Los amigos catacumbistas decimos, medio en broma, medio en serio, que Málaga es la Nueva Atenas. Antonio Diéguez y Manuel Arias Maldonado parecen empeñados en probar que va en serio: todos los años publican algún libro y este 2024 llevan dos por cabeza. A los que hay que sumar el de Manuel Toscano, Contra Babel. Ensayo sobre el valor de las lenguas (Athenaica). Los de Diéguez son La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder) y Pensar la tecnología. Una guía para comprender el desarrollo tecnológico actual (Shackleton), del que escribí en mi última Montanoscopia. Y los de Arias Maldonado, Ficción fatal. Ensayo sobre 'Vertigo' (Taurus) y (Pos)verdad y democracia (Página Indómita). En este último, que acaba de llegar a las librerías, me detengo.
El regreso de Arias Maldonado a Página Indómita culmina el ciclo que inició en 2016 con la publicación en la misma editorial de la influyente La democracia sentimental. Entre tanto, el autor ha iluminado con su reflector epistémico, potenciado por su admirable integridad intelectual, variadas cuestiones desde el punto de vista del pensamiento politico: Antropoceno (2018), (Fe)Male Gaze (2019), Nostalgia del soberano (2020), Desde las ruinas del futuro (2020) y Abecedario democrático (2021).
En (Pos)verdad y democracia estudia la candente posverdad, los bulos, las fake news y su incidencia en la deriva iliberal de las democracias llamadas liberales. El rigor le impone a Arias Maldonado el análisis previo de qué sea la verdad, o los diferentes tipos de verdades, entrando de lleno en la problemática de la filosofía contemporánea. Su conclusión es que el descrédito de una supuesta verdad fuerte, ahistórica, encuentra en el pluralismo el marco adecuado para la búsqueda de verdades que se saben frágiles.
Por otro lado, su consideración realista de la lucha por el poder, con las artimañas no prioritariamente veraces de los partidos, y el componente emocional que prima en el electorado, le hace escéptico a la hora de pensar que la verdad pueda ser respetada en el juego político. No obstante, considera que la democracia no puede desentenderse, por un lado, de un horizonte de veracidad, para que haya algo parecido a una conversación pública; ni, por el otro, de un fundamento factual, para que los aspectos materiales al menos funcionen.
Lo más original del libro (estoy resumiendo abruptamente lo que es rico y matizado) es su resistencia a las inercias vigentes, que están siendo aceptadas sin más. El análisis de Arias Maldonado nos muestra que la posverdad ha existido siempre. Lo único nuevo es el nombre, y la potencia que ha adquirido por la digitalización. Esta, por otro lado, lo que nos ha permitido es saber en qué consistía realmente la opinión pública.
Pero lo más oxigenante, la prueba de la honestidad (valiente) de Arias Maldonado, es que muestra lo que suelen escamotear nuestros politólogos. Casi todos estos, por ideología, sectarismo o interés, dan ejemplos sesgados cuando analizan asuntos como la posverdad (y tantos otros). Es un gustazo ver, cuando son pertinentes las comparaciones, el procés junto al Brexit, el populismo de izquierdas junto al de derechas o Sánchez junto a Trump. De este modo, contra lo acostumbrado, (Pos)verdad y democracia ofrece el mapa completo: siempre ajustado a los datos y con el respaldo de una bibliografía exhaustiva.
Al final del libro (no sé si esto es un spoiler) comparece una figura que ya conocimos en La democracia sentimental. Escribe Arias Maldonado: "al ironista melancólico, hijo natural de la democracia liberal tardía que ha aprendido a tomar distancia sin por ello abandonar la escena, solo le queda seguir intentándolo. Y es su deber hacerlo".
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En The Objective.