29.5.15

Ramoncín nos une

Los resultados electorales han dejado contentos a unos y descontentos a otros, pero la división provocada por la política la ha reparado Ramoncín: su anuncio de que no volverá a cantar hasta que le exculpen del caso SGAE ha alegrado (y aliviado) a todos por igual. Al final la transversalidad no era Ciudadanos, sino el Rey del Pollo Frito. Al españolito que viene al mundo le helará el corazón una de las dos Españas, pero se lo calentará Ramoncín. Gracias a estas unanimidades somos una nación. Una nación que hoy reza por la lentitud de la Justicia.

Por su inmutabilidad facial a lo largo de las décadas, iba a escribir que Ramoncín era el Jordi Hurtado del rock. Pero hace ya mucho (justamente décadas) que Ramoncín tiene menos que ver con el rock que con la tele, por lo que es en realidad otro Jordi Hurtado. Ambos se conservan en el formol electrónico de las pantallas. Ramoncín llegó hasta a tener su concurso: aquel Lingo que podría haber presentado Jordi Hurtado perfectamente. (Este, por su parte, siempre tuvo algo de pollo, aunque quizá algo crudo).

Ramoncín llamó la atención al principio cuando apareció disfrazado de punk, creo que el primero del país. A mí me pilló con diez o doce años y el que más se le parecía era el payaso aquel que se pintaba de blanco la cara con rombos en los ojos. Había en él algo demasiado forzado, deliberado, sin ironía, sin humor, sin ligereza: por eso al cabo resultaba una variedad estrambótica de cantautor. La liberación nos llegaría con la Movida, que acabó con los cantautores. (Estos siguieron sacando discos, e incluso triunfando; pero eran ya discos y triunfos de otra época, por más que las fechas coincidiesen).

Pero lo que más sorprendió fue que hablara tan bien. Lo recuerdo desde muy pronto opinando sobre temas de actualidad, primero en la radio y luego en la televisión, en Moros y cristianos o Crónicas marcianas. Hablaba bien pero adocenadamente, con opiniones del montón solo que propulsadas –además de por la correcta sintaxis– por el ademán chulesco. Lo propulsó también Umbral, que lo sacaba en sus columnas de El País. Estos lametones de prestigio incrementaron el ego de Ramoncín, que por una época se vio incómodo con el diminutivo y trató de relanzarse como Ramón Solo. Pero no cuajó.

El momento más bajo de su carrera fue cuando me lo encontré en una ferretería, en el Madrid de los noventa. Por fortuna, él no se enteró. Siempre pensé que había una contradicción esencial entre sus inicios punks y su carrera posterior de tertuliano. Hasta que en estos últimos tiempos he comprendido que los tertulianos son los auténticos punks. Coherencia máxima, pues, y encima ahora sin cantar.

[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]

26.5.15

Miedo o nada

Tras las elecciones del domingo solo parece haber un popular contento: Mariano Rajoy. Se le ha reprochado que en la noche electoral no saliese a dar explicaciones por la debacle del PP, pero quizá se ocultó para que no se viera que no estaba desolado en absoluto. Corría el riesgo de que en plena declaración se le escapara la sonrisilla. En su comparecencia del lunes no se ha reído, pero tenía muy buen aspecto. Los resultados le han sentado bien.

Sin duda le alegra la derrota de Esperanza Aguirre, que es su victoria. Y también el debilitamiento general de los cabecillas locales del partido (salvo Alberto Núñez Feijóo, sin elecciones en su Galicia; y Cristina Cifuentes, que ha salido bien parada en las de la Comunidad de Madrid). Pero intuyo que su gran motivo de satisfacción es que podrá reactivar su estrategia soñada: la estrategia del miedo.

Las campañas electorales –y este 2015 es una larga campaña electoral– son batallas narrativas. En último extremo importan los hechos, pero estos valen poco si no van inscritos en un relato. Un relato no tiene que ser necesariamente una ficción, pero sí una ordenación, una organización: una estructura con sentido. Y justo eso es lo que le ha faltado a la presidencia de Rajoy. Su política de comunicación se ha ocupado más de presionar a la prensa que de comunicar.

Los empellones del comienzo, por la urgencia de la situación económica, ha dejado su acción de gobierno desequilibrada. Cuando ha querido acordar, se ha encontrado con que el relato de los logros económicos no estaba hecho; y que quizá para lo que no era economía no había relato favorecedor posible. Entonces surgió Podemos. Y Rajoy vio que el miedo a Podemos era un argumento que le podía beneficiar. De hecho, el único argumento.

La eclosión posterior de Ciudadanos le arruinó la estrategia. Esta ya no podía ser “o yo o el caos”, colando en el lote del “yo” sus inercias, sus vicios y sus ineficacias. Frente al “caos” surgía otra opción electoral más presentable que el PP de Rajoy, tanto más amenazante cuanto que parecía que Podemos se desinflaba. El fastidio con que fue recibida ha durado hasta el recuento de los votos.

Los resultados del 24 de mayo le permiten a Rajoy recuperar la estrategia. Ciudadanos se ha afianzado, pero con menos fuerza de la esperada. Mientras que Podemos –gracias al éxito de las candidatas a las que apoyaba en Madrid y Barcelona– ha vuelto a visualizarse como posible ganador. El PSOE, por su parte, en la medida en que se aproxime a Podemos, será demonizado también.

Desde fuera no parece que la estrategia vaya a funcionarle al presidente, pero resulta comprensible desde el punto de vista psicológico: es que no tiene otra cosa. Es el miedo o nada.

[Publicado en el blog de El Español]

25.5.15

La cosa se pone interesante

No sé si existirá la famosa mano invisible que postula el liberalismo, esa mano que hace que de la libertad de mercado surja Jauja (aunque una Jauja con las etiquetas del precio), pero si existe parece que de lo que se está ocupando es de escribirnos un buen guión político. Y ateniéndose a la estructura clásica además: con presentación, nudo y desenlace.

La presentación terminó hace dos meses con las elecciones andaluzas. Y ahora, tras las autonómicas y municipales del domingo, nos encontramos en pleno nudo. La cosa se ha puesto de lo más interesante. El fuerte, que era el PP, se ha debilitado. El otro grande, el PSOE, que estaba débil, ha aguantado bien. Y los nuevos, Podemos y Ciudadanos, van ganando cada vez más fuerza (Podemos más que Ciudadanos). IU y UPyD menguan; este último hasta su desaparición. A nivel regional, los nacionalistas se mantienen, aunque, en el caso de los catalanes, algo refrenados en el soberanismo.

En resumen: una tendencia a la igualación, que augura una buena pugna para las generales de otoño, en que se producirá el desenlace. Los meses que se avecinan van a ser muy entretenidos, porque habrá que ir gobernando, o pactando, o no pactando, con la vista puesta en esas últimas elecciones de la temporada.

La citada tendencia a la igualación entre PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos, naturalmente, es dinámica (como buena tendencia): unos se van fortaleciendo y otros (fundamentalmente el PP) se van debilitando; a la vez que, de momento, se mantiene la diferencia de tamaño entre los dos primeros y los dos segundos. El sesgo esta vez ha sido hacia la izquierda. Pero todo se está moviendo y seguirá haciéndolo hasta el desenlace. Y puede que también después: no se descarta que haya secuelas, ni que empiece otra película con suspense.

La mano invisible, por ahora, nos mantiene atentos a la pantalla. No sabemos qué pasará con nuestros intereses, pero está saliendo bien lo de la emoción.

[Publicado en Zoom News]

22.5.15

Lledó con su ausencia

Tiene sentido que en esta semana protagonizada por los indecisos aparezca en los periódicos un filósofo, para el que todas las jornadas son de reflexión. Aunque no aparece por eso, sino por una de las tres razones (premio, aniversario o muerte) por las que la prensa se resigna ya a sacar a estos hombres. Ella es la gran beneficiada: gracias al premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades otorgado a Emilio Lledó, puede abrirle sitio a este entre los candidatos, que son antifilósofos por naturaleza. El contraste es aproximadamente brutal. (Como efecto, quizá se incrementen los indecisos).

Lledó es un hombre admirable, aunque en mi admiración por él hay algún reparo. Admiro, naturalmente, su dignidad, su ejemplo. Y su labor filosófica: su dedicación a los griegos, con rigor alemán (infrecuente en España), al lenguaje y a la defensa de la educación. Es un humanista en sentido pleno, lo que supone siempre una riqueza. Mi reparo viene por su tono, que encuentro meloso, un pelín cursi a veces y con un efluvio sacerdotal, de predicación. A mí el contenido de sus prédicas me gustan, al fin y al cabo son por la libertad, por la democracia, por la cultura o por la felicidad serena de Epicuro; pero el hecho de que suenen a prédicas me deja un resquemor.

Mi Lledó ha sido en los últimos años el de sus conferencias de la Fundación Juan March, que suelo ponerme cuando paseo. De este modo parece que caminara escuchando a un maestro por paisajes mediterráneos parecidos a los de Sócrates, Platón y Aristóteles. Por otro audio de la Fundación supe también la tragedia de su vida, la misma que la de otro espíritu delicado, Julián Marías: la pérdida temprana de la esposa a la que se amaba, la viudez prematura. Lo contaba Joan Margarit en su recital, antes de leer su poema inspirado en "Filòsof en la nit" [Filósofo en la noche], inspirado en Lledó (min. 23). Me impresionó este verso, en la traducción española: "Amo más que a nadie, junto a mí, tu ausencia".

Desde ahí, su filosofía ha sido un regalo, y mis reparos poca cosa. Celebramos el premio.

[Publicado en Zoom News]

19.5.15

¿Se la han colado al PP?

Los publicitarios van de listos y son listos, en todo salvo en una cosa: se pasan de listos. Sin duda hay excepciones, pero yo no las conozco. ¿Es posible que los que se inventaron el lema del PP para las municipales y autonómicas del 24 de mayo –"Trabajar. Hacer. Crecer"– no cayeran en que las siglas que salen –THC– son las del componente psicoactivo del cannabis? Las tres palabras van en los carteles una debajo de la otra, por lo que THC se lee limpiamente en vertical, a modo de acróstico. O los publicitarios del PP no tenían ni idea del asunto (algo no del todo descartable), o son unos cachondos.

Yo conozco algunos casos de cachondos en ese mundillo de la publicidad, la comunicación y los guiones. Por ejemplo, La sonrisa del pelícano fue un título que los guionistas le colaron a Pepe Navarro. A una persona cercana a este que padecía prognatismo le habían puesto el apodo de "el pelícano", y cuando hubo que buscar un nombre para el programa recurrieron a él y coló. Las tormentas de ideas tienen más peligro que Carlos Fabra jugando a la lotería. La pregunta es: ¿en qué medida Floriano, que presentó la campaña, participó en las que condujeron al lema? Con la frase inicial del vídeo, por lo pronto, podría iniciar su discurso el portavoz de cualquiera de nuestras asociaciones cannábicas: "Queremos mostrar la fórmula para resolver los problemas de los españoles...".

El juego del "Trabajar. Hacer. Crecer", voluntario o involuntario, recuerda al de la famosísima "Lucy in the Sky with Diamonds" con las iniciales LSD; que en Brasil, por cierto, tuvo una curiosa réplica: "Lindo Sonho Delirante". El clásico de los Beatles nos ha educado en la lectura de este tipo de siglas y, como se puede rastrear por internet, muchos cayeron en lo del THC desde el principio. ¿Cómo es posible que no cayeran sus responsables? Una hipótesis atractiva es que sí cayesen y decidieran seguir adelante. Quizá al PP le rente el anuncio subliminal. Y puede que incluso el cachondeo, que al fin y al cabo supone difusión. Con este lema, el PP he penetrado en ámbitos en principio refractarios, y a algún que otro votante a lo mejor le da el punto y coge su papeleta en vez de la de Podemos.

Por lo demás, con lo del THC el PP transmite también un mensaje que podríamos firmar todos ahora mismo, al margen de simpatías y antipatías ideológicas: que toda campaña es estupefaciente.

[Publicado en Zoom News]

16.5.15

Bicicletas de campaña

La mejor historia que he oído sobre Mariano Rajoy merece ser verdad, y puede que lo sea: me la contó alguien con acceso a Moncloa. Cuando se publica el recorrido del Tour de Francia, con meses de antelación, el presidente lo estudia como si fuese a competir en él. Señala las cinco o seis etapas clave (contrarrelojes, llegadas en alto, alguna rompepiernas) y le dice a la persona que le lleva la agenda que no le ponga nada esos días a la hora de la retransmisión. Yo, como amante del ciclismo, podría votarle solo por eso. También a mí me daría igual que se hundiese España, y hasta el mundo, durante esas etapas. Mientras quede París.

Me he acordado al ver a Rajoy pedaleando en la campaña, junto a las candidatas Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Lo hicieron por Madrid Río, un sitio por el que he paseado (a pie) en varias ocasiones y en todas he cazado frases sobre el dispendio de Alberto Ruiz-Gallardón. Parece costumbre de los que visitan la zona, porque también yo pensaba lo mismo: es como caminar pisando dinero, o deuda. La sensación no es del todo desagradable. De la deuda, por cierto, se tendrá que ocupar la previsible alcaldesa Aguirre, y quizá por ello se enfundó una especie de maillot amarillo para la jornada. En la elección del vestuario ya empezó a ganarles la carrera a sus oponentes del PP.

Como suele ocurrir, el que más ama las bicicletas fue el que peor pedaleó. La relación de Rajoy con ellas debe de ser como la mía con la actriz porno Amarna Miller: mucho amor y mucha intensidad, pero yo en el sillón y ella en la pantalla. Había algo entrañable, con todo: Rajoy, con su torpeza, parecía un niño que está aprendiendo, lo cual siempre enternece. Se han hecho bromas sobre el parecido del grupo con el de Verano azul. Pero la cosa es seria: uno de los protagonistas fue detenido años después por un atraco, como si fuera un político.

Las bicis de Rajoy, Aguirre y Cifuentes, por lo demás, tienen truco: llevan un motorcillo que ayuda en el pedaleo, igual que ayudaban en Génova los sobres de Bárcenas. Los ciclistas que las usan no tienen que doparse, porque son las bicis mismas las que van hasta arriba. Ahora que las bicicletas se propagan por nuestras ciudades, somos sensibles a otro aspecto equívoco: no son la máquina de civilidad que nos vendieron. Los abusos que durante años han cometido los coches, los camiones y las motos contra las bicis, ahora estas tienden a cometerlas contra los peatones. Es una lección política elemental: el que puede, abusa del más débil. Bajo esta óptica, Rajoy, Aguirre y Cifuentes se estaban dando una vuelta por el lado chungo del poder.

Rajoy, como aficionado experto, debió de darse cuenta de que su equipo no estaba bien conjuntado; aunque siguió pedaleando igual. La imagen que ofrecían era una buena síntesis del partido: delante el líder y las candidatas, cada cual por su lado, sin sumar fuerzas; y por detrás, de un modo ostensiblemente jerárquico, los gregarios. Alguno le llevaría la chaqueta al presidente.

El ciclismo es una fábrica de metáforas, que carga el diablo. La política española entera, en concreto esta campaña electoral, podría contemplarse a su luz. En algún momento hubo una caída masiva en el pelotón del PP y el PSOE, y los equipos pequeños se les acercaron. Podemos, envalentonado, atacó demasiado pronto y ahora pierde fuelle. Ciudadanos ha logrado colocarse bien con su marcheta. IU sufrió un pinchazo. Los nacionalistas se dividen entre estar en la carrera y estar en las cunetas con las banderas anticonstitucionales. En cuanto a UPyD, se ha descolgado hasta el coche escoba por culpa de la pájara y el tío del mazo (no es cuestión de dar nombres).

Mientras tanto, en el ciclismo real, Contador lleva la maglia rosa de líder. Para el presidente Rajoy debe de ser un fastidio que la campaña haya caído justo ahora. Pero las elecciones son el 24 de mayo y el Giro no termina hasta el 31. Una semana entera para disfrutar. Para los pactos y todo lo demás, ya habrá tiempo después.

[Publicado en el blog de El Español]

15.5.15

Monedero y la salvación personal

Hay una edad muy mala, que es la de Juan Carlos Monedero y que es la mía (aunque yo soy tres años más joven), en que lo que acucia, ante todo, es la salvación personal. La propia vida se presenta como un relato más o menos quebrado, en el que el principio de realidad ha estropeado el romanticismo de la adolescencia (que en estos tiempos suele prolongarse hasta muy tarde), y cada uno se las apaña como buenamente puede. Hay que ser comprensivos con todas las excusas (empezando por la mía), pero a la vez hay que exigir.

En mi panorama generacional, la más exótica de las salidas, la más egoísta en el fondo, es la de mantener el romanticismo a machamartillo. Cuando se hace en el arte me parece bien: con ello el artista se procura una protección que se traduce en obras; y no causa, por decirlo así, perjuicio público (salvo los desmanes cotidianos del que además de romántico sea un maldito). Pero cuando se lleva a cabo en la política, mi reacción es sarcástica. Hay un contraste brutal entre la prédica comunitaria, supuestamente generosa, y la visible opción personal de salvación a la que me refiero.

Donde Monedero habla de compromiso con la sociedad yo solo veo esteticismo. Esteticismo pétreo, atrincherado. Igual que en algún querido amigo que lleva meses engolfado con Podemos (y llamándome “facha”; pero nos queremos igual), tan a la desesperada que claramente lo que él ve en juego es su salvación. La justificación de su vida. Solo que hay ciertas autenticidades que ya no cuadran, porque son falsas y son una regresión. Como la autenticidad del tuno talludito o la del abuelo rockero. Monedero parece eso. Aunque más que abuelo, abuela: la abuela rockera de la ideología.

Si algo bueno empieza a tener Podemos es justamente la necesidad que su crecimiento le impone de ir transigiendo. Un proceso estricto de rebajamiento del romanticismo y de maduración. Algo de lo que Monedero ha preferido zafarse. Mi comprensión no me impide llamarlo por su nombre: narcisismo puro.

[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]

12.5.15

Su tierra

"Esto es surrealista y empieza a rozar el ridículo", dijo al salir de la votación del viernes Susana Díaz, asombrosamente refiriéndose a otros: a los que le dieron en el parlamento andaluz el último no, que este jueves puede pasar a ser el penúltimo. Díaz tiene prisa por convertirse en la presidenta de la legislatura en que el PSOE cumplirá en Andalucía un franquismo en el poder.

Estos casi cuarenta años han tendido a segregar maneras ciertamente poco aseadas. Considero que, de acuerdo con los resultados de las recientes elecciones autonómicas, el PSOE debe seguir gobernando. Considero también –con pesimismo, quizá discutible– que con el PP andaluz en el poder las cosas no mejorarían mucho. Pero la tendencia del PSOE a abusar resulta inquietante: su impulso es monopolizar Andalucía, emitiendo signos visibles de exclusión cuando no se cumple su voluntad.

La identificación de un partido con un territorio es otra cosa mala de los nacionalistas que se ha propagado, porque constituye un instrumento muy barato de poder. Hace tiempo que las críticas al PSOE andaluz son consideradas críticas (e incluso ataques) a Andalucía. En la última campaña Díaz abusó del recurso. Ahora está pasando igual con el tortuoso proceso de investidura.

Tras la mencionada votación del viernes, Díaz dijo también que el no del PP recuerda al del 28 de febrero de 1980, "el no a Andalucía y los andaluces". En el propio debate de investidura observé este procedimiento de apropiación de Andalucía por parte del PSOE (de Susana Díaz en este caso) frente al PP.

En las actas de las sesiones del 4 de mayo y del 5 de mayo se puede leer cómo Susana Díaz habla abundantemente de "nuestra tierra", hasta que al discutir con Moreno Bonilla, el líder del PP, cambia nuestra por mi: "mi tierra". Lo hace por primera vez en la página 67 de las actas del 5 de mayo, en estos términos: "Y, además –perdone que le haga un inciso aquí–, yo vengo aquí a defender siempre a Andalucía, no tengo que consensuar con nadie la defensa de los intereses de mi tierra, nadie me ha puesto a dedo aquí, nadie me ha mandado a Andalucía, y soy lo suficientemente responsable para saber que mi tierra está por encima de mi partido".

En parte es escenificación. En parte, sin duda, es inconsciente. Pero ahí está el daño de lo dicho, una mala siembra. Así se transmutan los desacuerdos políticos, sobre los que se puede discutir, en exclusiones que lo primero que excluyen es la discusión.

[Publicado en Zoom News]

8.5.15

Hermida y las maneras

Jesús Hermida era "el Raphael del periodismo", como ha acuñado con precisión Arcadi Espada. Y los que tenemos un problema con Raphael tenemos (teníamos) el mismo problema con Hermida. En ambos el manierismo se da (se daba) con una cierta pomposidad, con un cierto empalago. Pero no hay nada más frío ni más vacío que un escenario o una pantalla sin alguien que los llene, y hasta los renuentes como yo les reconocemos esa capacidad a Raphael y a Hermida. Por otra parte, no somos tan finos: tampoco nosotros hemos podido apartar la mirada cuando estaban ellos.

Pero Hermida era, por decirlo así, un manierista transitivo. Sus maneras iban solas en sus monólogos y en sus parlamentos, pero estos (aunque se hicieran larguitos) no eran muchos: con Hermida solía haber gente; y era un buen vehículo para esa gente. Yo lo recuerdo sobre todo, más que por sus magazines, con la sobresaturación de las "chicas Hermida", por sus dos grandes programas de la Transición (periodo, ciertamente, perfecto para su transitividad): De cerca y Su turno. Con Balbín, lo pienso ahora, y con Tola y Milá, además de con el gran Íñigo, implantó la costumbre de que la gente hablara y de que la escucháramos.

Mis mejores recuerdos son de De cerca. Yo tenía catorce o quince años y fui poniéndome al día con los que venían de atrás, que ya se conocían entre sí. Aquellas complicidades hechas me parecían curiosas. Había un mundo que se me había escapado (por mi simple edad) y que yo quería conocer. Entre ellos estaban personajes que luego se me han vuelto muy pesados, pero que se beneficiaron entonces del momento inaugural. Hermida preguntaba, y callaba, y ponía algún gesto, y lograba, en fin, que la conversación fuese de cerca. Luego el programa siguió sin Hermida, pero no le sustituyó nadie: cada entrevistado era el entrevistador del programa siguiente, por lo general amigo, formándose así una cadena que era pura transición (y Transición).

En Su turno se montaban ya buenos guirigáis, precursores de las tertulias de hoy, pero sin llegar a tanto y con gente de más nivel. Por la columna de David Trueba en El País he recordado que Hermida terminaba el programa dirigiéndose al espectador: "Ahora, verdaderamente, empieza su turno". Mi tertuliano favorito era Fernán Gómez, a quien justo David Trueba puso a hablar en La silla de Fernando. Su momento cumbre, que siempre cuento, fue una tertulia en la que no dijo nada. "Pero don Fernando, está usted muy callado esta noche", le azuzó Hermida. Y Fernán Gómez dijo, con cara de perplejidad: "Es que me encuentro desconcertado. He escuchado atentamente a todos los que me han precedido, que han dicho cosas contrarias entre sí, pero resulta que yo estoy de acuerdo con todas".

Años después tuve a Hermida de paisaje laboral. Yo trabajaba en Antena 3 Televisión en un programa, como guionista, y enfrente de nuestra redacción estaba la de Hermida. Me lo crucé mucho aquel año, aunque solo me habló una vez. En los servicios. Cuando yo entré él estaba ante el lavabo. No había nadie más. Mirando su imagen en el espejo dijo, con las maneras de Hermida: "¿Con qué mano abrir el grifo... con la derecha... con la izquierda? ¡Esa... es... la cuestión!". Yo no sabía si me había visto. Mi gran duda, naturalmente, era saber si Hermida siempre hablaba así o solo cuando tenía público. Pensé que había cazado una gran primicia: Hermida hablando solo. Pero entonces se volvió hacia mí y repitió, creo que imitando con guasa a un imitador de Hermida: "Esssa... esss... la cues... tión". Y salió.

[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]

5.5.15

Cordones sanitarios

Qué mal cuerpo se me ha quedado después de que la ministra Fátima Báñez haya recurrido a la munición electoral barata de decir que hay "un nuevo pacto del Tinell de todos contra el PP", señalando al PSOE pero también a los "partidos emergentes". Los que en su día nos desgañitamos (no en artículos sino en foros y blogs: sitios donde desgañitarse) contra aquella bellaquería contra su partido podemos hoy manifestar, sin complejos, nuestro desprecio. Qué mal debe de andar el PP, para caer tan bajo. Rebañar en algo que fue muy grave a cambio, ahora, de no se sabe qué migajas.

El contexto –las declaraciones se hicieron este fin de semana en Cádiz– fue el posible consentimiento de Ciudadanos al gobierno andaluz de Susana Díaz si esta acepta sus exigencias. Muchos, no solo del PP, se han rasgado las vestiduras respecto a esto. No sin razón. Aunque tampoco con razón del todo. Llega el momento difícil de Ciudadanos: el de bregar con la realidad. No puede mantenerse en su castillo de pureza, sino descender a los hechos. Con el riesgo de equivocarse. La clave está en cómo lo haga.

A mí lo de Andalucía no me parece mal, si no es a cambio de poder (como hizo IU) sino de principios. El posibilismo de (intentar) mejorar lo que hay, por más pesimista que lo que hay nos suscite. Aunque confieso que con el PSOE andaluz, con sus décadas en el poder y el régimen que ha instaurado, me invade a veces la solución nihilista de Borges, cuando dijo a propósito de cierta página que le dieron a leer que "solo podría ser mejorada mediante su destrucción". El problema en Andalucía es que el PP no es una alternativa real. Sobre el PP-A casi podría emitirse la misma sentencia borgiana que sobre el PSOE-A.

El eurodiputado de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, escribió en Twitter: "C's no pone cordones sanitarios". Me parece una actitud higiénica en la buena dirección. No hay que excluir al PSOE ni al PP: sino adecentarlos. Para ello un partido como Ciudadanos puede ser útil, como exigencia exterior a los dos partidos grandes. En realidad sí deberían tener un cordón sanitario: pero en torno a sí mismos, para que cada uno volviera adonde debe.

[Publicado en Zoom News]

1.5.15

Rajoy, oráculo hueco

Me hubiera gustado ser Mariano Rajoy la noche electoral del 9 de marzo de 2008, en la derrota, solo por tener a su mujer (¡que entonces sería la mía!) al lado. Cómo lo miraba Viri en el balcón de Génova, con qué cariño. Ahí tendría que haberse terminado la biografía de Rajoy, así hubiese querido yo que se terminase la mía, si fuera él: con una mujer guapa recogiendo mis cascotes y desapareciendo con ella tras el telón. Después, la posbiografía: días sin nada, solo con ella.

Pero Rajoy quiso seguir, y logró seguir, y terminó de presidente del gobierno. Estas vidas de la política, en manojos de cuatro años que pasan como un suspiro. Ha tenido mérito, pero al final ha sido peor. Su rescate de la economía ha sido al precio de dejar todo lo demás manga por hombro, incluido el PP. Tenía fácil elevarse sobre su predecesor, Zapatero. Y se ha elevado, aunque poquito: este tiempo será recordado como una "década ominosa" de esas de los libros de historia. El zapaterismo no es un periodo aislado: es ya una secuencia de zapaterismo-rajoyismo; un baile a dos en el que los pisotones nos los hemos llevado los ciudadanos.

Hay otro Rajoy posible, al que ya nunca conoceremos: el que, sin los atentados del 11 de marzo de 2004, hubiese alcanzado la presidencia entonces. Me imagino años apacibles, hasta desembocar en la crisis internacional de cuatro años después, que sin duda hubiésemos capeado mejor. Aunque con la podredumbre que llevaba dentro la política española y el sostenimiento de nuestra economía en la burbuja, quién sabe. A cambio hemos tenido una experiencia filosófica: la verdad desagradable ha asomado.

Rajoy no ha sido una buena "figura presidencial": no ha ayudado en la digestión de esa verdad ni ha sabido aliviar, con su presencia y con sus palabras, las penalidades de los españoles. Ha trabajado en la sombra, pero hemos ido atisbando (como en el caso de Cataluña) que era una sombra en buena parte vacía. Su famosa pasividad no era solo hacia el exterior, sino también hacia el interior. Se trataba de un oráculo hueco.

Esta semana, al anunciarse como candidato para la temporada electoral de otoño (antes viene la de primavera), ha dicho "confíen en mí". Pero lo ha dicho con su mirada huidiza y su voz titubeante. Lo que transmite es desconfianza. Y lo único que lo salva, de momento, es que nuestra confianza tampoco es excesiva en los demás.

[Publicado en Zoom News (primera Montanoscopia)]