28.2.25

Miserable vejez

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:22:05

Buenas noches. Las opiniones ultramontanas de hoy no son mías y van en verso. Son las de Luis Antonio de Villena en su nuevo libro de poemas, Miserable vejez, publicado en la editorial Visor. Lo provocador es que habla de la vejez como una maldición, algo que en la actualidad parece proscrito. Nada de "tercera edad", ni de "pozo de sabiduría", ni de "beneficios de la experiencia". La vejez es una cabronada que nos cae a todos si no morimos jóvenes. Cita a Céline: "La vejez es lo que sobra de la vida". Villena lo afronta sin subterfugios, en un cuerpo a cuerpo con la edad. Escribe, por ejemplo: "Al ir a lavarte los dientes –implantes– no debes flexionar / la cintura, pues la lumbalgia trotará como potro desbocado. / Al agacharte (las cosas se caen y nunca te dabas / cuenta) debes esperar el chasquido de la rodilla, que / –palabras doctorales– no es sino un cartílago viejo, / desgastado". Villena cantó siempre la belleza juvenil en sus poemas, pioneros en España por su valentía homoerótica: solo otro poeta, Luis Cernuda, fue tan valiente como él. Ahora la belleza pasa como un desgarro. En general ajena, pero el poeta (desdeñando que puedan llamarlo "viejo verde") la busca y la encuentra. Por eso Miserable vejez es un libro apasionado, en lo doloroso cotidiano y en lo placentero cuando se alcanza. Leí en el ensayo de Pascal Quignard El sexo y el espanto una frase que me impresionó: "Lo contrario de la muerte no es la vida, sino el sexo". Villena, a sus setenta y tres años, no ha renunciado a él. Ha sido fiel a estos otros versos que escribió en su juventud: "Y si todo va mal, si al final todo es duro, / como Verlaine, saber ser el rey de un palacio de invierno".

27.2.25

De nuevo el 'amor fati'

Me interesa la idea del amor fati, amor al destino, que emplearon los estoicos y Nietzsche, este aportando dulzura y vitalidad (reforzando lo que le corresponde al amor). Se podría entender como reconciliación con la propia historia, sin sentimentalismo, con alegría: como aceptación de su gravedad con ligereza.

Extraigo dos anotaciones de mi diario Oficio pasajero, para que estén también en el periódico.

Esta es de cuando tenía veintiocho años (1994): "Hay una sabiduría –enjundiosa y tersa– que consiste en aceptarnos a nosotros mismos y en aceptar nuestra historia de un modo total, pleno, aunque sobrio, sin alharacas ni tragedia. Eso produce una sonrisa íntima y una suerte de felicidad. Todo lo que nos ha pasado, todo lo que no nos ha pasado para llegar aquí. Ahora descubrimos que cada instante transpiraba miel: una miel translúcida y ligera que entonces no percibíamos pero que nos llega ahora, atravesando los años, con toda su dulzura. Lo que hemos vivido, sin que haya sido gran cosa, nos produce una alegría de carácter irónico, nos produce una piedad limpia, sin resentimiento. El amor fati, el amor al destino (no tanto el que nos va a llevar a otro punto, como el que nos ha traído a este), es el sentimiento que se produce en uno cuando acepta –de manera física, sensible, plena– la inocencia del devenir. Es precisamente su sustancia, su incesante pasar, lo que hace valioso el tiempo. Si se detuviera, moriría –a la vez que lo desamaríamos".

Y esta del día en que cumplí treinta y uno: "El sentido hondo, radical, del amor fati: el tiempo, la vida, nos ha traído hasta aquí, y justo de esta forma que somos; no podemos eliminar (ni eludir) ni una sola de sus circunstancias. Todo desemboca en este instante, y de otro modo no seríamos. Quejarse no tiene sentido. Implica una falta de comprensión profunda de la inocencia del devenir. (Lo que se anhela en el fondo con la queja es la repetición, la irrealidad, la muerte.) La madurez, la responsabilidad, no tiene otro camino que el doloroso –y gozoso– juego de los límites".

La sabiduría de esos dos párrafos, agudizada cuando los escribía, la he perdido a veces, incluso con frecuencia: uno alcanza momentos que se quedan en la página y no en uno. No siempre la experiencia ha ayudado: la celebración de todo lo que desemboca en este instante, cuando este instante es lamentable, resultaba grotesca. Pero hay que tener quizá visión de conjunto. Y la noción de que "también esto pasará".

Entonces vuelve la ligereza (¡el eterno retorno!): de nuevo el amor fati. Y ahí sigue Nietzsche, iluminando la ocasión: "La salud se anuncia: 1) por un pensamiento con un vasto horizonte; 2) por sentimientos de reconciliación, de consuelo, de perdón; 3) por el melancólico reírse de la pesadilla con que hemos estado peleando".

No ha sido en mi caso enfermedad física, ni psíquica, pero sí anímica. El estado de ánimo como un filtro oscurecedor. Además de los avatares biográficos, con los que hay que lidiar necesariamente, uno incurre en la debilidad de dejarse afectar por los históricos, lo que es la estupidez suprema, y peor aún por los políticos: terreno ya exclusivo de canallas. Aquí es donde hay que aplicar repliegues helenísticos o alejandrinos: sin por ello dejar de ejercer la crítica.

Hay que verse como resultado, a cada instante. Y a cada instante, qué épica (con su lírica) la que nos ha conducido a él. Cada vida es una aventura; cada vida reclama su absolución. La película de cada cual, proyectada sin pausa, y avanzando. Hasta el The End.

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23.2.25

Hora de cierre en los jardines de Occidente

[Montanoscopia] 

1. En Málaga, conocida por algunos, no sin guasa, como la Nueva Atenas, nuestro amigo Irles ha venido haciendo de Casandra en los últimos años. En mitad de las jocosas catacumbas, agravaba la voz y citaba a Cyril Connolly: "¡Ha sonado la hora de cierre en los jardines de Occidente!". Como a Casandra, no le hacíamos caso. Como Casandra, tenía razón. 

2. Casandra, la profetisa griega, sale también en la estupenda entrevista de Ramón González Férriz a Félix de Azúa en la Fundación March. Póngansela porque es una gozada: Azúa está en forma. Pero pasa algo divertido. Férriz confunde a Casandra con Andrómaca y dice Andrómaca cuando quería decir Casandra. En realidad, el lapsus es del propio Azúa. Hace unos años, en otra charla de la March, Azúa dijo Andrómaca. Se ve que Férriz, al documentarse, escuchó aquello y se quedó con el error. 

3. Hasta hace una semana la postura de nuestros trumpistas era simplemente payasa. Desde esta semana, además de payasa, es una postura criminal. 

4. He hecho tres grandes razzias en mi Twitter. El 7-O hice razzia de antisemitas. El día de la amnistía hice razzia de sanchistas. Ahora estoy haciendo una razzia de trumpistas. No las decido yo. Es una repugnancia que me sale del estómago y va directa al dedo de los unfollows

5. "No aprendemos", dice una sobre Trump. Una que se ha tragado entero a Sánchez. 

6. Guardans se enfada con quienes equiparan a Sánchez con Trump. En efecto, hay una importante diferencia (aparte de la brutalidad específica de Trump): a Trump no lo apoyan los Guardans. 

7. Rufián: "Aliança Catalana es una victoria del españolismo". ¡Es justo al revés! El españolismo (actual) es una victoria del catalanismo (incluido Rufián). 

8. Moreno Bonilla, presidente andaluz, ha encontrado la fórmula para perpetuarse en el poder andaluz: convertir el PP andaluz en el PNV andaluz. Venía asimilándose al PSOE andaluz (como dijo el finísimo analista Carlos Mármol, con el PP en Andalucía respecto al PSOE no se ha producido un cambio, sino una sustitución), pero le sabía a poco. Al fin y al cabo, el PSOE se ha demostrado falible en Andalucía. El auténtico partido autoblindado en España es el PNV. Así que allá ha ido Moreno Bonilla: exaltación de la bandera andaluza y promoción del habla andaluza. Algo que será muy del gusto de los andaluces. Los conozco bien. Aunque no tan bien como Moreno Bonilla. 

9. Que el apodo de Monedero entre sus alumnas sea El Babas es más bello que la Victoria de Samotracia. Al final, los viejos izquierdistas se limitaban a meterse a cantautores para follar. Los nuevos, para lo mismo, han tenido que meterse a políticos y embrutecer todo un país. 

10. Elvira Lindo se ha convertido en la nueva Almudena Grandes. Ignoraba que aspirase a ese puesto, pero ahí está: hablando de que el problema en España es "la derecha". Yo a veces bromeaba con los matrimonios cruzados García Lindo y Muñoz Grandes. Mi broma ha resultado ser también cosa de Casandra. 

11. Veo al ministro Puente, alias The Puentete, entregando unos llamados Premios del Tren ante una cohorte de pohetas, entre los que no faltan el fatal Benjamín Prado ni el bienqueda Luis Alberto de Cuenca. La poesía, naturalmente, está fuera, lejos de ahí: en el nuevo libro de Luis Antonio de Villena, Miserable vejez. Un admirable cuerpo a cuerpo con la edad. 

12. Esta semana nefasta no acaba hasta esta noche, con el recuento alemán. Musk y Bannon ya han saludado a Alternativa para Alemania con el brazo en alto. La candidata nazi es una Nancy (rubia). 

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20.2.25

No hay más Europa que la que arde

Como buen europeo acolchado, la crisis que se avecina (en la que ya estamos, de hecho: y no es una crisis económica, sino bélica) la sigo en los libros. La emulsión frenética de los periódicos (tan europea también, por otra parte) no es nada comparada con las cristalizaciones de la historia. Estas se resquebrajan a veces como si un mamut saliera del hielo.

Llevaba unas semanas deleitándome con El genio austrohúngaro, el libro de William M. Johnston que causó sensación cuando lo editó KRK en 2009. Su edición original es de 1972 (con algunas reediciones aún en inglés) y se titula The Austrian mind. Se ve claro que la Unión Europea es un remedo de Roma en primer lugar y del Imperio Austrohúngaro en segundo lugar. Aunque en ambos casos sin emperador. Y sin ejército.

La comparación tanto con Roma como con el Imperio Austrohúngaro se refiere ya a sus fases terminales. En El genio austrohúngaro se ve la Europa de hoy, pero sin genios. Su gran problema era también el nacionalismo (como en España, tan austrohúngara ella misma). Conmueve la pobreza posterior a la derrota en la Primera Guerra Mundial y la disolución del Estado. Una Austria miserable, como volvería a verse tras la Segunda Guerra Mundial (esta la describe muy bien Thomas Bernhard en El origen).

Uno lee como si fuera otro mundo, pero de pronto cae: ¡solo hace un siglo, o menos de un siglo! En España igual: todavía nuestros padres, y no digamos nuestros abuelos, padecieron la miseria. Es nuestro mundo. Pasó y puede pasar. El pasado es lo que se avecina. La envidiable prosperidad europea ha sido quizá un paréntesis.

Ernst Jünger hablaba de las ilusiones ópticas en tiempos de paz. En ellas nos hemos criado. En La emboscadura viene este conocido pasaje: "Los periodos prolongados de calma favorecen ciertas ilusiones ópticas. Una de ellas es la suposición de que la inviolabilidad del domicilio se funda en la Constitución, se encuentra asegurada por ella. En realidad la inviolabilidad del domicilio se basa en el padre de familia que aparece en la puerta de la casa acompañado de sus hijos y empuñando un hacha en la mano". (Iba contra los nazis, aunque lo celebren nuestros trumpistas.)

En la reunión de dirigentes europeos de esta semana no pude evitar acordarme de otra sentencia de Jünger: "Una de las notas características y específicas de nuestro tiempo es que en él van unidas las escenas significativas y los actores insignificantes". Actores significantes son ahora Trump, Putin y Xi Jinping. Se van a repartir el mundo como leones hambrientos. La democracia liberal ha sido tal vez otra gran ilusión óptica. Al fin y al cabo, iba contra el espíritu depredador del ser humano. Cuando leí 1914, de Margaret MacMillan, me espanté con la calaña de los dirigentes mundiales del momento. Eran algo así como presidentes autonómicos españoles pero armados hasta los dientes. Con tipos así volvemos a estar.

No hay más Europa que la que arde, que la que ardió. No sé si tenemos instinto ya para sostener nuestra ilusión óptica, en la que hemos hecho la vida.

Para acabar con Jünger: auguraba un futuro terrible en Los titanes venideros. Solo llegó a conocer de un modo incipiente las nuevas tecnologías, pero lo que dijo de las anteriores vale. Jünger, además del cultivo de un jardín (metafófico y no), recomienda frialdad: "sobre un pantano helado se avanza con más seguridad y rapidez".

Los librescos no pensamos hacer nada, pero veremos alzarse ante nosotros lo que leímos en los libros. No está descartado que eso que se alce nos lleve también.

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16.2.25

Desafección por la fauna que habita el Congreso

[Montanoscopia] 

1. Los lectores saben que siento debilidad por mis detestados. Es decir, no dejo de detestarlos, pero quiero que les vaya bien: en la salud, en el trabajo, incluso en el amor. Por eso me ha alegrado el fichaje de Idafe Martín por Moncloa, gracias al cual progresa en el trabajo (un carguito oficial) y en el amor (un amor correspondido por el Poder, ¡enhorabuena!). De su salud no sé nada, pero se la deseo larga, para que nos sigamos divirtiendo. No son tan frecuentes espectaculitos antropológicos como el que Idafe nos brinda. 

2. Tampoco es moco de pavo el espectáculo de los trumpistas españoles, que no cesan de pepsicolear con las bravuconas ocurrencias del presidente Trump y su vicepresidente Vance, rústico en Dinerolandia. Ahora, con la traición a Ucrania, se ha hecho trumpista hasta Podemos, que al fin está en su espacio natural junto a Vox. 

3. En el canal de Pablo Iglesias (que fue vicepresidente del Gobierno gracias a Pedro Sánchez, no se olvide) salió una Irene Zugasti diciendo que La infiltrada "es una película que romantiza las infiltraciones policiales en Euskal Herria y el espionaje a la sociedad vasca. Me parece una de las películas más reaccionarias y peligrosas que se ha hecho en los últimos tiempos". ¡Criminalizar a ETA, a quién se le ocurre! 

4. Confieso que la presencia del yihadista en el Congreso de los Diputados me ha dejado indiferente. Tal es mi desafección ya. Delincuentes como él hay en los escaños a cascoporro. Y con víctimas a cuestas: desde la dana, la incompetencia política española se salda con muertos contantes y sonantes. Más la correspondiente bellaquería aprovechona posterior, tanto del Gobierno de España como del de Valencia: o sea, del PSOE y del PP. Por no hablar de los diputados de otros partidos que son proterroristas o golpistas, o castristas, chavistas, trumpistas, lepenistas, putinistas o abiertamente antisemitas; no hay deyección en el mundo sin representación parlamentaria española. Como último mohicano del patriotismo constitucional, mi papeleta es tremenda ahora: defiendo la estructura institucional, pero a casi ni uno de los que actualmente la habitan (corroyéndola). Apoyo el Congreso de los Diputados, pero me da igual la fauna de dentro. 

5. El 12 de febrero hizo treinta y seis años de la muerte de Thomas Bernhard. Sus disposiciones al respecto fueron deliciosas y prolongaron la fiesta bernhardiana: la fiesta del aguafiestas. El día de su muerte sus familiares debían comunicar que había caído gravemente enfermo. Dos días después, que había experimentado una espectacular mejoría. Tres días después, que llevaba muerto tres días. Entretanto, lo habían enterrado discretamente. También con algo de broma: en la misma tumba están Bernhard, su amada y el primer marido de su amada. 

6. Otra efeméride: veinte años del incendio del Windsor. Yo vivía en Madrid entonces, pero no me acerqué a ver las llamas porque estaba agotado: me había pasado horas caminando con un amigo (curiosamente, el que tiempo después serviría de inspiración para el protagonista de Cicatriz, de Sara Mesa). Me tendí en el apartamento, puse la tele y supe la noticia. Estaban los periodistas del corazón, porque era la noche de Tómbola, y se notaba que trataban de redimirse hablando de algo serio. Fui a la zona al cabo de dos o tres días. No recuerdo bien lo que vi (¿un socavón o un muñón calcinado?), pero sí que era una mañana transparente de febrero, con sol frío. Yo ya estaba en las semanas que me iban a hacer abandonar Madrid, por lo que el Windsor se convirtió en el símbolo del fuego (de la calcinación) que dejaba atrás. 

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14.2.25

Los mítines de los Goya

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 22:34

Buenas noches. Se equivocan quienes se molestan por que la, así llamada, gente del cine español aproveche los premios Goya para soltar sus mítines políticos. Desde mi punto de vista, lo que ocurre es justo lo contrario. No es que haya un gran cine español y una ceremonia maravillosa que lo celebra y en la que se cuelan inoportunos mítines. Lo que no hay es ni gran cine español ni ceremonia maravillosa, por lo que se impone recubrir la carencia con algo; por ejemplo, con mítines. En los mítines que sueltan al recoger el premio se cumplen las personas del cine español, que llevan toda la vida preparándose para ello; es decir, no para el cine, sino para el mitin. La estatua del Cabezón (así llaman al pobre Goya) viene a ser, en quien la recibe, el pase para soltarle el mitin a toda España por la tele. La gloria no es hacer una buena película, sino hacer una película que te dé acceso al Cabezón y, por consiguiente, al mitin. Este año la fiesta la empezó Miguel Ríos, que no es del cine español pero podría serlo por los mítines que endilga. El asesino de Beethoven es astuto y sabe que el aplauso no lo va a obtener por su, así llamada, música. Hace como veinte años, el director José Luis Cuerda lanzó un diagnóstico fulminante: "El cine español naufraga en océanos de autocomplacencia provocados por la cocaína". No sé si la cocaína ha desaparecido en este tiempo, me temo que no mucho, pero sin duda ha sido desbancada por la ideología. Así que podríamos afirmar: "El cine español naufraga en océanos de autocomplacencia provocados por la ideología". Se trata siempre, naturalmente, de la ideología adecuada. En realidad, los Goya son una gran primera comunión. ¡Buenos chicos! ¡Buenas chicas!

13.2.25

La educación trágica

Lecturas transitivas: un artículo de Helena Farré le ha recordado otro de Jonathan Franzen a nuestro Ricardo Dudda, que ha escrito a su vez "El club de los trágicos". Sigue por mí, porque lo he leído justo después de un prólogo de Fernando Savater del que hablaré en seguida y que concluye también con lo trágico. La "filosofía trágica", en la que me eduqué, tuvo en España a Savater y a Eugenio Trías como principales impulsores. La corriente venía de Nietzsche. (El Unamuno de El sentimiento trágico de la vida era menos trágico que agónico.)

Pensaba que de Savater me lo había leído todo, pero llegó el otro día mi amigo Curro, savateriano también, con uno de sus mejores textos, del que no teníamos ni idea. Es el prólogo a una antología de Schopenhauer editada por Montesinos en 1986: Schopenhauer: la abolición del egoísmo. Ya solo está en librerías de viejo. Es deslumbrante lo que hace Savater en treinta páginas: una síntesis perfecta de la filosofía de Schopenhauer, con un vigor y una calidad literaria de quitarse el sombrero, más unas consideraciones finales donde asoma lo trágico.

La visión budista de Schopenhauer es implacable: el mal es el mundo, y la ligazón del ser humano al mundo, a la vida, por el deseo. La aniquilación de este es la aniquilación del mal. Es un sistema cerrado, coherente: el problema y su solución. Lo trágico consiste en quedarse en el problema, sin solucionarlo. Otro extremo absolutorio sería el de Duchamp, tan zen: "No hay solución porque no hay problema". Cioran alcanza a cabalgar ambas visiones: "Estamos todos en el fondo de un infierno, cada instante del cual es un milagro".

Savater lo formula así al final de su prólogo, tras la exposición de la filosofía de Schopenhauer: "Es posible, teóricamente aceptable y vitalmente plausible, el asumir con júbilo trágico la inanidad de la existencia que el conocimiento revela. Y ello, insistamos, sin dejar de verla como inanidad, sin maquillar ni ocultar el espanto y el hastío de sus incansables procedimientos. [...] El pensamiento trágico pretende conservar tanto el horror como el júbilo de la existencia, en lugar de intentar la disolución apaciguadora de la contradicción en el nirvana". Tal fue la actitud de Nietzsche, que recogió así el guante de su maestro. Luego cita Savater unos párrafos admirables que escribió el mexicano José Vasconcelos tras su lectura de El mundo como voluntad y representación: "¡Pesimismo alegre! Tal es la fórmula. [...] Alegría porque ya todo lo perdimos, porque ya nada nos detiene, porque si todo se va también todo es vano. Alegría porque en el fondo inescrutable hemos advertido un proceso de tránsito". En fórmula de Nietzsche: la inocencia del devenir.

Trías, en Drama e identidad, distinguía la tragedia irresoluble de los apaños del drama. En este es una solución el final, incluso el final infeliz. La estructura dramática es la que tiene por inercia la mente occidental. El esfuerzo por la tragedia es un esfuerzo por la intemperie; un esfuerzo o una lucidez: "No hay por tanto salvación, no hay por tanto solución".

La ola reaccionaria actual (que incluye a la izquierda antiilustrada, que es hoy casi toda la izquierda; además, por supuesto, de a la derecha neocatólica del Dios, Patria y Familia) pretende erigir un cobijo donde no lo hay, con mampostería neoclásica no solo arquitectónica. La repetida definición del populismo como "ofrecer soluciones fáciles a problemas difíciles" no es acertada salvo en este punto: el de la satisfacción dramática del cierre; es decir, del cierre truculento.

Pero la situación no es dramática, sino trágica. Es decir, peor. Es decir, mejor. 

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9.2.25

El asteroide acabará con todos nuestros problemas

1. Qué ascazo da el, así llamado, mundillo cultural español. Aquí no necesitan ningún senador McCarthy: la entrega a la caza de brujas es voluntaria y masiva. Lo que le están haciendo a Karla Sofía Gascón no tiene nombre. Mi desprecio es infinito. 

2. (Un último aspecto del asunto Karla Sofía.) Tuiteamos con desesperación. Decimos burradas desde la derrota, desde la exclusión o la autoexclusión. No aspiramos a nada, a ningún logro, a ningún reconocimiento. Con la toalla tirada, nuestro desahogo es Twitter. Soltamos ingeniosidades, exabruptos, macarradas. No dejamos títere con cabeza. Ignorantes de que el triunfo llegará un día. Y se volverá a marchar. Justo por aquellos desahogos, que tenían razón para siempre, de forma siniestra: nos anclaban en el fracaso. 

3. No debe cundir el pesimismo: con Trump, con Sánchez y con todos nuestros problemas acabará el asteroide que puede chocar con la Tierra el día del sorteo de Navidad de 2032. Hay un 1% de probabilidades (muchas más de que nos toque el Gordo), pero es que sin el asteroide las probabilidades serían del 0%. En las fluctuaciones electorales no cabe confiar: Sánchez volverá a ser presidente en 2027 y 2031. En cuanto a Trump: es un pato cojo de siete patas. Su manera de hacer "más grande" Estados Unidos será muy similar a la de Chávez, que empezó haciendo "más grande" Venezuela con la revocación del límite de mandatos. Pero el asteroide nos puede salvar. Un magnicidio masivo, que sería de paso el parvicidio (¡el pequeñicidio!) de todos los demás, entre los que me cuento melancólicamente. No quedarían cabos sueltos. El crimen perfecto, al fin. Aunque solo fuera por la falta posterior de detectives. 

4. La célebre frase de Benjamin "No hay documento de cultura que no lo sea a la vez de barbarie" quedaría reformulada, si la última ocurrencia de Trump se llevara a cabo, así: "No hay documento de turismo que no lo sea a la vez de barbarie". Lo sórdido en este caso (ocurre también en el de Sánchez) no está tanto en el patán que propone como en los verdugos voluntarios que jalean su propuesta y se prestan a ejecutarla. La idea de Gaza como resort, con sus hipotéticos turistas, me hace recordar los versos de Gimferrer: "mientras en una bocanada ardiente / la muerte ocupa un puesto entre los parasoles". 

5. Por invitación de Abascal se cita en Madrid lo más nutrido de la xenofobia internacional (valga la paradoja): los "patriotas" Orbán, Le Pen, Salvini, Wilders. Faltan Puigdemont, Orriols y Otegi, aunque estos (junto con el anfitrión) pertenecen a la xenofobia nacional. Con todo, ninguna de las frases ultraderechistas pronunciadas estos días están a la altura de las que dijo Otegi sobre los extranjeros como peligro para "la identidad nacional" (vasca). Otegi debería haberse ido de vinos por Madrid con sus colegas xenófobos, y sintiéndose además el primus inter pares: al fin y al cabo, ninguno de los otros (¡por el momento!) está directamente vinculado con el asesinato, el secuestro y la extorsión, instrumentos patrióticos por excelencia. 

6. El énfasis de Sánchez (y sus ministros y sus periodistas) en la lucha contra la mentira certifica que la verdad conserva su prestigio. Sigue haciendo falta recurrir a ella para sellar la otra. 

7. Después de haber leído por cuarta vez Hormigón, creo que es mi novela favorita de Thomas Bernhard y sin duda una de las mejores, siendo buenas todas. La propondría para empezar, tras el aperitivo de Mis premios. Hoy 9 de febrero es el aniversario de su nacimiento. El miércoles 12 será el de su muerte. Próximas sus trabadas fechas fatales. 

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6.2.25

Bob Pop, inquisidor contenidista

Es repugnante el vídeo de Bob Pop bailando sobre la tumba civil de Karla Sofía Gascón, empujándola al hoyo. Siempre me acuerdo (desgraciadamente) del aserto de Cioran: "Por las víctimas hay que tener una piedad sin esperanza". En la medida en que Bob Pop haya sido víctima, en esa misma medida es hoy inquisidor. Hoy está entre los curas: sacerdote abyecto de la religión ideológica. Imparte sus sermones desde un púlpito del poder: la cadena Ser, órgano gubernamental. Àngels Barceló oficia de monaguilla. Sánchez los bendice.

Como aficionado a la literatura, que me hace estar al día más o menos, observo el arrasamiento de la ideología en los talentosos y en los no talentosos. Con estos últimos no se pierde nada, se limitan a darle a la manivela al uso para ser algo o alguien y estar ahí y cobrar (lo poco que se cobra en la literatura). Con los talentosos la pérdida es total, de su talento para abajo. Bob Pop está entre ellos. Tiene talento y tiene algo más difícil: carisma. Tiene también una energía envidiable que le permite estar dando la batalla desde una silla de ruedas. Lástima que todo este potencial lo haya arruinado su entrega a la ideología, que es una rendición: una rendición existencial. La entrega a todo bálsamo lo es.

La ideología te ordena el mundo, lo cerca frente al caos; gracias a ella sabes dónde está el bien y dónde está el mal, qué es virtud y qué es pecado, identificas a amigos y enemigos. Inamoviblemente. Es una religión cruel, porque a diferencia de la católica, que reconoce una gradación en los pecados y, en último extremo, contempla la salvación y el perdón (cierto que con un complemento divino, ontológicamente totalitario), la religión ideológica solo reconoce pecados absolutos, para los que no hay salvación, ni perdón, ni compasión (la ausencia de un Dios tal vez la convierta en un callejón sin salida, en cuanto religión).

Al cabo, es otra muestra de la pérdida del sujeto universal, formal, de la Ilustración. Ya no hay ciudadanía abstracta, sino individuos que han de amoldarse a los contenidos que les exigen arbitrariamente. La ciudadanía universal, como era formal, protegía el juego libre de los contenidos. Por debajo, por decirlo así, de la capa de la ciudadanía, cada cual podía pensar y actuar como le viniera en gana. La ciudadanía era solo un marco, un campo de juego con reglas básicas de carácter formal. El contenidismo, en cambio, impone maneras concretas de ser: concretas, entiéndase, desde la abstracción ideológica. Diversidad aparente: uniformidad real.

Ya vimos que para un cierto feminismo (el de las Irenes Montero) las mujeres carecían de un derecho fundamental: el de ser de derechas. Ahora Bob Pop les niega a las mujeres trans el derecho a decir enormidades (o lo que les salga del coño, o de la polla) que puedan parecer de Vox. Para ambos, Montero y Pop, la virtud se halla en lo que se piense y en lo que se diga, que ha de estar de acuerdo con lo que ellos (Montero y Pop) piensan y dicen. No solo se ha recuperado el pecado de pensamiento y de palabra, sino que ahora, como hemos visto, es un pecado absoluto, que solo admite condena. Pero lo más patético de nuestros inquisidores contenidistas es que su división es encima falaz: acusan de "fachas" a quienes tienen menos ítems de facha que ellos mismos.

Queda Karla Sofía como víctima impresionante de una tragedia. Excomulgada por todos, de Netflix a Bob Pop, en soledad, sin futuro profesional, rabiando su soledad, muñeca rota. ¡Saca fuerzas, guapa!

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2.2.25

La obispa de Trump y los monaguillos de Sánchez

[Montanoscopia] 

1. Se multiplican los artículos de admiración por la obispa que le leyó la cartilla a Trump. Los escriben los monaguillos de Sánchez. 

2. El patán Trump esparciendo su barata porquería ideológica con los cadáveres del accidente de aviación de Washington aún sin enterrar. Aprovechamiento político rastrero sin un miligramo de compasión ni compostura. Pero en Estados Unidos, como en España, yo ya no veo solo a los fantoches, sino también a los votantes que los sostienen. En democracia la responsabilidad es compartida: los fantoches lo hacen porque les funciona. 

3. Férrea ley del populismo: una ley de gravedad (sin gravitas) que empuja hacia el suelo, hacia el fango. Lo contrario, que es raro y difícil, se produce cuando la gente está por encima de sí misma. Por lo general, porque una élite tira de ella para arriba. (Improbabilísima esa élite hoy.) 

4. Los trumpistas españoles predican Dios, Patria y Familia. Su neocatolicismo no lo ven incompatible con el despiadado Trump, tal vez porque se apoyan en el ejemplo histórico de la Iglesia. La matraca de los "viejos valores" la compatibilizan también con el lepenismo, el putinismo y todo asomo de política criminal. Siempre que se embadurne con la retórica adecuada: para la otra, ya están los de enfrente. 

5. Irene Montero se codea con el dictador de Cuba y Juan Carlos Monedero da una conferencia en el mayor centro de tortura de Venezuela. A los torturadores les llama amistosamente "filósofos policiales": sin duda devotos del último argumento que proponía Schopenhauer en su arte de tener razón, el argumento ad baculum. Montero, Monedero y todos los suyos encuentran dictadura (¡franquismo!) en el democrático "régimen del 78". Pero en las dictaduras realmente existentes no solo no encuentran dictadura, sino que encuentran democracia: una democracia tan ejemplar que es la que proponen para España. 

6. El ministro de Asuntos Exteriores y el fiscal general del Estado, Albares y García Ortiz, parecen sacados de una novela de burócratas austrohúngaros. Cada uno es una caricatura perfecta de sí mismo, por lo que cualquier caricatura de la caricatura será inferior. La obediencia servil al jefe se corresponde, como era de esperar, con el despotismo hacia los subordinados. La noticia de que el ministro ha destituido a un embajador por quedársele dormido en un discurso confirma que es imposible de caricaturizar. 

7. El inoperante Feijóo no heredará nunca por sus propios méritos el poder. A falta de conquistarlo por sí mismo, algo que ya podemos descartar, sus perspectivas son oscuras: o no le llegará nunca el poder, o le llegará con el país destruido. 

8. Ya es imposible que Karla Sofía Gascón vaya a obtener su segunda estatuilla. Me da pena, aunque como brasileñista yo apoyaba en los Oscar a Fernanda Torres. Espero en cualquier caso que no se lo lleve Demi Moore, horrible en su horrible película. Pero algo bueno sí tiene La sustancia: salen más tetas que botellines. 

9. Los que tenemos un pasado macarra en Twitter, como el glorioso pasado macarra de Karla Sofía, somos los verdaderos excluidos de la sociedad: ningún nombramiento, ningún reconocimiento, ni oficial ni comercial, será ya para nosotros. Nos metíamos con todos, pero nos perjudicábamos a nosotros mismos. No dejaba de ser una ofrenda elegante a nuestros detestados: les dábamos nuestra cabeza en una pica. Lo bueno es que no corremos el riesgo de ser alguna vez, por ejemplo, ministros: entre todos los flamantes ridículos que nos tiene reservados la vida, ya no estará el de ser un Bolaños. 

10. Todo lo contrario del pasado tuitero de Sánchez: siempre se estuvo labrando la presidencia, adiestrándose en el mentir. 

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31.1.25

La lucha de mandos a distancia

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:14
 
Buenas noches. En los ochenta se puso de moda contraponer políticamente el Norte y el Sur. Se volvió tan pesada la cosa, que el añorado Juan Cueto protestó. Dijo que se había cambiado la lucha de clases por la lucha de puntos cardinales. Él, que dirigía la revista Cuadernos del Norte, se mosqueó con el disco que hicieron Joan Manuel Serrat y Mario Benedetti: El sur también existe. Dicho sea de paso, este disco fue para mí de justicia poética. Siempre he sostenido que Serrat es el asesino de Antonio Machado, porque la musiquilla que les metió a sus poemas los liquidó literalmente. Pues bien, la poesía se vengó y Benedetti asesinó a su vez a Serrat, puesto que este ya nunca se recuperó del disco que hicieron juntos. Pero parezco Yolanda Ramos mareando la perdiz por falta de guión, porque lo que yo quería decir es que la lucha de clases ya ni siquiera es la lucha de puntos cardinales, sino algo más banal aún: la lucha de mandos a distancia. Desde que el Gobierno puso a David Broncano a competir con Pablo Motos, y lo puso también a dar las campanadas de Nochevieja junto a Lalachús, hay montones de comentaristas que cantan las virtudes políticas de esos programas de televisión promovidos y bendecidos por el Gobierno. De pronto ver tales programas te hace políticamente bueno. El vicio que es siempre ver la tele se convierte de pronto en virtud, en virtud política. Mariola Cubells, por ejemplo, escribe que por primera vez vio las campanadas "con ilusión, con interés genuino", que ya hay que tener ganas. Pero claro, es que por primera vez las campanadas servían para comulgar con el Gobierno. Igual que ver a Broncano como misa diaria. Nuestra izquierda ha descubierto que el prime time también existe.