[Montanoscopia]
1. Murió el primatólogo Frans de Waal. Tuvo la fortuna de desconocer la existencia de Óscar Puente, que le hubiera arruinado sus teorías sobre la empatía de los simios.
2. Estoy fascinado con el harén de amebas de Sánchez: esas comentaristas amoldables, sin tensión moral, que justifican, cuando no celebran como astucias o genialidades, cada uno de los pasos del presidente.
3. "Hay una polarización asimétrica. Aquí hay gente que insulta y gente que somos insultados. Hay gente que ataca y gente que somos atacados. Gente que miente y gente que tratamos de hacer de la verdad nuestra forma de hacer política". Lo dice Sánchez. O es un cínico o un enfermo. Sería preferible lo primero, porque al menos no habría perdido la noción de la realidad.
4. Leo que el PSOE busca como candidato para las elecciones europeas a un independiente "de reconocido prestigio". Me pongo a pensar qué escribir al respecto en esta Montanoscopia, más allá del síntoma de que el partido tenga que buscarlo fuera, cuando Arias Maldonado se me adelanta con este mensaje: "Paradoja del independiente de prestigio en la actual política española: en cuanto dice que sí, se queda sin prestigio".
5. Las reticencias de Feijóo sobre la candidatura de Alejandro Fernández en las elecciones catalanas, y las maniobras internas en el PP que desvelan los analistas, confirman una vez más que los políticos no tienen ni idea y que solo se les puede enderezar a palos; es decir, mediante críticas, presiones y castigos electorales.
6. El sórdido Puigdemont y su discurso reaccionario: mediocre, mentiroso. Lo peor del nacionalismo es que está fundado en falsedades y tergiversaciones. Los efectos xenófobos, fascistoides o abiertamente fascistas, son inevitables emanaciones del pudridero ético y político en que se asienta.
7. Aparecen pintadas anarquistas contra la taberna Garibaldi de Pablo Iglesias el día antes de la inauguración. En esa misma calle del Ave María del barrio de Lavapiés, cuenta Arturo Barea, que vivía allí, los milicianos asesinaron a un anarquista el mismo 18 de julio de 1936 por la noche. "Uno menos", dijeron. Además de a fascistas, los comunistas y los anarquistas se mataban entre ellos, acusándose de fascistas. También se mataban los propios comunistas, según fueran estalinistas o trotskistas. Así eran los tiempos que nuestros merluzos ideológicos añoran: muchos de los cuales les deberán la vida (o el no ser asesinos) justamente a que no estamos en aquellos tiempos.
8. Un episodio más festivo respecto a la inauguración de locales fue el del restaurante Maldoror de París en 1930. Los cantos de Maldoror del conde de Lautréamont era uno de los libros sagrados de los surrealistas. Por eso la utilización del nombre les pareció un sacrilegio. Poco después de la inauguración se plantaron con garrotas en el Maldoror. André Breton gritó desde la entrada: "¡Somos los invitados del conde de Lautréamont!". Y se pusieron a destrozarlo. La trifulca se saldó, aparte de con los daños en el establecimiento y los golpes entre los concurrentes, con una cuchillada a René Char en la ingle.
9. Un amigo periodista que venía hablando de la "generación Negroni" a propósito de ciertos columnistas más o menos literaturizantes, y que vio cómo su acuñación se usó como título en la antología de columnistas Generación Negroni, me habla de la negligencia de estos antologados: "¡Ninguno se ha plantado en el Garibaldi a pedirse un negroni!". Como en la antología estuvo implicado Guillermo Garabito, yo propuse (¡cariñosamente!) que debería haberse titulado Generación Garabito. "¡Garabito en el Garibaldi!", empiezo a bromear con mi amigo. Y mi amigo redondea: "¡Garabito escuchando a Gabinete Caligari en el Garibaldi!".
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En The Objective.