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Ver a Ricardo Reis en la mesa de novedades me provoca una emoción que se acerca a la de Iñaki Uriarte cuando leyó el Libro del desasosiego en 1984, según cuenta en sus diarios, y llamó al periódico para preguntar que por qué no era noticia de primera página. Aunque con Ricardo Reis es mejor que se guarde discreción: basta mirar el libro y saber que tiene la clave. Su presente es extremo, y sin embargo pertenece a un orden distinto del de la actualidad: el presente de esta es rabioso, como se dice, mas al mismo tiempo está domesticado. Quizá algún día una desgracia nuestra salga en el periódico, pero ya será irreparable.
Leemos al sol en una playa –puede que, aun en e-book, las odas de Ricardo Reis– y la tormenta ya viene, está ahí, aunque no la hayamos visto todavía. Llegará antes de que terminemos la página. Dice la oda XI: “Temo, Lidia, el destino. Nada es cierto. / En cualquier hora puede sucedernos / lo que todo nos mude. / Fuera de lo sabido es extraño el paso / que propio damos. Graves numes guardan / los linderos del uso. / No somos dioses: ciegos, recelemos, / y la parca dada vida antepongamos / a novedad, abismo”. Ser lector de Ricardo Reis solo sirve para saberlo: el golpe será igual.
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En The Objective.