28.9.23

El debate intermitente

Aunque en algunos perfiles me ponen 'periodista', yo no soy periodista: jamás he dado una noticia. Soy escritor que mira la actualidad, entre todo lo demás, y luego escribe; o un lector de periódicos que escribe en periódicos. Lo aclaro por dos cosas: para preservar a los periodistas, que tienen obligaciones (y un oficio) que yo no tengo; y para preservar mis excentricidades. A quienes me lean les queda juzgar si les merece la pena o no lo que diga desde aquí. (Tal vez algo se me escape de su interés.)

Ahora me domina la excentricidad de mi boicot parlamentario, que ejerzo hundido en mi sofá austrohúngaro (eminentemente derrotista). No puedo hacer crónicas parlamentarias, algo que me puedo permitir (esto quería decirlo también) gracias a que los periodistas las hacen. El columnista es un añadido prescindible de esa tarta imprescindible. Por lo demás, este columnista se mueve (¡o se queda inmóvil!) por excentricidades propias, que torpedearán menos su columna de lo que hacen con las suyas las obediencias de los periodistas de partido.

Ya no puedo ver debates enteros, como gloriosamente hacía en los tiempos de la Transición. Ahora los someto a intermitencias. Entonces, a veces, los debates eran mejores que la vida. Ahora nunca. Hay cosas que hacer más dignas que atender a las borricadas de un porcentaje alarmantemente alto de nuestros parlamentarios. Yo me dediqué a leer a la poeta austriaca Ingeborg Bachmann, a la que Thomas Bernhard convierte en personaje (Maria) en Extinción: "los poemas de Maria son una cumbre de nuestra literatura". (Formidable el título del primer libro de Bachmann: El tiempo aplazado.)

Esta vez no quité la voz cuando llegaron los pinganillos, sino cuando descendió de su liana el gorilón Óscar Puente (tiene razón Bustos: "pertenece al dominio zoológico de Jane Goodall"). Contemplé un rato su áspera gestualidad muda, y mis impresiones coincidieron con las de quienes sí lo estaban escuchando. Mi amiga Dolores observó que era el retrato de Dorian Gray: en el banco el guapo Sánchez y en la tribuna el vaciado de su alma política, pudridero facial del sanchismo. "Al menos ha mandado a Puente y no a Ternera", dijo otro. O a Txapote. (Permítanme que yo también txapotee un momentín en este lodazal, desde mi sofá austrohúngaro y temiendo que le salpique a la elevada Bachmann.)

Feijóo no estuvo mal, antes y después. Es lo que queda de la Transición, sin la solidez de la Transición. En su discurso hay sílabas opacadas por su pronunciación, vocales que se mueven, elementos sintácticos que no terminan de casar... pero su propuesta política es digna. Como mínimo comparada con la de Sánchez, que en su silencio se expresó más que nunca: mostró con escalofriante elocuencia la degradación que supone.

A continuación empezaron a salir enemigos, uno detrás de otro. Se pusieron a acusar al PP de soledad. Eso porque no ven la mía. Soledad en tiempo de canallas. Aislamiento. Ruptura de todos los puentes, si el puente es Puente. Aunque Feijóo, de pie y no en mi sofá austrohúngaro, los tendía. Servidumbres políticas ("antiguas", diría Iceta), que celebro en mi emboscadura.

Al día siguiente, ETA para desayunar. La de Bildu ni siquiera tuvo la delicadeza en hablar en euskera de los derechos humanos: esos que los suyos adosaron en tantas nucas o desparramaron en pingajos también de niños. El desayuno así se me convirtió en la célebre morcilla de Ángel González: "Nada es lo mismo, nada / permanece. Menos / la Historia y la morcilla de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten". Hoy los activadores de esta repetición son los que son.

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24.9.23

La investidura es una manta corta

[Montanoscopia] 

1. Los del patriotismo constitucional hemos sido expatriados. (No deja de ser un sueño cioranesco mío de juventud: el estatuto de apátrida.) 

2. Defender España, dicen. Y yo respondo: ¿defender este corral? La gran lección histórica de estos días (también la recibieron los españoles en la guerra civil) es que nuestra desastrosa historia no se ha debido a la mala suerte, sino al más puro merecimiento. España es una máquina de tortura fabricada por los españoles, para los españoles. Los pocos periodos apacibles se debieron al sufrimiento directamente experimentado. Un sufrimiento sin herencia: en cuanto va apagándose en la carne de las siguientes generaciones, vuelta a las andadas. Hasta que una generación posterior de perros apaleados refunden otra democracia presentable. Una que habrá de parecerse a esta que los impresentables están volviendo impresentable. 

3. En la gran combinatoria política tenía que darse tarde o temprano el Trump o Bolsonaro alto, guapo, seductor, feminista (aunque de redomados ademanes machos) y –a diferencia de la de Trump y Bolsonaro– con la retórica ideológica adecuada: o sea, un Trump o Bolsonaro contra el que la sociedad no tenga defensas y al que apoye el periódico más prestigioso del país. España ha tenido la desgracia de que le toque a ella. 

4. Un ejemplo de mi soledad absoluta, de mi aislamiento total, ¡de mi dislocación sin arreglo! Caetano Veloso cantó en su reciente concierto en Madrid su memorable Não vou deixar, escrita contra Bolsonaro cuando este aún estaba en el poder. Dice al principio: "Não vou deixar você esculachar com a nossa história". 'Esculachar', que es lo que le hace Bolsonaro, según Veloso, a la historia brasileña, es un verbo expresivo y difícil. Yo juntaría estas traducciones (más o menos libres): 'manosear', 'tomarse a pitorreo', 'cagarse en' o 'cargarse' (nuestra historia). De perfecta aplicación a Sánchez. Pero allí estaba Veloso, con sus sanchistas amigos españoles celebrando en mono la canción. Solo yo la escuchaba en estéreo. 

5. El Gobierno prioriza el catalán en Europa y se enfadan los nacionalistas vascos y gallegos. La investidura, como el fútbol, es una manta corta: si te tapas la cabeza, te destapas los pies. 

6. Los que saben catalán señalaron el pobrísimo que habló Rufián en el Congreso pinganillado. Se terminaron sus shows. Gabriel Rufián es la Norma Desmond de la política española: el cine sonoro ha acabado con él. 

7. Precisamente me acordé de El crepúsculo de los dioses cuando aprendí esta palabra fastuosa: ¡planchabragas! Erich von Stroheim, que hace de mayordomo (enamorado) de Norma Desmond, le propuso al director Billy Wilder una escena en que aparecía lavándole la ropa interior a su señora. A Wilder le entusiasmó... aunque decidió frenarse esta vez y descartó la escena. 

8. "¿Qué es un intelectual?" es la pregunta que David Jiménez Torres intenta responder en La palabra ambigua, que es una indagación ante todo en las respuestas que se han dado desde finales del siglo XIX. En 2023, con el equipo de sincronizada (¡inagotable hallazgo de José Ignacio Wert!) emitiendo sus elaboradas argumentaciones en favor de la amnistía que Sánchez necesita darles a los independentistas catalanes para sacar su investidura, se ve muy bien lo que es un intelectual: el criado argumental del poderoso. Lo que fue la filosofía para los teólogos medievales. 

9. El PSOE tiene razón al expulsar a Redondo Terreros o linchar a González y Guerra por no ser fieles a las siglas. A las siglas PSOE: esa marca vacía, sin producto; o con el único producto del poder. 

10. Surge la plataforma Tercera España. Demasiado tarde para mí: yo voy ya por la Cuarta o la Quinta... 

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21.9.23

Reajuste esperpéntico

No solo la Historia se ha terminado para mí, sino también el Congreso de los Diputados: un lugar desafecto (como Barral tradujo el a place of disaffection de Eliot). Lo siento tan ajeno ya (¿no se trataba de sentir?) como las Cortes franquistas. Solo que estas eran ajenas por definición, a diferencia del Congreso. Este nos representa. Hoy en el peor sentido: es el vertedero de lo que somos. El vertedero, eso sí, de los peores. En la calle no los hay tan malos. Un circo de la mediocridad es ya el Congreso. Ahora acuden los palurdos con sus cestas de huevos lingüísticos, con sus gallinas idiomáticas. La ciudad no es para ellos, no. Lo suyo no es la polis.

El problema (¡pese a mi bromita de Paco Martínez Soria!) no lo constituyen las lenguas. No hay jerarquía entre las lenguas. El problema es la voluta inútil: ese circuito churrigueresco de hablarle al pinganillo en catalán, gallego o euskera para que el pinganillo lo reconvierta en español, también a los hablantes de catalán, gallego o euskera. Es esa intermediación forzada lo grotesco. Naturalmente, dado un contexto en que el español es la lengua común: la que entienden y hablan todos. Esto último mal por lo general, que para eso son políticos y carecen de estudios. (Algo que se nota más claramente entre quienes son o han sido profesores universitarios.)

Sé que, al igual que para la Historia, yo no me he terminado para el Congreso de los Diputados, que seguirá incidiendo en mi vida aunque yo no lo quiera. Nuestras terminaciones no son recíprocas. Pero esto no me impide hacerle mi boicot personal e intransferible. No estoy para circos y verbenas, no estoy para espectaculitos desastrados, no estoy para el pavoneo de los macarras en la, así llamada, sede de la soberanía nacional. Ya estaba bastante poco, en realidad, con nuestras últimas legislaturas. Pero ahora no estoy nada.

Recuerdo que me llamó la atención una idea de Sergio del Molino en Un tal González: decía que, para cuando se produjo el golpe de Tejero en 1981, los españoles ya habíamos desarrollado nuestro arraigo con el Congreso, gracias a los grandes debates retransmitidos por la radio y la televisión. Eso, saber lo que era el Congreso, haber visto cómo funcionaba, haber vivido su dignidad, nos hizo fuerte frente a los golpistas. La conclusión mecánicamente lógica de este párrafo sería la de que, con la indignidad actual, un golpe nos importaría menos. Conclusión fraudulenta, porque un golpe no dejaría de ser una barbaridad. Solo ligeramente más grave, por cierto, que el hecho de que los golpistas ocupan hoy su buena porción de escaños en el Congreso y pactan con el PSOE, al que le dictan medidas como la del moscardoneo de los pinganillos.

Mi boicot al Congreso me ahorró el seguimiento en directo de la sesión del martes. Solo me asomé a ratos a Twitter y aquí se produjo una proyección fabulosa. Lo que me llegaba era lo del Congreso, pero ya deformado por los tuits: en sus destilaciones de la esencia ridícula. Esta deformación de una realidad deformada le devolvía a esta su verdad. Exactamente la operación que llevó a cabo Valle-Inclán con el esperpento: la deforme realidad española a través de los espejos deformantes del callejón del Gato. Un reajuste esperpéntico.

Por la noche, boicoteando mi boicot, no me pude resistir a pinchar en algunos vídeos. Era peor de lo que me imaginaba. Pero con un efecto inesperado: de pronto los Pacos Martínez Soria parecían, con la traducción simultánea, prestigiosos participantes de La Clave. Tal vez se trataba de eso.

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17.9.23

Votó a Hannibal Lecter y ahora no quiere que se coma el filete

[Montanoscopia] 

1. Se convocan manifestaciones a las que no asistiré, aparecen manifiestos que no firmaré. No porque esté en desacuerdo, sino porque la Historia activa no es lo mío. Probé las manifestaciones (fui a tres: a una contra ETA, a otra contra la segunda guerra del Golfo, ambas en Madrid, y a la del 8-O en Barcelona contra el golpe independentista). También firmé algunos manifiestos; por ejemplo, el primero de Libres e Iguales, en el que pusieron mi nombre junto al de Vargas Llosa, hasta que se dieron cuenta de que yo escribo mejor y me bajaron. Pero todo eso se acabó. La Historia se terminó para mí. Por desgracia, yo no me he terminado para la Historia, que me seguirá haciendo trizas, como a todos. Me limitaré a padecerla, en mi sofá austrohúngaro: el sofá en el que aguardo, con el máximo confort, nuestro destino austrohúngaro. Pasivamente, por supuesto. Aunque segregando estas notitas, destinadas a los curiosos del futuro que quieran asomarse a cómo se hundió nuestro Titanic: por un iceberg interior, estúpidamente. 

2. La "energía cívica" de que habla Aznar no la veo en ninguna parte. En mí no está, desde luego. A esto hay que añadir que la conversación pública española quedó liquidada el 23-J. Es decir, cuando los españoles no castigaron electoralmente a Sánchez, cuando convalidaron sus mentiras, su baratura y su matonismo. Si una sociedad no expulsa de su vida pública (repito: electoralmente, que luego te vienen a acusar de golpismo quienes pactan con golpistas) a un sujeto como Sánchez, es que es una sociedad cívicamente muerta. 

3. El problema de una manifestación como la nueva del 8-O, dentro de tres semanas, es que solo puede servir para algo si es masiva y transversal. Pero para cuatro gatos, con los voxistas disfrazados de Millán Astray (¡buxadeses sin fin!) llevándose todas las fotos, sería inútil. Comprendo mi contradicción: debería asistir para poner mi granito multitudinario... Pero se impone mi sofá austrohúngaro. Soy compañero de viaje sin moverme del sofá. 

4. Por otra parte, qué ignaro el PP, que anda como vaca sin cencerro. En vez de concentrarlo todo, sumándose, en la manifestación del 8-O, va y convoca otra cosa antes, y en vísperas del discurso de Feijóo en su investidura fatalmente fallida, que debería ser elevado, grave, senatorial. Con su cosa del 24-S, que será desinflada, desinflará su investidura y puede que también la manifestación del 8-O. Qué tropa. 

5. Unos que están muy callados con el esperpento de estas semanas son los del antiexcepcionalismo español. Ni a ellos se les ocurre ya cómo homologarnos... 

6. Enternecedor Cercas en El País pidiéndole a Sánchez que se olvide de la amnistía. Votó a Hannibal Lecter y ahora no quiere que se coma el filete. ¡Novelistas! 7. "Con Redondo Terrenos no, con Puigdemont sí". Esto es el PSOE. Cuando salió la noticia de la expulsión de Redondo Terreros, Amparo Rubiales puso unos aplausos en las redes. Amparo Rubiales: el metro de platino iridiado del sectarismo español. 

8. En Sevilla me entero de cómo es conocido allí Pérez Royo: Royo Pérez. 

9. Antes de Sevilla estuve en Madrid. Un amigo profesor me definió así la vida universitaria, no con los alumnos sino entre los profesores: "Macbeth todos los días". 

10. Me fascina el homúnculo Mollejo (¡y encima se llama Mollejo!). ¿En qué sótanos permaneció? No ha abierto un periódico ni visto un informativo ni escuchado un programa de radio (¡ni deportivos si quiera!) en el último mes. Así que se planta en un campo de fútbol y se agarra adánicamente los huevos. Ignorante de que ya fuimos expulsados del Paraíso. 

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16.9.23

Presentación de 'Oficio pasajero' en Córdoba

 

Presentación de Oficio pasajero de José Antonio Montano (ed. Sr. Scott) con Miguel Gómez Losada en la librería La República de las Letras de Córdoba.

15.9.23

Opiniones ultramontanas

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 4:16:30

Buenas noches. Como Montano estoy condenado a tener opiniones montanas. Pero no me resigno. Aquí me propongo ir más allá de mí mismo y ensayar opiniones ultramontanas. "Ultramontanas" no en el sentido habitual de "reaccionarias" (al fin y al cabo, soy el último socialdemócrata de este país), sino justo eso: opiniones que emita Montano pero que vayan más allá de Montano. No estaré necesariamente de acuerdo con ellas, pero eso no me privará de decirlas. Mi propósito será no tanto tener razón como pasarlo bien. Y hacer, en la medida de lo posible, el numerito. O dar la nota. Siempre me han divertido las opiniones impopulares. Quizá porque una de mis primeras lecturas fueron los Ensayos impopulares de Bertrand Russell. También leí las Consideraciones intempestivas de Friedrich Nietzsche. Otros oí modelos para mí serían Vladimir Nabokov, con sus Opiniones contundentes, o Thomas Bernhard, que se definía a sí mismo como "un artista de la exageración". Ya ven que me comparo con Russell, Nietzsche, Nabokov y Bernhard: ¡no me corto un pelo en esto de ir más allá de mí mismo...! La opinión ultramontana con la que quiero debutar es la de que hace un año exacto que en España no hay un solo novelista solvente vivo. El 11 de septiembre de 2022 nos dejó Javier Marías y no lo ha sustituido nadie. Se publican novelas, demasiadas novelas. Pero ninguna pasará el corte. Hay novelistas, pero son remedos de novelista. No incluyo a los que pueda haber en el programa, ya que he tenido la precaución de aplazar mi lectura para no correr el riesgo de que su calidad me desmonte esta primera opinión impopular, intempestiva, contundente, exagerada y ultramontana. Así que Javier Marías y después nada. Es duro, pero el canon es así: no lo he inventado yo. La guadaña duele.

14.9.23

Nuestra izquierda necesita el fascismo

Nuestra izquierda necesita el fascismo. Por eso lo fomenta. Y cuando su fomento no da resultado, se lo inventa. Invención que es proyección...

Pero antes de seguir debo aclarar que cuando digo 'izquierda' quiero decir 'pseudoizquierda'. Nada hay más ridículo que el individuo que pretende devolverle un sentido antiguo a las palabras de la tribu. En ese ridículo ando yo: para mí lo que hoy se llama en España 'izquierda' es 'pseudoizquierda'. O 'izquierda reaccionaria', por decirlo al modo de Félix Ovejero. El autodenominado 'bloque progresista' es por lo tanto, para mí, 'bloque reaccionario'. Como socialdemócrata soy el famoso japonés que sigue disparando en una batalla perdida en un islote abandonado de una guerra que terminó hace tiempo. Pero así funciono, y si no lo aclaro reviento. (Mi dificultad en la conversación pública española, plagada de palabras con el significado pervertido, es puramente japonesa.)

Nuestra izquierda (¡pseudoizquierda!), pues, necesita el fascismo. Si no existe el fascismo se queda en nada, porque lo ha fundado todo (¡habiendo tanto!) en combatir el fascismo. En sí mismo, es un propósito noble y ciertamente izquierdista (sin 'pseudo'). Lástima que, como he dicho otras veces, ese fascismo que combaten no lo vean en nuestro fascismo realmente existente, con el que se asocian y al que a veces encarnan, sino en nuestra democracia realmente existente: a la que ellos ven 'pseudo' y por eso la combaten como antifascistas. Antifascistas contra la democracia: he aquí el titular.

La consideración de que nuestra democracia no es una democracia, sino una variante extrañamente parlamentaria y constitucional del franquismo, un extravagante franquismo que en lugar de Franco tiene elecciones periódicas, separación de poderes y derechos ciudadanos (un Estado de derecho, vamos), es lo que une a nuestros izquierdas con los nacionalistas. A unos y otros les va todo en pensarlo: de otro modo, no tendrían justificación sus ataques al "régimen del 78", en el que se empeñan con furor. Aunque combaten a una democracia, no pueden digerir esta verdad: así que les va todo en sostener que la nuestra no es una democracia.

El PSOE desgraciadamente está ya en esta lamentable aventura también. En parte por sus tics de izquierdismo reaccionario, que antes no eran dominantes pero ahora sí, y sobre todo porque está a lo que diga Sánchez y este dice lo que haga falta para mantenerse en el poder. La mercancía más directa y más barata (barata para él, onerosa para el país) es la que le dispensan los populistas y los nacionalistas, incluidos entre estos los independentistas (si queda algún nacionalista que no lo sea) y los proetarras. Golpistas y herederos del crimen: aceptables mercancías para Sánchez.

A hablar del "régimen del 78" no se ha atrevido todavía el PSOE, pero su estratagema no deja de ser astuta (aunque ciertamente burda): decir que el enemigo de la Constitución es el PP. No sus socios populistas, golpistas y proetarras, por más que lo tengan declarado abiertamente, sino el PP. Ante tal estratagema no cabe sino postular el fascismo del PP, derecha extrema aliada o no con la extrema derecha, con la que al fin y al cabo se identifica.

El PP solo puede ser un partido golpista. Como Sánchez es el presidente perfecto (¡el Franco soñado por la pseudoizquierda!), cualquier crítica a Sánchez solo puede ser eso: golpista, fascista. Esta es la razón, naturalmente, de que sea deseable todo lo contrario. No es no al PP; y a golpistas y proetarras, sí, sí, síiiii. Lo uno va con lo otro.

Así que el PSOE debe postular un PP golpista. Si no, no podría pactar con nuestros verdaderos golpistas. 

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11.9.23

'Oficio pasajero' en El Flexo

Paco Reyero me entrevistó para Canal Sur Radio, y con mis respuestas y algunos pasajes que él lee de Oficio pasajero ha hecho un montaje estupendo. Audio (a partir del minuto 8).

10.9.23

Campanas acusatorias, el último hermano Marx y Caetano Veloso

[Montanoscopia] 

1. Se interpone el terremoto de Marruecos. ¿Qué decir en una sección de opinión? Solo me sale mencionar el hecho: el hecho terrible. 

2. Entonces se hablaba de los visceralmente fascistas. También existen (no sé si serán muchos hoy) los visceralmente demócratas. Quien no sienta una repugnancia instintiva, visceral (no vale ni pensarlo, ha de ser visceral) por el encuentro entre Yolanda Díaz y Carles Puigdemont no es visceralmente demócrata. Se verá a sí mismo como quiera (seguro que se ve fenómeno), pero no lo es. No tiene incorporado en las vísceras el Estado de derecho. 

3. Feijóo se encuentra, con su PP, en plena espiral de inanidad. Va llenando como puede, generalmente mal, con declaraciones absurdas, cuando no preocupantes, las semanas que le quedan hasta la sesión de su investidura fallida, que será fallida en un sentido pleno: en ella culminará su inanidad. 

4. En cuanto a Vox: el que ya a muchos les parezca la única opción no es más que la culminación, no la excepción, de la catástrofe nacional... 

5. No es que hayamos perdido con los otros, es que hemos perdido con los nuestros. Teníamos razón y la han malbaratado. 

6. Llevo ya tiempo desconectado, emocionalmente desconectado, del parlamento español: ese parlamento al que los diputados y senadores acceden con sus juramentos de cuchufleta y que después, durante toda la legislatura, son dignos de ese juramento. Ahora meterán pinganillos folclóricos y mi desafección pasa al ataque: haré boicot personal (e intransferible) al parlamento. Solo cuando no tenga más remedio por mis obligaciones periodísticas me asomaré. El resto: ¡tururú! 

7. Me he dado cuenta de que Sánchez es el último hermano Marx. Va echando tablones del país que gobierna en el fogón de su nueva investidura. Se va quedando de este modo sin país que gobernar, claro. ¿Pero qué le importa? ¡Más madera! 

8. El único problema real de Rubiales y de los estudiantes de La Rioja es que Sánchez no necesita sus votos. 

9. Ignorancia elemental por todas partes. En el caso de los wasaps desvelados de los estudiantes de La Rioja, ignorancia de la teoría de la comunicación. El factor determinante de quiénes son los receptores: los amigotes con sus conjuros, con sus bromas, con la gestión teatral de sus pulsiones y sus frustraciones... Una vez más: el aplastante literalismo. 

10. No preguntes por quién doblan las campanas acusatorias. Las campanas acusatorias doblan por ti. 

11. Algunos nos hicimos (o nos reconocimos) de izquierdas en la adolescencia contra los curas, contra los creyentes, contra los inquisidores, contra los autoritarios, contra los puritanos, contra los tristes. Hoy estamos contra la (pseudo)izquierda exactamente por las mismas razones. 

12. Y Caetano Veloso: aliento de la semana. El lunes fue investido (¡al fin una investidura digna!) doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca y el miércoles cantó en Madrid. En su discurso de Salamanca citó a Unamuno: "el portugués es un castellano sin huesos" (algo más extremado en el portugués de Brasil). Y dijo que en la palabra española "luna" está la luna físicamente, nítida, compacta; mientras que en la portuguesa "lua" lo que está es el espíritu de la luna. ¡Y terminó la ceremonia cantando "Genipapo absoluto"! En Madrid dio un concierto juvenil a sus ochenta y un años. Un homenaje viviente a la vida, con oleadas de alegría y remansos líricos: preciosidades como "Itapuã". Mi acompañante se echaba a bailar a la vez que el público (con "Reconvexo", con "Sem samba não dá", con "A luz de Tieta"), pero yo me quedaba como un pasmarote. Estaba relativamente feliz, pero para bailar no tenía el cuerpo. 

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4.9.23

Thomas Bernhard, Calígula Sánchez y el Nadia Comaneci de los huevos

[Montanoscopia] 

1. Me he pasado agosto leyendo a Bernhard y solo a Bernhard. No en un búnker austriaco, sino en mi torreón costasoleño (prestado) con vistas al mar. También en mi silla de playa, a pie de playa, bajo la sombrilla. Me daba un bañito y luego seguía bañado en la prosa de Bernhard, o en la prosa en español que Sáenz ha hecho con la alemana, que desconozco, de Bernhard: ¡admirable prosa! Como ningún libro (salvo los teatrales) de Bernhard tiene puntos y aparte, ni líneas específicas para los diálogos ni ningún otro tipo de alivio tipográfico (¡ni sangrías siquiera!), leer cien páginas de Bernhard es leer cien páginas netas, como un lingote de prosa, de Bernhard. No sé cuántos cientos de páginas (no teatrales) habré leído este agosto de Bernhard, pero el macrolingote de su prosa me ha llenado el mes, con los únicos huecos, ajenos a la página, que le he impuesto yo en forma de bañitos. Aunque también en los bañitos me mantenía en la prosa de Bernhard, anidada ya en mi cerebro. Una prosa que milagrosamente no me hundía, sino que me elevaba: no ancla, pese a ser lingote, sino globo aerostático que casi me sacaba del mar. 

2. Anticlimática vuelta de las vacaciones y aún más anticlimática vuelta a las librerías. Hojeo las novedades y todas (¡es el peligro de haberme pasado agosto entero leyendo a Bernhard, el Bernhard de Sáenz!) me parecen fofas. Indigencia prosística, vuelo gallináceo, pancismo, costumbrismo, autoayudismo, ¡entomología ideológica!, ¡sumisión al Gobierno! La novedad más destacada es la de Muñoz Molina, No te veré morir. Dice la contraportada: "una novela soberbia marcada por la musicalidad de una prosa que recuerda al mejor Bernhard". Sí, ¡un Bernhard gubernamental! 

3. La política también aguardaba. ¡La anticlimática política española! Cuando he despertado del sueño de agosto, los resultados electorales de julio seguían ahí. La sana reacción del electorado al avance de la ultraderecha y la insana ausencia de castigo del electorado a un presidente como Sánchez. Solo que aquello era hipotético y esto tangible. Ahora las caliguladas de nuestro Calígula han sido aprobadas (o al menos excusadas) por el pueblo. Nos esperan caliguladas mayores, esta vez merecidas. 

4. Justo después de las elecciones del 23-J, los bots sanchistas (quiero creer que espontáneos llevados por su fe sanchista y no enviados directos de Sánchez) nos replicaban a los descontentos con la icónica foto de Bardem en Huevos de oro, pero con la cara de Sánchez en vez de la de Bardem, llevándose la mano a los huevos. De este modo, hicieron de Sánchez un pre-Rubiales. Con una diferencia: Rubiales se llevó la mano a los huevos y después la retiró, mientras que Sánchez aún no la ha retirado (de los suyos, simbólicamente). Y lo que queda. 

5. El juicio moralista no solo aplasta el juicio estético, sino la propia percepción estética. Yo he querido mirar sin moralismo (de hecho, como un inmoralista a lo Gide) el affaire Rubiales, más lo de los huevos que lo del beso. En lo de los huevos me fascina su impecable coreografía gestual, la exhibición de su elasticidad perfecta, su destilación purísima de lo español, con tanta potencia en su arte que se olvida de la presencia de la Reina y la Infanta. No se había visto una expresión corporal así desde Nadia Comaneci. ¡Rubiales es el Nadia Comaneci del llevarse la mano a los huevos! 

6. Efecto mariposa lo ha llamado Yago González. El revoloteo de un beso y una mano llevada a los huevos en Sídney termina haciéndole perder su trabajo a un periodista cultural (político) en Madrid. 

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