el viaje mismo, con los continuos bocinazos de la megafonía que nos anuncian que nos dirigimos a o vamos camino de o estamos llegando a Madrid Puerta de Atocha-Almudena Grandes, sin perdonar el vagón silencio. Es un incordio que desde ahora no se pueda llegar a Madrid en tren desde el sur sin un empacho del nombre de Almudena Grandes.
 
No soy un talibán antialmudenista. En su día despedí a Almudena Grandes con un artículo conciliatorio; al fin y al cabo, yo también fui su lector y su oyente de radio. En la polemiquilla que hubo cuando en un principio le negaron el título de Hija Predilecta de Madrid, defendí que por supuesto se lo merecía. Como se merecía que le dedicaran una plaza o una calle, y que le pusieran su nombre a una biblioteca o un centro cultural. Leí con emoción los artículos de sus amigos cuando murió. Y aquellos reportajes que contaban su historia de amor con Luis García Montero. Leí también el libro de poemas de este sobre la enfermedad y muerte de su mujer, Un año y tres meses, que me pareció bellísimo. Y poco después de mi viaje he leído la columna del poeta sobre el momento en que oyó por megafonía el nuevo nombre de la estación de Atocha. Me alegré con él por ese momento. ¿Pero por qué tenemos los viajeros que ser bombardeados todos los demás momentos?
 
En general, me parece reprobable la compulsión a poner nombres de muertos recientes a edificios públicos, calles, estaciones o aeropuertos. Es oportunista, cortoplacista; aquejada del error de pretender darle continuidad a un sentimiento pasajero. Hay que dejar que el nombre repose si acaso. Pero los políticos, que son los que los ponen, tienen unas urgencias que no se suelen corresponder con las necesidades de la ciudadanía; ni a veces con el buen gusto. Cuando se trata de estaciones y aeropuertos ocurre además que el nombre postizo es peor que el original, más natural, al que se adhiere. Y no tienen que ser nombres polémicos o partidistas: pasa también con aquellos en que hay sedimentación y consenso. ¿Qué se gana con que el aeropuerto de Barajas se alargue con el nombre de Adolfo Suárez? En Río de Janeiro hay un caso flagrante: el aeropuerto de Galeão, que sale en las canciones de Antonio Carlos Jobim, ahora se llama Antonio Carlos Jobim. Es como cuando a la calle Velintonia de Madrid, en la que vivía Vicente Aleixandre, que la mencionaba en su obra con fervor por la palabra, le pusieron, contra el deseo del poeta, calle Vicente Aleixandre.
 
Todo se afea, todo se abarata. Hay siempre hinchazón retórica. Últimamente, insuflada por la ideología. Porque el nombre de Almudena Grandes ni siquiera lo pusieron por su literatura, sino por ser de la cuerda sectaria del Gobierno que lo puso. Ahora en esos trenes viajarán oyendo su nombre muchos (la mitad de los pasajeros o más) contra los que Almudena Grandes arremetía en sus artículos. Tan de una de las dos España ella: quejosa de su corazón helado, pero helando otros. 
 
* * * 

26.3.23

El canalillo de Cuca

[Montanoscopia] 
 
1. Tamames, de cuya vejez no se ha dejado de hablar, ha resultado ser el más moderno. No solo puso a la venta su discurso de la moción de censura en Amazon el mismo día de la votación, sino que su candidatura ha sido un ejercicio vanguardista de periodismo gonzo: se prestó a vivir la experiencia solo para contarla. Han pasado tres días. El libro también lo debe de tener ya terminado. 
 
2. La moción me pilló en Madrid cuando comenzaba la primavera. Estuve paseando con los auriculares puestos y, cuando algo me llamaba la atención, sacaba el iphone para ver las imágenes. El contraste entre el deprimente Congreso y la pujante calle soleada me producía sentimientos encontrados: el primero, quizá, el de una felicidad que no se correspondía con la política. El discurso de Tamames lo vi en la cervecería Santa Bárbara, junto al ventanal, con el iphone apoyado en el cuenco de las aceitunas. Confieso que corté en cuanto retomó la palabra Sánchez: regresar de la sintaxis, aunque esta saliese con un hilillo de voz, al anacoluto (también político-moral) estropeaba mi cerveza. En los días siguientes se impuso el profesional que debo ser y repasé vídeos y tertulias. En la de Losantos de la segunda sesión, se resaltó que Cuca Gamarra habló desde la tribuna con canalillo. Busqué la imagen y sí. Para mí estas cosas suman, siempre suman. O no suman si no hay nada que sumar, pero entonces queda algo incontestable, que justifica una jornada: el canalillo.
 
3. Tal vez lo más importante que ha pasado en la cultura española, hispánica (incluyo la catalana), en los últimos cincuenta y cuatro años (cuento desde la publicación de su primer libro, La filosofía y su sombra) sea Eugenio Trías. La decantación filosófica va despacio, pero creo que alguna vez será reconocida esta época como su época y a nosotros nos corresponderá el para entonces difuso honor de haber sido sus contemporáneos. En el libro Entrevistas 1970-2011 que ha preparado Francesc Arroyo para recordar el décimo aniversario de su muerte, se le oye hablar en directo sobre su obra, sus circunstancias personales, la situación del país y del mundo, con las pinceladas de cada entrevistador, siempre indicativas en las presentaciones de su momento, del significado que va adquiriendo su figura. La sucesión es preciosa, es como una proyección cambiante del que iba siendo. El tiempo es aliado del arte de la entrevista. Al final el libro queda como la mejor síntesis, la mejor introducción a su vida y obra. A mí, que lo descubrí en una deslumbrante conferencia de los años ochenta en la Complutense, me alegra que la biblioteca más bonita de Madrid, la del Retiro, lleve su nombre, y que esté situada (¡qué apropiado para un filósofo como él!) en la antigua Casa de Fieras.
 
4. Empecé la novela de uno de esos autores españoles que molan. En su molar están, naturalmente, las bromitas sobre el molar: si no, no molaría tanto. Mi lectura la inicié un mes después de su lanzamiento y me fui encontrando las frases que pusieron en Twitter sus primeros lectores. Estos querían molar a su vez, exhibiendo que leían la nueva novela del autor que mola. Pronto noté algo: absolutamente todas las citas pertenecían a las veinte primeras páginas. No había ni una de después. No avancé muchas más: yo también abandoné la novela.
 
5. Se ríe una amiga en el restaurante cubano Zara de Madrid (¡tenemos daiquiris delante!) de los señoros que se quejan de que ahora no pueden decir nada. "¿Pero cuándo dijeron algo? ¿Cuándo tuvieron algo que decir?", dice. 
 
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25.3.23

El comienzo de la primavera

[Dietario]

Envidia de Proust. Ahora escribo mucho en la cama, mis artículos y mis cosas. El iphone lo hace muy cómodo. Ni siquiera hay que encender la luz cuando es de noche. Muchas mañanas me meto en la cama después del desayuno a trabajar. Paso horas escribiendo tumbado. Proust habría querido ser yo.

Anotación de enero. Sensualidades del atardecer de invierno. Me siento en el Oasis a comer. En el autobús he venido escuchando a Bowie, la vieja selección que me preparó Hervás. Estaba libre mi mesa favorita, la de proa; enfrente, el mar, el sol y las siluetas de las jirafas. Después de las gambas al pil-pil con vino blanco pido un whisky, para tomarlo hasta el anochecer. Pero horror: a pocos metros, justo delante de mí, están colocando unos siniestros altavoces y micrófonos. Amenaza un cantante, o algo, en el mejor momento, cuando al sol le queda todavía una hora. Es incomprensible que un chiringuito privilegiado como este monte espectáculos así. Ya está aquí el tipo, con una guitarra. Se dispone a empezar. Lo hace: guitarreo ramplón y letra cursi. Es un cantautor. Contraataco volviéndome a poner la música de Bowie. Bien, pero no era el momento: se pierde el sonido de las olas. Ahora están mudas, como en los vídeos musicales de los 80. Retiran las mesas que hay a mi alrededor, pero yo no me muevo. Decido disfrutar de la tarde como si nada, con mis auriculares, mirando el mar. Me quedo aislado entre el cantante y el público, que aplaude; hago el maldito involuntariamente. Entre canción y canción de Bowie se cuela la música de fuera y es horrible; esta imposición de un estilo único de música, cuando todos somos distintos. Las olas sí son universales. El tío recoge al final sus altavoces, sus micrófonos y se va: no era un espectáculo del bar, se trataba de un músico ambulante. Me queda media hora de sol.

Ironía y vejez. Entra un anciano en el autobús. Estoy cerca de la puerta y puedo verlo bien. Está ciertamente cascado, pero se mantiene erguido. Avanza con mucha lentitud apoyándose en el bastón. El conductor se da cuenta de su estado y no arranca hasta que se sienta. El anciano lo hace en uno de los asientos para ancianos, no sin antes decir: "Aquí mismo, aunque esto sea p'a los jóvenes".

Homenaje privado. Triste por la muerte de Chema Cobo, para mí inesperada. Acababa de cumplir setenta y un años. Nos conocimos después de la de Félix Bayón, en 2006, cuando Sagrario, la viuda de Félix, nos convocó a los amigos en la casa de Marbella para que preparásemos un libro con sus mejores artículos. Hasta entonces yo solo conocía a Berta González de Vega, y aquel día conocí a los demás: un grupo estupendo (me acuerdo de Ignacio Martínez, Rafael de la Fuente o Inmaculada Gálvez). Hice buenas migas con Chema, que además de un gran pintor era un gran lector (y escritor). Nos mandábamos mensajes y fui a varias exposiciones suyas desde entonces, la última la de la Casa Gerald Brenan hace dos años. No pude ir a despedirlo a Alhaurín el Grande (le mando excusas, y un abrazo, a su mujer Rosa desde aquí). El único cuadro de Chema Cobo que tengo localizado, a mano, como todos los malagueños, es el del CAC: una de las piscinas de su serie Out of the blue, en la colección permanente. Voy a verlo a modo de homenaje privado, que ahora hago público. Es sábado por la tarde y, aunque no he visitado las exposiciones nuevas del CAC, decido que solo veré su cuadro. Atravieso la sala sin mirar los otros y me coloco ante Out of the blue IX. Me pongo primero a dos o tres metros de distancia. Me sumerjo en el cuadro, en la piscina del cuadro, con los ojos. El fondo es luminoso y lo de arriba oscuro, como si la escalera llevase a unas profundidades mejores. Avanzo hasta situarme a la distancia de un brazo: la distancia a la que él estuvo cuando lo pintó.

Málaga-Madrid. Vidilla en Madrid, como en todos los viajes. No había podido volver desde octubre. Estoy apenas dos días y medio, pero bastan para reconquistar la capital, para hacerme la ilusión de que sigo viviendo allí. Mi ideal, siempre lo he dicho, sería vivir entre Madrid y Málaga: dos ciudades que se complementan maravillosamente, y cerquísimas ahora con el tren. Los años en que pude hacerlo, hace veinte, la vida se duplicaba: llevaba en paralelo mi vida malagueña y mi vida madrileña; tenía dos vidas. Ahora solo tengo mi vida malagueña, que de vez en cuando se escapa a Madrid. Aquí tiendo a hacer lo mismo en todas las escapadas, para forzar el espejismo de una cotidianidad. Son seis o siete puntos de anclaje: ir al jardincito del Príncipe Anglona, al templo de Debod, al Fide para un canapé de sardina ahumada, al cubano Zara para un daiquiri, al Richelieu para un dry martini, a La Ideal para un bocadillo de calamares, quedar con algunas personas... Y pasear solo, esta vez en el comienzo de la primavera. 

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24.3.23

El País Vasco y la ultraderecha

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:40]
 
Hola, querido Rafa Latorre. En la moción de censura de esta semana, que corre ya hacia el olvido, saltó una noticia yo diría que espectacular, pero en la que pocos repararon. La dio la diputada de Bildu Mertxe Aizpurua, que no en vano es periodista. El titular podría formularse así: "En el País Vasco la ultraderecha no existe". Fabuloso. La palabras exactas de Aizpurua fueron: "Euskal Herria es un país antifascista con una sociedad con profundos valores democráticos, por eso la ultraderecha es inexistente en nuestro país". Si no fuera de mal gusto tratándose de proetarras, valdría decir lo de José María García: "Estalló la bomba deportiva". En el País Vasco no hay ultraderecha. Pasando por alto que el líder de Vox, Santiago Abascal, es vasco, cabría aceptar lo que dice Aizpurua si atendemos a los resultados electorales en esa comunidad. Es cierto, en el País Vasco la ultraderecha no existe. La razón es menos honrosa: la ultraderecha no existe en el País Vasco porque todas las pulsiones ultraderechistas ya están más que cubiertas por los partidos nacionalistas vascos. El lema del principal, el PNV, es "Dios y ley vieja": un lema que parece de Franco. Del mismo modo que las frases racistas y xenófobas del fundador Sabino Arana les hubieran resultado simpáticas a Le Pen y Salvini. Por su parte, el gusanillo de la violencia ultraderechista ya lo mató ETA (nunca mejor dicho) con sus crímenes, secuestros y extorsiones. De estos es heredera Aizpurua, que los defendió cuando se cometían y de los que nunca ha renegado. En el bello País Vasco no existe la ultraderecha porque, si existiera, resultaría redundante. Es más, la ultraderecha quedaría postiza allí, y estaría más rebajada y resultaría menos satisfactoria que la ultraderecha que, con otro nombre, produce espontáneamente la democrática tierra vasca.

23.3.23

Dos semanas en Filadelfia

No es una anomalía menor que nuestros mediocrísimos parlamentarios consideren que cuanto más tiempo estén hablando más cosas estarán diciendo. En general no dicen nada en ningún caso, ni cuando hablan poco ni cuando hablan mucho, pero al menos cuando hablan poco no resultan tan lesivos. No es lo que ha ocurrido en la ya felizmente acabada moción de censura. Cuanto más se alargaban, más me acordaba de aquel memorable chiste de no recuerdo qué película: "Primer premio: una semana en Filadelfia. Segundo premio: dos semanas en Filadelfia".
 
Nuestros mediocrísimos (y algo crueles) parlamentarios nos han endilgado una vez más el segundo premio. Han sido dos de los días más tediosos de la tan tediosa como irritante política española de los últimos años. Irritación en el tedio: aparentemente un oxímoron, pero en la política española ambas cosas se pueden dar simultáneamente. El candidato Tamames contribuyó en parte al tedio, aunque no a la irritación; y a aquel en una medida inferior a la de sus colegas de estas jornadas, los profesionales de la política. Venía de otra época y en aquella otra época permaneció, desde su escaño prestado. Como apunté hace mes y medio, su edad es la de la Transición: de ella queda ese hablar envejecido, con otro estilo, alguna erudición, ciertos dejes irónicos y una sintaxis potable. Ninguna pujanza, aunque las ideas pudieran seguir teniéndola, sino un crepúsculo.
 
Naturalmente, sus ideas venían desactivadas también por el hecho de que las arropara Vox: una desgracia este partido entre otras cosas por eso, porque ha contaminado el constitucionalismo. Era mejor el Tamames de las entrevistas previas, con su punto antivoxista. Aunque estuvo bien en su primera intervención. Luego dio igual. Yo tenía interés por ver al presidente Sánchez confrontado con un intelectual, pero este le ha llegado ya sin fuerza. (El gran candidato, pensé en algún momento, hubiese sido el Escohotado de hace unos años: el espectáculo habría tenido más voltaje.) Tamames, al cabo, no pasó de tertuliano; un tertuliano algo profesoral.
 
Solo que los demás estuvieron peor: como lo que son, tal vez. Con esa fatalidad de los que no tienen más remedio que ser quienes son, siendo tan poca cosa. Y, aun así, se pensaban que hablando más estarían mejor. La prolongación inerte de su irrisorio punto de partida les parecía beneficioso, de un modo creo que alucinante. Ya sabemos quién es cada uno. Y sabemos que los queremos en las menores dosis posibles, ya que no se nos pueden evitar todas.
 
La moción ha sido una voluta sin efecto. Ni al presidente Sánchez ni a la vicepresidenta Díaz les puede beneficiar ya haber estado hablando horas. La plataforma de la que han dispuesto, incluida la pasarela de presentación de Díaz, ha llegado demasiado tarde: cuando todo posible votante nuevo de Sánchez sabe ya quién es Sánchez, y cuál es su relación con la verdad (y con la decencia). A Feijóo puede que le beneficie haber estado ausente; pero tampoco creo que mucho. Vox es el que ha arriesgado, y el que quizá ha perdido un poco: pero no a sus votantes fijos, que han aplaudido a Tamames como hubiesen aplaudido a cualquiera que les echaran.
 
En realidad, esta moción de censura va a ser olvidada muy pronto. Las cabezas están ya en las próximas elecciones. En ellas ni siquiera habrá un Tamames decorativo que evoque otra época y otra posibilidad. Solo habrá carne de cañón. Y políticos que piensen que cuanto más hablen será mejor para su imagen o su proyecto propagandístico, cuando claramente se ve que es todo lo contrario. Nos aguardan demasiadas semanas en Filadelfia.
 
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19.3.23

Pam sin penes

[Montanoscopia]
 
1. Al director de THE OBJECTIVE, Álvaro Nieto, le parece bien que estos apuntes dominicales lleven el título genérico de Montanoscopia. Yo le agradezco la confianza. Ahora a ver qué hago con la dinamita egotista. Montanoscopia (palabra que me regaló en su día Agustín Valladolid) remite a colonoscopia. Espero no ser tan desagradable, pero sí ver lo que la colonoscopia ve: por dentro y por fuera. Y celebrar también, cuando haya ocasión. Al fin y al cabo, la palabra es con mi nombre. Dispongo, además del estilo, de una página de periódico, de mí y del mundo.
 
2. Siento una tremenda simpatía por Pam, la secretaria de Estado de Igualdad. Cuando una persona te cae en gracia, puede hacer lo que quiera que se lo perdonas todo. Si es malo, le buscas las consecuencias benéficas. Así, sus intromisiones en la cama de las jóvenes para decirles que deben preferir la autosatisfacción a la penetración ha desatado una maravillosa ola de artículos de mujeres contestatarias que exaltan la penetración, las pollas, el orgasmo y (una tertuliana) el empotramiento. Tal vez (pienso en positivo) la propuesta de Pam de una sexualidad sin penes era una estratagema para provocar este delicioso minimovimiento de liberación de la mujer.  
 
3. Cuando se habla del ego de Tamames se suele aducir que escribió la segunda parte de La Regenta. No se valora que en su novela autobiográfica Historia de Elio pusiese el nombre del protagonista sin hache.  
 
4. ¡Qué bonita es Arquitectura emocional 1959, de León Siminiani! Se presenta como un corto (le dieron el Goya por ello), pero en realidad es una película. La mejor del año. Es de esas obras que aplicas de inmediato a tu vida: si los protagonistas se mueven, sin saberlo, en el eje que diseñó el arquitecto Zuazo, el espectador se pone de inmediato a trazar sus ejes arquitectónicos. Yo ya lo hacía, pero la película le ha dado un cuerpo emocionante. La ciudad vivida. Las historias en la cabeza de un arquitecto, que tampoco las conoció.  
 
5. En el vídeo de la presentación en Madrid de La razón en marcha, el libro de conversaciones de Julio Valdeón con Félix Ovejero, cuenta este que en uno de los primeros actos de Ciudadanos, se le acercó una mujer y le dijo: "Gracias por aparecer, porque creíamos que estábamos locos". Así y para eso nació Ciudadanos: como respiradero en la podrida atmósfera del nacionalismo. La ministra María Jesús Montero grita en cambio en el Congreso que Ciudadanos nació para enfrentar a Cataluña con el resto de España. Del PSOE cabría decir ya lo que dijo Borges del manuscrito de una novela que le pasaron: "Solo podría ser mejorado mediante su destrucción".  
 
6. De Jorge Edwards queda, aparte de sus libros, una memoria de gratas charlas en quienes asistimos a alguna. Yo tuve la suerte en Marbella y en Madrid. Su anécdota favorita era la de la señora que, cuando él le dijo que era chileno, le preguntó: "¿Y eso es grave?". A mí me gustaba la de cuando asistió con Neruda en París a una cena. Nada más entrar en el apartamento, oyeron retazos de conversación sobre el estructuralismo y otros temas intelectuales. Neruda, alarmado, le susurró a Edwards: "Estamos fritos. Esta noche vamos a tener que ser inteligentes". Tengo otra que él nunca contó, pero que supe por un amigo gay que se hizo amigo del hijo de Edwards (¡espero que sea cierta!). Contaba el hijo que un día le comentó su padre: "Cómo son las cosas. Yo saliendo con chicas de tu edad, y tú con señores de la mía". 
 
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17.3.23

La charlotada de Tamames

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:36]
 
Hola, querido Rafa Latorre. Me sorprende cuando se habla de la charlotada de Ramón Tamames, incluso de la payasada de Ramón Tamames en el Congreso cuando el próximo martes dé su discurso de la moción de censura. ¿Ahora es cuando llega la charlotada o la payasada a un Congreso en el que ha estado Pablo Iglesias y están Rufián, Abascal, Echenique, Pisarello, Asens, las dos Montero, Marta Rosique, Patxi López, Cuca Gamarra, Pepe Zaragoza o el propio Sánchez? Y no menciono a los filoetarras porque con ellos 'charlotada' y 'payasada' sería hasta cariñoso. En cuanto al supuesto fraude de hacer pasar por moción de censura lo que tiene un propósito distinto al reglamentado, ¿qué son todos los miércoles las sesiones de control al Gobierno sino un puro fraude, en el que el Gobierno jamás (¡jamás!) responde a lo que se le pregunta? La moción de Tamames llega en un momento en el que el Congreso no podía estar más degradado. Tamames no lo regenerará, pero tampoco lo degradará más. La moción de censura, con el desfile previo al que estamos asistiendo, que la ha venido desinflando, no será más que una pausa recreativa que valdrá lo que una obra de teatro o un espectáculo circense y nada más. No dejará huella. Desde luego, no dejará huella electoral. Bueno, quizá solo una: hacerle perder votos a Vox, por haberla promovido. Solo por eso ya tendría más ventajas que perjuicios. Y además ha estado la recuperación de Tamames, del que un tuitero dio la mejor definición: es la Norma Desmond de la política. Norma Desmond, recordarán, es la vieja actriz de 'El crepúsculo de los dioses' de Billy Wilder, que dice al volver después de muchos años de olvido: "Yo sigo siendo grande. Es el cine el que se ha vuelto pequeño".

16.3.23

Summa Ovejérica

Dice un amigo que nadie piensa en España mejor que Félix Ovejero. Ovejero, por su buen pensamiento, y por modestia, replicaría que no podemos saber cómo piensan todos los demás. Pero cualquiera que pretendiese acercársele debería poseer una mente y unos conocimientos portentosos, una gran capacidad para transitar de lo abstracto a lo particular y viceversa, combinando distintos campos, una información al día sobre los aspectos científicos de los asuntos de los que se ocupa y un rigor que no se relaja.
 
Este último, por cierto, no es un rigor mortis, sino dinámico y vivo, animado por una persona exepcional con intereses más amplios que los intelectuales. Da la casualidad de que comparto varias de sus pasiones, como son las películas de Woody Allen, el Tour de Francia o los diarios de Trapiello, con lo que mi simpatía se extrema. También comparto bastantes de sus conclusiones políticas, a las que he llegado por caminos intelectualmente más abruptos que él, pero de los que me reconforta saber que no son incompatibles con la sofisticación. Ovejero transmite nobleza, tal vez porque se ajusta a la definición de Schiller: "Noble es, en general, todo espíritu que posee el don de transformar el negocio más nimio y el objeto más pequeño en un infinito, por el modo de tratarlo".
 
Julio Valdeón ha tenido el acierto (y la generosidad para con los lectores) de concentrar todo lo que Félix Ovejero es en las conversaciones recogidas en La razón en marcha (Alianza), que por su variedad y exhaustividad constituyen una genuina Suma (¡o Summa!) Ovejérica: un compendio muy completo, que toca todos los palos, con el entrevistado en su esplendor y el entrevistador a su altura. Es apabullante el nivel (yo, naturalmente, no llego a todo), lo que hace de La razón en marcha un festival de la inteligencia.
 
El formato del libro de conversaciones, al que soy aficionado (¡inolvidables los muchos de Borges!), propicia una fluidez de las ideas, y de las conexiones y asociaciones, en verdad estimulante; con el regusto de que, por estar en la página, se trata de "vértigos fijados". Guiado por Valdeón, Ovejero hace un recorrido por su obra y los temas sobre los que ha reflexionado, como el nacionalismo (en especial el catalán, que disecciona dolorosamente), la deriva reaccionaria de la izquierda, la posibilidad de una izquierda verdaderamente progresista y otras cuestiones políticas, económicas, sociológicas, filosóficas y científicas de más envergadura. Habla también, en páginas inolvidables, de sus orígenes sociales, su infancia, su formación, sus estudios con Manuel Sacristán, su experiencia de Barcelona o los partidos de fútbol que juega desde hace años con un grupo de bolivianos. No quedan fuera su frecuentación de la poesía ni sus encuentros y encontronazos con el mundillo de la prensa. Ni queda fuera la que quizá sea su mayor devoción: la amistad. Precisamente dos de sus amigos firman el prólogo y el epílogo: Andrés Trapiello y Pablo de Lora.
 
Los autores me enviaron el manuscrito el verano pasado, en un viaje a Madrid, y conservo un recuerdo gozoso de la lectura. Ese julio la canícula era particularmente abrasiva y me encerré toda la tarde, en espera de una cita nocturna, en mi hotelito de la plaza de Oriente con vistas al Palacio Real. Pasé horas tumbado en la cama leyendo, con los visillos como láminas de oro y en la mesilla mi ventiladorcito portátil, cuyas aspas negras se conjuntaban con el motor de la razón en marcha, sacando notas poderosísimas.
 
Ovejero se merecía un libro así, que lo mostrara en su plenitud. Potente, exigente, erudito y, sobre todo, vivaz. Agudo y polémico. Maravilloso.
 
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10.3.23

Podemos es la Familia Manson

[La Brújula (Zona de confort), 1:25:04]
 
Buenas tardes, querido Rafa Latorre. Esta semana hablaste de la feligresía de Podemos. Es un hallazgo porque, en efecto, a Podemos ya no le quedan votantes: le quedan feligreses. Todos los críticos se han desprendido ya y quedan los incondicionales. Los incondicionales de Podemos y los incondicionales de Pablo Iglesias, el gran patriarca, al que también obedecen sus acólitas feministas. Iglesias ya podría hacer lo que dijo Donald Trump: salir a la calle a pegar tiros, que no perdería ningún voto. Nunca fue tan cierto lo del núcleo duro. En las próximas elecciones generales sabremos el censo exacto de los que quedan: el suelo de cemento armado del partido. Si se me permite la licencia, Podemos me recuerda a la Familia Manson, la secta estadounidense de finales de los sesenta liderada por aquel Pablo Iglesias que fue Charles Manson. Este, entre otras cosas, les mandó a sus feligreses asesinar a la actriz Sharon Tate. Y sus feligreses lo hicieron. Iglesias no llegará a tanto. Al fin y al cabo, pese a su equívoco padre, se educó en los aires humanitarios de su denostada Transición. Pero el esquema es el mismo. Iglesias dice y los demás, y las demás, ejecutan. Y envueltos y envueltas todos y todas en un caparazón irrompible de convicciones; o mejor dicho, de fe. La fe de que ellos tienen la verdad y los demás mienten y además son fascistas. Con la ley del 'solo sí es sí' y la manifestación del 8-M se ha visto de nuevo: para ellos, inocencia y autoindulgencia; para los otros, culpabilidad y acusación. La Familia Manson vivía en un rancho y los podemitas también: un rancho mental (bueno, y físico). A la áspera complejidad de la vida han respondido con la suave simplificación. Pablo es su pastor y nada les falta.

9.3.23

¿Qué hace el poder en tu cama?

Que los podemitas, en particular las podemitas, son los nuevos curas lo confirma su preocupación por lo que ocurre en las camas de los demás; las camas, por utilizar su jerga, "de la gente". Es una preocupación no desinteresada, sino interesada. No es mera curiosidad, a la que a lo mejor yo (¡corazón infiel de cintura para abajo!) me apuntaba, sino abierto intervencionismo. Hay que montárselo en la cama como ellos dicen. Y no solo deben hacerlo sus votantes: también sus no votantes. Todo el mundo debe montárselo en la cama como dicen (¡como dictan!) los podemitas, en particular las podemitas.
 
Da cosa que el poder se inmiscuya en los asuntos íntimos, y el asunto íntimo por excelencia es el sexual. Se me quedó grabado el título de un libro sociológico de los ochenta: ¿Qué hace el poder en tu cama? En los ochenta, que tuvieron siempre un fondo ácrata, escamaban estas cosas. Después del intervencionismo durante cuarenta años de los curas, el brazo ultramoralista del franquismo, se tenía muy claro que el poder no debía meterse ahí. En casi en ningún sitio en realidad, pero ahí menos. Esa convicción era instintiva, visceral. No se permitía que el poder te dijera cómo follar. Ahora el poder te lo dice. Ha tenido que llegar Podemos al poder para que se reanude ese hilo (¡esa cuerda de esparto!) que se rompió en España con la muerte del dictador.
 
Estos días hay una precipitación de los dicterios. Se ve que han llegado a ese punto del programa y lo quieren exprimir: diarreicamente, como se han propuesto (según propia confesión) hacer las cosas. La secretaria de Estado de Igualdad se ha interesado por los modos de penetración de la ciudadanía y su conclusión es que no, que la ciudadanía no debe penetrarse. El 75% de las "niñas y chicas jóvenes", según ella, prefieren la penetración. Pero a ella, es decir, al poder, eso no le gusta. Al poder le gusta que prefieran la autoestimulación. La ministra de Igualdad, por su parte, ha promovido la penetración (¡al menos ahí sí la penetración!) cuando la mujer tiene la regla. Parece que en las sentinas sexuales del podemismo se desconoce la noble tradición hispánica del tomatazo. Por último, una diputada no de Podemos pero sí de su familia, de ERC, ha pedido desde la tribuna del Congreso que los hombres despierten a las mujeres antes de "tener sexo". Se agradece el consejo. Aunque si lo dice será porque porque en ERC se practica lo contrario... (Cada uno habla de la feria, fatalmente, según como le va.)
 
La utopía de estas mujeres es que haya un comisario, en particular una comisaria, sexual en cada cama. Y si no físicamente, porque no habría presupuesto para tanto, al menos sí mentalmente. Igual, ya digo, que los curas. El poder se quiere introducir en nuestra cama para manosearnos y manosear todo lo que podamos hacer en ella. Y poblar los encuentros sexuales de señales de tráfico que nos adviertan dónde se incurre en fascismo y dónde no. Pudiera ser, tal es la fuerza de Eros, que el deseo encontrase morbo en esos toboganes, en esas pasarelas inestabilísimas. Pero lo más probable es que la autoconciencia ideológica mate el deseo. Además, podríamos pensar que total, si ahora hay que ser virtuoso también follando entonces mejor quedarse en el sofá haciendo calceta.
 
Lo que quiere el poder, el poder podemita en particular, es en resumidas cuentas decirles a las mujeres cómo deben follar o masturbarse. Pero ante todo quiere que los hombres (y bueno, también las mujeres) nos hagamos la picha un lío. 
 
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3.3.23

Vuelve la tilde a 'sólo'

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:19]
 
Hola, querido Rafa Latorre. La Real Academia Española, a la que le perdí el respeto cuando le quitó la tilde a 'sólo', ha restituido esa tilde. Lamentablemente, no ha logrado restituir mi respeto. Además, su restitución de la tilde es sólo para los casos de ambigüedad; lo que no ataja la ambigüedad, sino que sigue fomentándola. Esa tilde que nos permitía distinguir en todos los casos cuándo el 'sólo' era adverbio y no adjetivo constituía uno de los instrumentos de alta precisión de la lengua escrita. La Real Academia, al mermar ese instrumento, perjudicó la precisión. Ocurrió entonces lo peor que puede ocurrir, que es la división del uso; que no quedara claro, ya que dependía de cada autor. Unos se empecinaron en seguir colocando la tilde en 'sólo', mientras que otros, aunque contrariados, optamos por quitar la tilde. El daño ya estaba hecho. Por eso no han dejado de parecerme risibles los ufanos solotildistas, con su resistencialismo decorativo: daba igual que ellos siguieran poniendo la tilde, puesto que lo nefasto era la desactivación del instrumento. Si bien es cierto, esto sí se lo reconozco a los solotildistas, que ellos no tendrán que restituir la tilde en sus escritos de estos últimos trece años. Los demás sí: tendremos que hacer de paleógrafos de nosotros mismos. Igual que tuvimos que hacerlo con nuestros escritos anteriores, cuyas tildes nos delataban como antiguos. Los que nos dedicamos a escribir tuvimos esa experiencia melancólica de ver cómo la escritura de nuestros primeros textos ya no se ajustaba. Ahora vuelve a ajustarse, pero a costa de desajustar la de estos trece años sin tilde. En fin, me hace gracia que el primer texto en que he vuelto a usar la tilde en 'sólo' lo haya escrito para la radio, donde las tildes no se ven.

2.3.23

Tito Berni: todo humanidad

Llama la atención que el presidente Sánchez lleve meses intentando parecer humano sin conseguirlo, mientras que Tito Berni, desde el primer minuto, es todo humanidad. Claro, Sánchez pretendía parecer humano desde la virtud, pero la humanidad está en el vicio. Tito Berni lo ha logrado a la primera.

A mí me ha dado un chutazo saber que quedan socialistas que priman el placer sobre la doctrina. Sí, es presuntamente con dinero público o turbio, pero dejemos de lado esto ahora: ¡pelillos a la mar! A mí me interesa el dato, y menudo dato: una cuarta parte de los diputados socialistas (15 de los 61 varones, un 25%), votaban por la mañana abolir la prostitución y por la noche se servían de sus dones venales. Me recuerda a aquel juez parisino de la época de Baudelaire, que de día perseguía el can-can y de madrugada se vestía de bailarina y lo practicaba en el cabaret.

Yo, que soy un romántico, me hago una melancólica composición de lugar. Pienso en esos hombres que por unas módicas monedas, quizá ni siquiera suyas, tocaban el cielo de la sensualidad, como sultanes otomanos, al tiempo que abogaban por suprimir ese cielo. Y esto último no por convicción seguramente, sino porque era lo que les imponía su medio de vida: la política, ya se sabe, con sus servidumbres. En este caso, la obediencia al líder estirado.

Por otra parte, qué entrañables las fotos en la habitación con la chica. Tienen algo de chusco y torrentiano (o incluso mucho), pero ante todo son tiernas. Pasaba lo mismo con las de Roldán. Esos hombres que, ante el sexo fácil, se convierten en niños. Qué pureza de pronto, esa vuelta al jardín de infancia con las espaldas peludas, como dice Landaluce. Quienes hablan de explotación no ven que ellas son las superiores y ellos los inferiores, que hasta deben recurrir a juguetitos hinchables de lo achicados que están. Aunque el gusto hace de Tito Berni un Falstaff, un rey de la vida. Meterla y meterse, como en otros tiempos.

Sé que lo que molesta no es la corrupción sino el placer. Por eso, como hacía Montaigne, me gusta romperles los oídos con la palabra. Hablo aquí del placer de ellos, como era el caso: ellas (cuyo placer tendrá otras ocasiones) no estaban pasándoselo bien, estaban trabajando. Ofreciendo sexo consentido a cambio de un estipendio: una transacción limpísima, cuya reprobación parte de una mezcla de ideología teológica y sobrevaloración del coito (¡en el que muchas y muchos vuelven a depositar "la honra"!). Naturalmente, cuando es obligada sí hay que perseguir y abolir la prostitución. Hace falta repetir esto como una jaculatoria, porque los que confunden lo uno con lo otro tienen embarrado el terreno.

Estos días a la derecha no se le cae la palabra "putero" de la boca. Después de que la izquierda le hubiera arrebatado el monopolio de la moralización, vuelve a estar en su salsa. Al fin y al cabo, esa fue la prelación histórica. Sabemos que se está vengando, por supuesto. Y esta es la cuestión: la primacía de la venganza. Tiempos tristes, de pasiones tristes. Mientras que Tito Berni y los suyos, con los viejos y humanos instintos, han taladrado el hormigonado ortodóxico del puritanismo vigente. Se han estado dedicando a lo importante, que es vivir. Lo cual tiende a resultar vicioso.

Hay un efecto positivo para Sánchez, con todo: en esas antiguas fotos en que posa junto a Tito Berni parece por fin un poco humano. La inmensa humanidad de Tito le ha alcanzado a él también. A todos nos convierte en sus sobrinos. 

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