31.12.21

Lecturas 2021

1. Libro del desasosiego. Fernando Pessoa (tr. A. Sáez Delgado). 
2. Prosas reunidas. Wislawa Szymborska. 
3. La noche que llegué al Café Gijón. Francisco Umbral. 
4. Canción negra. Wislawa Szymborska (trs. A. Murcia y K. Moloniewicz). 
5. Salão de sinuca. Chico Anysio. 
6. Mensaje. Fernando Pessoa (eds. J. Barja y J. Inarejos). 
7. Dos puntos. Wislawa Szymborska (trs. G. Beltrán y A. Murcia). 
8. "El Sr. Finnegan va a Buenos Aires". Sanz Irles. 
9. Aquí. Wislawa Szymborska (trs. A. Murcia y G. Beltrán). 
10. Poesía no completa. Wislawa Szymborska (trs. G. Beltrán y A. Murcia). 
11. Trastos, recuerdos. Una biografía de Wislawa Szymborska. Anna Bikont y Joanna Szczesna. 
12. Desescombro. Jónatham F. Moriche. 
13. El penúltimo negroni. David Gistau. 
14. Miss Marte. Manuel Jabois. 
15. 2017. La crisis que cambió España. David Jiménez Torres. 
16. Ariles. Ernesto Hernández Busto. 
17. Los amores sucios. Juan José Téllez. 
18. Veinticinco de hace veinticinco. Víctor Colden. 
19. "Las cosas solo suceden a los que saben contarlas: Manuel Arroyo-Stephens". Pilar Álvarez Sierra.
20. "La edad madura". Henry James. 
21. Cerdos y niños. Ernesto Hernández Busto. 
22. Tipos de agua. El Camino de Santiago. Anne Carson. 
23. Los muertos. James Joyce (tr. N. Barrios). 
24. Exiliados. James Joyce. 
25. Mientras agonizo. William Faulkner. 
26. Cuatro cuartetos. T.S. Eliot (ed. J. E. Pacheco). 
27. Mexicana. Manuel Arroyo-Stephens. 
28. Notas para unas memorias que nunca escribiré. Juan Marsé. 
29. ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX. Constantino Bértolo. 
30. Tomás Nevinson. Javier Marías. 
31. La Cruz del Sur. Poesía completa. Nicos Cavadías (tr. D. Hernández de la Fuente). 
32. Benito Cereno. Herman Melville (ed. R. Gª Maldonado). 
33. El cielo invisible. Luís Pousa. 
34. Diez mil cien. Juan Marqués. 
35. Quasi una fantasía. Andrés Trapiello. 
36. La espalda de la violinista. Teresa Gómez. 
37. El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa. 
38. El olvido que seremos. Héctor Abad Faciolince. 
39. Poesía completa. C. P. Cavafis (tr. J. M. Macías). 
40. Por qué nos creemos los cuentos. Pablo Maurette. 
41. Noches sin dormir. Elvira Lindo. 
42. Asombro y desencanto. Jorge Bustos. 
43. Si yo de ti me olvidara, Jerusalén. Rafael García Maldonado. 
44. Autos relativos a la muerte de Raymond Roussel. Leonardo Sciascia. 
45. Caliente. Luna Miguel. 
46. Anna Ajmátova (Bajo el muro rojo y ciego). Eduardo Jordá. 
47. La mirada imposible. Agustín Fernández Mallo. 
48. Al vuelo de la página (Diario 1990-2000). Juan Malpartida. 
49. Estación de cercanías (Diario 2012-2014). Juan Malpartida. 
50. Hölderlin o el fuego divino de la poesía. Rüdiger Safranski. 
51. Poemas. Friedrich Hölderlin (ed. E. Gil Bera). 
52. Kafka (1). Los primeros años. Reiner Stach. 
53. Niños aparte. Julieta Valero. 
54. Diarios (2015-2016). Eduardo Laporte. 
55. Tiempo ordinario. Eduardo Laporte. 
56. Es muy raro todo esto. Pablo Martínez Zarracina. 
57. Contra la España vacía. Sergio del Molino. 
58. Un hombre de cincuenta años. Javier Gomá Lanzón. 
59. Filósofos de paseo. Ramón del Castillo. 
60. Simpatía. Rodrigo Blanco Calderón. 
61. Traducción: literatura y literalidad. Octavio Paz. 
62. Secesionismo y democracia. Félix Ovejero. 
63. La vida pequeña. El arte de la fuga. J. Á. González Sainz. 
64. La Fuente del Encanto. Poemas de una vida (1980-2021). Andrés Trapiello. 
65. Breviario provenzal. Vicente Valero. 
66. El libro de las semejanzas. Ana Martins Marques (tr. P. Abramo). 
67. Arias Montano y el Duque de Alba en los Países Bajos. Herta Schubart. 
68. Yoga. Emmanuel Carrère. 
69. Figura descendente. Louise Glück (tr. A. Catalán). 
70. El triunfo de Aquiles. Louise Glück (tr. A. Catalán). 
71. Duelo de alfiles. Vicente Valero. 
72. La muerte del espontáneo. Manuel Arroyo-Stephens. 
73. Fuego amigo. Los restos de la escritura. Juan Gracia Armendáriz. 
74. La primavera del saguaro. Ruth Llana. 
75. El testamento. Rainer Maria Rilke. 
76. El último apaga la luz. Obra selecta. Nicanor Parra. 
77. Relatos completos. Franz Kafka. 
78. Soldados en el jardín de la paz. Sergio del Molino. 
79. Nada importa. Jesús Terrés. 
80. ¿Dónde vamos a bailar esta noche? Javier Aznar. 
81. Laura o el camino de la filosofía. Francisco Lapuerta Amigo.
82. Ensayo sobre el Lugar Silencioso. Peter Handke. 
83. Gabo y Mercedes: una despedida. Rodrigo García. 
84. La mujer zurda. Peter Handke. 
85. Carta breve para un largo adiós. Peter Handke. 
86. "El lamento del cornudo". Sanz Irles. 
87. "La tardecita". Juan José Saer. 
88. Ensayo sobre el día logrado. Peter Handke. 
89. Desgracia impeorable. Peter Handke. 
90. La doctrina del Sainte-Victoire. Peter Handke. 
91. Diarios de viaje. Albert Camus. 
92. Crónica de plata (Poemas escogidos). Emily Dickinson (tr. M. Villar Raso). 
93. Dom Quixote visto pelos artistas brasileiros Portinari e Drummond. Cândido Portinari y Carlos Drummond de Andrade (tr. A. Maura). 
94. Abecedario democrático. Manuel Arias Maldonado. 
95. "'¡Por la puerta de atrás!' (Viñeta de familia)". Manuel Alberca. 
96. "¿Debe haber un conocimiento prohibido?". Antonio Diéguez. 
97. La muerte del hipster. Daniel Gascón. 
98. Mi ovni de la Perestroika. Daniel Utrilla. 
99. Kafka (2). Los años de las decisiones. Reiner Stach. 
100. "Constant y la libertad de los modernos". Manuel Toscano. 
101. "Los sabios también derraman lágrimas". Leon Wieseltier. 
102. Los besos. Manuel Vilas. 
103. El cielo de abajo. La escritura del cuerpo en trece poetas hispanoamericanas (ed. Mª Alcantarilla). 
104. Mecánica. Vicente Luis Mora. 
105. El matrimonio anarquista. Begoña Méndez y Nadal Suau. 
106. Vida secreta. Pascal Quignard. 
107. Donde muere la muerte. Francisco Brines. 
108. Memorias de California. Luis Racionero. 
109. What's in a name. Ana Luísa Amaral (tr. P. Abramo). 
110. Kafka (y3). Los años del conocimiento. Reiner Stach. 
111. El comisario Magrelli. Valerio Magrelli (tr. E. Hernández Busto). 
112. La verdad. Arcadi Espada. 
113. El sexo y el espanto. Pascal Quignard. 
114. Demasiado humano. Joaquín Campos. 
115. Ajuste de cuentas. Joaquín Campos. 
116. Notas para un libro futuro. Francisco Javier Torres. 
117. Cartas a su vecina. Marcel Proust. 
118. "Lean La Biblia del Oso". Andreu Jaume. 
119. Billy Summers. Stephen King. 
120. Diário da peste. O ano de 2020. Gonçalo M. Tavares. 
121. Livro da dança. Gonçalo M. Tavares. 
122. Palabra de árbol (Antología poética, 1976-2020). Francisco Javier Irazoki. 
123. Orquesta de desaparecidos. Francisco Javier Irazoki. 
124. Solo integral. Fernando Savater. 
125. Recuérdelo, recuerde bien todo. Radovan Ivsic. 
126. Vilnis. Bárbara Mingo. 
127. La parcela. Alejandro Simón Partal. 
128. Siempre quiero ser lo que no soy. Aloma Rodríguez. 
129. Un aire inglés. Ignacio Peyró. 
130. El burro flautista. Enrique García-Máiquez. 
131. Sobre nosotras. Sobre nada. Rosa Belmonte y Emilia Landaluce. 
132. Las últimas. Lucía Carballal. 
133. Cómo se llama. Rodrigo García. 
134. Short movies. Gonçalo M. Tavares. 
135. Variaciones Coetzee. Félix de Azúa, Basilio Baltasar, Andrés Ibáñez, Eduardo Lago, Alberto Manguel y Gonzalo Torné. 
136. Tres maestros: Bellow, Naipaul, Marías. Gonzalo Torné. 
137. Un Eliot para españoles. Jaime Siles. 
138. Desde dentro. Martin Amis. 
139. Solo quedamos nosotros. Jaime Rodríguez Z. 
140. "José Manuel Lara Hernández (1914-2003). El marqués de los libros". Carlos Mármol.* 
141. "Juan March Ordinas (1880-1962). El hombre sin límites". Carlos Mármol.* 
142. "Goebbels como escritor". Heinz Pol.** 
143. Decir el mal. Ana Carrasco-Conde. 
144. Baudelaire y el artista de la vida moderna. Félix de Azúa. 
145. Pobre Bélgica. Charles Baudelaire. 
146. El arte de leer las calles. Walter Benjamin y la mirada del flâneur. Fiona Songel. 
147. Mediaciones. Walter Benjamin. 
148. Infancia berlinesa hacia mil novecientos. Walter Benjamin.
149. Tantas palavras. Todas as letras & reportagem biográfica (por Humberto Werneck). Chico Buarque.
150. Diario de pintura. Miguel Gómez Losada.
_____
* Capítulo del libro Hombres de fortuna. Doce relatos sobre hacedores de empresas, Carlos Mármol y José Mª Rondón.
** Capítulo del libro La eternidad de un día. Clásicos del periodismo alemán (1823-1934).

28.12.21

La derecha ha caído en la trampa perfecta

Al final la derogación de la reforma laboral, de la que ha vivido la izquierda durante nueve años, se ha quedado en nada, en unos ajustes que prácticamente no tocan la ley del PP. La trompetería ha dado lugar al parto de los montes, con el que sin embargo no han cesado las trompetas. Las trompetas (la propaganda, el Nodo) son la sustancia: los contenidos pueden cambiar mientras las trompetas siguen sonando. Es una abrumadora puesta en escena: tan abrumadora que esconde lo que esté sucediendo en el escenario.

El sanchismo es una maquinaria perfecta: perfecta y perversa; infalible. Es una maquinaria diseñada para darse a sí misma la razón, diga lo que diga y en todas las circunstancias. Y con la colaboración de sus supuestos desmentidores, que no son más que leña para que la maquinaria siga funcionando. Ahora el bronco cabreo de Pablo Casado se dirigirá a la ley laboral del PP, de la que se ha apropiado sin que le mueva el mechón blanco Pedro Sánchez. Esta silbará mientras se mira las uñas.

Si Casado fuera listo y quisiera dejar en evidencia a Sánchez, le diría: "Votaremos que sí a la ley laboral, porque sigue siendo nuestra ley". Pero Casado no es listo, sino todo lo contrario. Su estrategia no funciona contra Sánchez, a diferencia de la de Isabel Díaz Ayuso, que por lo que sea ha encontrado el modo de introducirse, sin resbalar, en la maquinaria. La respuesta de Casado, en vez de aprender de Ayuso, ha sido intentar liquidarla. Su cero en comunicación es absoluto.

Porque de comunicación se trata. El sanchismo no es más que un relato. Un relato refractario a las críticas. El PP no podrá hacer nada mientras no logre desmontar las toneladas de propaganda. Y el primer paso debería ser no integrarse en ella de un modo negativo. Es decir, dejar de parecerse al retrato paródico que el PSOE ha trazado de él. Casado ha logrado ser algo así como el sueño de Sánchez: si este hubiera participado en unas primarias del PP, habría votado a Casado. Es un regalo para el PSOE.

Y Vox es el refuerzo de este engranaje. Si el PP en algún momento corre el riesgo de acertar, ahí está Vox (su sombra, su amenaza; su competencia) para retornarlo al desacierto. La última ocurrencia del PP ha sido dinamitar a Ciudadanos, como ha ocurrido en Castilla y León, para que le quede solo Vox para pactar. Ha visto la jaula y ha ido a encerrarse en ella, como un ratoncito dócil.

La función de Vox se transparentó el otro día en el Parlamento. La diputada Macarena Olona hizo una intervención maleducada y faltona (pretenciosa, altisonante) contra la vicepresidenta y ministra Yolanda Díaz. Esta tuvo ocasión de exhibir sus buenas formas, incluyendo en su respuesta predicaciones sobre la concordia, el diálogo y la función del Parlamento...

El caso es que fue su Podemos (aunque ella vaya por el PCE) el que introdujo los modos matoniles en la política española de los últimos tiempos. Ellos fueron los primeros maleducados, faltones, pretenciosos y altisonantes. Ellos reintrodujeron el discurso del odio. Seguido por Sánchez, en su oposición no precisamente modélica a Mariano Rajoy, que culminó en aquella moción de censura en alianza con lo peor del Parlamento, incluidos los proetarras y los golpistas recientes del catalanismo.

La izquierda abrió la caja de Pandora en la que, de nuevo cándidamente, se ha metido la derecha. Esto ha sido después, pero como por un truco de ilusionismo ahora parece que está ella sola. La izquierda se lava las manos: y se las frota. 

* * * 

27.12.21

Silban las balas

Ahora sí que estamos en el Far West, como decía Iñaki Uriarte: silban las balas. Nunca había ido a una cena de Nochebuena con semejante sensación de fatalidad. Llegaban noticias continuas de conocidos contagiados. Era como si se hubiera estado pasando la metralleta. Salir bien librado era cosa como de contorsionista, capaz de colarse por los intersticios. Pero un contorsionista de chiripa, porque ni siquiera se sabe por dónde cruzan las balas.

Media familia estaba en confinamiento preventivo, en su casa. La otra media cenamos con el balcón abierto al frío de diciembre. Nos abrigamos bien, como en un pícnic polar. Yo me había puesto un forro y el gorro de lana que tenía de Madrid. "Pareces un lobo de mar", dijo mi hermana. Y me comía los gambones como si estuviese en cubierta. Una vez en faena, el peligro parecía atenuado. Pero aún queda la cena de Nochevieja. Y una catacumba y un cenáculo con amigos en terrazas, y un viajecillo a Sevilla para ver la nueva exposición de Gómez Losada.

Es interesante, porque la tendencia es a esconderse. Algo que hago, por otra parte, el resto del tiempo: quedarme leyendo, aislado. Lo interesante es la fuerza gravitatoria de los dos compromisos clave: las cenas de Nochebuena y Nochevieja. Es como ir a la batalla del Somme, sin ganas pero por mandato superior. En este caso, el mandato superior es el de la costumbre. Costumbre hecha sustancia, después de toda la vida. Se ha segregado una suerte de tejido inevitable. Silban las balas, pero hay que ir.

Y les habla un misántropo, un ermitaño. Poco familiar, de hecho. Pero en la vida misantrópica, qué importantes son las estructuras que nos acogen. Basta, en realidad, con que nos hayan concedido la condición de raro. Ganada a pulso, por otra parte. Pero ahí estaba yo, hoplita navideño: dirigiéndome al champán con las balas silbando.

Me acordé del alivio de hace seis meses, otra vana ilusión. La liberación de las mascarillas coincidió con mi primer viaje a Madrid en un año. Al bajar del Ave en Atocha me quité la mía, subí por Santa Isabel y atravesé el centro hasta la plaza de Oriente, donde estaba mi hotelito rococó. Era una mañana de finales de junio tan feliz, con sol, vida en las calles y el descanso de haberlo dejado todo atrás... Pero ha vuelto la plasta, el pegajoso virus.

Es una guerra de desgaste, como la de las trincheras. No hay que proyectar, sino resistir poco a poco. Sin dejar de anhelar días futuros como los de la última canción del último disco de Caetano Veloso (es mi felicitación navideña): "Y veo y pido / días de otros colores / alegrías / para mí / para mi amor / y mis amores".

 
* * * 

21.12.21

El catarro como refugio

Volví a casa destemplado, me tomé un consomé y me metí en la cama. Dio igual: tosía, estornudaba, me picaban los ojos y la garganta, respiraba con dificultad y había fiebre. Pasé la noche pensando que tenía covid, con la resignación sombría de haber pillado el bicho: sus largas peripecias hasta acabar en mí. Sobre el malestar corporal pendía esa otra amenaza, ominosa. El miedo era sobre todo a contagiar, a haber contagiado; me daba vergüenza ser un eslabón de la cadena. Pero por la mañana la prueba salió negativa y me pude instalar cómodamente en mi catarro (¡catarro, viejo amigo!).

Seguían los síntomas, el cuerpo lo tenía molido, me dolía la cabeza, pero ya era otra cosa. El repliegue en la enfermedad reconocible, enterrado en mantas, la vida aparcada por unos días. El primero fue malo, dormía y despertaba y no se terminaba nunca. Escuché la radio a ratos, música, podcasts, pero después de una eternidad miraba el reloj y era temprano siempre. A su modo, estaba siendo una jornada intensa. Por la noche pude leer al menos y la cosa cambió. El enterramiento en las mantas se combinó con el enterramiento en los libros. Un parapeto contra el mundo. Ya sí que podían pasar las horas todo lo lento que quisieran. Me seguía doliendo la cabeza, y tenía toses, mocos, estornudos, la respiración era arrastrada; pero los libros convertían mi lecho en un reducto de civilización. Así pasé el segundo y el tercer día, cada vez mejor pero en aislamiento creciente. Cuando me levanté el cuarto comprendí que habían sido días reparadores.

Estos son los diez libros que he tenido en mi refugio (unos ya los tenía en marcha, otros apenas los he empezado, otros los he leído enteros): el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa (Pre-Textos), el segundo volumen de la biografía Kafka de Reiner Stach (Acantilado), Recuérdelo, recuerde bien todo de Radovan Ivsic (Árdora), Vilnis de Bárbara Mingo (Caballo de Troya), La parcela de Alejandro Simón Partal (ídem), Siempre quiero ser lo que no soy de Aloma Rodríguez (Milenio), Un aire inglés de Ignacio Peyró (Fórcola), El burro flautista de Enrique García-Máiquez (La Veleta), Sobre nosotras. Sobre nada de Rosa Belmonte y Emilia Landaluce (La Esfera de los Libros), y Las últimas de Lucía Carballal (La Uña Rota).

El de Pessoa (la mejor edición del Libro, a mi juicio) y el Kafka de Stach se acomodaban a mis dolencias, que tenían su parte también en el tiempo hueco, en el desasimiento de la vida; Lisboa y Praga como escenarios adecuados para el catarro. El de Ivsic es una joyita inesperada: cuenta la relación del autor con André Breton y cómo lo acompañó los últimos días de su vida; un testigo que no nos constaba a los simpatizantes del surrealismo. El de Mingo brinda un viaje (solitario, contemplativo, perceptivo, reflexivo) a Lituania y el descubrimiento (a quienes no lo conocíamos) del músico y pintor Čiurlionis. El de Partal una historia de amor e iniciación entre Calais y Boulogne-sur-Mer. El de Rodríguez un conjunto de relatos perfectos, en el tono adecuado y con vida rohmeriana: el ideal de la ligereza. El de Peyró artículos de tema inglés, como oleadas nuevas de Pompa y circunstancia, con su erudición crujiente y en su prosa fluida, precisa y encantadora. El de García-Máiquez una selección alquímica de sus columnas: oro molido en el reloj de arena; de entre sus columnas, siempre buenas, las mejores de los últimos años. El de Belmonte y Landaluce es un libro gamberro y libre, profundo, divertidísimo: deslumbrante por el talento que contiene. El de Carballal es la reunión de sus cinco últimas obras de teatro, magníficas, emocionantes, hondas (en especial, La resistencia y Las bárbaras).

Pienso ahora que recomiendo cualquiera de estos libros como regalo de Navidad. Y pienso en mis tres días de catarro como en un balneario con las horas absorbidas por la lectura. Y pienso en que el empuje de ómicron se recrudece y dicen que todos lo acabaremos pillando.

* * * 

20.12.21

Ping-pong de besugos

La radio de la mañana suelo escucharla por la tarde, en el cómodo podcast. Soy de los que lo ponen, a veces, al doble de velocidad, por lo que la adrenalina multiplicada irrumpe en mi languidez de jornada vencida. Hay una mezcla, entonces, de alteración y amortiguación: la actualidad llega rabiosa pero como a distancia. La tertulia que elijo es la de Carlos Alsina en Onda Cero, que es la peor de la radio española con exclusión de todas las demás.

Los miércoles son particularmente horrorosos. A eso de las nueve (hora del podcast) conectan con el Congreso de los Diputados para ofrecer el arranque de la sesión de control al Gobierno. Suele empezar Pablo Casado, atropelladamente; lo paso a velocidad normal y el ritmo sigue siendo atropellado. Cada miércoles está peor que el anterior y el último estuvo peor que nunca, dudo que lo supere el siguiente. Fue el miércoles del "coño". Casado no se encuentra bien, está electrificado: como si hubiera somatizado las convulsiones del PP, o se le manifestara corporalmente el canelo que ha hecho por haber arruinado el impulso del 4-M.

Como todos los miércoles, sin embargo, sé que me hundiré aún más en la depresión porque luego viene algo más horroroso todavía: la respuesta de Pedro Sánchez. Con su voz ahuecada y su pose de estadista de pega, hablará desde una altura de miras falsa, que ni tiene ni se ha merecido (sino todo lo contrario). Aprovecha el batiburrillo faltón del otro para construirse un castillo de pureza en que anidar. Siendo también faltón a su manera, naturalmente; con ese desprecio por el otro que no es sino el envés del aprecio sin límites (también electrificado) que se tiene a sí mismo.

A continuación una tertuliana progubernamental critica el desprecio por las formas. Se refiere a las de Casado: las de Sánchez se acomodan a sus exigencias. Lo siente igual Sánchez. Este ha predicado desde su atalaya el respeto por las Cortes Generales, en cuyo cumplimiento formal se autoinstala. Aunque habrá que decir que su desprecio por el fondo tiene como mínimo una traducción formal. Porque lo cierto es que no responde a las preguntas que se le hacen, que es de lo que formalmente se trataba.

El control se queda en cero. No hay diálogo ni parlamentarismo con el presidente. Así que, de un lado, preguntas atropelladas y ataques. Y del otro no respuestas, sino predicaciones y más ataques. Es un ping-pong de besugos. 

* * * 

15.12.21

Manuel Toscano y Sanz Irles sobre 'Inspiración para leer'

Se han publicado los textos extraordinarios de Manuel Toscano y Sanz Irles en la presentación de Inspiración para leer en la librería Luces.

Manuel Toscano: "El arte de la ligereza: Montano o la ironía", en Letras Libres

Sanz Irles: "Mami, qué será lo que tiene el texto", en Mercurio.

14.12.21

La última decepción de Savater

Escribí hace tiempo que Fernando Savater nos había educado a fuerza de decepciones. No decepciones paralizantes sino activadoras: ha hecho con frecuencia algo distinto de lo que se esperaba de él, abriéndose así a su libertad y dándonos la ocasión de desestabilizarnos, para que nos abriéramos a la nuestra. Sencillamente, no se ha dejado atrapar. Los que somos savaterianos nos hemos encontrado más de una vez con que el Savater de nuestras devociones ya no estaba ahí. Aunque nuestra devoción principal ha sido a ese impulso, con sus efectos pedagógicos.

La última decepción de Savater se ha presentado con su nuevo libro, Solo integral (Ariel). En su prólogo y en las entrevistas promocionales ha contado que tiene novia, con lo que ha fastidiado a quienes lo imaginaban ya enquistado en su duelo para siempre. La imagen de viudo perpetuo de los últimos años se ha desbaratado por sorpresa. Al final, como recordaba mi amigo Manuel Toscano, se confirma que "carácter es destino". Y el carácter de Savater ha sido históricamente alegre. Se ha revelado un "Houdini del infortunio", en feliz expresión de otro amigo, Manuel Arias Maldonado. Al final de su autobiografía Mira por dónde, Savater apuntaba esto: "Empiezo a darme cuenta de que quizá acabaré triste, como cualquier imbécil". Parecía un pronóstico de estos años, pero ahora lo ha desmentido. Los versos que cita de Dylan Thomas son maravillosos: "No entres dócil en esa dulce noche. / Debe arder la vejez y delirar al fin del día. / ¡Rabia, rabia contra la agonía de la luz!". Ha vuelto Savater, tras sus modulaciones en la melancolía, en las que también ha estado estupendo.

Su grandeza está sintetizada para mí en un vídeo, donde alienta eso que lo ha salvado (hasta la condenación final, claro: de él y de todos). Estaba hundido por la muerte de su mujer cuando lo llama una pequeña editorial para que presente en una librería la obra de un viejo filósofo, León Chestov. Y Savater acude e imparte una lección formidable. Esta generosidad se da también en los artículos de Solo integral, escritos en el periodo oscuro pero pujantes, comprometidos en el sentido noble: son artículos ilustrados sin adocenamiento; es decir, sin que se le escapen los nuevos oscurantismos prestigiosos. No hay inercia en él, como la hay en tantos abuelos rockeros de la ideología (¡esta vez no daré nombres!), sino crítica actualizada. Sigue siendo, al cabo, lo mismo que fue cuando empezó: un enfant terrible, setentón pero con la terribilità en forma, puesto que sigue irritando a los curas del momento.

Yo, que me aficioné a los libros de artículos con los de Savater (mis favoritos: Sobre vivir, A decir verdad, Instrucciones para olvidar el Quijote y Perdonadme, ortodoxos), encuentro en este una variedad que nunca había practicado: el artículo corto, la columna. En el más largo, la llamada "tribuna", había alcanzado la perfección (en los títulos citados abundan los ejemplos); en los de aquí hay un poco más de aspereza, a veces resultan un tanto abruptos, pero de cuando en cuando llegan también a la maestría. Su sucesión les beneficia, así como los añadidos a cada uno, exclusivos para el libro.

De su repaso se desprende una suerte de tema general: el estupor ante el progresismo de moda, que es falso ("la izquierda reaccionaria", según Félix Ovejero), y el rescate de ciertos valores conservadores que hoy huelen a azufre. Y siempre con el Savater de los tigres, el circo, la feria, los tebeos, las ballenas y los monstruos, con ráfagas filosóficas y líricas. En esto no decepciona: Solo integral es un concentrado de Savater. 

* * * 

13.12.21

Los enemigos de la lengua catalana

Los nacionalistas han arruinado la acción de los poetas. Es cierto que muchos poetas son nacionalistas (tienen una relación casi fundacional con el nacionalismo), pero, si son buenos, en sus obras hay algo que trasciende: algo superior, y más profundo, que el necio conglomerado ideológico-sentimental que suele caracterizar a los nacionalistas. En lo que se refiere a la lengua, en el poema se cumple. Solo en ráfagas logradas de conversación espontánea una lengua alcanza también su perfección, la culminación de su encanto.

Permítaseme, pues, que distinga metódicamente entre poetas y nacionalistas. Los primeros operan por seducción, los segundos por imposición. En los primeros brilla la vida y en los segundos la muerte. Los primeros vivifican, los segundos mortifican. En lo que se refiere a la lengua, nuevamente, los primeros la revalorizan, los segundos la abaratan. Los primeros la hacen simpática, los segundos antipática.

Pertenezco a una generación española de fuera de Cataluña seducida por la poesía catalana. Y no fuimos la primera, teníamos dos o tres por detrás. Nosotros, los que nos aficionamos a leer a principios de los ochenta, tuvimos maestros que ya habían tenido maestros que nos la contagiaron. Había una tradición que la concebía como un respiradero. Por su oposición o resistencia a la dictadura de Franco, pero también como la indicación de otros caminos posibles para la poesía en español: la siempre fructífera vía emparentada con la concisión, el análisis de las emociones y las percepciones, la atención a la forma, una estética relacionada con el pragmatismo... Había un aroma general, pese a las variedades; como ocurre cuando uno piensa, por ejemplo, en la poesía anglosajona.

El caso es que se dio en mí esa conjunción de gusto y de intuición de que adentrarse por ese camino resultaría provechoso. Leí muchos libros de poesía catalana en ediciones bilingües y entre mis propósitos estaba aprender catalán. Solo no lo hice porque se me cruzó el portugués y, para cuando podría haberlo intentado de nuevo, ya, francamente, no me apetecía. Los nacionalistas habían destruido la seducción.

Alguna vez he citado uno de mis libros favoritos de la poesía catalana: Poemes civils de Joan Brossa (1961), que leí en la edición bilingüe de Visor. Todos los versos están en catalán, salvo unos cuantos en castellano: los que reproducen advertencias represivas de la dictadura. Un Brossa actual que fuese honesto tendría que constatar que las advertencias represivas se hacen hoy en Cataluña en catalán. Contra un niño de cinco años. 

* * * 

7.12.21

Casado, mocito viejo

Pensando en Pablo Casado me acuerdo a veces de Carlos Cardús, el Tiriti. Algunos lo recordarán. Fue un motociclista que estuvo a punto de ganar el campeonato de 250cc en los noventa. En la última carrera le bastaba quedar en un puesto confortable, pero le pudieron los nervios. En plena competición, metió la moto en boxes para pasmo de todos y se bajó. Luego se supo que él mismo había arrancado unos cables para que la moto no funcionara. Un autosabotaje épico. Que me recuerda, les digo, al que está llevando a cabo Casado, con la asesoría infalible del mecánico del equipo: Teodoro García Egea. Juntos están haciendo historia.

Hay nombres que parecen marcar un destino. Así el Rufián de Gabriel Rufián o el Fallarás de Cristina Fallarás. El de Casado, en cambio, se va revelando como un apunte irónico. Felizmente casado en su vida privada, sí, pero eterno soltero en la política. Lo está intentando todo para no llegar al altar, sito en el palacio de la Moncloa. No sé si en el resto de España se conoce la expresión que se usaba en el pueblo malagueño de mis padres, Almogía, para designar a los solterones y solteronas: mocito viejo, mocita vieja. De niño me llamaban más la atención los primeros. "Ese se ha quedado mocito viejo", se decía señalando al hombre ya metido en años que estaba solo e iba de aquí para allá con una disponibilidad un poco triste, como desubicado. La expresión era en el fondo cariñosa y tenía un toque compasivo: junto a una cierta guasa, denotaba pena. Y yo me quedaba mirando al hombre señalado, que sonreía pero había en él algo que no iba bien.

A Casado le está pasando igual. Se le va acartonando la expresión. Los años sanchistas son muy largos y en solo tres ha envejecido un huevo. La barbita que se dejó para diferenciarse del lampiño Albert Rivera y de paso ganar gravitas parece postiza últimamente: una barba de figurante, no para gobernar sino para hacer bulto en la comitiva. No, la barba no le funciona. Ni le funciona la cara. Ni le funciona el discurso. Egea lo sabe. No podrá lanzar a Casado tan lejos como lanza sus consabidos huesos de aceituna. Casado es un hueso de aceituna fallido. Egea, y seguramente ya también Casado, sabe que se van por el desagüe. Han sido el iceberg de su propio Titanic. Los partidos son más grandes que las personas. Pero las personas tienen frío. A Egea y Casado no les vale de nada un PP sin ellos. Por eso se empecinan. Quieren eliminar rivales. Quieren eliminar a la rival: Isabel Díaz Ayuso. Que sí funciona. Que es la verdadera pesadilla lampiña de Casado. Al lado de Ayuso, Casado es la mujer barbuda.

Y los votantes, claro, lo perciben. Casado se autorrefuta con su desesperación de hombre pequeño. ¿Qué credibilidad puede tener al afirmar que Pedro Sánchez es lo peor (como efectivamente lo es), cuando no ha sido capaz de actuar en consecuencia? Si la amenaza de una nueva legislatura con Sánchez de presidente es tan grave, ¿por qué se ha dedicado a debilitar al PP en vez de a fortalecerlo? ¿Por qué no ha puesto la maquinaria a funcionar con toda su potencia, aprovechando todos sus recursos?

Para las próximas elecciones generales solo estaba la posibilidad de Casado como alternativa a Sánchez. Únicamente tenía que poner su moto a tope para llegar a Moncloa. En cambio, se ha dedicado a arrancar los cables. Es otro Tiriti y por eso Casado, refutando también su apellido, se quedará mocito viejo.

* * * 

6.12.21

¡Oh no, el Día de la Constitución!

Las columnas van ligadas a los días. Por eso, cuando el día es señalado, al columnista se le resuelve la no siempre fácil elección del tema. Esta vez mi lunes cae en el Día de la Constitución. Les confieso que lo he visto con fastidio. En otros tiempos me alegraba escribir de ella. Hoy no: el malhumor se impone.

Mi constitucionalismo es fundacional. Empecé a leer periódicos, con catorce años, por mi estupor ante el golpe del 23-F. Mi toma de conciencia política tuvo lugar entonces y fue por la democracia formal, que de repente se había revelado frágil. Aquella intentona terminó reforzando la Constitución, porque estimuló que su defensa fuese activa por parte de casi todos los partidos políticos. Y porque los golpistas, al fin y al cabo, carecían de apoyo social suficiente y eran marginales.

Esto fue después del golpe de 1981. Después del de 2017, en cambio, uno de los dos grandes partidos pactó con los nuevos golpistas, que por su parte tenían un apoyo social relevante. Ese pacto lo llevó al poder y gobierna desde entonces con quienes no quieren la Constitución, haciendo cada vez más inverosímil el relato de que él sí la quiere.

El consenso se ha roto. Esto es grave, porque es el consenso en el que se fundaba nuestra paz civil: la libertad y la prosperidad. Era un consenso sobre las formalidades democráticas, sobre el marco. En la pugna por el poder y por los intereses, siempre ha habido trampas, abusos, tergiversaciones. Pero sin que se rebasaran ciertos límites. Había, de algún modo, con todas sus irregularidades y grietas, un suelo común.

Ese suelo ya no está. Se mantiene sobre el papel, pero porque es muy difícil quitarlo del papel. Lo que se intenta ahora es cambiarlo todo sin mover una coma. Es curioso, pero en pocos días han coincidido Andreu Jaume y José Ignacio Torreblanca en esta idea: el primero refiriéndose a la acción del PSOE y sus socios; el segundo refiriéndose a Vox. No le falta razón a Torreblanca, aunque la perspectiva tangible que tenemos es la que apunta Jaume: salvo que esta misma amenaza lance la otra.

Así que las ceremonias en honor de la Constitución que se verán hoy me hastían. Son ya como un teatro resquebrajado. La defiendo, sí: ¿pero para qué, para quién? La lección será triste y será a posteriori: cuando se vea que no había nada mejor; que hemos ido a peor tan estúpidamente.

* * *