[La Brújula (Zona de confort), 1:24:58]
Hola, querido Rafa Latorre. Mi columna de hoy tiene algo de autobiográfica, o de generacional. Nací en los años sesenta del pasado siglo y por lo tanto pertenezco a la llamada generación del 'baby boom', que podría traducirse alegremente como 'explosión de bebés'. Aquella explosión que nos trajo al mundo, un genuino 'big bang' sociológico, la hemos llevado siempre con nosotros, porque siempre hemos sido demasiados: en el parque infantil, en la escuela, en el instituto, en la universidad, en los trabajos o hace un par de años en los centros en que nos vacunaban... Somos una generación que tuvo sus bajas en los ochenta, por la mala vida de la movida, y que empieza a tenerlas ahora por las enfermedades de la edad, que ya nos van alcanzando. Como escribió Iñaki Uriarte, "silban las balas". Aunque en general somos todavía jóvenes para morir. Por eso nos encaminamos, también en masa, a la siguiente explosión, la más apoteósica: la de la jubilación y las pensiones. La reforma del ministro Escrivá, que tan contento le tiene, puede hacer que el significado final de 'baby boom' se alcance en este último acto de nuestra vida. Sí, el 'boom' con que se refirieron a nosotros al nacer tal vez se quede pequeño comparado con el 'boom' que vamos a producir al jubilarnos. Me temo que somos una bomba para las generaciones que vienen detrás, en las que creo que no se piensa. El poeta Leopoldo Panero, padre de los conflictivos Leopoldo María, Juan Luis, estos dos también poetas, y Michi Panero, escribió su propio epitafio, que empezaba con estos dos versos célebres: "Ha muerto / acribillado por los besos de sus hijos". No descarto que algún día los hijos de aquellos bebés del 'baby boom' caigan acribillados por las pensiones de sus padres.