31.8.10

Woody con sudor

Ayer, nada más terminar la etapa de Málaga de la Vuelta, que vi, naturalmente, por televisión, salí en contrarreloj individual para llegar a la última de Woody Allen. Hay un momento en que el autor puede abandonarse y dejar que los lectores le recuerden sus manías. La semana pasada me escribió uno recordándome que con Woody siempre voy a la primera sesión del viernes de estreno. Me extrañó el recordatorio, porque, aunque había visto menciones en la retráctil prensa de agosto, pensé que la nueva no se estrenaría hasta octubre. Pero el domingo me enteré de que ya estaba. Ir a ver a Woody un domingo no combina, y además tenía trabajo. Así que ayer lunes, en cuanto acabó la Vuelta, corrí al cine. Iba apurado de tiempo y llegué sudando. Me sui secando con los créditos, en parte por la refrigeración y en parte por la evocación de los otoños. ¡Oh los otoños de Woody! Últimamente, además, son películas otoñales: sin fuerza, tiernas, melancólicas, dulces. La virtud de Woody es que va deshaciéndose sin pesadez, con ligereza. Leo ahora lo que dice Jordi Costa en El País: "Quizá habrá que dejar pasar el tiempo para apreciar la secreta grandeza de esta última etapa en la filmografía de Woody Allen, una etapa hecha de obras menores, desaliñadas, a veces antipáticas, pero que, título tras título, confirman la capacidad del creador para ser siempre idéntico a sí mismo siendo, cada vez, distinto". No me ha gustado especialmente Conocerás al hombre de tus sueños; pero con el resto de gusto habitual es bastante. Sin que llegue a haber nada inolvidable (salvo sus mujeres), deja un regusto grato, serenamente tristón. Es una delicia sin más, y es las dos cosas: sin más, pero delicia. Aunque sólo me he reído una vez: cuando la actriz de segunda, para indicar lo de segunda que es, dice que en una serie de ciencia ficción en que participó ella era "la hija del jefe de la otra galaxia". Cuando salí aún quedaba mucha luz, según las extensiones del verano; pero se había operado un efecto sentimental: ahora parecía también una tarde de octubre.

29.8.10

Misántropo ma non troppo



La Vuelta ha empezado soporífera en Sevilla, pero el momento estuvo ayer en el artículo de Carlos Arribas en El País:
En los años 30, en la época en que, como escribió Thomas Bernhard, misántropo ma non troppo, el ciclista, el ser que podía permitirse enfrentarse al mundo desde arriba, sin tocar con los pies en el suelo, era el dueño del mundo, se corrió la primera Vuelta, que comienza a celebrar en Sevilla este agosto de calor africano su 65ª edición.
Sobre Bernhard y el ciclismo ya escribí aquí, con cita de un fragmento del quinto tomo de su pentalogía autobiográfica. Pero de Arribas queda esa frase fastuosa: misántropo ma non troppo. He puesto como ilustración la fotografía del helicóptero del pasado Tour simplemente porque me pareció fastuosa también.

* * *
Por cierto, que en el texto de Julio Torri que copié en "Mitología del Mont Ventoux" se asocia igualmente la misantropía a la bicicleta. A los misántropos, por otra parte, no hay que temerlos mucho. Cioran, al final de su memorable ensayito sobre Guido Ceronetti (recogido en Ejercicios de admiración), le recomendaba al joven interesado en el maestro italiano:
Pero no tema usted conocerlo: los seres menos insoportables que existen son los que odian a los hombres. No hay que huir jamás de un misántropo.

28.8.10

El culo frío

"Ahí tienes madera para hacer leña", me escribió el otro día Chema Cobo al mandarme esto: "Subastan en eBay un inodoro de J.D. Salinger por un millón de dólares". El tema se presta a un gran sarcasmo, pero en un primer momento me puse tontorrón: por el guiño a Duchamp. Aunque el guiño no sea del propio Salinger, sino de los (desleales) albaceas de su retrete. Se lo conté jocosamente a una amiga salingeriana y ella me atajó:
Pobre Salinger, que sólo quiso darle al mundo lo que él consideraba 10, ni 9 ni 9,9... y subastan el wáter de su casa! Es para morirse... ¡Subastar el cuarto de baño de un escritor! Es que me enferma, qué horror...
En verdad es nauseabundo, pero de la operación se desprende un efecto artístico. Y bullen las ideas (el inodoro como olla de sopa mental). Le escribí a Cobo que podría titular mi post: "Salinger meets Duchamp". Él sugería más bien: "El molde del culo de Salinger... y además en frances, le moule du etc...". Me gustó esa evocación de las cuñas vaginales duchampianas, pero entonces me acordé de la Monalisa: "Salinger tiene el culo frío". Cobo se embaló, proponía "una andanada sobre putrefacción... olor... temperatura... especulacion y mercado... Otra posibilidad sería una fría comparación formal entre el urinario Mutt y la urna excremental del fetiche de la literatura". De pronto me di cuenta de que no iba a tener tiempo para tanto, ni cabeza: mi tiempo y mi cabeza succionados por esa ballenita blanca que no emite surtidor hacia arriba, sino mini-maelstrom hacia abajo. Una fuente caníbal: el chorro somos nosotros, y nos traga.

26.8.10

Sobrecargado por la tensión

Anteayer avisé a Curro de que aparecía en mi entrada. Corto y pego, sin más, el mail suyo que acabo de recibir:
¡Qué bueno el dietario de Gimferrer! Lo encontré ayer en la librería del círculo de bellas artes, después de esperar cuatro días a que terminaran de hacer el inventario. Fui el dia veinte, después de recorrer todas las librerías decentes de Madrid (una decena, pues Méndez, Hiperión y Paradox estaban cerradas) y me encontré que había comenzado un inventario que se prolongaría imprecisamente hasta el día 23 o 24. Milagrosamente ayer estaba allí ¡Era mi último cartucho y estuve esperando cinco días para dispararlo! Al final me ha estallado en el cráneo y en el estómago y me ha hecho arder todas las venas como un cableado eléctrico sobrecargado por la tensión. Aunque el estilo sea completamente distinto, puede hablarse de un nivel Junger. De lo mejor que se ha hecho en España en los últimos 50 años. Curiosamente antes de ayer encontré el liibro de retratos de Villena. Lo leí en una tarde. Muy divertido, pero era como enfangarse en el Hola, con muchos pasajes escritos de cualquier manera y asomándose al anacoluto. Joder qué bien me lo voy a pasar. Joder qué bien te lo vas a pasar.

24.8.10

Dibujo de la muerte

Llamada de Curro desde su lugar de vacaciones. Hace dos meses que no hablamos. ¿Tienes los dietarios de Gimferrer?, me dice. Necesito los dietarios de Gimferrer. He vuelto a los novísimos. Sí, los novísimos. Estoy releyendo a los novísimos. Gimferrer y Carnero sobre todo. Gimferrer y Carnero, naturalmente. Todo empezó por Detlev Spinell. Me estuve diciendo Detlev Spinell, Detlev Spinell. ¿Sabes quién es Detlev Spinell? El personaje de Thomas Mann, su relato sobre Detlev Spinell, un escritor ridículo, que anda con las mariposas y las florecillas, y que tiene un final... pero no te lo cuento. Leí el relato de Detlev Spinell y me estuve diciendo Detlev Spinell, Detlev Spinell. Entonces me fui al poema de Carnero sobre Detlev Spinell. Ahí empezó todo. ¡Qué palabra labrada la de Carnero! ¡Dibujo de la muerte! ¡Con su espectacular monotonía! Ya sólo leo a los novísimos. Gimferrer y Carnero, por supuesto. Las florecillas, las sedas. ¿No tienes los dietarios? ¡Detlev Spinell!

23.8.10

Arquitecturas felices

A veces se configura el instante perfecto; cierta disposición de los elementos construye una arquitectura feliz, que enseguida pasa. No sé por qué salí el sábado al mediodía a la calle, pero me arrepentí pronto. Hacía demasiado calor. Después de media hora de caminata entré en El Corte Inglés, por la puerta de los electrodomésticos. De pronto, el fresquito. Y, como en la misma bandeja, una pantalla frente a mí con una pertiguista corriendo para dar el salto. No sé si era en directo, y falló; pero da igual. El esplendor de la carrera con la pértiga en ristre, la elevación, las curvaturas... Después vi a la madre más hermosa, en la Fnac. Una japonesa alta, maciza. Con un bebé en el brazo que parecía un jarrón de flores. Por lo general el bebé sobra; o aminora la belleza. En este caso la añadía: parecía un complemento indispensable. ¿Qué hice después? Lo he olvidado. Merodeé por los libros, compré un nuevo moleskine, regresé a casa. Por la tarde decidí hacer una pausa en la lectura de Los demonios y leer otra cosa en medio: Plataforma, de Houellebecq. Ésta la empecé hace tiempo y la abandoné a las pocas páginas; ahora me está encantando. En cuanto a la literatura rusa, hay un momento crítico: cuando cedes al esfuerzo y ya no haces el malabarismo de nombres a que te obliga, y los confundes, y te da igual. (Pero volveré a Los demonios; de lo que buscaba sólo encontré hasta el momento la parrafada sobre el suicidio de –ahí va nombre ruso– Kirillov.)

21.8.10

Vida impagada

Me he pasado con la Inedit en el congelador y ahora está hecha escarcha de cerveza. Me la tomo mientras escribo. Cae la tarde. Se escapa agosto. Ayer Albert de Paco me mencionó en La playa Libre (Senatus me avisó), y saramaguianamente lo copio:
Añade en la lista las post(ales) malagueñas de José Antonio Montano, el hombre de la vida impagada. Su grácil escritura, de la que soy un ferviente admirador, suele adoptar el punto de vista de un joven con vocación de anciano que, pese a su fatal inclinación a disolverse, acaba dándose de bruces con el siglo, ya sea en forma de tanguita o de puerto de montaña.
La vida impagada es, naturalmente, La vida de Montano; aunque también podría haber extensión metafórica. Sin embargo, no me quejo. Soy enemigo de la queja. Lo cual no quiere decir que omita las penalidades. Me he educado en el nietzscheanismo y procuro huir del resentimiento, y celebrar la inocencia del devenir: que me recorra el amor fati. Éste se acrisola cuando, como dicen los castizos, se está "a las duras". El sufrimiento es el gran tema de nuestro tiempo: la forma de afrontarlo. La estólida mentalidad imperante prescribe que si uno sufre es porque lo desea, y que si hay sufrimiento hay regodeo en el sufrimiento. No es así. En ocasiones lo único que hay es la asimilación del sufrimiento que toca: el que viene de fuera, el que toca. No me convence el truco de eliminarlo por desatención. No hay que cultivarlo, pero tampoco hay que despacharlo sin más. En caso contrario, se corre el riesgo de que no haya nada, o de que haya algo débil. La vida es una entelequia, salvo en la forma en que te ha tocado.

* * *
(9-IX) Albert de Paco vuelve a sacarme guapo en su blog:
Ya te hablé de José Antonio Montano y su aprendiz al sol, esas notas a pie de obra que, esta mañana a las diez, se arrancaban por Montaigne. En Montano conviven magistralmente la pausa y la desazón, la frugalidad y el antojo. Quienes sigan sus andanzas librescas me entenderán cuando digo que lo que Montano presenta como obsesión es, a un tiempo, la clave que a la vuelta le descifra, así el viajero encuentra sentido a Ítaca en sus propios pasos. Hoy llamaré tu atención sobre sus críticas de cine, en las que últimamente se prodiga poco y que tienden a rehuir, precisamente, el corsé de las críticas al uso.

19.8.10

Sólo la ejecución sella el propósito

“Cada uno tiene la vida que quiere”, ha concluido una amiga tras referirse, no sin ironía, al libro El Secreto (de cuya existencia –y de que lleva dos años siendo un éxito de la autoayuda– me he enterado por su mail). Schopenhauer dijo algo parecido: “Sólo la ejecución sella el propósito”. En su Schopenhauer, Safranski lo desarrolla así:
No leo lo que soy en mis propósitos sino en las acciones realizadas, es decir, en la imagen de mi vida hecha cuerpo. No existe evasión hacia un mundo espiritual que pueda dar a mi vida práctica un sentido "más profundo", o incluso una absolución. Los hechos de mi vida son el libro abierto de mi identidad. Soy lo que he querido.
En Para leer a Schopenhauer escribe por su parte Aramayo:
Sólo nuestros actos dan fe de cuanto queremos realmente; podemos recrear nuestras motivaciones y decirnos a nosotros mismos que nuestros deseos apuntaban en otra dirección, pero en realidad el único notario de nuestras auténticas voliciones es aquello que hacemos.
Para los que no estamos contentos con nuestros días las consecuencias son devastadoras. Y también estimulantes: estimulantes de verdad.

18.8.10

Paseo marítimo



He visto la primera película de Millenium y no pensaba hablar de ella, porque ha sido en plan pasatiempo veraniego un poco majarón. Pero resulta que en la última secuencia sale el paseo marítimo de Málaga y me he enternecido. Por las sombras está rodado por la mañana, calculo que sobre las diez. A personajes así no los he visto en la vida, pero son de atrezzo. Es que se supone que eso no es Málaga, sino las Islas Caimán. Y lo compro. A partir de ahora pasearé con ese extrañamiento. También yo seré un financiero con turbios negocios. Debo comprarme un maletín.

17.8.10

Historia de amor

En 2003 (recuerdo el año) asistí al comienzo de una historia de amor en el metro de Madrid. Yo creo que se habrán casado y tendrán niños; dos o tres ya, el mayor de seis. Pero hubo un momento en que estuvo a punto de quedarse en nada. El metro iba lleno aquella tarde. Delante de mí había un hombre que luego, cuando le oí hablar, supe que era boliviano. En una parada entró una mujer que, por el azar de la multitud, se detuvo cerca. Él la miraba y ella lo miraba. Él le dirigió la palabra. Se conocían. Eran de una población de Bolivia cuyo nombre no retuve. Se conocían de vista pero no habían hablado nunca. Lo hicieron por primera vez delante de mis narices. Dijeron frases cortas, sobre lugares comunes. Se veía clarísimo que se gustaban. Que estaban solos en Madrid y el uno era la solución del otro. Entonces entró una nueva avalancha y los separó. Ella fue empujada hacia el otro extremo. Él se quedó mirándola con impotencia. Ella parecía resignarse. Yo los observaba y era una situación imposible, imposible para sus caracteres dóciles. Dos paradas después, la mujer se bajó. Miró al hombre por la ventanilla, pero siguió andando. El hombre no iba a moverse. Pero lo hizo. Se abrió paso, logró salir, alcanzó a la mujer. Vi sus primeros pasos juntos mientras mi vagón se alejaba para siempre de la historia.

16.8.10

El cuervo

Mi ordenador es negro. Es un portátil y cuando está abierto parece que tiene el ala desplegada. Quizá de ahí haya venido la asociación. En mi sueño yo escribía, junto a la ventana abierta. Me levantaba para hacerme un café (también negro) y cuando regresaba había un cuervo encima del ordenador, furioso, destrozando las teclas a picotazos. Se me caía la taza del susto, el estallido del café como ala de cuervo, y entonces me despertaba.

15.8.10

Imagen de la muerte

No tiene que ver con mis lecturas de ahora, aunque versan sobre la muerte (nihilismo, crimen, muerte). Ha sido más bien un efecto emocional. En un ámbito blanco, me metían en una fiambrera de mi estatura. En realidad, no me metían: yo ya estaba dentro. No había violencia. Me encontraba tendido boca arriba, con los brazos en equis sobre el pecho. No estaba enfermo, no sentía dolor, no era un anciano. Se trataba sólo de que se terminaba para mí. La persona que iba a ponerme la tapa era la mujer a la que quería. No había reproche, era necesario. En aquel espacio aséptico podía percibirse con nitidez la idea: no iba a verla más, no iba a ver nunca nada más.

14.8.10

Bloguero de pro

Me ha hecho gracia acordarme de una cosa que ocurrió el año pasado, en febrero. Intervine en la presentación de un libro de EDA, la editorial de mi amigo Paco Torres. No lo mencioné aquí porque no tuvo nada destacable. Pero ahora me ha venido una frase que dijo Paco Torres al darme la palabra. Como se le agotó enseguida mi currículum, añadió algo que le ganó en consistencia a lo demás: "Y es bloguero de pro". Hasta yo me sobresalté por la irrebatibilidad ontológica. Pocas semanas más tarde, Juan Francisco Ferré, que había asistido a aquel acto, me presentó así a otro escritor que pasaba por Málaga: "José Antonio Montano, bloguero de pro". La denominación empezó a cundir, y sólo me ha salvado de su propagación el hecho de que mi vida social es prácticamente inexistente. Me expongo a poquísimas situaciones en las que me tengan que presentar.

Evidentemente, habría que hacer algo. Y estoy en ello (¡estoy en ello!); pero se me amontonan –entremezclándose– los proyectos y la ineficacia. Llega un momento en que la vida de uno es una especie de Maelstrom: una concatenación de círculos viciosos de cuya succión resulta muy difícil escapar. Por otro lado, aunque sé que es un consuelo imbécil, en esta cárcel se segregan materiales, corrosiones, que no encuentro en otro sitio y a los que se le podría dar salida. Sin duda, me hallo en un paisaje peligroso. Esta condición fantasmal: ser bloguero (de pro) de un blog que no es.

12.8.10

El mundo como representación



Enfrascado en lecturas nihilistas, para mi proyecto. Ya sí lo tengo claro. El nihilismo me parece el punto de partida ineludible. Luego habrá que salir de sus aguas, pero primero es necesario bañarse en ellas. Mejor dicho: primero es necesario reconocer que se está en ellas. Porque en el nihilismo estamos todos, para empezar. Y quien no lo advierte, está condenado a permanecer siempre dentro, haga lo que haga. La salida del nihilismo requiere un trabajo quirúrgico con la atmósfera que respiramos: sajar el plástico, incluso el que hay dentro de los pulmones. Pero antes hay que atenderlo, no dejar ni un pliegue sin investigar.

Para hoy, por lo demás, se anunciaba aire caliente, aunque no ha sido para tanto. He seguido con la lectura de Los demonios de Dostoyevski y he comenzado de nuevo El mundo como voluntad y representación. Qué bien lo inaugura Schopenhauer:
"El mundo es mi representación": ésta es una verdad aplicable a todo ser que vive y conoce, aunque sólo el hombre puede llegar a su conocimiento abstracto y reflexivo: cuando a él llega, ha adquirido al mismo tiempo criterio filosófico. Estará entonces claramente demostrado para él que no conoce un sol ni una tierra, sino únicamente un ojo que ve al sol y una mano que siente el contacto de la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir, única y enteramente en relación a otro ser: el ser que percibe, que es él mismo.
Bueno, engolo demasiado la voz. Lo cierto es que no tengo ni idea (emito frases de tanteo, me adorno): pero en eso estoy. La filosofía como elaboración literaria.

11.8.10

Caridad



Ahora que cultureta está en el diccionario parece que hay bula para ciertas conversaciones. La otra noche me preguntó un amigo si tenía una opinión particular sobre Medea. No estábamos en el Ateneo, sino en una terraza de verano, viendo pasar petardas. La verdad es que no. Nunca me he parado a pensar en Medea. Sé que mató a sus hijos, por alguna movida, pero poco más. Me gustaría saber (haber sabido) sobre Medea, pero siempre se me olvidan los detalles mitológicos. Las petardas pasaban, marcando tanguita, y yo era un miserable por no tener una opinión sobre Medea.

Pero ya sí la tengo. La he tomado de una conferencia de Guillermo Solana sobre Delacroix, que me puse ayer. Es otra de esas conferencias brillantes, bien articuladas, excelentemente dichas. Al final se refiere a la Medea de 1862, cuadro que la muestra con sus dos hijos y el puñal. Va a matarlos en venganza contra el padre, Jasón, que la ha dejado por otra. Según Solana, Delacroix se inspira perversamente en la iconografía de la Caridad, que la tradición (como en Andrea del Sarto o Salviati) representa con un bebé a cada pecho. Medea, pues, les da a sus hijos la leche negra de la muerte. Empujada por los celos (por Eros), pero con un efecto tanático, que se lee como caridad. Cortocircuito en las vidas que ella trajo al mundo; reparación rápida de su error.

10.8.10

En terapia

Llevo sólo cuatro capítulos de En terapia y ya estoy enganchado. ¡Qué maravilla! Esta vez sí me los estoy dosificando, terapéuticamente: sólo uno al día, después de comer, con el café y el purito. Veinticinco minutos intensos, de palabras, silencios, gestos, posturas. La épica de hablar (y escuchar), en la que pasan más cosas que en los petardeos de muchas películas, así llamadas, de acción. Podría reflexionarse sobre eso: sobre qué es verdaderamente la acción, sobre qué es lo que pasa, o cuándo pasan de verdad cosas. O qué es el entretenimiento. El In treatment inglés evoca fonéticamente al español entretenimiento. Y ésa es mi guía, mi guía estética: lo que me gusta, lo que me entretiene. A veces hay que hacer un esfuerzo (no renuncio al esfuerzo): pero si después del esfuerzo no adviene el gusto, me importan una higa las demás consideraciones. Lo terapéutico, de entrada, es disfrutar: también con el conocimiento, también con la comprensión de lo que duele.

* * *
(12-VIII) Veo ahora el quinto capítulo: brillante la idea del último paciente de la semana. La serie queda así redondísima.

9.8.10

Fuente de la Reina

He visto que este año pasará la Vuelta –exactamente dentro de tres semanas– por el Puerto del León. Ése es el puerto que solía subir en los noventa, muchas veces solo, otras en carreras con mi hermano y mis primos, y algunas charlando con mi amigo Weil. Es un puerto que me sé de memoria, sobre todo la vertiente de Málaga, pero también la de Olías. Sin embargo, no conocía su perfil. El nombre de "Puerto del León" lo aprendimos en aquella época, al leerlo en los carteles, porque por aquí siempre se ha dicho "subir a los Montes", o "subir a la Fuente de la Reina" ("a la Fuente la Reina"). Ahora se me aparece bonito, por la feminidad de Fuente y de Reina, y por lo simbólico; aunque el lugar en sí, al final de la subida, es de piedra un tanto aparatosa. Copio los pasajes de mi diario en que sale (el Mirador que también se menciona está justo a mitad de puerto, desde Málaga):

* * *
(20-IV-1993) Excursión con Weil en bicicleta. Hemos llegado casi hasta Colmenar. Conversación de bici a bici, intermitente, por la carretera de los Montes. Me ha sorprendido la cantidad de cosas que Weil sabe del campo. He aprendido a nombrar algunas: tagarninas, cernícalos, gamones. Recuerdos, retazos de un día memorable: el placer de la comida en la venta tras el esfuerzo físico, el paisaje de la Axarquía desde lo alto, las variaciones del cielo... Ya al final de la tarde, cuando regresábamos, se nos ha pinchado una rueda en la bajada y hemos tenido que llamar a mi padre para que viniera a recogernos con el coche. Yo me he quedado con la bici buena y me he lanzado por delante a una velocidad extraordinaria, como no lo había hecho nunca. La sensación de ir carretera abajo sin peligro, como un viento.

(1-VI-1993) [...] Por la tarde he cogido la bicicleta y me he puesto a subir los Montes. Pensaba llegar a la Fuente de la Reina, pero cerca del Mirador se me han quitado de pronto las ganas de seguir. Una especie de abulia, tampoco demasiado poderosa.

(23-X-1994) [...] He subido con Weil a los Montes por la carretera de Olías. Grata conversación, mientras pedaleábamos, en esta luminosa mañana de domingo. Le he recomendado la lectura de Augusto Monterroso, aunque al tratar de recordar historias concretas para contárselas me he dado cuenta de que ya se me han olvidado la mayoría. Luego nos hemos parado a almorzar en una venta que hay por encima del Mirador, desde la que se veía el mar resplandeciente y la ciudad al fondo. Agradable sensación, después en el descenso, de ir en la bici con el estómago lleno de lomo con patatas y la cabeza nublada por el vino.

(19-VI-1995) Subida al Mirador en bicicleta. Desde arriba, la ciudad a través del filtro morado de las gafas. El mar no se distinguía del cielo, por lo que Málaga parecía flotar en el vacío. Luego, más abajo, una fugaz sensación de dicha al recibir el aire en el rostro y escuchar el rumor de los eucaliptos.

(19-VIII-1996) Día de ayuno. Por la mañana, subiendo en bicicleta al Mirador, me he zafado en cierto instante de los pensamientos y he hundido la cabeza para contemplar mis propias pedaladas, como el ciclista ético de Duchamp; un cosquilleo vivificador me ha recorrido entonces el espinazo. Desde arriba, luego, la visión rutilante y neblinosa de la bahía.

(18-IX-1996) Subida con Weil a la Fuente de la Reina. El descenso nos ha ocupado justo la última media hora de sol. Por las curvas de arriba se veían a lo lejos las hileras de montes, como decorados de teatro, diluidos en un polvo dorado que les daba un aire fantasmal. De vez en cuando, ráfagas de luz, como lingotes de oro ingrávido, filtrándose por los eucaliptos. El mar y la ciudad cada vez más cercanos, en sucesivas capas, hasta que al final, llegando casi al fondo, ya sin sol, los edificios aparecían diáfanos, amoratándose, con los faros y las primeras luces encendiéndose en las diminutas ventanas. La transición impecable de la tarde a la noche, observada –vivida– desde la bicicleta.

(25-VII-1997) [...] Me acuerdo también de otro momento simple de felicidad compartida, en esta ocasión con mi hermano. Fue una tarde de verano en que bajábamos los dos en bici por la carretera de los Montes. Yo le veía a él dando las curvas por delante, cortando el viento; y de pronto me sentí conciliado con la vida.

7.8.10

Primeras pedaladas

Los inconstantes tenemos esa ventaja: el placer de empezar de nuevo. Quizá no sea una ventaja ética, pero sí estética: saboreamos amaneceres, amaneceres del día que luego no sabremos vivir. Hoy he cogido otra vez la bicicleta y ese despertar de los músculos, equivalentes al del primer chapuzón en el mar del año, tiene un oro que le falta al ciclista habitual. Placeres nuevos, renovados. La respiración paralela al azul. La cara limpia de la ciudad por la mañana, cuando yo suelo estar en mi gabinete. Es como si me metiera en otra vida, la vida que dejé. Creo que este verano se han terminado los paseos de la tarde, que además últimamente me agobiaban. Saldré por las mañanas, en bicicleta, y el resto del día me quedaré leyendo y escribiendo. Quizá me asome a la calle un rato al anochecer, pero sin alejarme de mi casa. Verano doméstico: variaciones de la luz con el juego de persianas y el aire controlado del ventilador. Como la caja del gusano de seda. Esas otras pedaladas del ciclista intermitente.

4.8.10

Sangre en la piscina

He releído dos de mis relatos preferidos de Borges, "La busca de Averroes" y "Deutsches Requiem" y estoy releyendo Sangre en la piscina, de Agatha Christie. Ahora está de moda hacer bromitas con el verbo releer: pero lo cierto, señores, es que se relee. Y menudo gustazo que es la relectura. Aunque de Sangre en la piscina no recordaba absolutamente nada. Conservaré treinta o cuarenta novelas de Agatha Christie, pero he escogido ésta porque una amiga la mencionó hace algún tiempo. Dijo que era especialmente buena, y lo es. Agatha Christie fue mi primera pasión literaria. O será mejor decir preliteraria, porque la leí con la misma alegría que los tebeos y aún sin los pruritos de la profundidad y el estilo. Fue mi lectura de transición entre los tebeos y la literatura, empleando este término en un sentido no enteramente positivo. De los catorce a los dieciséis años sólo leí a Agatha Christie, y en el verano de los dieciséis empezó, como diría Savater, mi decadencia: Umbral, Vargas Llosa, García Márquez, Baroja, Machado, Unamuno, Platón. No entiendo muy bien cómo se coló Platón en la lista, pero aquel verano leí varios diálogos, empezando por el lúgubre Fedón. Sobre la muerte de Sócrates he reflexionado también estos días, porque en mis paseos por la ciudad sudorosa he escuchado la conferencia de José Luis Pardo "¿Por qué filosofía y no más bien nada?", que desemboca en el asunto. Es una conferencia espléndida: un adelanto que dio en 2003 de su libro de 2005 La regla del juego. La filosofía, según Pardo, nace el día después de la muerte de Sócrates y muere el día antes de la muerte de Aristóteles. Lo que está en sintonía con otra de mis lecturas (esta vez no relectura) de agosto: El libro de los filósofos muertos, de Simon Critchley. Es flojito y no lo recomendaría, pero resulta útil como repaso de la historia de la filosofía desde la perspectiva de la muerte: la muerte de los filósofos y las ideas que sobre la muerte tuvieron los filósofos (antes de morir). En eso ando metido este verano: crimen, nihilismo y muerte. Funciona como refrigeración.