5.10.25

Yo solo me merecería ser gobernado por Cleopatra

[Montanoscopia] 

1. Paradoja de la flotilla: si Israel fuese el país que postulaba, sencillamente no hubiera zarpado. 

2. Los familistas son esos individuos que, en vez de estar disfrutando de la vida familiar, que por lo visto es la repera, se dedican a predicarles a los otros las glorias de la vida familiar. Mucho se tienen que aburrir, pienso yo. Los argumentos a los que recurren son variopintos, pero ninguno como el que oí el otro día en Málaga. Se lo regalo para reforzar sus predicaciones. Caminaba yo por calle Mármoles y adelanté a un par de sujetos de aspecto algo lumpen. Cacé una brizna de lo que iban conversando. "Tiene mucha familia", dijo uno con voz apagada. Y el otro: "Sí, ese es el rollo. Nadie se puede meter con él porque tiene mucha familia". 

3. Al término del homenaje que le hicieron a Javier Marías poco después de su muerte hace tres años, que tuvo ráfagas emocionantes a pesar de todo, tocó la flauta su hermano Álvaro Marías. La Pavana Lachrimae, leo, de John Dowland, en la versión glosada para flauta sola de Jacob van Eyck (siglo XVII). Había un desvalimiento como de huérfano, huérfano de hermano, que me emocionó definitivamente. Ahora me he puesto una entrevista de Ramón González Férriz a Álvaro Marías en la Fundación Juan March que me ha desarmado. ¡Qué ser humano más extraño y entrañable! Los Marías han sido todos así. Además de por el escritor Javier Marías, he sentido devoción por el cinéfilo Miguel Marías. Del historiador del arte Fernando Marías no sé aún nada, pero sí tengo de él una anécdota indirecta. El escritor Fernando Marías, que solo era primo muy lejano de los Marías, me contó que cuando empezó a publicar recibió una carta enfurecida de Javier Marías en que le reprochaba que hubiera usurpado el nombre de su hermano el historiador del arte. Pero el escritor Fernando Marías no había usurpado ningún nombre: se llamaba así. Ahora he conocido a Álvaro Marías por la entrevista de Férriz. Empieza titubeante, pero poco a poco va desvelando el enorme personaje que es. Toda su vida la ha consagrado a la flauta. Con momentos como de Woody Allen. Es un refinado humorista. Parece frágil, pero es un titán: un titán de la flauta. Además de intérprete, las colecciona. Y escribe de música. Menuda familia los Marías. Empezando por el padre don Julián, cuyas apariciones son siempre nobles. Pónganse la entrevista y se admirarán. Pasarán un buen rato. 

4. Ya les conté mi absoluta simpatía por el hermano de Sánchez, que es mi semejante y también (¡más que de Sánchez!) mi hermano. A los dos nos gusta lo mismo: Portugal, las japonesas, la música, los pseudónimos, no trabajar. Ni él ni yo nos desenvolvemos bien en la vida, porque no sabemos estar en la batalla: somos lo contrario de combativos. Así que si alguien nos saca las castañas del fuego mejor. Al final un rasgo positivo del presidente es que haya asistido a su hermano el inútil. Lo de este viviendo en Moncloa da para una comedia: ¡el verdadero documental sobre Moncloa! El hombre deambulando por sus dependencias, zánganamente. Y pasan cosas. Si el cine español no fuera el brazo tonto del sanchismo, estaría ya con los guiones. 

5. El sanchismo, como el zapaterismo, es una ominosa danza a dos. Tras Zapatero llegó la contraparte de Rajoy y tras Sánchez llegará la contraparte de Feijóo, con Abascal. Yo no me mereceré ese Gobierno del PP con Vox. Pero los españoles (¡esos tipos!) sí se lo merecerán. Yo solo me merecería ser gobernado por Cleopatra. 

* * * 

3.10.25

Hasta los huevos de Caetano Veloso

[La Brújula (Opiniones ultramontanas)m 4:00:30

Buenas noches. Mi pasión por la música brasileña, que muchas veces he proclamado aquí, se encuentra en crisis. No exactamente por la música, sino por los músicos. Siempre los he adorado, al plantel completo. Desde Vinicius de Moraes, Antonio Carlos Jobim, João Gilberto o Gal Costa, que ya murieron, hasta los que siguen vivos y coleando, aunque algunos un tanto renqueantes: Caetano Veloso, Gilberto Gil, Maria Bethânia, Chico Buarque, Milton Nascimento, Djavan o Adriana Calcanhotto. A estos últimos me puse a seguirlos en las redes sociales, pero ya no puedo más. La saturación es idéntica a si estuviera casado con cada uno de ellos; o peor: con todos ellos a la vez. Los veo a diario levantándose, acostándose, vistiéndose, desvistiéndose, en pijama, en bañador, con ropa tropical, con ropa europea, comiendo, bebiendo, riendo, llorando, ¡soltando peroratas interminables! ¡El primero Caetano Veloso, al que amo pero al que ya no aguanto más! Se han tomado las redes sociales, ante todo Instagram, como una parte esencial de sus vidas; yo diría que más que nadie en el mundo. El afán de comunicación de los brasileños ha hecho que se vuelquen a comunicárnoslo todo en todos los minutos. El colmo es que también se comunican entre ellos, desaforadamente. No hay día del padre, ni de la madre, ni de la infancia, ni de nada, y no digamos los cumpleaños, en que no se lancen a felicitar y recordar y poner fotos. Es una locura inflacionaria de efusividad y buen rollo que ya no pueden parar. El día que uno no le felicite el cumpleaños a otro (y cada día cumple años alguien), se pinchará la burbuja y puede que lo asesinen. En realidad es entrañable. ¿Qué se puede objetar a la explosión del calor humano? Pero yo, francamente, estoy ya hasta los huevos.

2.10.25

Sorpresa de Borges

Qué impresionante biografía de Borges acaba de publicar Cátedra. Apenas llevo sesenta de sus setecientas páginas, pero estoy encantado: la escritura es sólida y eficaz, la información está actualizada, el biógrafo se toma el trabajo de hacer el relato de la vida, con la obra como eje, y no hay hojarasca. Se titula acertadamente Jorge Luis Borges. Un destino literario. El autor, Lucas Adur, nació en Buenos Aires en 1983. Ver este año es lo que me ha dado el impulso de escribir ahora, porque no voy a hacerlo sobre la biografía, cuya lectura he decidido que me acompañe hasta el 31 de diciembre. Es que en 1983 leí a Borges por primera vez. Aún no se me ha extinguido la sorpresa.

A mis diecisiete años yo era un lector incipiente. Había leído todo Mortadelo, Astérix y Tintín, algo de Flash Gordon y Spiderman, algo de Salgari, toda Agatha Christie, todo Sherlock Holmes, y llevaba unos meses con García Márquez, Vargas Llosa, Umbral, Baroja, Unamuno, Cela, Hesse, Huxley, Carpentier, los diálogos de Platón o Bertrand Russell. De Borges no sabía nada. Cuando le dieron el premio Cervantes, entendí por la radio que se lo habían dado a Forges. Tampoco sabía nada del premio Cervantes. Y entonces abrí El Aleph, porque pertenecía a aquella colección marrón horrible de kiosco que había empezado a coleccionar, y era rarísima la prosa: rara y perfecta. Creo que fue el primer libro raro y perfecto que leí.

¿Qué eran esas frases del inicio, con las que comenzaba el primer relato, "El inmortal"?
En Londres, a principios del mes de junio de 1929, el anticuario Joseph Cartaphilus, de Esmirna, ofreció a la princesa de Lucinge los seis volúmenes en cuarto menor (1715-1720) de la Ilíada de Pope.
¿Y las del que le daba título al volumen, hoy míticas? 
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.
En cuanto a los finales, el de "Emma Zunz": 
La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios. 
O el de mi relato favorito, "La busca de Averroes", una sorpresa absoluta: 
Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendo imaginar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios. Sentí, en la última página, que mi narración era un símbolo del hombre que yo fui, mientras la escribía y que, para redactar esa narración, yo tuve que ser aquel hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa narración, y así hasta lo infinito. (En el instante en que yo dejo de creer en él, "Averroes" desaparece).
En este último pasaje se ve el gran secreto de Borges, su potencia: su alejamiento de los libros, desde los libros (y en los libros), para aproximarse a la vida. Con el artificio de la literatura desenmascara a la literatura: una autoconciencia que libera. Pero una liberación extrema, como de flotar en el vacío, en parte angustiosa, en parte eufórica. Eso es la vida. Curiosamente, el autor en principio más libresco de todos es el menos libresco: por un lado, porque vive los libros como muchos no viven la vida; por el otro, porque utiliza los libros para salir de los libros. También lo logra con la instalación del pensamiento metafísico en la vida cotidiana, que la abisma y la enriquece, le da densidad épica y lírica: "pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita".

Después leí Ficciones, que fue anterior a El Aleph y cuyo primer relato causó, según Piglia, una extrañeza como la mía en los inéditos lectores argentinos. Y leí todos los libros de conversaciones con Borges, los más deliciosos de entre los libros. Y leí su poesía. Una mañana en el colegio mayor empecé Fervor de Buenos Aires, sin pensar que fuese a decirme nada nuevo, y me encontré con estos versos formidables: 

Convencidos de caducidad 
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto. 

En su último libro, Los conjurados, persiste la caducidad: 

Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.

Al final de aquel curso en Madrid, junio de 1986, Borges murió. Yo había tenido poco antes un éxtasis con su "Otro poema de los dones", de El otro, el mismo, que desde entonces es el poema que más amo. (Hay una réplica que también me gusta de José María Álvarez en su Museo de cera.) Era otra mañana (mis recuerdos de la poesía de Borges son recuerdos de mañanas) y me había puesto la sonata D. 894 de Schubert, por Richter. Al llegar a ese poema sonó el allegretto, una reconciliación plena con la vida. Había que dar las gracias. "Gracias quiero dar al divino / laberinto de los efectos y las causas / por la diversidad de las criaturas / que forman este singular universo". Una de las criaturas más extraordinarias, y a la que más hay que agradecer, por su sorpresa, es Borges.

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28.9.25

Escribo en pelotas, el uniforme de los triunfadores

[Montanoscopia] 

1. Lo de los lapsus es precioso. Uno incurre en el mismo una y otra vez, hasta que se para a pensarlo. Si detecta la causa, no lo volverá a cometer. Es un psicoanálisis de un minuto. Me venía sucediendo con el nombre Charlie Kirk. Cada vez que intentaba decirlo, me salía Michael Kirk. Hasta que desvelé la fuerza de ese Kirk, cuyo dueño siempre ha sido Douglas. Y que tira por simetría hacia su hijo Michael. Una fusión edípica en realidad: Michael Kirk (Douglas ambos). 

2. La abstención es mi guarida y mi castillo, mi destino (¡fatal!). Al decir abstención quiero decir voto en blanco, porque a votar hay que ir. Aunque con el voto en blanco no se respeta el secreto de voto, ya que el sobre se entrega vacío y se ve que está vacío. Tal vez sea mejor el voto nulo: pintar monigotes, insultos. El caso es que de la abstención me sacaron UPyD y Ciudadanos, y a ella volví sin ellos. Me dio una esperancilla Izquierda Española, pero su putinismo (o su no antiputinismo) me la hace invotable. En los momentos de cabreo antisanchista se me ocurre votar al PP, en plan voto antisanchista útil (y de castigo). Pero el PP nunca tarda en hacer algo que arruina mi intención de voto. Ahora es la aproximación a Espinosa de los Monteros, lo que lo liquida definitivamente para mí. Como lo viene haciendo (¡definitivamente!) la conciencia de que solo podrá gobernar con Vox. Y yo no he llegado hasta aquí para favorecer nada con Vox. 

3. Gracias a Espinosa de los Monteros tuvo grandísimos momentos Losantos, cuando estiraba jocosas peroratas sobre su barba asiria. Como estaba también su mujer Monasterio, ahora ocultada, mi amiga Dolores los llamaba Los Monastis. Y Losantos: Los Aristogatos. Con Espinosa de los Monteros he tenido asimismo un problema personal: lo encontraba clavadito a Guille Ortiz. A su nuevo proyecto político le ha puesto Atenea. Yo le habría puesto (remontándome a Losantos) Asurbanipal. Pero el mejor nombre es el que corre por los mentideros madrileños: Pesca de Arrastre

4. Entrañable reunión de psocialistas para buscarle una salida al PSOE. Yo personalmente creo que el PSOE ya solo puede ser mejorado mediante su destrucción. El PSOE: ese partido que le niega un aplauso póstumo a Lambán. Pero los reunidos son entrañables porque pretenden una salida sin un Brutus. O quizá les pasa como a Feijóo: esperan que el Tiempo sea su Brutus. 

5. Putin y Xi precisamente, con su sueño de inmortalidad, ansían arrebatarle al Tiempo su carácter de tiranicida infalible. Que los autócratas no se mueran ni siquiera en la cama. Imagínense España sin "el hecho biológico": la democracia no habría llegado jamás. Por otra parte, ya dije que en la España actual es ontológicamente imposible un magnicidio. Si alguien lo intentara con éxito, le saldría como mucho un parvicidio. Nuestros gobernantes no dan para más. 

6. El presidente no se la cuela a The Telegraph, que titula: "Sánchez usa Gaza para salvar el pellejo". Los estudiantes de la Universidad de Columbia sí le fueron afines. Recreo libremente el diálogo: "¿Trump o Sánchez?". "¡Sánchez, Sánchez!". "Da igual, también soy Trump". 

7. Todo cae en el bolsillo del narcisismo. La ministra de Igualdad se toma la reprobación del Congreso como una condecoración. Ahora va por ahí presentándose como "ministra reprobada". Es por una incompetencia, pero ella lanza su grito cheroqui: "¡Somos incómodas!". 

8. Vidal-Folch (el nuestro, el bueno) afirma en su deliciosa última columna que escribo en pijama, "el uniforme de los fracasados". En realidad escribo en pelotas, el uniforme de los triunfadores. 

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25.9.25

Un viaje literario y existencial en bicicleta

Hacía mucho que no tenía una sensación: la de estar sin tiempo para leer pero leer, porque un libro te atrapa. Nunca leí más que en la universidad, cuando el montón de asignaturas en que me había matriculado me obligaba a embrutecerme con el estudio obligatorio: pero los libros paralelos me salvaban, algunos en la misma aula a despecho de la perorata frecuentemente estólida del profesor. Ahora me ha pasado lo mismo con Días de sol y piedra. De los Alpes a Roma, de Pepe Pérez-Muelas (Siruela). Lo recibí, lo abrí para echarle un vistazo rápido antes de ponerlo en el montón de los aplazados con melancolía, pero la frase "la bicicleta me hace renacer" y la aparición del Mont Venoux me incitaron a leer un poco y fatalmente a leerlo entero, en minutos robados al tiempo que me faltaba. Una antigua sensación furtiva que produce un automático milagro: la generación de tiempo nuevo, una suerte de tiempo suplementario, un tiempo propio.

El autor, que había escrito sobre los viajes en Homo viator, narra un viaje en bicicleta, en mitad de una crisis personal, por la llamada Vía Francígena, una ruta medieval por la que los francos bajaban hasta Roma. Una genuina romería, pues. Parte del Gran San Bernardo, un puerto de montaña de los Alpes, y recorre mil doscientos kilómetros hasta llegar a la capital de Italia. El libro habla del camino, de los otros personajes que se encuentra el viajero y las hospederías, de episodios del pasado, históricos y culturales, de paisajes, obras de arte, arquitecturas, meteoros y de las sensaciones físicas y psicológicas de la peregrinación existencial. Todo libro es un viaje, se ocupe o no se ocupe de un viaje, aunque no todos logran transmitirlo. Días de sol y piedra se ocupa de un viaje y lo transmite: el lector (al menos este lector) viaja con él, contempla, aprende, disfruta, agoniza a ratos, se emociona.

Me enganchó por los prolegómenos en Turín, donde vive el hermano del autor. Recrea los últimos días allí de Cesare Pavese. Cita el cuento de Ricardo Piglia "Un pez en el hielo", recogido en La invasión. Lo he releído y es perfecto. Pavese se suicidó por el amor no correspondido a una actriz, Constance Dowling. Estás perdido si te enamoras de una actriz. Ahora se ha muerto Claudia Cardinale: cuántos corazones rompió. Y se acaba de separar Monica Bellucci, que le ha dado tres años principescos a Tim Burton, que vuelve a ser mendigo. Billy Wilder tuvo una aventura con la hermana de Constance, Doris Dowling, que aparece en Días sin huella, en la que también participó la que sería su mujer, Audrey Young: se la ve, duchampianamente, al fondo de un plano, en un guardarropa. Chico Buarque siente fascinación por las actrices (se casó con una, Marieta Severo) y les dedicó una canción: "As atrizes".

Es muy apropiada la evocación del Mont Ventoux, aunque el viaje no pasa por ahí. Petrarca lo subió con su hermano y el autor se dirige hacia el principio de su ruta con el suyo, quien lo acerca en coche al Gran San Bernardo. La Subida al Monte Ventoso de Petrarca establece la metáfora del esfuerzo para llegar a lo alto, lo que preconiza el ciclismo. Pérez-Muelas le brinda una victoria simbólica a Petrarca, quien al fin y al cabo también se enamoró de una actriz en su película mental: "He aquí la verdadera melancolía del poeta. No fue Laura su aspiración, sino volver a sentir lo que vivió en el Mont Ventoux". Además de Pavese y Petrarca, comparecen Primo Levi, Homero, Penélope, Verdi, Fabrizio De André, el rey Minos, Ariadna, Giorgio de Chirico, Nausícaa, Odiseo, Dino Buzzati, Fausto Coppi, Gino Bartali o Turner, siempre al hilo del viaje y entrelazados con la experiencia presente y enriqueciéndola. El contrapunto cultural, que el autor presenta con encarnadura vital, favorece la emoción de la parte confesional. Y le da densidad al recorrido.

El viajero comienza su ruta bajando, pero tendrá muchas montañas que subir por el camino, sobre todo el paso de la Cisa, con tramos del 15% de desnivel. Escribe las páginas de su agonía, que se cuentan entre las mejores de Días de sol y piedra: "El ciclismo es como la vida. He tardado siete horas en subir los 43 kilómetros del puerto de la Cisa. Apenas me basta media para alejarme de él. Es un victoria efímera en lo físico. Pero ya la tengo tan dentro de mí que jamás la soltaré. Sin melancolías. Un recuerdo no manchado por el miedo. Es una victoria. La libertad ganada".

Tengo pendientes otros viajes por Italia: La aurora cuando surge de Manuel Astur, Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey de Ander Izagirre y Venecia. Un asedio en espiral de Ignacio Jáuregui. Pero leí Roma desordenada de Juan Claudio de Ramón y El tiempo de los lirios de Vicente Valero, que me encantaron, y ahora este Días de sol y piedra de Pepe-Pérez Muelas, que me ha encantado también. Y con el regusto de haberlo leído sin tener tiempo para leerlo.

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21.9.25

Las tres primeras catástrofes del siglo XXI

[Montanoscopia]  
 
1. Murió Robert Redford. Para mí siempre fue el del cine de verano en que vi Los tres días del cóndor. La noticia ha sido tratada en la prensa malagueña como local, por los meses que pasó en Mijas en 1966. Entre los artículos de la nacional, bastante buenos, destaco el de Altares sobre Todos los hombres del presidente, en que elogia la capacidad del periodismo "para frenar los abusos del poder". Solo que para los periodistas sanchistas el título es hoy de hecho: Todos los hombres del presidente, pero lo que diga el presidente.  
 
2. Redford también tenía su ego. Todo el mundo lo tiene. Un amigo mío fue a etrevistarse con el chistoso Arévalo, que buscaba colaborador. A la salida la pregunté qué tal. Me miró desesperado: "Es acojonante, ¡hasta Arévalo tiene ego!". Pues Redford no digamos. En uno de los libros sobre guionismo que leí en su época, creo que El oficio del guionista de John Brady, se hablaba de cómo camelarse a una estrella de Hollywood para una película. Ponían el ejemplo de El mejor. "Robert", le dijeron, "si la película es sobre el mejor jugador de béisbol, solo la puede hacer el mejor actor". Robert aceptó el papel. Creo que Arévalo también lo habría aceptado.  
 
3. Los dos primeros episodios de Nuestro siglo, la nueva sección de David Jiménez Torres en La Brújula, se han ocupado de dos acontecimientos del inicio que han condicionado lo que llevamos, un cuarto ya: la llegada de Putin al poder el 1 de enero de 2000 y el 11-S de 2001. Al final del último episodio, exclamó el director del programa Rafa Latorre: "¡Qué barbaridad! Los dos primeros años de este siglo lo marcaron dramáticamente". Pero hay un tercer acontecimiento que también ha marcado dramáticamente este cuarto de siglo.  
 
4. En la Nochevieja del 1999 al 2000 se acabó una era ciclista en España: la que narraba el gran Pedro González para Televisión Española. Una era dorada que incluyó el imperio de Miguel Indurain. La mañana de Año Nuevo, cuando todo el mundo estaba pendiente del efecto 2000, trajo una noticia para mí más devastadora que el Apocalipsis que se temía: la de la muerte de Pedro González. Había llevado a su hija a una fiesta tras las uvas y al regresar le dio un infarto. El milenio empezaba fatal. Pero fue a peor: su puesto lo ocupó Carlos de Andrés, que hasta entonces había seguido la Vuelta en la moto. O sea, que desde el mismísimo año 2000 hasta este 2025 hemos estado sufriendo al soporífero De Andrés. Una catástrofe para mí equivalente a la llegada de Putin al poder y el 11-S, y con el mismo alcance. Su culminación ha sido la reciente Vuelta, de cuyo desastre ha sido uno de los cómplices, no abiertamente pero sí taimadamente. En sus retransmisiones, el ciclista más nombrado ha sido un tal Genocidio.  
 
5. Ha resultado muy doloroso ver el desprecio con que los patanes despachaban mi amado ciclismo. Poniendo artificiosamente en el otro plato de la balanza a los muertos palestinos como coartada para cargarse la Vuelta. El estomagante The Puentete añadía como el matón que es: "¡Pero si la última etapa es la más aburrida!". Hombre, si el criterio es el aburrimiento, vete a tu casa, ministrete. En compensación, me llegó un libro que no tengo tiempo de leer pero que estoy leyendo. Es que al hojearlo leí: "La bicicleta me hace renacer". Y leí: "Mont Ventoux". Es Días de sol y piedra, del autor de Homo viator, Pepe Pérez-Muelas (en Siruela ambos). Escribiré sobre él este jueves. 
 
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19.9.25

Monumento a Perico


[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 1:55

Buenas noches. El ciclismo es una de mis pasiones, junto con los libros, la música brasileña y ese dandismo indumentario que tanto admiran los nanosegundos. Mi pasión por el ciclismo primero fue de sillín y hoy es de sillón. Se despertó en los tiempos de Perico Delgado, aunque mi ídolo no era Perico, sino Pello Ruiz Cabestany. Como tantas veces en la vida, aposté por el perdedor, perdiendo yo también: ¡qué pocas alegrías me dio Pello a cambio de tantas agonías! De aquella rivalidad me quedó un desdén por Perico que he venido cultivando desde entonces. Después de Pello, lo ataqué en favor de Miguel Indurain. Y desde que se hizo comentarista televisivo no he dejado de atacarlo, por sus anacolutos (¡lo llamé el Rey del Anacoluto!) y por ese buenrollismo perpetuo que tanto me carga. Pero de pronto, el graciosete Perico ha sabido estar a la altura en esta Vuelta tan baja. De una manera para mí emocionante, se lo ha jugado todo por amor al ciclismo. El que yo consideraba un pícaro, de repente se ha rebelado contra el acoso a la profesión de su vida. Esa profesión que, como decía el escritor mexicano Julio Torri, es de ángeles, porque los ciclistas avanzan como volando, sin pisar el suelo. En el momento de mayor servilismo de la televisión pública, mero instrumento del Gobierno como en la época del Nodo, Perico, que ahora vive de ella, ha sabido decir NO. Ya piden su cabeza, y es posible que caiga. Pero puede llevársela con orgullo, porque Perico se ha destapado como el grande que fue en la bicicleta. Ahora me arrepiento de haberme reído de lo que siempre había estado ahí por encima de todo: no un anacolutista, no un buenrollista, no un graciosete, no un pícaro. Sino un ciclista.

18.9.25

El pogromo ridículo de Pedro Sánchez

Y he aquí que Pedro Sánchez, el presidente más franquista en sus maneras desde Franco, quiere irse aún más atrás en nuestra leyenda negra y emular a los Reyes Católicos con la expulsión de los judíos. Es verdad que el pogromo liderado por Sánchez como esos matones de las películas del Ku Klux Klan es pequeñito en comparación: se trataba simbólicamente de borrar la palabra Israel de los maillots, como en efecto hicieron los ciclistas de ese equipo. Solo que la cualidad judaica parece indeleble a los ojos emperrados, igual que la viejecita que llamó a la policía porque en el balcón de enfrente había una pareja desnuda. El agente no vio nada y la viejecita le dijo: "Pero súbase a esta silla". En eso andan Sánchez y su séquito político-mediático.

La brutalidad criminal de Netanyahu, tan poco inteligente además, es una mera excusa para el desbocado antisemitismo. No todo el que critica la política bélica de Israel, que no repara en la población civil, es antisemita, eso está claro. El propio Netanyahu es muy dado a escudarse en esa acusación, como hacen los dirigentes irresponsables que prioritariamente buscan salvarse a sí mismos. Pero que el antisemitismo vuelve a campar a sus anchas es indiscubible: no puede disimularse su hedor. Se expandió con el pogromo ejecutado por los palestinos de Hamás el 7 de octubre de 2023, que fue jaleado por un número insoportable de sujetos y sujetas de todo el mundo, entre estas últimas una europarlamentaria española que sería enseguida ministra de Sánchez: Sira Rego. Otro ministro europarlamentario entonces votó también que no a la condena a Hamás: el remilgado Urtasun. Lo hicieron justo en esa brecha en que Israel aún no había tomado represalias: la brecha por la que vimos a los antisemitas en pelotas sin necesidad de subirnos a ninguna silla.

Decía Freud (¡un judío!) algo muy interesante acerca de los actos fallidos y los lapsus. Estos no son puramente azarosos, sino que aprovechan una bajada de defensas, el cansancio, un descuido, para manifestar algo que se lleva dentro. Aquí el antisemitismo ha aprovechado la reacción de Israel para, literalmente, desatarse. Al contrario de análisis dolientes pero serenos como los de Juan Claudio de Ramón en El Mundo o Reyes Mate en El País, que dan cuenta de la complejidad de la situación y el reparto de culpas, sin minusvalorar la atrocidad de lo que está ocurriendo, la respuesta del antisemitismo es la histeria contra el nombre de Israel y contra los judíos por extensión. Asoma, por ejemplo, en el regodeo sádico con que pronuncia la palabra "genocidio" o, más aún, "exterminio". Muy bien escogidas a partir del terreno allanado freudianamente.

La cara de odio de Irene Montero era calcada a la de cualquier alemana nazi de 1938. Para ella y los suyos los muertos no son más que munición ideológica, como todo en ella y los suyos. Por otra parte, el anti-antisemitismo tiene su propia trampa: puede atenazar a la hora de juzgar crímenes. Confieso que me ha pasado un poco. Unos meses después del 7-O vi Shoah y me dejó noqueado. Pero debemos ser justos, o intentarlo al menos. Tarde o temprano se cumple el imperativo de Cioran, de crudo pesimismo antropológico: "Por las víctimas hay que tener una piedad sin esperanza". Nunca está descartado que terminen convirtiéndose en verdugos.

Volviendo a Sánchez, lo más ridículo es que ni siquiera es antisemita. ¿Cómo va a ser antisemita, si no es nada? Se ha montado en este carro por aprovecharse, como ha hecho siempre. Todos sabemos que hoy mismo llamaba a Netanhayu si necesitara sus votos.

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14.9.25

He aquí otra vez el tiempo de los asesinos

[Montanoscopia] 

1. La izquierda se ha metido en un callejón espantoso. A fuerza de declararse antifascista dentro de una democracia, ha terminado combatiendo la democracia. ¿Qué otra cosa le quedaba? La democracia es para ella el fascismo. Por eso se abraza a los auténticos fascistas (entre nosotros, nacionalistas, independentistas y proterroristas; categorías no excluyentes) a la vez que ataca a los demócratas. En España es facha el que le chista al Poder y nadie más. Esta situación latente se autodestripa cuando sucede un asesinato como el de Charlie Kirk, un hombre de cuya existencia he sabido justo cuando se le iba en un chorro de sangre por el cuello. Y entonces, alucinantemente, la danza de la muerte y el crimen de los adeptos de la izquierda, convertidos en asesinos vicarios. He aquí otra vez el tiempo de los asesinos. 

2. Como brasileñista, estoy muy orgulloso de que Brasil encarcele a sus golpistas, a diferencia de Estados Unidos y España. Caetano proclama: "Sem anistia!". Caetano: el amigo de Almodóvar, quien sí estuvo por la amnistía de los golpistas españoles. 

3. Bayrou, primer ministro de Francia hasta el martes, hizo algo de altura: decirles a los franceses la verdad. Los franceses, como buenos españoles, la desdeñaron. Pero Bayrou sabe que en un futuro los franceses estarán hundidos y lo recordarán con admiración. En España pasará igual, pero sin que hayamos tenido un Bayrou. Su sucesor, por cierto, se llama Lecornu: este, sin duda, muy del gusto de los franceses y los españoles. 

4. Aunque no hay documentación explícita, los indicios apuntan a que Cervantes practicó el placer griego, al modo arábigo, en Argel. Lo que enriqueció esa gran comprensión humanista suya celebrada por todos. Así que bien por Amenábar. Otra cosa es que yo vaya a ver El cautivo. Soy de los que se quedaron en Tesis. Vi dos o tres más de Amenábar, pero Pumares le puso el mejor mote de todos los tiempos y acabó con él, al menos para mí. El mote era Orsoncito

5. Me topo con el vídeo de un homenaje a Manuel Vicent. ¡Qué tufo a Establishment! A mí estas cosas me encantaban hasta hace nada, pero ya no puedo con ellas. Se me ha atravesado algo. Le veo la mueca a todo. Es quizá ese llevar velillas en la trágica mojiganga, que decía Max Estrella. O simplemente que no soporto las jetas de autosatisfacción de los oficiantes del Régimen; jetas, por supuesto, con ese punto desenfadado que el Régimen exige o da. Ahora caigo en que tampoco soporto las jetas de autosatisfacción de los que saben que llegarán al Poder después de Sánchez. No soporto, en fin de cuentas, las jetas de autosatisfacción. 

6. Lluís Llach berreando en la Diada con su voz de viejecillo, qué cosa. El otro día Arcadi Espada recordó en su podcast un libro colectivo de los noventa: En el nombre del hijo, en el que varios autores (Trías, Mendoza, Azúa, Savater...) relataban su experiencia con sus padres. No lo recuerdo con precisión, pero había una constante: los hijos acababan haciendo de algún modo aquello que les habían exigido los padres y contra lo que se habían rebelado. Por ejemplo, si el padre había querido que el hijo fuese arquitecto, el hijo acababa de profesor de Estética en la Escuela de Arquitectura. Así el viejecillo Llach: berreando falangismo catalanista en imitación de su padre falangista españolista. Habría estado muy orgulloso del chico. 

7. Joyita: entrevista del Loco de la Colina a Savater (1983). Incluye una apología de la existencia de los adversarios: hay que mantener una relación dialéctica con ellos, no exterminarlos. 

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11.9.25

El testamento de Thomas Bernhard



He leído este verano Extinción, la última novela publicada de Thomas Bernhard: su testamento. Algunos sostienen que en realidad fue la penúltima que escribió y que la verdaderamente última es Maestros antiguos, publicada antes. Esta en 1985 y Extinción en 1986 (Bernhard murió en 1989). En cualquier caso, hay también indicios en contra y, sobre todo, está la decisión del autor de que fuese oficialmente la última. Su carácter testamentario es por tanto incuestionable.

No es para menos, porque es una obra imponente: la más larga de Bernhard, una auténtica síntesis bernhardiana, con todos los recursos puestos en acción con maestría. Es la tercera vez que la leo, y la que más me ha admirado. Tal vez sugestionado por aquello que dijo Javier Marías de que se la había guardado sin leer tras la muerte del autor para cuando llegaran momentos de vacas flacas (que finalmente llegaron), siempre pensé que Extinción funda el estilo del Marías maduro y que este declaró que no la había leído por disimularlo. Aunque luego supe que Marías no leía a Bernhard en la traducción española de Miguel Sáenz, sino en la francesa. Pero el juego es estimulante: la prosa de Marías, en su estado de mayor tensión, casi roza la de Bernhard (el Bernhard de Sáenz) en su estado de menor tensión.

Esta menor tensión tiene aún mucha tensión, naturalmente. La tensión propia de Bernhard, que en Extinción logra relajarla sin perderla. El efecto es maravilloso: algo así como una ligereza con empaque. Hay también un tono inéditamente amable, entre sus diatribas. Suelta los mandobles habituales, contra Austria y el Estado austriaco, contra la Iglesia católica, contra la familia, contra los políticos, contra la cultura oficial, ¡contra la fotografía!, pero a veces da cuenta de la sonrisa o las risas de su interlocutor ante ellos. En las novelas anteriores de Bernhard, los monólogos del personaje principal suelen estar referidos por otros, de manera pasiva. En Extinción, en cambio, como señala J. J. Long en The novels of Thomas Bernhard, es el personaje principal, Murau, el que narra, pero le narra a otro, a su discípulo Gambetti, y consigna sus reacciones. Por ejemplo: "Entonces Gambetti se rio, con su risa gambettiana fuerte, sin obstáculos ni inhibiciones".

También Murau se ríe a veces de sí mismo, o al menos duda, o matiza algún dicterio después de haberlo emitido. Sin que esto le impida seguir emitiendo dicterios. Es en esta novela donde Bernhard explicita su tendencia a la exageración: 
A menudo nos dejamos llevar de tal forma a la exageración, le dije luego a Gambetti, que consideramos luego esa exageración como la única realidad consecuente y no percibimos ya la auténtica realidad, solo esa exageración llevada al extremo. Desde siempre me ha aliviado ese fanatismo de la exageración, le dije a Gambetti. A veces es la única posibilidad, es decir, cuando he transformado ese fanatismo de la exageración en arte de la exageración, de salvarme de la miseria de mi estado de ánimo, de mi hastío intelectual, le dije a Gambetti. Me he adiestrado tanto en ese arte de la exageración que, sin más, puedo calificarme del mayor artista de la exageración que conozco. No conozco a nadie más. Nadie ha llevado nunca tan lejos su arte de la exageración, le dije a Gambetti, y luego que, si me preguntaran un día de improviso qué soy realmente y en secreto, solo podría responder eso, el mayor artista de la exageración que conozco. Entonces Gambetti soltó otra vez su risa gambettiana y me contagió esa risa gambettiana, de forma que esa tarde nos reímos los dos en el Pincio como nunca nos habíamos reído antes.
El esquema argumental es simple, como en todas las narraciones de Bernhard. Franz-Josep Murau es el segundo hijo de una alta familia austriaca, dueña del castillo de Wolfsegg y sus terrenos. Refractario a su tradición, vive en Roma, donde da clases particulares de literatura alemana a Gambetti. Nada más volver de un viaje a Wolfsegg para la boda de una de sus dos hermanas, recibe un telegrama con la noticia de que sus padres y su hermano mayor han muerto en accidente de tráfico. Así que, cuando pensaba no regresar en mucho tiempo a Wolfsegg, debe hacerlo inmediatamente para los funerales. Él es ahora el heredero.

Extinción se divide en dos capítulos compactos, sin ningún punto y aparte, como es propio de Bernhard: "El telegrama" y "El testamento" (precisamente). Como es natural, al hilo de la breve trama evoca todo su pasado. Aparte de su infancia difícil y sus conflictos con sus padres y sus hermanos, y su complicidad con su tío Georg, un réprobo que huye al sur como él, relata minuciosamente la connivencia de su familia con el nacionalsocialismo. En la última página (lo adelanto aquí, pero no importa) desvela que donará Wolfsegg (representación de Austria, como se ha venido viendo) a la comunidad israelita de Viena. Sabe que le queda poco tiempo de vida, como le quedaba a Bernhard, y al final un narrador nuevo, exterior (¿Bernhard?), que solo apareció al principio, dice que ya se ha muerto. Deja su obra Extinción, para extinguirlo todo.

No queda sitio para hablar de otro gran personaje, el eclesiástico vaticano Spadolini, amante de su madre, que yo me imagino como una mezcla de Jesús Aguirre y (de nuevo Marías) Francisco Rico. Ni de Maria, la amiga poetisa del narrador, trasunto de Ingeborg Bachmann, a la que dedica las páginas más bellas y elogiosas. Ni de su cuñado, al que llama con cachondeo "el fabricante de tapones para botellas de vino", una na sola palabra en alemán: Weinflaschenstöpselfabrikant. En el recuerdo de la boda, cuenta Murau que el cura no se acordaba de su nombre y estuvo a punto de gritarlo.

Como en otras novelas de Bernhard, como La Calera, Los comebarato u Hormingón, hay reflexiones sobre la imposibilidad de llevar a cabo la propia obra. Bernhard, que sí llevó a cabo la suya, pone en boca de Murau estas palabras también testamentarias (y para mí emocionantes, por su grandeza): 
Escribiré una obra inmensa, me digo, y al mismo tiempo tengo miedo de ello y, en ese instante del miedo, he fracasado ya, en la imposibilidad absoluta de poder empezar siquiera con ello. Decimos enfáticamente que lo que proyectamos es algo inmenso y único, no retrocedemos en absoluto ante una manifestación así, pero al mismo tiempo nos vamos con la cabeza baja a la cama y tomamos un somnífero, en lugar de comenzar lo inmenso y único. Así somos, le dije una vez a Gambetti, pretendemos ser absolutamente capaces de todo, hasta de lo más alto y lo más grande, y ni siquiera estamos en condiciones de coger la pluma para llevar al papel aunque solo sea una palabra de ese algo inmenso y único anunciado. Todos padecemos manía de grandezas, a fin de no tener que pagar por nuestra ininterrumpida bajeza. Extinción, pensé, pero, dicho sinceramente, incluso después de años, solo tenía una concepción aproximada, no pienso al respecto en algo inmenso, le dije a Gambetti, ni tampoco en algo único, pero sin embargo sí en algo más que un esbozo, más que un esbozo de existencia, en algo que se pueda mostrar. Solo en algo que se pueda mostrar y de lo que no tenga que avergonzarme, le dije a Gambetti. 
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7.9.25

Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez

[Montanoscopia] 

1. El columnismo es escribir sobre una frase de María Pombo sin saber quién es María Pombo. La frase es que leer no nos hace mejores. Una verdad cristalina. Muchos sanchistas han aducido que Hitler leía. ¡Y hasta Netanyahu! Habría que recordarles que no leer tampoco ha hecho mejor a Sánchez. Uno de ellos, Altares, ha rescatado el lema de una antigua campaña de promoción de la lectura: "Más libros, más libres". Es como si la abrazara, aunque en su devenir diario el lema tendría que completarlo así: "Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez". 

2. Todo ha partido, parece, de que la tal Pombo (arriesgado apellido para desdeñar la lectura) tiene las estanterías de su casa vacías. Me he acordado de Borges: "Ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo silencioso y modesto, el arte de la crítica". En este sentido, la biblioteca sin libros de Pombo la convierte en una crítica implacable. Podría estar de acuerdo con ella. Es una biblioteca, lo acepto, en que faltan los mejores libros. Pero en compensación tampoco hay ninguno de los peores, que son la inmensa mayoría. 

3. De jovencito me gustaba acortar el "Hay que ser absolutamente moderno" de Rimbaud para dejarlo en "Hay que ser absolutamente". La frase de María Pombo también se podría acortar: "Leer nos hace". (Al menos a unos pocos.) 

4. Ábalos me cae cada vez mejor. Sus carpetas de tías en cueros lo convierten en mi semejante, en mi hermano. ¡Qué pena que yo no haya tenido su habilidad para manejar presupuestos! He hecho el bien porque no he podido hacer el mal, simplemente. Ahora se avecinan las declaraciones de su exmujer, que cuadruplicarán mi idolatría. Lo primero que ha soltado es maravilloso. Cuenta que les dijo a sus hijos: "Perdonad por haberos elegido a este señor de papá". Es como cuando Leopoldo María Panero acusó a su madre: "Lo que nunca te perdonaré es que, pudiendo haberme tenido con Luis Cernuda, me tuvieses que tener con el Conejito Blanco". (Así es como llamaba a su papá.) 

5. He de escribir una nouvelle diderotiana: Amparo Rubiales o El patriotismo de partido produce monstruas. Lo último han sido sus palabras contra Isabel Perelló, presidenta del TS y el CGPJ, por su defensa de la independencia de los jueces. Rubiales culmina ("y mi feminismo es sabido", dice): "me gustaría que se recogiera esa melena sobre la cara". Nada más nítido para ver en qué se ha convertido el PSOE que el espejo de Rubiales. 

6. Siempre pensé que a Sánchez solo podría derrotarlo un senador, es decir, una figura senatorial que encarnase exactamente lo contrario de lo que Sánchez representa. Por desgracia, Feijóo no es esa figura. Está cada vez más exasperado, más deshilachado, más sanchistizado. Y encima tampoco lee. 

7. Agresiones a lo que más amo: Lisboa, la Vuelta. Noto que se resquebrajan mis pilares. Nunca me llegué a montar en el tranvía descarrilado, pero me gustaba verlo ahí, subiendo y bajando como parte de la cotidianidad lisboeta. Su estruendo con muertos ha sido la reproducción en una calle del terrible terremoto. Algo que no le pega a la pacífica Lisboa. En cuanto a los cretinos que cortaron la Vuelta en Bilbao, está claro que se movilizaron no por los muertos de Gaza sino por los terroristas de Hamás. Al fin y al cabo los comandaba un etarra. En este contexto son espeluznantes las palabras de la sin duda bondadosa Caballero: "¿Vale más la salud y la vida de un ciclista que la de un gazatí al que el gobierno israelí está dejando morir de inanición?". 

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