[La Brújula (Zona de confort), 1:22:59]
Buenas tardes, querido Rafa Latorre. Hace años, cuando Fernando Savater comenzó a moderar su postura política, dijo una frase grandiosa: "He sido un revolucionario sin crueldad, aspiro a ser un conservador sin vileza". La grandeza de la frase estaba en sus componentes éticos: "sin crueldad", "sin vileza". Para todo el que no fuera un idiota moral, esto era lo significativo. Sin embargo, unos años después, me encontré en los diarios de José Saramago una crítica a la frase. Saramago ironizaba sobre los términos morales, "sin crueldad", "sin vileza", porque menoscababan los políticos: "revolucionario", "conservador"; para él los importantes. Criticaba por lo tanto a Savater por haber dejado de ser revolucionario y aspirar a ser conservador. Lo de "sin crueldad" y "sin vileza" era secundario para el campanudo novelista portugués. Este, por otra parte, terminó apartándose de la dictadura castrista, a la que durante tantos años apoyó, y siempre denunció el terrorismo de ETA. Eran otros tiempos. Sus herederos ideológicos no son tan pulcros. El idiotismo moral impera en el blanqueo actual del terrorismo etarra. Se habla de que ETA ya no existe y se pasa por alto que lo que defienden sus herederos de Bildu no es incompatible con el crimen. Y para quienes los exculpan es menos grave haber cometido asesinatos, si los asesinos son de su ideología, que no haberlos cometido pero estar en la ideología contraria. Se ha producido lo mismo que con Saramago: un cruce entre la política y la moral, en la que ha ganado la política, que adquiere por sí sola valor moral. Como tantas veces, Daniel Gascón lo ha sintetizado en una viñeta. Dice su personaje: "No digo que ser un asesino esté bien, pero peor sería ser de derechas". Al contrario que Savater, prefieren ser revolucionarios incluso con crueldad y con vileza.