27.1.15

El populismo perfecto

La libertad va con la responsabilidad. El sujeto libre es el sujeto responsable: el que se hace cargo de lo que ha hecho, y también de lo que le ha pasado. Porque el sujeto responsable no es omnipotente: le pasan también cosas que no ha decidido. Ya que estamos con los griegos, en la tragedia se escenificaba precisamente esa herida; y la parte contraria sí era omnipotente: el destino.

Los grandes trágicos eran artistas para adultos: les enseñaban que hay problemas irresolubles. Instalaban a los espectadores en esa tensión, que solía acabar mal. La tragedia del escenario era la tragedia de la libertad de cada uno. Hasta que con Eurípides, según señalaba Nietzsche, llegó el pasteleo: los problemas empezaron a tener solución. Esta solución no procedía de la lógica interna de la trama (que era, como digo, irresoluble), sino de fuera: aparecía un dios que lo arreglaba todo. El famoso deus ex machina (el dios desde la máquina, de la tramoya), que ahora vienen a representar Alexis Tsipras en Grecia y Pablo Iglesias en España.

Zyriza y Podemos son, pues, partidos antitrágicos. Es decir, partidos que postulan (y venden) un final feliz. Al fin y al cabo, la historia que postula su profeta Carlos Marx tiene un final made in Hollywood. Al igual que Hollywood, Tsipras e Iglesias son especialistas en halagar al público. Su halago consiste, básicamente, en eximirle de toda responsabilidad. El pueblo no ha tenido ninguna responsabilidad en el estado de su país: toda la responsabilidad es de sus políticos, y en los últimos años también de Alemania y de la troika.

He aquí el populismo perfecto. Escenificado especialmente en el caso español con esa acuñación de "la casta", que funciona como una aspiradora moral: a ella va a parar la responsabilidad de todos los males, dejando al pueblo limpio, sin una pelusilla. Y el pueblo, como buen espectador de Hollywood que es, lo ha comprado: basta con sustituciones en el poder y con actos de decisión para que la realidad (moldeable como en Hollywood) no ofrezca ya problema.

Pero la realidad suele ser más pedregosa y resistente, no tan fácil de moldear, ni moldeable por completo. Y la historia, a diferencia del cine y del teatro, no se para. No hay un telón ni un The End, sino que la trama sigue. El momento de la (falsa) solución terminará desembocando en el nuevo problema, o en el problema antiguo agravado. Y al pueblo no se le ahorrará verlo ni sufrirlo en sus carnes; y si lo ha hecho excesivamente mal, tampoco se les ahorrará a sus hijos.

[Publicado en Zoom News]

20.1.15

Floriano, cortometrajista

Para ilustrar lo abajo que estaba un guionista en Hollywood, Billy Wilder contaba esto que oyó una vez sobre un rodaje: "Fíjate si estaba salida la script, que se acostó hasta con el guionista". Pero los que hemos estado en el guionismo de cine y televisión, aun en su modalidad más bajuna, como es la del cine malo y la televisión mala, siempre hemos tenido a alguien más abajo aún: los cortometrajistas. Eran prácticamente nuestro único balón de oxígeno: aquellos a los que podíamos despreciar con la convicción de que eran peores. Luego algunos triunfaban, pasaban a hacer largos y demostraban ser mejores. Pero esta, como se decía en Irma la Dulce, es otra historia.

Los cortometrajistas son muy pesados, los pobres (no les queda otra), pero lo que me agobiaba de ellos era el abismo que mediaba entre su talento y su ilusión. Era una ilusión descomunal y una falta de talento igualmente descomunal (esto último, en el 95% de los casos; como también pasa, por otra parte, en los escritores y hasta en los columnistas). Ahora a Carlos Floriano le han encomendado una misión con presupuesto, la de la campaña del PP en las autonómicas y municipales de mayo, y lo primero que ha hecho ha sido rodar unos cortos. De pronto me he dado cuenta de que siempre había tenido un algo de cortometrajista: de esos que se han hecho su curso en Nueva York, aunque con look aseado.

Los cinéfilos con estas cosas lo que nos hacemos es una jam session, y eso he hecho yo con la producción completa, hasta esta hora, de Floriano: siete cortometrajes que configuran un mundo, el Macondo personal de Floriano. Los simples títulos ya nos dejan un aroma: Aún queda mucho por hacer, Cercanía, Un paso más, Aciertos y desaciertos, Voluntad de mejora, Detrás de los datos. Suena a algo entre Ingmar Bergman y Leni Riefensthal; el voluntarismo de esta, eso sí, endulzado con un tono (¡socialdemócrata!) de autoayuda.

Esto último explica por qué este universo fílmico resultaría hospitalario para Zapatero. Nos lo imaginamos perfectamente llegando a esa estancia inundada de luz, sin suciedad, humo ni vicios, que quizá se ha utilizado luego para hacer un anuncio de Danone, cogiendo una manzana y sentándose entre Rajoy, Cospedal, Arenas, Pons y el propio Floriano, que, como Woody Allen, sale en sus películas. También él, cómo no, dice mordisqueando la manzana, tiene ideas para mejorar el país. Y los demás lo escuchan porque ese es el estilo de la película, el de escuchar y ser guays. El de ser todos, en realidad, Zapatero. De hecho, es a Zapatero al que interpreta Floriano cuando dice lo de que "a lo mejor nos ha faltado piel y sensibilidad".

El resultado es un maravilloso ciclo sobre la impostura del poder. Quizá Torres-Dulce esté de acuerdo si algún día vuelve la tertulia de Garci y lo ponen. Malos actores interpretando un papel que no se creen, e interpretándolo mal, en una cápsula que no tiene nada que ver con lo que hay ahí fuera: la realidad, la vida. Floriano logra traducir admirablemente a lenguaje cinematográfico el carácter mediocre y hueco del político español, encarnado en este caso en los de la cúpula del PP, a los que quizá no les vendrían mal unas clases de Cristina Rota (aún a riesgo de salir todos luego con la pegatina del "No a la guerra").

En cuanto al presidente Rajoy, enlaza con esa tradición actoral española de intérpretes carraspeantes y titubeantes, incapaces de emitir un golpe de voz firme. Este tono tiene su gracia cuando se trata de presentar a un personaje atribulado, tipo Pepe Sacristán en Cara de acelga; pero exhibirse así estando al timón del barco resulta raro. En el cine todo se puede arreglar, sea repitiendo las secuencias o después en montaje, y si Floriano no lo ha arreglado es porque es eso lo que quería transmitir. Dice Josep Pla en El cuaderno gris que para sus padres debió de ser duro ver que tenían un hijo "en forma de nebulosa". Floriano nos cuenta que los españoles tenemos un presidente exactamente así.

Tampoco se ha arreglado en montaje el error más importante de todos, el que desbarata a Rajoy y consagra a Floriano como cineasta malvadísimo: el uso de Rajoy de "deber de" en vez de "deber". Si eso estaba en el guión, es para Goya. Dice Rajoy: "Lo que te da equilibrio y lo que te da fuerza es hacer aquello que crees que debes de hacer". Me recuerda a lo que unos amigos me dijeron un domingo, eufóricos de su sábado: "Anoche estuvimos a punto de empezar a ligar". La emisión de Rajoy, ya de por sí desequilibrada y débil, y por lo tanto con una forma que refuta el contenido, se rompe del todo al final con ese "de" de plastilina. En El País sí se lo han arreglado en montaje, y en el titular lo han puesto bien: "lo que crees que debes hacer".

No es para menos. Es algo sabido de sobra (menos por Rajoy y los que son como él), pero Manuel Seco lo explica con dos palabras en su Diccionario de dudas (Espasa, 2001): deber + infinitivo significa obligación; deber de + infinitivo significa suposición. Así que el sentido del deber de don Mariano es, de momento, dicho por él mismo y no corregido por Floriano, lo segundo.

[Publicado en Zoom News]

6.1.15

Deseos humanos

El invento este español del día de Reyes tiene como único propósito acabar con los propósitos. Con los de año nuevo, naturalmente, que son los que uno se formula con mayor empuje. Como si fuera nuevo. El sabotaje de estos primeros días tontos hace que lleguemos al 6 de enero con el 2015 ya desperdiciado. Se acabó la Navidad y se acabó todo. Desde mañana, otro año viejo.

De niños no nos hacíamos propósitos: simplemente esperábamos los regalos. De adultos la cosa se complica. Georges Brassens dice en una de sus canciones más bonitas que la primera novia es "el último regalo de papa Noel". En efecto, con el amor (y el sexo) se abandona la infancia y los otros regalos pasan a un segundo plano: el que más deseamos es ese, con sus venenos. Me acuerdo del epitafio de un artista que hay en el cementerio inglés de Málaga: "El arte y las mujeres le hicieron la vida más hermosa, pero también más difícil".

En estos días de espera (desilusionada ya) de los Reyes Magos, me entregó un papelito un africano, que podría ser Baltasar vestido de calle. Era uno de esos anuncios de brujo, cuyas prestaciones se enumeraban. Lo cogí solo por cortesía (por hacerle ese regalo al hombre), e iba a tirarlo a la papelera unos pasos más allá cuando me di cuenta de que en que en él se resumían los deseos humanos esenciales. (Los deseos del humano adulto, claro está, porque el niño lo que quiere son sus juguetes). Así que me lo guardé. Lo tengo ahora delante.



"No hay problema sin solución", reza el encabezamiento. Y a continuación el maestro Amadou, "gran vidente especialista en todo tipo de problemas y dificultades", enumera esos problemas, en tres bloques: "Problemas matrimoniales - sentimentales"; "Suerte en los negocios, en el trabajo y exámenes..."; y "Protección de vida de familiares". El amor, el dinero y los seres queridos. El más pormenorizado es el primero. La parte del león de la felicidad, como quien dice. Para quien ya goza de ella, resulta conmovedor lo de "amarres": siempre está el miedo de que se pueda perder. Y si además de amor se tiene financiación (cosa que ofrece el segundo bloque), la cosa va que chuta. Al final se asegura que el "profesor" Amadou (ha pasado de maestro a profesor en once líneas) "arregla casos muy desesperados con rapidez y resultados positivos y garantizados".

Me imagino a esos desesperados acudiendo al brujo, y el alivio que sentirán solo por pensar, durante la consulta al menos, que lo suyo puede arreglarse. Pero hay que bregar con lo que no tiene arreglo. El psicoanalista André Green dice que la salud mental está en lo que él llama "posición depresiva": no prescindir de la conciencia de lo que va mal, pero sin paralizarse por ello. Tenerlo como un trasfondo de (ligera) melancolía permanente.

Me he acordado del mejor párrafo de las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, que no se engañaba sobre lo que no puede ser, aunque lo reincorporaba al encanto acre de la vida: "Cuando hayamos aliviado lo mejor posible las servidumbres inútiles y evitado las desgracias innecesarias, siempre tendremos, para mantener tensas las virtudes heroicas del hombre, la larga serie de males verdaderos, la muerte, la vejez, las enfermedades incurables, el amor no correspondido, la amistad rechazada o vendida, la mediocridad de una vida menos vasta que nuestros proyectos y más opaca que nuestros sueños: todas las desdichas causadas por la naturaleza divina de las cosas".

Hay, pues, en contra de lo que promete el maestro o profesor Amadou, problemas sin solución. Aunque se le podría dar la vuelta, de un modo más profundo, casi zen, como hizo Duchamp: "No hay solución, porque no hay problema". No se trataría de frivolidad, sino de seriedad despreocupada. Para que el adulto vuelva al niño, según Nietzsche: "Madurez del adulto: significa haber reencontrado la seriedad que teníamos de niños al jugar".

[Publicado en Jot Down]

5.1.15

Depresión regional

Lo de las uvas de Canal Sur es una frivolidad, naturalmente. Que todos los problemas fueran así. Pero constituye un síntoma tan nítido, y tan grande, que me ha producido una depresión: una depresión de carácter, digamos, regional. Andalucía es esto. Es más cosas, algunas buenas; pero también esto.

"Sarna con gusto no pica", dijo un amigo para referirse a los que habían optado por seguir las campanadas por Canal Sur. Y la verdad es que, ya puestos en esa situación, el que las uvas salieran logradas o fracasadas era lo de menos. Los vídeos que han circulado de familias pasmadas ante la tele ofrece una muestra sociológica de quiénes ven la cadena: esta, de algún modo, ha seleccionado a ese espectador pasivo que lo ha confiado todo a ella y no sabe cómo reaccionar. La acción del mando a distancia parecía descartada de antemano. Eran salas de estar de la estolidez.

Después se lo tomaban, benditamente, con humor. Incluso en los despotriques escatológicos había humor. Eso está bien. Tiene un fondo sabio. Pero los que ya estábamos inritados no hemos podido dejar de apreciar cómo ese humor, o esa guasa, es también nuestra condena. Con menos tonterías nos iría mejor. Por supuesto, también la cadena se ha sumado a las risas, con un vídeo de "excusas simpáticas". En él hay otro elemento interesante: los desenfadados presentadores remiten al 28-F, en que habrá una gran sorpresa. El 28-F como escudo de protección: un invento precisamente diseñado para estas ocasiones.

Las críticas a Canal Sur nunca pueden ser del todo a Canal Sur: porque su identificación es máxima con buena parte del pueblo. Se trata de una cadena con muchos cómplices entre los andaluces, que rebotan en ella autosatisfechos como pelotas de frontón. No me atrevería yo a quitarla, y dejar a esos espectadores sin su espejo. Pero la cadena, en vez de refocilarse, quizá podría hacer por elevarse un poco. Y, sobre todo, se podría intentar romper ese círculo desde abajo: desde la educación. Vano empeño en vista de los resultados. Mantener al pueblo en el atraso siempre les ha rentado a los señoritos: a los de antes y a los de ahora.

[Publicado en Zoom News]