Pero antes de seguir debo aclarar que cuando digo 'izquierda' quiero decir 'pseudoizquierda'. Nada hay más ridículo que el individuo que pretende devolverle un sentido antiguo a las palabras de la tribu. En ese ridículo ando yo: para mí lo que hoy se llama en España 'izquierda' es 'pseudoizquierda'. O 'izquierda reaccionaria', por decirlo al modo de Félix Ovejero. El autodenominado 'bloque progresista' es por lo tanto, para mí, 'bloque reaccionario'. Como socialdemócrata soy el famoso japonés que sigue disparando en una batalla perdida en un islote abandonado de una guerra que terminó hace tiempo. Pero así funciono, y si no lo aclaro reviento. (Mi dificultad en la conversación pública española, plagada de palabras con el significado pervertido, es puramente japonesa.)
Nuestra izquierda (¡pseudoizquierda!), pues, necesita el fascismo. Si no existe el fascismo se queda en nada, porque lo ha fundado todo (¡habiendo tanto!) en combatir el fascismo. En sí mismo, es un propósito noble y ciertamente izquierdista (sin 'pseudo'). Lástima que, como he dicho otras veces, ese fascismo que combaten no lo vean en nuestro fascismo realmente existente, con el que se asocian y al que a veces encarnan, sino en nuestra democracia realmente existente: a la que ellos ven 'pseudo' y por eso la combaten como antifascistas. Antifascistas contra la democracia: he aquí el titular.
La consideración de que nuestra democracia no es una democracia, sino una variante extrañamente parlamentaria y constitucional del franquismo, un extravagante franquismo que en lugar de Franco tiene elecciones periódicas, separación de poderes y derechos ciudadanos (un Estado de derecho, vamos), es lo que une a nuestros izquierdas con los nacionalistas. A unos y otros les va todo en pensarlo: de otro modo, no tendrían justificación sus ataques al "régimen del 78", en el que se empeñan con furor. Aunque combaten a una democracia, no pueden digerir esta verdad: así que les va todo en sostener que la nuestra no es una democracia.
El PSOE desgraciadamente está ya en esta lamentable aventura también. En parte por sus tics de izquierdismo reaccionario, que antes no eran dominantes pero ahora sí, y sobre todo porque está a lo que diga Sánchez y este dice lo que haga falta para mantenerse en el poder. La mercancía más directa y más barata (barata para él, onerosa para el país) es la que le dispensan los populistas y los nacionalistas, incluidos entre estos los independentistas (si queda algún nacionalista que no lo sea) y los proetarras. Golpistas y herederos del crimen: aceptables mercancías para Sánchez.
A hablar del "régimen del 78" no se ha atrevido todavía el PSOE, pero su estratagema no deja de ser astuta (aunque ciertamente burda): decir que el enemigo de la Constitución es el PP. No sus socios populistas, golpistas y proetarras, por más que lo tengan declarado abiertamente, sino el PP. Ante tal estratagema no cabe sino postular el fascismo del PP, derecha extrema aliada o no con la extrema derecha, con la que al fin y al cabo se identifica.
El PP solo puede ser un partido golpista. Como Sánchez es el presidente perfecto (¡el Franco soñado por la pseudoizquierda!), cualquier crítica a Sánchez solo puede ser eso: golpista, fascista. Esta es la razón, naturalmente, de que sea deseable todo lo contrario. No es no al PP; y a golpistas y proetarras, sí, sí, síiiii. Lo uno va con lo otro.
Así que el PSOE debe postular un PP golpista. Si no, no podría pactar con nuestros verdaderos golpistas.
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En The Objective.