"Esto es surrealista y empieza a rozar el ridículo", dijo al salir de la votación del viernes Susana Díaz, asombrosamente refiriéndose a otros: a los que le dieron en el parlamento andaluz el último no, que este jueves puede pasar a ser el penúltimo. Díaz tiene prisa por convertirse en la presidenta de la legislatura en que el PSOE cumplirá en Andalucía un franquismo en el poder.
Estos casi cuarenta años han tendido a segregar maneras ciertamente poco aseadas. Considero que, de acuerdo con los resultados de las recientes elecciones autonómicas, el PSOE debe seguir gobernando. Considero también –con pesimismo, quizá discutible– que con el PP andaluz en el poder las cosas no mejorarían mucho. Pero la tendencia del PSOE a abusar resulta inquietante: su impulso es monopolizar Andalucía, emitiendo signos visibles de exclusión cuando no se cumple su voluntad.
La identificación de un partido con un territorio es otra cosa mala de los nacionalistas que se ha propagado, porque constituye un instrumento muy barato de poder. Hace tiempo que las críticas al PSOE andaluz son consideradas críticas (e incluso ataques) a Andalucía. En la última campaña Díaz abusó del recurso. Ahora está pasando igual con el tortuoso proceso de investidura.
Tras la mencionada votación del viernes, Díaz dijo también que el no del PP recuerda al del 28 de febrero de 1980, "el no a Andalucía y los andaluces". En el propio debate de investidura observé este procedimiento de apropiación de Andalucía por parte del PSOE (de Susana Díaz en este caso) frente al PP.
En las actas de las sesiones del 4 de mayo y del 5 de mayo se puede leer cómo Susana Díaz habla abundantemente de "nuestra tierra", hasta que al discutir con Moreno Bonilla, el líder del PP, cambia nuestra por mi: "mi tierra". Lo hace por primera vez en la página 67 de las actas del 5 de mayo, en estos términos: "Y, además –perdone que le haga un inciso aquí–, yo vengo aquí a defender siempre a Andalucía, no tengo que consensuar con nadie la defensa de los intereses de mi tierra, nadie me ha puesto a dedo aquí, nadie me ha mandado a Andalucía, y soy lo suficientemente responsable para saber que mi tierra está por encima de mi partido".
En parte es escenificación. En parte, sin duda, es inconsciente. Pero ahí está el daño de lo dicho, una mala siembra. Así se transmutan los desacuerdos políticos, sobre los que se puede discutir, en exclusiones que lo primero que excluyen es la discusión.
[Publicado en Zoom News]