1. De nuestras reuniones malagueñas en torno al Aula de Pensamiento Político de Manuel Arias Maldonado, antes en La Térmica y ahora en La Malagueta, cada vez con un invitado de fuera, surgió la broma de Málaga como la Nueva Atenas. Broma que ha cuajado y por las que nos suelen preguntar. Esta semana cobró realidad majestuosamente en la presentación del nuevo libro de Antonio Diéguez, La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder), con Manuel Toscano y Arias Maldonado acompañando al autor. El evento, que se retransmitía, hizo exclamar al amigo Schultz desde Twitter: "¡El sanedrín malagueño!". Y vaya si lo era.
2. Precisamente Schultz, al que llevo tratando online desde hace veinte años y que siempre ha sido ecuánime, escribió tras oír al presidente Sánchez justificar la amnistía: "Mentiroso, sinvergüenza, canalla. No recuerdo ningún personaje público que me haya generado el malestar, la irascibilidad y el odio que me genera este farsante". Es exactamente lo que yo pienso y siento, así que lo hago mío. Me excuso de más por hoy.
3. "La mujer tiene esos derechos que yo respeto, ¡y más que tendría que tener!". No se suele reparar en estas palabras incrustadas en el célebre discurso del hombre blandengue. Con ellas el Fary prefiguraba en 1984 a la Irene Montero de cuarenta años después.
4. Pobres críticos literarios. Tienen que leerse la novela inédita de Gabriel García Márquez. En realidad tienen que leérselo todo. No hay obligación que yo abomine más. Sí leo las críticas, que son una manera rápida de ahorrarse el libro. En las de En agosto nos vemos (Random House) busco una referencia esencial, que no encuentro. Si en ella aparecen los grandes definidores del estilo y el mundo de Gabo: ¡los gallinazos! No se entiende Macondo sin gallinazos, enredados siempre en los pies del que camina por ese "territorio mítico". Al fin y al cabo, en su día dije que García Márquez era "un Antonio Gala con gallinazos". Espero que el viejo Nobel colombiano se mantuviera en forma y, mientras dos personajes conversan tranquilamente o fornican, les salte un gallinazo. Aunque si no la quiso publicar tal vez sea porque vio a última hora que no había metido gallinazos.
5. Gracias a que lo ha editado mi editor, Sr. Scott, he reparado en el estupendo Presente, de Tania Padilla: un libro de indagación autobiográfica por parte de una autora que desdeña la literatura "egocéntrica", pero que la practica en este caso para salvar una crisis creativa. Ir con el pie cambiado le permite no hacer una obra al uso, sino original, fresca, desprejuiciada, escrita con desparpajo: un desparpajo un poco redicho, de filóloga, que le añade encanto. La autora se declara de izquierdas y anticapitalista, sufrió bullying, practica el poliamor y no le gusta el mundo, pero nada de esto va en un empaquetado ideológico de los que ahora se llevan y que están embalsamando tantos libros, sino que se mantiene abierto, consciente de las contradicciones, atento a lo singular, es decir, a la vida, que se refleja narrativa y analíticamente. Padilla logra además exponerse hasta el fondo sin comprometer a otras personas. El título, Presente, lo emplea también en la acepción del regalo que ella nos hace.
6. Llueve y me pongo "Pequena música noturna" de Rosa Passos. La batucada de la lluvia en el tejado compone la canción. Los minutos se escurren "del presente al pasado". Entre los recuerdos, una pasión. Que ya no pertenece a la protagonista, sino al tiempo: "esas cosas son del tiempo". Tal vez este se lo va tragando todo para guardarlo: solo para él.
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En The Objective.