El domingo no figurará en las papeletas el presidente Sánchez, pero sí su partido. El antisanchismo, pues, tendrá la ocasión de expresarse, aunque sea de un modo indirecto, sinecdóquico: el todo por la parte. Una ocasión largamente esperada, para desgracia de los pobres candidatos del PSOE, que hubieran preferido tener a Sánchez lejos y lo han tenido cerca, demasiado cerca. Técnicamente, suplantándolos. Sánchez ha pretendido inocular la idea de aquel título de Lope de Vega: El mejor alcalde, el rey. Solo que con una ligera adaptación, muy del gusto de Sánchez: El mejor alcalde, Sánchez. Es Sánchez el que ha terminado imponiendo que las elecciones del domingo sean un plebiscito sobre Sánchez.
Es cierto que en las municipales prima lo cercano y lo que mueve el voto es la problemática local. ¡La política de lo concreto, la que palpa el ciudadano! Pero el antisanchismo es una pulsión autónoma, que no tiene otro motor que el antisanchismo y prescinde de todo lo demás. Es capaz de sacrificar la pulcritud del alcantarillado, la eficiencia del servicio de la basura, el cuidado de los parques, la ordenación del tráfico y hasta el programa de festejos, con tal de darle la patada al objeto de su detestación: Sánchez. El antisanchismo prefiere que su ayuntamiento no arregle los baches a que persista ese bache llamado Sánchez.
El domingo habrá unos antisanchistas más afortunados que otros: aquellos que, además de las municipales, tendrán elecciones autonómicas. Estos podrán estamparle a Sánchez dos papeletas, una en cada lado de su cara bonita (¡aunque cuidado si la aprieta mandibularmente, que puede hacerlas cisco!). Queman los votos antisanchistas en los bolsillos, o saltan como ranas inquietas. Hay una desaforada hambre de urnas. El 28-M será una especie de 1-O contra Sánchez. Me refiero al 1-O de 2017, en que muchos independentistas catalanes durmieron con las urnas del referéndum golpista como si fueran ositos de peluche.
Antes estuvo el 1-O de 2016 en Ferraz, en que Sánchez escondía tras una mampara su propia urna, se supone (¡melillense avant la lettre!) que repleta de votos en favor de Sánchez. Para hacerse cargo de la fuerza actual del antisanchismo no hay más que ver lo traumático que resultó en su propio partido. En aquella jornada fue el PSOE el mayor antisanchista, hasta el punto de que defenestró a Sánchez. La no respuesta actual del PSOE frente a Sánchez no es más que el reverso de aquella respuesta absoluta del PSOE contra Sánchez. Sánchez laminó a aquel partido respondón y ahora, aunque se llame igual, es el líder de otro: el PSOE de Sánchez, que es ya el único PSOE.
Las reacciones meramente anti tienen mala prensa. El espíritu de los tiempos pide que la actitud sea propositiva. Pero al antisanchista esto no le convence del todo. Considera que la simple desaparición de Sánchez, su salida del Gobierno e incluso de la vida pública, aportaría beneficios notables. Esta es la parte propositiva del antisanchismo: la propuesta de un Gobierno y una política española sin Sánchez. ¿Cómo será? No se sabe. Solo se sabe que será sin Sánchez. Por eso los antisanchistas acudirán el domingo a las urnas como pistoleros electorales. Los que tienen solo elecciones municipales, irán con su única papeleta antisanchista. Los que tienen también elecciones autonómicas, irán con sus dos papeletas antisanchistas, en plan John Waynes electorales.
La ilusión del antisanchismo es que Sánchez sufra un descalabro tan abrumador que tenga que salir huyendo, como Alfonso XIII tras aquellas otras municipales. Pero esto no pasará. Sucede que también hay bastantes sanchistas que votarán encantados a Sánchez en el plebiscito sinecdóquico del domingo.
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En The Objective.