En The Objective.
El aprendiz al sol
José Antonio Montano © (jamontano@gmail.com)
14.12.25
12.12.25
Jorge Ilegal contra los cantautores
[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:42]
Buenas noches. Entre tantos muertos, el mío es Jorge Ilegal, probablemente el único español que quedaba que no fuese un funcionario. El anterior, según mis cálculos, fue Poch, el cantante de Derribos Arias, que murió en 1998. Derribos Arias e Ilegales tuvieron las mejores letras de la Movida. Poch cantaba: "Branquias bajo el agua es el baile de actualidad, / branquias bajo el agua: ideales go-gós". Y Jorge Ilegal: "Tengo un problema, un problema sexual, / un serio problema, problema sexual: / soy una bicicleta". Estas genialidades vanguardistas devolvieron la modernidad a España tras el franquismo, mientras que los lloriqueantes cantautores arrastraban su peñazo: en realidad, suponían una continuación del régimen. Siempre he sostenido que en los ochenta España progresó estéticamente contra los cantautores. El propio Jorge Ilegal tiene un vídeo memorable en que se ríe de los ripios de Serrat y cuenta cómo los parodiaba. Y compárense los versos citados antes con las ramplonerías de Víctor Manuel, tipo: "Hey, solo pienso en ti, / juntos de la mano se les ve por el jardín". Los que "cuidaban" las letras, contra lo que suele decirse, no eran los adocenados Víctor Manuel y Serrat, sino los indómitos Jorge Ilegal y Poch. La democracia y la alegría de vivir vinieron con estos, contra aquellos. La Movida traía el espíritu de la democracia. Los cantautores, mezcla de tunos y de monaguillos posconciliares, prolongaban la pesadez del franquismo. En fin, no renuncio a mi teoría, pero la vida te da sorpresas y, por la extraordinaria necrológica de Jorge Ilegal que ha escrito Carlos Marcos en El País, me entero de que el primer disco de Ilegales salió gracias a la ayuda precisamente de Víctor Manuel, que los recomendó al ver el potencial del grupo. A veces me digo que no tendría que ser tan ultramontano. ¡Pero así funciono!
11.12.25
El corazón de las tinieblas
La sentencia del Tribunal Supremo en contra del Gobierno es la mejor noticia para el Gobierno. Que Sánchez mantuviese a su dependiente García Ortiz daba un poco lo mismo. Se quita un fiscal general del Estado y se pone otro u otra. Lo importante es el lío, el desprestigio de la institución. De toda institución. Así que el Gobierno ha ganado una vez más.
Lo importante es que algunos ministros, con el presidente incluso, y toda la prensa del régimen, encabezada desde la televisión pública por la torturadora de la verdad Intxaurrondo, hablen de lawfare, de golpismo judicial, de la vuelta al franquismo con el PP y Vox, de la pérdida de derechos, del fin de la democracia. Y esto se promueve mejor con sentencias adversas que con sentencias favorables. Salvo que las sentencias favorables socaven igualmente la institucionalidad, como las de Conde-Pumpido al mando de la Constitución.
Antes de escribir El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad escribió Una avanzada del progreso, novela corta que de algún modo la prologa. La palabra "progreso" está empleada ahí con ironía: la avanzada (en el Congo) es de explotación, de devastación.
También cuando Sánchez habla de "Gobierno de progreso" hay que entender la palabra "progreso" con ironía. Nada hay más progresista que el Estado de derecho. De manera que si lo violentas, lo desnaturalizas o lo mangoneas, serás todo menos "progresista". Yo podría haberle puesto a esta columna el título (naturalmente irónico), referido al Gobierno Sánchez, de Una avanzada del progreso. Pero tiene más pegada, y más pertinencia aún, El corazón de las tinieblas. Sin ironía, aunque tal vez con tremendismo.
Pero lo que está pasando es tremendo. Y tenebroso. Yo tengo miedo. Hablan del amor los que odian. "Somos los del amor", dicen (todos los lunes escribe variaciones sobre este tema el coplero del partido García Montero). La frase únicamente quiere significar: "Vosotros sois los del odio".
Hablan de "golpismo judicial" cuando casi son ellos los que lo están practicando. Hablan (¡un saludo, Iglesias!) de "reventar a la derecha". Hablan de meter en la cárcel a la oposición (¡otro saludo!). Hablan de no convocar elecciones porque las ganaría la derecha (y la extrema derecha). Gobiernan sin el Parlamento.
En su denodada lucha por la democracia están destruyendo la democracia. ¿Qué arbitrariedad, qué despotismo van a dejar que estrene la derecha?
El corazón de las tinieblas es lo que sustenta este discurso, esta política. ¿Qué hay detrás, o dentro? ¿Cuál es ese corazón? Es la idea de que el Estado de derecho no existe. La idea de que la Constitución no garantiza nada. La idea de que la democracia no vale si gobiernan los otros. Dado lo cual (es decir, dadas estas mentiras), se deduce que tiene que gobernar Sánchez. Porque el Estado de derecho no existe: el derecho lo otorga Sánchez. La Constitución no garantiza nada: lo garantiza Sánchez. La democracia solo es tal si gobierna Sánchez.
Si el Estado de derecho existiera, no sería catastrófico que gobernara la derecha o la ultraderecha, porque la legalidad democrática se mantendría. Lo mismo si la Constitución garantizara los derechos y si en la democracia pudieran gobernar unos y otros. La fortaleza de las instituciones haría prescindible a Sánchez. De ahí el empeño de Sánchez en debilitar las instituciones: Sánchez ha de ser imprescindible.+
Su política es la descomposición. Y ella será su legado. Porque también Sánchez pasará y lo que nos va a dejar es la descomposición del Estado de derecho, la Constitución y la democracia. Lo de menos será que el siguiente se comporte o no como Sánchez. ¡El horror! ¡El horror!
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En The Objective.
7.12.25
El sueño vano del 'PSOE bueno'
[Montanoscopia]
1. Yo era de los que escribían su articulito constitucional por estas fechas. Pero la Constitución se ha terminado para mí. ¿Qué Constitución puede haber cuando el presidente del Tribunal que supuestamente la garantiza actúa a las órdenes del Gobierno? Los que defendíamos el patriotismo constitucional hemos de reconocer que lo que hay en España, propiciado por la letra de la Constitución (aunque obviamente no por su espíritu), es un despotismo constitucional. Resulta patética la pelea anual en nombre de la "convivencia" que la Constitución propugna. La "convivencia" no se puede imponer. Ese empeño es ya la constatación de un fracaso. El fracaso de España, inútil siempre salvo en el paréntesis de la Transición. Esta, desengañémonos, no fue el producto de una súbita lucidez entre los españoles, sino el producto del miedo y el dolor histórico en las propias carnes. En cuanto las carnes han dejado de sentirlo, vuelta a las andadas. Lo peor es que ya no serán posibles Constituciones para todos, sino solo Constituciones de parte. Como siempre ocurrió en España. Constituciones de fracaso para una España de fracaso.
2. Estuvo bien lo que dijo el exministro socialista Sevilla, contra Sánchez, en el programa de Alsina. Pero a estas alturas da igual que haya por ahí escondido un "PSOE bueno": porque ya tenemos el triste conocimiento de que sus votantes, y no digamos sus militantes, son malos. Es decir, seguidores a machamartillo del líder, haga lo que haga, sin crítica ni autocrítica; oscurantista, antiilustradamente.
3. En Arcadi Espada es habitualmente loable su freno en la tendencia a la horda. Ante las acusaciones a Paco Salazar por acoso pide prudencia, por más apetecible que le resulte ese bocado al antisanchismo. Y señala que aquellos mismos que reclamaban precaución ante las denuncias a Plácido Domingo se lanzan ahora sin más trámite contra Salazar. Lo que me ha llamado la atención es su ingenuidad (confesada en su podcast) de pensar que un comportamiento como el que le achacan a Salazar, ese de salir del baño con la bragueta abierta y cerrársela a la altura de la boca de una de sus empleadas, es imposible. Me he acordado de aquel dictum de Borges: "No hay nadie que sea imposible". Al final, el desprecio por la ficción, como lo tiene Espada, limita la imaginación de la ciertamente inagotable realidad.
4. Tampoco es imposible la mujer que denuncia falsamente a un hombre, disponiendo de ese arma proporcionada por la ley en su arsenal, en las cruentas batallas que se libran en algunas parejas. Constatar esto no es negar (no es ser "negacionista") de la violencia de hombres contra mujeres, como se le está acusando a Soto Ivars por haberse ocupado de las primeras en su libro Esto no existe. El histerismo inquisitorial que se ha desatado contra él ya es grave en sí; pero lo es más por cuanto se funda en imputaciones falsas.
5. En mi ejemplar de La muerte únicamente de Villena tengo la dedicatoria que me puso hace cuarenta (¡cuarenta!) años. Nos citó a dos amigos y a mí en la barra del Café Gijón y luego fuimos al Nuevo Oliver, donde nos sentamos en unos sofás tras bajar la espiral dantesca: "He bajado las escaleras que he bajado / (muy en penumbra, a menudo)", decía en La vida escandalosa de Luis Antonio de Villena. Él tenía treinta y cuatro años y nosotros dieciocho y diecinueve. Pidió un "raf de Beefeater", cuando aún le llamábamos "cubalibre" o "pelotazo". Qué velada tan de época: se había estrenado la noche anterior Los abrazos del pulpo de Molina Foix en la Sala Olimpia, con Gurruchaga en el elenco, y los amigos y amigas que se acercaban a saludarlo destrozaban la obra, con la anuencia de Villena. Nos deslumbró con sus anécdotas de la Generación del 27, los Novísimos y todo lo demás. Y después volvimos a su poesía. Ahora he abierto el libro, en homenaje. "Las primeras ilusiones que se pierden / (y hablo de sentimientos) / mueven mucho aparato de tragedia". O: "Soy de los que ardientemente detestan la injusticia, / de los que creen que es indigno casi cualquier privilegio, / y al tiempo soy clasista y amo la diferencia". Y el que le dedica al final de Raymond Roussel: "El sol de Palermo después de tantos viajes, / el sabor helado del Pernod en un balcón abierto...". Con sus dos versos últimos: "Hay una sombra siempre detrás del espectáculo. / Y si no es nuevo morir, vivir tampoco es nuevo".
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En The Objective.
5.12.25
4.12.25
Escapada a Cádiz
Me disponía a hablar de la atosigante política, que embrutece fatalmente (y con el sanchismo rebaja, también a los antisanchistas), cuando me han venido los aires de Cádiz, y por ahí me escapo. Estuve hace un mes justo y no había escrito nada.
Cádiz lo conocía mal. La conexión con Málaga no es buena. La primera vez, hace veintiún años, fui con Marquitos, pero estuvimos solo una tarde y una mañana, más la noche de hotel (el Playa Victoria). La segunda fue una curiosa expedición. Berta González de Vega debía entrevistar a Elvira Lindo, que estaba allí con su marido por unas jornadas literarias, y nos agregamos en el coche Pepe Carleton, la viuda de Félix Bayón y yo. Tuvo algo de proustiano, porque Carleton conocía historias de los aristócratas de todo el recorrido. Tras la entrevista, se sumó Antonio Muñoz Molina, que había terminado La noche de los tiempos. Regresamos sin pisar la ciudad: fue un Cádiz apenas entrevisto desde el coche. Por último, el año pasado hice una excursión con Losada desde Sevilla. Nuestra idea era mirar el mar por la mañana y callejear por la tarde. Pero nos topamos con el chiringuito Tirabuzón y allí echamos todas las horas, hasta que el sol se puso en el Atlántico.
Esta vez tuve una semana libre y, en lugar de pasarla entera en Madrid, que ya me da un poco igual, se me ocurrió estar en Madrid solo el fin de semana y el lunes bajar a Cádiz. Necesitaba una inyección atlántica, esa es la verdad. La asociación con La Habana es correcta (aunque nunca he estado en La Habana), pero hay otra más cercana para mí: Salvador de Bahía (donde sí he estado). La aproximación en el tren fue una aproximación a la luz.
Al salir del hotel, que era el Parador (¡pillé una oferta!), no sabía para dónde tirar. Así que llamé a Mármol, que es de Sevilla pero pasa temporadas en Cádiz. "¿Pisha, Cai cómo funsiona?". Traté de camuflarme fonéticamente entre los indígenas, pero me temo que fui descubierto por los que pasaban a mi lado. Mármol me dio una lección magistral en cinco minutos y con ella me manejé toda la semana.
Una semana simple: noches de lectura (Cuadernística de Cristóbal Polo, las cartas de Cioran), desayunos con vista a la bahía, callejeo por la mañana, comidas en terrazas (salvo un día en el restaurante El Faro, donde me pusieron unas tortillitas de camarones de orfebrería) y tardes solo para el mar, caminando por su borde con el sol a mi derecha y la última hora tomando palo cortado de cara al mar, que se iba poniendo del color rojo de mi copa. Cacé un rayo verde el jueves. Los días fueron fantásticos de sol, para ir en manga corta a principios de noviembre; salvo el miércoles de temporal, con su belleza inhóspita. Esa tarde me tumbé en la cama del hotel con el ventanal abierto y el viento marítimo me llegaba a las sábanas con promesas de algo que no se cumplía. Había, no obstante, felicidad en la pura inminencia.
El sábado invité a Losada y el circuito lo hicimos juntos. Comimos y pasamos la tarde en el Tirabuzón. Cenamos en el Mentidero. En el hotel abrimos el Talisker que me trajo de regalo y bebimos mirando la piscina con iluminación azul y los fogonazos del faro, mientras sonaba Mtume. La mañana del domingo visitamos el faro, en el castillo de San Sebastián: enclave despojado, entre geométrico y decadente, al que iría a menudo si viviera en Cádiz.
Sí, viviría en Cádiz. Calles habitables, sin tensión en la gente, frecuentes placitas y jardines, la catedral, las iglesias, las librerías (en Quorum me compré la biografía de Pessoa que ha traducido nuestro Vidal-Folch), los edificios nobles comidos por la humedad y el mar por todos lados. Una tarde caminé hasta el confín, hasta la Cortadura. Pero fueron los paseos de todas las tardes, más largos que en Málaga, más agrestes por el Atlántico, más ensanchados. El sol continuo y las olas amplias, marcando un compás metafísico. Días para limpiarse. Y me limpié.
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En The Objective.
30.11.25
Corrupción a la vista de todos
[Montanoscopia]
1. Han pasado por la cárcel todos los hombres del presidente, los del profético Peugeot. Pasó Cerdán y ahora pasan Ábalos y Koldo. "Tres sinvergüenzas" los ha llamado la ministra Morant. Sin embargo, la mayor corrupción del PSOE no es esa, sino la que está a la vista de todos, como la carta de Poe. Solo esta semana: los ataques del Gobierno al Tribunal Supremo, los ataques con su consentimiento de sus socios vasquistas (Bildu y PNV) al Rey, la ausencia del homenaje póstumo al socialista Lambán. Esta es la corrupción mayor; lo otro (lo de las mordidas y las putas) es calderilla.
2. Del PNV se sabe que intentó pactar con los nazis (¡tan pactista siempre el PNV!), así que es risible que exija perdón por el bombardeo de Guernica a alguien que no sea él mismo. Pero las ínfulas de Bildu son todavía más repulsivas, ya que ellos son los herederos y partidarios de ETA, la segunda mayor "bombardeadora" del País Vasco después de los nazifranquistas.
3. Me conmueve que Cerdán, aun en los sótanos de la corrupción, respetase el acuerdo de investidura. Sus comisiones eran del 2%, para no hacer de menos a Junts, que cuando era Convergencia las pedía del 3%.
4. Puigdemont publicó un delirante artículo en El País. Se lo publicó su director, al que, por ser digno heredero de Pepa Bueno (tras la ilusioncilla inicial), yo llamo Pepa Ahrens. Lo terrible, con todo, fue que ese artículo no desentonara en el periódico.
5. Hablan en La Cultureta de la serie Anatomía de un instante y dice Guillermo Altares, periodista de El País: "Me interesa mucho cómo la historia de España que he vivido se convierte en ficción". Pero hombre, ¡si eso es lo que lees en tu periódico todos los días!
6. Los títulos de Borges en Historia universal de la infamia se prestan a la imitación jocosa. Por ejemplo: "El abominable adjetivador Antonio Lucas".
7. No sé cómo resultará la convocatoria de este domingo en el templo de Debod hecha por Feijóo. Me parece un error, aunque con un acierto alusivo: la consideración faraónica de Sánchez. Estéticamente me molesta, porque el templo de Debod es uno de mis enclaves madrileños. Vivía muy cerca e iba casi todos los días. Y en mis viajes a Madrid me asomo siempre. Hoy me gustará ver las imágenes, pero no por la gente sino por el sitio.
8. Málaga, verso en azul, escrito por Rafael Porras con ilustraciones de Salvador Moreno Peralta, es desde el momento de su publicación en Tintablanca la mejor invitación a la ciudad que conozco. Es difícil combinar la emoción, la mirada y los datos con la maestría con que el autor lo hace. En este libro uno va paseando por Málaga en tres dimensiones a la vez: la de la Málaga presente, con las sensaciones desnudas, determinadas por la luz y el mar; la del pasado, con su historia y sus personajes; y la irisada por la cultura, esa especie de aura que la completa y trasciende. Yo que tiendo a ser poco localista y que, aunque amo el Mediterráneo, llevo en Málaga una vida un tanto atlántica (¡pessoana!), he sentido el impulso de salir a callejear y a fijarme mejor en todo. Málaga, verso en azul es un libro de viajes hecho desde aquí (que incluye estupendas citas tanto de malagueños como de españoles de otros lugares y de extranjeros), que me anima a viajar por mi propia ciudad. Y a los visitantes, además de animarles a venir, les ofrece claves para que disfruten de una vivencia más rica cuando vengan.
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En The Objective.
28.11.25
Vicent es el Pemán de las ensaladas
[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 1:25]
Buenas noches. Antes que nada quiero adherirme desde estas Opiniones ultramontanas al Alguien tenía que decirlo del pasado martes, en que José Ignacio Wert vindicó la denostada Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen. ¡A mí también me gusta! Dicho lo cual, paso a lo de hoy, en lo que puede que me encuentre más solo aún, sin ni siquiera la compañía de Wert: la crítica a Manuel Vicent. Sé que Vicent es amigo de esta casa, en la que Carlos Alsina le ha hecho estupendas entrevistas, que por otro lado yo no me he privado de disfrutar. En realidad, siempre escucho con gusto a Vicent. Desde que, a principios de los ochenta, dijo en televisión que su cabeza (ya calva) tenía forma de pene. Ese gamberrismo captó la atención del gamberro que yo era y que en buena medida sigo siendo. Luego empecé a leer la columna de Vicent en El País y me hice fan de su escritura sensorial, mediterránea y con algo de diamantino, como tallada en la hoja del periódico. Lo que ocurre es que han pasado más de cuarenta años y la columna es idéntica. Esto le ha permitido mantenerse cómodamente en el Establishment mientras otros, más arriesgados, han pagado sus osadías. Así Félix de Azúa, Fernando Savater o nuestro Andrés Trapiello. La otra noche homenajearon a Vicent en el Café Varela y entre los asistentes estaba el turbio presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. Esto significa que el Establishment le da a Vicent su certificado de buena conducta. También acudieron numerosos columnistas, que quieren ser como Vicent. Claro, su sueño es tirarse cuarenta años escribiendo la misma columna del aceite que se derrama en la ensalada, refulgiendo al sol. ¡El cara al sol del aceite en la ensalada! Vicent es el Pemán de las ensaladas.
27.11.25
Disección del zapaterismo, fase inferior del sanchismo
Si el imperialismo, según Lenin, era la fase superior del capitalismo, no cabe duda de que el zapaterismo es la fase inferior del sanchismo. Todo lo de este estaba ya en aquel, agazapado o desplegándose. El zapaterismo le puso el suelo al sanchismo, que desde ahí se ha expandido. La presencia actual de José Luis Rodríguez Zapatero revoloteando alrededor de Pedro Sánchez rubrica la continuidad. Por eso es oportunísimo el análisis de los gobiernos de Zapatero que hace Julio Ponce Alberca, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, en un libro recién publicado: La ilusión traicionada. El principio del fin de la socialdemocracia española (Sr. Scott).
La primera vez que el expresidente apareció en un libro de historia fue, si no estoy mal informado, en la Historia mínima de España (Turner) del prestigioso Juan Pablo Fusi en 2012, justo un año después de que dejara el poder. Lo hace en estos términos: "El nuevo socialismo español, el socialismo de Zapatero, era un vago sentimentalismo progresista, asociado más a valores morales comunitarios que a grandes reformas económicas o sociales". Entre otras políticas (como las de "igualdad de género y de ampliación de derechos cívicos"), estuvo la del "entendimiento con la izquierda y con los nacionalismos, como fundamento de un nuevo orden democrático". Más adelante: "La ley de Memoria Histórica (2007) abrió de nuevo la polémica sobre la Guerra Civil, un debate que España había superado admirablemente desde 1975 y que había quedado ubicado ya en el ámbito de la historia académica". Por último: "Zapatero supuso, pues, la ruptura de consensos básicos vigentes, tácita o explícitamente, desde la transición".
La investigación de Ponce Alberca prosigue esta línea y la enriquece. Se nutre de documentación de y sobre el periodo 2004-2011, de estadísticas y cuentas oficiales, de la prensa de la época, de estudios, biografías, memorias y ensayos, algunos de carácter periodístico, y hasta recurre para ilustrar determinadas situaciones al hilarante Diario de un presidente del gobierno, de Ángel Ruiz Ayala (Renacimiento), humorístico y de ficción pero de notable agudeza verosímil. El tono es el de un historiador, objetivo, con cierta distancia, aunque sin privarse de emitir juicios, a modo de conclusiones al paso; por lo general críticas con el personaje y su desempeño político. El resultado es una disección. Con un doble efecto: además de comprender lo que fue y supuso el zapaterismo, logramos atisbar desde aquella perspectiva lo que está siendo el sanchismo.
En el origen global estaría la crisis de la socialdemocracia en Europa, a partir de la caída del Muro de Berlín en 1989 y el hecho de que el centro-derecha había asumido ya algunos de los postulados socialdemócratas, como la combinación de Estado y mercado. Como alternativa particular, el PSOE propuso en España, para diferenciarse de la Tercera Vía de Anthony Giddens acogida por el laborismo británico, la llamada Nueva Vía, que recogió el llamado "republicanismo cívico" del profesor Philip Pettit. A este se le ensalzó como gurú, pero aquí la palabra "republicanismo" se deslizó un tanto castizamente hacia la reivindicación de un régimen explícitamente republicano, con nostalgia del anterior nuestro y la propugnación más o menos abierta de uno futuro.
Una vez que Zapatero alcanzó el poder en su partido, de manera implacable, y tras una fase inicial en que cultivó su imagen de sosegado y dialogante en la oposición, la del célebre "talante", dio paso a otra cuyo objetivo era el desgaste del gobernante PP de José María Aznar. Esta política la mantuvo una vez en el Gobierno, a partir de las elecciones de 2004 (tras los atentados del 11-M). Según el autor, Zapatero se acogió a la inercia de la bonanza económica heredada, incluso en lo que dependía de la burbuja inmobiliaria, al tiempo que impulsaba políticas simbólicas de gran impacto social (como las del matrimonio homosexual, la de paridad, la antitabaco, la de memoria histórica o la de dependencia) y (salvo esta última) de poco coste.
Ponce Alberca señala las consecuencias del énfasis puesto por Zapatero en los aspectos emocionales e incluso morales sobre los racionales. Aparte de la ineficacia fáctica, con leyes cuya viabilidad no se estudiaba y decisiones no basadas en el pragmatismo, servía para trazar una línea que excluía a la oposición. Si la emotividad y también la bondad estaban del lado del presidente, quienes se le oponían lo que hacían era "crispar" y, como se proclamó en la campaña electoral de 2008 (la de "defender la alegría") ser "unos cenizos". En estas disputas también se resalta la torpeza del PP a la hora de sortear las trampas que le ponía el PSOE. Por lo general caía en todas de mala manera.
El repaso es exhaustivo, y abarca asuntos en los que no me puedo detener en este apunte: por supuesto, incluye la política internacional, la relación con los nacionalismo catalán y vasco, la cuestión de ETA, etc. Hasta llegar al final, el de la crisis primero negada y después sufrida. Muy significativa la actitud, antes y después, del ministro de economía Pedro Solbes: terminó arrepintiéndose de las mentiras a que le obligó el presidente. La conclusión del autor es que la política de Zapatero se resumió en humo: no hubo avance en igualdad socioeconómica y ni siquiera en igualdad de género, no se abordaron reformas, empeoró la integración territorial, la sociedad se dividió. Todo fue una gran representación que terminó en el agujero de la crisis. Pura España (añado yo): puro barroco.
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En The Objective.
23.11.25
Franco fue nuestro primer Chanquete
[Montanoscopia]
1. Cincuenta años después, España está desatada y bien desatada. ¡Qué insufrible polarización! Nuestra derecha también se las trae, pero la clara culpable es nuestra izquierda. Ella empezó la presente deriva y la está llevando a unos extremos delirantes. Lo sentencio desde mi atalaya moral, que es de aúpa. Y desde mi ya irreversible abstencionismo. Vivimos, qué le vamos a hacer, en un país muy tonto. Qué manera más estúpida (¡más española!) estamos teniendo de irnos al guano.
2. Durante la crisis me refugiaba de los problemas de España en los de Argentina: viendo Periodismo para todos, de Jorge Lanata. Ahora aquellos problemas se parecen a los nuestros. Los peronistas hablaban de "golpismo mediático" y de "golpismo judicial", como aquí estos días. Al propio Lanata lo llamaban "golpista" por investigar la corrupción de los Kirchner. Aquel refugio mío era una anticipación de esta intemperie.
3. En su 25° aniversario, el diario Página 12, que se había vuelto kirchnerista, ni mencionaba a Lanata, que lo fundó en 1987 y lo dirigió hasta 1994. "Soy el primer desaparecido de Página 12", bromeó. En España, en el 50º aniversario de la proclamación como rey de Juan Carlos no ha estado Juan Carlos. Nuestra memoria histórica se hace a tajo limpio.
4. El día en que comenzó su reinado, el sábado 22 de noviembre de 1975, pensé que a mis nueve años iniciaba yo una prometedora vida habilidosa. Mi padre nos había dicho que estuviéramos pendientes de la tele, que era un acontecimiento histórico. Pero mi hermana y yo correteábamos por la casa y en uno de los vaivenes, al dar un portazo en el cuarto de mis padres, se desplomó el manillar y me quedé encerrado. Al estupor siguió un uso inédito de mi inteligencia. Cual chimpancé de documental, evolucionado en homo habilis, recogí el manillar del suelo y, con un ligero trasteo, lo logré encajar. ¿Funcionaría? Lo accioné y la puerta se abrió. En el salón estaba la ceremonia real, pero yo me encontraba en mi propio reino, recién conquistado. Ahora podría escribir que fue el primer acierto práctico de toda una serie de aciertos prácticos. Pero aquel fue el único acierto práctico de mi vida. Hizo medio siglo ayer.
5. Alguna vez he escrito que la de los nacidos en los sesenta es una generación tanática. Se nos murieron demasiados. Además de Bambi: Nino Bravo, Cecilia, Fofó, Félix Rodríguez de la Fuente y Chanquete. Franco está en el conjunto. Fue nuestro primer Chanquete: Verano ¡azul!, "No nos moverán" (canto al inmovilismo)... Aunque a Chanquete sí lo lloramos.
6. Mercedes Cebrián, que escribió un libro maravilloso sobre aquella serie, Verano azul: unas vacaciones en el corazón de la Transición (Alpha Decay), ha publicado este año Estimada clientela (Siruela), en que nos lleva de tiendas por cantidad de países, sacando filones de oro literario a cada paso. Nada hay más delicioso que leer a Mercedes Cebrián. Su mirada singular se torna aquí un poco melancólica, por los tiempos: "Un libro sobre ir de compras es un libro nostálgico: hay que aceptarlo". En un momento dado, mi lectura adquirió aires de thriller. Pasaban las páginas y no aparecía el sitio de Madrid con el mejor nombre del mundo, absolutamente acorde con aquello en que la autora se va fijando: Bobo y Pequeño, la tienda de telas situada en Atocha 20. "¡No puede ser que no hable de Bobo y Pequeño!", me decía. Pero claro que habla: en la página 202, casi al final. Y con premio. Cuenta Cebrián que una compañera de clase, cuando se enfadaba con su hermano menor, lo llamaba "Atocha Veinte".
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En The Objective.
20.11.25
Intento formular mi experiencia del franquismo
Yo tenía exactamente nueve años y medio cuando murió Franco, pero ni siquiera fui un niño de derechas: el franquismo ni me rozó. Mi bloque estaba en uno de los sitios en que terminaba la ciudad y hacíamos vida tanto en la barriada como en los descampados con un indeleble espíritu anarquista, por no decir gloriosamente salvaje. Tuve la suerte de no padecer adoctrinamiento ni político ni religioso, ni en la familia ni en la escuela.
La tele nos lo daba todo y Franco solo aparecía en la tele en los aburridos Telediarios, que ni mirábamos. Sí teníamos que mirar el Nodo, a la espera de la película en el matinal o el cine de verano, y allí salía un Franco algo más dinámico, que asistía a eventos deportivos e inauguraba cosas, a diferencia del viejecillo estático de las noticias, un abuelete un tanto insípido que, sin embargo, tomábamos como un personaje más de la tele, solo que uno al que no teníamos ganas de ver como a Locomotoro, Pippi o la perrita Marilín.
Su verdadera presencia cotidiana para nosotros era en las monedas, que nos quemaban en las manos porque en cuanto nos caía una corríamos al kiosco a cambiarla por poloflanes, soldaditos, chicles bazookas o cromos (en Málaga decíamos "estampas") de futbolistas. Sí nos sorprendía que aquel perfil un tanto regordete se correspondiera, nos decían, con el viejo escuálido de la televisión. No lo reconocíamos.
Solo vi fotos del Franco joven en el primer fascículo de la colección que mi padre empezó a comprar: Los españoles. Colección en que también aparecieron El Cordobés, Picasso, Massiel y Dalí. De este salía un dibujo de niño con una rata en la boca. Franco era eso: el primero de toda colección de ese género que, por el espíritu de la época, derivaba en pop. Sabíamos, claro, que era el que mandaba. En este sentido, algo nos debieron de inocular; o tal vez fue por inercia. El efecto en todo caso era de carácter familiar: ya digo, Franco nos parecía una especie de abuelo. Entrañable pero sin calor: ni lo queríamos ni lo dejábamos de querer.
Entonces se puso malo. Se abrió un tiempo eterno, como todos los del niño, en que se me entremezclan ya los partes médicos reales con las fotos posteriores del Interviú. Sí son inequívocamente de los últimos días los chistecillos de mis padres y mis tíos. Los pequeños nos sumábamos a las risas, aunque no entendíamos muy bien de qué iba aquello. Solo me acuerdo de uno en que el personaje cantaba una sevillana famosa (veo ahora que es justo de 1975): "No te vayas todavía, no te vayas, por favor". Algo regocijaba a los adultos y no entendíamos qué.
Aquel periodo acabó la mañana del jueves 20 de noviembre, hace hoy cincuenta años. Mi madre me llevaba a la escuela y, al ir a bajar las escaleras de los eucaliptos, nos cruzamos con otra madre que subía con su hijo. "Que no hay colegio, que se ha muerto Franco". En la tele salían grabaciones de desfiles y música militar, imágenes de Franco en la guerra (¿cuándo nos habían hablado de la guerra?), y en mi memoria hay también dibujos animados y cine cómico, pero esto tuvo que ser ya cuando las elecciones de 1977. Lo de Arias Navarro no lo recuerdo en directo. Luego salí a dar una vuelta con el Antoñito y las calles estaban vacías. Nunca habíamos hecho la piarda, pero la sensación era de estar haciendo la piarda. Mi amigo me habló de "los regimientos" que habían salido en la tele, y en ese instante aprendí la palabra “regimiento”.
Después vino el entierro y la coronación del príncipe (de este había otro fascículo, el segundo, de Los españoles). A mi abuelo le impresionó aquello que le decían a Juan Carlos al final de la ceremonia: "Si así lo hiciereis, que Dios os lo premie, y si no, que os lo demande". Repitió, como hacía a veces, lo último: “que os lo demande”. No recuerdo emoción, ni mucho menos lágrimas, por la muerte de Franco. Era algo como irreal, aunque con una dimensión histórica que estaba en el ambiente. Nada que ver, desde luego, con la muerte que nos golpeó un mes y cinco días más tarde: la de mi abuela, que llevaba semanas ingresada. Por esta muerte, y porque mi abuelo se vino a vivir con nosotros y en la casa faltaba una habitación, nos mudamos en el verano de 1976.
Mi pequeño reino afortunado se quedó así encerrado en una burbuja: aquella barriada de Las Flores, un espacio con un tiempo específico, a la que regreso muy de tarde en tarde para que no se disipe el elixir.
Solo unos años después, atando cabos, me di cuenta de algunos indicios de la dictadura (tampoco recuerdo cuándo se empezó a decir esta palabra). Unos estudiantes universitarios corriendo, huyendo de algo que no llegamos a ver. Los adultos hablando en el rincón de alguna reunión familiar de un conocido de ellos al que la policía le había metido la cabeza en un cubo de agua. Una frase del abuelo del Antoñito después de que este dijera, en una discusión, que podía decir lo que le diera la gana: "Si uno pudiera decir lo que le diera la gana...".
La Constitución de 1978 se construyó contra Franco y el franquismo. Mienten los que dicen lo contrario. No se ocultó nada. Se habló abundantemente de la dictadura y de la guerra civil. Otro coleccionable de mi padre fue el de Hugh Thomas, que empezó a publicarse en 1979.
Los niños de entonces llegamos a saberlo todo. Pero de la triste dictadura se pasó a la alegre democracia y esta fue la que se impuso anímicamente. Ayudó que la alegría ya la traíamos. Nuestra niñez alegre se hubiera topado en la adolescencia, como las generaciones anteriores, con el anticlimático franquismo. Por fortuna nos acoplamos a una exaltante democracia, en la que mantuvimos la corriente de nuestra alegría.
* * *
En The Objective.
16.11.25
Sánchez ha calcinado a Rosalía
[Montanoscopia]
1. Sánchez ha calcinado a Rosalía. Inescuchable ya. La ha convertido en la Estrellita Castro de su franquismo.
2. Un amigo me había dicho: "Rosalía es la Sor Citroën del pop mundial". Lo cierto es que ninguna de las monjas de esta insufrible avalancha tiene la modernidad de Gracita Morales en ese papel. Nuestro tríptico insuperable de monjas (dos españolas y una mexicana): Santa Teresa, Sor Juana Inés de la Cruz y Sor Citroën. Las de ahora ni las rozan.
3. Algunos (no muchos) somos tan visceralmente antifranquistas que nos revuelven el estómago los actos que, aunque se presentan como antifranquistas, atufan a franquismo. Así la visita del presidente a Radio 3, con la sumisión de su jefe de propaganda Joseph Paulus y todos los empleados, que se abalanzaban (¡con sus looks tan guays!) para la genuflexión. En otros tiempos Radio 3 era sinónimo de libertad (¡y de buscar la belleza, la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo!). También me eduqué con ella. Quienes señalan que Sánchez no está cumpliendo con los eventos prometidos del Año Franco no se dan cuenta de que lo está celebrando a lo grande: por suplantación.
4. David Uclés se ha enfadado porque ha habido uno (¡uno!), el tuitero Basi, que ha leído su novela y la ha estado comentando en Twitter. Me ha llamado la atención lo mortalmente mala que es. No tenía pensado leerla porque me suscitaba perezón, pero daba por hecho que tendría algún valor literario. Las reseñas han sido elogiosas y se ha vendido como rosquillas. Ahora estos datos son un síntoma del estado catastrófico de nuestra cultura. El autor y los medios oficialistas hablan de odio. Pero lo que ha habido ha sido crítica literaria. Como la que los medios oficialistas han ejercido contra Juan del Val. Una vez más, los hunos y los hotros hablan de lo mal que escribe el autor de enfrente. Y, una vez más, todos tienen razón.
5. He leído Astérix en Lusitania, por Astérix y por Lusitania. Es flojísimo, pero me lo he pasado bien. Como hacía tanto que no leía a Astérix, sobre el menesteroso volumen se han posado los volúmenes grandiosos. El primero que leí, con ocho o nueve años, fue Astérix y el caldero. ¡Qué gustazo entonces! Luego fueron cayendo los demás. Mis favoritos: El escudo arverno, La Vuelta a la Galia por Astérix, Astérix en los Juegos Olímpicos y Astérix gladiador. Del de ahora solo está realmente bien el fatalismo que inyectan los fados. Entona uno Obélix y los romanos que los persiguen entran en depresión.
6. Gloriosa la reaparición de Rubiales. La finta que hace para ir a por el que le lanza los huevos es un prodigio. Este hombre es un portento de elasticidad. Por su ballet gestual en aquel palco junto a la reina y la infanta lo llamé "el Nadia Comaneci del tocarse los huevos". No me cansaba de ponérmelo. Ahora no me canso de ponerme esto otro, con otros huevos. Siempre huevos con Rubiales: parece que su arte lo desencadenan los huevos.
7. Magias de la fisonomía: personas que te caen mal o que te caen bien porque se parecen a otras. Me cayó mal el escritor mexicano Xavier Velasco cuando se plantó en España como enfant terrible, diciendo que le gustaba dar besos con la boca llena de wasabi, sin saber que su cara ya estaba repartida entre nosotros: la tenía Milikito. Y me cayó bien Xabier Azcargorta, que se acaba de morir, porque tenía la misma cara que mi adorado Eugenio Trías. Incluso me parecía que hablaba filosóficamente de fútbol.
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En The Objective.
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