28.5.23

Votos comprados, princesas descalzas y excepcionalismo español

[Montanoscopia] 

1. A lo mejor los munícipes del PSOE que han comprado votos solo pretendían ser el Sánchez que tenían a su alcance, un Sánchez asequible para ellos, el Sánchez al que les alcanzaba el bolsillo. Al fin y al cabo, Sánchez lleva meses intentando comprar votos a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. 

2. Sale el nombre de Maracena, pueblo de Granada, en una de las turbias noticias de estos días y me acuerdo del ciclista Miguel Ángel Martínez. Fue uno de esos jóvenes ciclistas prometedores a los que aplastaron con los elogios. Ganó la Vuelta a Andalucía de 1992, le pusieron de mote "el Huracán de Maracena" (vi una etapa en Torremolinos y los altavoces no dejaban de gritarlo), y ya no ganó más cosas. Se quedó en vientecillo: un hombre de equipo, en la Once, con algunos destellos en el Tour y nada más. De nuevo hay que recordar a Cyril Connolly: "A quien los dioses quieren destruir le llaman prometedor". 

3. Le digo a José F. Peláez, que acaba de publicar sus mejores columnas en el libro Ya estoy escrito, que aparte de como columnista me gusta mucho en la radio. Participa en la tertulia de La Brújula, de Rafa Latorre. Le digo que su voz me recuerda a la de David Gistau; que, como él, habla en un tono grave, que le impone seriedad a la no siempre seria actualidad, como dignificándola. Su respuesta me sorprende en parte. Me dice que no cree que la radio sea su mejor registro, que no le da tiempo a pensar y que, sobre todo, no se entiende la ironía. "Estoy sin armas", concluye. Es curioso, pero encaja: lo que percibo como fortaleza es en realidad autoprotección. Pero el efecto es el mismo. Aunque Peláez desde dentro se vea vulnerable y mermado en la radio, lo que transmite es que se toma la actualidad como algo digno de ser tomado en serio. 

4. Las cosas que hacen algunas mujeres para desexualizarse las sexualizan más a mis ojos (y no solo a mis ojos). Será porque me gustan las mujeres, hagan lo que hagan. Por ejemplo, no afeitarse la axila (el pelo la convierte en sobaco: ¡mullido sexo de los ángeles!). Ahora se han quitado los zapatos en la alfombra roja de Cannes: Jennifer Lawrence, Nicole Kidman, Cate Blanchett... ¡auténticas princesas descalzas! Woody Allen dijo que le gustaría reencarnarse en los dedos de Warren Beatty. A mí no me importaría hacerlo en la alfombra roja de Cannes. Incluso si no fueran descalzas. 

5. Dice Arcadi Espada en su podcast con Yaiza Santos que lo más grave del presidente Sánchez, al margen de la cuestión moral de sus pactos, es que las cosas empiezan a dejar de funcionar en España. Sobre todo en la Administración. Mientras habla, pienso que va a hacer la conexión evidente, pero no la hace. Completo yo. Cuando a Felipe González le preguntaron qué era el cambio, ese que se anunciaba en su cartel electoral de 1982, "Por el cambio", dijo: "El cambio es que España funcione". 

6. Espada, que es uno de los que se oponen a la teoría del excepcionalismo español, critica también en el podcast el nivel ínfimo de los políticos españoles, algo que no ocurre en ningún otro sitio. Les suele pasar a los antiexcepcionalistas: luego se pasan la vida puntualizando excepción tras excepción... Otra estrategia es la del también antiexcepcionalista David Jiménez Torres: este busca las excepcionalidades de todos los demás países. Obsérvese que para que España no sea excepcional hay que concluir que todos los demás países son igual de excepcionales. 

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27.5.23

Todo azul

[Dietario] 

Un entusiasta en Hiroshima. Es admirable Agustín Rivera. Su mérito tiene un nombre: entusiasmo. Es un entusiasta. Etimológicamente el entusiasta está poseído por los dioses, que hacen que la vida brille para él y le hacen brillar a él mismo. Como periodista de El Confidencial y como profesor de periodismo en la Universidad de Málaga su entusiasmo está siempre a tope: con su oficio, con sus clases, con sus alumnos. Ahora ha publicado Hiroshima, en que recoge testimonios de los últimos supervivientes de la bomba atómica. Los entrevistó en Japón cuando se fue allí jovencísimo como corresponsal de Diario 16. El modo en que se plantó en Japón con veintidós años, según cuenta en el prólogo, es asombroso. Para mí hubiera sido imposible. Pero Agustín iba protegido (y propulsado) por el entusiasmo. 

Obras electorales. Cuando se aproximan unas elecciones municipales la ciudad entra en ebullición. Se levantan aceras, se asfaltan calzadas (y se repasan sus líneas con un blanco deslumbrante), se les da una mano de pintura a los muros... Son operaciones delicadas, porque, si se ejecutan muy cerca del día de la votación, el ciudadano puede tener demasiado presentes las molestias. Lo ideal es un poco antes, para que ya todo esté terminado y luciendo el domingo electoral. Así cabe la posibilidad de que el ciudadano vote lo adecuado. 

Vótame de tú. Caigo en que todos los partidos, sean de derechas o de izquierdas, tutean al votante. El imperativo vota figura en todos los carteles. Solo recuerdo uno en que se le trataba de usted, pero era de ficción: el de la viñeta de Mingote de "Vote a Gundisalvo", cuyo lema era "¿A usted qué más le da, hombre?". Paso por el puente de las Américas y veo a los candidatos no solo tuteándome en los carteles, sino haciéndose llamar con diminutivos: Nico, Toni, Dani... Hasta nuestro veterano alcalde es esta vez Paco. Se ha hecho un lifting nominal. 

Todo azul. No es un pronóstico electoral, sino una expresión brasileña que significa "todo bien". Si en Brasil le preguntan a uno que cómo le va y a uno le va magníficamente, una de las respuestas posibles, la más bonita, es tudo azul. Tal vez surgió de alguien que estaba tomándose una bebida azul. Estar tomándose una bebida azul es estar en la felicidad. Tiene algo el azul en forma de bebida. Lo descubrí la primera vez que me sirvieron un gin-tonic azul. Era una tarde triste (¡blue!), y de pronto se alegró. La otra tarde volvió a pasar, aunque no estaba triste de entrada. Venía de comer en Los Delfines con Toscano, Julia y Lola. Era la primera vez que iba desde que reabrieron. Quería asegurarme de que entre las reformas no estuviera el pulpo frito. ¡El pulpo frito no se toca! No lo habían tocado, así que bien. Luego nos fuimos a tomar una copa a una terraza elevada del Muelle Uno. Me pedí un Blue Moon. ¡Su azul, su blue, era perfecto! ¡La felicidad perfecta, mientras nos daba intensamente el sol! 

Las cuatro estaciones. Presentamos en la librería Luces el especial de la revista Jot Down sobre Málaga. En la mesa estamos Diego Ríos Padrón, editor del número (su trabajo ha sido extraordinario), Cristina Urdiales ("doble catedrática", me dice más tarde Diego, en Teleco) y yo. Vamos luego a tomar algo a Las Niñas del Soho. La conversación se divide y caigo con Diego, Carlos Font e Ignacio Jáuregui, que dos días después presenta su libro Rituales en el Pompidou. Hablamos de cine, la pasión de Font. Este ha montado un pequeño cine de verano en su casa y lo ha inaugurado con El coloso en llamas. Diego cuenta que en Los Galanes se les ocurrió una vez proyectar una película de Ingmar Bergman y el público (haciendo gala de malagueñismo) se amotinó. Hablo después con María José Valverde y Silvia Flores. Silvia (el tema inevitable era el calor) hace una buena observación sobre el invierno de Málaga: "Hay días que contienen las cuatro estaciones". Es verdad: amanece en invierno, a lo largo de la mañana se va colando la primavera, se alcanza un punto veraniego de calor, por la tarde va avanzando el otoño y la noche trae de nuevo el invierno. 

Sucede en el pasado. Después de días y días de calor se anuncia por fin lluvia. El cielo está encapotado. Salgo a la calle y se siente la lluvia allí arriba, pero no cae: no se decide a lanzarse, igual que esos miedosos de trampolín. De pronto se escurre algo, escaso y débil, un parpadeo de agua. Teodoro León Gross pone una foto del efecto de la lluvia en su terraza: son exactamente cuatro gotas. Pero en los días siguientes ya sí: lluvia en condiciones. Parece un viaje en el tiempo, al tiempo en que llovía. Nunca estuvieron tan vigentes los versos de Borges: "Porque ya cae la lluvia minuciosa. / Cae o cayó. La lluvia es una cosa / que sin duda sucede en el pasado". Miramos la lluvia como si miráramos la Málaga de ayer. 

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26.5.23

Los fantasmas del PSOE

[La Brújula (Zona de confort), 1:25:25

Buenas tardes, querido Rafa Latorre. Los últimos días de campaña de las elecciones municipales y autonómicas de pasado mañana han sido una pasarela por la que han desfilado todos los fantasmas del PSOE. En un tono de momento menor, local, pero con fuerte carga representativa. Representativa en el sentido de teatral: es como si por esa pasarela hipotética hubieran desfilado actores que encarnaban la vieja corrupción y el clientelismo del PSOE, por la compra de votos en Mojácar y Murcia; y hasta los GAL, por ese extraño caso de secuestro en Maracena. A esto habría que sumarle lo de Tito Berni de hace unos meses, o sea, las putas y las gambas, y ya estaríamos todos. Es como si el PSOE se hubiera tomado tan a pecho la memoria histórica que hubiese necesitado empezar por la memoria de sí mismo. Aunque la maniobra habría sido involuntaria, puesto que se trata de un retorno de lo reprimido en toda regla. Tal vez ese fondo oscuro, esa culpa latente, explique su afán acusatorio de los últimos tiempos. Al fin y al cabo, si uno acusa es porque el culpable es el otro y no uno. En el PP, por cierto, también debe de existir esa culpa latente. El bipartidismo fue, entre otras cosas virtuosas, la cosa viciosa del reparto de la corrupción. Con el primer caso de la compra de votos en Melilla, hubo un momento inicial de silencio en el PP. No fuera a ser que saltara algo que le afectase. Solo cuando han cundido los casos que afectaban al PSOE es cuando el PP se ha desatado con la crítica. Al final lo que importan son los controles democráticos. En último extremo casi da igual quiénes ganen las votaciones: lo decisivo es que se mantenga fuerte el Estado de derecho.

25.5.23

28-M: un plebiscito antisanchista

El domingo no figurará en las papeletas el presidente Sánchez, pero sí su partido. El antisanchismo, pues, tendrá la ocasión de expresarse, aunque sea de un modo indirecto, sinecdóquico: el todo por la parte. Una ocasión largamente esperada, para desgracia de los pobres candidatos del PSOE, que hubieran preferido tener a Sánchez lejos y lo han tenido cerca, demasiado cerca. Técnicamente, suplantándolos. Sánchez ha pretendido inocular la idea de aquel título de Lope de Vega: El mejor alcalde, el rey. Solo que con una ligera adaptación, muy del gusto de Sánchez: El mejor alcalde, Sánchez. Es Sánchez el que ha terminado imponiendo que las elecciones del domingo sean un plebiscito sobre Sánchez.
 
Es cierto que en las municipales prima lo cercano y lo que mueve el voto es la problemática local. ¡La política de lo concreto, la que palpa el ciudadano! Pero el antisanchismo es una pulsión autónoma, que no tiene otro motor que el antisanchismo y prescinde de todo lo demás. Es capaz de sacrificar la pulcritud del alcantarillado, la eficiencia del servicio de la basura, el cuidado de los parques, la ordenación del tráfico y hasta el programa de festejos, con tal de darle la patada al objeto de su detestación: Sánchez. El antisanchismo prefiere que su ayuntamiento no arregle los baches a que persista ese bache llamado Sánchez.
 
El domingo habrá unos antisanchistas más afortunados que otros: aquellos que, además de las municipales, tendrán elecciones autonómicas. Estos podrán estamparle a Sánchez dos papeletas, una en cada lado de su cara bonita (¡aunque cuidado si la aprieta mandibularmente, que puede hacerlas cisco!). Queman los votos antisanchistas en los bolsillos, o saltan como ranas inquietas. Hay una desaforada hambre de urnas. El 28-M será una especie de 1-O contra Sánchez. Me refiero al 1-O de 2017, en que muchos independentistas catalanes durmieron con las urnas del referéndum golpista como si fueran ositos de peluche.
 
Antes estuvo el 1-O de 2016 en Ferraz, en que Sánchez escondía tras una mampara su propia urna, se supone (¡melillense avant la lettre!) que repleta de votos en favor de Sánchez. Para hacerse cargo de la fuerza actual del antisanchismo no hay más que ver lo traumático que resultó en su propio partido. En aquella jornada fue el PSOE el mayor antisanchista, hasta el punto de que defenestró a Sánchez. La no respuesta actual del PSOE frente a Sánchez no es más que el reverso de aquella respuesta absoluta del PSOE contra Sánchez. Sánchez laminó a aquel partido respondón y ahora, aunque se llame igual, es el líder de otro: el PSOE de Sánchez, que es ya el único PSOE.
 
Las reacciones meramente anti tienen mala prensa. El espíritu de los tiempos pide que la actitud sea propositiva. Pero al antisanchista esto no le convence del todo. Considera que la simple desaparición de Sánchez, su salida del Gobierno e incluso de la vida pública, aportaría beneficios notables. Esta es la parte propositiva del antisanchismo: la propuesta de un Gobierno y una política española sin Sánchez. ¿Cómo será? No se sabe. Solo se sabe que será sin Sánchez. Por eso los antisanchistas acudirán el domingo a las urnas como pistoleros electorales. Los que tienen solo elecciones municipales, irán con su única papeleta antisanchista. Los que tienen también elecciones autonómicas, irán con sus dos papeletas antisanchistas, en plan John Waynes electorales.
 
La ilusión del antisanchismo es que Sánchez sufra un descalabro tan abrumador que tenga que salir huyendo, como Alfonso XIII tras aquellas otras municipales. Pero esto no pasará. Sucede que también hay bastantes sanchistas que votarán encantados a Sánchez en el plebiscito sinecdóquico del domingo. 
 
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21.5.23

Ayuso, la Belén Esteban de nuestra política y el león longevo

[Montanoscopia] 
 
 1. "¿Cómo es posible que Ayuso vuelva a ganar las elecciones?", se pregunta un politólogo catedrático. "Pregunta seria", añade. Esa pregunta bastaría para quitarle la cátedra, y aun la licenciatura. No está solo. Son muchos los que se lo preguntan en la pseudoizquierda, en el nacionalismo y en el proetarrismo. Buscan la respuesta (si la pregunta no es retórica) sin darse cuenta de que la tienen en sus mismas narices, como la archicitada carta de Poe. Más que en las narices, la respuesta la tienen en el espejo. Les bastaría mirarse: ellos son la respuesta. Ayuso gana las elecciones porque la vota la gente que huye despavorida de estos mendas.  
 
2. Es tan bajo el nivel de los antiayusistas (la acusan de trumpista mientras se cuadran ante nuestros Trumps realmente existentes: de Sánchez al último concejal del PNV), que Ayuso se crece. Está muy subidita. Y se pasa. Ha ocurrido ahora con su rifirrafe con Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo. Ayuso corre desbocada y su peligro es ella misma. Debería aprender a frenar pese a la gasolina que le sobra. La gasolina que le proporcionan los antiayusistas.  
 
3. Francisco de la Torre, el alcalde de Málaga, dice que no hay nada que lamentar si desaparece Ciudadanos. También dice que Ciudadanos nació como una escisión del PP. A esto ha contestado Arcadi Espada en el último episodio de su podcast. Es falso, por supuesto: Ciudadanos nació en Cataluña como reacción al consentimiento con el nacionalismo del PP, pero ante todo del PSC; nació por la traición de este último. De la Torre lleva un siglo aproximadamente como alcalde de Málaga, pero nunca ha obtenido mi voto. No voto al PP. Esta vez me lo medio planteé con De la Torre, por homenaje postrero a su trayectoria. Pero ha perdido (bueno, creo que no lo hubiera votado de todas formas, ¡es que no voto al PP, aunque los demás candidatos sean peores!) mi voto. Votaré a Ciudadanos. Y esto, me temo, sí que será postrero. 
 
4. Veo la presentación del nuevo libro de Losantos en el programa de Losantos. El retorno de la derecha, se titula. Está muy bien, pero ejemplifica por qué los antisanchistas que no somos de derechas no vamos a votar al PP. Vox nos espanta. Al día siguiente veo una pequeña cola en la librería para comprar el libro. Se entabla entre los concurrentes una tertulia. Dice uno, mientras paga: "Me gusta oírlo, pero escribiendo es durillo".  
 
5. Ante mis amigos intento excusar a un novelista, al que le tengo afecto virtual y cuya obra aprecio, por las majaderías (sobre todo políticas) que suelta en Twitter. Esgrimo un argumento en el que creo: "Para ser un buen novelista es necesario ser un poco idiota". A lo que replica Toscano: "Este debe de ser buenísimo si la cosa va proporcionalmente".  
 
6. Irene Montero, y no Alejandra Jacinto, era la candidata perfecta de Podemos para el Ayuntamiento de Madrid. En su encontronazo con la señora que la critica por su chalet –vemos en el vídeo–, la ministra le responde como una auténtica verdulera. Más allá de sus argumentos neoliberales y heteropatriarcales (la herencia del padre, el dinero del marido), está su gestualidad: esas caras, esos hombros, esos brazos, esas manos. Hubiera conectado con el electorado madrileño. Es la Belén Esteban de nuestra política. 
 
7. A sus diecinueve años, era el león más longevo del mundo. Loonkito. No lo ha matado la vejez, sino las lanzas de los masáis. Cómo no acordarse de Borges. Muerte por lanzas. Un poco de épica al final. Su destino africano. 
 
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18.5.23

Sánchez acabó con ETA

El PSOE acabó con ETA. Con semejante brochazo recompone la historia el gran artífice de la ley de memoria histórica, ahora llamada de memoria democrática. El presidente Sánchez contó con Bildu, el partido heredero de ETA, para su redacción y aprobación. El PSOE acabó con ETA para ir de la manita del partido heredero de ETA, que incluye a etarras en sus listas electorales. Entre ellos, siete asesinos. Ahora estos dicen que no recogerán el acta, chafando a los electores, cuyo deseo es que aquellos asesinos a los que voten (¡esa nobleza vasca que sale en los dichos, aunque sea más bruta que la baturra!) estén de concejales con sus jetas de asesinos.

Busco si aparece la palabra terrorismo en la ley. No. Busco si aparece al menos la palabra terror. Sí, una vez: "La ciudadanía tiene actualmente el derecho inalienable al conocimiento de la verdad histórica sobre el proceso de violencia y terror impuesto por el régimen franquista, así como los valores y los actos de resistencia democrática que llevaron a cabo quienes cayeron víctima de su represión".

Por lo que se ve, la ciudadanía no tiene actualmente el derecho inalienable al conocimiento de la verdad histórica sobre el proceso de violencia y terror impuesto por ETA, así como los valores y los actos de resistencia democrática que llevaron a cabo quienes cayeron víctimas de su represión. Y menos mal que no lo tiene, porque el gran artífice de la ley, el presidente Sánchez, hubiera quebrantado su derecho (¡inalienable!) a la verdad con su (¡alienante!) mentira. (La ciudadanía tampoco tiene el derecho inalienable, parece, al conocimiento de la verdad histórica sobre el grupo terrorista que armó el PSOE, el GAL: mataban etarras para que los herederos de estos asesinos, en el futuro, se sintieran a gusto con los herederos de los otros asesinos, aunque fueran los que mataban a los de ellos, más a algún que otro inocente que pasaba por allí; al GAL le pasaba un poco como a ETA.)

Lo de que el PSOE acabó con ETA es solo la mitad de su mentira. La otra mitad es que el PP no quería que ETA se acabara. Esto explicaría, desde luego, la tirria que le tiene el presidente Sánchez al PP. ¡Un partido que no quería que ETA se acabara solo merece rechazo! En la cabeza del presidente Sánchez, Bildu quería que ETA se acabara. Por eso el PSOE se tomó la molestia de acabar con ETA. Contra el PP, naturalmente, que no quería que ETA se acabara. Fue una lucha tremenda, según la memoria histórica y democrática que nos enseña el presidente Sánchez, entre el PSOE y el PP. El primero por acabar con ETA, el segundo por que ETA no se acabara.

El no es no inaugural del sanchismo cobra ahora su auténtico significado: fue el no radical de un benefactor, Sánchez, al partido que quería que ETA siguiera, el repugnante PP que quería que siguiera el grupo terrorista que mataba incluso a militantes del PP. ¡Es verdaderamente repulsivo el PP! (¡Tal vez habría que montar un GAL contra el PP, se formulará algún remoto gen PSOE del presidente Sánchez!)

Aunque eso de que el PSOE acabara con ETA le incomoda un poco a Sánchez, justo es reconocerlo. El PSOE, el PSOE... ¡Pelín coral eso del PSOE! Fue Sánchez, hombre. ¡Sánchez fue el que acabó con ETA!, se relame el presidente Sánchez al mirarse en algún espejo de Moncloa antes de salir a firmar cualquier acuerdo con Bildu, ese bendito heredero de ETA que, a diferencia del maldito PP, sí quiso que se acabara ETA.

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14.5.23

La duda cosmética

[Montanoscopia] 

1. Comienza la campaña electoral del plebiscito sobre Sánchez. Habrá baronías (de las comunidades en juego) y alcaldías cuyos candidatos impriman un sesgo particular, pero en general se juzga al presidente. Sánchez sí o Sánchez no. El PP ha querido plantearlo de ese modo ("derogar el sanchismo", repite Feijóo). Y el PSOE sorprendentemente parece haberlo aceptado. Es algo extraño desde el punto de vista de la estrategia, pero no desde ese otro punto de vista al que sucumben todos los demás en el PSOE: el ego de Sánchez. 

2. Habló Latorre en La Brújula de que el suelo electoral tan sólido que tiene Vox es lo que le impide tener un techo más alto. Esta dialéctica techo-suelo me recuerda aquello de que el fútbol es una manta corta: si te tapas la cabeza, te descubres los pies. Ciudadanos, completaba Latorre, nunca tuvo un suelo sólido, y eso le permitió subir tanto. Y cuando cayó no tenía suelo que lo sostuviera y llegó más abajo del suelo. 

3. De pronto la frasecilla de moda nos permite acercarnos a la actualidad de un modo preciso y sutil: Bildu es ETA no, lo siguiente. 

4. A veces pienso que la palabra que se perdió de la tríada famosa de la Revolución francesa, la fraternidad, es necesaria. Han tenido más potencia la libertad y la igualdad, mientras que la fraternidad parecía algo edulcorado, prescindible; incluso sospechoso, en la medida en que trataba de introducir un elemento familiar en la política. Pero he notado que en ese áspero campo de batalla que es Twitter (un deporte de contacto, y de riesgo) me refreno cuando hay fraternidad. No salto si las majaderías políticas las dicen, por ejemplo, Moriche, Duval, Hughes o Torné. No digo que dejen de parecerme majaderías (de hecho, me quedo a veces al borde mismo del salto, y no descarto que en alguna ocasión me pueda el impulso, como me pasa con los amigos de fuera de Twitter: soy irascible), pero la fraternidad es un formidable colchón. Sabe lo esencial: que la persona es superior a su ideología. Y por tanto merece respeto. 

5. Estoy fascinado con Pilar Llop. Con una de las dos, porque hay dos. Está la ministra de Justicia, maravillosa, guapísima, elegante, seria, dolorosa a veces (como cuando sentía los efectos de la ley del solo sí es sí), y está la que va a la feria de Sevilla vestida de flamenca o en un mitin le grita en andaluz a su suegra sevillana. Aquí se me desploma sin remedio. Pero tiene gracia la dualidad. Qué mujer. 

6. Es de primero de Freud lo de Feijóo: en Extremadura dice que está en Andalucía porque querría en Extremadura unos resultados como los de Andalucía. Aunque el cauce para el lapsus es que los sitios le dan exactamente igual. Son caladeros de votos y punto. Me recuerda a cuando Wilder y Wyler se encontraban y se reían de cómo los confundían siempre: "Wilder, Wyler, ¿qué más da?". 

7. El entrañable calculador casual, con esa puesta en escena desmañada pero férrea, habla de sus dudas, de la duda. Le queda bien y lo sabe. No es la duda metódica, sino la duda cosmética. 

8. Robaron en la casa de Rodrygo mientras jugaba un partido de fútbol. Los peligros del directo. 

9. Un veterano periodista se duele del odio a Sánchez. Es un periodista muy emotivo cuya emotividad me creo: es decir, no me parece que sea un cínico. Solo que esa emotividad, que lleva ejerciendo toda la vida, está perfectamente encuadrada en el PSOE. Este partido es la puerta de su tierno corazón. 

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12.5.23

La política como moral

[La Brújula (Zona de confort), 1:22:59

Buenas tardes, querido Rafa Latorre. Hace años, cuando Fernando Savater comenzó a moderar su postura política, dijo una frase grandiosa: "He sido un revolucionario sin crueldad, aspiro a ser un conservador sin vileza". La grandeza de la frase estaba en sus componentes éticos: "sin crueldad", "sin vileza". Para todo el que no fuera un idiota moral, esto era lo significativo. Sin embargo, unos años después, me encontré en los diarios de José Saramago una crítica a la frase. Saramago ironizaba sobre los términos morales, "sin crueldad", "sin vileza", porque menoscababan los políticos: "revolucionario", "conservador"; para él los importantes. Criticaba por lo tanto a Savater por haber dejado de ser revolucionario y aspirar a ser conservador. Lo de "sin crueldad" y "sin vileza" era secundario para el campanudo novelista portugués. Este, por otra parte, terminó apartándose de la dictadura castrista, a la que durante tantos años apoyó, y siempre denunció el terrorismo de ETA. Eran otros tiempos. Sus herederos ideológicos no son tan pulcros. El idiotismo moral impera en el blanqueo actual del terrorismo etarra. Se habla de que ETA ya no existe y se pasa por alto que lo que defienden sus herederos de Bildu no es incompatible con el crimen. Y para quienes los exculpan es menos grave haber cometido asesinatos, si los asesinos son de su ideología, que no haberlos cometido pero estar en la ideología contraria. Se ha producido lo mismo que con Saramago: un cruce entre la política y la moral, en la que ha ganado la política, que adquiere por sí sola valor moral. Como tantas veces, Daniel Gascón lo ha sintetizado en una viñeta. Dice su personaje: "No digo que ser un asesino esté bien, pero peor sería ser de derechas". Al contrario que Savater, prefieren ser revolucionarios incluso con crueldad y con vileza.

11.5.23

Infamia en nuestras narices

Está ocurriendo algo rarísimo, que no deja de ser coherente con la mentalidad (o tal vez solo la estrategia) de quienes lo enuncian. Hablan de que cuando el PP llegue al poder, si llega, en las próximas elecciones generales acabará con la democracia, destruirá la Constitución, perseguirá a los disidentes. Volverá Franco, más o menos. Al fin y al cabo, nunca se fue.
 
Suena fuerte, pero así lo dicen. Con una contundencia que hiela la sangre. Con un desparpajo que inaugura otra rama, aún más perturbadora, de las fake news. Se trataría ahora de una posverdad hipotética y previa: ¡la preposverdad! En la puesta en escena del enunciado hay miedo, "sincera preocupación", conciencia "progresista"... Es un teatro tomado demasiado en serio. Es en realidad, aunque se disfrace de lo contrario, una amenaza.
 
El otro día puse las perlas de Pérez Royo en un artículo reciente en El Diario: "Hasta que se vuelva a respetar la Constitución, el desorden irá a más, hasta que lleguemos a un punto de no retorno, que no tenga solución en términos constitucionales". Pérez Royo es uno de esos constitucionalistas españoles (¡abunda el género!) que han escogido su especialidad del mismo modo que un criminal hubiese escogido ser criminólogo.
 
Escribió igualmente en el artículo: "La derecha española únicamente acepta la democracia a beneficio de inventario. Si estoy en el Gobierno, la acepto. Si no estoy en el Gobierno y no tengo esperanza de estarlo en las próximas elecciones, impugno el sistema". Es un parrafito curioso. La veracidad de lo que afirma habría que comprobarla fuera del parrafito, en la realidad. Pero no hace falta salir a la realidad para comprobar que el parrafito ejerce aquello que denuncia o dice denunciar. En efecto, el parrafito impugna o deslegitima a "la derecha española".
 
Lamentablemente, no se trata aquí de un articulista aislado, sino que son legión: toda la intelectualidad gubernamental está ahí, cada individuo con la intensidad y explicitud que les permita su vergüenza (hay bastantes con muy poca). Y también el propio Gobierno, que alienta irresponsablemente esa deslegitimación y ese aire de amenaza sobre el futuro triunfo de la derecha. El presidente Sánchez no es una excepción.
 
El exvicepresidente Iglesias dijo este lunes una más de sus barbaridades delirantes en el mainstream radiofónico que le da la Ser todas las semanas (¡hasta dejó pequeño a Pérez Royo!): "O nos ponemos las pilas todos los demócratas para enfrentar a una derecha que no tiene escrúpulos, cuyos brazos mediáticos, cuyos brazos judiciales, cuyos brazos en el Estado van a hacer todo lo que permita la ley, y lo que no permita la ley también, para recuperar algo que consideran su cortijo, que es el Consejo de Ministros; o nos ponemos las pilas en serio o algunos de los que estamos aquí vamos a terminar en sitio mucho más desagradables".
 
Hay tal cantidad de falsedad y ponzoña en su abyecta y repulsiva parrafada que convierte a la Ser, durante sus minutos, en una estricta radio basura. En primer lugar, se arroga el estar entre "los demócratas" (¡él, el defensor de dictadores, golpistas y proetarras; el dudoso tiranuelo que él mismo es en todas sus actuaciones!) con exclusión de "la derecha". Esta perra división entre "demócratas" y "antidemócratas" con independencia de lo que digan las elecciones: unas elecciones que se celebrarán democráticamente y según el Estado de derecho. Y a continuación, de nuevo, la deslegitimación de aquellos a los que acusa de deslegitimadores.
 
Están preparando el terreno para algo muy chungo. La sociedad española, por fortuna, no va por ahí. Hoy. Pero estos infames harán todo lo posible para que vaya. 
 
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7.5.23

Pompa y cara de circunstancias

[Montanoscopia] 
 
 1. Del espectaculito de la celebración del 2 de Mayo en Madrid nos quedará al menos haber conocido a la jefa de protocolo de la Comunidad: Alejandra Blázquez, ¡apabullante tanqueta! Los socialdemócratas nos sentimos muy reconfortados de que nuestras políticas de liberalización de costumbres frente a la coacción católica (cuando eran esas y no las contrarias como en la actualidad) hayan dado lugar a apoteósicas mujeres de ordeno y mando, genuinas empoderadas a las que nadie les tose. Aunque ahora estén en el PP.
 
2. Vino a Málaga Susana Monsó, autora de La zarigüeya de Schrödinger, a hablar de la noción de muerte que poseen los animales. Se dedica a una disciplina nueva: la tanatología comparada. Entre las muchas cosas interesantes que contó, una me dejó consternado: Flipper, el delfín de nuestra infancia, se suicidó. Una contrariedad de los delfines, desde el punto de vista humano, es que sus mandíbulas les mantienen una eterna sonrisa. Pero tras ella pueden estar deprimidos: son como el payaso triste. Resulta que a Flipper lo metieron en un estanque una vez que acabó la serie, y allí se terminó suicidando por un método que tienen los delfines: dejar de respirar. Flipper fue una de mis mascotas televisivas (mía y de todos los niños de mi generación), como Skippy el canguro, el caballo Furia o el perro Rin Tin Tin. Nuestro pequeño zoológico afortunado.
 
3. Pérez Royo y Ramoneda, que han abrazado todo lo reaccionario que ha habido en la política española con tal de que se autodenominase progresista (o simplemente antiespañol), escriben ahora artículos sobre la amenaza reaccionaria que se cierne sobre Europa y que se adueñará de España en cuanto gane el PP. Las burradas que emiten son antológicas. Pérez Royo, por ejemplo: "Hasta que se vuelva a respetar la Constitución, el desorden irá a más, hasta que lleguemos a un punto de no retorno, que no tenga solución en términos constitucionales". También: "La derecha española únicamente acepta la democracia a beneficio de inventario. Si estoy en el Gobierno, la acepto. Si no estoy en el Gobierno y no tengo esperanza de estarlo en las próximas elecciones, impugno el sistema". Son alucinantes denuncias de lo que ellos mismos promueven, proyectadas en los otros. Es claramente compensatorio: se inventan unas acusaciones del calibre de las fechorías de los suyos.
 
4. Lamento el final de Sálvame. No había porquería mejor (¡mejor mierda!) para salvar, en efecto, algunas tardes de tedio, algunas noches de insomnio. La gusanera de Jorge Javier Vázquez será insustituible. En cuanto al momento en que el presentador se empezó a meter en política: ahí alcanzó el programa sus mayores cotas de frivolidad.
 
5. Los detestados hoplitas del patriotismo constitucional (escuálido ejército de fríos formalistas antisentimentales) ponemos cara de circunstancias ante la pompa de la coronación de Carlos III, ese rey que mantendremos conceptuado para siempre como príncipe: sus añísimos horadaron nuestras neuronas y ya no se puede hacer palanca. Me asomo a la tele: aristócratas, clérigos, dirigentes mundiales, carrozas y vestimentas ridículas. Me acuerdo de una frase salvaje de la Revolución francesa que recogió Chamfort: "Quisiera ver al último rey ahorcado con las tripas del último cura". No dejaba de ser entrañable (nunca mejor dicho) cuando se podía pensar aquello. La historia se encargaría de traer gobernantes peores que los reyes y curas peores que los curas (los curas ideológicos). Volviendo a la coronación, es el día para repetir (¡espero que por última vez!) mi chistecillo de que el príncipe Carlos se jugó su reino por un caballo y ha obtenido el reino sin perder el caballo. Ahora los dos son reyes.
 
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5.5.23

La Rochefoucauld y nuestra política

[La Brújula (Zona de confort), 1:23:50]
 
Hola, querido Rafa Latorre. El gran moralista francés del siglo XVII La Rochefoucauld escribió una máxima que se ha hecho célebre: "La hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud". Es tan fina, que su paradoja es transparente: enuncia una verdad literal. El vicio que no es hipócrita se exhibe abiertamente como vicio. Esto nos permite sospechar que tal vez no tenga noción de lo que es la virtud. En cambio, el vicio hipócrita sí sabe lo que es la virtud. Al menos, lo suficiente como para imitarla. Es un vicio que no quiere mostrarse como tal, sino disfrazado de virtud. Tiene de virtuoso ese reconocimiento de que la virtud es lo que debe aparecer. El vicio que disimula, pues, tiene estropeada la conducta, pero no el entendimiento. Este está sano, porque sabe qué es el vicio y qué es la virtud. Con nuestros partidos e intelectuales gubernamentales sucede lo mismo. Cada vez que la oposición incurre en vicios como los que ellos practican a menudo, se precipitan a denunciarlos con una furibundez que me resulta reconfortante, porque indica que, mientras ellos mismos practicaban el vicio, no habían perdido la noción de en qué consiste la virtud: simplemente estaban esperando a que pasaran a incumplirla los otros. La suya es lo que yo llamo una moralidad semafórica, ya que se ejerce de acuerdo con el semáforo ideológico o partidista. Si está en rojo, es decir, si son los míos los que incurren en el vicio: ¡silencio! Si son los otros, verde: ¡a criticar! Fernando Savater, en el editorial de despedida de la revista Claves de Razón Práctica, califica a nuestros intelectuales gubernamentales de "aquiescentes, silentes y plegables". Son sobre todo plegables. Pero su hipocresía política le rinde homenaje a la buena política: esa que no practican.

4.5.23

Llevar un diario

Durante mucho tiempo pensé que llevar un diario era un error, porque manoseaba la sedimentación natural de la memoria: su trabajo oscuro en favor de la vida. Me parecía que con mis anotaciones estaba interfiriendo en algo. La tarea de fijar el presente, el día fugitivo, era una intervención en el futuro. Se trataba de determinar conscientemente lo inconsciente: de imponerle la claridad al instinto; de dictarle a la memoria qué debía recordar. Temía que fuese un falseamiento de los días, cuyo filtro saludable quedaba estropeado por la precipitación. A pesar de estas prevenciones, seguía escribiéndolo. Algo superior, o tal vez inferior, me lo imponía. Quizá fuese solo dejadez, inercia. O simplemente una mala costumbre.

El caso es que llevo un diario desde finales de los ochenta, lo comencé a los veintidós. En 1999 pasé a limpio lo escrito hasta entonces, lo he revisado ahora y lo voy a publicar en breve (¡mi obra –escuálida– del siglo XX!). Justo después, en el año 2000, descubrí los moleskines y empecé a escribir el diario en ellos. Hasta hoy he completado sesenta cuadernitos, que se fueron acumulando sin que volviera a abrirlos salvo para alguna consulta ocasional. Durante el confinamiento de hace tres años me puse a pasarlos al ordenador; o sea, a releerlos. Me llevé una sorpresa que desmentía mis temores: la memoria había hecho su trabajo sin interferencia. De lo escrito me había olvidado, por lo que aquel intervencionismo que me inquietaba se había disipado casi en el mismo instante de la escritura.

Lo bueno es que lo escrito permanece, en efecto. Estaba enterrado en las páginas. De modo que ahora me encuentro con una especie de visión en estéreo del pasado. Por un lado, lo filtrado por la memoria, lo sedimentado en ella. Por el otro, la inscripción de los días, lo que retuve en las palabras mientras lo estaba viviendo. No siempre coinciden. Hay una doble maravilla, en verdad. Es admirable el trabajo de la memoria: cómo olvida, cómo recuerda, cómo compone y recompone. Prácticamente arrasa las jornadas y se queda solo con instantes poéticos sueltos y un esquema narrativo, un entrelazado suave, aunque rígido, de acontecimientos; una suerte, en el fondo, de fabricación de la fatalidad. La anotación de los días la desmiente en parte, y en parte la perfecciona. Se ve el sentido de su elaboración. Se ve también cómo simplificó impunemente, en favor de la vida.

El diario va en parte contra la memoria. Si no fuera porque, como digo, esta se mantiene exenta a pesar de todo. Persisten los dos caminos en paralelo.

La relación entre el diario de la vida ha de ser de asistencia mutua, como dije la semana pasada a propósito del de Trapiello. En mi diario me encuentro con que no está exactamente mi vida en él, sino solo los momentos de mi vida en que necesité escribir el diario. Digamos que refleja el cruce de mi vida con la escritura. Hace unos años se lo pasé a Uriarte, que anotó al respecto en su propio diario: "Recuerdo el diario que me dejó hace unos meses X. Doscientas páginas sin apenas un párrafo de humor. ¿Por qué, si X es un tipo gracioso y con mucha chispa?". La respuesta es esa: cuando estaba gracioso y con chispa no me fui al diario.

Lo que la memoria tiende a allanar es la magia de lo cotidiano. Llevar un diario es regalarse a uno mismo la posibilidad futura de revivir esa magia. Todos los detalles que se perdieron, la vida que se fue pero que ahí sigue (aunque sea parcialmente), por escrito. 

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