27.12.12

La España negra

Impresiona el aspecto de Oriol Junqueras: con él ha regresado a la escena política española un tipo humano que no se veía desde el Conde-Duque de Olivares. Esta irrupción del siglo XVII en nuestros días me reafirma en la idea de que nuestros nacionalistas son, en verdad, “lo que queda de España”; de la peor España de todas: la España ceporra, la España negra. El hecho de que la nieguen verbalmente, de que digan negarla, da igual: nadie se parece más que ellos a los personajes de nuestro sórdido pasado. Quizá su negación aparente ha sido la astucia que esa España ha encontrado para mantenerse en lo esencial.

A veces también pienso, extremando la analogía, que era a ellos, a los nacionalistas, a los que se refería Franco con lo de que todo lo dejaba “atado y bien atado”. El lector deberá resignarse a que cite una vez más a Borges, pero me he acordado a propósito del relato “Deutsches Requiem”, recogido en El Aleph. El protagonista es un nazi que ve en la derrota de Alemania, paradójicamente, un paso hacia la consecución de lo que Alemania se proponía; y escribe: “Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas”. De igual modo, por culpa del nacionalismo pervivieron durante nuestra Transición cepas reaccionarias equivalentes a las franquistas. Da igual que se cambiase la bandera española por la catalana o la vasca: el repulsivo acto de “envolverse en la bandera” o de apelar a fuerzas oscurantistas a las que “no pararán ni tribunales ni constituciones” se ha seguido practicando. Esa frase, ya tristemente célebre, la dijo Artur Mas, y tiene el dudoso honor de ser lo más fascista que se ha dicho en Europa en 2012.

España, evidentemente, no es ejemplo de democratización ni de nada, y menos en nuestras desesperantes circunstancias actuales. El anhelo nacionalista de “salirse de España” es, de hecho, un anhelo acertado: en efecto, esa sería la solución. Lástima que sea imposible: especialmente para ellos, que son hoy quienes mejor representan lo peor.

[Publicado en Zoom News]

25.12.12

¿Habrá sido el salchichón?

Los de Campofrío no han andado finos con su promoción de España, adosándola a sus chorizos y salchichones. Hubiera sido más propio el chopped, que tiene que ver con lo indefinido de nuestra situación; o quizá la mortadela con aceitunas, tan mediterránea. Tratar de animar a los españoles hablándoles de chorizos es como mentar la soga en casa del ahorcado. Pero es más fúnebre lo de los salchichones. Los coleccionistas de últimas frases de personajes célebres sin duda recordarán la del poeta Paul Claudel: “Doctor, ¿usted cree que habrá sido el salchichón?”. Con esto en la mente, el anuncio tiene un inquietante tufo a defunción, reforzado por el aspecto de enterrador de Fofito.



La semana pasada se publicaron espléndidas disecciones del anuncio, como la de Rafael Latorre aquí en Zoom News, o la de Iñigo Sáenz de Ugarte en eldiario.es. Concuerdo con ambas, aunque sobre la segunda habría que hacer algunas puntualizaciones. Me limitaré a una: Sáenz de Ugarte incluye a Zapatero entre los objetos de su crítica... pero solo al Zapatero “postmayo 2010”. Esto no tendría por qué afectar necesariamente a la coherencia de su, como digo, en general acertado artículo: salvo porque el Zapatero “premayo 2010”, al que deja fuera, se sirvió de aquel delictivo vídeo electoral de 2008, “Defender la alegría”, del que este de Campofrío parece el reverso, o mejor, la consecuencia. A la depresión conduce, entre otras cosas, el optimismo insensato que no hace caso de la realidad hasta que la realidad se viene encima.



Los dos vídeos constituyen un díptico que resume nuestra historia reciente. Ambos incurren en el mismo error: lo remiten todo al estado de ánimo. Aunque hay que reconocer que el de Campofrío vende un mejor producto: no España, ciertamente (que vende fatal), sino embutidos. El del PSOE solo vendía a ZP.

[Publicado en Zoom News]

24.12.12

La lección

No sé cómo calificar la experiencia. Solo sé eso: que ha sido una experiencia. Después de haber pasado diez días en Madrid, felices y flotantes, pese a las conversaciones sobre la crisis, pese a las historias de desesperación, marqué el número de un amigo para dar una vuelta por Málaga. Un amigo al que a veces rehúyo. Lo llamaré J.

Debería esbozar un retrato de J., para ponerle algo de carne a lo que voy a contar. En su día lo definí como “troglodita urbano”: alguien que ha saltado de la Edad de Piedra a la Edad de Plástico sin pasar por la civilización. Un personaje estrafalario, divertido pero también cargante; de esos que definen con su presencia el encuentro, de un modo irremisible. Nos hemos reído mucho con él, pero también de él. Y en ocasiones, siendo su presencia tan determinante, tan abrasiva incluso, lo hemos evitado. Desde hace un tiempo, sin embargo, cuando otros amigos que yo prefería se han destapado como basurillas, vengo teniendo por J. una consideración más sentimental. No por ello deja de excederme; pero hay un núcleo que he detectado, y que me emociona: todos los defectos de J. son a pesar de J. Uno lo ve y, ciertamente, aparece cargado de defectos. Pero él casi no es responsable de ninguno. Está en lucha y en tensión, intentando conocerse sin lograrlo; sus defectos son una consecuencia de ello, y también de la impericia, y de ciertas dificultades a la hora de percibir las situaciones. Me quedé impresionado el día que caí en que, en todos los años que hace que lo conozco, nunca le he visto hacer el mal. Ha causado problemas y protagonizado estropicios, pero ni una sola mezquindad, ni una sola canallada. Hemos tendido a considerarnos mejores que él, pero somos peores. La tragedia es que, pese a ello, no solemos estar dispuestos a afrontar su compañía. (Es una situación trágica, limpiamente trágica; y el discurso se me va al plural porque hay derivaciones hacia el coro).

Últimamente J., que siempre había tenido algo mesiánico, se dedicaba a hacer prédicas que solo podrían calificarse de humorístico-políticas. Estuvo implicado, entre otras cosas, en el movimiento del 15-M malagueño; aunque a su estilo inasimilable: a los propios del 15-M les sobrepasaba. Sus prédicas lo hacían más pesado; aunque, como digo, estaban atravesadas de humor; y a estas alturas de la vida se había convertido en un individuo en verdad entrañable. J. llevaba unas semanas con ganas de quedar conmigo, pero yo, como de costumbre, lo estuve eludiendo. A mi regreso de Madrid me sentí con energía y le llamé. Por el teléfono no sonó su voz, sino un sonido gutural, algo así como los gruñidos de un simio o un homúnculo. Tras un forcejeo fónico (en que pasé de la incomodidad al horror, a la sensación de que era una broma, o de que era incluso un hermano grimoso que tiene, para volver otra vez al horror), entendí lo que me estaba diciendo, que lo transcribo en prosa legible, pese a que los fonemas salían, como digo, guturalmente, encriptados en los gruñidos: "He tenido un accidente... Pero puedo quedar". “¿Un accidente de coche?", le pregunté. "No". “¿Una caída?”. “No”. “¿Pero qué tienes?”. “Las mandíbulas... rotas”. “¿Estás desfigurado?". "No".

Lo vi en media hora y, en efecto, no estaba desfigurado. Su aspecto era el de siempre, solo que con el rostro crispado, sobre todo en la parte inferior. Una mezcla de resignación y pesar; aunque su mirada era inesperadamente suave, casi dulce. No podía abrir la boca. Si separaba los labios se le veían, paralelas a los colmillos, unas cerdas como las de los violines, aunque más finas: eran las ataduras de sus mandíbulas. Esto era lo único nuevo en él, junto al mencionado rictus, la imposibilidad de pronunciar palabras y el incremento de su gestualidad (tanto manual como facial) a la hora de intentar expresarse. Venía de pasar una semana en el hospital, tras la operación. Era el primer paseo que daba. La historia es la siguiente: hace una semana un individuo pensó que J., en una de sus expansiones, estaba intentando ligarse a su chicaz; el individuo, en un arrebato entre psiquiátrico y latino, se fue a por J. y le dio un cabezazo en su mandíbula derecha, alzó la cabeza y le dio otro cabezazo en su mandíbula izquierda. Resultado: doble fractura de mandíbula. "¿Estás mal?", le pregunté. "No". "¿Te duele?". "No... Ha estado bien... Una experiencia". "Entiendo", le dije, "te lo has tomado como una lección". "Sí". "¿Qué lección?". Volvió a emitir un sonido gutural, apoyado en una agitación de los brazos, terminante. Tras algún esfuerzo, como con todo lo anterior, lo entendí: "Que me calle la boca".

[Publicado en Jot Down]

20.12.12

El finde

Esta vez el fin del mundo sí que nos llega en el momento ideal. Los apocalipsis anteriores se presentaban como unos aguafiestas, amenazando con cerrar el local justo en lo más divertido. Con el de mañana, en cambio, nos permitimos soñar: nos trae una promesa de eutanasia compasiva. Intuimos que el fin del mundo sí que serviría contra la crisis: acabaría con ella, junto con todo. Parece un precio razonable. Metería en cintura a nuestros nacionalistas. Eliminaría la indecisión de Rajoy, y también la amenaza de que suba Gómez o regrese Chacón. Resolvería, de hecho, todos nuestros problemas. De un plumazo. A estas alturas, la única manera de que no se acabe España es que el mundo se acabe antes.

Me acuerdo de lo que dijo Borges cuando le pidieron su veredicto sobre cierta novela: “Solo podría ser mejorada mediante su destrucción”. Aquí estamos en las mismas. Que mañana se terminase todo sería una salida honrosa. En cuestión de Humanidad, además, sería como si nos tocara el Gordo: todas las generaciones esperándolo y le sale a la nuestra. (El ángel de la trompeta vendría a ser un niño de San Ildefonso). Y además nos caería en finde, y al comienzo de las vacaciones. Siempre nos han funcionado las catástrofes que se acoplan a un periodo vacacional, así la del “largo verano” de 1936. De algún modo, sería como morirse durante el sueño. Se nos presenta la inmejorable ocasión de una blanca Navidad que sea absolutamente blanca. (¡Apuesto a que el Rey firmaría esta manera un tanto truculenta de ahorrarse su discurso!).

La verdad es que todo son ventajas. No tendríamos que soportar el nuevo disco de Álex Ubago, ni el victimismo de Mourinho (¡tan del Barça!), ni la enésima caída de la silla (¡iba a decir del caballo!) de Enrique Bunbury, ni los próximos titulares sectarios de Escolar o Marhuenda. Pero no conviene soñar. Con nuestra mala suerte, basta que el fin del mundo nos venga bien para que tampoco nos salga.



[Publicado en Zoom News]

19.12.12

Páginas amigas

Iñaki Uriarte (sobre cuyos Diarios escribí aquí y aquí) ha publicado en el nuevo número de Clarín una selección de notas inéditas de sus diarios posteriores, referidas a lecturas. Merece la pena hacerse con la revista solo por ellas: son una delicia, en el mismo tono (y nivel) de lo que ya conocíamos. Los lectores de Uriarte teníamos una única duda: si el saber de nuestra existencia le estropearía el estilo. En la primera nota, que me permito reproducir, vemos que no: la nueva circunstancia la ha incorporado con naturalidad, y él ha seguido escribiendo en el espacio que le quedaba; que por fortuna es mucho todavía.
PABLO ME REGALÓ “EL CUADERNO ROJO”, una breve y graciosa autobiografía de Benjamin Constant. Compré también su “Diario íntimo”, recién traducido.

Un año después de haber comenzado el diario, Constant lo relee. “Me divierte pasablemente hacerlo”, dice. Y añade: “Al comenzar me había prometido no hablar sino para mí, y sin embargo es tal la influencia del hábito de hablar para la galería, que por momentos lo he olvidado”.

Yo estoy seguro de que ahora escribo menos páginas en estos archivos porque tengo galería. A los tres amigos habituados a leer cada año algunas de ellas, se han sumado los lectores de “Clarín”.

Constant no permitió leer el diario a nadie y no se preocupó de que se conservara tras su muerte. Sólo se publicó en 1952. Era lo habitual entonces, en la “época del secreto”, como la llama Lejeune, un siglo que va desde 1780 a 1860, más o menos, cuando los Goncourt editaron su libro. En aquel siglo se escribían muchos diarios íntimos, pero a nadie se le pasaba por la cabeza la idea de publicarlos o de que algún día se publicaran. Lejeune dice que el diario de Constant es al diario moderno lo que las “Confesiones” de Rousseau a la autobiografía moderna. Su origen y modelo. Añade que el diario íntimo le sirvió a Constant para “examinarse en secreto”, “construirse una memoria” y “afrontar el futuro”. Lo de “examinarse en secreto” a mí ya no me vale. Tengo galería.
Su actitud es la más sencilla, y por ello escasamente practicada. El problema lo ha solventado con un salto limpio. Se trataba de no ignorar lo que había pasado: de acoger el nuevo dato, y seguir.

Estas "Notas de lectura" de Uriarte las he tenido en el pendrive durante la semana que he pasado en Madrid, sin encontrar el momento de entrar en una copistería para que me las imprimieran. Por fin lo hice ayer en mi primer paseo por Málaga. Me senté en una terraza con las hojas, me pedí un whisky y las leí. Felicidad al momento. Sensación de haber regresado y de estar con un amigo: compañía desde Bilbao (¡y Benidorm!), por el papel.

* * *
(21.12.12) Josepepe en su blog: "Estas hojas uriartísimas".

18.12.12

El payaso de las bofetadas

Crisis no es oportunidad, digan lo que digan el dichoso ideograma chino y los apóstoles de la autoayuda, que han convertido esta carnicería en una especie de moraleja de Paulo Coelho. Según estos, que son los Lehman Brothers del optimismo, al final habrá final feliz. Nos venden el bono basura del esquema judeocristiano (¡hay que rescatar este término!), para el que de la purgación de la carne se seguirá un beneficio espiritual. Pero no. Crisis es desgarradura. El tinglado se resquebraja y por las grietas aparecen las tripas de la realidad. Crisis es la verdad pasando a la acción: la verdad en forma de bofetada.

Lo fastuoso es que todo está presente y a la vista. Siempre lo ha estado, incluso antes del zarandeo. Llevo tiempo fascinado con el implacable espectáculo de la realidad: cómo nada sale gratis, cómo cada cosa se paga. La realidad es un contable holandés del siglo XVI y no se le escapa ni una monedilla. La crisis lo único que hace es dramatizar y visibilizar. Te empuja a la verdad aunque no quieras. Pero uno de los factores que operan es la resistencia a la verdad: y también esa resistencia se vuelve dramática y se hace más visible en situaciones como la de nuestros días.

Todo está en el mostrador: la crisis y las causas que nos han conducido a ella; que dicen protestar pero que en realidad la reafirman. Lo que está ocurriendo con respecto al “estado del bienestar” es una prueba excelente. Muchos de los que se exhiben defendiéndolo no es que se encuentren entre los cómplices de su ruina: es que siguen manifestando la misma conducta que ha contribuido a arruinarlo. Por ejemplo, la apropiación partidista (¡eso de que el estado del bienestar es una donación del PSOE!), la poca escrupulosidad en el gasto o el fomento de la conciencia de que el estado del bienestar es algo que “nos dan” o “nos quitan”; no algo que pagamos y por lo que nos hemos de esforzar. La mentalidad que late es la de la exministra Carmen Calvo: “el dinero público no es de nadie”.

La crisis, hoy por hoy, es esa simultaneidad de la herida y de lo que la ha provocado. Solo podrá empezar a ser una oportunidad cuando nos tomemos en serio las verdades que nos arroja y dejemos de recibirlas como el payaso de las bofetadas. En el ejemplo del párrafo anterior, cuando nos demos cuenta de que el dinero público es de todos.

[Publicado en Zoom News]

13.12.12

Consenso básico

He aquí un titular optimista, aparecido ayer en la web de El Mundo durante la sesión de control al Gobierno: “Rajoy y Rubalcaba se culpan mutuamente de ‘destrozar’ el país”. Si obviamos los nombres propios (¡tenemos derecho a soñar!), nos encontramos con un consenso básico, al fin: el de que el país está destrozado, o se está destrozando. No es poca cosa. Para estos maestros en escurrir el bulto, haber llegado a un diagnóstico tan demoledor constituye una proeza.

La crisis ha crecido hasta volverse insoportable por una doble negación. Primero, la negación del Gobierno del que formaba parte Rubalcaba. No fue una simple negación pasiva: a quienes avisaban de la crisis se les acusó de antipatriotas y de cenizos. Negar la crisis era “defender la alegría”. Segundo, esa otra forma de negación que consiste en no tomarse la crisis en serio, como hicieron Rajoy y su equipo. Y no se la tomaron en serio porque, si no, no se explica que llegaran al poder sin tener ni idea ni haberse preparado adecuadamente.

De manera que el que los dos den por hecho que el país está destrozado, o destrozándose, supone un avance por el que nos debemos felicitar. Pero sin conformarnos aún. Con un empujoncito, Rajoy y Rubalcaba podrían ponerse de acuerdo en algo más. Es conocido el dicho de Schopenhauer sobre las naciones: “Cada nación se burla de las otras y todas tienen razón”. Este esquema valdría para completar el titular de El Mundo: “Rajoy y Rubalcaba se culpan mutuamente de ‘destrozar’ el país... y los dos tienen razón”. Si cada uno se la concediera al otro, no solo resultaría cortés, sino además acertado.

[Publicado en Zoom News]

12.12.12

Premio para el infractor

Para entretenerme en estas fechas prenavideñas voy diciendo por ahí que estoy montando un belén antipapal, solo con la mula y el buey, y que no sé aún a cuál pondré en el pesebre. Nadie se inmuta, ni yo pretendo que se inmute nadie. El escándalo ha muerto y las provocaciones son ejercicios de nostalgia. En las meriendas de la burguesía podrían ir perfectamente junto a las pastitas del té. Solo los nacionalistas y los musulmanes más recalcitrantes tienen a bien escandalizarse hoy, lo que les sitúa en un lugar intermedio entre la señorona y el inquisidor. Sí causaría revuelo que me metiese con Mahoma, o que propusiese para Cataluña , por ejemplo, la figura del casteller caganer, repartiendo piramidalmente su manjar... Pero, salvo por ellos –restos decimonónicos y medievales–, el negocio de incordiar se ha puesto imposible. Cuando aparece un presunto incordiador, tipo Risto Mejide (aquí en Jot Down), no se engañen: no está incordiando, está facturando. Si se fijan, su boca no emite boutades, sino bibelots (¡eso de Julia Otero como prueba de que la inteligencia es sexy!).

El provocador gratuito, de todas formas (y yo he jugado a serlo), solo pretende hacer estallar un petardo. Se trata de llenar la tarde con una explosión inofensiva. Aunque funcionase –aunque la explosión asustara a las viejas–, no dejaría de ser trivial. Y el provocador lo sabe. Puede ser patético, o pesado; pero no tonto. Una figura cercana, pero más grave, sería la del rebelde, la del rebelde con causa. Este no se mueve por estética, sino por ética; no para pasar el rato, sino para pasar la vida. Solo que la rebeldía, como el escándalo, está sujeta a una dialéctica. Del mismo modo que se escandaliza en función del contexto, se es rebelde con respecto a algo: a una norma o a una orden. Y si este algo muda, el carácter de la rebeldía ha de mudar también. No se puede ser estáticamente rebelde. El que pretende que su rebeldía está fijada de una vez por todas, no es más, en último extremo, que un sumiso del pasado.

La concesión del Premio Cervantes a José Manuel Caballero Bonald ha resultado regocijante, en este sentido, por la retórica generada. Desde el punto de vista literario, me parece un premio justo: Caballero Bonald es buen poeta y buen prosista. Pero en los artículos que lo celebraron no se hablaba solo de literatura. Se hacía hincapié en ciertos valores extraliterarios del autor, fomentados por él mismo en sus declaraciones y en el título de alguna de sus obras. Repasando únicamente lo escrito en El País y en El Mundo, nos encontramos con que a Caballero Bonald se le califica de rebelde, infractor, insurrecto, insumiso, heterodoxo, discrepante, disidente, desobediente, insobornable... No está mal para que le terminen otorgando a uno el máximo galardón del Estado y le telefonee, para decírselo, el ministro de Cultura. Ante semejante refutación de toda una vida infractora, al autor no se le pasa por la cabeza que algo ha debido de hacer mal, si infringir era su propósito; o que, después de todo, no era para tanto. Al contrario, insiste: “No sé si yo era el candidato más oportuno para el PP”.

Me ha recordado a un esperpéntico episodio reciente: el de Paco Ibáñez ofreciéndose como “soldado” para la lucha catalanista... sin retirar de su repertorio lo de “cuando la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual / que la música militar nunca me supo levantar”. Si Caballero Bonald e Ibáñez no perciben sus contradicciones es porque la lucha que libran no es actual, sino pretérita. En su día se opusieron al poder, y ahí siguen: oponiéndose a aquel poder. Las posteriores encarnaciones efectivas del poder se les escapan, y por lo tanto no las combaten (incluso son cómplices de algunas). En realidad, lo que llevan a cabo no es propiamente una lucha, sino la escenificación de una lucha: una manera de mostrarse, una pose. Y al no ser confesa, como en la del provocador gratuito, resulta tramposa: puesto que presenta como ética lo que en el fondo es una estética. Lo cual, por otra parte, sí que constituye una infracción.

[Publicado en Jot Down]

11.12.12

El poder del tertuliano produce monstruos

El ministro Wert es la demostración de por qué los opinadores no debemos, bajo ningún concepto, tocar poder. Se nos va la cabeza, que es lo único que tenemos. Bueno, cabeza y boca; no necesariamente conectadas. Además, no servimos. Nuestra lucha no es la de hacer cosas, sino la de tener razón. Y en un ministro, el empeño por tener razón va contra su cometido de hacer cosas.

En este Gobierno tan mediocre de Rajoy, el ministro Wert parece ser el encargado de dar todo el espectáculo. Se muestra al tanto de su función, y sonríe autosatisfecho. Sin duda se cree brillante; pero solo es llamativo. Escribo esto horrorizado, porque yo sería igual. Los columnistas y los tertulianos vemos en Wert lo que seríamos si estuviéramos en su sitio. Wert es el monstruo que llevamos dentro. La vergüenza que sentimos por él no es ajena, sino propia. Nuestra única virtud, al cabo, es negativa: no estar ahí. Una virtud modesta pero valiosa, porque nos ahorra un aluvión de defectos.

Curiosamente, en estos tiempos de desprestigio de los políticos, el caso Wert podría leerse como una reivindicación, a contrapelo, de los mismos: los políticos que ante todo son eso, que conocen el lenguaje de su oficio y que no mezclan sabores. La profesionalización de la política es mala; pero quizá sea peor el desembarco de personajes que están en otra cosa: más que aire fresco, suelen traer entrecruzamiento de cables. El sueño del rey filósofo está desprestigiado desde Platón, y siempre que un hombre de ideas ha obtenido poder, los resultados han ido de lo risible a lo siniestro. Lo ideal sería un político con una conciencia clara de lo que hay que hacer y con la habilidad para hacerlo. Las palabras también serían en él fundamental: para debatir, para racionalizar y para convencer. No para picarse por ellas como un tertuliano.

En España el principal problema ni siquiera es la crisis: es la educación (anterior en todos los sentidos, temporal y conceptualmente). Tener a un ministro más ocupado en exhibirse que en afrontar dicho problema constituye una auténtica desgracia.

[Publicado en Zoom News]

6.12.12

Un respeto a la dama

Hoy me voy a poner sentimental y voy a dedicarle unos cariñitos a la Constitución. Al fin y al cabo, es nuestra gran mujer maltratada, a la que todo el mundo se siente con el derecho de golpear y de decirle lo mala que es. Yo soy un esteta como el que más y a mí tampoco me gusta, por supuesto. Tiene ya treinta y cuatro años, pero aparenta el doble. Nos hemos cansado de tenerla, nos aburre, solo le vemos fallos. Y sobre todo, como nuevos ricos de una pureza que nos arrogamos de repente, nos sentimos avergonzados de que naciera del apaño y no del heroísmo. Sin reconocer que ha sido justamente esto lo que ha posibilitado algo inédito en España: varios lustros razonables.

Aquí las que nos gustan son las mujeres guerreras e inútiles, como esa Pepa que sí celebramos sin tapujos, y que nos sirvió para soñar, pero no para vivir. El roce con la realidad es lo que nos desagrada; la negociación con lo que hay. En su Historia mínima de España (ed. Turner), Juan Pablo Fusi nos recuerda la complejidad de los problemas nacionales que no logramos resolver en varios siglos. La imperfección de la Constitución, su cualidad de apaño e incluso de chapuza, no es un capricho, sino un reflejo de esa complejidad. Es una Constitución sanchopancesca más que quijotesca. Pero habría que respetar un dato: el hecho históricamente contrastado de que, tras mucho darnos de cabezazos con lo segundo, solo nos ha funcionado lo primero. A los que en la actualidad reaparecen, pues, “cargados de razón”, deberían bajárseles los humos.

Por lo demás, hay algo que pasa inadvertido, entre tantas esplendideces: y es que, a lo largo de estos treinta y cuatro años, donde nos ha ido peor ha sido justo donde la Constitución se ha aplicado con tibieza, no se ha cumplido o se ha traicionado. Un respeto, pues, por esta dama: si ha envejecido más de la cuenta, es porque le hemos dado mala vida.

[Publicado en Zoom News]

4.12.12

Dueto de estadistas

Felipe González y Aznar compartieron en el pasado una ventaja, para la que se necesitaban mutuamente: y es la de que nunca pudieron sermonearnos los dos a la vez. Cuando uno estaba arriba, el otro estaba abajo, y viceversa; de manera que solo uno llevó en cada momento la voz cantante. Anteayer domingo, en cambio, se produjo esa inédita simultaneidad: un dueto con los dos arriba. El que lo definió bien fue Rubén Amón, en su justamente celebrado tuit: “Aznar es portada de El Mundo y Felipe González, de El País. Me han dado ganas de pagar los periódicos con pesetas”. De estos elementos, quizá el único que el españolito eche realmente de menos sea el monetario.

Los últimos tiempos han sido pródigos en elogios a González y a Aznar (al menos por parte de sus sectores), por comparación con quienes les sucedieron. La lección del domingo es que esos elogios dependen de que no se muestren demasiado. Como se les vaya la mano en la exhibición, vamos a terminar reconciliándonos con el presente. Es verdad: habida cuenta de lo que hay, tienen margen de sobra. Pero no nos olvidemos de una cosa: de lo que hay, tanto en sus respectivos partidos como en el país, les cabe a ellos su “cuota parte” (como diría González) de responsabilidad.

Una vez que ambos salieron del poder, nos hemos venido enterando de que fueron grandes estadistas. Cabe achacar a la mala suerte histórica de los españoles el no haberlo sabido cuando aún nos gobernaban. Bromas aparte, la verdad es que sí, cada uno en su estilo, daban la imagen de estadistas: se les veía pisar con presencia (en lo bueno y en lo malo) por el mundo, y de puertas para adentro parecían tener idea; algo que a estas alturas suena a milagro. Pero los efectos de un gran estadista supongo que son los que se ven a largo plazo, igual que los efectos de un buen educador. Si tenemos hoy el Estado hecho unos zorros, no será porque hayan pasado muchos “grandes estadistas” por él.

[Publicado en Zoom News]

30.11.12

La salud y los dones



De entre mis aforismos más queridos de Nietzsche, que copié aquí, tengo presente desde este verano uno en especial:
La salud se anuncia: 1) por un pensamiento con un vasto horizonte; 2) por sentimientos de reconciliación, de consuelo, de perdón; 3) por el melancólico reírse de la pesadilla con que hemos estado peleando.
Resulta menos nietzscheano, sin embargo, que lo ilustre con Brahms, al que Nietzsche no apreciaba; aunque ese tercer movimiento del concierto para violín suena más celebratorio que melancólico. Y está la violinista. Julia Fischer, que, según mi amigo Palomo, es también pianista. Palomo fue el que me grabó el concierto de violín de Brahms, y a esa música va asociado mi curso de Filosofía en Málaga. Mis cursos de Periodismo en Madrid, en cambio, van asociados a las sonatas para piano de Mozart y a la D. 894 de Schubert. Una tarde, en mi cuarto del colegio mayor, mientras sonaba el último movimiento de esta, leí el "Otro poema de los dones" de Borges y se produjo una fusión mágica: el acorde.

29.11.12

Sin perdón



El vídeo en que militantes del PSOE piden perdón por los errores del zapaterismo incurre en el peor de los errores del zapaterismo: el recurso a lo sentimental. Viene a ser así, pues, una pescadilla que se muerde la cola. O el momento en que el zapaterismo (el espíritu del zapaterismo, ya sin Zapatero, pero con Chacón y Gómez en la sombra) consigue la autofelación.

A quienes deseamos que el PSOE se recupere, ese vídeo nos sume en el abatimiento, porque no supone un principio de regeneración, como pretenden sus autores, sino un paso más en la degeneración. Tiene gracia que incluyan, sin venir muy a cuento, una mención contra la Iglesia, para ganarse al público anticlerical. Yo soy anticlerical y lo que me repugna del vídeo es su profundo clericalismo de base: el tufo religioso que desprende, empezando por la palabra “perdón”. Estas exhibiciones, por lo demás, solo funcionan en el mundo protestante: allí van cargadas de densidad moral y culpa verdadera; el que pide perdón lo hace avergonzado. Aquí no son más que oropel barroco: una puesta en escena contrarreformista cuya única finalidad es vestir la apariencia.

La prueba es que a la petición de perdón de estos militantes no sigue la contrición, ni sigue el silencio. Ya que tanto se equivocaron, podrían autocuestionarse un poco y replegarse para reflexionar. Dudar de sí mismos, callarse preventivamente. Pero no. Desde el primer momento se colocan en la posición que piensan haber ganado (que se han fabricado para sí mismos) e intentan sacar ventaja de ella. Quieren rentabilizarla al instante. Se trataba, en realidad, de trazar una línea: y ponerse a salvo. No asumir la culpa, en realidad: sino salirse de ella. Para dejar solo al PP y atacarlo ya desde fuera. Como si toda la culpa fuese del PP. He aquí la verdadera función del vídeo: en contra de lo que proclaman, es una maniobra de autoexculpación.

Viene al pelo citar a Borges, quien en su poema “Cristo en la cruz” escribe, reformulando una idea de Oscar Wilde, que el perdón “puede anular el pasado”. El vídeo pretende eso: anular el pasado, eludir las responsabilidades. Lo que debe hacer el PSOE no es pedir perdón: sino asumir sus responsabilidades, y corregirse. Pero en el vídeo hay más de un atisbo de irresponsabilidad. En algunos momentos parece incluso que por lo que piden perdón no es por los errores de Zapatero, sino por su rectificación de última hora. Hablan del error de los recortes, y no del error de la política que condujo a ellos (¡la añoran en el propio vídeo!). Y piden perdón por no haber “reconocido la crisis a tiempo”. No por haber tachado de antipatriotas y de cenizos a todos los que la señalaban. Ni por seguirla negando en realidad: puesto que piensan que las medidas restrictivas son un acto de voluntad y no una consecuencia de la crisis.

El efecto, en fin, es ramplonamente publicitario. La impresión es que quieren colocarnos de nuevo la mercancía, y no se cortan al emplear técnicas de vendedores baratos, como ese irrespetuoso tuteo. En lugar de tanto pedir perdón, podrían empezar por tratar a los ciudadanos de usted.

[Publicado en Zoom News]

28.11.12

Sapiencia y carraspeos

No hay que entregarse a los premios de manera automática. Debe haber un segundo de cuestión acerca de si nos los tomamos o no en serio. Solo desde este suelo relativista es pertinente enfadarse o alegrarse. Hoy toca alegrarse, y con un absolutismo que desmiente lo anterior. Si hay una eminencia en nuestras Letras, con mayúscula, es el profesor Rodríguez Adrados. Y la prueba es que, si no llega a plantarse en los noventa años, no habría recibido el Premio Nacional. Recuerdo que en mis años universitarios tenía un compañero que era alumno de Adrados en la Complutense. Un día le pregunté por él y me respondió (con su seseo canario): "Transpira sapiensia".

Una manera de celebrar la noticia, y de impregnarse del maestro, es escuchar las conferencias suyas que hay en la web de la Fundación Juan March. Todas son espléndidas, pero al que solo quiera asomarse le recomiendo especialmente dos: la de Tucídides y la de Eurípides (esta es la que lleva por título "Del eros trágico al eros feliz"). De los tres ciclos, mi favorito es el de 2003, con un Adrados ya pleno en carraspeos; carraspeos que se suman al swing (un swing delicioso, de erudito) con que siempre había hablado. Al principio chocan un poco; pero pronto uno se acostumbra a ellos, y más aún: se enamora. De entre las toses emerge Grecia, como de entre los cascotes de sus ruinas.

27.11.12

Muertos civiles

Ahora que se ha desinflado el Moisés catalanista y han remitido las aguas que intentaba separar tan chapuceramente, quiero dedicarles un momento a los muertos de estos días: esos personajes ajenos a la política a los que no hemos tenido tiempo de prestarles atención, y que yacen en las playas hoy mansas de la actualidad. Según mi recuento: Miliki, José Luis Borau, Tony Leblanc, J.R., Juan Carlos Calderón, Pablo Pérez-Mínguez, y para el lector de mi tierra también Viberti, mítico futbolista del Málaga.

Eran muertos civiles, y de repente esta cualidad me parece de lo más saludable. En contraste con el lodazal de la campaña política por la que acabamos de pasar, protagonizada en su asfixiante mayoría por sujetos bajunos, estos personajes se han muerto dejando solo una estela de payasadas, números de circo, películas, actuaciones, maldades de guión, canciones, goles y fotografías. Formaron parte del entramado de la vida, de nuestras vidas; vivieron de su trabajo y se han ido sin molestar.

Una de las desgracias de estos últimos años, en España, es el peso que ha adquirido la política; no en tanto interés por los asuntos públicos, sino como elemento sectarizante y acaparador. Nos olvidamos de que la Transición también se hizo con frivolidad, con ligereza, con tolerancia. La gran contribución política de un Almodóvar, por ejemplo, pese a lo que él se crea, no son sus adocenados posicionamientos actuales, tan de cantautor, sino la gracia con que en su juventud abrió brechas para que respiráramos. Con aquel espíritu tiene que ver, precisamente, lo que más me ha llegado estos días. Unas palabras del fotógrafo Pérez-Mínguez, recordadas a su muerte, tan ingenuas y a la vez tan limpias: “Mi padre sacaba la máquina cuando había celebraciones. Eso hacía de aquellos momentos algo especial. Entonces, pensé, si siempre tengo una cámara, siempre será maravilloso. ¡Y fue verdad!”. Lo fue.

[Publicado en Zoom News]

26.11.12

Érase una vez España

La Historia mínima de España, de Juan Pablo Fusi, que acaba de publicar Turner, no habría podido llegar en mejor momento. La crisis y la descomposición institucional en que andamos han tenido un efecto curioso: el de hacernos regresar a nuestro propio país. Durante los años de la europeización y la prosperidad parecía que nos habíamos despegado de él. A España, en efecto, no la reconocía ni la madre que la parió. Teníamos la sensación de vivir en un presente exento, libres de las fatalidades del pasado. La historia nacional parecía una historia extranjera. Se trataba, naturalmente, de una ilusión. En cuanto el globo se ha pinchado, hemos caído en el sitio que teníamos bajo los pies. Ahora volvemos a reconocernos en nuestros antepasados: la historia de España vuelve a hablar de nosotros mismos.

En esta de Fusi el reconocimiento viene potenciado por la velocidad. En dos o tres tardes –son menos de trescientas páginas– uno puede viajar desde el Homo antecessor de Atapuerca hasta Mariano Rajoy (no es broma: el libro termina con la llegada de este al poder en 2011). La concentración hace que se perciba el hilo, que no se pierda. En los últimos tiempos he leído otras dos historias rápidas, la Historia de Roma y la Historia de los griegos, ambas de Indro Montanelli. Hay un placer específico asociado al género, y es el de contemplar digamos que biográficamente una civilización: su nacimiento, su desarrollo y su muerte. Como si fuese un individuo compuesto de multitudes y milenios. El resultado es melancólico, pero en esa melancolía hay un germen de liberación, porque lo que suele imperar con semejante perspectiva no es la necesidad sino la contingencia. Son síntesis hechas no tanto del despliegue de una idea, como de la acumulación de vicisitudes. Estas, cierto, terminan conformando una suerte de personalidad (prefiero no usar la opresiva palabra identidad); aunque tan azarosa y sujeta al cambio, que hasta termina por desaparecer.

La diferencia de España, con respecto a las antiguas Grecia y Roma, es que por el momento no ha desaparecido. Su historia, por tanto, sigue en curso; y los que la leemos estamos todavía inmersos en ella, recibiéndola, padeciéndola y haciéndola. Si mantenemos la metáfora biográfica, es como si contempláramos, desde la edad presente, nuestras edades anteriores. La historia nos ofrece, pues, comprensión de nosotros mismos, y quizá posibilidad de rectificación; mas también cansancio acumulado, el peso de los acontecimientos. A propósito de las historias citadas de Montanelli, debo señalar que la Historia mínima de España se distingue porque Fusi es historiador, mientras que aquel es fundamentalmente periodista. Fusi no se regodea en las anécdotas, ni funda su estilo en la chispa, sino que sostiene un tono sobrio, de estudioso, cuya belleza reside en la contención. Su prosa es clara, explicativa, pero trazada con una elegancia que dignifica lo que cuenta. Hay también hermosura en el intento de objetividad; en el esfuerzo por ser ecuánime y ponderado.

La historia que nos ofrece Fusi es ilustrada, antidogmática, posibilista, respirable. No parte de una idea nacional preconcebida, ni esencialista, sino que va dando cuenta de lo que aparece en nuestro territorio, hasta que se conforma esto que llamamos España. La apertura conceptual en cuanto al nacimiento, se mantiene en lo concerniente al desarrollo: la relación de lo que va ocurriendo no escamotea el hecho que pudiera haber ocurrido de forma distinta. En realidad es como un cuento; no por lo que tiene de ficción, sino por lo que tiene de narración que avanza de un modo no predeterminado. Viene a ser un “érase una vez España”, elaborado con materiales de la realidad. El final del breve prólogo, en que Fusi esboza sus principios (como el de la aspiración “a analizar críticamente el pasado, a sustituir mitos, leyendas, relatos fraudulentos e interpretaciones deshonestas por conocimiento sustantivo, verdadero y útil”), dice así: “La historiografía de mi generación, nacida en torno a 1945, no tiene ya, probablemente, la elocuencia de los ‘grandes relatos’ que en su día compusieron la historia de España; pero tampoco su inverosimilitud”.

La obra está dividida en seis bloques: la formación de Hispania, la España medieval, la España imperial, el siglo XVIII y el fin del Antiguo Régimen, el periodo de 1808 a 1939 (“la debilidad del estado nacional”), y el de la dictadura a nuestra actual democracia. No voy a resumir el libro, con lo resumido que ya viene; pero sí quisiera señalar un par de aspectos que tienen que ver con la situación de hoy. En el discurso de Fusi, la transición iniciada en 1975 aparece como una fase en que España logra resolver, o atenuar, sus problemas históricos fundamentales; con un esfuerzo que es índice de la dificultad. Esa época, sin embargo, ya se ha terminado: ahora estamos en la “postransición” (que inicialmente leí, por cierto, en un lapsus, como “postración”). Habría comenzado con los atentados del 11 de marzo de 2004 y la victoria electoral de Zapatero. La presidencia de este supuso “la ruptura de consensos básicos vigentes, tácita o explícitamente, desde la transición. El PSOE parecía identificar ahora democracia con izquierda y nacionalismos; la idea parecía ser que, treinta años después de la muerte de Franco, las circunstancias españolas no eran ya las circunstancias de la transición”. Con este texto Zapatero debuta en los libros de historia, y no es un debut glorioso: “Pero el nuevo socialismo español, el socialismo de Zapatero, era un vago sentimentalismo progresista, asociado más a valores morales comunitarios que a grandes reformas económicas y sociales”. Dimos, pues, ese mal paso, y la economía ha hecho el resto. Ya nos encontramos otra vez en nuestra historia.

[Publicado en Jot Down]

23.11.12

Cuestionario Proust (2012)

Hace seis años que no respondo al Cuestionario Proust. ¡No sé cómo he podido dejar pasar tanto tiempo! Mi ánimo ahora es el de tomarme las preguntas con menos guasa que en 2006; pero no lo puedo garantizar.

Los principales rasgos de mi carácter
Entre la alegría y la melancolía; la lucidez y la ignorancia; la inocencia y la ironía. Y la desorganización.

La cualidad que prefiero en un hombre
Que sepa separarse un poco de su personaje.

La cualidad que prefiero en una mujer
Que toque el violín y tenga licencia de armas.

Lo que más aprecio de mis amigos
Me basta con que no sean fatigados crónicos ni zangolotinos.

Mi principal defecto
Soy un desastrito.

Mi ocupación favorita
Pasear escuchando conferencias de la Fundación Juan March.

Mi sueño de felicidad
Mi mujer de sexo de algas y de bombones antiguos.

Lo que para mí sería la mayor desgracia
Volver al pasado.

Quién me gustaría ser
El que soy, cuando alunice.

Dónde me gustaría vivir
En el hogar de la Recherche.

Mi color preferido
El de la piel con espuma.

La flor que más me gusta
La que se esconde tras un libro.

Mi ave favorita
El clítoris.

Mis autores preferidos
Nietzsche, Borges, Bernhard, Spinoza, Pessoa, Montaigne.

Mis poetas favoritos
Petrarca, Breton, Emily Dickinson, Octavio Paz, Eliot, Cernuda.

Mis héroes de ficción
Ulises, Leopold Bloom, Ricardo Reis.

Mis heroínas de ficción
Moby Dick, Molly Bloom y las francesitas de Rohmer.

Mis compositores preferidos
Mozart, Schubert, Jobim.

Mis artistas favoritos
Duchamp, Billy Wilder, João Gilberto.

Mis héroes en la vida real
Los que no siguen a la multitud para hacer el mal.

Mis heroínas históricas
Las bolcheviques enamoradas.

Los nombres que más me gustan
Los de origen netamente romano.

Lo que más odio
La miseria, en todos los sentidos.

Los personajes históricos que menos me gustan
Los recogenueces y los moisés.

La campaña militar que más admiro
La de Indurain en el Tour de 1992.

La reforma que más aprecio
Diré la que más desprecio: la Logse.

El don de la naturaleza que me gustaría tener
El de fulminar con un rayo.

Cómo me gustaría morir
Con la suavidad con que se pone el sol (ayudado por el whisky).

El estado actual de mi espíritu
Con burbujas.

Las faltas que puedo soportar
Las que no proceden de la traición.

Mi lema
"Ave atque Vale".

22.11.12

La bandera cleptómana

El patriotismo ya no es el último refugio de los canallas: ahora es el primero. De él nacen, a él se remiten. No es que delincan y luego se refugien en el patriotismo; es que parten del patriotismo para delinquir. Y casi no podía ser de otra forma, puesto que practican el patriotismo de forma delictiva. El patriotismo (o mejor, el nacionalismo) es su “modelo de negocio”.

He buscado la frase original de Samuel Johnson: “The patriotism is the last refuge of a scoundrel”. Esta última palabra puede traducirse por canalla, pero también por sinvergüenza, por bribón o por patán. En su traducción de la Vida de Samuel Johnson (ed. Acantilado), Martínez-Lage se decanta por sinvergüenza. Pero aún es mejor el comentario de Boswell al apotegma de su maestro: “Ahora bien, conviene reparar en que no quiso referirse a un amor generoso y real por nuestro país, sino al fingido patriotismo del que tantos, en todas las épocas y países, han hecho capote que encubre su propio interés”. La conversación tuvo lugar en 1775, pero el lector le habrá puesto una cara española (¡catalana!) de 2012.

La acusación concreta de estos días contra Artur Mas es algo sobre lo que deberá pronunciarse la justicia; y si se tratase de un infundio, el culpable deberá ser castigado, por supuesto. Pero más que el delito penal, quiero señalar el delito político. Ese automatismo –de Mas ahora y de Pujol en su día– de envolverse en la bandera para “encubrir su propio interés”; el recurso inmediato de la patria como autoexculpación. Porque en ese abuso se cifra el gran mal de nuestros nacionalismos: la consideración de la patria como una entidad abstracta superior, como un ente puro que no puede ser enjuiciado y que le garantiza la impunidad al que se pegue a él o hable en su nombre.

De algún modo, esa bandera en que se envuelven los nacionalistas es una bandera cleptómana: lo que le piden es que hurte el debate racional y la acción de la justicia. Es una bandera concebida para desplumarnos a todos.

[Publicado en Zoom News]

21.11.12

Contra 'España'

Brillante artículo, amigo Campos. Aplaudo su brillantez. Y me regocija que sea usted precisamente el que le haya aportado al independentismo el único balón de oxígeno real. Todo lo demás que he leído en favor de la independencia son paparruchas (lo cual, naturalmente, hará triunfar la independencia). En cuanto al contenido: lo suscribo, pero con una salvedad que en realidad le da la vuelta por completo. La de que hoy Cataluña es más “España” que España. Entendiendo por “España” eso que usted detesta tan acertadamente. Un saludo.

* * *
La paradoja del independentismo catalán: se encomienda la prosperidad de la región a algo (el seny) que el independentismo ha exterminado.

* * *
(22.11.12) Tsensacional respuesta.

(24.11.12) Grande Espada: "Un empeño moral".

20.11.12

Ni puede prometer ni promete

La noticia de que hoy se cumple el primer aniversario del triunfo electoral del PP ha caído como un mazazo: pensábamos que eran muchos más. Este año se nos ha hecho interminable, y lo que es peor: nos ha ido hundiendo en la amargura. Yo creo que en la última fase del zapaterismo, hasta los zapateristas pensaban que con Rajoy la cosa iba a mejorar. No hemos tenido esa suerte. Por el contrario, nos ha caído encima la desgracia de perder lo único que teníamos: la ilusión de que había alternativa. La crisis ahora nos la estamos comiendo a pelo. Y no nos la comemos con patatas porque no hay patatas.

En su día critiqué la decisión de Zapatero de escoger el 20 de noviembre como fecha electoral. Me parecía una jugada sucia: la culminación de su política de echarle al PP las culpas del franquismo (como si el franquismo no fuera a estas alturas transversal, con mucho antepasado del PSOE en él). Hoy recurro a esa fecha, porque el columnista echa mano de lo que tiene y siempre tiene una fecha. Tras el 20-N de 1975, mejoró el país: murió el dictador, se quitó de en medio el cadáver y llegó un presidente que decía “puedo prometer y prometo”. Tras el 20-N de 2011, en cambio, se mantuvo el cadáver encima de la mesa, pudriéndose cada vez más, y llegó un presidente que ni puede prometer ni promete.

El famoso latiguillo de Suárez, o más bien la ausencia de uno equivalente en Rajoy, resume más de lo que parece la situación. Tenemos un Gobierno simultáneamente huidizo y cafre. Huidizo a la hora de liderar, de dar explicaciones, de ofrecer una orientación; y cafre a la hora de pegar los tajos. El resultado es que, en vez de estar todos colaborando para ver si salimos de esta, cada cual está corriendo despavorido por donde puede. A la hora de sacrificarse, que es lo que ciertamente toca, no hay nada menos motivador que la arbitrariedad, la dispersión y la falta de razones.

En los anteriores presidentes podía apreciarse cómo la llegada al puesto les investía de poder. El caso más llamativo fue Aznar, que solo estuvo investido del mismo durante su estricto periodo presidencial, ni antes ni después. Con Rajoy no ha sucedido así. La broma de Zapatero ha resultado macabra: desde hace un año nos gobierna un cadáver.

[Publicado en Zoom News]

17.11.12

Branquinha



(Caetano Veloso)

Eu sou apenas um velho baiano
Yo soy apenas un viejo bahiano
Um fulano, um caetano, um mano qualquer
un fulano, un caetano, un colega cualquiera
Vou contra a via, canto contra a melodia
voy en sentido contrario, canto contra la melodía
Nado contra a maré
nado contra la corriente
Que é que tu vê, que é que tu quer,
¿qué es lo que ves, qué es lo que quieres,
Tu que é tão rainha?
tú que eres tan reina?
Branquinha
Blanquita
Carioca de luz própria, luz
carioca de luz propia, luz
Só minha
solo mía
Quando todos os seus rosas nus
cuando todos tus rosas desnudos
Todinha
todita
Carnação da canção que compus
encarnación de la canción que compuse
Quem conduz
quién conduce
Vem, seduz
ven, seduce
Este mulato franzino, menino
Este mulato delgado, niño
Destino de nunca ser homem, não
destinado a nunca ser hombre, no
Este macaco complexo
este macaco complejo
Este sexo equívoco
este sexo equívoco
Este mico-leão
este mono-león
Namorando a lua e repetindo:
cortejando a la luna y repitiendo:
A lua é minha
la luna es mía
Branquinha
Blanquita
Pororoquinha, guerreiro é
contraolita, guerrero es
Rainha
reina
De janeiro, do Rio, do onde é
de enero, de Río, de dónde es
Sozinha
solitaria
Mão no leme, pé no furacão
mano en el timón, pie en el huracán
Meu irmão
mi hermano
Neste mundo vão
en este mundo vano
Mão no leme, pé no carnaval
mano en el timón, pie en el carnaval
Meu igual
mi igual
Neste mundo mau
en este mundo malo.

* * *
Cuando traduje la anterior canción brasileña aquí, JollyRoger, además de ayudarme, me dijo algo que me convenció, en contra de este tipo de traducciones: "A mí lo único que me rechina un pelín es lo mismo que le ocurría a Unamuno: que proponía que los diccionarios castellano-portugués se limitasen a las voces cuyo significado no es evidente desde el significante, como tantísimas en español/portugués. Yo en lugar de traducciones del portugués prefiero acotaciones entre corchetes de las palabras difíciles". Me concenció tanto, que he estado casi seis meses sin traducir ninguna otra. Pero se ve que la pulsión va por su cuenta...

De "Branquinha", la palabra más complicada de traducir es pororoquinha, diminutivo de pororoca, que designa un fenómeno acuático que se produce en la desembocadura del Amazonas. Ana Nuño me dijo hace unos meses que para la desembocadura del Orinoco se emplea macareo. He optado por traducirlo por contraola, según la sugerencia de Lars Ölsen, que me ha indicado también la palabra inglesa backwash, choque de corrientes.

16.11.12

La velocidad adecuada

Retroprogreso es lo que me ha pasado a mí con el tren: desde que llegó el Ave a Málaga, he tenido que volver al autobús. Yo era feliz con el tren anterior, el Talgo 200. El viaje a Madrid duraba poco más de cuatro horas y daba para todo: para leer, para ver la película, para tomarse un café en el bar, para divagar con los paisajes. Todo en la medida justa: incluso el precio, perfecto en relación con el servicio. El Ave redujo a la mitad el tiempo, pero disparó la tarifa (parece que esta fue la primera en montarse en la nueva máquina). La consecuencia es que, con la alta velocidad, mis viajes son más lentos y penosos: duran dos horas más, en un asiento más incómodo, con traqueteo y curvas y sin la posibilidad de leer, porque me mareo.

Pero tampoco el Ave, que he probado un par de veces, es lo mismo: demasiado rápido, demasiado hortera. Lo ideal era el Talgo 200. Cuatro horas es una duración que no satura. Pero, al mismo tiempo, le dejaba aire al tránsito mental. Había sensación de viaje. Incluso brotaba alguna que otra ráfaga de aburrimiento. Daba tiempo para aburrirse y, por lo tanto, para pensar; para las sedimentaciones. Uno llegaba a la otra ciudad como quien llega a otro sitio.

Era como una odisea en píldora. Una píldora con la dosis exacta. Al final te cansabas un poquito, pero ya estabas llegando. Durante unos años viví entre las dos ciudades y el Talgo 200 me otorgaba la transición justa. El efecto es que mis dos vidas alcanzaron a ser distintas, complementarias. Ahora en mi recuerdo es como si hubiera vivido el doble. O el triple: porque mi vida en el Talgo 200 tiene sus perfiles propios. Una vida de lectura y de música, con el paisaje pasando. Una habitación con vistas que se mueven.

Aunque también aparecían los monstruos en aquel viaje. Eran los tipos, con pintas de tratantes de ganado, que iban haciendo sus negocios por el móvil. Si te tocaba uno cerca, se acabaron los placeres. Pertenecían a la estirpe que ha dominado el país en los últimos lustros: ese conglomerado de constructores y políticos que ha sido el que ha liquidado los eficientes Talgos 200 para imponer los pretenciosos Aves; es decir, el que nos ha devuelto a muchos al autobús. Mirado con perspectiva, tenía algo de invasión bárbara: allí estaban, dentro del civilizado recinto, pero horadándolo. Mientras el tren proseguía su apacible marcha, ellos ya habían empezado a sacarnos de él.

[Publicado en Jot Down, especial en papel 1]

15.11.12

Huelga a la carta

Mi primera huelga general, la de 1988, me pilló con veintidós años (¡edad gloriosa!) y yo no sabía muy bien en qué se iba a traducir aquello. Se le daba mucho bombo, pero, como a lo largo de la Transición se le había dado mucho bombo a tantas cosas, no lograba discernir en qué iba a cifrarse su especificidad. Lo supe al segundo: cuando a las cero horas de aquel 14-D la emisión de TVE se cortó. Al que no lo haya vivido, le resultará difícil imaginar qué significaba aquello. La tele lo era todo. Atravesar un día sin tele era como atravesar el desierto del Gobi sin cantimplora. Nada más nacer, pues, aquella huelga había triunfado.

Hoy el equivalente sería que se cortara internet: solo entonces el resultado resultaría rotundo. Ni siquiera el corte de la tele (de las teles ya) implicaría gran cosa. Internet es el medio que hace transitable la realidad, el que le da persistencia. En este instante parece que hay una huelga ahí fuera; suenan a ratos, por ejemplo, sirenas y helicópteros. Pero aquí en la pantalla, mientras escribo, se mantiene el flujo. Aquí la huelga no ha penetrado. Al contrario: todo el mundo trabaja. Los que apoyan la huelga también.

Yo aún no he salido a la calle y no sé lo que está pasando. Pregunto por mails que envío a Madrid, Sevilla, Córdoba y Málaga. Una amiga me dice que trabaja, que de ocho que son en la oficina han hecho huelga tres. Otra pasó la madrugada con los piquetes y ha salido con el brazo morado. Otra, que es profesora, se ha quedado en casa. Una pareja ha ido a trabajar y otra no. Miro la prensa digital. En el diario de Escolar la huelga es un éxito. En el de Losantos, un fracaso estrepitoso. Titulares respectivos en este instante (15.05h): “Los sindicatos cifran en el 80% el seguimiento del 14N”; “Toxo y Méndez cosechan el mayor fracaso en la historia de las huelgas”. La realidad es tan ancha, que cada cual encuentra en ella lo que busca.

Los periodistas de los distintos medios están de servicios máximos, porque se lo tienen que currar: han de cocinar para sus menús el tipo de huelga –fracasada o exitosa– que demandan sus comensales. El 15-N cada lector desayunará su particular huelga a la carta. Y al que se le ocurra picotear en varias, acabará con el estómago revuelto.

[Publicado en Zoom News]

13.11.12

No les cabe la menor duda

Hay razones para hacer huelga. Pero caben dudas al respecto, la principal de las cuales es si resulta conveniente hacerla. El ciudadano con el que me identificaré mañana será el ciudadano atribulado. El que, haga lo que haga, no sepa muy bien si está en lo cierto y pase un día melancólico. Con este ciudadano, obviamente, no se va a ningún sitio.
A otros, en cambio, les pasa como al del chiste: son tan pequeños (de pensamiento al menos), que no les cabe la menor duda. Viven en un mundo de buenos y malos. O mejor dicho: en un mundo en el que ellos son los buenos y los otros los malos. Es un mundo de apariencia doliente, pero reconfortante en lo íntimo. Estar siempre entre los buenos da mucha paz. Así los protagonistas del vídeo pomposamente titulado “La Cultura con el 14-N”.



Los veo desfilar y se me ocurren reproches para la mayoría, y no solo estéticos. Hablan de la Derecha y de lo que está “intentando arrebatarnos”, de que le “quita a los pobres para dárselo a los ricos”, de que lo que quiere es (¿y no va a querer, si es el Mal?), “reprimirnos, represaliarnos y engañarnos”. Domina la autocomplacencia acrítica. Uno que ha contribuido a nuestro empobrecimiento se queja de nuestro empobrecimiento. Otro que no ha secundado estos días la huelga de su propia empresa llama ahora a la general; como llama otro que ha despilfarrado el dinero público que tuvo a su cargo. Otro de indisimuladas simpatías por la dictadura cubana (de estos hay varios, y varias) habla de “golpe de estado del capitalismo”. En fin. Algún día, el que desee animar a una huelga general en España deberá empezar por esconder a esta gente... porque, tras ver el vídeo, de lo que entran ganas es de ponerse el 14-N a trabajar en un escaparate, para que todo el mundo lo sepa.

Pero no hay descanso. En la no huelga tampoco. El ciudadano que ha decidido apartarse de los anteriores, se reencuentra de pronto con las razones para hacerla, muy elocuentemente especificadas por (¡sorpresa!) la vicepresidenta del Gobierno:



Y en este ping-pong nos consumimos. Dudando como el asno de Buridán, mientras el suelo se hunde y menguan los montoncitos de paja.

[Publicado en Zoom News]

12.11.12

Especial series

Ya ha salido el segundo número de Jot Down en papel: un especial dedicado a las series de televisión. La consigna era escribir sobre las que quisiéramos, pero con un enfoque particular. El resultado son 320 páginas con una pinta excelente. Yo he escrito una reflexión general sobre las grandes series que vi entre los diez y los dieciocho años, titulada "En paralelo a la vida". La revista puede comprarse online o en esta selección de librerías.

10.11.12

Un atardecer en Ibiza

La primavera de 2004 la pasé en Ibiza, no por fiesta sino por trabajo; aunque también hubo su fiesta. Pasaron muchas cosas, y en realidad no pasó ninguna (o solo una, esencial). Algún día escribiré sobre aquellos meses, que ya se van quedando lejos. Ayer volvió una tarde. Cuatro amigos, Guardado, Téllez, Bassave y yo, tomamos un jeep y fuimos a ver la puesta de sol frente al islote de Es Vedrá, a veinte kilómetros desde el hotel. Mi recuerdo es de charla y risas, del aire en la cara, del cielo encima, limpio, mientras nos desplazábamos. Había una carreterita para bajar a la playa, que era adonde pensábamos ir, pero decidimos quedarnos arriba, en una explanada de tierra y matojos que terminaba en un acantilado. Aún quedaba un rato para que el sol se pusiera, y seguimos charlando y riendo. Pero, cuando llegó el momento, me quise retirar. Encendí un purito y me fui cerca del borde. Asistí al atardecer yo solo, con mi emoción privada. Recuerdo, sí, melancolía; una suspensión triste. Aunque en cuanto el sol se puso, me volví hacia mis amigos y aplaudimos todos, histriónicamente. Desde nuestra llegada a Ibiza habíamos hecho muchas bromas sobre los aplausos que le prodigaban al atardecer los pijipis del Café del Mar, en San Antonio. Y nos pusimos a imitarlos. Cursis con guasa, y también con felicidad.

Que existía esa foto lo supe más tarde. Me la hizo Guardado sin que yo me diera cuenta. Es la única foto mía que hay de Ibiza. Solo la había visto una vez, en 2007. Y anoche Guardado me la envió.

8.11.12

Divorcio popular

Según lo previsto, el Tribunal Constitucional se acopló sin contratiempos a los titulares que anunciaban su sí al matrimonio gay. Siguieron unas cuantas celebraciones arcoíris, unas cuantas protestas monocromáticas... y se acabó. Pocas horas después ya nadie se acordaba del tema, ni se va a acordar más. Era un problema falso. Pero es desde aquí, desde esta sensación anodina que queda ahora, desde donde quiero hacer una reflexión, antes de que se termine de olvidar del todo. Porque es un buen ejemplo del tipo de cosas que nos han conducido a la situación actual.

Produce melancolía recordar la cantidad de tiempo y de esfuerzo que se derrochó con este asunto. En un principio, se le pudo achacar a Zapatero su imposición del término “matrimonio”, cuando el PP de Rajoy estaba dispuesto a aceptar casi todo de la ley salvo el uso de esa palabra. Yo entonces pensaba que no merecía la pena la confrontación por ella, y que lo que estaba haciendo Zapatero era tenderle una trampa al PP para que sacara a relucir sus elementos más reaccionarios. Lo que pasó fue que el PP picó y, en efecto, sacó a relucir sus elementos más reaccionarios. Fue una irresponsabilidad. Para entonces ya se sabía que Zapatero era un presidente sin luces. El PP debió haber puesto entre paréntesis sus atavismos ultracatólicos en aras de una mayoría electoral que incluyese a progresistas conscientes de la situación. Hizo todo lo contrario: echar a patadas a quienes hubieran estado dispuestos a prestarles el voto.

La nefasta segunda legislatura de Zapatero, cuyas consecuencias seguimos pagando, fue debida en buena parte a la patética ineficacia del PP. No ha habido elecciones en España más fáciles de ganar que las generales de marzo de 2008; pero los populares se empeñaron en perderlas y las perdieron. (Las de 2011 las ganaron porque no eran ni siquiera fáciles: venían regaladas.) Como he dicho alguna vez, el zapaterismo consistió no solo en el peor gobierno de nuestra historia reciente: sino también en la peor oposición. Fue una danza (macabra) a dos. Y que ahora sigue con uno solo.

La única apreciación nueva es que, visto lo visto, no es seguro que el PP hubiese arreglado algo de haber ganado las elecciones de 2008. Quizá su empecinamiento en cuestiones menores como la del matrimonio gay (que condujo a su divorcio del electorado) fue una estratagema inconsciente para no verse en el brete de ganar y no saber qué hacer. Como le está pasando ahora.

[Publicado en Zoom News]

6.11.12

Matrimonios gais

El Tribunal Constitucional es ya como el Premio Planeta: sus resultados los anuncia la prensa antes de que se produzcan. Escribo esto el lunes, pero la prensa ya dice que el martes el Tribunal dirá que acepta el término “matrimonio” para las uniones entre personas del mismo sexo. Esta vez el adelanto no se debe a una filtración, ya que la votación aún no se ha producido. Lo que se producido ha sido el recuento por anticipado de los votos. Para esto no se requiere razonamiento jurídico alguno, sino simplemente conocer la adscripción ideológica de los magistrados. Los futurólogos de nuestra justicia necesitan saber de política, no de derecho.

Aparte de esta cuestión melancólica, el sí del Tribunal será (es) una noticia alegre. Ha habido veinte mil bodas homosexuales desde julio de 2005, y por lo tanto se han pronunciado cuarenta mil “sí, quiero”. Todos esos síes, sin embargo, dependían de este Sí mayor. Su escenificación daría para una superproducción de Bollywood. La cifra también nos indica lo catastrófico que hubiera sido un no. La ley ha mejorado la vida (lo que pueda “mejorar la vida” dentro del matrimonio) de cuarenta mil personas, sin haber perjudicado la de los demás. Y ha incrementado, objetivamente, el número de familias. Quizá sea esta bondad tan limpia la que irrite a nuestros católicos recalcitrantes.

Una de las batallas ganadas en la calle ha sido justamente la del término: la expresión “matrimonio gay” se dice con naturalidad, funciona. Y en estos asuntos del lenguaje el pueblo es el que manda. La que ha venido a estropearlo todo ha sido la Academia, que recomienda que en plural se escriba “gais”. Siguiéndola, El País pone en su página futuróloga del lunes unas horrendas “bodas gais” y “uniones gais”. ¡Menudo bajón! Quitar la y griega es aguar la fiesta, como cuando se escribe “dandi”, que es como un dandy vestido de diario. Deberíamos elevar otro recurso al Tribunal Constitucional para que se acepten los “matrimonios gays”.

[Publicado en Zoom News]

2.11.12

Academia de la absenta

La escritura, en realidad, tiene un único secreto (que es el mismo que el de la lectura): transportarse.

1.11.12

La realidad y el deseo

Después de que la comisaria Reding haya confirmado que una Cataluña independiente se quedaría fuera de la Unión Europea, Artur Mas debe completar su pregunta para el referéndum así: “¿Usted desea que Cataluña sea un nuevo Estado de la UE, aunque no se lo permita la UE?”. Lo imagino exultante: con esta formulación se gana en pureza y en romanticismo. El peso recae ya por completo en ese “usted desea” que tan llamativo resultaba. Ahora es un deseo abiertamente enfrentado a la realidad.

Es todo tan español. La pulsión desaforada por el delirio ha sido uno de los rasgos de la historia de España. Con la Constitución de 1978 se produjo algo insólito: los españoles tomaron, como diría Borges, “la extraña resolución de ser razonables”. Ha durado dos generaciones. Hoy, a la Constitución no se le perdona que no surgiera de un sueño limpio, sino de un apaño. Nació manchada de realidad, y con la realidad es con la que brega y con la que se desgasta. Frente a ella, se esgrimen las irrealidades de una hipotética Tercera República o de una Cataluña independiente en las que todos los problemas se encuentran ya resueltos. En efecto: si son irrealidades, ¿cómo van a verse aquejadas por problemas que solo se dan en la realidad?

Entiéndaseme: son irrealidades hoy. Si algún día se instaura una República o se efectúa la independencia de Cataluña, obviamente ingresarían en el ámbito de la realidad (y se verían afectadas también por sus problemas). Pero lo que quiero resaltar es que hoy operan en tanto irrealidades, y ejerciendo en la práctica una suerte de chantaje político-metafísico contra la realidad. No se plantean como proyectos anclados en ella, sino como proyectos que la escamotean. La pregunta de Mas es un nítido ejemplo. Se trata, ante todo, de que no asome la desagradable realidad de que una Cataluña independiente tendría que salir de la Unión Europea. Lo que, por cierto, tendría el curioso efecto alquímico de transmutar a los catalanes en charnegos: los charnegos de Europa.

[Publicado en Zoom News]

30.10.12

Aniversario sombrío

Si Sherlock Holmes (el bueno, no el de Garci) buscara el elemento común entre las dos cosas que peor van en España, que son la propia España y el PSOE, se encontraría al otro lado de la lupa a Zapatero, que manejó los dos volantes. Su herencia, aparte de la doble ruina, ha resultado ser la memoria histórica, aunque no la de la guerra civil sino precisamente la del zapaterismo: los españoles, pese a lo mal que lo está haciendo el PP, han optado por no olvidar lo mal que también lo hizo el PSOE.

Pero conviene no cargar las culpas en Zapatero. Tanto lo que ha venido después en el PSOE como lo que ha venido después en España, relativizan su figura. Al cabo, no era tanto un culpable como un síntoma del montón de cosas que ya iban mal y que eclosionaron en él. Fue, de algún modo, el antiparche: lo que andaba flojo se terminó de soltar; pero la razón última de que se soltara fue que andaba flojo. Andaba flojo el PSOE, que apoyó sin fisuras a alguien tan menesteroso y tan incapaz. Y andaba floja España, que apostó por la fantasía contra la realidad, como en los mejores momentos de su penoso pasado.

Ahora, en este aniversario sombrío de su victoria en 1982, el PSOE se encuentra con una tremenda papeleta: tiene un líder que no vale, y varios candidatos a sucederle que valen aún menos. Parece que se ha consumado el proceso de “selección adversa” del que hablaba Félix Bayón. El candidato que haría falta seguro que se lo cargaron hace años los trepas del partido, si es que llegó a afiliarse alguna vez. Uno mira al PSOE y le entra un noventayochismo más acusado que cuando mira a España. Y es un noventayochismo que tiene también que ver con España: porque, realmente, esto va a ir peor sin el PSOE.

[Publicado en Zoom News]

28.10.12

Quincallería sevillí

Han pasado ya unas semanas, pero el dinosaurio, como en el cuento de Monterroso, sigue ahí. Me refiero al estruendoso silencio de los personajes catalanes a los que Arcadi Espada (¡también catalán!) fue haciendo llegar, desde el 19 de septiembre, estas dos preguntas:
1. ¿Quiere usted que Cataluña siga formando parte del Estado de España?
2. ¿Defendería activa y públicamente su punto de vista si en algún momento Cataluña y el resto de España iniciaran un proceso de discusión de su vínculo constitucional?
Según el recuento que hizo el propio Espada el 13 de octubre, de los treinta y siete que las recibieron, solo contestaron dos. El resto, silencio y alrededores. Félix de Azúa, que ha huido de ese ambiente, lo he definido bien: “un terror pequeñito”. Es imposible no detectar, en las no respuestas y en los circunloquios, el miedo. El miedo, obviamente, al régimen. El que impera en Cataluña se ha decantado por la independencia. Por eso, quienes están a favor se pronuncian sin tapujos; y el resto trata de eludir la cuestión como buenamente puede: sabe que otra cosa le traería problemas o incomodidades. Quizá algún lector eche de menos una definición de régimen. Propongo esta para el contexto catalán: “dada una circunstancia histórica determinada, régimen es aquello que apoya La Vanguardia”.

De entre todas las no respuestas, me quedé prendado de la de Pere Gimferrer: una formidable voluta elusiva, en dos tiempos. En el primero, un despliegue erudito de estirpe barroca: casi una exudación nerviosa, para encubrir o aplazar. En el segundo, con barroquismo semejante, la no respuesta definitiva. Me acordé, por contraposición, de un insólito momento en que Gimferrer sí fue contundente en política: el de su ataque a Felipe González en Mascarada. Cito en la traducción de Justo Navarro:
Es bajo ser criado de uno
como ese Felipe González
No pongáis las zarpas aquí
Soy insumiso a este gobierno
Quincallería sevillí
Gobierno de ropavejeros
Lo llamativo es que Gimferrer se pasó catorce años sin decir nada –que trascendiera– contra los socialistas, y que en cuanto cayeron aparecieron esos versos. El PSOE perdió las elecciones en marzo de 1996, y Mascarada se publicó dos meses después; aunque fue escrito en otoño de 1995. Cuando se publicó en castellano, en 1998, el poema fue saludado precisamente por Arcadi Espada, y es en verdad un poema magnífico: valiente, sí, y también hermoso; osado en territorios más decisivos tal vez que la política. Este ha sido el signo de Gimferrer: atrevido en estética y en moral, pero en política cobardón. (Aunque hay que resaltar que sin caer en el servilismo.)

Es una actitud que, por otra parte, comprendo. En una atmósfera tan encanallada como la nuestra, no sé hasta qué punto tiene sentido permitir que la política le arruine a uno los días. En El agente provocador, escribe algo que podría adjudicarse a este pensamiento: “Si en el fondo, aparte de mi estricta felicidad personal, no me ha interesado nada de nada en la vida aparte de los libros”. Lo comprendo, pero no deja de incomodarme. Yo admiro la obra de Gimferrer, en poesía y en prosa; pero echo de menos en ella una pasión crítica hacia los asuntos públicos como hay en la de su maestro Octavio Paz. Hablo del Octavio Paz de su (larga) época dorada: el de los últimos años se volvió más prudente aún que Gimferrer.

Y echo de menos un poeta catalán que escribiera versos incendiarios y gloriosamente liberadores como podrían ser hoy estos, con solo cambiar un nombre y un adjetivo; contra el régimen:
És cosa baixa ser el criat
d’algú com Artur Mas
No acosteu les urpes ací
D’aquest govern sóc insubmís
Quincalleria barceloní
Govern de roba venturera.
[Publicado en Jot Down]

19.10.12

La puerta

Llevaba tiempo con ganas de ir a la exposición de Vik Muniz en el CAC y al fin ayer pude. Me gustó, pero este apunte no es sobre la exposición, sino sobre el museo, sobre la puerta del museo. Por allí pasó A. hace veinticinco días (veinticuatro días ayer). Y he caído en que es el primer sitio por el que me consta que hemos pasado los dos desde que nos escribimos. Es una trivialidad, pero a mí estas trivialidades me hacen cosquillas. (Cosquillas que sea el CAC, cosquillas que sea una puerta). Hay además una conexión brasileñista, que tiene su origen último en el hecho de que Muniz sea brasileño, pero que se presenta más cercana. Cuando ella me dijo que iba a venir a Málaga, yo le recomendé la exposición de Muniz (sin haberla visto) porque antes me había hablado muy bien del artista mi amigo V., al que a su vez se lo había recomendado tiempo atrás una carioca en la playa de Leblon, de Río, en estos términos: "É massa, cara, o Vik [léase Viqui] é muito foda, cara...". Y de ahí a la puerta.

14.10.12

Perder la mañana



Ignacio Escolar me tiene bloqueado en Twitter (con muy buen juicio) y por lo tanto no puedo ver sus tuits. Pero esta mañana el amigo Goslum ha retuiteado este suyo del 10 octubre y, por un fallo del sistema que Twitter deberá corregir algún día, los retuits sí los puedo ver. Así que he escrito estos tres que copio, y que de paso explican por qué Escolar me bloqueó (con muy buen juicio):
Escolar: "¿Alguien se imagina a un conseller de Educación diciendo que su objetivo es catalanizar a los alumnos". De esto come un sectario.

1/2 Un tipo (Escolar) suelta lo anterior. ¿Y luego qué tienes que hacer? ¿Explicar cómo son las cosas? ¿Perder la mañana en lo que sabemos?

2/2 ¿En lo que sé yo y sabe él? Esto no es un debate. Es un señor (Escolar) comiendo de un discurso. Así que mejor dejarle ahí, sin réplica.
En cuanto al tema en sí, ya solté también mis tuits el 10 de octubre. Tuits que borré luego, como los borro todos, pero que decían (da hasta pereza repetirlo) que no había que españolizar, sino descatalanizar, ¡y desespañolizar!; que lo único que tiene que hacer la educación es internacionalizar y cosmopolitizar: abrirnos y no cerrarnos; darnos los instrumentos para salir de todas las mierdas posibles, y muy en especial de la mierda nacionalista.

* * *
PD. ¡Novedades! Puede que Escolar no conociera esto. Pero es que da igual. El asunto, insisto, no es aquí la realidad, ni lo que pasa. Es un señor diciendo ciertas cosas, comiendo de decirlas, y diciéndolas siempre, pase lo que pase. Para comer. Y ya está. (Y ni siquiera le acuso de cinismo, tampoco me parece que sea un cínico: es que su pensamiento está perfectamente sincronizado con su estómago; come de un nicho que, en realidad, es el suyo.)

13.10.12

La franja

El artículo de hoy de Muñoz Molina, "Guerreros desganados", ha hecho que me reconcilie un poco con el pueblo español, contra el que tanto arremeto. Sí, tiene razón. La culpa del pueblo no es otra que la de dejarse llevar, la de irse apañando; es esa, sí: pero no otra. En realidad, cuando uno despotrica contra el pueblo, contra quienes debería despotricar es contra esa franja de cabrones que supuestamente lo encarna, la que le da el tono; la que dirige (o provoca o encauza) la acción. Esa franja de cabrones dañinos que son los genuinos representantes de la España negra y que hoy los vemos en su avatar nacionalista: esos catalanistas o vasquistas, por ejemplo, más españolazos que su puta madre.

9.10.12

La picha del buen salvaje

El buen salvaje, como sabemos, era un mal bicho. El que lo caló fue Hobbes. Hobbes es anterior a Rousseau, pero eso no le impidió calar al angelito de este. Una de la más fastuosa sarta de adjetivos de toda la historia de la adjetivación es la de Hobbes acerca de cómo es la vida del hombre en estado de naturaleza: "solitary, poor, nasty, brutish, and short" (solitaria, pobre, grosera, brutal y corta). Esto es muy conocido, aunque yo no me enteré hasta hace poco. Ayer me la recité mientras paseaba. Y me partí literalmente de risa yo solo en la calle. Es que caí súbitamente (¡no sé por qué!) en el efecto de los tres últimos adjetivos si los aplicamos a una picha, a la picha (¡ya puestos!) del salvaje en cuestión: "grosera, brutal y corta".

8.10.12

Un detalle

Un detalle, en el transcurso de una conversación sobre otras cosas, un detalle sin importancia, dicho como apostilla, sin la presión de la autocensura: como la verdad que se cuela en los divanes. El periodista malagueño Teodoro León Gross está entrevistando a Teodulfo Lagunero, el multimillonario comunista que trajo a Carrillo en la Transición, cuando la peluca. Está hablando de su vida, de que, tras la guerra civil, "a pesar del boicot falangista, el gobernador, viejo amigo de su padre, le mantiene una ayuda del gobierno". Y entonces, como apostilla, al paso, entre paréntesis, aparece el detalle: "algo que Carrillo me recomendó ocultar en mis memorias".

6.10.12

Sala de estar

El idioma está lleno de cartas de Poe, a la vista desde siempre, en las que solo a veces, y por turnos, reparamos. Hoy ha sido "sala de estar". ¡La sala de estar! Está la sala de dormir (el dormitorio), la sala de comer (el comedor), la sala de cocinar (la cocina), la sala de lavar (el lavadero), la sala de asearse (el aseo), la sala de pasar (el pasillo) y la sala, simplemente, de estar. Me parezco ahora a esos filósofos españoles, vagamente heideggerianos, aunque anteriores a Heidegger bastantes, que se ponían a marear las palabras y a desprender filosofías de ahí. Es un ejercicio algo estólido, lo reconozco, y en verdad poco filosófico. Pero de pronto brilla una expresión: ¡la sala de estar! En ella, solo estamos. Cierto, ahora con la tele lo que estamos es viendo la tele, o con el ordenador en el regazo; pero, en principio, se trata solo de estar. En inglés es vivir, living, pero aquí es meramente estar. ¡La sala de estar!