31.3.24

Santa semana en Lisboa

[Montanoscopia]  
 
1. Nada más salir de España y entrar en Portugal, una sensación contundente: la de emerger de la porquería. Así estamos. 
 
2. La alegría de los primeros pasos por Lisboa tras haber dejado el equipaje en el hotel. Nos alojamos cerca de la plaza de Camões y caminamos por la rua do Loreto, el largo do Calhariz, la calçada do Combro... Entramos por Marechal Saldanha en el mirador de Santa Catarina. El río-mar, la ciudad, el puente, el monstruo Adamastor (sobre el que deliraba Ricardo Reis). Ambiente desenvuelto de visitantes. La alegría parece haberlos contagiado a todos.  
 
3. Cada visita mía a Lisboa ha sido diferente; además de porque todo cambia, porque no se ha repetido la compañía (ni la soledad de mi primer viaje). En cada visita están las anteriores, que resuenan y resurgen por aquí y por allá, dándole una sombra de pasado al presente, o un relieve. La ciudad la tengo habitada, lo que quiere decir que están, se cruzan, los fantasmas que fueron y los fantasmas que fui.  
 
4. Es la primera vez que vivo una Lisboa intensa, prolongadamente lluviosa. Siempre me tocó soleada, con alguna lluvia o algún rato nublado que no anulaban la primacía del sol. Mi idea de Lisboa se hizo así contra su fama: hermosa sin melancolía. Solo la corrosión atlántica de las fachadas, ciertos rincones ruinosos, la suavidad derrotista de los portugueses o el desasosiego de Pessoa que se acoplaba a la ciudad mantenían el hilo con su imagen triste, mientras chisporroteaba de vida. Esta Semana Santa sí ha reinado la lluvia. Solo ha salido el sol dos mañanas: el resto, nubes y agua. Muchos minutos escondidos en soportales, entre ellos el de la catedral y el del panteón de hombres ilustres (¡incluida Amália Rodrigues!), mientras diluviaba fuera. De este último huimos en un tuk-tuk que trepidaba por las cuestas empedradas y con raíles, como una atracción de feria. Otras veces caminábamos con el paraguas mientras yo canturreaba a Adriana Calcanhotto: "Mão e luva, vamos passear de guarda-chuva [...] Luva e mão, nosso encontro parecia perfeição". Y horas en la habitación con la lluvia fuera. Una Lisboa fastidiosa, incómoda, divina.  
 
5. Hubo un tornado por el puente Vasco da Gama, pero nos pilló a cubierto. Sí nos pilló in situ un temporal que se desató mientras merodeábamos bajo el puente 25 de Abril. Accedimos allí desde el barrio de Alcântara y la LX Factory, donde se encuentra la enorme librería Ler Devagar. Estábamos presos de una suerte de hipnosis del puente, que nos impedía salir de su influjo. Hasta que se desató el temporal y el Tajo se agitó con su fuerza atlántica. La hipnosis no hizo más que acentuarse, y allí seguimos empujados por el viento, con los paraguas tronchados, mojados por la lluvia y el río-mar. Fue una tarde sublime.  
 
6. Por lo demás, librerías, restaurantes, bares, museos, tiendas de discos (hay varias en el Espaço Chiado, Misericórdia 12). Para beber, Pensão Amor (Alecrim 19) y Pavilhão Chinês (Dom Pedro V 89; ¡hay que llamar al timbre!), además de unas ginjinhas de pie en A Ginjinha (São Domingos 8). Para comer (¡una vez que ha cerrado la Casa da Índia de la rua do Loreto!), Papo Cheio (São Pedro de Alcântara 15), Barcabela (Palma 285) y Acarajé da Carol (Rosa 63), estupendo restaurantito brasileño. 
 
7. La mejor librería es ahora la Travessa (Escola Politécnica 46), que viene de Río de Janeiro y tiene muchos libros de allí (algo infrecuente en Portugal). Y el mejor mirador (con otro rincón brasileño escondido, bajando unas escaleritas como de casa particular): Senhora do Monte. 
 
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28.3.24

La muerte del periodismo

Entre los estudiantes de Periodismo (yo lo fui un par de cursos, en la Complutense) eran objeto de displicencia los profesores que enseñaban para los periódicos sin haber trabajado en los periódicos. No es el caso de Teodoro León Gross, profesor en la Universidad de Málaga pero periodista desde mucho antes, y durante y después. Tenemos la misma edad (somos del 66) y por eso recibí con toda nitidez el espectáculo de su brillantez precoz. Con veintipocos años, a finales de los ochenta, cuando yo me hallaba envuelto en mis romas brumas pessoanas (entre las que sigo en buena parte), él ya era colaborador fijo en Diario 16 con artículos de un nivel que no alcanzaban los mayores (recuerdo uno en que citaba a Herder) y una insolente frescura (recuerdo otro en que describía cómo golpeteaba con el trote la melenita de Chano, futbolista del Málaga). En la foto de su columna se parecía a David Leavitt, cuando este era lo más.
 
Pasados más de tres decenios, su trayectoria ha sido extensísima en prensa, radio y televisión. Por concretar solo la primera, ha escrito entre otros, además de para aquel Diario 16, para los diarios del grupo Vocento y el grupo Joly, El País, El Mundo, The Objective y actualmente el Abc. En la radio colabora hoy en Herrera en Cope y en televisión dirige y presenta en Canal Sur Mesa de Análisis. Ahora ha juntado esta experiencia tan completa con su potencial académico y ha escrito un libro apabullante, La muerte del periodismo (Deusto), que se ha puesto convenientemente a la venta en esta Semana Santa. León Gross lleva a cabo una disección implacable del periodismo en la actualidad, casi más en el ataúd que en la mesa de operaciones, con la que hacer un duelo lúcido en estos días fúnebres. Si al periodismo le aguarda una resurrección no lo sabemos, pero sí sabemos que para ella serían imprescindibles las lecciones contenidas en este libro.
 
Con el rigor y la erudición de un estudio académico (tiene empaque de tesis doctoral) y la agilidad vibrante del artículo de prensa, La muerte del periodismo analiza la crisis del otrora llamado "cuarto poder", relacionándolo con el estado de nuestra democracia. El subtítulo, Cómo una política sin contrapoder degrada la democracia, indica que las dos cosas van juntas: el poder político sin el contrapoder de la prensa se adentra en turbias derivas autócratas. El autor está atento al mundo y se ha leído todos los ensayos relevantes de los últimos años, y entrelaza sus observaciones con sus lecturas para ofrecer un panorama candente que nos pone al día.
 
Los múltiples ejemplos extraídos de la prensa que puntean las páginas de La muerte del periodismo funcionan además como una historia político-mediática de los últimos dieciséis años: la crisis del periodismo podría fecharse en la crisis económica de 2008, en que los medios empezaron a no poder autofinanciarse, quedando debilitados y casi a expensas del poder político. Esto, unido a la revolución tecnológica, que ha alterado el funcionamiento del oficio y el negocio, y el sometimiento a las redes sociales, a cuyas dinámicas abaratadoras y sensacionalistas se han rendido en buena medida los medios, así como al desprestigio de la verdad y el imperio de las fake news (o noticias falseadas), han dejado al periodismo en su actual postración.
 
En realidad, como desmenuza convincentemente León Gross, tales defectos del periodismo no son nuevos: no hay edad de oro. Si acaso, ahora se han incrementado. La gran novedad, concluye el autor, es que el periodismo ha perdido influencia. Es decir, poder: poder para ejercer su contrapoder.
 
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24.3.24

Simios, amebas, polarización asimétrica y negronis

[Montanoscopia] 
 
1. Murió el primatólogo Frans de Waal. Tuvo la fortuna de desconocer la existencia de Óscar Puente, que le hubiera arruinado sus teorías sobre la empatía de los simios. 
 
2. Estoy fascinado con el harén de amebas de Sánchez: esas comentaristas amoldables, sin tensión moral, que justifican, cuando no celebran como astucias o genialidades, cada uno de los pasos del presidente. 
 
3. "Hay una polarización asimétrica. Aquí hay gente que insulta y gente que somos insultados. Hay gente que ataca y gente que somos atacados. Gente que miente y gente que tratamos de hacer de la verdad nuestra forma de hacer política". Lo dice Sánchez. O es un cínico o un enfermo. Sería preferible lo primero, porque al menos no habría perdido la noción de la realidad. 
 
4. Leo que el PSOE busca como candidato para las elecciones europeas a un independiente "de reconocido prestigio". Me pongo a pensar qué escribir al respecto en esta Montanoscopia, más allá del síntoma de que el partido tenga que buscarlo fuera, cuando Arias Maldonado se me adelanta con este mensaje: "Paradoja del independiente de prestigio en la actual política española: en cuanto dice que sí, se queda sin prestigio". 
 
5. Las reticencias de Feijóo sobre la candidatura de Alejandro Fernández en las elecciones catalanas, y las maniobras internas en el PP que desvelan los analistas, confirman una vez más que los políticos no tienen ni idea y que solo se les puede enderezar a palos; es decir, mediante críticas, presiones y castigos electorales. 
 
6. El sórdido Puigdemont y su discurso reaccionario: mediocre, mentiroso. Lo peor del nacionalismo es que está fundado en falsedades y tergiversaciones. Los efectos xenófobos, fascistoides o abiertamente fascistas, son inevitables emanaciones del pudridero ético y político en que se asienta. 
 
7. Aparecen pintadas anarquistas contra la taberna Garibaldi de Pablo Iglesias el día antes de la inauguración. En esa misma calle del Ave María del barrio de Lavapiés, cuenta Arturo Barea, que vivía allí, los milicianos asesinaron a un anarquista el mismo 18 de julio de 1936 por la noche. "Uno menos", dijeron. Además de a fascistas, los comunistas y los anarquistas se mataban entre ellos, acusándose de fascistas. También se mataban los propios comunistas, según fueran estalinistas o trotskistas. Así eran los tiempos que nuestros merluzos ideológicos añoran: muchos de los cuales les deberán la vida (o el no ser asesinos) justamente a que no estamos en aquellos tiempos. 
 
8. Un episodio más festivo respecto a la inauguración de locales fue el del restaurante Maldoror de París en 1930. Los cantos de Maldoror del conde de Lautréamont era uno de los libros sagrados de los surrealistas. Por eso la utilización del nombre les pareció un sacrilegio. Poco después de la inauguración se plantaron con garrotas en el Maldoror. André Breton gritó desde la entrada: "¡Somos los invitados del conde de Lautréamont!". Y se pusieron a destrozarlo. La trifulca se saldó, aparte de con los daños en el establecimiento y los golpes entre los concurrentes, con una cuchillada a René Char en la ingle. 
 
9. Un amigo periodista que venía hablando de la "generación Negroni" a propósito de ciertos columnistas más o menos literaturizantes, y que vio cómo su acuñación se usó como título en la antología de columnistas Generación Negroni, me habla de la negligencia de estos antologados: "¡Ninguno se ha plantado en el Garibaldi a pedirse un negroni!". Como en la antología estuvo implicado Guillermo Garabito, yo propuse (¡cariñosamente!) que debería haberse titulado Generación Garabito. "¡Garabito en el Garibaldi!", empiezo a bromear con mi amigo. Y mi amigo redondea: "¡Garabito escuchando a Gabinete Caligari en el Garibaldi!". 
 
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21.3.24

La ciencia en cuestión

Antonio Diéguez es un sabio cotidiano, cuya cercanía y sentido del humor envuelven cortésmente sus notables conocimientos. De entre las dos modulaciones del genio malagueño, la picassiana y la chiquitista, Diéguez se inclina por la acertada, la segunda: cuando cuenta historias, sus suaves toques a lo Chiquito de la Calzada segregan un regusto por el cómo aún más que por el qué, interesante igualmente. Por lo demás, es catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y acaba de publicar un libro perfecto sobre su materia: La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder). 
 
No es un manual de filosofía de la ciencia, como sí lo era su ya clásico Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), muy leído por estudiantes e interesados; pero los lectores de La ciencia en cuestión, al asistir al ejercicio (teórico) de esta disciplina sobre los asuntos acuciantes de la ciencia en el presente, recibirán un despliegue bastante completo de su sentido y sus posibilidades. Se harán una idea jugosa de lo que la filosofía de la ciencia puede hacer; y, como derivación de ello, de lo que la filosofía de la ciencia es. 
 
De entre las obras anteriores de Diéguez, destaca La vida bajo escrutinio. Una introducción a la filosofía de la biología (Biblioteca Buridán). En los últimos años se ha ocupado de la filosofía de la tecnología y del transhumanismo, lo que ha fructificado en dos estudios importantes: Transhumanismo. La búsqueda tecnológica del mejoramiento humano y Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista de la filosofía (ambos también en Herder). Al ser temas candentes, y al haberlos abordado con su saber y rigor habituales, Diéguez ha alcanzado notoriedad internacional; hasta el punto de convertirse, como señaló su compañero Manuel Toscano en la presentación de La ciencia en cuestión en Málaga, en una estrella académica. En dicho acto Diéguez bromeó con que, como dicen los actores, no quería "encasillarse" en eso para lo que todos lo reclaman ahora, y por ello ha vuelto a sus orígenes de estricto filósofo de la ciencia. 
 
La ciencia en cuestión afronta los cuestionamientos a que se ve sometida hoy la ciencia, el análisis de los cuales (que lleva a cabo con claridad) dibuja lo que para el autor es propiamente la ciencia. A la reflexión filosófica sobre esta ha dedicado más de treinta años y siente ahora la necesidad de afrontar las polémicas que afectan a esta forma del saber, la más sólida desde el punto de vista racional, en un momento en que crecen "las actitudes anticientíficas, pseudocientíficas y negacionistas". El propósito de Diéguez, apunta en la introducción, es "explicar qué es realmente la ciencia desde la perspectiva" de la filosofía de la ciencia, "qué es lo que cabe esperar de ella y por qué algunas de las críticas que se han hecho contra ella y las supuestas alternativas que se vienen sugiriendo están desencaminadas, cuando no francamente equivocadas". 
 
El repaso de Diéguez es tanto más interesante por cuanto que da una idea precisa de lo que la ciencia es en la actualidad, más allá de lo que se suele seguir pensando por inercia. "La forma en que se lleva a cabo la investigación científica", escribe, "ha experimentado transformaciones que la alejan de la imagen tradicional que todavía predomina en la mente de muchas personas". El autor, que entre otras cosas niega la existencia del "Método Científico" (así con mayúsculas), nos pone al día admirablemente. Uno sale de la lectura de La ciencia en cuestión con una visión renovada de la ciencia, su problemática, sus dificultades, sus logros y su posible futuro. 
 
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17.3.24

Monigotes al servicio de Asurbanipal

[Montanoscopia] 
 
1. Se aprobó la amnistía. Se acabó. Solo cabe un consuelo escénico: el retraido Sánchez, el irrisorio Bolaños, la soez Montero, la inane Yolanda Díaz, el ridículo Errejón, los histéricos independentistas delataban la aberración de la ley. El presidente degradante lo degrada todo; empezando por sus acólitos, a quienes ha sepultado en el papelón de sus vidas. Son esas figuras pequeñas de los bajorrelieves asirios, monigotes al servicio de Asurbanipal.
 
2. Las mentiras descaradas (sintagma no valorativo sino de una precisión escalofriante) del Gobierno y la prensa afín sobre las conclusiones de la Comisión de Venecia acerca de la amnistía prueban que ya no hablan para los ciudadanos, sino para sus adeptos: los terraplanistas del sanchismo. Otra muestra más de que la conversación pública se ha terminado en España. A propósito de las declaraciones concretas de Félix Bolaños (triministro que duele como el trigémino), dijo Rafa Latorre en La Brújula que su empeño en negar la realidad era una forma de enloquecernos. Latorre tenía sin duda en mente el librito Sobre la verdad, de Harry G. Frankfurt, en que se afirma que el mentiroso nos instala en un mundo irreal, o sea, nos imprime locura. El monstruoso edificio de mentiras en que vivimos, que parte de las mentiras del independentismo, de la mentira esencial del nacionalismo, nos mantiene en la España loca de siempre; nos regresa a ella. Gracias al Gobierno más reaccionario que hemos tenido desde el último del franquismo; y a la prensa ídem, desde la del movimiento.
 
3. Hago mío el deseo de Arcadi Espada (en su podcast) de que Illa se estrelle en las elecciones catalanas y se hunda el PSOE. Hago también míos sus melindres ante la posibilidad de votar al PP. (Los apretaos no tienen en cuenta nuestros melindres, y así les va.)
 
4. Miguel Ángel Rodríguez: el Óscar Puente del PP. Un Óscar Puente de antes de Óscar Puente. Aunque hoy haya un culpable principalísimo, que deja al otro en bragas, el embrutecimiento en España siempre ha sido una danza a dos.
 
5. Muchas risas con el tabernero Iglesias. Y es cierto que su revolución es kitsch, como de película de Bertolucci o canción de Ismael Serrano; o de Tintín en el país de los sóviets, a favor de los sóviets. Pero es el único español que ha trabajado, que ha triunfado, y merece una barra en la que contar sus batallitas. Ha conseguido lo que se había propuesto: destruir el "régimen del 78". Hasta Errejón, su supuesto enemigo, ha hablado con sus palabras sobre la amnistía. Ha poseído a todos los de su facción, empezando por el presidente Sánchez. Este, igual que plagió la tesis doctoral, ha plagiado el iglesismo. Iglesias ha sido su Cyrano: el que le enseñó lo que tenía que decir, e incluso hacer. El drama de Iglesias es que el físico no le daba para ejecutar él mismo su propósito. Necesitaba alguien con percha como Sánchez. Ahora, mientras el maniquí sigue mecánicamente en los minutos (o meses o años) de la basura, Iglesias puede poner de tapa su picadillo de Constitución y encima sacarse unos euros.
 
6. Definitivamente, qué pena. Peor aún es cuando sale de su silencio argullólico y habla, desde la impostación de la autoridad que ha perdido. Y con una equidistancia falaz. Su "voz moral" es hoy una carcasa retórica. No ha estado a la altura de las circunstancias. Es uno de los damnificados del sanchismo. Pero sigue ejercitándose en ella, como si no se hubiese enterado. Probablemente no se haya enterado. Lo trágico es que esa es su única voz, ya por siempre desencajada.
 
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15.3.24

Indiferente como un caballero

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:52:22
 
Buenas noches. No sé si alguien se acuerda ya de José María Álvarez, pero es uno de esos poetas, no muy frecuentes, que conquistan lectores en cuanto se acercan a sus versos. Pasa también (me pasó a mí) con nuestro Jaime Gil de Biedma o el mexicano José Emilio Pacheco. Los tres son poetas que enganchan. José María Álvarez, nacido en Cartagena y a punto de cumplir ochenta y dos años, fue uno de los Nueve novísimos poetas españoles de la famosa antología de 1970. Sus poemas, vitalistas y culturalistas, llenos de viajes, se recogen en un libro de 700 páginas que es un lujo y que además es gratis, porque José María Álvarez regala el pdf en su página web. Basta poner en Google el nombre del autor y el título: Museo de cera. Sobre este título se hizo una broma. Como el libro y cada uno de los poemas llevan más citas, querido Latorre, que tu admirada Moby Dick, se dijo que, en vez de Museo de cera, debería haberse titulado Casa de citas. Me hace ilusión traer a José María Álvarez a la radio porque en la radio fue donde lo descubrí. Solía llevarlo El Loco de la Colina, a entrevistarlo y a que recitara sus versos. El poeta tenía una voz mejor que la mía y era más tarde que ahora, ya entrada la madrugada, pero quiero terminar con el primer poema, breve, de Museo de cera, que invita al coraje y la transgresión. Dice así: 
Descanso sin bajarme del caballo 
El calor destroza cuanto se ve 
Ante mí la Frontera 
Una voz me dice no cruces nunca esa Frontera 
Fumo un cigarro 
Sacudo mi uniforme de 35 campañas 
Indiferente como un caballero 
Que lo ha perdido todo y no espera ganar nada 
Cruzo el río.

10.3.24

La Nueva Atenas, el farsante Sánchez y el Fary como precursor

[Montanoscopia] 

1. De nuestras reuniones malagueñas en torno al Aula de Pensamiento Político de Manuel Arias Maldonado, antes en La Térmica y ahora en La Malagueta, cada vez con un invitado de fuera, surgió la broma de Málaga como la Nueva Atenas. Broma que ha cuajado y por las que nos suelen preguntar. Esta semana cobró realidad majestuosamente en la presentación del nuevo libro de Antonio Diéguez, La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder), con Manuel Toscano y Arias Maldonado acompañando al autor. El evento, que se retransmitía, hizo exclamar al amigo Schultz desde Twitter: "¡El sanedrín malagueño!". Y vaya si lo era. 

2. Precisamente Schultz, al que llevo tratando online desde hace veinte años y que siempre ha sido ecuánime, escribió tras oír al presidente Sánchez justificar la amnistía: "Mentiroso, sinvergüenza, canalla. No recuerdo ningún personaje público que me haya generado el malestar, la irascibilidad y el odio que me genera este farsante". Es exactamente lo que yo pienso y siento, así que lo hago mío. Me excuso de más por hoy. 

3. "La mujer tiene esos derechos que yo respeto, ¡y más que tendría que tener!". No se suele reparar en estas palabras incrustadas en el célebre discurso del hombre blandengue. Con ellas el Fary prefiguraba en 1984 a la Irene Montero de cuarenta años después. 

4. Pobres críticos literarios. Tienen que leerse la novela inédita de Gabriel García Márquez. En realidad tienen que leérselo todo. No hay obligación que yo abomine más. Sí leo las críticas, que son una manera rápida de ahorrarse el libro. En las de En agosto nos vemos (Random House) busco una referencia esencial, que no encuentro. Si en ella aparecen los grandes definidores del estilo y el mundo de Gabo: ¡los gallinazos! No se entiende Macondo sin gallinazos, enredados siempre en los pies del que camina por ese "territorio mítico". Al fin y al cabo, en su día dije que García Márquez era "un Antonio Gala con gallinazos". Espero que el viejo Nobel colombiano se mantuviera en forma y, mientras dos personajes conversan tranquilamente o fornican, les salte un gallinazo. Aunque si no la quiso publicar tal vez sea porque vio a última hora que no había metido gallinazos. 

5. Gracias a que lo ha editado mi editor, Sr. Scott, he reparado en el estupendo Presente, de Tania Padilla: un libro de indagación autobiográfica por parte de una autora que desdeña la literatura "egocéntrica", pero que la practica en este caso para salvar una crisis creativa. Ir con el pie cambiado le permite no hacer una obra al uso, sino original, fresca, desprejuiciada, escrita con desparpajo: un desparpajo un poco redicho, de filóloga, que le añade encanto. La autora se declara de izquierdas y anticapitalista, sufrió bullying, practica el poliamor y no le gusta el mundo, pero nada de esto va en un empaquetado ideológico de los que ahora se llevan y que están embalsamando tantos libros, sino que se mantiene abierto, consciente de las contradicciones, atento a lo singular, es decir, a la vida, que se refleja narrativa y analíticamente. Padilla logra además exponerse hasta el fondo sin comprometer a otras personas. El título, Presente, lo emplea también en la acepción del regalo que ella nos hace. 

6. Llueve y me pongo "Pequena música noturna" de Rosa Passos. La batucada de la lluvia en el tejado compone la canción. Los minutos se escurren "del presente al pasado". Entre los recuerdos, una pasión. Que ya no pertenece a la protagonista, sino al tiempo: "esas cosas son del tiempo". Tal vez este se lo va tragando todo para guardarlo: solo para él. 

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7.3.24

Restitución de la poesía

Hay que tener siempre un libro de poesía a mano. Como lector me lo impongo. Y como ciudadano. Decía el Ramón Trecet de Radio 3: "Buscad la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo". Nos imprimimos esta frase durante años en todas las sobremesas, justo en el tiempo de la pasión por la poesía. Hay que restituir aquella pasión, para restituirnos.

Nunca me ha abandonado, por lo demás, pero renace ahora intensamente como uno de los reductos últimos. La poesía es un territorio sintáctico, de sintaxis del alma (y del alma del mundo): el sitio predilecto en el que atrincherarse de los patanes asintácticos que nos rodean. Y también del patán que, como el animal de Battiato, llevamos dentro. Hay que huir del (¡asintáctico!) taxista interior que nos malbarata.

Las primeras semanas del año las he dedicado a leer la poesía completa de Francisco Brines, Ensayo de una despedida (Tusquets). Antes leí Cuando hable el gato de Álvaro García (Pre-Textos) y después Doce lunas de Eduardo Jordá (Fundación José Manuel Lara), bajo cuyo influjo escribo. Hoy empezaré Común presencia, una antología del gran surrealista francés René Char (en la edición bilingüe de Alianza Tres, traducida por Alicia Bleiberg). No se me olvida el título de la necrológica de Octavio Paz a este poeta: "René Char no nos engaña". El apetito por Brines me lo despertó Luis Antonio de Villena con uno de los mejores libros del año pasado, su Brines. La vida secreta de los versos (Renacimiento), amenísimo además.

Villena escribió un libro sobre la vida secreta de sus propios versos, Los días de la noche (Seix Barral), en que dedicaba un texto en prosa a cada uno de los poemas de Hymnica, su poemario más gozoso. Andrés Trapiello hizo también un libro bellísimo sobre su recorrido vital con prosas y poesía, La Fuente del Encanto (Fundación José Manuel Lara). A esta tradición mixta, que cuenta con clásicos como la Vida nueva de Dante o Sendas de Oku del japonés Bashō, pertenece el mencionado libro de Eduardo Jordá que acabo de leer y que es una novedad de 2004.

De Jordá he leído libros narrativos, de viaje, de ensayo, sus artículos y por supuesto sus libros de poesía. Creo que Doce lunas es el mejor de todos y el más completo, porque reúne todo lo que es, en grado de excelencia. Recoge cincuenta y seis poemas, aquellos que el poeta rescata de todos los que ha escrito, y un texto en prosa a continuación de cada uno. En estos textos hay una narración, una reflexión, una estampa, un comentario, o la mera consignación del momento que inspiró el poema que acabamos de leer. Tanto los poemas como estos textos en prosa funcionan por separado, pero su reunión los potencia. El efecto es el de un recital de Jordá (también en su acepción valorativa, admirativa): pero un recital íntimo para cada lector en su rincón.

La poesía de Jordá, limpia, honda, sin juguete retórico, más anglosajona que francesa, cernudiana sin dureza, narrativa a veces, otras contemplativa, permanentemente en el filo del curso biográfico, con sus alegrías y sus penas, con la belleza que asalta, con percepción del entramado y el miedo, lúcida pero confiada, delicada y generosa, es un magnífico ejemplo de restitución.

En el primer poema (y en el prólogo) Jordá habla de la poesía: frágil, milagrosa, sin explicación, "no sabemos por qué, pero sucede". En el último, el que da título al libro, asocia las fases de la vida a los doce meses del año. Para diciembre escribe: "Y no hay sino memoria que regresa / con las manos vacías, y una casa / desierta, y la certeza de que nunca / volveremos a ver a quien se ha ido". Pero al poema podemos volver siempre. 

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3.3.24

'Match point' al PSOE y Sánchez como el señor Valdemar

[Montanoscopia]  
 
1. También Sánchez, lo más parecido a Franco que hemos tenido desde Franco, muere en la cama. Los españoles pudieron cargárselo (políticamente) el 23-J, pero no lo hicieron. Llevarán esa culpa, como llevan la de no haberse cargado a Franco; y eso que con este no tuvieron la ocasión de hacerlo. La democracia, al cabo, es darle al pueblo el fusible para que cortocircuite, o no, al autócrata. El autócrata, por su parte, cuando gobierna en un Estado de derecho, se encuentra maniatado por este. Por eso su gran empeño es desembarazarse de él. El combate no es entre el autócrata y la oposición, sino entre el autócrata y la ley democrática. Esta ha sido la historia de Sánchez en los últimos años, acelerada en los últimos meses. Los españoles no se lo cargaron, pero su degradación sí.  
 
2. Sánchez muere en la cama. En la cama del señor Valdemar. En su día le apliqué la comparación a Rajoy, pero veo ahora que se le puede aplicar con mayor propiedad a Sánchez. Respecto a este, se ha hablado de El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Tiene que ver, por la putrefacción precipitada cuando llega el momento. En La verdad sobre el caso del señor Valdemar, de Edgar Allan Poe, el señor Valdemar es hipnotizado en el momento de su muerte y la corrupción del cadáver queda paralizada durante los meses en que dura la hipnosis. Entonces, en cuanto esta cesa: "bruscamente su cuerpo, en el espacio de un minuto, se encogió, se deshizo... se pudrió entre mis manos. Sobre el lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción". (En aquel infame quirófano de Franco pasó prácticamente lo mismo.)  
 
3. Ha sido un poco lo de Match Point, la película de Woody Allen. Si el 18-F llega a perder el PP el poder en Galicia, la descomposición estaría afectando a este partido y a su líder Feijóo. Pero la pelotita cayó del otro lado y es el PSOE, con Sánchez, el que se hunde. Todo han sido fallos desde entonces. Y algo peor que los fallos: el retorno de lo escondido. Este afloramiento oscuro de los Koldo, Ábalos, Armengol... y la torpeza histérica con que lo afronta. Siempre me acuerdo de Nietzsche en estos casos, de una reflexión creo que del Crepúsculo de los ídolos (título que también viene a cuento): no es que un partido cometa fallos y por eso se descompone, sino que, cuando la descomposición ha afectado ya en lo profundo a un partido, es cuando se lanza a cometer fallos. Estos no son causas, sino síntomas. Así que, pese a los denodados esfuerzos del pueblo español, el del "vivan las caenas", el PSOE está liquidado. Españoles, Sánchez ha mmmuerto. (Lo que no le impedirá mantenerse durante un tiempo, el último ya, en el poder.)  
 
4. La sucesión de Sánchez no es menos tétrica, con el país poralizado, embrutecido, atomizado: la imposible España post-Sánchez va a ser el genuino legado de Sánchez.  
 
5. Y con el PP como PRI: como único partido institucionalista; con la Constitución, en su caso, en lugar de la Revolución. Un constitucionalismo sin pareja que es casi una contradicción en sus términos. ¡Un bipartidismo cojo! Este panorama asfixiante, estéril, un poco Segundo Imperio francés, sobre el que se recortará como nunca su principal culpable: la irresponsabilidad del PSOE, partido espero que para entonces lo suficientemente pasokizado.  
 
6. Como subproducto del desastre, la orfandad del 90% de la intelectualidad española (incluyendo el artisteo, la farándula). Pero se seguirán buscando la vida estos buscavidas. 
 
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1.3.24

Mi método para leer tochos (y Chateaubriand)

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:01:06
 
Buenas noches. Mencionaste en un programa, querido Latorre, mi método para escalar grandes cumbres de la literatura sin despeinarme. Mi lema es sencillo: "divide y vencerás". Eso es lo que hago con los tochazos, dividirlos en unas poquitas páginas al día y al cabo de unos meses, un año por lo general, me los he zampado tan pichi. Así me he leído En busca del tiempo perdido de Proust, los Ensayos de Montaigne, el Ulises de Joyce, Guerra y paz de Tolstói (que, por cierto, no me gustó: Tolstói me pareció un piernas) o la monumental Biblia del Oso. Este 2024 estoy con las Memorias de ultratumba de Chateaubriand. ¡Fíjate, Latorre, qué género tan bueno te traigo a La Brújula! Chateaubriand, francés, por supuesto, pese a mi pronunciación, nació en 1768 y murió en 1848. En sus ochenta años de vida lo vivió todo, empezando por la Revolución francesa, que le pilló con veintiún años. Es por donde voy ahora. Me he quedado asombrado con la lucidez con que percibe los acontecimientos. Chateaubriand simpatiza con los ideales de la Revolución, pero no con sus crímenes. Es ilustrativo este párrafo impresionante, con el que me despido: "Los miembros de la Convención presumían de ser los más benévolos de los hombres: buenos padres, buenos hijos, buenos maridos, sacaban a pasear a sus niños pequeños; les hacían de nodrizas; lloraban de ternura solo de verlos jugar; tomaban suavemente en sus brazos a estos corderillos, a fin de mostrarles el caballito de las carretas que conducían a las víctimas al suplicio. Le cantaban a la naturaleza, a la paz, a la piedad, a la beneficencia, al candor, a las virtudes domésticas; estos benditos de la filantropía hacían cortar el cuello a sus vecinos con una extrema sensibilidad, para mayor felicidad del género humano".