28.3.24

La muerte del periodismo

Entre los estudiantes de Periodismo (yo lo fui un par de cursos, en la Complutense) eran objeto de displicencia los profesores que enseñaban para los periódicos sin haber trabajado en los periódicos. No es el caso de Teodoro León Gross, profesor en la Universidad de Málaga pero periodista desde mucho antes, y durante y después. Tenemos la misma edad (somos del 66) y por eso recibí con toda nitidez el espectáculo de su brillantez precoz. Con veintipocos años, a finales de los ochenta, cuando yo me hallaba envuelto en mis romas brumas pessoanas (entre las que sigo en buena parte), él ya era colaborador fijo en Diario 16 con artículos de un nivel que no alcanzaban los mayores (recuerdo uno en que citaba a Herder) y una insolente frescura (recuerdo otro en que describía cómo golpeteaba con el trote la melenita de Chano, futbolista del Málaga). En la foto de su columna se parecía a David Leavitt, cuando este era lo más.
 
Pasados más de tres decenios, su trayectoria ha sido extensísima en prensa, radio y televisión. Por concretar solo la primera, ha escrito entre otros, además de para aquel Diario 16, para los diarios del grupo Vocento y el grupo Joly, El País, El Mundo, The Objective y actualmente el Abc. En la radio colabora hoy en Herrera en Cope y en televisión dirige y presenta en Canal Sur Mesa de Análisis. Ahora ha juntado esta experiencia tan completa con su potencial académico y ha escrito un libro apabullante, La muerte del periodismo (Deusto), que se ha puesto convenientemente a la venta en esta Semana Santa. León Gross lleva a cabo una disección implacable del periodismo en la actualidad, casi más en el ataúd que en la mesa de operaciones, con la que hacer un duelo lúcido en estos días fúnebres. Si al periodismo le aguarda una resurrección no lo sabemos, pero sí sabemos que para ella serían imprescindibles las lecciones contenidas en este libro.
 
Con el rigor y la erudición de un estudio académico (tiene empaque de tesis doctoral) y la agilidad vibrante del artículo de prensa, La muerte del periodismo analiza la crisis del otrora llamado "cuarto poder", relacionándolo con el estado de nuestra democracia. El subtítulo, Cómo una política sin contrapoder degrada la democracia, indica que las dos cosas van juntas: el poder político sin el contrapoder de la prensa se adentra en turbias derivas autócratas. El autor está atento al mundo y se ha leído todos los ensayos relevantes de los últimos años, y entrelaza sus observaciones con sus lecturas para ofrecer un panorama candente que nos pone al día.
 
Los múltiples ejemplos extraídos de la prensa que puntean las páginas de La muerte del periodismo funcionan además como una historia político-mediática de los últimos dieciséis años: la crisis del periodismo podría fecharse en la crisis económica de 2008, en que los medios empezaron a no poder autofinanciarse, quedando debilitados y casi a expensas del poder político. Esto, unido a la revolución tecnológica, que ha alterado el funcionamiento del oficio y el negocio, y el sometimiento a las redes sociales, a cuyas dinámicas abaratadoras y sensacionalistas se han rendido en buena medida los medios, así como al desprestigio de la verdad y el imperio de las fake news (o noticias falseadas), han dejado al periodismo en su actual postración.
 
En realidad, como desmenuza convincentemente León Gross, tales defectos del periodismo no son nuevos: no hay edad de oro. Si acaso, ahora se han incrementado. La gran novedad, concluye el autor, es que el periodismo ha perdido influencia. Es decir, poder: poder para ejercer su contrapoder.
 
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