25.4.24

No he leído ni leeré a Luis Mateo Díez

En su discurso de recepción del premio Cervantes ha dicho Luis Mateo Díez: “Nada me interesa menos que yo mismo”. A mí me pasa igual: nada me interesa menos que Luis Mateo Díez. Toda la vida oyendo hablar de "los leoneses" (¡hubo un boom de novelistas de allí!) y no haber leído ni una línea de ellos; y menos que de ninguno, de Luis Mateo Díez. Supongo que no lo haré ya. Del nuevo Cervantes me ha echado para atrás quizá su pinta anodina, funcionaril (puede que haya ayudado saber que es funcionario), y sin duda lo del reino de Celama: en cuanto le oigo a un escritor hablar de su "territorio mítico" desenfundo el revólver. Pero tranquilos: no es para dispararle a él, sino para dispararme a mí. No soporto esos infames duplicados del mundo que son los "territorios míticos", como si no tuviéramos bastante con el habitual. En cuanto sé de uno, me quiero quitar de en medio. ¡Todos ellos no son más que Macondos sin gallinazos; salvo el propio Macondo, que es un Macondo con gallinazos y por eso el peor!
 
Un problema (¡o una ventaja!) de los que estamos sepultados en libros es que hacemos todo lo posible por despejarnos de libros, a manotazos si hace falta: a la mínima (y por capricho frecuentemente) hacemos un escrutinio nada donoso. Tarea inútil porque, como escribió Gabriel Zaid en un libro, siempre hay demasiados libros. Cualquier despeje, cualquier canon negativo, es un mero arañazo en la totalidad. Pero alivia. Entre todo lo que no he leído y quiero leer (¡Dickens, Eça de Queiroz, Musil, Naipaul, Benet, Bellow, Roth –cualquier Roth–, Brontë –todas las Brontë–, Austen, Woolf!), al menos sé que no voy a leer a Luis Mateo Díez. Puedo asistir al espectáculo o espectaculito de Luis Mateo Díez sin culpa, sin la comezón de no haberlo leído ni saber ni papa del reino de Celama (en el que me gustaría entrar un ratito, lo confieso, para colar una pareja de gallinazos en un trasportín, en plan Arca de Gabo, y soltarlos para macondizarlo un poco).
 
Los aficionados a la literatura (¡odio también la palabra letraherido!) somos aficionados a más cosas que a leer: a entrevistas con autores, presentaciones, suplementos culturales, reportajes, reseñas, cotilleos, conferencias, diálogos, mesas redondas, ¡discursos! Somos aficionados a un universo muy vasto fundado en los libros, de los cuales siempre hemos leído poquísimos por comparación. Sé mucho de autores de los que no he leído ni leeré nada, cuáles son sus libros buenos y malos, si son admirables o despreciables, qué podría gustarme de ellos y qué no, de qué van, qué venden... Son como colegas virtuales, unos me caen simpáticos, otros antipáticos y otros (la mayoría) me dan igual, pero sus libros no los he leído. Son la espuma de algo que ignoro.
 
Al final, entre tanto atiborramiento, es el autor, con su persona y su discurso, el que sostiene su obra. Lo que él dice de él es lo que se piensa más o menos de él, con la ligera corrección de lectores y críticos. Hay prestigios y famas que dependen exclusivamente de la presencia del autor; y en igual o mayor medida depende de que no se contraste con la lectura de sus libros: a veces me ha ocurrido que por fin he ido a leer a un autor prestigioso o famoso y no daba crédito a su prestigio o su fama con una obra tan mediocre. Por eso ya casi no queda nada cuando un autor muere. Solo quedan sus libros, que ni antes ni después ha leído demasiada gente. 
 
* * * 

21.4.24

Test moral, guerra mundial, los dos besos y un libro con su prólogo

[Montanoscopia] 

1. No son lo mismo la política y la moral. Aunque en ocasiones, como hoy en el País Vasco, unas elecciones políticas son ante todo un test moral. 

2. Iba a empezar la Tercera Guerra Mundial y me quedé despierto hasta la una o las dos. Luego me dormí. Por la mañana me asomé al iphone y todavía no había empezado la Tercera Guerra Mundial. Pero empezará cualquier día. Si a menos de un siglo de la Segunda estamos así, es que no tenemos remedio. La humanidad va cada vez mejor, dicen los optimistas. Es verdad. Y seguirá yendo cada vez mejor hasta que de pronto vaya definitivamente peor; o sea, que deje de ir. 

3. Nuestro Ignacio Vidal-Folch, es decir, el Vidal-Folch bueno, ha escrito un necesario artículo "para acabar de una vez con los dos besos" que los hombres les venimos encasquetando a las mujeres en las presentaciones, viéndonos obligados a veces para tal cometido a "bailar la yenka". Dice que él ya, por principio, solo da la mano, lo que desconcierta a algunas. Aquí hay una clave. Pese a que la supresión de los dos besos es una nueva reivindicación feminista, la verdad es que son ellas las que han mantenido la costumbre, un poco al modo en que se dice que son las madres las que les dan de mamar a sus hijos el patriarcado. Lo que se presenta como servidumbre femenina los hombres llevamos toda la vida sufriéndolo como engorro masculino. ¿Qué es eso de tenerles que plantar dos besos a todas cuando solo nos apetecería hacerlo con una de cada cien o doscientas? Pero ahí han estado siempre ellas, enroscándose en nosotros, agarrándonos del cogote para que no nos escapáramos y violentándonos con esos besos con frecuencia nada apetecibles. Ha sido la de ellas una política de hechos consumados y tierra quemada. Para hacer lo de Vidal-Folch, extenderles preventivamente la mano, hay que tener mucha personalidad y la voluntad de aguantar el chaparrón. Por otro lado, si es cierto que históricamente les han desagradado nuestros dos besos, entonces se trataría de una doble salida del armario, porque a nosotros (¡históricamente!) nos han desagradado, ya lo he dicho, también. Así que yo, que por falta de personalidad he mantenido la inercia de seguir dándolos, haré como Vidal-Folch a partir de ahora y extenderé la mano. (La yenka que la bailen sus madres, esas mismas que daban de mamar patriarcado.) 

4. El problema para los entusiastas de Lloro porque no tengo sentimientos, de Bárbara Mingo (La Navaja Suiza), es que lo mejor que se puede escribir sobre el libro va en el libro: es el prólogo de Daniel Gascón. Desde fuera lo único que nos queda es incitar a que nuevos lectores accedan al libro con su prólogo, y entonces se maravillen. Lloro porque no tengo sentimientos reúne artículos que son a la vez "cuentecillos" (como dice la autora), o poemas en prosa (del modo vigoroso en que los planteó Baudelaire), o parábolas de sabiduría vital (y disparate), o iluminaciones de flâneuse (por la ciudad, su casa o el campo; sola, con amigos o animales). La escritura es ligera y libre, precisa, cantarina, saltarina, ¡con humor! Transcurre con un talento despreocupado que suscita complicidad. La alegría tan delicada que produce su lectura (una alegría que se roza con la melancolía) tiene un efecto celebratorio de este "mundo raro". Uno de los textos termina así, y creo que así se resume: "y me deprime un poco pero también me río y me digo no entiendo nada, estoy estupefacta, estoy viva". (¡Pero esto se cita en el prólogo!) 

* * * 

18.4.24

Aldonza Lorenzo pactará con Bildu

No me he aprendido el nombre del candidato socialista a las elecciones vascas. La primera vez que lo oí (lo miro: es Eneko Andueza) me sonó a Aldonza Lorenzo y como Aldonza Lorenzo se ha quedado. Es poco serio, pero con la política española actúo ya en legítima defensa: me la tomo a pitorreo. Y con el PSOE no digamos. Si este partido quiere respeto, que se lo empiece a construir: desde muy muy muy muy abajo. El lugar exacto en que se encuentra.
 
Aldonza Lorenzo, con su cara de mazapán, asegura que no pactará con Bildu en ningún caso. Mi natural bonhomía me inclina a creerle. Pero es una bonhomía ya muy maltratada (¡muy maleada!) por estos cuatreros. Así que, a poco que lo necesite o se lo mande Sánchez, Aldonza Lorenzo pactará con Bildu que te cagas (disculpen la escatología: forma parte también de mi arsenal de legítima defensa contra la política española, que es hoy una política de mierda).
 
Naturalmente, reconoceré que Aldonza Lorenzo ha estado diciendo la verdad si, llegado el caso, no pacta con Bildu o desobedece a Sánchez si este se lo manda, o dimite para no obedecerle. Entonces le diré: "Bien, Aldonza Lorenzo, me equivoqué contigo: decías la verdad. Lo siento". Pero será entonces, no antes. La palabra de un socialista no vale nada: su crédito es cero. Cada socialista, individualmente, si lo desea y se esfuerza, se la tendrá que ir ganando a posteriori. A priori es un mentiroso, en emulación de su jefe, al que respaldan o no cuestionan.
 
El espectáculo viene siendo patético. Ahora es Bildu. Después de estos últimos años con el propagandismo del PSOE y sus sincronizados en favor de Bildu, de su espíritu democrático (¡nada que ver con el PP!), de su inserción en la causa progresista (¡justo al revés que el PP!), de su pasar página con ETA (¡no como el PP!), ahora vienen unos días (¡y solo unos días, hasta que acabe la campaña electoral vasca!) en que Bildu vuelve a ser antidemocrático, reaccionario y heredero de ETA. Y a todo esto se supone que tenemos que asistir los ciudadanos con interés y gravedad, sin partirnos el culo.
 
Aparte del espectaculito del PSOE (incluido el PSE, que ha tragado con todo lo que ha venido haciendo el PSOE en favor de Bildu, incluido Patxi Puente, que es medio del PSE; ni una palabra se le ha oído a Aldonza Lorenzo contra Patxi Puente cuando Patxi Puente casi proponía a Bildu para el premio Nobel de la Paz y el Princesa de Asturias de la Concordia), está lo de Bildu en sí: esa caca.
 
La caca de la sociedad vasca, mayormente. Cómplice de los crímenes y cómplice de los post-crímenes. O cobarde cuando no cómplice: héroes cívicos hubo muy pocos (Aldonza Lorenzo estuvo entre ellos, por cierto: se afilió con diecisiete años, en el oscuro 1996, a aquel PSE; tal vez debería hacer más por creerle). El problema de Bildu es lo que sigue predicando Bildu aunque su ETA ya no mate: la monserga revolucionario-nacionalista de que no vivimos en una democracia sino en una prolongación del franquismo. Lo mismo que piensan también los independentistas catalanes y Sumar y Podemos. Toda esa sopa boba que encandila a los jóvenes porque se sienten guapísimos por ser antifascistas: no contra una dictadura, ¡sino contra una democracia!
 
Lo único que queda es una tautología a lo navaja de Ockham (¡simplicidad lógica al menos!): ETA golpeó el árbol y ETA (Bildu) recoge las nueces. Y el PNV fuera. El papelón del PNV no está pagado. Por ahí sí: carcajadas sanas.
 
* * * 

14.4.24

Al Gobierno y a mí nos gusta Broncano

[Montanoscopia] 

1. Me gusta Broncano. Me gustan sus entrevistas gamberras, irreverentes, escatológicas. Es el único programa en que se habla de la mierda. A la brasileña Anitta le hizo un tercer grado sobre cómo cagaba. Broncano habla también de sexo y de dinero. Es el único programa materialista. Tal vez por eso me gusta. Lo desagradable ha sido saber que no solo me gusta a mí: también le gusta al Gobierno. Tenemos, joder, los mismos gustos. 

2. El Gobierno quiere convertir a Broncano en su niño o niña de San Ildefonso, que le cante acariciantemente el Gordo cada noche. Es un gran desafío profesional para Broncano. ¿Cómo lo hará? Es un desafío en primer lugar técnico. No me imagino su estilo en el prime time. ¿Lo mantendrá? ¿Lo modulará? ¿Sabrá modularlo? No creo que Broncano tenga otro registro. Una cosa es que nos guste al poder y a mí y otra que vaya a gustarle al público masivo. Me he acordado de aquel lanzamiento que se intentó con el George Sanders español, Francis Lorenzo: El efecto F. Duró dos días. Ahora van a lanzar este efecto B, al que francamente no le veo ninguna posibilidad. Pero estoy curioso. Al menos será bonito ver cómo arden nuestros impuestos. Aunque se gasten mal, a los socialdemócratas nos gusta ver que los impuestos al menos se cobraron. 

3. Sánchez ha dicho que le sujetemos el cubata, que, resueltos los problemas de España (gracias a Sánchez), va a resolver ahora los de Palestina. Es un fenómeno el tío. Va a pasar a la Historia no, lo siguiente. 

4. Jorge San Miguel anda a la caza de las innovaciones constitucionales de nuestros autodenominados progresistas. Esta semana, caza mayor. "La mayoría soberana de este país", le ha cazado a la portavoz del PSOE Esther Peña. Y a Errejón (a quien se le dispara el falangismo como al Dr. Strangelove se le disparaba el brazo): "El pueblo de la coalición". 

5. Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, es la nazionalista perfecta. Lo que son nuestros nazionalistas, y que no siempre han exhibido por un último rescoldo de vergüenza, de autoconciencia, o quizá solo por pudor estratégico, se exhibe sin tapujos en Sílvia Orriols. 

6. Memorable artículo de Albert de Paco en La Razón sobre Servando Rocha, el que hizo de tuno negro con sus estomagantes bobadas ideológicas en la presentación de la Noche de los Libros de Madrid. Es muy divertida la dicotomía de los adeptos a nuestro, así llamado, Gobierno progresista. Por un lado, gracias a Sánchez se vive muy bien en España. Por el otro, por culpa de Ayuso se vive muy mal (¡y se muere!) en Madrid. (Salvo cuando ponen a Madrid como ejemplo de lo bien que se vive en España.) El "terrorismo inmobiliario" es por Ayuso y no por las leyes del Gobierno. En el balance tétrico de la pandemia solo cuentan los muertos que se le puedan endosar a Ayuso. La conjunción de la ideología y la literatura produce monstruos propagandísticos. Para gran satisfacción (¡pancista!) de quien se presta a hacer de coctelera. 

7. Buscando sobre el cantante José Umbral para escribir mi despedida de Silvia Tortosa, me enteré no solo de que él también había muerto, sino de que era un policía infiltrado. Infiltrado en el mundo de la canción ligera. ¡Habría que hacer una película! Precisamente me he estado dedicando las últimas semanas a ver películas de espías, sobre todo las adaptaciones de las novelas de Le Carré. Están en general bien, pero he terminado enganchado a la vieja serie El topo, con Alec Guinness, que es el mejor George Smiley. 

* * * 

12.4.24

¡Te pillé, Argullol!

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:19:30
 
Buenas noches. "¡Te pillé, Argullol!". Esto exclamé al final de una entrevista a Rafael Argullol a la que volveré en un minuto. Antes diré que me he pasado estos últimos años fascinado con el personaje. Argullol es filósofo, escritor, poeta, profesor, viajero... Una figura importante, y ciertamente singular, de nuestra cultura. Ha escrito libros excelentes como El héroe y el único, El fin del mundo como obra de arte, Visión desde el fondo del mar o, el año pasado, Danza humana. Se ha ocupado, entre otras cosas, de los grandes problemas de la humanidad: el totalitarismo, el consumismo, el desafío tecnológico, el cambio climático, el ocaso de la civilización occidental... ¡Para todos ha tenido su campanuda palabra! Sin embargo, siendo de Barcelona, no ha dicho ni mú sobre el procés: esa forma local de xenofobia y totalitarismo con la que ha convivido tan guapamente. Yo me he reído todos estos años de su silencio. Cuando nuestro David Jiménez Torres publicó La palabra ambigua, que incluye una tipología de los intelectuales, le dije en broma que se había olvidado del "intelectual argullólico", ese que se moja en los temas universales, en los que no se juega nada, pero calla sobre aquellos que podrían perjudicarle. Y así llegamos a la entrevista. Se la hace Sergio Vila-Sanjuán en la Fundación Juan March (está el audio en la página web) y en el turno del público una asistente le pregunta: "Como filósofo e intelectual catalán ¿cuál es su opinión sobre el movimiento independentista de Cataluña?". Respuesta: "Uy, no. Si us plau! Si us plau!". Fue ahí donde salté: "¡Te pillé, Argullol!". Por fin había quedado enmarcado, subrayado, ¡gritado!, su silencio. La siguiente pregunta volvió a ser sobre un gran tema universal, y ahí ya el héroe cívico Argullol (¡el único!) respondió de nuevo campanudamente.

11.4.24

Silvia Tortosa con retraso

Se murió Silvia Tortosa cuando me encaminaba a Lisboa y no me pude despedir. Lo hago ahora, con retraso. Me sorprendió que la recordaran como "musa del destape". Tal vez lo fuera, pero no para mi generación, la más nutrida, que no parece que esté decidiendo los titulares de los periódicos. Para nosotros fue y será siempre la musa de Aplauso. Y siempre estará presentando con absoluta profesionalidad a los cantantes de la época. La estoy viendo ahora: era su presencia y su voz; su pelo rubio; su gestualidad precisa y sonriente, sin un fallo. Eran los tiempos de la música disco, justo antes de la Movida. Su elegancia moderna pronto quedaría anticuada.
 
Tengo dos historias con ella. Se ha puesto de moda denostar las necrológicas en que el necrólogo se interpone. Pero a mí me gustan, porque no se interpone: simplemente ilumina los momentos en que el personaje que ha muerto se mostró para él. Entonces revive con ese flash.
 
Cuando estaba en la cumbre de su fama con Aplauso, Silvia Tortosa entró en mi bloque de barrio malagueño. Su novio era un cantante de aquí, José Umbral (¡yo conocí ese apellido adosado a Pepe y no a Paco!), cuyos padres vivían en la otra escalera. El padre de él murió y ella lo acompañó cuando vino al velatorio. Se corrió la noticia cuando ya estaba dentro. Cinco o seis niños decidimos presentarnos entonces en el piso para que nos firmara un autógrafo. A alguna madre se le ocurrió que llevásemos fotos nuestras. Y así, cada uno con su foto en la mano, llamamos al timbre. "¿Está Silvia?". Entramos muy formalitos, en fila, les dimos el pésame a los familiares y nuestra foto a Silvia, que fue encantadora: nos plantó dos besos a cada uno, nos preguntó el nombre y lo escribió detrás de la foto, con su firma. Nos sonrió todo lo que le permitían las circunstancias. Yo estaba nervioso. Tampoco era ajeno a las circunstancias. En cuanto salimos, miramos con ilusión qué nos había escrito. En mi foto había una mancha de tinta azul: el sudor de mi mano lo había borrado.
 
Treinta años después, pasé una tarde y una velada con ella. Cuando nos presentaron no le dije que yo fui uno de aquellos niños malagueños, de los que sin duda se acordaría, por las circunstancias. Para entonces era solo un guionista que tomaba notas. El creador y productor de una nueva serie me daba alojamiento en su casa de la calle Lagasca de Madrid, frente a la embajada de Italia. En los preparativos iba recibiendo a los actores y actrices en el salón para charlar con ellos y perfilar sus personajes. De eso tomaba yo notas. Silvia acababa de cumplir sesenta años y había hecho para una revista (creo que Interviú) un reportaje picante con el título "Los felices sesenta".
 
La charla fue tan agradable que el productor la invitó a que se quedara a cenar. "Descorcharé uno de mis mejores reservas para la ocasión". Cenamos los tres en la cocina y la delicia se prolongó. Yo hablé poco, he de decir. No llegué a establecer confianza. Por eso me azoré cuando a la una de la madrugada me pidió que la acompañara al parking para coger su coche. Cruzamos algunas palabras en el ascensor, más bien formales. Caminamos por el parking hasta su coche. Lo abrió. "¿Y si...?", se me pasó por la cabeza. ¡En homenaje al niño, hombre! Pero no le insinué nada. Tampoco capté en ella ninguna invitación. Nos dimos dos besos de despedida. Entró, arrancó y se fue. Otro borrón azul.
 
* * * 

7.4.24

Peonadas gubernamentales, colapso moral y el alcalde como príncipe

[Montanoscopia]  
 
1. Después de Savater, solo quedaba echar a Cebrián de El País. Al menos respetan los escalafones. Con Cebrián culminan su tarea: ya no queda nadie. Una de esas periodistas que tienen la triste misión de ser "desenfadadas" (suerte difícil en la que solo acertó a brillar Lindo) y que no logra despegar su siempre previsible "desenfado" del moralismo inquisitorial, despide a Cebrián con un sic transit gloria mundi. Alguien debería decirle que este latín es hoy de aplicación más bien a su periódico.  
 
2. Siempre he dicho que El País es el único periódico con el que he tenido una relación sentimental. Los demás me han gustado más o menos, pero sin aquella emoción que trascendía el periodismo. Me formé con El País y en sus papeles vi por primera vez nombres decisivos en mi vida: Cioran, Leopardi, Pessoa... Esa relación se quebró un poquito cuando se fue Umbral, aunque para entonces yo no era tan umbraliano. Quedaban mis favoritos, Savater y Azúa, que ya no están tampoco. Ahora están en The Objective, como Caño y desde esta semana Cebrián. También estuvieron en El País nuestro director Álvaro Nieto y el jefe de opinión Luis Prados. Y otros colaboradores como Elorza, Carreras o Esteruelas. En el modo crepuscular que me caracteriza, me regocija verme con ellos. Ellos, al fin y al cabo, y no lo que queda en el periódico, eran El País.  
 
3. Otro de mis ídolos, que escribió para El País y ahora lo hace también para The Objective, Luis Antonio de Villena, le dedicó un poema a lord Bolingbroke, dandy inglés del siglo XVIII que se paseaba "del brazo de una naranjera horrenda". Su propósito era que su belleza resaltara por comparación. ¿Será ese el propósito de Sánchez con Puente? Aunque a la vez (y me inspiro en una idea de David Mejía) puede que Sánchez, al haber colocado a Puente como cara visible de su gobierno, por delante de la suya propia, haya cometido su único acto de honestidad: mostrar la verdadera cara del sanchismo.  
 
4. Mi querido Idafe (¡él sí que queda en El País! ¡El País es él ahora!) le señaló a Puente en Twitter una bromita mía contra el ministro. Me pareció una simple muestra de servicialidad por su lado, y admiré el celo con que lleva a cabo sus peonadas gubernamentales. Pero ahora que sabemos que el ministro lleva un listado de los columnistas críticos, la "espontaneidad" de Idafe adquirió un tinte más tétrico. No era un acusica sin más, sino un funcionario del poder que estaba completando un expediente. 
 
5. Divertidísimo artículo de Ramoneda (en El País, por supuesto) en que asegura que Sánchez no es un táctico, sino un estratega: las ocurrencias del presidente abren nuevos paradigmas políticos no solo en España, sino en el mundo entero... Es maravilloso cómo el veterano comentarista de pronto siente celos de una joven, Estefanía Molina: ¡no va a permitir que sea ella la que le suelte los más campanudos ditirambos al presidente!  
 
6. El estratega Sánchez, vestido de forense, con los huesos de los muertos de la Guerra Civil. Colapso moral. Sin palabras.  
 
7. El declive de Aznar comenzó con la boda de su hija en El Escorial. Desde fuera se veía clarísimo que aquello era un error, además de un horror. ¿Qué tiene el poder que les ofusca el sentido a quienes lo ostentan? Hay como un impulso inevitable de exhibición, que anula todo lo demás. Ahora Almeida se casa y Telemadrid retransmite la boda, como si el alcalde fuera un príncipe. ¿Cómo es que no se dan cuenta del ridículo? 
 
* * * 

6.4.24

'Mensagem' de Fernando Pessoa

Lista de reproducción con las canciones de los 44 poemas de Mensagem, de Fernando Pessoa, en el orden en que aparecen en el libro. 

Mensagem, como toda la obra de Pessoa, está en el Arquivo Pessoa.

4.4.24

Lisboa no se acaba nunca

Escribí mi artículo del domingo sobre Lisboa nada más dejar la ciudad, mientras atravesaba Portugal en el autobús; pero Lisboa no se acaba nunca y quiero seguir escribiendo. Estos viajes de una semana no dejan de ser turísticos, y más en una ciudad ya tan turística como Lisboa, en que uno, turista, se topa con turistas. Sin embargo, su sustrato es tan poderoso que en el recuerdo permanece la Lisboa lírica o metafísica. Es como en los daguerrotipos: las personas no salen. Ayudó la lluvia. Y además nos metimos por sitios pocos frecuentados por extranjeros: eran los sitios más extranjeros.
 
Los peor del turismo son los guías turísticos, desenfadados, insoportables. Por rendir tributo, me senté a tomar un café en A Brasileira, justo frente a la estatua de Pessoa. Así pude asistir a la triste vida de Fernando en la actualidad: una posteridad que le hubiera amargado. O tal vez se la hubiese tomado con humor. Era una parábola de la gloria literaria. ¿Cuántas veces pasó por el lugar sin saber que lo iban a tener sentado allí para siempre? Los turistas se paran a darle palmadas, collejas, besos, puntapiés. Se hacen fotos a su lado señalándolo como a un rapero. Lo peor es cuando llega el guía con un grupo y resume su vida de un modo escalofriante. Parece una de las torturas inventadas por Dante para el Infierno.
 
La primera tarde no llovía, aunque estaba nublada: un gris hospitalario. Nos sentamos en una terraza del Cais do Sodré y, aun entre turistas, pasamos mucho tiempo (un tiempo sin tiempo) tomando vinho verde y charlando, con la mirada puesta en la fuga del Tajo hacia el Atlántico, tras el puente 25 de Abril. Unas bombillas ensartadas en cables curvos le daba un aire de verbena al recinto. Había tumbonas al borde del río-mar, como chaise-longues para tuberculosos que no tomaban el sol sino la niebla. La niebla trae el deseo de desaparecer.
 
Es bueno llevar un propósito para internarse por terrenos poco previsibles. Mi acompañante colecciona vinilos y eso nos permitió extraños itinerarios en busca de tiendas. En el corazón mismo de Lisboa estaba el lugar más sorprendente: el Espaço Chiado, en rua da Misericórdia 14 (con puerta trasera por rua Nova da Trindade). No sé si conoció mejores tiempos, pero hoy vive en una pulcra decadencia, con galerías vacías y escaleras mecánicas paradas. De lo que se proyectó como centro comercial, solo queda alguna joyería, un par de pedicuras, un mostrador con productos brasileños y lo mejor: tres o cuatro tiendas de discos de segunda mano, dos de las cuales son excepcionales, Sound Club Store y Vinylrarities. El dueño de la primera estaba en una permanente sesión de DJ, pinchando para sí mismo y para los pocos clientes.
 
En Groovie Records (rua Angelina Vidal 80A), tienda por la que conocimos el barrio de Vila Cândida, al otro lado del mirador de la Senhora do Monte, nos enteramos de que esos días había una feria del vinilo en Santa Clara. Callejeamos por más zonas desconocidas, subiendo y bajando por el crepitante empedrado, hasta llegar a la nave en que se acumulaban los vinilófilos. Yo di una vuelta rápida buscando cedés del sello ECM (los brasileños, que abundaban, los tengo ya todos) y salí a esperar a mi acompañante. Me encontré entonces con un jardincito en cuesta, maravilloso: el Botto Machado, con una verja que daba al río. Me senté a tomarme una caña ("uma imperial") en el coqueto kiosco, entre suaves voces portuguesas. Allí ya no había turistas. Después de un buen rato empezó a chispear y aguanté, aguantamos todos. Hasta que cayó el chaparrón.
 
Habíamos entrado en Lisboa por el puente Vasco da Gama y, para mi maravilla, salimos por el 25 de Abril, bajo el que habíamos estado hipnotizados unos días antes. Hacia la desembocadura se veía el monumento a los Descubrimientos y más allá la amplitud oceánica. Me acordé del Pessoa de Mensaje: "el mar con fin será griego o romano, / el mar sin fin es portugués".
 
* * * 

31.3.24

Santa semana en Lisboa

[Montanoscopia]  
 
1. Nada más salir de España y entrar en Portugal, una sensación contundente: la de emerger de la porquería. Así estamos. 
 
2. La alegría de los primeros pasos por Lisboa tras haber dejado el equipaje en el hotel. Nos alojamos cerca de la plaza de Camões y caminamos por la rua do Loreto, el largo do Calhariz, la calçada do Combro... Entramos por Marechal Saldanha en el mirador de Santa Catarina. El río-mar, la ciudad, el puente, el monstruo Adamastor (sobre el que deliraba Ricardo Reis). Ambiente desenvuelto de visitantes. La alegría parece haberlos contagiado a todos.  
 
3. Cada visita mía a Lisboa ha sido diferente; además de porque todo cambia, porque no se ha repetido la compañía (ni la soledad de mi primer viaje). En cada visita están las anteriores, que resuenan y resurgen por aquí y por allá, dándole una sombra de pasado al presente, o un relieve. La ciudad la tengo habitada, lo que quiere decir que están, se cruzan, los fantasmas que fueron y los fantasmas que fui.  
 
4. Es la primera vez que vivo una Lisboa intensa, prolongadamente lluviosa. Siempre me tocó soleada, con alguna lluvia o algún rato nublado que no anulaban la primacía del sol. Mi idea de Lisboa se hizo así contra su fama: hermosa sin melancolía. Solo la corrosión atlántica de las fachadas, ciertos rincones ruinosos, la suavidad derrotista de los portugueses o el desasosiego de Pessoa que se acoplaba a la ciudad mantenían el hilo con su imagen triste, mientras chisporroteaba de vida. Esta Semana Santa sí ha reinado la lluvia. Solo ha salido el sol dos mañanas: el resto, nubes y agua. Muchos minutos escondidos en soportales, entre ellos el de la catedral y el del panteón de hombres ilustres (¡incluida Amália Rodrigues!), mientras diluviaba fuera. De este último huimos en un tuk-tuk que trepidaba por las cuestas empedradas y con raíles, como una atracción de feria. Otras veces caminábamos con el paraguas mientras yo canturreaba a Adriana Calcanhotto: "Mão e luva, vamos passear de guarda-chuva [...] Luva e mão, nosso encontro parecia perfeição". Y horas en la habitación con la lluvia fuera. Una Lisboa fastidiosa, incómoda, divina.  
 
5. Hubo un tornado por el puente Vasco da Gama, pero nos pilló a cubierto. Sí nos pilló in situ un temporal que se desató mientras merodeábamos bajo el puente 25 de Abril. Accedimos allí desde el barrio de Alcântara y la LX Factory, donde se encuentra la enorme librería Ler Devagar. Estábamos presos de una suerte de hipnosis del puente, que nos impedía salir de su influjo. Hasta que se desató el temporal y el Tajo se agitó con su fuerza atlántica. La hipnosis no hizo más que acentuarse, y allí seguimos empujados por el viento, con los paraguas tronchados, mojados por la lluvia y el río-mar. Fue una tarde sublime.  
 
6. Por lo demás, librerías, restaurantes, bares, museos, tiendas de discos (hay varias en el Espaço Chiado, Misericórdia 12). Para beber, Pensão Amor (Alecrim 19) y Pavilhão Chinês (Dom Pedro V 89; ¡hay que llamar al timbre!), además de unas ginjinhas de pie en A Ginjinha (São Domingos 8). Para comer (¡una vez que ha cerrado la Casa da Índia de la rua do Loreto!), Papo Cheio (São Pedro de Alcântara 15), Barcabela (Palma 285) y Acarajé da Carol (Rosa 63), estupendo restaurantito brasileño. 
 
7. La mejor librería es ahora la Travessa (Escola Politécnica 46), que viene de Río de Janeiro y tiene muchos libros de allí (algo infrecuente en Portugal). Y el mejor mirador (con otro rincón brasileño escondido, bajando unas escaleritas como de casa particular): Senhora do Monte. 
 
* * * 

28.3.24

La muerte del periodismo

Entre los estudiantes de Periodismo (yo lo fui un par de cursos, en la Complutense) eran objeto de displicencia los profesores que enseñaban para los periódicos sin haber trabajado en los periódicos. No es el caso de Teodoro León Gross, profesor en la Universidad de Málaga pero periodista desde mucho antes, y durante y después. Tenemos la misma edad (somos del 66) y por eso recibí con toda nitidez el espectáculo de su brillantez precoz. Con veintipocos años, a finales de los ochenta, cuando yo me hallaba envuelto en mis romas brumas pessoanas (entre las que sigo en buena parte), él ya era colaborador fijo en Diario 16 con artículos de un nivel que no alcanzaban los mayores (recuerdo uno en que citaba a Herder) y una insolente frescura (recuerdo otro en que describía cómo golpeteaba con el trote la melenita de Chano, futbolista del Málaga). En la foto de su columna se parecía a David Leavitt, cuando este era lo más.
 
Pasados más de tres decenios, su trayectoria ha sido extensísima en prensa, radio y televisión. Por concretar solo la primera, ha escrito entre otros, además de para aquel Diario 16, para los diarios del grupo Vocento y el grupo Joly, El País, El Mundo, The Objective y actualmente el Abc. En la radio colabora hoy en Herrera en Cope y en televisión dirige y presenta en Canal Sur Mesa de Análisis. Ahora ha juntado esta experiencia tan completa con su potencial académico y ha escrito un libro apabullante, La muerte del periodismo (Deusto), que se ha puesto convenientemente a la venta en esta Semana Santa. León Gross lleva a cabo una disección implacable del periodismo en la actualidad, casi más en el ataúd que en la mesa de operaciones, con la que hacer un duelo lúcido en estos días fúnebres. Si al periodismo le aguarda una resurrección no lo sabemos, pero sí sabemos que para ella serían imprescindibles las lecciones contenidas en este libro.
 
Con el rigor y la erudición de un estudio académico (tiene empaque de tesis doctoral) y la agilidad vibrante del artículo de prensa, La muerte del periodismo analiza la crisis del otrora llamado "cuarto poder", relacionándolo con el estado de nuestra democracia. El subtítulo, Cómo una política sin contrapoder degrada la democracia, indica que las dos cosas van juntas: el poder político sin el contrapoder de la prensa se adentra en turbias derivas autócratas. El autor está atento al mundo y se ha leído todos los ensayos relevantes de los últimos años, y entrelaza sus observaciones con sus lecturas para ofrecer un panorama candente que nos pone al día.
 
Los múltiples ejemplos extraídos de la prensa que puntean las páginas de La muerte del periodismo funcionan además como una historia político-mediática de los últimos dieciséis años: la crisis del periodismo podría fecharse en la crisis económica de 2008, en que los medios empezaron a no poder autofinanciarse, quedando debilitados y casi a expensas del poder político. Esto, unido a la revolución tecnológica, que ha alterado el funcionamiento del oficio y el negocio, y el sometimiento a las redes sociales, a cuyas dinámicas abaratadoras y sensacionalistas se han rendido en buena medida los medios, así como al desprestigio de la verdad y el imperio de las fake news (o noticias falseadas), han dejado al periodismo en su actual postración.
 
En realidad, como desmenuza convincentemente León Gross, tales defectos del periodismo no son nuevos: no hay edad de oro. Si acaso, ahora se han incrementado. La gran novedad, concluye el autor, es que el periodismo ha perdido influencia. Es decir, poder: poder para ejercer su contrapoder.
 
* * * 

24.3.24

Simios, amebas, polarización asimétrica y negronis

[Montanoscopia] 
 
1. Murió el primatólogo Frans de Waal. Tuvo la fortuna de desconocer la existencia de Óscar Puente, que le hubiera arruinado sus teorías sobre la empatía de los simios. 
 
2. Estoy fascinado con el harén de amebas de Sánchez: esas comentaristas amoldables, sin tensión moral, que justifican, cuando no celebran como astucias o genialidades, cada uno de los pasos del presidente. 
 
3. "Hay una polarización asimétrica. Aquí hay gente que insulta y gente que somos insultados. Hay gente que ataca y gente que somos atacados. Gente que miente y gente que tratamos de hacer de la verdad nuestra forma de hacer política". Lo dice Sánchez. O es un cínico o un enfermo. Sería preferible lo primero, porque al menos no habría perdido la noción de la realidad. 
 
4. Leo que el PSOE busca como candidato para las elecciones europeas a un independiente "de reconocido prestigio". Me pongo a pensar qué escribir al respecto en esta Montanoscopia, más allá del síntoma de que el partido tenga que buscarlo fuera, cuando Arias Maldonado se me adelanta con este mensaje: "Paradoja del independiente de prestigio en la actual política española: en cuanto dice que sí, se queda sin prestigio". 
 
5. Las reticencias de Feijóo sobre la candidatura de Alejandro Fernández en las elecciones catalanas, y las maniobras internas en el PP que desvelan los analistas, confirman una vez más que los políticos no tienen ni idea y que solo se les puede enderezar a palos; es decir, mediante críticas, presiones y castigos electorales. 
 
6. El sórdido Puigdemont y su discurso reaccionario: mediocre, mentiroso. Lo peor del nacionalismo es que está fundado en falsedades y tergiversaciones. Los efectos xenófobos, fascistoides o abiertamente fascistas, son inevitables emanaciones del pudridero ético y político en que se asienta. 
 
7. Aparecen pintadas anarquistas contra la taberna Garibaldi de Pablo Iglesias el día antes de la inauguración. En esa misma calle del Ave María del barrio de Lavapiés, cuenta Arturo Barea, que vivía allí, los milicianos asesinaron a un anarquista el mismo 18 de julio de 1936 por la noche. "Uno menos", dijeron. Además de a fascistas, los comunistas y los anarquistas se mataban entre ellos, acusándose de fascistas. También se mataban los propios comunistas, según fueran estalinistas o trotskistas. Así eran los tiempos que nuestros merluzos ideológicos añoran: muchos de los cuales les deberán la vida (o el no ser asesinos) justamente a que no estamos en aquellos tiempos. 
 
8. Un episodio más festivo respecto a la inauguración de locales fue el del restaurante Maldoror de París en 1930. Los cantos de Maldoror del conde de Lautréamont era uno de los libros sagrados de los surrealistas. Por eso la utilización del nombre les pareció un sacrilegio. Poco después de la inauguración se plantaron con garrotas en el Maldoror. André Breton gritó desde la entrada: "¡Somos los invitados del conde de Lautréamont!". Y se pusieron a destrozarlo. La trifulca se saldó, aparte de con los daños en el establecimiento y los golpes entre los concurrentes, con una cuchillada a René Char en la ingle. 
 
9. Un amigo periodista que venía hablando de la "generación Negroni" a propósito de ciertos columnistas más o menos literaturizantes, y que vio cómo su acuñación se usó como título en la antología de columnistas Generación Negroni, me habla de la negligencia de estos antologados: "¡Ninguno se ha plantado en el Garibaldi a pedirse un negroni!". Como en la antología estuvo implicado Guillermo Garabito, yo propuse (¡cariñosamente!) que debería haberse titulado Generación Garabito. "¡Garabito en el Garibaldi!", empiezo a bromear con mi amigo. Y mi amigo redondea: "¡Garabito escuchando a Gabinete Caligari en el Garibaldi!". 
 
* * * 

21.3.24

La ciencia en cuestión

Antonio Diéguez es un sabio cotidiano, cuya cercanía y sentido del humor envuelven cortésmente sus notables conocimientos. De entre las dos modulaciones del genio malagueño, la picassiana y la chiquitista, Diéguez se inclina por la acertada, la segunda: cuando cuenta historias, sus suaves toques a lo Chiquito de la Calzada segregan un regusto por el cómo aún más que por el qué, interesante igualmente. Por lo demás, es catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y acaba de publicar un libro perfecto sobre su materia: La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder). 
 
No es un manual de filosofía de la ciencia, como sí lo era su ya clásico Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), muy leído por estudiantes e interesados; pero los lectores de La ciencia en cuestión, al asistir al ejercicio (teórico) de esta disciplina sobre los asuntos acuciantes de la ciencia en el presente, recibirán un despliegue bastante completo de su sentido y sus posibilidades. Se harán una idea jugosa de lo que la filosofía de la ciencia puede hacer; y, como derivación de ello, de lo que la filosofía de la ciencia es. 
 
De entre las obras anteriores de Diéguez, destaca La vida bajo escrutinio. Una introducción a la filosofía de la biología (Biblioteca Buridán). En los últimos años se ha ocupado de la filosofía de la tecnología y del transhumanismo, lo que ha fructificado en dos estudios importantes: Transhumanismo. La búsqueda tecnológica del mejoramiento humano y Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista de la filosofía (ambos también en Herder). Al ser temas candentes, y al haberlos abordado con su saber y rigor habituales, Diéguez ha alcanzado notoriedad internacional; hasta el punto de convertirse, como señaló su compañero Manuel Toscano en la presentación de La ciencia en cuestión en Málaga, en una estrella académica. En dicho acto Diéguez bromeó con que, como dicen los actores, no quería "encasillarse" en eso para lo que todos lo reclaman ahora, y por ello ha vuelto a sus orígenes de estricto filósofo de la ciencia. 
 
La ciencia en cuestión afronta los cuestionamientos a que se ve sometida hoy la ciencia, el análisis de los cuales (que lleva a cabo con claridad) dibuja lo que para el autor es propiamente la ciencia. A la reflexión filosófica sobre esta ha dedicado más de treinta años y siente ahora la necesidad de afrontar las polémicas que afectan a esta forma del saber, la más sólida desde el punto de vista racional, en un momento en que crecen "las actitudes anticientíficas, pseudocientíficas y negacionistas". El propósito de Diéguez, apunta en la introducción, es "explicar qué es realmente la ciencia desde la perspectiva" de la filosofía de la ciencia, "qué es lo que cabe esperar de ella y por qué algunas de las críticas que se han hecho contra ella y las supuestas alternativas que se vienen sugiriendo están desencaminadas, cuando no francamente equivocadas". 
 
El repaso de Diéguez es tanto más interesante por cuanto que da una idea precisa de lo que la ciencia es en la actualidad, más allá de lo que se suele seguir pensando por inercia. "La forma en que se lleva a cabo la investigación científica", escribe, "ha experimentado transformaciones que la alejan de la imagen tradicional que todavía predomina en la mente de muchas personas". El autor, que entre otras cosas niega la existencia del "Método Científico" (así con mayúsculas), nos pone al día admirablemente. Uno sale de la lectura de La ciencia en cuestión con una visión renovada de la ciencia, su problemática, sus dificultades, sus logros y su posible futuro. 
 
* * * 

17.3.24

Monigotes al servicio de Asurbanipal

[Montanoscopia] 
 
1. Se aprobó la amnistía. Se acabó. Solo cabe un consuelo escénico: el retraido Sánchez, el irrisorio Bolaños, la soez Montero, la inane Yolanda Díaz, el ridículo Errejón, los histéricos independentistas delataban la aberración de la ley. El presidente degradante lo degrada todo; empezando por sus acólitos, a quienes ha sepultado en el papelón de sus vidas. Son esas figuras pequeñas de los bajorrelieves asirios, monigotes al servicio de Asurbanipal.
 
2. Las mentiras descaradas (sintagma no valorativo sino de una precisión escalofriante) del Gobierno y la prensa afín sobre las conclusiones de la Comisión de Venecia acerca de la amnistía prueban que ya no hablan para los ciudadanos, sino para sus adeptos: los terraplanistas del sanchismo. Otra muestra más de que la conversación pública se ha terminado en España. A propósito de las declaraciones concretas de Félix Bolaños (triministro que duele como el trigémino), dijo Rafa Latorre en La Brújula que su empeño en negar la realidad era una forma de enloquecernos. Latorre tenía sin duda en mente el librito Sobre la verdad, de Harry G. Frankfurt, en que se afirma que el mentiroso nos instala en un mundo irreal, o sea, nos imprime locura. El monstruoso edificio de mentiras en que vivimos, que parte de las mentiras del independentismo, de la mentira esencial del nacionalismo, nos mantiene en la España loca de siempre; nos regresa a ella. Gracias al Gobierno más reaccionario que hemos tenido desde el último del franquismo; y a la prensa ídem, desde la del movimiento.
 
3. Hago mío el deseo de Arcadi Espada (en su podcast) de que Illa se estrelle en las elecciones catalanas y se hunda el PSOE. Hago también míos sus melindres ante la posibilidad de votar al PP. (Los apretaos no tienen en cuenta nuestros melindres, y así les va.)
 
4. Miguel Ángel Rodríguez: el Óscar Puente del PP. Un Óscar Puente de antes de Óscar Puente. Aunque hoy haya un culpable principalísimo, que deja al otro en bragas, el embrutecimiento en España siempre ha sido una danza a dos.
 
5. Muchas risas con el tabernero Iglesias. Y es cierto que su revolución es kitsch, como de película de Bertolucci o canción de Ismael Serrano; o de Tintín en el país de los sóviets, a favor de los sóviets. Pero es el único español que ha trabajado, que ha triunfado, y merece una barra en la que contar sus batallitas. Ha conseguido lo que se había propuesto: destruir el "régimen del 78". Hasta Errejón, su supuesto enemigo, ha hablado con sus palabras sobre la amnistía. Ha poseído a todos los de su facción, empezando por el presidente Sánchez. Este, igual que plagió la tesis doctoral, ha plagiado el iglesismo. Iglesias ha sido su Cyrano: el que le enseñó lo que tenía que decir, e incluso hacer. El drama de Iglesias es que el físico no le daba para ejecutar él mismo su propósito. Necesitaba alguien con percha como Sánchez. Ahora, mientras el maniquí sigue mecánicamente en los minutos (o meses o años) de la basura, Iglesias puede poner de tapa su picadillo de Constitución y encima sacarse unos euros.
 
6. Definitivamente, qué pena. Peor aún es cuando sale de su silencio argullólico y habla, desde la impostación de la autoridad que ha perdido. Y con una equidistancia falaz. Su "voz moral" es hoy una carcasa retórica. No ha estado a la altura de las circunstancias. Es uno de los damnificados del sanchismo. Pero sigue ejercitándose en ella, como si no se hubiese enterado. Probablemente no se haya enterado. Lo trágico es que esa es su única voz, ya por siempre desencajada.
 
* * * 

15.3.24

Indiferente como un caballero

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:52:22
 
Buenas noches. No sé si alguien se acuerda ya de José María Álvarez, pero es uno de esos poetas, no muy frecuentes, que conquistan lectores en cuanto se acercan a sus versos. Pasa también (me pasó a mí) con nuestro Jaime Gil de Biedma o el mexicano José Emilio Pacheco. Los tres son poetas que enganchan. José María Álvarez, nacido en Cartagena y a punto de cumplir ochenta y dos años, fue uno de los Nueve novísimos poetas españoles de la famosa antología de 1970. Sus poemas, vitalistas y culturalistas, llenos de viajes, se recogen en un libro de 700 páginas que es un lujo y que además es gratis, porque José María Álvarez regala el pdf en su página web. Basta poner en Google el nombre del autor y el título: Museo de cera. Sobre este título se hizo una broma. Como el libro y cada uno de los poemas llevan más citas, querido Latorre, que tu admirada Moby Dick, se dijo que, en vez de Museo de cera, debería haberse titulado Casa de citas. Me hace ilusión traer a José María Álvarez a la radio porque en la radio fue donde lo descubrí. Solía llevarlo El Loco de la Colina, a entrevistarlo y a que recitara sus versos. El poeta tenía una voz mejor que la mía y era más tarde que ahora, ya entrada la madrugada, pero quiero terminar con el primer poema, breve, de Museo de cera, que invita al coraje y la transgresión. Dice así: 
Descanso sin bajarme del caballo 
El calor destroza cuanto se ve 
Ante mí la Frontera 
Una voz me dice no cruces nunca esa Frontera 
Fumo un cigarro 
Sacudo mi uniforme de 35 campañas 
Indiferente como un caballero 
Que lo ha perdido todo y no espera ganar nada 
Cruzo el río.

10.3.24

La Nueva Atenas, el farsante Sánchez y el Fary como precursor

[Montanoscopia] 

1. De nuestras reuniones malagueñas en torno al Aula de Pensamiento Político de Manuel Arias Maldonado, antes en La Térmica y ahora en La Malagueta, cada vez con un invitado de fuera, surgió la broma de Málaga como la Nueva Atenas. Broma que ha cuajado y por las que nos suelen preguntar. Esta semana cobró realidad majestuosamente en la presentación del nuevo libro de Antonio Diéguez, La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder), con Manuel Toscano y Arias Maldonado acompañando al autor. El evento, que se retransmitía, hizo exclamar al amigo Schultz desde Twitter: "¡El sanedrín malagueño!". Y vaya si lo era. 

2. Precisamente Schultz, al que llevo tratando online desde hace veinte años y que siempre ha sido ecuánime, escribió tras oír al presidente Sánchez justificar la amnistía: "Mentiroso, sinvergüenza, canalla. No recuerdo ningún personaje público que me haya generado el malestar, la irascibilidad y el odio que me genera este farsante". Es exactamente lo que yo pienso y siento, así que lo hago mío. Me excuso de más por hoy. 

3. "La mujer tiene esos derechos que yo respeto, ¡y más que tendría que tener!". No se suele reparar en estas palabras incrustadas en el célebre discurso del hombre blandengue. Con ellas el Fary prefiguraba en 1984 a la Irene Montero de cuarenta años después. 

4. Pobres críticos literarios. Tienen que leerse la novela inédita de Gabriel García Márquez. En realidad tienen que leérselo todo. No hay obligación que yo abomine más. Sí leo las críticas, que son una manera rápida de ahorrarse el libro. En las de En agosto nos vemos (Random House) busco una referencia esencial, que no encuentro. Si en ella aparecen los grandes definidores del estilo y el mundo de Gabo: ¡los gallinazos! No se entiende Macondo sin gallinazos, enredados siempre en los pies del que camina por ese "territorio mítico". Al fin y al cabo, en su día dije que García Márquez era "un Antonio Gala con gallinazos". Espero que el viejo Nobel colombiano se mantuviera en forma y, mientras dos personajes conversan tranquilamente o fornican, les salte un gallinazo. Aunque si no la quiso publicar tal vez sea porque vio a última hora que no había metido gallinazos. 

5. Gracias a que lo ha editado mi editor, Sr. Scott, he reparado en el estupendo Presente, de Tania Padilla: un libro de indagación autobiográfica por parte de una autora que desdeña la literatura "egocéntrica", pero que la practica en este caso para salvar una crisis creativa. Ir con el pie cambiado le permite no hacer una obra al uso, sino original, fresca, desprejuiciada, escrita con desparpajo: un desparpajo un poco redicho, de filóloga, que le añade encanto. La autora se declara de izquierdas y anticapitalista, sufrió bullying, practica el poliamor y no le gusta el mundo, pero nada de esto va en un empaquetado ideológico de los que ahora se llevan y que están embalsamando tantos libros, sino que se mantiene abierto, consciente de las contradicciones, atento a lo singular, es decir, a la vida, que se refleja narrativa y analíticamente. Padilla logra además exponerse hasta el fondo sin comprometer a otras personas. El título, Presente, lo emplea también en la acepción del regalo que ella nos hace. 

6. Llueve y me pongo "Pequena música noturna" de Rosa Passos. La batucada de la lluvia en el tejado compone la canción. Los minutos se escurren "del presente al pasado". Entre los recuerdos, una pasión. Que ya no pertenece a la protagonista, sino al tiempo: "esas cosas son del tiempo". Tal vez este se lo va tragando todo para guardarlo: solo para él. 

* * * 

7.3.24

Restitución de la poesía

Hay que tener siempre un libro de poesía a mano. Como lector me lo impongo. Y como ciudadano. Decía el Ramón Trecet de Radio 3: "Buscad la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo". Nos imprimimos esta frase durante años en todas las sobremesas, justo en el tiempo de la pasión por la poesía. Hay que restituir aquella pasión, para restituirnos.

Nunca me ha abandonado, por lo demás, pero renace ahora intensamente como uno de los reductos últimos. La poesía es un territorio sintáctico, de sintaxis del alma (y del alma del mundo): el sitio predilecto en el que atrincherarse de los patanes asintácticos que nos rodean. Y también del patán que, como el animal de Battiato, llevamos dentro. Hay que huir del (¡asintáctico!) taxista interior que nos malbarata.

Las primeras semanas del año las he dedicado a leer la poesía completa de Francisco Brines, Ensayo de una despedida (Tusquets). Antes leí Cuando hable el gato de Álvaro García (Pre-Textos) y después Doce lunas de Eduardo Jordá (Fundación José Manuel Lara), bajo cuyo influjo escribo. Hoy empezaré Común presencia, una antología del gran surrealista francés René Char (en la edición bilingüe de Alianza Tres, traducida por Alicia Bleiberg). No se me olvida el título de la necrológica de Octavio Paz a este poeta: "René Char no nos engaña". El apetito por Brines me lo despertó Luis Antonio de Villena con uno de los mejores libros del año pasado, su Brines. La vida secreta de los versos (Renacimiento), amenísimo además.

Villena escribió un libro sobre la vida secreta de sus propios versos, Los días de la noche (Seix Barral), en que dedicaba un texto en prosa a cada uno de los poemas de Hymnica, su poemario más gozoso. Andrés Trapiello hizo también un libro bellísimo sobre su recorrido vital con prosas y poesía, La Fuente del Encanto (Fundación José Manuel Lara). A esta tradición mixta, que cuenta con clásicos como la Vida nueva de Dante o Sendas de Oku del japonés Bashō, pertenece el mencionado libro de Eduardo Jordá que acabo de leer y que es una novedad de 2004.

De Jordá he leído libros narrativos, de viaje, de ensayo, sus artículos y por supuesto sus libros de poesía. Creo que Doce lunas es el mejor de todos y el más completo, porque reúne todo lo que es, en grado de excelencia. Recoge cincuenta y seis poemas, aquellos que el poeta rescata de todos los que ha escrito, y un texto en prosa a continuación de cada uno. En estos textos hay una narración, una reflexión, una estampa, un comentario, o la mera consignación del momento que inspiró el poema que acabamos de leer. Tanto los poemas como estos textos en prosa funcionan por separado, pero su reunión los potencia. El efecto es el de un recital de Jordá (también en su acepción valorativa, admirativa): pero un recital íntimo para cada lector en su rincón.

La poesía de Jordá, limpia, honda, sin juguete retórico, más anglosajona que francesa, cernudiana sin dureza, narrativa a veces, otras contemplativa, permanentemente en el filo del curso biográfico, con sus alegrías y sus penas, con la belleza que asalta, con percepción del entramado y el miedo, lúcida pero confiada, delicada y generosa, es un magnífico ejemplo de restitución.

En el primer poema (y en el prólogo) Jordá habla de la poesía: frágil, milagrosa, sin explicación, "no sabemos por qué, pero sucede". En el último, el que da título al libro, asocia las fases de la vida a los doce meses del año. Para diciembre escribe: "Y no hay sino memoria que regresa / con las manos vacías, y una casa / desierta, y la certeza de que nunca / volveremos a ver a quien se ha ido". Pero al poema podemos volver siempre. 

* * * 

3.3.24

'Match point' al PSOE y Sánchez como el señor Valdemar

[Montanoscopia]  
 
1. También Sánchez, lo más parecido a Franco que hemos tenido desde Franco, muere en la cama. Los españoles pudieron cargárselo (políticamente) el 23-J, pero no lo hicieron. Llevarán esa culpa, como llevan la de no haberse cargado a Franco; y eso que con este no tuvieron la ocasión de hacerlo. La democracia, al cabo, es darle al pueblo el fusible para que cortocircuite, o no, al autócrata. El autócrata, por su parte, cuando gobierna en un Estado de derecho, se encuentra maniatado por este. Por eso su gran empeño es desembarazarse de él. El combate no es entre el autócrata y la oposición, sino entre el autócrata y la ley democrática. Esta ha sido la historia de Sánchez en los últimos años, acelerada en los últimos meses. Los españoles no se lo cargaron, pero su degradación sí.  
 
2. Sánchez muere en la cama. En la cama del señor Valdemar. En su día le apliqué la comparación a Rajoy, pero veo ahora que se le puede aplicar con mayor propiedad a Sánchez. Respecto a este, se ha hablado de El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Tiene que ver, por la putrefacción precipitada cuando llega el momento. En La verdad sobre el caso del señor Valdemar, de Edgar Allan Poe, el señor Valdemar es hipnotizado en el momento de su muerte y la corrupción del cadáver queda paralizada durante los meses en que dura la hipnosis. Entonces, en cuanto esta cesa: "bruscamente su cuerpo, en el espacio de un minuto, se encogió, se deshizo... se pudrió entre mis manos. Sobre el lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción". (En aquel infame quirófano de Franco pasó prácticamente lo mismo.)  
 
3. Ha sido un poco lo de Match Point, la película de Woody Allen. Si el 18-F llega a perder el PP el poder en Galicia, la descomposición estaría afectando a este partido y a su líder Feijóo. Pero la pelotita cayó del otro lado y es el PSOE, con Sánchez, el que se hunde. Todo han sido fallos desde entonces. Y algo peor que los fallos: el retorno de lo escondido. Este afloramiento oscuro de los Koldo, Ábalos, Armengol... y la torpeza histérica con que lo afronta. Siempre me acuerdo de Nietzsche en estos casos, de una reflexión creo que del Crepúsculo de los ídolos (título que también viene a cuento): no es que un partido cometa fallos y por eso se descompone, sino que, cuando la descomposición ha afectado ya en lo profundo a un partido, es cuando se lanza a cometer fallos. Estos no son causas, sino síntomas. Así que, pese a los denodados esfuerzos del pueblo español, el del "vivan las caenas", el PSOE está liquidado. Españoles, Sánchez ha mmmuerto. (Lo que no le impedirá mantenerse durante un tiempo, el último ya, en el poder.)  
 
4. La sucesión de Sánchez no es menos tétrica, con el país poralizado, embrutecido, atomizado: la imposible España post-Sánchez va a ser el genuino legado de Sánchez.  
 
5. Y con el PP como PRI: como único partido institucionalista; con la Constitución, en su caso, en lugar de la Revolución. Un constitucionalismo sin pareja que es casi una contradicción en sus términos. ¡Un bipartidismo cojo! Este panorama asfixiante, estéril, un poco Segundo Imperio francés, sobre el que se recortará como nunca su principal culpable: la irresponsabilidad del PSOE, partido espero que para entonces lo suficientemente pasokizado.  
 
6. Como subproducto del desastre, la orfandad del 90% de la intelectualidad española (incluyendo el artisteo, la farándula). Pero se seguirán buscando la vida estos buscavidas. 
 
* * * 

1.3.24

Mi método para leer tochos (y Chateaubriand)

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:01:06
 
Buenas noches. Mencionaste en un programa, querido Latorre, mi método para escalar grandes cumbres de la literatura sin despeinarme. Mi lema es sencillo: "divide y vencerás". Eso es lo que hago con los tochazos, dividirlos en unas poquitas páginas al día y al cabo de unos meses, un año por lo general, me los he zampado tan pichi. Así me he leído En busca del tiempo perdido de Proust, los Ensayos de Montaigne, el Ulises de Joyce, Guerra y paz de Tolstói (que, por cierto, no me gustó: Tolstói me pareció un piernas) o la monumental Biblia del Oso. Este 2024 estoy con las Memorias de ultratumba de Chateaubriand. ¡Fíjate, Latorre, qué género tan bueno te traigo a La Brújula! Chateaubriand, francés, por supuesto, pese a mi pronunciación, nació en 1768 y murió en 1848. En sus ochenta años de vida lo vivió todo, empezando por la Revolución francesa, que le pilló con veintiún años. Es por donde voy ahora. Me he quedado asombrado con la lucidez con que percibe los acontecimientos. Chateaubriand simpatiza con los ideales de la Revolución, pero no con sus crímenes. Es ilustrativo este párrafo impresionante, con el que me despido: "Los miembros de la Convención presumían de ser los más benévolos de los hombres: buenos padres, buenos hijos, buenos maridos, sacaban a pasear a sus niños pequeños; les hacían de nodrizas; lloraban de ternura solo de verlos jugar; tomaban suavemente en sus brazos a estos corderillos, a fin de mostrarles el caballito de las carretas que conducían a las víctimas al suplicio. Le cantaban a la naturaleza, a la paz, a la piedad, a la beneficencia, al candor, a las virtudes domésticas; estos benditos de la filantropía hacían cortar el cuello a sus vecinos con una extrema sensibilidad, para mayor felicidad del género humano".

29.2.24

El día intermitente

Al fetichista de las fechas le encanta este animalito, el 29 de febrero, que asoma solo cada cuatro años y los demás se esconde. Es una fecha exclusiva de los almanaques bisiestos, que por ella tienen su toque de distinción. En el irritante santoral paralelo supuestamente laico, el de las causas justas o merengosas, le ha tocado ser el Día de las Enfermedades Raras. Al menos se reconoce el valor de su rareza. Aunque en cuanto a enfermedades, la más rara que existe es la de vivir: una enfermedad crónica y a la vez mortal. Sirva el día de hoy, pues, como recordatorio de lo que es cada día (y cada hora y cada minuto y cada segundo).

En realidad, el 29 de febrero no está escondido los tres años que no toca. Esos años no existe: se está formando. Es un día aún incompleto: un día creciente, un día luna. Los años segregan un resto de horas que no se amoldan al calendario; cada año, en concreto, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos. Terminados los 365 días anuales reglamentarios, esas 5 horas y pico, que se redondean en 6, se quedan en la órbita en espera de las de los tres años siguientes. En el segundo, pues, hay ya flotando un feto de 12 horas; y el tercero uno de 18, todavía en el líquido amniótico cósmico. Es en el cuarto cuando el pollo se ha convertido ya en un día completo de 24 horas y puede salir del cascarón: se le hace entonces un hueco en el calendario. (¡En la metáfora he dado un salto de lo vivíparo a lo ovíparo, pero me excusarán la licencia!)

Me gusta esta sensación del 29 de febrero de estar pisando restos de horas que se estuvieron acumulando fuera de nuestro alcance para presentársenos hoy. Si las horas se hubiesen ido agregando en su orden, las de las seis que van de la medianoche pasada a las 6 de la madrugada pertenecerían a 2021 (¡el anterior bisiesto fue 2020, el de la pandemia!); las de las 6 de la madrugada a las 12 del mediodía, a 2022; las de las 12 del mediodía a las 6 de la tarde, a 2023; y solo las últimas seis de esta jornada, de las 6 de la tarde a la medianoche de hoy, propiamente a 2024. El único tramo exclusivo.

Yo, que nací en 1966, he vivido con el presente quince años bisiestos. Veo que son significativos (por mi vida o por la historia). El primero, 1968 (el de mayo y lo demás). Después: 1972 (la primera fecha de que soy consciente), 1976 (dejé el barrio de mi infancia y murió Fofó), 1980 (empecé el instituto), 1984 (empecé la universidad), 1988 (incendio del Chiado), 1992 (aquel año de todo), 1996 (cumplí treinta), 2000 (el milenio, pese a los puntillosos de la aritmética), 2004 (el 11-M), 2008 (la crisis), 2012 (¡secreto!), 2016 (cumplí cincuenta) y el mencionado 2020 (la pandemia). Fueron años olímpicos además.

En cuanto a cumpleaños, según miro en Wikipedia, tal vez por la inferioridad estadística han nacido apenas personajes relevantes el 29 de febrero, incluido nuestro actual presidente. El mejor, el jocoso Gioacchino Rossini (en 1792), compositor de El barbero de Sevilla y otras óperas, que triunfó y se dedicó a vivir: no hizo ni el huevo los cuarenta últimos años de su vida. Está también William A. Wellman (1896), el director de Ha nacido una estrella y El enemigo público. Una de envidiable nombre, Tempest Storm (1928), estrella del burlesque y actriz. Y poco más. Incluido, insisto, el presidente Sánchez (1972). 

* * * 

25.2.24

Éxito de 'The Objective', la 'koldosfera' y el pato derrotista

[Montanoscopia] 

1. The Objective está de moda. No solo porque entre sus colaboradores están los dos mejores articulistas del país, y ya no en El País, Félix de Azúa y Fernando Savater (el primero dijo campanudamente que este periódico debería llamarse El País del siglo XXI; al segundo le ha dedicado David Mejía otra de sus estupendas Vidas cruzadas), sino además porque nuestro director, Álvaro Nieto, ha visto cómo las investigaciones suyas y de su equipo de periodistas sobre el caso Delorme-Koldo-Ábalos han marcado finalmente la agenda nacional, por las medidas de la Justicia y el eco político y mediático. Nieto ha escrito ahora un importante artículo sobre el caso. Hay que remitirse también a su libro Conexión Caracas-Moncloa (Ediciones B). Todos los medios hablan ya del asunto (los oficialistas con menos entusiasmo, hay que comprenderlos), que ha sacudido la actualidad española. Y más que la va a sacudir. 

2. Yo no tengo nada nuevo que decir sobre el caso. Solo el recordatorio de que los "buenos y malos" no están determinados por la ideología ni su adscripción partidista, como se nos ha estado insuflando hasta las heces en estos insoportables años de pestilente ideologización polarizante. Hay buenos y malos en todos sitios. La calaña no nace de la ideología, que no es lo esencial. Quizá sí lo sea, en sentido negativo, el exceso de ideologización: ese filtro embrutecedor que percibe el mundo desde unas premisas reductoras y habitualmente falsas. 

3. Para combatir la corrupción solo caben control y transparencia. Ambas cosas, que se habían reforzado un poquito en nuestras instituciones, se relajaron en los alocados días de la pandemia y por ahí se coló la corrupción. Hasta en aquel contexto lo hizo. El ser humano (como mínimo el hispánico) es así. 

4. Ya circula el término koldosfera. Rafa Latorre habló de la sanchosfera. El entrañable Idafe trajo lo de la fachosfera de Francia para prestarle un servicio a Sánchez, pero el mecanismo se ha puesto a operar antisanchistamente. No cabe duda de que resultaba operativo. 

5. Sigo con Idafe. La semana le toqué las pelotas al tocapelotas oficial del sanchismo y su respuesta fue de lo más sintomática. Primero, el ninguneísmo de estirpe franquista: "nadie le lee", "no es usted nadie". Esto dice el que solo ha alcanzado a ser "alguien" cuando se ha puesto al servicio (¡bufonesco!) del poder. Segundo, y esto es lo mejor: "no le voy a citar en la columna". Aquí deja entrever sus pretensiones. ¡Al final era eso! ¡Utiliza la "columna" de trampolincillo! Qué entrañable. Estaba claro que esto era sota, caballo y rey, pero no deja de ser divertida la confirmación. 

6. Incendio de Valencia. El fuego insoslayable. Tampoco tengo nada nuevo que decir. Solo que les dedico un pensamiento a las víctimas y afectados. Y otro pensamiento a todos los demás, a nuestra situación cotidiana: vivimos en antorchas potenciales, no solo de fuego. El milagro es que no prendan todos los días. 

7. Las chanzas sobre el pato muerto en Madrid. Precisamente vi hace poco El pato salvaje, de Henrik Ibsen. Es la obra que viene de interpretar el actor de Tala, de Thomas Bernhard. Se me ocurrió mirar si estaba en el archivo de TVE y sí: se emitió en 1969. Es un archivo prodigioso. El título viene de esto que se dice en la obra: "Cuando el pato salvaje es herido en las alas se zambulle en el agua lo más abajo que puede, se agarra con el pico a las algas y a todas las excrecencias que encuentra en el fango y no vuelve a la superficie". ¡Pobre pato derrotista! 

* * * 

22.2.24

Al PSOE solo le queda Sánchez

Los resultados de las elecciones son en fin de cuentas hitos emocionales. Inyectan en cada partido un estado de ánimo que suele durar hasta las siguientes elecciones. Dicho estado de ánimo va siendo modulado por los altibajos de los acontecimientos; aunque estos no son decisivos: lo decisivo es la lucha por el poder, su consecución, su pérdida. Curiosamente, el ejercicio mismo del poder es secundario con respecto a su logro. Por eso casi todo el esfuerzo se va en las campañas, que duran en la práctica las legislaturas enteras. El político es un sujeto que prioritariamente se dedica a luchar por el poder y, con lo que le queda de tiempo y energía, a hacer cosas. (Salvo excepciones, es casi mejor para la ciudadanía que se dedique solo a lo primero.)
 
Los efectos anímicos del 28-M duraron hasta el 23-J, y los de estos han durado hasta el 18-F. Tras el 28-M el PP estuvo gallito y el PSOE achantado. Tras el 23-J, el PSOE gallito y el PP achantado. Tras el 18-F el PP vuelve a estar gallito y el PSOE achantado. Esto durará hasta las siguientes elecciones: las vascas, las europeas... Nuestros partidos políticos son como personajes de Almodóvar: permanentemente al borde de un ataque de nervios. O de Tennessee Williams: a punto del estallido emocional sobre el tejado de zinc caliente. Son ciclotímicos de libro, en ciclos marcados por las citas con las urnas.
 
Mientras que, gracias a su éxito el 18-F, en el PP parece haberse aplacado el impulso conspirador y los brutísticos puñales contra el César han vuelto a sus fundas, el desastre electoral gallego del PSOE ha sacado del desván el estado de ánimo derrotista que se esperaba el 23-J. Entonces hubo una inesperada tregua y han sido siete meses menos cinco días de alivio y obediencia al líder. Al líder lo siguen obedeciendo, pero se especula sobre malestares y discrepancias que no traspasan el ámbito conjetural. En cualquier caso, la existencia de estas especulaciones es el dato: tal vez no pase nada, pero esas especulaciones son lo que pasa.
 
Las noticias para el PSOE son muy malas y yo tengo la peor. Se habla de que con Sánchez abandonó su esencia, de que ha dejado de ser un partido de mayorías y ahora se limita a asociarse con populistas, comunistas, regionalistas, nacionalistas, proetarras, golpistas y delincuentes varios para mantenerse en el Gobierno; y que esto, como se ha visto en Galicia, lo llevará a la ruina. Se sueña vagamente con la posibilidad de la vuelta a un PSOE sin Sánchez, de nuevo sin Sánchez. Mi noticia peor es que eso no es posible porque ya entonces, cuando aún no estaba Sánchez ni se habían producido los destrozos de Sánchez, el PSOE no funcionaba.
 
Cuando llegó Sánchez, el PSOE se encontraba en un estado de atonía perdedora. Las primarias que se disputaron en 2017 entre Patxi López, Susana Díaz y Pedro Sánchez (de regreso este tras su salida forzada de 2016) eran en sí mismas un certificado de defunción del PSOE: ¡qué tres! Pero Sánchez le compró a Pablo Iglesias su estrategia de pactos, presentó la moción de censura y llegó a presidente. Un golpe con el que no contaba el PSOE y que le devolvió el poder al PSOE. Fue Sánchez el que lo sacó de la atonía perdedora, el que lo revitalizó. A partir de aquí, Sánchez extremó la sanchización del PSOE, desmantelando los dispositivos de crítica interna y sometiendo a los suyos a una fidelidad epiléptica. Pero no había otra. La noticia peor es que al PSOE solo le queda Sánchez. 
 
* * * 

18.2.24

Galleguidad, vulgaridad y algo de picar

[Montanoscopia] 

1. Las encuestas sobre las elecciones autonómicas de Galicia llevan hoy a la izquierda gallega y a la derecha gallega a un estado de suma galleguidad: no se sabe (¡ni ellas lo saben!) si suben o si bajan. Esta noche las urnas sentenciarán, antigallegamente. 

2. Feijóo tampoco sabe si sube o si baja, pero sí sabe que si baja puede hacerlo a sangrientos sótanos sacrificiales. Ahora que lo pienso, los partidos políticos son como los personajes de La sociedad de la nieve: si el avión se estrella, están dispuestos a comer carne humana. Sobre todo la del capitán. 

3. De la misma manera que un mono tecleando infinitamente acaba escribiendo el Quijote (¡o El manuscrito carmesí!), Sánchez y yo teníamos que terminar cruzándonos en nuestras órbitas en algún momento. De repente nos vemos codo con codo defendiendo lo mismo, como colegas de toda la vida: la canción "Zorra" (¡que solo podría mejorar si se llamase "Guarrona", mi palabra favorita de los últimos meses!) y la maravillosa vulgaridad de Inés Hernand, tras su fascinante chisporroteo chabacano de los Goya, que fue entretenidísimo, a diferencia de los Goya. Ahora Sánchez y yo estamos solos defendiéndolas a ambas, mientras el puritanismo y el buen gusto nos cercan y acribillan. Pero yo por una buena causa moriré junto a usted, presidente. ¡Y que Idafe nos traiga algo de picar mientras tanto! 

4. De "Zorra" ya he escrito, pero de Hernand aún no. Su performance en directo es lo más importante que ha pasado en la televisión española desde la borrachera de Arrabal en el programa de Dragó y, unos años antes, la entrevista de Paloma Chamorro a Genesis P-Orridge y la actuación de este con su grupo Psychic TV. Con Hernand, pues, regresó por un rato el espíritu de los ochenta, con su irreverente franqueza fisiológica de eructos y meadas, que en una mujer me quedan divinas (en un hombre tendrán también su público). Fue en ese contexto en el que Hernand piropeó a Sánchez llamándolo "icono", como a todo el mundo. Podría haberle llamado Erik Satie. Todos somos iconos, al fin y al cabo, y en este sentido Hernand fue una gran igualadora. Ignacio Jáuregui recordaba también los eructos y pedos de Gurruchaga con el desaparecido Senillosa, político que salió en otra ocasión duchándose en la tele con el culo al aire. De Senillosa, además de esto, recuerdo que por su boca oí por primera vez el nombre de Chateaubriand, cuyas Memorias de ultratumba son mi lectura cronogramada de 2024. ¡Todo encaja en este cambalache! 

5. Contra Hernand se alzaron las voces del "buen gusto", encarnadas, por ejemplo, en tertulianas de argumentario de partido y en adocenados figurones de la convencionalidad televisiva. Eso es el "buen gusto", al cabo. Por ello los petardos (¡de hombros desnudos!) de Hernand estuvieron muy bien tirados. 

6. El ministro Óscar Puente no se limita a ser un pedazo de carne orangutánica (¡no sabemos si comestible!), sino que encima piensa. Su idea de que la amnistía sirve para ahorrarle trabajo a la Justicia es brillante. Para seguir por ese camino, habría que despenalizar y/o amnistiar todos los delitos, y no solo aquellos que aúpan (y sobre los que se aúpa) el Gobierno. 

7. El problema de Carmen Calvo, nueva presidenta del Consejo de Estado, no es que, como se exige para el cargo, no sea una "jurista de reconocido prestigio". Es que "de reconocido prestigio" no es ni jurista ni ninguna otra cosa. 

8. Sánchez: "La única verdad de Feijóo es que todo en él es mentira". Los tiene cuadrados. Sánchez. (¡Idafe, dónde está lo de picar!) 

* * * 

15.2.24

Feijóo, niño dickensiano

Hay que comprender a Feijóo: mira por el escaparate de la pastelería cómo Sánchez se come todos los pasteles. Se los come porque puede comérselos; porque se lo permite y se lo permiten. Feijóo no tiene esa suerte, y la envidia. Con la carita pegada al cristal pone cara de niño pobre de Dickens. Se da pena, nos da pena.

La ola de suicidios políticos del PP sigue imparable. Se suicidó políticamente Casado (¿alguien se acuerda de Casado?) y Feijóo tuvo un primer suicidio como futuro presidente en las elecciones de julio. Como apuntó Ignacio Varela, Feijóo las tenía ganadas y él solito las perdió. A Casado lo comparé en su día (¡lo miro y hace solo dos años y dos meses!) con el Tiriti, aquel motociclista Carlos Cardús que se saboteó un campeonato que tenía ganado arrancando cables de su moto en la última carrera. Feijóo ha demostrado ser el Tiriti II. Y como sigue en competición, sigue saboteándose.

Hemos de resignarnos a que los políticos no sean nada, solo tecnócratas del poder. Esta es su esencia, su única función, su único valor (este último, tanto en la acepción de precio como la de principio). A partir de aquí, hay variaciones entre unos y otros, dependiendo (aparte del carácter singular de cada uno) de los límites que se pone y los límites que le ponen. De su, en resumidas cuentas, capacidad de maniobra; de su operatividad.

Feijóo llegó de Galicia a Madrid con el plan inmediato de ser presidente del Gobierno. De presidente (de la Xunta de Galicia) a presidente (del Gobierno de España), ese era su plan. Cuando el 23-J ganó las elecciones generales pero no le dieron los números, vio que Sánchez podía comerle el pastel, que fue lo que ocurrió. Feijóo, dickensianamente, veía en el escaparate de la pastelería los votos de Junts, de ERC, del PNV... todos esos pasteles a los que Sánchez tenía fácil acceso pero él no. Y no se resignaba. Lo intentó, pero los pasteles se mostraron refractarios. Su pecado fue intentarlo, pero un niño de Dickens no podía hacer otra cosa. ¡Era tanto el deseo!

Ahora el PSOE, que se comió todos los pasteles, le reprocha al PP que se le pasara por la cabeza probar alguno. La superioridad pastelera adopta también la escenificación de la superioridad moral. Forma igualmente parte de la lucha desigual, de ese tablero inclinado del que hablan Cayetana Álvarez de Toledo y Emilia Landaluce.

Pero es un error seguir hablando de los políticos: desde el 23-J creo que ya solo se debe hablar del electorado (o de aquellos, en todo caso, como subproductos de este). Es la censura moral de la prensa y los votantes afines a cada partido (o a su orientación ideológica) los únicos que pueden impedir que un político se coma determinados pasteles. La glotonería de todo político por el poder tira hacia los pasteles, y los cogerá y se los comerá si nadie le para severamente la mano.

A Feijóo se la han parado los suyos. A Alberto Garzón, por cierto, también: el chaparrón de críticas tras el anuncio de que iba a ingresar en el lobby transversal de Pepiño Blanco le ha hecho retractarse. Si Sánchez no tiene límites es porque su electorado no le pone límites, o porque él sabe ir ampliándolos pasito a pasito, como dice Daniel Gascón que se traspasan las líneas rojas.

Recaiga, pues, la censura moral (aunque inútilmente, claro) en el electorado del PSOE: ese sector de la población embarcado en una lucha guerracivilista sin concesiones por el poder, puro franquismo sociológico de adhesión al líder.

* * * 

11.2.24

'El País', los dos movimientos del sanchismo y Thomas Bernhard

[Montanoscopia]
  
1. El País fue nuestra Madeleine. En esta frase confluyen las dos tramas en que llevo enredado desde enero: Vértigo, por el ensayo de Manuel Arias Maldonado sobre la película de Alfred Hitchcock, y El País, por el despido de Fernando Savater y la despedida de Félix de Azúa. Sin ellos el periódico ya no existe; al menos, mi periódico. El que queda es un habitáculo bajo la histórica cabecera para los trumpistas del sanchismo. Estuvimos hablando de ello tras la presentación en Madrid de Ficción fatal, en la que se resaltó la tragedia del pobre Scottie, enamorado de Madeleine, la mujer inexistente que crearon para él. Arcadi Espada había argumentado en su podcast y en su columna de El Mundo que en realidad El País nunca fue lo que pensábamos que era. El periódico que amamos nunca existió. Entonces lo dije: El País fue nuestra Madeleine. 
 
2. (¡Otra entrada con el número dos!) El sanchismo ha fomentado dos movimientos simultáneos y en colisión, nefastos ambos a su manera: uno nefasto estéticamente, otro nefasto político-moralmente y ante todo intelectualmente. El primero, el energumenismo de los antisanchistas. El segundo, la obediencia ciega de los sanchistas. Los antisanchistas, fuera de nuestras casillas por las actuaciones de Sánchez, damos un espectáculo de obcecación que, aunque se corresponde con lo que está pasando, no queda bien y se desactiva a sí mismo. Los sanchistas, sin ninguna credibilidad porque se lo consienten todo al ya de sobra desacreditado Sánchez, se configuran como masa ciudadana perdida, acrítica, técnicamente franquista (de su Franco particular). Por los gobiernos de Sánchez sabemos algo que no sabíamos, o al menos no tan a fondo: haga lo que haga un presidente del PSOE, tendrá el apoyo incondicional por parte de los suyos. No hay conversación pública española. Solo hay una lucha de poder. Ante esto, no obstante, no debería incrementarse el energumenismo. Bastante es ya que se incremente la desesperación.  
 
3. De pronto parece que empieza a ganar en España el Estado de derecho. Su fortaleza es lo que se prueba cuando advienen al poder (por legítimos medios democráticos, eso nadie lo pone en duda, pese a la propaganda que emiten) sátrapas como Trump, Bolsonaro o Sánchez. Otra cosa es la sociedad traumatizada y tensionada que dejan detrás. Su planteamiento es técnicamente el de una guerra civil: el fomento de los dos bandos irreconciliables que luchan para imponerse el uno al otro. El Estado de derecho es lo que queda de la antigua reconciliación: lo que queda y lo que se proyecta si mantiene su fuerza. Que el Estado de derecho en su puro ejercicio formal parezca que toma partido solo es el síntoma de la embrutecida situación.  
 
4. Reordeno mi canon bernhardiano. A falta de Helada y Trastorno para haberme releído todas las novelas de Thomas Bernhard, pongo Tala, nada más terminarla, en la cumbre. Antes tenía Corrección, que sigue siendo la más radical y sin duda también una maestra, pero Tala es mejor: sublime, altísima en su nivel sin un solo decaimiento. Cerca estaría Maestros antiguos. Y luego, ya sí, Corrección. Junto a ellas, su otra obra maestra absoluta: la pentalogía autobiográfica (El origen, El sótano, El aliento, El frío, Un niño). Otras grandes novelas de las duras: las dos mencionadas al principio, Helada y Trastorno, más La Calera y Extinción. Otras grandes novelas de las ligeras: Hormigón, El sobrino de Wittgenstein (autobiográfica), El malogrado, , Los comebarato. Y los cuentos. Y las obras de teatro. No están mal los poemas. A la pregunta de por dónde empezar a leer a Bernhard: por Mis premios o por sus libros de conversaciones. 
 
* * * 

8.2.24

Teoría de la zorra

Por fin me he puesto "Zorra": ¡es una gran canción festivalera! Un poco de aire fresco para Eurovisión, ese horrendo espacio hortero-folclórico en el que se manifiesta la peor Europa posible: la que yo llamo "la Europa de las autonomías". Todos los países tomados por sus tics autóctonos, bailando y canturreando sus jotas o sevillanas particulares. O peor: ¡sus aurreskus! Solo falta un etarra de cada país recibiendo el homenaje mientras devora pintxos pagados por el caserío. Frente a ellos, España manda a una emisaria hedonista, moderna, ¡savateriana!
 
Ya mencioné el canto a las "guarras y cachondas" de Fernando Savater en Carne gobernada. Allí cita esto memorable de Fernando Villalón: "Me gustan las mujeres que se quitan las medias a patadas". "Cachonda" se suele decir elogiosamente, con complicidad, jamás como insulto. "Eres una cachonda" no es ni puede ser un insulto, aunque lo pretendiera el que lo dice. "Eres una guarra" o "eres una zorra" sí pueden serlo y lo son habitualmente. Aunque no lo son necesariamente. En la frase de Savater no lo es. En la canción de Nebulossa tampoco. Son palabras redimidas ahí, por la intención del emisor o la emisora. Palabras desafiantes.
 
Ya lo hicieron en los ochenta las inevitables Vulpes con "Me gusta ser una zorra". Arremetieron entonces contra la canción las derechas nacionalistas y la derecha nacional, encabezadas por el Abc de Ansón, que montó una campaña de aúpa. Ver ahora a las feministas que claman contra "Zorra" alineadas con el Abc de Ansón es uno de los escasísimos premios que tiene cumplir años. Poder establecer estos puentes: ver exactamente de dónde manan la moralidad, la religión, la represión.
 
Esta provocación está muy vista, desde las frases de Mae West a la canción "Bitch" de los Rolling Stones, que recordaba nuestra Ruby Tuesday, o varias de Almodóvar & McNamara. Pero las ampollitas que ha levantado "Zorra" prueba que sigue estando operativa. El empaquetado de Nebulossa es inteligente, puesto que le rinde al espíritu de la época el "empoderando" y la coreografía de zorras masculinas (tacones, cueros y culos). Lo que hace es adueñarse de la imprecación y habitarla sin victimismo, sin culpa; con valentía y placer. Tal vez aquí haya una clave, por cierto. La zorra, además de obtener placer, lo da. A los hombres. Este es el problema para algunas antizorras.
 
Otra cosa, naturalmente, es que los hombres no estén a la altura de la mujer que se declara zorra. Lo escribió Jaime Gil de Biedma en los años sesenta en su poema "A una dama muy joven, separada". A esta, que ha abandonado su matrimonio, le dice el poeta: "Hoy vestida de corsario / en los bares se te ve / con seis amantes por banda / –Isabel, niña Isabel–, // sobre un taburete erguida, / radiante, despeinada / por un viento solo tuyo, / presidiendo la farra". Después: "De quién, al fin de una noche, / no te habrás enamorado / por quererte enamorar! / Y todos me lo han contado". Termina con estas dos estrofas crudas: "Que la sinceridad / con que te has entregado / no la comprenden ellos, / niña Isabel. Ten cuidado. // Porque estamos en España. / Porque son uno y lo mismo / los memos de tus amantes, / el bestia de tu marido". Contra estos, lo que proclamaba Agustín García Calvo (incluso, me resigno a ello, en la voz y con la musiquilla nada eurovisivas de Amancio Prada): "Libre te quiero, / como arroyo que brinca / de peña en peña. / Pero no mía".
 
Las cosas estaban así hasta que Pedro Sánchez ha incorporado a las zorras como entes gubernamentales. Para el presidente es o "Zorra" o el "Cara al sol". Menudo corte de rollo. 
 
* * *