[La Brújula (Zona de confort), 1:24:40]
Hola, Rafa Latorre. Aún no me había despertado del todo esta mañana, cuando oí donde Alsina lo que dijo anoche el presidente Sánchez. Fue a propósito de los efectos de la ley del solo sí es sí, ya absolutamente desbordados. Dijo Sánchez, abro comillas, "lamentar esta situación que se ha provocado, que ha sido indeseada". Cierro comillas. O sea, Sánchez lamenta los efectos de su ley, de la ley de su Gobierno. De la ley que promovió la ministra Irene Montero, pero que salió adelante porque lo consintió el presidente Sánchez, en quien recae la última responsabilidad. Solo que esta responsabilidad es la que resulta eludida en su frase. No dice "esta situación que he provocado". Ni siquiera dice "esta situación que he contribuido a provocar", a lo que podría haber añadido "sin querer". No. Dice, literalmente, "esta situación que se ha provocado". Me estaba despertando cuando lo oí donde Alsina, como digo. Pero al oírlo salté de la cama. Me admiré de esta invención del presidente Sánchez, una innovación asombrosa: ¡el personalismo impersonal! Era algo que sin duda faltaba en esa máquina engrasadísima de adorarse a sí mismo que es Sánchez. Ahora ya queda perfecta. Para lo bueno, su personalismo va de cara y lleva su firma: ¡Sánchez! Y para lo malo tiene ese recurso que anoche se sacó de la manga como un ilusionista de la política: el personalismo impersonal. Lo malo que sale de él, o de su Gobierno, no lo provoca él, sino que se provoca. Igual que los fenómenos naturales. Llueve, nieva, hace sol y la ley del solo sí es sí tiene efectos indeseados. Obsérvese cómo el presidente Sánchez aprovecha incluso una situación tan desventajosa para emitir un mensaje de impacto: ¡él es como la Naturaleza! ¡Actúa igual! ¡Lo malo que él provoca, se provoca!