
30.9.10
Las Barranquillas

26.9.10
Hasta su regreso de Italia

[La libertad] es el derecho a no hallarse sometido más que a las leyes, de no poder ser detenido, ni condenado a muerte, ni maltratado de ningún modo, por la decisión arbitraria de uno o de muchos individuos. Es el derecho de cada cual a expresar su opinión, de escoger su industria y de ejercerla; de disponer de su propiedad, e incluso de abusar de ella; de ir y venir sin requerir permiso y sin tener que dar cuenta de sus motivos ni de sus gestiones. Es el derecho a reunirse con otros individuos, sea para dialogar sobre sus intereses, sea para rendir culto al objeto de una creencia común, o sea simplemente para llenar sus días y sus horas de la manera más conforme a sus inclinaciones y a sus fantasías. Finalmente, es el derecho a influir en la administración del gobierno, por el nombramiento de todos o de algunos funcionarios, o a través de representaciones, peticiones o demandas que deberán ser atendidas por la autoridad.Pero Benjamin Constant es, ante todo, el autor del Adolfo. Y para mí algo más estrafalario: el protagonista de una frase de André Breton; apenas eso. En una de las vaciladas de "La confesión desdeñosa" (el memorable texto incluido en Los pasos perdidos), escribe Breton: "Por este lado, me siento del todo en comunión con hombres como Benjamin Constant (¡hasta su regreso de Italia!)...". Instantáneamente me quedé electrificado con esa expresión, al igual que Curro, apóstol del bretonismo también. Desde entonces, siempre que queremos defender la primera época de algo o alguien dividido en dos, proclamamos: ¡Hasta su regreso de Italia! Esa frontera (¡su regreso de Italia!) marca un enigma que ni siquiera ahora, en que he consultado varias biografías online de Constant, he logrado desentrañar. Pero mejor así: una sombra ominosa, una frontera gratuita que corta en dos una vida y la segunda parte de esa vida es desdeñada por Breton.
* * *
(23.1.21) El enlace con el texto de Constant ya no conduce a ningún sitio. Pero la obra, con el título de La libertad de los antiguos frente a la de los modernos, ha sido publicada recientemente en Página Indómita, con prólogo de Manuel Toscano.
24.9.10
La china popular

Pero yo quería hablar de los chinos. He pensado en ellos esta tarde porque he visto a una china preciosa. Caminaba por delante de mí con un vestido rojo, corto y que marcaba sus carnes. Era una china con carnes: una china jamona, como Gong Li. Iba seria y altiva, y yo detrás, observándola. Ha llegado entonces a una calle que debía de ser su calle, porque se ha parado a saludar a un anciano con familiaridad. Mientras hablaba con él, otra vecina que cruzaba le ha dirigido un saludo. Y después otra. A las dos les ha respondido con soltura, sonriendo. Las otras también le habían sonreído. Se veía que la china era la reina del barrio. Parecía una película de Marisol, en que la china fuese Marisol. He pensado que no es frecuente que los chinos sean tan expansivos. El Chavalín era expansivo (nos suministraba sus sospechosos menús expansivamente). Y esta china malagueñizada también. Era, definitivamente, una china popular. ¿Sería ya una de esas chinitas adoptadas, que ha crecido? No sé, pero he pensado también en ellas, en las chinitas adoptadas. Son niñas guapísimas, y serán adolescentes y mujeres guapísimas. La textura de España se volverá más sofisticada. Nos pillará viejos ya, y las miraremos. Nuestro verde y su amarillo, como la bandera de Brasil.
22.9.10
Dramas familiares

Ya no tengo edad para gozar lamiendo a un señor de la cabeza a los pies. Por eso no busco amante, ni lo quiero. Prefiero entretenerme con cosas menos humillantes, como las conversaciones y la música, y dejarle eso a los niños.¡Admirable! Eso solo recompone nietzscheanamente el libro. El resto es chapoteo en debilidades. Aunque para ello hace falta fortaleza. Correr el tupido velo me lo mandó mi amigo Josepepe de Bélgica; el mismo ejemplar –de la edición chilena– que le sirvió para la reseña de su blog. Como bien dice: "No se lee una biografía (una verdadera biografía, se entiende, no una hagiografía) sin salir del libro harto del personaje y de sus neurosis". Es el efecto de la excesiva intimidad. Pilarcita escribe al principio: "creo en el olvido como parte de la supervivencia". Pero con este libro la superviviencia se la ha puesto cruda. No sé si se extinguirá el fantasma, o si se habrá corporeizado. En mi caso, que no he leído a Donoso (con excepción de la Historia personal del 'boom'), sus gesticulaciones suceden en el vacío y no se posan en nada. Son como el ademán del arte pero sin el arte. El día que lo lea, quizá encuentren una pista de aterrizaje en mi estimación.
Para Herzen, en cambio, sí me ha bastado este librito, que en realidad es un extracto de sus "monumentales memorias", Pasado y pensamiento. Aunque ya conocía su nombre, de Herzen empecé a saber por el excelso artículo que le dedicó Isaiah Berlin en El estudio adecuado de la humanidad. Transcribo la referencia al material recogido en esta Crónica. Después de mencionar que el poeta Herwegh sedujo a la mujer de Herzen, sigue Berlin:
Las opiniones progresistas y un tanto shelleyanas de Herzen acerca del amor, la amistad, la igualdad de los sexos y la irracionalidad de la moralidad burguesa, fueron puestas a prueba y rotas por esta crisis. Casi se volvió loco de dolor y celos; su amor, su vanidad, sus opiniones más profundas acerca de la base de todas las relaciones humanas, sufrieron un choque traumático del cual nunca se recuperó completamente. Hizo lo que muy pocos hicieron nunca: describir cada detalle de su agonía, cada paso de su cambiante relación con su esposa, con Herwegh y la esposa de Herwegh, como le parecían retrospectivamente; anotó cada comunicación ocurrida con ellos, cada momento de cólera, de desesperación, afecto, amor, esperanza, odio, desprecio doloroso y suicida autodesprecio. Cada tono y matiz de su propia condición moral y psicológica se pone en altorrelieve contra el fondo de su vida pública en el mundo de exiliados y conspiradores franceses, italianos, alemanes, rusos, austriacos, húngaros, polacos, que se movían fuera y dentro del escenario en el cual él era el héroe central, absorto en sí mismo, trágico.Herzen empieza con unas impresiones vívidas y lúcidas de los momentos que siguieron al fracaso de la revolución de 1848. Después se desencadena el drama, y dice (siete años después):
Hubo un tiempo en que juzgaba con severidad y apasionamiento al hombre que destruyó mi vida; hubo un tiempo en que deseaba sinceramente matar a ese hombre... Desde entonces han pasado siete años; verdadero hijo de nuestro siglo, he consumido el deseo de venganza y enfriado mi concepción impetuosa con un prolongado e ininterrumpido análisis. En esos siete años he conocido mi límite personal y el límite de muchas otras cosas; por eso, en vez de un puñal, cojo en mi mano un escalpelo, y, en lugar de imprecar y maldecir, me dispongo a escribir un documento de patología psíquica.El propio Herzen le había dado antes un nombre: la enfermedad de la verdad. Pero, aunque yo también tiendo a la introspección y el enfangamiento, añoro ahora el roce de un sol fuera del cráneo. Como escribió Gimferrer: "Si pierdo la memoria, qué pureza".
21.9.10
Boquitas pintadas

19.9.10
Montañas muertas

16.9.10
La ansiedad por las influencias

No, la tradición cultural no es un encadenamiento legible, ni inevitable. Da saltos, se producen brotes, despistes, avances, retrocesos y deambulaciones que no son ni un avanzar ni un retroceder. No existe un modo (o al menos un modo unívoco) de "hacer bien los deberes". De nuestros nocillas hay cosas que me gustan, cosas de las que aprendo; pero también hay algo que me desagrada profundamente: esa ufanía del empollón convencido de que está llevando bien el curso. Ese convencimiento estólido de que es posible llevar bien el curso. Padecen no la ansiedad de la influencia, sino la ansiedad por las influencias: ese miedo cerval a que el profe pueda pillarles sin haber leído a Pynchon o a Foster Wallace. En los tiempos de Montaigne hubieran devorado, sin duda, las Confesiones de San Agustín: y hoy estarían olvidados.
O no. Porque Petrarca, dos siglos antes de Montaigne, sí conocía muy bien las Confesiones de San Agustín (fue el libro que abrió en el Mont Ventoux). Esa es la cuestión: que puede que sí y que puede que no. El curso sólo se aprueba por chiripa, y en el bien entendido de que los aprobados en junio serán suspendidos inmisericordemente en septiembre. No sean tan aplicados.
14.9.10
Imágenes de Asilah
Hace dos años de mi estancia en Asilah. No tengo nostalgia, ni me apetece volver; pero se me han quedado buenos recuerdos. Fue una experiencia un tanto extraña. En realidad, seguí haciendo mi vida de siempre, sólo que con un decorado exótico. En YouTube he encontrado esos dos vídeos con excelentes imágenes. Alcanzo a verlas como algo familiar y mío. He repasado los textos que escribí allí y veo que componen una especie de novelita: "31 de julio", "Assilah", "Miel de Agadir", "Lecturas africanas", "Soledad iluminada", "Septiembre y ramadán", "Sigue la bossa", "Música concreta", "Caza sutil", "Chapuzón atlántico", "Proyecto abortado", "El desastre anual", "Cuentas de Asilah", "La última vez".
12.9.10
Promesas
El viernes puse la radio a eso de las tres y media y estaba sonando "Always and forever" de Pat Metheny. Renacieron por unos minutos las antiguas sobremesas de Ramón Trecet. Mientras las revivía me di cuenta de que se habían perdido para siempre. Estaban hechas de la conjunción de la hora y la música, y ya sólo queda la hora. Durante años asociamos Diálogos 3 a esa luz, la luz lacia de la siesta. Era un intersticio de la jornada entre la crepitación y el abandono. Había una desazón dulce; sueños, fracasos, esperanzas. Modulando con las estaciones. Ahora esa hora sucede sin su gasa musical, y tiene el cuerpo más frío. Dentro guarda las promesas que sólo le daba la música.
11.9.10
La fricción de la vida española

Con esto pensaba cerrar mi entrada. Pero la realidad insidiosa no consiente paraísos que duren más de un minuto. Buscando ahora en Google, me he topado con una terrorífica fricción. Algo chungo debe de haber en Montreal si han aplaudido la peliculastra de ese.
10.9.10
Otoño de Montaigne

Montaigne se retiró para reencontrarse, para "conversar consigo mismo, y detenerse y fijarse en sí"; en lugar de esto, topó con la melancolía, con "quimeras y monstruos fantásticos", y se puso a escribir para curarse; empezó a llevar un registro de sus lecturas como los ascetas de la Antigüedad tardía pagana y cristiana. Consignando ejemplos, pensamientos y citas en carnés, la introspección de Montaigne no fue en principio nada personal. El yo no le preexistía; al contrario, se trataba de constituirlo a través de las lecturas y la escritura. En Los ensayos, la escritura sobre uno mismo es inseparable de la constitución de uno mismo.El sueño del libro gordo: que pase mucho tiempo en su lectura, una época; y que cuando se termine, uno esté cambiado.
* * *
La torre de Montaigne, no de marfil sino de piedra. Iñaki Uriarte, montaigneano autor de Diarios (1999-2003), se fotografió allí:

Eduardo Jordá me ha mandado otra que sacó hace cuatro años. La pongo tras "Los últimos días de Montaigne", un poema de su libro La estación de las lluvias, que es uno de los seleccionados para la antología Pero sucede, que edita ahora Renacimiento:
Cuando empezó septiembre, bajó el río
más crecido, y llegó un hombre de Italia
con intención de verlo. Muy débil de la vista,
malo el oído, peor el aliento,
perdido el paladar y la memoria,
no quiso ver a nadie: "Estoy de viaje".
No le gustaban ya las tardes frescas
ni las primeras lluvias, él, que como los patos
amaba la humedad y el barro dócil.
Desdeñó ver el huerto de manzanos
y acariciar las uvas rojas, fuertes
como sus gruesos cálculos biliares.
Con la mano alejó a su secretario
que entraba con un libro de Platón.
Las ocas epicúreas engordaban.
El viento era jovial. Pero los hombres
mataban por disputas teológicas.
Cada nube era un signo sin sentido.
Y un día le asaltó la parálisis.
Su lengua fiel se volvió sediciosa
y obstinada, igual que un hugonote.
Escribía: "Traedme mi caballo",
"Mi jubón", "Mi orinal", "Mi libro", "Basta".
Hizo llamar a tres de sus vecinos:
quería despedirse. Iba en contra de sus consejos,
pero contradecirse era su orgullo.
Puso una nota más en los "Ensayos"
rebosantes de notas añadidas.
Pidió que lo llevaran hasta su biblioteca,
y no pudo. En la cama, a solas,
añoró a Mademoiselle de Gournay. Rozó su frente,
por desgracia intocada, y se maldijo.
Su lecho olía a fósforo y a nada.
Lamentó todo aquello que iba a dejar atrás:
las colinas de Roma, un rey benévolo,
su posada en París, el fuego de sus amigos.
Se arrastró a la ventana. El horizonte
era un hombre obcecado. Los labriegos
mentían a sus hijos. Quiso oír misa.

* * *
(1-X) Ha vuelto a faltarme inspiración para leer.
8.9.10
Heroísmo y socialdemocracia
La campaña socialdemócrata en contra de Jesús Neira es nauseabunda. A esa campaña se ha sumado el PP, que es otro partido socialdemócrata. La socialdemocracia es la ideología y la religión de nuestro tiempo: el Zeitgeist realmente existente, del que es casi imposible escaparse. Walt Disney es el Pantócrator socialdemócrata; con su representación española, Milikito, que es un socialdemócrata educado en el Opus: tecnócrata de las teleseries, y de esta gran teleserie que es España. Yo, faltaría más, también soy socialdemócrata. Por eso puedo asomarme a mi propio balcón socialdemócrata a observar la movida. Mi corazón, como el de todos, es el gran circo socialdemócrata: si hago un poco de abstracción de mis preferencias (¡socialdemócratas!), puedo ver a los leones (¡socialdemócratas!) devorando a los cristianos. En este caso, a Jesús Neira.
Hoy Arcadi ha puesto el dedo en la llaga; aunque lo que dice parte conceptualmente –por poner una baliza no muy lejana; las hay anteriores– de su detestado Nietzsche: el bien que surge de lo oscuro. La negrura sobre la que se asienta la luz griega, por ejemplo. O el alcohol que lima la cobardía. Jesús Neira es detestable, por supuesto: y quizá por eso fue capaz de su momento heroico. Un socialdemócrata (¡yo mismo!) hubiera corrido en busca del abogado mientras violan a su madre. Eso lo recordó Jünger en La emboscadura; y puso el contrapeso de aquel socialdemócrata excepcional que, con unos cuantos más como él, hubieran podido parar a los nazis (cité el pasaje en "El ciudadano del mazo", que tiene que ver con la cuestión).
Hoy Arcadi ha puesto el dedo en la llaga; aunque lo que dice parte conceptualmente –por poner una baliza no muy lejana; las hay anteriores– de su detestado Nietzsche: el bien que surge de lo oscuro. La negrura sobre la que se asienta la luz griega, por ejemplo. O el alcohol que lima la cobardía. Jesús Neira es detestable, por supuesto: y quizá por eso fue capaz de su momento heroico. Un socialdemócrata (¡yo mismo!) hubiera corrido en busca del abogado mientras violan a su madre. Eso lo recordó Jünger en La emboscadura; y puso el contrapeso de aquel socialdemócrata excepcional que, con unos cuantos más como él, hubieran podido parar a los nazis (cité el pasaje en "El ciudadano del mazo", que tiene que ver con la cuestión).
Yo soy partidario de la ley, y la ley debe perseguir no sólo a los delicuentes: también a los que se toman la justicia por su mano. Ahora bien: no podemos ignorar –siguiendo a Jünger– que es de éstos de donde surge la justicia; es en la indignación y en la rabia de éstos, y quizá también en el espíritu de venganza de éstos, donde se cuece la justicia. Hace falta violencia. Hace falta enfrentarse al mal. El mal es una fuerza, y a una fuerza sólo puede oponérsele otra fuerza. Puede que esa sea la gran tragedia socialdemócrata: la socialdemocracia produce eunucos (¡yo mismo!) incapaces de defender el paraíso socialdemócrata.
7.9.10
Anticipos de la muerte

Algo que no me esperaba en esta vida, que ha sido una sorpresa para mí, es la traición de los amigos. No sé por qué pensé que iba a librarme de ella, si en las biografías abunda. Quizá porque no eran convencionales, ni eran muchos. Qué experiencia más acre. Marquitos hace cinco años, Andújar ahora. Uno cree que tiene un amigo y lo que tiene es un montón de mierda. Uno cree que tiene dos amigos y lo que tiene son dos montones de mierda. De pronto hay una tonelada de recuerdos que apestan a ellos. Un buen pedazo de la memoria carcomido, porque están ellos. La muerte ya ha empezado por detrás, y se proyecta. Pero hay algo hermoso, limpio, atroz: todos los signos que ahora resultan transparentes. El alfabeto que uno se resistía a leer, por amistad, y que está ahí: refulgente de significado (de significado sórdido). Queda esa alegría, la alegría más triste: la del conocimiento.
6.9.10
Aura fría

1.9.10
Plataforma

La primera mención se la recuerdo a Azúa en un artículo de 2001. Pero lo he empezado porque el narrador comenta la novela de Agatha Christie que leí este agosto, Sangre en la piscina. Sólo que la traductora no tuvo a bien documentarse y ni siquiera da el título inglés, The hollow, sino una traducción de la traducción francesa: El valle, por Le vallon. Ayer, al terminar Plataforma, llegó la noticia de la muerte de Fignon, el ciclista que se parecía a Houellebecq (o el ciclista al que se parecía Houellebecq). A Fignon se le odiaba por tener aspecto de intelectual. Ningún deportista ha tenido más aspecto de intelectual que Fignon. Ha muerto a los cincuenta años: una edad a la que algunos intelectuales se suicidan, por amor a la aritmética.
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