26.11.22

Tomar el frío

[Dietario]

Prolongación de la Alameda. En la tarjeta de la editorial con el anuncio de que voy a presentar en Málaga Un tal González, de Sergio del Molino, me fijo en la dirección de la librería Luces: Alameda Principal, 37. Me fijo en ese Principal. Remite a algo que se ha perdido: la Prolongación de la Alameda. Cómo me gustaba aquel nombre, sustituido hoy por el convencional Avenida de Andalucía. Prolongación de la Alameda era poético, con su evocación de extrarradio y provisionalidad. Convivimos con él de niños y luego lo olvidamos. Hasta que un día Curro dijo en uno de sus arrebatos: "¡Prolongación de la Alameda!". Y ya se nos quedó para siempre. 

Presentación de Un tal González. La presentación del libro de Sergio del Molino sale muy bien. He dicho que su trabajo literario no ha consistido en un blanqueamiento de Felipe González, como han escrito baratamente algunos, sino en una restauración de su figura y la época: como se restaura un cuadro. Una limpieza de los grumos que obstruyen la percepción original. La librería ha estado llena y al terminar se forma una cola larguísima de lectores. Yo he encontrado la manera de hablar aceptablemente en público (algo que Sergio hace con brillantez espontánea): tomarme dos whiskis antes. Después tenemos una cena agradable en La Deriva con el autor. Le había pedido permiso para convocar a algunos amigos, si no se sentía muy misantrópico. Me dijo que le placía cenar "con la intelligentsia malagueña". Somos en total seis. Cuando Sergio le contó a nuestra amiga común Pilar que íbamos a cenar, esta le advirtió: “El pulpo frito no te lo quita nadie”. Pero en La Deriva no hay.

Biruji. Con la primera racha de frío en más de medio año me viene la palabra biruji, y recuerdo de quién la aprendí y que murió en septiembre. Es una de esas palabras conocidas que yo no conocía. Por eso me acuerdo de ella, de la tarde de los noventa en que hacía fresquito y dijo: "Hace biruji". La veo en el gesto de decirlo, estremeciéndose con gracia y como acogiendo el frío, dándole sensualidad. Era una chica dulce y animada, pero no tuvo suerte. Trabajamos juntos un año y luego pasé muchísimos sin verla. Pero me llegaban noticias: se separó por una infidelidad del marido, su nueva pareja desapareció en una vuelta al mundo... También me dijeron que se había puesto tetas y eso me alegró por lo que tenía de ilusión por la vida. Solo la vi una vez más, hace dos años. Estaba con su dulzura de siempre, con su sonrisa, con esa ligereza que hubiera merecido felicidad. La última noticia fue que murió en una caída doméstica, como si la mala suerte se hubiera empeñado en dejar su sello definitivo. Ahora que hace biruji me acuerdo de ella, de su gesto de sentir biruji. Busco la palabra en el diccionario: "Frío, o viento frío". Es viento frío. 

Tomar el frío. Estoy en El Palo. Desde que la línea 8 del autobús llega aquí me vengo a veces a pasear. Son las cuatro de la tarde de un martes y en El Tintero quedan pocos comensales. Tiene un encanto de merendero fuera de temporada. Me pongo a caminar por el paseo marítimo. Hace frío, después de tantos meses de calor pegajoso. Atisbo un banquito en un espigón y voy hacia él. Es el banquito perfecto. La tarde es desapacible y está vacía. Me siento. No hay sol, sino nubes oscuras. Pero me quedo más de una hora, mirando el mar y la costa a lo lejos. Mientras pasan los minutos me doy cuenta de que estoy disfrutando de un nuevo placer: tomar el frío. 

Presentación de El desaliento. Asisto a la presentación en Luces de El desaliento, la nueva novela de Rafael García Maldonado, que hace con elegancia David Delfín. El autor utiliza su experiencia como cooperante en Senegal en 2009 para crear una ficción con el impulso de sus ídolos literarios: Conrad, Faulkner, Lobo Antunes... Dice algo extraordinario: aquella experiencia africana fue intensa, pero no le marcó tanto como le marca cotidianamente su trabajo de farmacéutico en Coín, con su contacto diario con numerosas vidas, algunas en el límite, lo que le proporciona un hondo conocimiento de la naturaleza humana. Lee unas páginas preciosas de la novela cuya síntesis podría ser aquella frase del poeta Leopoldo María Panero: "En la infancia vivimos, después sobrevivimos". Su idea de la literatura es radical: "Solo me interesa escribir sobre aquello que tiene que ver con la angustia del hombre en el tiempo". Mientras avanza el acto, recuerdo que se está emitiendo en directo por YouTube. Como estoy sentado en primera fila, justo detrás de la cámara con trípode, tengo curiosidad por ver cómo está saliendo. Miro en el móvil, sin sonido, y contrasto la realidad con la pantalla. En esta aparece con unos segundos de retraso. Pienso en el sobresalto que sería que apareciera con unos segundos de adelanto. Otra modalidad de angustia en el tiempo. 

* * *