Después de que la comisaria Reding haya confirmado que una Cataluña independiente se quedaría fuera de la Unión Europea, Artur Mas debe completar su pregunta para el referéndum así: “¿Usted desea que Cataluña sea un nuevo Estado de la UE, aunque no se lo permita la UE?”. Lo imagino exultante: con esta formulación se gana en pureza y en romanticismo. El peso recae ya por completo en ese “usted desea” que tan llamativo resultaba. Ahora es un deseo abiertamente enfrentado a la realidad.
Es todo tan español. La pulsión desaforada por el delirio ha sido uno de los rasgos de la historia de España. Con la Constitución de 1978 se produjo algo insólito: los españoles tomaron, como diría Borges, “la extraña resolución de ser razonables”. Ha durado dos generaciones. Hoy, a la Constitución no se le perdona que no surgiera de un sueño limpio, sino de un apaño. Nació manchada de realidad, y con la realidad es con la que brega y con la que se desgasta. Frente a ella, se esgrimen las irrealidades de una hipotética Tercera República o de una Cataluña independiente en las que todos los problemas se encuentran ya resueltos. En efecto: si son irrealidades, ¿cómo van a verse aquejadas por problemas que solo se dan en la realidad?
Entiéndaseme: son irrealidades hoy. Si algún día se instaura una República o se efectúa la independencia de Cataluña, obviamente ingresarían en el ámbito de la realidad (y se verían afectadas también por sus problemas). Pero lo que quiero resaltar es que hoy operan en tanto irrealidades, y ejerciendo en la práctica una suerte de chantaje político-metafísico contra la realidad. No se plantean como proyectos anclados en ella, sino como proyectos que la escamotean. La pregunta de Mas es un nítido ejemplo. Se trata, ante todo, de que no asome la desagradable realidad de que una Cataluña independiente tendría que salir de la Unión Europea. Lo que, por cierto, tendría el curioso efecto alquímico de transmutar a los catalanes en charnegos: los charnegos de Europa.
[Publicado en Zoom News]