Tras las elecciones del domingo solo parece haber un popular contento: Mariano Rajoy. Se le ha reprochado que en la noche electoral no saliese a dar explicaciones por la debacle del PP, pero quizá se ocultó para que no se viera que no estaba desolado en absoluto. Corría el riesgo de que en plena declaración se le escapara la sonrisilla. En su comparecencia del lunes no se ha reído, pero tenía muy buen aspecto. Los resultados le han sentado bien.
Sin duda le alegra la derrota de Esperanza Aguirre, que es su victoria. Y también el debilitamiento general de los cabecillas locales del partido (salvo Alberto Núñez Feijóo, sin elecciones en su Galicia; y Cristina Cifuentes, que ha salido bien parada en las de la Comunidad de Madrid). Pero intuyo que su gran motivo de satisfacción es que podrá reactivar su estrategia soñada: la estrategia del miedo.
Las campañas electorales –y este 2015 es una larga campaña electoral– son batallas narrativas. En último extremo importan los hechos, pero estos valen poco si no van inscritos en un relato. Un relato no tiene que ser necesariamente una ficción, pero sí una ordenación, una organización: una estructura con sentido. Y justo eso es lo que le ha faltado a la presidencia de Rajoy. Su política de comunicación se ha ocupado más de presionar a la prensa que de comunicar.
Los empellones del comienzo, por la urgencia de la situación económica, ha dejado su acción de gobierno desequilibrada. Cuando ha querido acordar, se ha encontrado con que el relato de los logros económicos no estaba hecho; y que quizá para lo que no era economía no había relato favorecedor posible. Entonces surgió Podemos. Y Rajoy vio que el miedo a Podemos era un argumento que le podía beneficiar. De hecho, el único argumento.
La eclosión posterior de Ciudadanos le arruinó la estrategia. Esta ya no podía ser “o yo o el caos”, colando en el lote del “yo” sus inercias, sus vicios y sus ineficacias. Frente al “caos” surgía otra opción electoral más presentable que el PP de Rajoy, tanto más amenazante cuanto que parecía que Podemos se desinflaba. El fastidio con que fue recibida ha durado hasta el recuento de los votos.
Los resultados del 24 de mayo le permiten a Rajoy recuperar la estrategia. Ciudadanos se ha afianzado, pero con menos fuerza de la esperada. Mientras que Podemos –gracias al éxito de las candidatas a las que apoyaba en Madrid y Barcelona– ha vuelto a visualizarse como posible ganador. El PSOE, por su parte, en la medida en que se aproxime a Podemos, será demonizado también.
Desde fuera no parece que la estrategia vaya a funcionarle al presidente, pero resulta comprensible desde el punto de vista psicológico: es que no tiene otra cosa. Es el miedo o nada.
[Publicado en el blog de El Español]