27.11.10

Caricias de papel

El antirromanticismo de Noel Rosa, delicioso, recomendable. Siempre lo digo pero es verdad: es el Billy Wilder brasileño, sólo que dedicado a la canción y no al cine; y muerto jovencísimo, a los veintiséis años. Una de sus letras más punzantes es la del fox-trot "Julieta", compuesto con Eratóstenes Frazão en 1933, que enlazo y traduzco:
Julieta
Julieta
não és mais o anjo de bondade
ya no eres el ángel de bondad
como outrora sonhava
que otrora soñaba
o teu Romeu
tu Romeo
Julieta
Julieta
tens a volúpia da infidelidade
tienes el vicio de la infidelidad
e quem te paga as dívidas sou eu...
y quien te paga las deudas soy yo...
Julieta
Julieta
tu não ouves meu grito de esperança
no oyes mi grito de esperanza
que afinal de tão fraco nem alcança
que al final de tan débil ni alcanza
as alturas do teu arranha-céu
las alturas de tu rascacielos
Tu decretaste a morte aos madrigais
Tú decretaste la muerte de los madrigales
e constróis um castelo de ideais
y construyes un castillo de ideales
no formato elegante de um chapéu
con la forma elegante de un sombrero
Julieta
Julieta
nem falar em Romeu tu hoje queres
ni hablar de Romeo hoy quieres
borboleta sem asas, tu preferes
mariposa sin alas, prefieres
que te façam carícias de papel
que te hagan caricias de papel
Nos teus anseios loucos, delirantes
Con tus anhelos locos, delirantes
em lugar de canções queres brilhantes
en lugar de canciones quieres brillantes
em lugar de Romeu, um coronel
en lugar de Romeo, un ricachón.
Y otra de propina: "Com mulher não quero mais nada". (Ambas grabaciones son del disco de 1995 Noel inédito e desconhecido.)

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(15.02.13) Un vídeo con la interpretación de "Julieta":

19.11.10

Las imágenes del aprendiz

He inaugurado un blog específico de imágenes, para seguir colgando algunas de las que vaya haciendo. En poco tiempo resultará repetitivo: yo fotografío casi siempre las mismas cosas. Tengo buenos amigos fotógrafos, pero yo no soy fotógrafo. Sólo sé (o me interesa) seleccionar algo, encuadrar y disparar; después, si acaso, recorto un poco la foto en la pantalla. El resto lo ignoro, el resto me lo hace el iPhone. Hace unos días Josepepe me copió dos frases de "Las babas del diablo", el cuento de Cortázar en que se inspiró Antonioni para Blow up:
Cuando se anda con la cámara, hay como el deber de estar atento, de no perder ese brusco y delicioso rebote de un rayo de sol en una piedra [...] le bastaba salir sin la Contax para recuperar el tono distraído, la visión sin encuadre.
La cámara como complemento de los paseos, como hace Francisco Luna. Así pues: Las imágenes del aprendiz.

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(30-XI) Le he cambiado el título al blog. Ahora se llama con una afirmación de Borges: La belleza es frecuente.

18.11.10

La historia troceada

Yo también estoy con los saharauis, faltaría más, y contra la burricie de Marruecos. Pero hoy no quiero hablar de las injusticias universales, sino del modo en que algunos se suben a esas injusticias. Me dan grima, como siempre, los alardes de dignidad de Bardem, Toledito, Alberto San Juan, etcétera. Tengo la impresión de que son algo así como disc-jockeys de la historia: seleccionan el trozo que les conviene, para depositar su dignidad en él, como quien mete sus joyas en la caja de seguridad de un banco, y se olvidan del resto. Mi amigo Losada recuperó el término equivalente a disc-jockey que se usaba antes en España: selector musical. Pues nuestros entrañables reivindicativos son eso: selectores de la historia. Quiero decir que escogen un trozo de la culebra e ignoran lo que hubo antes y lo que habría después. En el caso concreto del Sáhara: ¿hubieran apoyado una guerra del ejército franquista contra Marruecos, cuando la Marcha Verde? O mirando al futuro: ¿apoyarían una guerra de España contra Marruecos, en favor del Sáhara? Por lo que dijeron cuando Perejil ya intuímos que no. Si hubiera una guerra contra Marruecos ellos se situarían en ese nuevo trozo de la culebra y se envolverían también en la dignidad, pacifista entonces, olvidándose del resto. Como hacen siempre. La banca (quiero decir, el alma bella) siempre gana.

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Por lo demás, hojeando ayer el blog de Santiago Sierra encontré este interesante documento, que me hizo pensar que sí que arriesga algo, después de todo. En cuanto a la Ministra, qué nivelazo argumental: "La coincidencia con el PP debería hacer pensar a los artistas". A los artistas, y al joven Felipe González.

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Me viene a mano, como casi siempre ahora, un ciclo de conferencias de la Fundación Juan March: el impartido por Diego Gracia (¡magnífico!) sobre La ética de la responsabilidad. Recomiendo en especial la segunda, la dedicada a Max Weber. En ella se establece de un modo diáfano en qué consiste la responsabilidad: en actuar según los principios, pero teniendo en cuenta las consecuencias de su aplicación práctica. Es una línea de equilibrio, frágil, esforzada, de la que quedan fuera tanto nuestros artistas como nuestros políticos, con sus respectivas irresponsabilidades del confort poético y la obscenidad del poder.

15.11.10

La alegría de la huerta

De Berlanga yo me quedo con la alegría; y, como mi pensamiento es insidioso, no puedo dejar de compararla con la plomiza tristeza de, por ejemplo, un León de Aranoa. Éste se la coge con papel de fumar, hace su desguace ideológico y el resultado es que sus pobres siempre están tristes, porque sacarlos riendo sería hacerle el juego al sistema: ignorante de que el sistema, si gusta de algo, es precisamente de la parcelación. Berlanga, en cambio, lo lanza en aluvión todo, como en la vida: en sus planos secuencia no sólo se pelean los actores, sino también la alegría y la tristeza, la tragedia y la comedia. Los pobres se carcajean mientras se mueren de hambre; el verdugo es un desgraciado. Para ese río revuelto (¡nietzscheano!) no hay compuertas: su corriente nos azota y nos hace cosquillas a la vez. A los personajes de León de Aranoa los compadecemos, porque su punto de vista hace que nos sintamos burguesamente superiores: sus películas son menos herederas del comunismo que del Domund. En las de Berlanga, en cambio, no hay manera de compadecer a esos bicharracos: si les damos una limosna, nos morderán la mano; si los invitamos a cenar, nos destrozarán la casa. Pero aquí he incurrido en truco, porque aranoescamente he situado la persona verbal en el lugar de la clase privilegiada, cuando es al revés: somos nosotros los que mordemos la mano que nos da la limosna, somos nosotros los que destrozamos la casa de quien nos invita a cenar. León de Aranoa "sienta un pobre a su mesa". Berlanga desenmascara esa operación (como también lo hizo Buñuel). El arte no debe dar sermones, sino vitriolo.

Pero hay una obra de Berlanga que es pura alegría, aunque pocos la vieron. Quienes hablan de la decadencia de sus últimas filmaciones, olvidan que entre ellas se cuenta ese botellón de champán que es la serie Blasco Ibáñez (la novela de su vida). Nadie confió en ella, ni la televisión, que la tuvo guardada y luego la emitió de golpe en dos tandas de varias horas. Yo empecé a verla por la coartada cultural y aquello era un despipote. Qué alegría contagiosa, qué burbujeo. Ramón Langa hacía de Blasco Ibáñez convirtiéndolo en Ramón Langa: una sinvergonzonería jocosa, irresistible. Entre Langa y Berlanga montaron una buenísima. La gamberrada enfadó a los herederos de Blasco Ibáñez, que desautorizaron la serie: no se puede sacar al abuelo del ataúd con la polla tiesa y todos sus vicios incólumes.

Terminemos con una nota melancólica. Al fin y al cabo, se ha muerto Berlanga. Ayer mi amiga Almudena recordaba el final de La vaquilla. Qué diferencia con las monsergas de hoy sobre la "memoria histórica", tan sectarias, tan aprovechonas; tan fraudulentamente sentimentales. Berlanga lo hace mucho mejor: sin que falte la tragedia, pero ahorrándonos la retórica.