24.2.16

Novedad, abismo

Mi traducción preferida de las odas de Ricardo Reis sigue siendo la de Ángel Campos Pámpano, que editó Pre-Textos en 1995. Quizá porque es la que más he leído, junto con el original portugués. Pero ahora en las librerías hay otras dos recientes y recomendables: la de Juan Barja y Juana Inarejos (Abada) y la de Manuel Moya (Visor). Ricardo Reis es, al final, el heterónimo con el que me quedo de Pessoa: en su verso clasicista y atildado hay una elegancia crispada, una sabiduría tensa, que valen para ir por la vida. Enseña, entre otras cosas, que cada paso puede ser el último.

Ver a Ricardo Reis en la mesa de novedades me provoca una emoción que se acerca a la de Iñaki Uriarte cuando leyó el Libro del desasosiego en 1984, según cuenta en sus diarios, y llamó al periódico para preguntar que por qué no era noticia de primera página. Aunque con Ricardo Reis es mejor que se guarde discreción: basta mirar el libro y saber que tiene la clave. Su presente es extremo, y sin embargo pertenece a un orden distinto del de la actualidad: el presente de esta es rabioso, como se dice, mas al mismo tiempo está domesticado. Quizá algún día una desgracia nuestra salga en el periódico, pero ya será irreparable.

Leemos al sol en una playa –puede que, aun en e-book, las odas de Ricardo Reis– y la tormenta ya viene, está ahí, aunque no la hayamos visto todavía. Llegará antes de que terminemos la página. Dice la oda XI: “Temo, Lidia, el destino. Nada es cierto. / En cualquier hora puede sucedernos / lo que todo nos mude. / Fuera de lo sabido es extraño el paso / que propio damos. Graves numes guardan / los linderos del uso. / No somos dioses: ciegos, recelemos, / y la parca dada vida antepongamos / a novedad, abismo”. Ser lector de Ricardo Reis solo sirve para saberlo: el golpe será igual.

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En The Objective.