25.2.23

Definición de invierno

[Dietario]

Mi doble. Yo también tuve un doble. No lo conocí, porque apareció por Málaga el primer año que pasé en Madrid de guionista. Cuando volví en vacaciones, contento de haber triunfado en la televisión, los conocidos no me preguntaban por eso, sino por cómo me iba en el asador de pollos. Mi doble trabajaba en uno.

Frío. Por fin llega el frío, que los malagueños recibimos con la sorpresa de siempre. Es un pariente cuya visita anual, breve, nos pilla desprevenidos. Son días fastidiosos, pero que cumplen su función: recordarnos que los demás días, los habituales en Málaga, son un lujo.

El calorcito. Me cruzo con un personaje de la cultura malagueña, y en parte de la política. Vamos con nuestros abrigos y bufandas; él pasea a su perro. "¡Qué frío!", se queja. "Tranquilo, que en Málaga son dos días. Pronto volverá el calor", le consuelo. "Volverá el calor", repite como anhelando algo lejano. Y sigue en tono teatral: "En mayo. En mayo volverá el calor. El 28 de mayo. ¡El calorcito!".

Sol de invierno. Me siento al sol y a mi lado aparecen las lagartijas. Buscamos lo mismo.

Sol de invierno (2). Me conocía todos los banquitos de la ciudad donde el sol tarda más en ponerse. Esos minutos extra al final de una avenida, en una explanada o en un hueco entre edificios. Tenía mi mapa para las tardes de invierno. Y después el regreso apresurado a casa, mientras la noche caía, cuando el oro se había perdido.

Las cubiertas. Viene Dolores de Madrid y visitamos la catedral de Málaga. Hacemos algo que yo nunca había hecho: subir a las cubiertas. Nos apartamos del grupo turístico y nos metemos solos por las escaleras larguísimas, el último de cuyos tramos es en caracol. Es casi alpinismo, por la piedra, por dentro. Una catedral es una montaña y las escaleras están excavadas en la piedra. Me impresionan esos huecos de siglos. Arriba hace un mediodía radiante. Parece que tras el frío ha empezado la primavera. Se ve el mar con el resplandor del sol. Deambulamos por la pasarela, nos hacemos fotos ante las dos torres, la que está y la que falta. El tejado es fabuloso, con esos iglús color ladrillo entre lunares y oníricos. Nos asomamos a la ciudad desde arriba. Reparamos en la cantidad de áticos. Hay gente que vive muy bien. Lo hacía además en secreto. Hasta que la espiamos por encima.

Río de viento. La primavera apuntada se tuerce y hay lluvia y luego viento. Van compareciendo los meteoros. Durante todo el día suenan sirenas y suena el viento. Caen ramas de árboles. Vuelan cartones como proyectiles. Al cruzar por el puente de la Aurora el ventarrón se incrementa: viene por el cauce del río sin agua, que ahora es río de viento. En la plaza de la Marina las palmeras están locas. Me asomo al principio del Parque: atravesarlo sería ir por un campo de minas.

Mérito. En unos meses que no invitaban a ello, mi hermana ha estado preparándose para un duro proceso de promoción interna en su trabajo. Lo ha conseguido, la tía. Una virtud de los años es que su acumulación deja ver el trazo de una vida, sus decantaciones. Así veo ahora que la niña que jugaba conmigo lo ha hecho siempre bien.

Calles al azar. Se ha puesto de moda un chiste, que oigo varias veces, hasta por la radio. Se sube uno a un taxi: "Lléveme a calle Salazar". Y el taxista: "Preferiría que me concretara alguna". Bien lo de calles al azar. El callejeo del flâneur, que practicaban también los surrealistas. En Los pasos perdidos escribió André Breton: "Antaño, no salía de mi casa sin haber dado un adiós definitivo a todos los recuerdos entrañables que se habían acumulado y a todo lo que de mí mismo sentía dispuesto a perpetuarse. La calle, a la que creía capaz de comunicar a mi vida sus sorprendentes recodos, la calle con sus inquietudes y sus miradas, era mi auténtico elemento: tomaba en ella, como en ningún otro sitio, el aire de lo eventual".

Laguna urbana. Ahora voy mucho por Teatinos. Es un paseo más despojado que el de la costa, cuyo esplendor me abruma a veces; demasiadas incitaciones. Por Teatinos no hay casi nadie y sus amplitudes serenan. Acabo en la laguna. Es formidable: un brote salvaje en la ciudad, sabiamente preparado. Hay un circuito en torno, medio agreste. En el agua abundan las aves, que se posan, vuelan y se vuelven a posar; nadan los patos o caminan por la orilla. Me gusta demorarme arriba. A la derecha la central eléctrica, abajo la laguna y a lo lejos, detrás de los últimos bloques, la línea del mar.

Definición de invierno. Vuelve el calor. Durante el día muchos se quedan en manga corta. Así es el invierno en Málaga, estación que podríamos definir así: es cuando hace frío una vez que se pone el sol.

El fondo del fondo. Contento con esta anotación que puse en el moleskine: "Mejora el ánimo; aunque persiste el fondo de tristeza, y por debajo de esta el fondo de alegría". 

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24.2.23

Un año de la guerra de Putin

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:34]

Hola, querido Rafa Latorre. Hace un año volvió la historia. Hace un año recordamos que vivimos pendientes de un hilo, que no hemos aprendido nada, que cualquier catástrofe se puede producir. No estamos a salvo. Lo que sufrieron nuestros antepasados lo podemos sufrir también nosotros. La humanidad sigue siendo una especie desquiciada. La invasión de Ucrania por Rusia y esta miserable guerra de Putin, genuino terrorismo de Estado a escala bélica, nos ha devuelto a lo peor del siglo XX y a lo peor de todos los siglos. La náusea la da la acumulación. Produce una mezcla de horror y hastío ver cómo se repiten los patrones: un fantoche con poder que miente, que envenena y envilece a su pueblo hasta llevarlo a la ruina, no sin antes haberlo convertido en asesino. Y ahora, en la era atómica, con la angustia añadida de que cualquier guerra puede ser la última, porque puede ser lo último de todo. Durante este año, desde los primeros días, hemos asistido a dos sorpresas, una admirable, otra deprimente. La admirable es la resistencia de Ucrania, espectáculo épico que trasciende los siglos, que casi se incrusta en la mitología. La deprimente (aunque en realidad no tan sorprendente) es la de los cómplices de Putin que habitan entre nosotros e incluso forman parte de nuestro Gobierno. Estos son infalibles a la hora de equivocarse: están siempre en el bando equivocado. En el reciente terremoto de Turquía y Siria me fijé en el contraste entre la bruta devastación (esta vez por parte de la naturaleza) y las delicadas tareas de rescate. Lo primero se hacía en minutos, lo segundo en horas y días. Es en lo segundo donde está la superioridad. Construcción y reconstrucción: esa es la tarea. Pero antes hay que parar el terremoto provocado de Putin.

23.2.23

Un mundo para Sánchez

Como a Franco le ponían salmones y ciervos en sus pescas y cazas, a Sánchez le ponen militantes del PSOE en sus vídeos. Hay unas imágenes documentales poco conocidas del dictador (me refiero a Franco) en que le dispara a un ciervo y dice, con su voz atiplada: "¡Pum! Muerto". Un ejemplo patrio de banalidad del mal. Sus asesores le iban soltando ciervos de manera que todas sus cacerías terminaran siendo variantes del tiro de pichón, y la pesca del salmón lo mismo. Los asesores de Sánchez (que es un gobernante legítimo, aunque con aires autocráticos) hacen igual: le van soltando militantes para que su densidad en la vida cotidiana se la vuelva más acolchada al jefe.

La semana pasada hablé de los vídeos sanchistas desde el punto de vista del actor (secundario) Sánchez. Hoy quiero destacar otro aspecto: el mundo que postulan. Más allá de sus propósitos promocionales o propagandísticos, esos vídeos (¡esas películas!) exhiben un mundo que se propone como ideal, el mundo que los asesores desean para el presidente y que desea el propio presidente. La utopía de Sánchez. La creciente producción de tales vídeos, por su lado, es la expresión de una frenética huida desde el mundo real hacia ese otro mundo ideal. En este mundo, el filmado, no hay problemas incómodos, ni abucheos ni malas caras; nadie le grita "traidor" ni "que te vote Txapote". Por el contrario, solo hay problemas solucionados por Sánchez y buenas caras. Y complicidad y aliento. Y sobre todo oídos para recibir la palabra de Sánchez.

Es un mundo preparado para Sánchez: un mundo para Sánchez. Este mundo, así lo dice su cine, tiene como primer requisito el estar poblado por militantes o simpatizantes del PSOE. En sus deambulaciones e incursiones, Sánchez debe toparse con ellos y solo con ellos. Los jubilados de la petanca de Coslada, los trotones de mediana edad de La Palma, los jóvenes del pisito de Parla o los estudiantes de la biblioteca de Fuenlabrada han de estar atados y bien atados al PSOE, por ser excargos, militantes, simpatizantes o al menos detentadores de algún vínculo de consanguinidad con el partido. Cuando al mundo se le deja al azar ya sabemos lo que pasa, al menos lo que le pasa a Sánchez en ese mundo. Por eso no conviene filmarlo en bruto. Antes de que se encienda la cámara hay que acolcharlo un poquito y poner, por aquí y por allá, gente afín. Entonces Sánchez ya sí podrá pisar el mundo: un mundo espolvoreado por gente del PSOE.

Se le nota a Sánchez cómodo en ese mundo. Y se le nota el fastidio cuando no está en él. Con peor humor, podría decir lo mismo que Woody Allen en la célebre escena de Annie Hall con McLuhan: "¡Si la vida fuese como el cine!". Pero la vida exterior es áspera, mala y antisanchista. Así se entiende también sus desempeños parlamentarios como líder de la oposición a la oposición. Al fin y al cabo, los políticos que le atacan en el parlamento no dejan de ser figurantes que no tendrían cabida en su cine. Sánchez, con una idea muy clara en la cabeza de lo que el mundo debería ser, jamás les perdonará a Feijóo, Abascal y Arrimadas que no sean militantes del PSOE de esos que le hacen habitable el mundo. Como le ocurre, por cierto, fuera de España, en que su domino del inglés y su aspecto de galán nada landista le grajea admiraciones. Por ejemplo, de los ricachones de Davos o Ursula von der Leyen, que podrían participar perfectamente en alguno de sus vídeos. 

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17.2.23

Los apellidos de los árbitros

[La Brújula (Zona de confort), 1:25:15]
 
Hola, Rafa Latorre. Definitivamente, soy un sentimental. De la chunguísima noticia de la corrupción en el Barça, me quedo con los apellidos del árbitro: Enríquez Negreira. Los apellidos de este árbitro y de todos los árbitros. El ejército entero de los árbitros con sus dos apellidos. No sé quién empezó a llamar así a los colegiados (ni quién empezó a decir "colegiados"), pero que los árbitros tengan el monopolio de los dos apellidos me resulta arrebatador. Y lo tienen hasta el punto de que cuando alguien firma con sus dos apellidos se dice que tiene nombre de árbitro. El nombre de los árbitros son sus dos apellidos. Andújar Oliver. Urízar Azpitarte. Ramos Marcos. López Nieto. Iturralde González. Brito Arceo. Ansuátegui Roca. ¡Pes Pérez! Pronuncio los de mi época, los que están grabados en mi memoria como magdalenas de Proust. Han sido años y años de inyección apellidal, y eso que no me gusta el fútbol. No me gusta el fútbol, pero me he tragado horas de retransmisiones futbolísticas y horas de programas deportivos. Una de las razones de mi enganche fue sin duda la fonética. Esta semana se celebró el día de la radio y a mí no me gustaba el fútbol, sino que me gustaba la radio. Me gustaba ese mundo de los partidos de fútbol hechos solo de palabras, como dice Vargas Llosa que logran las novelas. Vargas Llosa: otro nombre de árbitro. Como García Márquez, Bryce Echenique o nuestro Jiménez Torres. Parecen también compañeros del colegio, de cuando se pasaba lista y nos conocíamos todos por nuestros dos apellidos. Es chunguísima la corrupción y no hay nada más sórdido que un árbitro comprado. Pero para lo malo y para lo bueno brillan sus dos apellidos, ahora en las portadas de todos los periódicos menos los deportivos catalanes. ¡Enríquez Negreira!

10.2.23

El personalismo impersonal de Sánchez

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:40]
 
Hola, Rafa Latorre. Aún no me había despertado del todo esta mañana, cuando oí donde Alsina lo que dijo anoche el presidente Sánchez. Fue a propósito de los efectos de la ley del solo sí es sí, ya absolutamente desbordados. Dijo Sánchez, abro comillas, "lamentar esta situación que se ha provocado, que ha sido indeseada". Cierro comillas. O sea, Sánchez lamenta los efectos de su ley, de la ley de su Gobierno. De la ley que promovió la ministra Irene Montero, pero que salió adelante porque lo consintió el presidente Sánchez, en quien recae la última responsabilidad. Solo que esta responsabilidad es la que resulta eludida en su frase. No dice "esta situación que he provocado". Ni siquiera dice "esta situación que he contribuido a provocar", a lo que podría haber añadido "sin querer". No. Dice, literalmente, "esta situación que se ha provocado". Me estaba despertando cuando lo oí donde Alsina, como digo. Pero al oírlo salté de la cama. Me admiré de esta invención del presidente Sánchez, una innovación asombrosa: ¡el personalismo impersonal! Era algo que sin duda faltaba en esa máquina engrasadísima de adorarse a sí mismo que es Sánchez. Ahora ya queda perfecta. Para lo bueno, su personalismo va de cara y lleva su firma: ¡Sánchez! Y para lo malo tiene ese recurso que anoche se sacó de la manga como un ilusionista de la política: el personalismo impersonal. Lo malo que sale de él, o de su Gobierno, no lo provoca él, sino que se provoca. Igual que los fenómenos naturales. Llueve, nieva, hace sol y la ley del solo sí es sí tiene efectos indeseados. Obsérvese cómo el presidente Sánchez aprovecha incluso una situación tan desventajosa para emitir un mensaje de impacto: ¡él es como la Naturaleza! ¡Actúa igual! ¡Lo malo que él provoca, se provoca!

9.2.23

Tamames y los muros de la patria

No sé qué aguante tendrá Tamames en una moción de censura, pero hace veinte años lo tenía supremo. Coincidí con él en un vuelo de Río de Janeiro a Madrid –lo vi embarcarse en Galeão con un par de amigos– y me vino la típica reflexión: si caemos en el Atlántico, el titular será "Mueren Ramón Tamames y trescientas personas". De madrugada nos pusieron El dilema, aquella película con Russell Crowe sobre la demanda a una compañía de tabacos, y vi a Tamames absorto en la pantalla mientras me tambaleaba por el pasillo camino del baño. Demasiadas horas después, me encontré justo a su lado en el autobusito que nos transportaba por la pista de Barajas. Íbamos de pie, agarrados a la barra de arriba, y, desde mis restos fisiológicos tras la paliza del viaje, me admiré de cómo Tamames seguía debatiendo con sus amigos sobre la película, elocuente y fresco. "Esto es un intelectual", me dije.

Pertenecía, no en vano, a la generación de La Clave y siempre tenía muchas cosas que decir después de una película, que había debido ver muy en serio. Los asomos de frivolidad, la ironía, llegarían con las generaciones siguientes. Recuerdo ahora también sesudas reflexiones sobre Indiana Jones en una entrevista del Loco de la Colina; en la que encima recomendó, por cierto (primera vez que yo oía el nombre), la poesía de Jaime Gil de Biedma. Tamames está en mi paisaje inaugural, con las demás figuras de cuando empecé a leer la prensa, que fue justo a raíz del golpe del 23 de febrero de 1981. Los primeros periódicos los compré aquellos días, a mis catorce años, y aún me duran los efectos de la marmita rebosante de elogios a la democracia formal y la Constitución en que me sumergí. Mi configuración política se produjo entonces y de ahí no salgo.

Tamames fue fundamental, porque la Constitución la leí de su mano: en su libro Introducción a la Constitución Española, que reproducía el texto íntegro con sus comentarios (lo editó Alianza). Los que afirman que el patriotismo constitucional no levanta pasiones tendrían que haberme visto. Por eso me ha hecho tantísima gracia la perspectiva de que Tamames suba a la tribuna del Congreso a dar un discurso sobre el estado de la nación, que es lo que técnicamente haría. Anuda de algún modo mi experiencia política, de aquellos momentos a los actuales. Y el hecho de que sea un anciano poco vigoroso ya, aunque lúcido, con la edad tan visible en su carne y sus articulaciones, con el pelo naranja (¡inesperado homenaje a Cs en su estertor!) y con detalles coloristas en su ropa, subraya lo que no puede ocultarse: que lo que él representa es de otra época; que así, como está él, está la Transición. Por entonces nos explicaban en el bachillerato que Quevedo hablaba tanto de su decadencia física como de la del país en el soneto "Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados, / de la carrera de la edad cansados, / por quien caduca ya su valentía..."

¿Y Vox? Tamames es más grande que Vox y, aunque la posición excéntrica de este partido es la que ha propiciado esta posibilidad excéntrica, me extrañaría que Tamames se ajustase a su programa. Si lo hiciera, resultaría decepcionante, claro. Yo más bien espero, esperaría, una lección de parlamentarismo decimonónico, caduco, inútil, pero terriblemente bello. Un retorno fugaz de la sintaxis y la oratoria, de las citas, del tono intelectual. Todo eso que España ha tenido a veces, pocas veces, hace mucho, pero no se ha merecido nunca. 

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3.2.23

Urge la ley del 'solo yo es yo'

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:22]
 
Hola, querido Rafa Latorre. Se han hecho ya todos los chistes (yo he participado como el que más) sobre el policía que se infiltró en el movimiento independentista; en especial en ocho de las militantes, en las que la infiltración del madero fue plenamente satisfactoria (aunque ahora ellas se quejen). Ha sido deliciosa la división en cuanto al mote del servidor público. Los aficionados al cine le han puesto Rabocop, mientras que los aficionados a la literatura han optado por Nabocop. Pero, al margen de los chistes, hay algo que empieza a provocar alarma social: se ha abierto un nuevo agujero en la ley del solo sí es sí, como si tuviera pocos. Las indepes acusan al policía de "acoso sexual y tortura", cuando las relaciones fueron con consentimiento, y es presumible que con ganas. Ellas dijeron "sí" y él dijo "pues allá vamos". Y así con ocho. ¿Cuál es el problema entonces? Que ellas le dijeron "sí" al hombre equivocado. Él no era él: no era el independentista cachas que ellas creían, sino un policía cachas. Obsérvese que lo que se mantiene es la condición de cachas de Rabocop o Nabocop. Pero para ellas no es suficiente. Buscaban la comunión no solo carnal, sino también ideológica. La ley del solo sí es sí a secas vale poco, porque se le puede dar el "sí" a un sujeto sin garantías. Urge, pues, una ley complementaria: la del solo yo es yo. Como vemos, la burocracia genera más burocracia, y al certificado del "sí" habrá que añadirle un certificado de autenticidad. En el sexo todo se volverá papeleo y para cuando se terminen de elaborar los contratos y plasmar las firmas ya no quedará cuerpo para hacer nada. Que es la situación a que se aspira: sin pecado, no habrá pecadores.