29.11.22

En el podcast 'Prólogos'

Me invitaron a su podcast Prólogos, para hablar de libros (incluido el mío), Marta Suárez y Diego Urteaga. El audio en Spotify, en Apple Podcasts o en iVoox.

26.11.22

Tomar el frío

[Dietario]

Prolongación de la Alameda. En la tarjeta de la editorial con el anuncio de que voy a presentar en Málaga Un tal González, de Sergio del Molino, me fijo en la dirección de la librería Luces: Alameda Principal, 37. Me fijo en ese Principal. Remite a algo que se ha perdido: la Prolongación de la Alameda. Cómo me gustaba aquel nombre, sustituido hoy por el convencional Avenida de Andalucía. Prolongación de la Alameda era poético, con su evocación de extrarradio y provisionalidad. Convivimos con él de niños y luego lo olvidamos. Hasta que un día Curro dijo en uno de sus arrebatos: "¡Prolongación de la Alameda!". Y ya se nos quedó para siempre. 

Presentación de Un tal González. La presentación del libro de Sergio del Molino sale muy bien. He dicho que su trabajo literario no ha consistido en un blanqueamiento de Felipe González, como han escrito baratamente algunos, sino en una restauración de su figura y la época: como se restaura un cuadro. Una limpieza de los grumos que obstruyen la percepción original. La librería ha estado llena y al terminar se forma una cola larguísima de lectores. Yo he encontrado la manera de hablar aceptablemente en público (algo que Sergio hace con brillantez espontánea): tomarme dos whiskis antes. Después tenemos una cena agradable en La Deriva con el autor. Le había pedido permiso para convocar a algunos amigos, si no se sentía muy misantrópico. Me dijo que le placía cenar "con la intelligentsia malagueña". Somos en total seis. Cuando Sergio le contó a nuestra amiga común Pilar que íbamos a cenar, esta le advirtió: “El pulpo frito no te lo quita nadie”. Pero en La Deriva no hay.

Biruji. Con la primera racha de frío en más de medio año me viene la palabra biruji, y recuerdo de quién la aprendí y que murió en septiembre. Es una de esas palabras conocidas que yo no conocía. Por eso me acuerdo de ella, de la tarde de los noventa en que hacía fresquito y dijo: "Hace biruji". La veo en el gesto de decirlo, estremeciéndose con gracia y como acogiendo el frío, dándole sensualidad. Era una chica dulce y animada, pero no tuvo suerte. Trabajamos juntos un año y luego pasé muchísimos sin verla. Pero me llegaban noticias: se separó por una infidelidad del marido, su nueva pareja desapareció en una vuelta al mundo... También me dijeron que se había puesto tetas y eso me alegró por lo que tenía de ilusión por la vida. Solo la vi una vez más, hace dos años. Estaba con su dulzura de siempre, con su sonrisa, con esa ligereza que hubiera merecido felicidad. La última noticia fue que murió en una caída doméstica, como si la mala suerte se hubiera empeñado en dejar su sello definitivo. Ahora que hace biruji me acuerdo de ella, de su gesto de sentir biruji. Busco la palabra en el diccionario: "Frío, o viento frío". Es viento frío. 

Tomar el frío. Estoy en El Palo. Desde que la línea 8 del autobús llega aquí me vengo a veces a pasear. Son las cuatro de la tarde de un martes y en El Tintero quedan pocos comensales. Tiene un encanto de merendero fuera de temporada. Me pongo a caminar por el paseo marítimo. Hace frío, después de tantos meses de calor pegajoso. Atisbo un banquito en un espigón y voy hacia él. Es el banquito perfecto. La tarde es desapacible y está vacía. Me siento. No hay sol, sino nubes oscuras. Pero me quedo más de una hora, mirando el mar y la costa a lo lejos. Mientras pasan los minutos me doy cuenta de que estoy disfrutando de un nuevo placer: tomar el frío. 

Presentación de El desaliento. Asisto a la presentación en Luces de El desaliento, la nueva novela de Rafael García Maldonado, que hace con elegancia David Delfín. El autor utiliza su experiencia como cooperante en Senegal en 2009 para crear una ficción con el impulso de sus ídolos literarios: Conrad, Faulkner, Lobo Antunes... Dice algo extraordinario: aquella experiencia africana fue intensa, pero no le marcó tanto como le marca cotidianamente su trabajo de farmacéutico en Coín, con su contacto diario con numerosas vidas, algunas en el límite, lo que le proporciona un hondo conocimiento de la naturaleza humana. Lee unas páginas preciosas de la novela cuya síntesis podría ser aquella frase del poeta Leopoldo María Panero: "En la infancia vivimos, después sobrevivimos". Su idea de la literatura es radical: "Solo me interesa escribir sobre aquello que tiene que ver con la angustia del hombre en el tiempo". Mientras avanza el acto, recuerdo que se está emitiendo en directo por YouTube. Como estoy sentado en primera fila, justo detrás de la cámara con trípode, tengo curiosidad por ver cómo está saliendo. Miro en el móvil, sin sonido, y contrasto la realidad con la pantalla. En esta aparece con unos segundos de retraso. Pienso en el sobresalto que sería que apareciera con unos segundos de adelanto. Otra modalidad de angustia en el tiempo. 

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24.11.22

A Sánchez le obligan a ser Sánchez

¡Otra columna sobre Sánchez, qué remedio! Apareció en el Senado con un traje de indeterminado color berenjena (las dos cosas a la vez), como reminiscencia cromática, más adusta, de la camisa polinesia. Enfrente, Feijóo no le acertaba. Es que se ha dejado convencer por los columnistas satisfechos de sí mismos que consideran que Feijóo debe ser pugnaz como ellos, los columnistas. Su única opción era aparecer senatorial, como hacía al principio con algún funcionamiento. Pero a los columnistas eso les sabía a poco. Le han empujado y el efecto ha sido el contrario: el de la hernandezmanchización de Feijóo. No se encuentra, flojea; enfático no resulta convincente. Está a puntísimo del gatillazo.

A estas alturas hemos de reconocer que con Sánchez no vale echarse al barro, porque él es el rey del barro. El barro es su elemento. Ni Rivera ni Casado le arañaron, por más alto y ásperamente que hablasen; ni le araña este Feijóo que se destempla. Solo cabe aproximarse a Sánchez con frialdad, como un desactivador de explosivos. Centrarse en cables concretos y cortarlos. Mientras, el valentón seguirá con su pose macha y con ese desprecio al prójimo tan característico que madre mía si fuera de un político de derechas. Solo le falta el palillo de diente en la boca. Pero los contenidos decorativamente de izquierdas de sus parrafadas le ganan impunidad para su pose cazurra. El suyo es el trumpismo perfecto: un trumpismo que los antitrumpistas apoyan porque le compran el disfraz. Por eso no habría que entrar en sus valentonadas, sino decirle la verdad serenamente, con media sonrisa incluso, como hacía el primer Feijóo. (Para lo otro ya estamos los columnistas.)

El mejor momento del debate en el Senado fue cuando Sánchez acusó a Feijóo de hacer lo que le decía El Mundo. Tiene gracia, porque el reproche a Feijóo (yo mismo lo he estado esgrimiendo) es que le obligan a no ser Feijóo. Reproche que no se da aislado en nuestro panorama político, puesto que viene con otro complementario, más antiguo de hecho: el de que a Sánchez le obligan a ser Sánchez. Aunque este, más que reproche, es exculpación: Sánchez no es así, pero le obligan. Le obligó Rivera por no pactar, le obligan sus socios por lo pactado. La diferencia es que, si bien pudimos atisbar a otro Feijóo, de Sánchez no hemos tenido más que Sánchez.

Ahora que Rivera ha entrado en este periódico como columnista (¡también podrá decirle a Feijóo lo que tiene que hacer!), he vuelto a pensar en su paradoja. Caló como nadie a Sánchez: todo lo que le dijo no ha dejado de cobrar vigencia, multiplicada. Pero a la vez contribuyó a que se cumpliera su diagnóstico. Aquel pacto no lo quería Sánchez ni lo quería Ferraz (digan lo que digan Julio Feo y Lucía Méndez, con su escandalito demediado: toda la culpa es de Rivera, ninguna de ese Sánchez al que le obligan), pero Rivera tendría que haberse empeñado, siquiera por la astucia de desenmascarar a Sánchez.

Lo escalofriante es que Sánchez está donde está y todo le está saliendo gratis. Todavía hay quien piensa que hay otro Sánchez. Pero como decía Schopenhauer: "Solo la ejecución sella el propósito". Somos estrictamente lo que hemos hecho. Y Sánchez ha hecho lo que ha hecho.

Entre la camisa polinesia y el traje de indeterminado color berenjena, Sánchez todavía pactó con Bildu, con los proetarras, la salida de la Guardia Civil de Tráfico de Navarra. El diputado de Bildu Oskar Matute celebró la noticia en Twitter con este mensaje: "Circulen!!!". Sánchez está con los matones. Es uno de ellos. 

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18.11.22

Sobre 'Fake news', de Daniel Gascón

[La Brújula (Zona de confort), 1:04:29]

Hola, querido Rafa Latorre. Voy a hablar de un libro y prácticamente haré mi columna con él. Los oyentes lo agradecerán. Es 'Fake news. Cómo acabar con la política española', de Daniel Gascón, en Debate. Junto con artículos humorísticos de estos años, hay una selección de las viñetas que ha venido publicando el autor en las redes sociales. Con ellas se opera un milagro: fueron concebidas como respuestas inmediatas a situaciones de actualidad, pero al verlas ahora nos encontramos con que no era imprescindible aquel referente, porque divierten lo mismo. En parte porque seguimos en las mismas. Hay una que se anticipa a lo de la semana pasada con el presidente. Dice el personaje del dibujo: "Es urgente cambiar las leyes que castigan los crímenes de nuestros socios". Otra parece pensada para la ministra de Igualdad y sus chicas estos días. Un profesor les dice a sus alumnos: "Os aconsejo que compenséis vuestra falta de conocimiento con sectarismo y superioridad moral". Como vemos, en las dos se cumple una ley que formula Gascón en su estupendo prólogo: "Toda sátira es profecía". Los dibujos redondean el efecto de las frases, pero estas funcionan solas. No me resisto a decir algunas. "Por un pluralismo sin gente de derechas". "Es un tema complejo en el que intervienen muchos factores y, bueno, que lo que diga el Gobierno". "Es intolerable que crucéis las líneas rojas que nosotros dejamos atrás". "¡Qué país nos va a dejar la oposición!". "No podemos dejar la desinformación en manos del sector privado". "Tan demócratas no seréis si estáis contra el Gobierno". "Si todos pensarais como nosotros, no tendríamos este problema de polarización". "Que estudien en su segunda lengua no les da más oportunidades a ellos, pero a nosotros sí". Y digo la última: "Hay consenso. ¡Así que a callar!".

17.11.22

Sánchez: un problema retórico

Al ver a Pedro Sánchez con su camisa indonesia pensé que era uno de esos maleantes de las películas de Tarantino. Un amigo apostilló que más bien de los hermanos Coen, y tenía razón. Pero hay algo que no termina de resultar en el Sánchez indonesio: una cierta rigidez vacía, una percha demasiado autoconsciente y por lo tanto artificiosa, una oquedad de maniquí pero sin el encanto neutro (¡y carismático!) de los maniquíes... Vaya, le pasa un poco lo que al Sánchez español. Pensándolo mejor, ya sé lo que parece el Sánchez indonesio: un vendedor de enciclopedias indonesio.

Y aquí estamos, con Sánchez vestido de indonesio en la semana más grave de la democracia española desde el golpe posmoderno del independentismo catalán en 2017. Por la política de Sánchez. El problema para el columnista es qué hacer retóricamente con esa gravedad. El reto de dosificar los énfasis es complicado. La altisonancia a que invita la situación se enfrenta al hecho de que la altisonancia sostenida no es más que ruido. Gritar ensordece: impide que se oiga lo que se dice. Por otro lado, esa es la respuesta soñada por el sanchismo (el de Ferraz y el de Miguel Yuste y Gran Vía 32), que salta enseguida con la acusación de que si se inflama o se echa gasolina... Les falta añadir que en el fuego que ellos alientan, si no provocan.

Se acabó el tiempo en que me hacía gracia enfervorizarme a lo capitán Haddock o a lo Thomas Bernhard. No estaba mal aquello: el motor energuménico que emitía un material verbal caliente y no del todo extraviado (¡chispazos sobre una sintaxis trepidante pero que no descarrilaba!). Un material además cortés, pese a su apariencia, puesto que incluía su autoparodia y hasta su autodesactivación. Invitaba a no ser tomado en serio. Y para el emisor era un desahogo. Pero ya no tengo ganas; tal vez la actualidad no lo merece. (Hay que añadir que encima solía dar en el blanco: cumplía su propósito.)

Y Sánchez con su camisa indonesia, balik se llama, después de haber cursado su proposición de ley que acaba con la sedición (no con ella como acto, sino con su tipificación, con su castigo: lo volverán a hacer gratis) y haber puesto a calentar el ambiente para justificar el fin a la carta de la malversación. Sus apaños tácticos entran a formar parte de la legislación española, desarmándola, deformándola. Como el Gobierno, el Código Penal tendrá costuras de Frankenstein. Será tal vez el primer Código Penal (de un Estado de derecho) que promueve determinados delitos: los adecuados. Aunque se cuelan inadecuados también. Por las grietas de la ley del solo sí es sí empiezan a rebajarles penas a violadores. El presidente les pide a los jueces desde Bali "sensibilidad".

Son admirables los ejercicios ilustrados de los más templados de mis colegas (Daniel Gascón, Manuel Arias Maldonado, Manuel Toscano, Aurora Nacarino, el recién premiado Juan Claudio de Ramón...), pero me producen una melancolía insalvable sus propuestas de diálogo racional sin interlocutores. En el otro lado no hay nadie: solo un ejército de argumentistas con su argumentario. Un argumentario además nada firme, que cambia con los caprichos y conveniencias del líder. Lo siguen en todo (todo, absolutamente todo se lo defienden, contradiciéndose con él) y todo es fatal.

A la derecha le aguarda al menos una recompensa: heredar el país, por devastado e inoperativo que quede. Los progresistas no embrutecidos solo heredaremos la amargura añadida del erial para toda política progresista plausible que habrá dejado tras de sí Sánchez. Sí, sé que esto suena enfático. Y que no funciona. 

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11.11.22

Penes, sedición y Sánchez

[La Brújula (Zona de confort), 1:23:49]
 
Hola, Rafa Latorre. Yo querría haber hablado esta semana del joven que se disparó en el pene por accidente, que es la noticia que más se ajusta a mi perfil. La contó aquí Juanjo de la Iglesia, quien resaltó el meollo del asunto: el joven lo hizo encima sin licencia de armas. Pero se ha interpuesto una vez más el presidente Sánchez, así que me voy a tener que ocupar de algo serio. La reforma del delito de sedición va a consistir finalmente en la eliminación del delito de sedición. Ahora se llamará "desórdenes públicos agravados", y aún deberemos sentir alivio por que ponga agravados. Pues, de acuerdo con el espíritu de la nueva ley, le pegaría más bien facilitados: "desórdenes públicos facilitados". Facilitados por el Gobierno, cuya política parece de fomento de la sedición. Esta sonaba a delito anacrónico solo porque, desde Tejero, no parecía que nadie lo pudiese cometer en nuestra democracia. Pero resulta que lo cometieron los independentistas catalanes hace cinco años: o sea, ellos actualizaron el delito. Las penas que se reducen ahora son no para un delito quimérico, sino para un delito ejercido recientemente y por sujetos que aseguran que lo volverán a hacer. La llamada judicialización de la política estaba en proporción directa con la delincuentización de la política. Ahora Sánchez no pretende tanto desjudicializar la política como desdelincuenciarla. Pero no impidiendo que los delincuentes delincan, sino eliminando la figura penal del delito que cometen. Y todo porque los necesita para mantenerse en el poder. Por enlazar con la noticia que me hacía tilín (¡me resisto a dejarla escapar!), tal vez Sánchez le haya disparado simbólicamente en el pene a alguien. No sé si al Estado de derecho, al PSOE, o incluso a sí mismo. Lo ha hecho, eso sí, con licencia de armas.

10.11.22

Gal Costa: una alegría para siempre

 

Era mi voz favorita de la música brasileña y la única persona de la que me he enamorado por su voz. Fue una pasión alegre y dolorosa; sobre todo alegre, pero con ese pinchazo de lo que se querría tener más. Ah, las posesiones imposibles de la música: uno se acopla a ese fluir que se deshace en la vida. Es como acariciar el tiempo: se toca un cuerpo que se va perdiendo, pero que no por ello es menos rotundo, menos sensual. Posesión por pérdida: plenamente frustrada, plenamente cumplida. Ahora Gal Costa ha muerto y tengo en bucle 'Lindeza', que compuso su amigo, casi hermano, Caetano Veloso: "Coisa linda / desejar-te desde sempre / ter-te agora e um dia e sempre / uma alegria pra sempre".

La canción está en el disco 'Mina d'água do meu canto', que misteriosamente he escuchado mucho estas últimas semanas. Es de 1995 y nació de la canción que Caetano y Chico Buarque compusieron por teléfono para paliar el dolor por la muerte de Antonio Carlos Jobim, en diciembre de 1994. Fue mi primera muerte brasileñista, en la que me trastornó el contraste entre la eternidad de la música de Jobim y la conciencia repentina de que era obra de un mortal. La canción que lo despide es 'Como um samba de adeus' y el disco, cuyo título es un verso de ella ("quanto tempo / mina d'água do meu canto"), está formado por composiciones de Caetano y Chico: diecisiete en total, ocho de cada uno más esa de los dos. En la producción, Jaques Morelenbaum homenajea en cortes como 'Lindeza' los arreglos de Claus Ogerman, artífice precisamente de eternidades en discos de Jobim y João Gilberto. Y la voz de Gal: perfecta; no más que nunca solo porque lo fue siempre. Encuentro que dijo entonces: "Quería recuperar la frescura del canto, limpiar la técnica y los vicios, buscar a aquella Maria da Graça [su nombre real] que admiraba a João Gilberto". El álbum se inicia con una canción explícita de limpieza: 'Odara'.

Me apasioné por la música brasileña a finales de los ochenta y durante los noventa no escuché otra cosa: lo barrió todo, me instaló en una burbuja absoluta de felicidad. Cuánto tiempo, cuántas horas no habré pasado con Gal. Es muy extraña, y ciertamente gloriosa, esta sensación de que mi vida ha sido doble: pasara lo que pasara fuera, por dentro ha ido el oro de esa música. Una alegría para siempre. 

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7.11.22

Cuestionario Proust (en 'El Flexo' de Canal Sur Radio)

(Audio en minuto 12

1. ¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta? 
Estar en la cama con la mujer que quiera, incluso leyendo. Y si hay un ventanal que dé al mar, mejor. 

2. ¿Cuál es su gran miedo? 
De niño me daba miedo la vida eterna, pensar que después hay otro después y otro y otro y otro... Me costaba dormirme con ese vértigo. 

3. ¿Cuál es su rasgo más característico? 
Me debato entre el histrionismo y la contemplación. 

4. ¿Cuál es el rasgo que más le desagrada de sí mismo? 
La tendencia al aplazamiento. 

5. ¿Cuál es su mayor extravagancia? 
Cumplir años impunemente. 

6. ¿Cuál es su estado de ánimo actual? 
Inauguralismo crepuscular. 

7. ¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada? 
El optimismo. O eso que llaman ahora, haciéndose un lío filosófico, “el positivismo”. 

8. ¿En qué ocasiones recurre a la mentira? 
Cuando tengo que decirles a mis amigos escritores lo que me han parecido sus libros. 

9. ¿Qué es lo que más valora de sus amigos? 
Que escriban libros que no me obliguen a mentir. 

10. ¿Cuál es la cualidad que más le gusta en un hombre? 
Que sepa distanciarse de su máscara. 

11. ¿Cuál es la cualidad que más le gusta en una mujer? 
La vivacidad. O sea, la mezcla de luminosidad y alegría. 

12. ¿De qué palabras o frases abusa? 
Cuando una palabra o frase me hace gracia puedo estar días repitiéndola. Me pasó con "a matacaballo", o “se quedó pajarito”. Últimamente repito mucho “me pone palote”. 

13. ¿Quién es el gran amor de su vida? 
El asunto está sub iúdice. 

14. ¿Cuándo y dónde fue más feliz? 
Remedando un verso de Borges: en ciertos días y noches de 2016. 

15. Si pudiera cambiar una sola cosa de usted, ¿qué elegiría? 
Cambiaría mi situación económica, para ser rico. Me gustaría comprobar por mí mismo eso de que el dinero no da la felicidad. 

16. ¿Qué talento le gustaría tener? 
Fuerza de voluntad y constancia. 

17. ¿Cuál considera que es su gran logro? 
Haber llegado hasta aquí. 

18. ¿Cuál es su bien más preciado? 
Un hipopótamo de plástico que encontré en el jardincito del Príncipe Anglona de Madrid. Siempre lo tengo en mi escritorio y a veces hasta me lo llevo de viaje. 

19. ¿Cuál es para usted la máxima expresión de la miseria? 
Pues eso, la miseria, la mezquindad. Y el abuso de poder. 

20. ¿Qué es lo que más detesta? 
La pesadez. La falta de humor. 

21. Sabiendo que es inevitable ¿Cómo prefería morir? 
En una tumbona frente al mar, una lánguida tarde de otoño, tomándome un buen whisky y fumándome un purito. Y con 99 años. 

22. ¿Cuál es su lema? 
Uno difícil de llevar a la práctica, pero muy higiénico: “Nunca quejarse, nunca justificarse”. Y digo otro de Oscar Wilde: “Uno debería ser siempre un poco improbable”.

4.11.22

Una frase de Sánchez

[La Brújula (Zona de confort), 1:26:33]

Hola, querido Rafa Latorre. El presidente Sánchez volvió a repetir este miércoles, en otra de esas insufribles sesiones de control al Gobierno, una idea dañina; quizá la más dañina de cuantas repite, que no son pocas. Cuando la portavoz del PP, Cuca Gamarra, le reprochó de nuevo sus pactos con los independentistas, Sánchez le dijo: "Ustedes que van repartiendo carnets de españolidad y de constitucionalismo y resulta que cuando estaban en el Gobierno fue cuando España estuvo cerca de poder romperse". Lo ha dicho Sánchez tantas veces que ya ni reparamos en su gravedad. Pero es un escándalo. Para el presidente del Gobierno de España el asalto al Estado y a la Constitución que llevaron a cabo los independentistas catalanes hace cinco años tuvo unos responsables que no fueron los independentistas catalanes, sino el Gobierno de España. Que entonces, claro, era del PP. Hay varias perversiones enroscadas en la frase de Sánchez. La más soez es que considera que los responsables de la agresión fueron en realidad los agredidos. Pero esta lógica invertida se funda en una idea más perversa aún: que el agredido fue el Gobierno de España, el Gobierno del PP, y no España, no el Estado español. Es decir, que los independentistas le dieron el golpe al PP y no a todos los españoles, incluidos los socialistas e incluidos, sobre todo, los catalanes no independentistas. Alarma en el presidente del Gobierno esta parcialidad, esta incapacidad de tener una visión íntegra, integradora, del Estado. Pero claro, de no haber sido parcial y de no haber sido incapaz no habría pactado su llegada al Gobierno con aquellos que pocos meses antes habían atacado el Estado y la Constitución. Este pacto, que ha renovado en su segundo mandato, es tan aberrante que debe justificarlo con infamias como esa que repite.

3.11.22

Feijóo y Sánchez son mis enemigos

El líder de la oposición Feijóo y el presidente del gobierno Sánchez han tenido la cortesía de recordarnos quiénes son y cuál es su nivel. Nada grave para casi nadie (¡pueden votarles tranquilos!), pero sí para unos pocos entre los que me cuento (¡y que no les votaremos jamás!). Somos estos los últimos mohicanos de la palabra escrita, de la cultura literaria, que nos encontramos en disposición de repetir lo de Lugones a los ultraístas según el poemita, así titulado, de José Emilio Pacheco: "Hablo una lengua muerta / y siento orgullo / de que nadie me entienda".

Como quedó de manifiesto en el foro en el que participó en Santander la semana pasada, Feijóo ignora la existencia del célebre libro 1984. Un libro que no hace falta ni haber leído: basta haber leído cualquier otro, o haber frecuentado la prensa o escuchado la radio o visto algún programa cultural de televisión (y no cultural) o asistido a debates, cursillos y conferencias en el último medio siglo. Al menos durante 1984, en que Feijóo cumplió veintitrés años. ¿Qué hacía un joven de veintitrés años en 1984 para no enterarse de la novela de Orwell? ¡Pero si hasta hay película!

Sánchez, por su lado, también presumió de lo que no sabe en la celebración en Sevilla del cuadragésimo aniversario de la victoria socialista de 1982; celebración llevada a cabo –en presencia de un Felipe González sonriente pero opacado (y en ausencia de Alfonso Guerra)– a mayor gloria de Sánchez. El presidente, desde el pináculo de su engolamiento, citó estos versos de Jaime Gil de Biedma atribuyéndoselos a Blas Otero (ni siquiera a Blas de Otero): "De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal". Y los citaba el que más se está aproximando a que se cumpla la maldición; al menos el que se apoya en aquellos que la propugnan.

Los dos (y los demás políticos, cada uno de los cuales ha protagonizado pifias equivalentes) son dignos representantes del electorado español, a cuya inmensa mayoría ni le sonará Orwell (¡aunque haya película –y Gran Hermano!), ni sabrá de Gil de Biedma ni Blas de Otero. Son nuestros enemigos cotidianos, los que convierten en intransitable y hostil nuestro día a día: lo que nosotros amamos, ellos lo desprecian; lo que para nosotros es la vida, a ellos ni les consta. Casi nunca se lo recordamos, pero que no se olvide.

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