31.3.08

El apartamento

El sábado me compré El apartamento, que vendían con El País, junto a un librito de Cahiers du cinéma sobre Billy Wilder (¡ellos, que tanto lo despreciaron!). Metí el dividí en el portátil, por ver si funcionaba nada más (el dividí y mi portátil, tras el accidente cervecero)... y ya me quedé hipnotizado media hora. ¡Cómo fluye la película! ¡Qué precisión! ¡Un estado de gracia inmarchitable, musical! Y, como siempre, nuevos detallitos en los que uno nunca antes había reparado. Valga un par:

Cuando Baxter está por primera vez en el despacho de Sheldrake y éste le pide la llave del apartamento, Baxter se lleva la mano al bolsillo de la chaqueta, hurga en él, retirando varios kleenex usados, y saca la llave, que estaba por debajo de ellos. He ahí el detalle: la llave del vicio bajo capas de mucosa. El vicio cobijado en las miasmas... (Mucosa llama a mucosa: en eco avant la lettre de esa afición que tiene últimamente Caetano Veloso de hablar de las mucosas femeninas. La primera mención que le pillé fue en "Tempestades solares": Você provocou/ tempestades solares no meu coração/ com as mucosas venenosas de sua alma de mulher.)

Y antes, en la famosa secuecia de Baxter en su apartamento, cuando está cenando (su cenita recalentada de soltero) y pone la televisión. El anuncio de Gran Hotel (¡el contraste con su habitáculo sórdido!) y las interrupciones publicitarias, en las que Baxter hace zapping. Aquí está el detalle en el que nunca me había parado a pensar: todas las películas con las que se encuentra son westerns. A Wilder se le señaló siempre que nunca había hecho un western, que ése era el género que le faltaba... Y esta secuencia de zapping sobre westerns repetitivos (tiros, indios, caballos a la carrera) podría tomarse como una carcajada de Wilder, una vengancilla, sobre el asunto.

28.3.08

Goytisolo y Papuchi

A raíz de la mención de ayer, he indagado en mis archivos (¡qué mal síntoma!) para recuperar los mencionados textos sobre Goytisolo y Papuchi (¡el azar ha querido juntarlos!), que yo apenas recordaba. Están ya un poco descontextualizados (la inocencia del devenir se lleva incesantemente los contextos río abajo: el tiempo, gran descontextualizador)... ¡pero resisten la relectura!

* * *
En la muerte de Papuchi
(19-XII-2005)

Yo me solidarizo con Tammouhi, firmo el manifiesto de Peregrín, apadrino un niño y todo lo que haga falta... pero ustedes comprenderán que para mí la noticia de la jornada es la muerte de Papuchi. Hace sólo dos días dijeron que estaba esperando otro hijo. Me fui al cuarto de baño y me saqué la polla. Traté de imaginármela con 90 años. Hice un ejercicio de concentración y traté de meterme en la piel (¡en el pellejo!) de un nonagenario. Empecé a tocármela mientras me imaginaba escenas lúbricas con las hermanas Williams: ¡bingo! ¡Tiesa como de costumbre! ¡Estoy preparado para llegar a los 90, o a los 100 si hace falta! ¡Eso, qué menos para un jüngeriano que llegar a los cien! Salí silbando a la calle y fue un día muy feliz. Y ahora va y se muere. ¡Papuchi, con la polla calentita! Debería ser donada a la ciencia, y que la coloquen junto a los ojos de Haro Tecglen. Con los ojos de Haro y la picha de Papuchi podría hacerse una buena tortilla. ¡Y si el Comité de Damas no me felicita por este post, es que no sabe ver mi lirismo cuando más recóndito se presenta!

* * *
Conferencia de Juan Goytisolo
(23-XII-2005)
Anoche me encontraba en Málaga (me sigo encontrando aún), y ya había agotado los canales porno del hotel (incontables mis emulsiones) cuando un acontecimiento cultural vino a salvarme: vi en el periódico que había una conferencia de Juan Goytisolo a las 20.30. Miré el reloj: las 20.10. ¡Tenía tiempo de sobra, incluso para ducharme y quitarme de la barriga todas esas costras blancas, memoria crustácea del placer!

En la antesala del salón de actos ya había ese ambiente operístico, de gala, que se da en las ciudades de provincia cuando llega un prohombre: señoronas con pieles (¡estupenda la coartada del frío!), pijos con sus novias putillas, profesores y profesoras de instituto y, sobre todo, argulloles a punta pala, es decir, intelectualetas locales de entre 30-50 años disfrazados todos de Rafael Argullol: jersey oscuro (preferentemente de cuello alto), chaquetilla y melenita de hippy que pasa por la peluquería. Fui a mear. Mi polla estaba muy encogida: como un galápago agotado por todos los vaivenes de la jornada. Pero yo no pedía de ella, en ese momento, otra cosa que no fuese arrojar el áureo chorro, y cumplió. Me fui a lavar las manos y entonces, frente a mí, reflejado en el espejo, veo a Juan Goytisolo. El efecto era como el de Amor a quemarropa, cuando Slater ve en el espejo a Elvis, que era su mayor devoción. Pero mi mayor devoción no es Juan Goytisolo (¡ni ningún Goytisolo!), así que me sequé y salí, no sin antes comprobar, al pasar a su lado, que era muy pequeñito. Iba vestido como uno de esos jubilados que van por el parque comiendo pipas. Eso me gustó. Ninguna argullolidad en su vestimenta.

La sala estaba llena, pero encontré un hueco en la quinta fila. Miré a mi alrededor: pensé que estaba rodeado de intelectuales malagueños. Pero no. Escuché hablar a uno: "Que no se torvide que tenemo que comprá lajasitunita". Otro llevaba un libro en el bolsillo del abrigo. Me fijé: un Bucay. En fin, menuda tropa (pensé desde la atalaya de mi superioridad intelectual y el nivelón de mis lecturas, que van todas de Heidegger p'arriba). Llegó la hora y los intervinientes fueron ocupando sus sitios en el estrado. En la amplia mesa los tres elementos habituales: los botellines de agua, los micrófonos y los folios. "El bodegón de la cultura", pensé. En el centro se sentaba el alcalde. Tenía cara de gustar de los mariscos. "¿Este qué es, del PSOE?", le pregunté al de Bucay. "No, no, niño, der PP". En fin, por adelantar: de izquierda a derecha estaban Juan Francisco Ferré (el escritor local que presentaba: recordé que su libro La fiesta del asno llevaba un prólogo de -¿adivinan?- Juan Goytisolo), el propio Goytisolo, el alcalde del PP, un capitoste del empresariado que financiaba el evento y un funcionario del Instituto Municipal del Libro, que lo organizaba. Me encantó ese nombre: Instituto Municipal del Libro. Callejeando esa mañana me había encontrado con un edificio que se llamaba Centro Cultural Provincial. No se andan con chiquitas en Málaga a la hora de bautizar sus organismos culturales...

Tras la presentación de Ferré, hiperbólica, cortesana (aunque bien llevada: brillante), pasó a hablar el Escritor. Estaba muy agradable, muy viejecita. Me recordó un poco al Dragó del otro día: la edad les ha conducido a una especie de confortabilidad física que les ha vuelto muy grato el discurso. El formato del acto era como esas entrevistas que se montan en el Círculo de Bellas Artes los de Alfaguara (Juan Cruz haciéndole preguntas a Javier Marías, etc.): Ferré preguntaba brevemente y Goytisolo respondía largamente. Todo lo que dijo estaba muy bien: Goytisolo siempre ha sido un gran crítico, un gran pensador cultural. Un hombre fundamentalmente honesto, con "voluntad de verdad"... sólo que ésta, en lo que se refiere a sí mismo, queda refrenada por el narcisismo congénito del autor, que le impide rasgar más los velos en lo que a su propia intimidad se refiere. De modo que lo que suele ser atinado juicio sobre lo exterior a él (¡la Cultura! ¡la Política incluso!), se convierte en parodia de indagación cuando vuelve la vista al interior. Así, el hombre que tan acertadamente había reivindicado al Arcipreste de Hita, a Francisco Delicado, a Blanco White y toda su cohorte de heterodoxos habituales, es capaz de presumir de ser muy autocrítico y luego decir que de Reivindicación del conde don Julián no cambiaría ni una sola coma, por ejemplo. O de soltar frases como "me adelanté a mi tiempo", o "mi contemporáneo es Cervantes, no los escritores actuales", etc., etc. Pero, eso sí, todo le quedaba muy entrañable. Se le tomó cariño.

El problema estuvo al final: cuando el autor pasó a leer un pasaje de su propia obra. Ahí ya se vio lo que le ha pasado siempre a Juan Goytisolo: que no tiene talento. Como escritor es un plomo, un soberano coñazo. Lo que escribe es, sí, exigente, osado, con una firme voluntad de aportar una voz nueva, etc.: pero ha nacido muerto. La obra de Juan Goytisolo es un inmenso y complejísimo cadáver del que jamás ha podido disfrutar un solo lector; aunque sí, desde luego, los filólogos y los hispanistas. Éstos encuentran excusas para endilgar miles y miles de páginas académicas, porque la obra de Goytisolo ofrece innumerables elementos para ello: es una obra para profesores. Antes de leer sus propias páginas (sacadas de Telón de boca), Goytisolo leyó un pasaje de La Celestina. ¡Qué diferencia! ¡Todo era vida allí! ¡Todo seguía siendo vida allí! ¡Un lenguaje vivo y acerado! ¡Crujiente! ¡Suelto! ¡Doloroso! De pronto una ráfaga viva del siglo XV invadió la sala. Y después Goytisolo nos soltó sus palabras muertas del XX. Y en ese tramo de cierre se vio lo que es Goytisolo: un excelente indicador cultural, que nos ha devuelto todo un continente sumergido de nuestra historia literaria, pero un escritor incapacitado, él mismo, para la creación. Por cierto, que una de esas indicaciones culturales estuvo referida a unas chocarreras Coplas a mi madrastra que Jorge Manrique escribió al mismo tiempo que las Coplas a la muerte de mi padre. Y me acordé del Comité de Damas, que no comprende que un mismo Atleta Sexual pueda escribir la necrológica de Julián Marías y la de Papuchi. "Contienes multitudes, Atleta", me dijo una. Claro que sí: como todo el mundo, a poco que se dejara.

La última pregunta fue sobre King-Kong. Goytisolo contó que hace años montaron un King-Kong hinchable encima del Empire State Building de Nueva York, y que Néstor Almendros le hizo a él una foto en la que se veía ese King-Kong detrás. Pero al poco, el fuerte viento lo desenganchó y King-Kong salió volando, tal Supermán peludo. Sonreímos, aplaudimos y salimos a la ciudad, también con viento.

27.3.08

Saramagueando

Es la madrugada del miércoles al jueves y he hecho esa cosa ya habitual aunque no por ello menos impúdica: buscarme en el Google. Nos reíamos mucho de Saramago cuando, en sus (estólidos) Cuadernos de Lanzarote, no perdonaba el elogio de ningún lector, aunque viniese de la Cochinchina. Pero al menos, pienso ahora, el tal lector le escribía a Saramago. Nosotros no esperamos ni a que nos escriba ese lector, sino que rastreamos la Cochinchina en su busca. Y la suerte es que, a veces, lo encontramos. Acaba de pasarme ahora: un comentario que lleva on-line desde el 29 de diciembre de 2005 pero que yo acabo de leer. Y ya que estamos, saramagueemos un poco, colgándolo:
A los que mantienen La Joie de Lire, lectores asiduos de Arcadi Espada, les recomiendo encarecidamente que, tras la lectura de las contribuciones del día, echen un vistazo al nickjournal y no se pierdan las apariciones del nick Atleta Sexual. Su facilidad de escritura es pasmosa y su mezcla de profundidad y desenfado hacen de sus entradas de clown una de las mejores diversiones que he encontrado en Internet. Recuerdo con regocijo una desternillante escrituración en directo que hizo del primer programa del reaparecido Pepe Navarro en TVE, y una necrológica de Papuchi con tintes jüngerianos, y la crónica de una conferencia de Juan Goytisolo en Málaga con una impagable descripción del paisanaje, y sus imaginativas proposiciones para resolver de una vez por todas los llamados problemas catalán y vasco. Pero no olvido su verdaderamente emotiva y sentida oración fúnebre por Julián Marías, ahí es donde descubrí a un escritor con talento.

26.3.08

Toda la esperanza de mis cosas

Sesión melancólica de yoga, ayer. Curioso cóctel el del spleen con las técnicas orientales. A la salida, ya de noche, llamé a Curro y Almudena para tomar algo y que me contaran sus vacaciones de Semana Santa. Después del pulpo y los espetos de langostinos, ya despidiéndonos en la calle, Almudena contó que les había leído a sus alumnos un soneto de Garcilaso de la Vega y que se habían emocionado. Repitió tres versos, que no me sonaban, y me emocioné también. Es un soneto escrito por Garcilaso después de una visita a la tumba de Isabel Freyre. Me he acordado ahora y he ido a buscarlo en el libro. Los demás versos son inferiores, pero esos tres (los tres primeros del segundo cuarteto) valen el poema:
¡Oh hado esecutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
y esparciste por tierra fruta y flores.

En poco espacio yacen mis amores
y toda la esperanza de mis cosas,
tornadas en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.

Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron
recibe, aunque sin fruto allá te sean,

hasta que aquella eterna noche escura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.

25.3.08

Instrucciones para leer a Jünger

Ayer en el Nickjournal, entre las chanzas sobre el tamaño de mi cabeza infantil y sobre si al pequeño aprendiz al sol no se le debería llamar más bien "pequeño ruiseñor al sol" (mis enemigos tienen nivel: y bien que me los he currado), un Anónimo me hizo la siguiente consulta:
Estoy interesado en leer el trabajo memorialístico de Jünger, pero dudo si comenzar con sus dos primeros volúmenes de Radiaciones (ya sabe, los de la Guerra Mundial), o irme directamente al volumen III (Pasados los setenta). ¿Qué me recomienda que haga y por qué?

Respondí con estas instrucciones, que pongo aquí (algo reescritas) porque pueden serle de utilidad a cualquiera que desee iniciarse en Ernst Jünger:

1. Cómprese el primer volumen de Radiaciones, el que incluye "Jardines y carreteras", "Primer diario de París" y "Anotaciones del Cáucaso".

2. De este tomo, léase primero la "Nota introductoria" del traductor Sánchez Pascual. A continuación el "Prólogo" de Jünger. Y empiece a leer los diarios por el "Primer diario de París". Siga hasta el final del libro (incluyendo "Anotaciones del Cáucaso") y posteriormente léase "Jardines y carreteras".

3. Si le gusta, cómprese el segundo volumen de Radiaciones (que contiene "Segundo diario de París", "Hojas de Kirchhorst" y "La cabaña en la viña") y léaselo entero, sin modificar su orden.

4. Si tiene más ganas de Jünger, no se compre Radiaciones III: "Pasados los setenta" no están mal, pero son un muermo considerable. Lo que tiene que comprarse y leerse (varias veces, incluso) es La emboscadura. Y quizá La tijera.

5. Si sigue teniendo ganas de Jünger, cómprese Tempestades de acero. Pero de este volumen empiece por "El Bosquecillo 125", que es lo mejor, y después lea lo demás.

6. Si aún quiere más Jünger, le recomiendo que pruebe algunas de sus novelitas: Juegos africanos, El problema de Aladino, Un encuentro peligroso, Visita a Godenholm y En los acantilados de mármol. Sus novelas gordas (Eumeswil, Heliópolis) no las recomiendo: son bastante abrasivas. Abejas de cristal, que es de tamaño medio, no está mal. Pero las mejores son las breves que he mencionado al principio.

7. Si, tras esto, se mantiene usted insaciado de Jünger, léase ya todo lo que caiga en sus manos (inclusive "Pasados los setenta"). Y si se encuentra con energía, embárquese en El trabajador.

16.3.08

Domingo de Ramos minimalista



Recuerdo que hace cuatro años, otro Domingo de Ramos, di mi primer paseo largo por el pueblo de Ibiza. Yo me había incorporado al equipo tres días antes y, como estaba recién llegado, no me fui de la isla en las vacaciones de Semana Santa. Consideré que mis vacaciones eran quedarme allí. Y así las pasé, en el hotel vacío, yo prácticamente solo (desayunando y comiendo en inmensos salones). El hotel no lo abrían al público hasta finales de mayo, y por aquel entonces (principios de abril) sólo lo habitábamos los del equipo.

El Domingo de Ramos salí desde la playa d'En Bossa, donde estaba el hotel, hasta Ibiza. Un largo trayecto, que hice en parte a pie y en parte en autobús: por paisajes de locales cerrados, zonas turísticas muertas en los meses en que no había turistas. El pueblo sí tenía vidilla. Me bajé del autobús en la playa de Figueretes y me adentré por callejuelas rústicas, empinadas. Me sorprendió la abundancia de pitas y de lagartijas: elementos habituales en mi infancia también mediterránea, y que ya casi no se veían en mi ciudad. Luego aparecí otra vez en la parte baja del pueblo y decidí subir a Dalt Vila. Nada más traspasar el pórtico que da a la primera rampa medieval, encontré, tirado en el suelo, un ramo de palma, no muy grande, que indicaba que por allí había pasado la procesión. Fue el único indicio de la Semana Santa: aquel escueto ramito en el suelo, expresión minimalista de la fecha. Más tarde, en lo alto, estuve mucho tiempo mirando el mar desde un baluarte de la muralla. (Ese día supe, por cierto, qué era realmente un baluarte.)

15.3.08

La hora del lector

Casi no podía ser de otra manera: el que derribó el avión de Saint-Exupéry también había leído El Principito.

14.3.08

Traidor



Estoy ufanísimo corrigiendo las pruebas de imprenta de Bossa Nova. La historia y las historias (el libro de Ruy Castro que he traducido y que aparecerá próximamente en Turner), con una suerte de autoestima traductoril chisporroteándome en el cerebelo, cuando me viene a la mente, como un relámpago, el sentido de dos versos de Emily Dickinson que traduje (¡me doy cuenta ahora!) fatal hace unos meses: To comprehend a nectar/ requires a sorest need. De pronto me adentro en el sentido de esos dos versos, el sentido de esos dos versos cae a plomo sobre mí, con un esplendor de derrumbe, y me avergüenzo de mi traducción trivial: "La dulzura la comprende/ el condenado a la amargura". ¡No! Mi traducción pretendía ser más bien versión: pero ni aun así me perdono haber trivializado el sentido. Cuando colgué aquí el poema, puse también las dos traducciones que conozco, de antologías bilingües: eran traducciones algo penosas... pero en ambas se respetaba el sentido de esos dos versos; no así en la mía. En parte es culpa de la eufonía asesina: pero, ante todo, de que no los comprendí. Sencillamente, se me escapó su hondura. Me centré en el tema predominante del poema: la percepción de la victoria por parte del derrotado (o podría decirse: el resplandor de la victoria en los ojos del derrotado); y en mi traducción insistí en lo mismo. Pero esas dos líneas apuntaban el reverso: cómo la victoria se enturbia en la mirada del vencedor. O cómo la agitación provocada por la victoria hace que ésta sólo pueda ser percibida ya con trastorno (o cómo la victoria es de inmediato una carga; o justamente eso: un pastelón que hay que digerir). Han sido días de victorias y derrotas: quizá por eso he aguzado mi sensibilidad sobre el asunto. La noche electoral vimos botando a la mujer de Zapatero y vimos el gesto melancólico de la mujer de Rajoy: ¿cuál de las dos estaba más en su sitio? En los botes de Sonsoles, la victoria se cuarteaba. En la tristeza de Elvira, la victoria se mantenía incólume, nítida (en su ausencia). Mi amigo Nadales me recomendó el libro de un psicoanalista actual, André Green, que considera que la salud mental está, no en la depresión (obviamente), pero sí en lo que la escuela inglesa de psicoanálisis llamaba posición depresiva. Quizá los versos de Emily Dickinson podrían traducirse así: "Asimilar la miel/ es amarga tarea". O, con una mayor licencia: "En la gestión del éxito/ ya asoma la derrota". O tal vez: "El triunfo impone siempre/ amarga servidumbre". Traductor traidor, sí. ¡Sí!

12.3.08

Arponero de calendarios



Ayer Errabundo puso esta ilustración en el Nickjournal, con el título de "Criterios de búsqueda". Me parece fantástica. Al fetichista de las fechas le emociona ese hombre, parece que primitivo, sobre el peñasco o barco o enorme ave muerta. Y debajo, las cifras del tiempo, y otros símbolos. El Crítico Constante habló de "la escala del hombre", Lacónico que era "un zahorí", y Bartleby un "espeleólogo del tiempo" (como el del Viaje al centro de la Tierra). Mercutio identificó el sustento como una tabla de mareas: "Con los vientos, no sé si previstos o medidos, señalados por las flechas. Si lo es, también tiene pinta de ser del Cantábrico: mucho nordeste". Y dio en enlace de la página checa Windguru. Yo regreso a mi primera obsesión: fetichista de fechas o arponero de calendarios. O también el Zeno de Italo Svevo, que escribía: "Pero en el calendario no faltan fechas y con un poco de imaginación cualquiera de ellas podría adaptarse a un buen propósito".

11.3.08

Como un fan

Los columnistas de la derecha han hecho su agosto con los triunfos en días sucesivos, ambos por votación de los españoles, del Chikilicuatre y ZP. Pero estos columnistas suelen ponerse tan pomposos que terminan ocupando el lugar el auténtico friki del concurso, Uribarri. Esto lo ha visto perfectamente Rosa Belmonte en su blog, que para eso es la más lista de la clase. El Chikilicuatre va a hacer que este año nos lo pasemos muy bien en Eurovisión; pero entre los candidatos sí que había esta vez un verdadero artista: Guille Milkyway, con La Casa Azul, cuyo tema "La revolución sexual" quedó en el tercer puesto. Yo no suelo comprarme discos indies (ni casi discos en general, a estas alturas), pero escucho bastante Radio 3, así que estoy más o menos al día. Este Guille Milkyway es un talento: con sus juegos musicales y con sus letras pop, que tontean con la trivialidad pero son de una precisión absoluta. Él es el autor de aquella otra coña de hace dos años, "Amo a Laura", y también de "Superguay", que es un hit en el mundo indie. Pero mi tema favorito es "Como un fan": una preciosa canción de amor, que nuevamente con la envoltura de la trivialidad y de lo kitsch hace una actualización fresquísima del amor cortés (¡nada menos!), al presentar al enamorado como el fan de su amada: "Y mientras,/ yo me enamoraba como un fan/ de tu voz, de tus amigos, de tu ropa/ y de tu manera de mirar". Una delicia emocionante.

10.3.08

Mapa electoral

Desde un punto de vista democrático, la victoria de Zapatero tiene algo positivo: aunque los efectos resulten catastróficos (insisto: deseo equivocarme), ahora sabemos que habrá sido con el consentimiento de los españoles. Esto no estaba tan claro en la anterior legislatura, ya que Zapatero tomó una deriva que no era exactamente la esperada. El refrendo del electorado al menos alivia esa cuestión (digamos, formal): España ha querido. Por lo demás, el voto útil al PP era genuinamente intelectual: requería demasiadas operaciones mentales (y espirituales) votar a este chapucero y estólido partido, que tan rematadamente mal lo ha hecho, sólo porque era (así lo sigo creyendo) el mal menor. Todas las personas que conozco llevan una vida de derechas, y algunas incluso muy de derechas: pero la mayoría no quiere privarse de ese último adorno que es la buena conciencia, como cereza que culmina la tarta del confort.

En la encuesta de El aprendiz al sol fueron emitidos 430 votos y los resultados son los que se ven arriba. Ya dije que pretendía ser un mapa político más que parlamentario, de ahí las aglutinaciones de UPyD/Ciutadans y los partidos, así llamados por mí, nazionalistas: un mapa que tampoco era del país, naturalmente, sino sólo de los lectores del blog. Con los resultados de las elecciones en la mano, podemos comparar. No puedo incorporar el dato de la abstención, que ha sido del 24'68%. Hecha esta salvedad, estos son los porcentajes (pongo en rojo los de mi encuesta, y en negro los de las elecciones):

.....PSOE: 16% 43'64%
.....PP: 30% 40'11%
.....IU: 6% 3'80 %
.....UPyD/Ciutadans: 29% 1'38 %
.....Partidos nazionalistas: 12% 7'33%
.....Votos en blanco: 5% 1'12%

He estado escuchando estos días "Assentamento", de Chico Buarque, inspirada en unos versos de Guimarães Rosa: Quando eu morrer/ cansado de guerra/ morro de bem/ com a minha terra. Me parece que aquí hay ya otro lote de españoles, entre los que me cuento, que vamos a morir de mal con nuestra tierra. Por otro lado, como intelectuales y como artistas es lo mejor que nos podía pasar: ya estamos en la noble tradición de los heterodoxos españoles, y además (¡qué gustazo!) sin el plasta de Goytisolo en nuestra senda disidente.

9.3.08

Ruleta rusa



Me preguntan si me cabe alguna esperanza. Sí: la de equivocarme en mi catastrofismo. Lo deseo sinceramente: ojalá la realidad no me dé la razón. Todo estadio de civilización es sólo un descansillo (pasajero) en la gran escalinata del desastre. Pero hay que estar a favor del descansillo, no del desastre. Aunque uno atisbe un futuro negro, no debe fomentarlo sólo por obtener una victoria intelectual: que llegaría, por cierto, después de que todo lo demás hubiese fracasado... Así que, gane quien gane las elecciones, anhelo que no empeoren las cosas (y que mejoren, si fuese posible).

Mi voto lo terminé de decidir estos días; pero, ya que me había echado mi artículo por delante, como una alfombra de intenciones, me he metido en la cabina electoral. La cabina, propiamente, era sólo un mostradorcito con cortinillas a los lados y la parte de atrás libre (es la espalda del votante la que hace de cuarta pared). Tenía algo de probador partido por la mitad, y algo también de confesionario. Y de repisa de quinielas. He votado con el espíritu de un jugador de ruleta: sin identificarme del todo con mis fichas, pero deseando haberlas puesto en un lugar que produzca beneficios. Aunque consciente también de que la ruleta puede ser rusa.

8.3.08

Reflexión

Ayer, después del crimen, los que no eran miserables no lo fueron, y los que lo eran no dejaron de serlo. No creo que haya ninguna otra cosa sobre la que reflexionar hoy.

7.3.08

La cabina

El gran perdedor del debate del lunes fui yo, puesto que se me derramó una jarra de cerveza (¡sic!) en el teclado de mi portátil nuevo mientras lo comentaba en el Nickjournal. El accidente me sumió en un profundo estado de melancolía, y el resto del debate me llegó ya como un ruido de fondo de mi desolación, mientras desenchufaba el cacharro, lo vaciaba (¡sic!) y trataba de calibrar el estropicio. No pintaba bien: la ruda cerveza entre los sofisticados microchips debía de ser equivalente a una invasión vikinga en la casa de Bill Gates (algo así como el asalto al chalet pijo en La naranja mecánica). El final es infeliz: a la mañana siguiente, ya seco, el portátil no resucitó. Me pasé un par de días dando vueltas hasta que al final lo dejé en el taller y aún no me han dicho si tiene arreglo, ni cuánto me costará.

Cuento esto para que se conozca en qué estado de abatimiento he vivido este último tramo de la campaña electoral. Lo he percibido todo de un modo más calmado (o quizá cansado), pero también más pesimista. Un poco al borde de la rendición. El debate lo terminé recibiendo más aceradamente y el gran perjudicado (si es que necesitaba serlo más, a mis ojos) fue Zapatero. En verdad que este hombre encarna todo lo que yo detesto en un político: la falta de pragmatismo, la cursilería, la ramplonería, el engolamiento, el chantajismo emocional. Su llamado talante es un cerco: un intento de autoblindaje ventajista. Dice “yo no crispo, yo estoy por la simpatía”, mientras te mete el dedo en el ojo. Y si protestas, ya estás crispando y rompiendo el buen rollito... La campaña electoral del PSOE es peligrosísima. Está vendiendo, realmente, elementos que no tienen nada que ver con la política, sino con los manuales de atoayuda: la alegría, el optimismo, el “no ser cenizo”, el pertenecer a una mayoría feliz (“somos más”). Es ya un descarado abuso de la retórica publicitaria: pero ni siquiera de la propaganda política, sino de la estricta publicidad de los productos, que para venderte un perfume te habla de lo mucho que vas a follar con él. El PSOE no sólo está vendiendo cosas que no puede dar la política, sino que la política ni siquiera debería ofrecer. (A estas alturas de la Historia, no podemos ser inocentes a este respecto.)

El día del debate había descartado prestarle mi voto al PP, en favor de UPyD y/o Ciutadans. Ahora vuelvo a no estar seguro. Es mi zozobra de toda esta legislatura: el PP no ha hecho nada por ganarse el voto útil, e incluso parece haber estado haciendo esfuerzos por espantarlo. Pero me parecería tan catastrófica otra victoria de Zapatero, que no termino de descartar la idea. Yo me identifico con las propuestas de UPyD y Ciutadans (y quizá me identificaría, en realidad, con un PSOE que fuese decente). ¿Pero sirve de algo votar a estos partidos, en una circunscripción como la mía? Es una duda que ya sé que me acompañará hasta la cabina del colegio electoral. Este año pienso meterme en ella unos minutos, para pensar y tomar la decisión definitiva. En realidad, para el elector zozobrante, que está contra Zapatero, pero no le perdona al PP que lo haya hecho tan mal, la cabina electoral será algo así como la cabina telefónica aquella en la que se metía López Vázquez y ya no podía salir, en su colapso de terror. Yo me meteré pasado mañana en la cabina, emitiré mi voto y saldré igualmente insatisfecho, porque, vote lo que vote, sabré cuál es el fallo y dónde está la fragilidad.

En cualquier caso, vote o no vote al PP el domingo, algo he aprendido en esta legislatura: que votar a este partido no te hace “de derechas”. Puede que, tal y como están las cosas, ocurra justo lo contrario. La más abyecta estrategia del PSOE durante estos cuatro años ha sido la de demonizar al PP, que es lo mismo que demonizar a media España. Se ha puesto de moda la acusación de “facha”. A cualquiera que ha disentido del Gobierno se le ha acusado de facha. Se ha extendido, entre determinados sectores, un miedo a ser acusado de facha que es equivalente al miedo a la impureza de sangre en nuestro siglo XVII. Pero el mecanismo es tan soez, que muchos progresistas nos hemos curado en esta legislatura precisamente de ese miedo: y no sólo hemos perdido el miedo a que nos acusen de fachas, sino que hemos llegado a pensar que hoy en día no puede ser auténticamente progresista aquel que no esté dispuesto a correr el riesgo de ser llamado facha. Los supuestos progresistas que se refugian en la tribu y en esa cursilona “trinchera de la alegría” no son más que cortesanos al servicio del Poder.

Históricamente se ha visto algo muy triste en España: triste y preocupante. Cuando ganó el PP sus primeras elecciones, en 1996, me alegré porque consideré que con eso se consolidaba la Transición. Ésta tenía que pasar la prueba de que la derecha gobernase democráticamente, y la pasó. Pero fue entonces cuando empezó a ocurrir algo que no me esperaba: la no aceptación de este hecho por parte de la izquierda. El primer atisbo de tal actitud se produjo cuando Felipe González sacó el famoso dóberman en las elecciones de 1993. En el último tramo del Gobierno de Aznar, dicha actitud de la izquierda se desbocó, con las movidas del chapapote y la guerra de Irak. Lo que en principio eran protestas legítimas, derivaban en acusaciones al PP de partido antidemocrático o de extrema derecha. Durante esta legislatura esa actitud se ha convertido en norma. Mi conclusión es pesimista. Parece que finalmente la Transición se ha detenido o quebrado en este punto: en la incapacidad de la izquierda para aceptar (para considerar legítimo) un gobierno democrático de la derecha. Si no se resuelve esto, no acabaremos bien.

A diferencia de López Vázquez, los electores podremos salir de nuestras cabinas el domingo. Lo que no sabemos es qué país nos encontraremos fuera. Ojalá no echemos de menos habernos quedado encerrados, por no ver lo que se avecinaba.

[Publicado en Nickjournal]

3.3.08

El debate sobre el debate

El debate de esta noche entre Zapatero y Rajoy será inevitablemente mejor que el primero: por la sola ausencia del estólido Campo Vidal. En cuanto a los contendientes en sí: no se prevé que vayan a elevarse demasiado por encima de sus respectivas mediocridades; e incluso cabe la posibilidad de que se abajen otro poco. Rajoy me parece más sensato que Zapatero: pero sólo por la razón de que éste me parece un completo insensato. No obstante, no voy a votar al PP. He considerado frecuentemente esta opción durante la legislatura: prestarle mi voto al PP por razones de estado, por afianzar las instituciones democráticas y la unidad constitucional. Pero no. El PP, en vez de rebajar su meapilismo en favor de este consenso, lo que ha hecho ha sido justo lo contrario: ha relanzado como nunca sus particularidades menos universalizables. A mí me parece bien que tenga sus ideas sobre el matrimonio gay, el aborto, la eutanasia y la asignatura Educación para la Ciudadanía: pero si querían el voto útil, que hubiesen puesto todo esto en un segundo plano para centrarse en lo institucional. Yo creo que una segunda legislatura de Zapatero sería (va a ser, según las encuestas) catastrófica: pero el PP también tendrá su culpa, por haberlo hecho tan mal. Ya lo he dicho otras veces: si la derecha nunca ha estado a la altura en toda la historia de España, ¿por qué iba a estarlo ahora? Hemos tenido la desgracia de que hayan coincidido en el tiempo el peor gobierno y la peor oposición. Así que mi voto lo repartiré entre UPyD y Ciutadans (el hecho de que concurran por separado me parece otra catástrofe).

La mejor columna sobre el debate anterior la escribió, por cierto, Arcadi Espada: "Match nulo". En cuanto al debate de esta noche (creo que empieza a las 22.00 h.), lo mejor será el debate paralelo que iremos teniendo en el Nickjournal.

1.3.08

Agonía de Arias Montano

La última semana he estado asistiendo a la agonía de uno que lleva mi nombre: Benito Arias Montano, mi precursor onomástico. Ha sido en la novela de Julio Manuel de la Rosa El ermitaño del rey, en que Arias Montano recuerda su vida mientras se muere. Me he enterado de que el sabio tenía su lugar en un monte de la Sierra de Aracena, en Huelva: la Peña de Alájar. Habrá que pasarse algún día por allí, en peregrinación. El nombre de Arias Montano lo leí por primera vez en la epístola de Francisco de Aldana, de quien tuve noticia a su vez por Luis Cernuda. Ayer, después de terminar la novela, volví a la “Epístola a Arias Montano” y al pasaje dedicado a Aldana de “Tres poetas metafísicos” (los otros dos son el Jorge Manrique de las “Coplas” y el autor de la “Epístola moral a Fabio”, anónimo cuando Cernuda lo escribió). El capitán Aldana es la conexión hispánica con Pessoa y su sebastianismo, puesto que murió en la batalla de Alcazarquivir, en África, junto al rey don Sebastián. Allí se perdieron muchos de sus escritos, que llevaba encima. El de título más apetecible es Obra de amor y hermosura, a lo sensual. Por mi capricho personal detecto en la “Epístola a Arias Montano” una referencia, aunque negativa, al Mont Ventoux: “No busco monte excelso y soberano,/ de ventiscosa cumbre”. Aparece también una altura en este terceto, más famoso: “Y porque vano error más no me asombre,/ en algún alto y solitario nido/ pienso enterrar mi ser, mi vida y nombre".