Que Twitter es y será una porquería ya lo sabemos. Discépolo lo clavó, avant la lettre: “Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos”. Sí, Twitter es un cambalache en el que están, estamos, todos; entre ellos, con mucha voz, los impresentables. Trato de evitarlos, pero me llegan rebotados. No haberlos bloqueado antes es siempre el error.
El que más me irrita (¡me inrita, crucificándome!) es Arnaldo Otegi, miserable donde los haya. Jesús Nieto ya manifestó aquí su molestia, que hago mía. El tipo se siente uno más, con una autoestima del calado de su miseria, y resulta insufrible cuando te caen sus comentarios sobre la actualidad. Siempre de una necedad incomparable; pero aunque fuesen inteligentes: ¿qué nos importa lo que diga un sujeto que suscribió las bombas, los secuestros y los tiros en la nuca?
Me acuerdo de cuando salía en la tele tras cada atentado de ETA, con su cara de piedra pómez; más insensible y siniestro aún que el obispo Setién. Excusando los crímenes, amenazando con ellos, con una retórica babosa y repulsiva. Y ahora ese hombre está entre nosotros. Empuercándonos con su mera presencia. Y muchos dejándose. Muchos, incluso, agasajándole. Esto es lo preocupante, lo deprimente, en realidad: cómo en ciertos sectores han decidido incorporarlo.
El último mojón suyo que me ha caído es el que soltó cuando dejaron en libertad provisional a los de La Manada: “Nuestro pueblo no se merece vivir en un Estado que ampare agresiones contra las mujeres”. Ya se le recordó el mimo con que su ETA trató a las mujeres. Aunque no habría ni que habérselo recordado.
El único asunto aquí es el de la psicopatía ideológica. Espontáneamente tiendo a descartar el cinismo, incluso en Otegi. No me parece que Otegi sea cínico, sino algo peor: un tipo auténtico en su vileza. Un psicópata ideológico para el que lo que existe es una ideología abstracta, desligada del mundo y de los hombres (¡y las mujeres!). Una ideología que utilizará el crimen cuando lo considere necesario. Y esto no es algo que vaya a pasar, sino que ya pasó. Otegi estuvo ahí. Y ahora está, abyectamente, entre nosotros.
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En The Objective.