Me dice una amiga que ha colgado en el corcho de su despacho este titular de prensa: “La vida se complica”. Fue al día siguiente del recorte a los funcionarios, en que pareció que al fin la cosa se ponía seria desde el Gobierno. Entre una cosa y otra, no sé si por saturación, he empezado a notar un sentimiento extraño: creo que me he enamorado de la crisis.
Desde el principio se ha estado repitiendo la matraca de que en chino “crisis” significa “oportunidad” (me asomo ahora y veo que la combinación tiene cinco millones y medios de googles). Ese ha sido el discurso de los voluntariosos del “medio llena”, en plan filosofía de salón –y con algo de vendedores. Ayer vi el cartel de una conferencia que se anuncia en mi ciudad: “¿Por qué los budistas son felices?”. Lo ilustra el careto de un esforzado hombre feliz, que no sé quién es pero al que le cuadraría un uniforme nazi. Mi enamoramiento de la crisis viene por lo contrario: por el principio de infelicidad que procura.
La vida se había simplificado en exceso. En España, y no digamos en Andalucía, las encuestas sobre la felicidad de la población dan unos porcentajes altísimos: de en torno al setenta por ciento. En el último Barómetro de la Felicidad (sic) sale que España es el segundo país más feliz de Europa, sólo superado por Rumanía (¡la tierra de Cioran!). Un dato espectacular: el 89% de los jóvenes españoles están contentos con sus vidas. En fin, ¿qué añadir? Uno conoce a los españoles y sabe en qué consiste su felicidad: cuál es su nivel. Si eso es felicidad, un poco de infelicidad no les sentaría mal del todo...
El caso es que la realidad asoma. Yo llevaba un tiempo con ganas de abandonar mi Conciencia de lunes y me parece que esta es la ocasión: porque se da un eco con la primera que escribí, “La batalla de la realidad”. Creo que se trata de una batalla perdida, y que cuando la realidad se imponga será para aniquilarnos definitivamente. De hecho, ya están produciéndose nuevas operaciones de encubrimiento (con la propaganda político-periodística, las ilusiones del fútbol –que tendrán su apoteosis en el Mundial–, el festival del guerracivilismo y el de los nacionalismos, etcétera). Pero no ha estado mal esta semana en que los españoles han tenido un atisbo siquiera de que, por citar por última vez al mentor de esta página, "la vida iba en serio".
[Publicado en Frontera D]
18.5.10
10.5.10
Termina mal
El pasado lunes Félix de Azúa escribió un tremendo artículo que tenía la virtud de decir la verdad, de resultar exacto. El tremendismo vuelve ser el modo adecuado de referirse a España. Era previsible una negrura así, puesto que el presidente Zapatero sostuvo su última campaña en un optimismo insensato; y ganó. No conviene olvidar esto: los españoles votaron optimismo. Contra los signos de la realidad, votaron la sonrisa. Y tacharon de cenizos a los demás: el pesimismo, como recuerda Azúa, se consideró antipatriota.
Ahora en Libertad Digital se ríen, con razón, de aquel vídeo promocional de la alegría. “Hay que defender la alegría frente a los cenizos, ¿no?”, sigue afirmando en él Víctor Manuel, con su indeleble tristura. No se trataba, claro está, de la alegría trágica de los griegos, que celebraba Nietzsche: una alegría alzada sobre la comprensión de este mundo brutal; sino más bien del zumo tibio de Disneyworld, endulzado con la mentira. Leí el artículo de Azúa justo después de la correspondencia de Jaime Gil de Biedma, de la que hablé la semana pasada. En ella hay varios pasajes que podrían traerse a propósito. Por ejemplo éste, que parece escrito contra la tendencia al lirismo de los artistas del vídeo, así como de su beneficiario:
* * *
Anoche, por cierto, terminé de ver The Wire: una serie tan gloriosa como pesimista. Parece una ilustración de la filosofía schopenhaueriana. Por eso no deprime como Bambi, sino que tiene unos efectos revitalizadores, exaltantes: los que desata, para empezar, el ser tratados como adultos.
* * *
(12.5.10) Critica hoy Elvira Lindo a quienes "sacan a pasear los célebres versos de Gil de Biedma". Olvida algo: que se sacan ahora, pero que han estado muchos años sin sacarse. Es decir: que su uso no ha sido automático, sino que ha dependido de las circunstancias. Cuando los versos han vuelto a tener aplicación, se han sacado: no antes. Y sí: los hombres hacen la Historia. Sólo que nuestros "actores de la Historia" actuales tienen un nivel bajísimo y parecen no haber aprendido nada. Quizá por eso no pueda resucitarse ya el "espíritu de la Transición": porque somos peores.
[Publicado en Frontera D]
Ahora en Libertad Digital se ríen, con razón, de aquel vídeo promocional de la alegría. “Hay que defender la alegría frente a los cenizos, ¿no?”, sigue afirmando en él Víctor Manuel, con su indeleble tristura. No se trataba, claro está, de la alegría trágica de los griegos, que celebraba Nietzsche: una alegría alzada sobre la comprensión de este mundo brutal; sino más bien del zumo tibio de Disneyworld, endulzado con la mentira. Leí el artículo de Azúa justo después de la correspondencia de Jaime Gil de Biedma, de la que hablé la semana pasada. En ella hay varios pasajes que podrían traerse a propósito. Por ejemplo éste, que parece escrito contra la tendencia al lirismo de los artistas del vídeo, así como de su beneficiario:
Porque la prosa, además de un medio de arte, es un bien utilitario, un instrumento social de comunicación y de precisión racionalizadora, y no se puede jugar con ella impunemente a la poesía, durante años y años, sin enrarecer aún más la cultura del país.Tras citar estas frases, que pertenecen al artículo de Gil de Biedma "Luis Cernuda y la expresión poética en prosa", señala el prologuista:
[Gil de Biedma] consideraba que la solidez y el civismo de una verdadera sociedad estriban, primordialmente, en la calidad de sus prosistas y que la inveterada superioridad, en España, de los poetas sobre ensayistas y novelistas no era más que un síntoma de decadencia.Esa misma “alergia hacia los excesos líricos” fue la que le llevó a escribir el poema “Apología y petición” en un formato frío, como cuenta Gil de Biedma en una carta y nos explicó Eduardo Jordá en Frontera D: el de la artificiosa sextina. El distanciamiento que ésta aportaba ha actuado justamente como congelador, que nos ha traído fresco el contenido. De la poesía comprometida de su época, nada puede leerse hoy con la misma actualidad, da igual los versos que se escojan. A los artistas “de la ceja”, y los ufanos electores de entonces, parecían estar destinados los siguientes: “Y a menudo he pensado en otra historia / distinta y menos simple, en otra España / en donde sí que importa un mal gobierno". Yo mismo escribí hace tres años apoyándome en los más conocidos: “De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal.” Me parece razonable la pregunta de en qué medida el catastrofismo colabora con la catástrofe, como advertía Elvira Lindo el miércoles. No tengo clara la respuesta: yo diría que depende. Sí estoy convencido, en cambio, de que el optimismo colabora más.
* * *
Anoche, por cierto, terminé de ver The Wire: una serie tan gloriosa como pesimista. Parece una ilustración de la filosofía schopenhaueriana. Por eso no deprime como Bambi, sino que tiene unos efectos revitalizadores, exaltantes: los que desata, para empezar, el ser tratados como adultos.
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(12.5.10) Critica hoy Elvira Lindo a quienes "sacan a pasear los célebres versos de Gil de Biedma". Olvida algo: que se sacan ahora, pero que han estado muchos años sin sacarse. Es decir: que su uso no ha sido automático, sino que ha dependido de las circunstancias. Cuando los versos han vuelto a tener aplicación, se han sacado: no antes. Y sí: los hombres hacen la Historia. Sólo que nuestros "actores de la Historia" actuales tienen un nivel bajísimo y parecen no haber aprendido nada. Quizá por eso no pueda resucitarse ya el "espíritu de la Transición": porque somos peores.
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3.5.10
La verdad desagradable
Para reencontrarme con la lectura, con el placer de la lectura, recurro a Gil de Biedma. Como siempre. Me compro su correspondencia, compilada con el nombre espléndido de El argumento de la obra. Saco de la estantería Las personas del verbo, releo el autorretrato del poeta: "...Y preguntarme por qué no escribo inevitablemente desemboca en otra inquisición mucho más azorante: ¿por qué escribí? Al fin y al cabo, lo normal es leer". Me vienen los dos últimos versos del libro: "Las rosas de papel son, en verdad, / demasiado encendidas para el pecho". Y paso al principio, a la cita de Antonio Machado:
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Sabe esperar, aguarda que la marea fluyaDespués, por la noche, en la cama con sus cartas. Insomnio, desazón. Empiezo por la última y voy remontando los meses, los años. Un enjevecimiento hacia atrás. Me reconozco en la petulancia juvenil y me exaspero; ahí ya no me enseña nada, ya lo hice. Aunque la disfruté en otro tiempo, cuando leí el Retrato del artista en 1956. El domingo lo paso picoteando en su libro de críticas, El pie de la letra, y releyendo sus poemas. Es el primer día fuerte de calor del año. La playa está llena de bañistas. Cerveza en el chiringuito. ¿Cuántas veces habré leído Las personas del verbo? Y siempre encontré novedades. Es la gloria de los buenos poetas breves: su único libro recibe el honor de toda una biblioteca. Por la tarde me adormilo. Salgo otra vez en la última hora de luz, con el libro de las cartas. Está muy bien la introducción de Andreu Jaume. Trata con seriedad al poeta, sin hacer mucho caso de su fama. Quizá haya que empezar a salvar a Gil de Biedma de su fama. Copio este pasaje estupendo:
–así en la costa un barco– sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.
La matización que había sufrido el personaje dramático de sus poemas en Moralidades, desde 'Barcelona ja no és bona' hasta la apoteosis de un poema tan largo, complejo y afinado como 'Pandémica y celeste', encuentra en Poemas póstumos su definitiva consumación. La destrucción del personaje de Gil de Biedma empieza en 'Contra Jaime Gil de Biedma' y culmina en 'Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma', una de las pocas muertes en vivo de la historia de la literatura. El desenlace muy probablemente le provocó un problema operativo: una vez muerta en escena la voz que había construido con el monólogo era muy difícil proseguir por ese camino de superposición de máscaras acústicas en que había venido consistiendo su poesía desde los años cincuenta. En una carta del 16 de abril de 1969, le escribió a Joan Ferraté: 'Es probable, casi seguro, que no vuelva a escribir poesía en cierto tiempo –y es posible, temo, que no vuelva a escribir–; creo pues que quod decet es prepararse para la otra vida'. Aunque su destreza literaria, su astucia verbal y en general su conocimiento poético nunca habían sido tan seguros, paradójicamente se encontró de pronto en un escenario vacío con su propio cadáver en brazos.En esa expresión de su poema más famoso, "la verdad desagradable", se resume el espíritu de Jaime Gil de Biedma; su herida, su elegancia. La verdad es tomada por su efecto sensual: desagradable. El receptor filosófico es el cuerpo, el gusto. Hay una sutil tragedia ahí. Un tanto afectada, pero preciosa. Clásicamente bella.
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26.4.10
La educación del estoico
El lunes pasado, después de celebrar a San Expedito, me quedé pensando en que ahí está la trampa: en ese anhelo de un camino sin obstáculos. El deseo de facilidad es el preludio de la ineficacia. Recordé esta reflexión de Alain en su Spinoza:
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El error de los errores consiste en querer ser libre al margen del obstáculo, lo cual hace que nos lamentemos de las dificultades que, por el contrario, nos fortalecen tan pronto como uno acepta extenderse sobre ellas y en cierto modo fiarse a ellas por completo.Y me acordé también de la paloma kantiana que, según Juan de Mairena, “al sentir en las alas la resistencia que le opone el aire, sueña que podría volar mejor en el vacío”. Es decir: "ignora la ley de su propio vuelo". De igual modo, el devoto de San Expedito quizá sueñe con un almanaque blanco, en que todos los días sean el día cero. Es una pulsión claramente nihilista, como la que alienta al pessoano Barón de Teive en La educación del estoico. He leído recientemente el librito y no se me ha quitado esta frase magnífica:
Lo que me llevará al suicidio es un impulso como el que nos lleva a acostarnos pronto.Acostarnos pronto y liquidar la jornada. Así Noodles en Érase una vez en América, cuando, a la pregunta de qué ha hecho todos los años que ha pasado fuera de Nueva York, resume su vacío con esta frase: "Acostarme pronto". Como Proust al principio de su Recherche: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”. Yo he pasado muchos años con la cabeza fuera del tiempo. Sintiendo sólo las rugosidades, las asperezas –en un ámbito cortado, en el que no se puede hacer nada, o se hace dificultosamente. Como el bañista con medio cuerpo fuera, o con la cabeza fuera, al que le azotan las olas. Sólo si se sumerge fluye –hay que meterse en el mar del tiempo.
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19.4.10
El fetichista de las fechas
El fetichista de las fechas (¡que soy yo!) se ha encontrado esta mañana, al mirar desganadamente el calendario (el mío es un fetichismo —un fechitismo— hastiado ya, a estas alturas), con que se conmemora el día de San Expedito. "Oh, dejar mi camino expedito al fin", me he jurado, con la ceniza de mis energías. He metido al santo en Google, a ver, y he encontrado una historia fenomenal, que viene que ni pintada para el propósito. Lo mejor es lo del cuervo:
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Al momento de su conversión, un cuervo se hizo presente simbolizando al Espíritu del Mal y le dijo Cras... Cras... Cras... (lo que en latín siginifica Mañana... Mañana... Mañana...) intentando persuadirlo en la misma hora de su conversión al Cristianismo a que lo dejara para después. San Expedito reaccionó enérgicamente aplastando al cuervo con su pie derecho mientras exclamaba Hodie... Hodie... Hodie... (que en latín significa Hoy... Hoy... Hoy...) no dejaré nada para mañana, a partir de hoy seré Cristiano.El cuervo era, obviamente, por encima del espíritu del Mal, el espíritu de Alberto Cortez, con su insidioso "a partir de mañana". Toda reacción antiprocrastinadora es, básicamente, una reacción antialbertocorteziana. Y todo intento de ir por la buena senda (¡la senda del hoy, del aquí y ahora!) es un ejercicio de resistencia duodinámica, o también calcanhottística. La cosa está clara, pues: frente a la procrastinación albertocorteziana, hay que empeñarse en el duodinamismo calcanhottista. Sí, habría que hacerse un hombre ya: calcanhotta, duodinámicamente. Lo que pasa es que con este cachondeo no hay manera...
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11.4.10
Sorpresa
"Surpresa" es quizá mi canción preferida de Caetano Veloso, una de las que me he puesto toda una tarde en el repeat, paseando o en la playa, tanto en la versión del propio Caetano (del disco Cores nomes) como en la de Adriana Calcanhotto, que incluso me gusta más y que viene en el Songbook de João Donato. La música es de Donato, y de Caetano la escueta letra:
Que surpresa Beleza Luz acesa Certeza Que saudade Verdade Já chegou? Então Vem cá.Al escucharla en esa filmación (por una vez un vídeo noble en YouTube, tras tantas aberraciones cursis con que suelen ilustrarse las canciones) me he acordado de otra sorpresa; tal vez la mayor que me llevé en Brasil. Como saben, el país me enamoró —aunque yo ya iba enamorado. Brasil me encantó, pero no me sorprendió en exceso: encontré, más o menos, lo que esperaba. Sólo hubo dos sorpresitas, y una sorpresa grande. La primera sorpresita fue reconocer a Lisboa en Río: los suelos con teselas, cierta distribución del arbolado, algunos aspectos del ambiente de la ciudad... La segunda fue el descubrimiento de las calles interiores de Copacabana e Ipanema, las que no dan a la playa y, por lo tanto, no aparecen en las postales. La vida de esas calles (también con algo de lisboeta), la belleza tranquila y llevadera de esas calles, sus cafés, sus comercios, sus fruterías... La sorpresa grande sucedió cuando abandonamos por primera vez Río. Íbamos a viajar a Belo Horizonte en autobús, en ônibus, y recuerdo que no esperaba nada, sino que pasaran las horas que teníamos por delante. Me acomodé en mi asiento, me puse el walkman, miré por la ventanilla la salida de la Rodoviária y el callejeo hasta dejar atrás la ciudad, y entonces me dispuse a relajarme: mis discos, mis libros, la conversación con Nádia. Y de pronto, a traición, la Naturaleza. No me lo esperaba, porque no suelo prestarle atención (no está entre mis intereses); ni siquiera había pensado antes en ella, en la naturaleza tropical. Pero allí apareció, hechizándome. ¡Sorpresa! [Publicado en Frontera D]
5.4.10
Los años petrolíferos
Una lectora atenta me pregunta por esta frase que coloqué en mi post de la semana pasada: “años que no eran aún petrolíferos”. La puse a modo de oráculo privado; y porque, aunque mi ideal es la transparencia, considero que a veces queda bien algún trazo de sombra. Pero se puede explicar. Aludía a estos últimos años míos, que han sido bastante hoscos. He vivido en la autotrituración íntima y en la ineficacia social. Consecuencia de cierto episodio en que mi alma se amplió, creció por desfondamiento: se venció su suelo y se abrió a un sótano oscuro, que yo he venido considerando de alquitrán pero que en realidad es de petróleo. Petróleo hecho, literalmente, de materia orgánica en descomposición, mi materia; un pozo turbio, pero utilizable como combustible. El sentimiento ahora es de alegría: creo que tengo para arder y calentarme (e iluminarme) por una buena temporada.
[Publicado en Frontera D]
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30.3.10
Cuestionario Facebook
Le he tomado gusto a responder cuestionarios. Es un modo fácil (¡facilón!) de brillar. Así que ayer puse este anuncio en Facebook: "Queridos, mi egolatría necesita alimentación. Por eso he decidido someterme a una ciber-entrevista con ustedes. Vayan dejando aquí las preguntas que quieran hacerme, de lo que sea". Pretendía llegar a cien, pero al final me he plantado en un número más redondo aún: el 69.
1. ¿Perales de Tajuña o Villarejo de Salvanes? (es para irme estas vacaciones de semana santa)
Perales de Tajuña, evidentísimamente.
2. ¿Cargas a derecha o izquierda? ¿Cuánto?
A izquierda. Lo normal.
3. Pechuga o muslo? :))
Pechuga: me gusta la provisión.
4. cervantes o pertierra?
Depende del momento. (No se puede ser cervantino sin interrupción :-)
5. sigue pidiendo la paga de los domingos a sus progenitores A y B? :-)
No. Aunque me he quedado a medio camino en mis planes: a estas alturas debería tener ya hijos de los que vivir.
6. Qué tipo de relación mantiene usted con Mabel Ladyblues?
¡De admiración y deleite!
7. Por qué Fernando Alonso no goza de la simpatía del público como Carlos Sainz?
En realidad, a quien queríamos era al copiloto de Carlos Sainz, Luis Moya. Cuando Sainz prescindió de Moya, también dejamos de querer a Sainz. A Alonso nunca lo hemos querido porque nunca ha tenido de copiloto a Moya. Debería animarse y granjearse el favor del público metiendo en su Ferrari a Moya.
8. ¿Samba o rumbo?
Si es rumbo, rumbo. Si querías decir rumba, ¡samba!
9. ¿Estoy enamorado o lo único que me pasa es que me gusta más follar que a un tonto una tiza?
Con los años uno comprende que follar es vulgar. Lo aristocrático es el amor. (Y lo decadente, porque la aristocracia es decadente.)
10. ¿algodon o felpa? ( para los chandales)
Para mi chándal, lo ideal sería algodón directamente extraído por los bluesmen del Mississippi.
11. cuál es causa príncipal de que tenga usted uno de los dos biceps mucho más desarollado?
Es con el que le aparto a usted cuando trata de acercárseme por detrás, amigo V. :-)
12. Lejarreta, Delgado, Induráin?
Induráin, encarnación de la nobleza. También admiré mucho a Lejarreta, mezcla de Manolete y Gary Cooper. De Delgado no fui nunca. Cuando tenía que haber sido de Delgado, escogí a Cabestany.
13. Lavanda, vainilla o mezcla de ambos aromas?
¡Lavanda! Sobre todo, la que precede al Mont Ventoux.
14. ¿Bocadillo de chorizo o choripán?
¡Choripán! En buena compañía, eso sí. Ahora que lo pienso: jamás me he tomado un choripán solo. (Aunque mal acompañado sí.)
15. ¿Cuántos continentes abarca su ego?
Sólo uno: por supuesto, el continente Antártico. (Me acabo de acordar de aquello de Marx: "las heladas aguas del cálculo egoísta".)
16. spit or swallow? (escupir o tragar?)
¡Escupir! Eso sí: en la dirección adecuada.
17. ¿has realizado alguna vez un "carradine"?
Sí, pero la que no sobrevivió fue la puerta del armario.
18. ¿Por qué razón puede uno llegar a extremar las cosas hasta el punto de que sólo hay una opción dentro de un gran abanico???????????
Hay que simplificar. Soy un gran partidario de la simplificación. Ese abanico hay que convertirlo en navaja: la navaja de Ockham.
19. Si después de una mujer lo mandara a dormir a su casita y no le ofreciera ni una mala cama supletoria, ¿cómo se sentiría?
En realidad, detesto eso de la cama supletoria. Mi opción A es quedarme a dormir con la mujer. Y, si no puede ser, la opción B: largarme. La cama supletoria apenas sería la opción C, y muy a disgusto.
20. ¿Si tragas es por amor?
Ah, sí: por amor se traga mucho!
21. ¿Hendija con o sin vedeja?
Me gusta todo el espectro piloso que puede brindar una hendija. Me gusta también la depilación, pero no el totalitarismo de la depilación que hoy se estila. Ya no quedan oasis frondosos en las playas nudistas.
22. Una sencillita. Desde un punto vista empírico y eminentemente práctico, ¿estás de acuerdo en que la estructura dialéctica de una simbiosis entre el relámpago de la intuición y la sombra de las certezas se asemeja de forma asombrosa a una suerte de alianza entre los caprichos del albedrío y las urgencias de la renuncia como forma de entender los alardes del hastío?
Eso último me ha encantado: ¡los alardes del hastío! ¡Así podría titularse mi autobiografía!
23. ¿Hilillo cayendo por una esquina de la boca o todo para dentro?
Hilillo.
24. ¿Badajo con o sin vedeja?
Jajaja, eso que lo decida la usufructuaria del badajo. (Hablo en términos heterosexuales.)
25. ¿Muerte en Poe o vida en Jabois?
¡Ah, qué distinto destino el del pobre Poe de haber dispuesto del pelazo de Jabois!
26. Culininguis o Sifoncito?
¿Culi, dice? Jajaja. No, ni sifoncito ni culi: cuni.
27. ¿Mabel o Paty? Y sin salírseme por peteneras, please.
Aquí sí escojo la C: me salgo por peteneras.
28. ¿Desierto o Gispert?
¡Gispert!
29. los zapatos de rejilla con o sin calcetín de tenis?
Sin zapatos de rejilla.
30. era Cristo dueño de las ropas que llevaba??
Lo peor que le pasó a Cristo fue que su túnica le tocó a Victor Mature en el sorteo que hicieron al pie de la cruz. Y ésa sigue siendo la mayor desgracia sufrida por el cristianismo, contando los leones de Nerón.
31. dicen que todavía usted no le ha quitado los rodines a la bicicleta. Que hay de cierto en ello?
Es verdad. Se los quitaré el día que suba a La Morcuera para machacarle, amigo V.
32. ¿En qué momento empezó a pensar en si mismo en términos megalomaniacos?
Ese momento no ha llegado aún. ¡Agárrense!
33. ¿Es capaz de negar que en determinados momentos usted también se arranca por palmas?
¡Jamás!
34. ¿Por qué el casticismo español no y el brasileño sí?
Probablemente porque soy español. Me temo que, de haber nacido en Japón, sería uno de esos japoneses que estudian flamenco.
35. ¿Cómo le sienta la comparación con Matías Colsada?
Injusta para mis chicas: ¡ellas son más alegres que las de Colsada!
36. ¿Qué libro desearía escribir?
Uno que me hiciera legible.
37. ¿Qué preferiría: emborracharse con sabina o drogarse con sánchez dragó?
Drogarme con Dragó, y no sólo por motivos fonéticos. Sabina, pese a los pesares, me cae bien; pero no soportaría que en plena borrachera se nos pegara alguno de sus enrollados amigos.
38. Confeccione en dos patadas un canon literario español.
Muera la pesadez, viva la ligereza. Muera la hojarasca, viva el nervio.
39. Imagínese que usted forma parte de un trio sexual con dos hembras y las dos comienzan a comerse la boca ajenas a usted: ¿cómo reaccionaría?
Me lo tomaría con deportividad. (Y me quedaría a ver el partido.)
40. Dame ejemplos de una frase infame
Cualquiera de las que escribe o dice a diario el ensaimado capilar Anasagasti.
41. ¿Tienen excepciones las leyes fonéticas?
La fonética siempre me resultó retráctil, aunque en la carrera me pusieron cachondo los avatares de la yod.
42. No es lo mismo soltar una infamia que escribirla y publicarla?
Bueno, lo diferente es la permanencia (si no se graba).
43. Algunos niños tienen la suerte de tener tatarabuela. Qué te parece lo de tener tatarabuela? Te hubiese gustado tener tatarabuela?
No conocí a mi tatarabuela, pero sí a mi bisabuela. Curiosamente, su cama estaba en la habitación del pueblo en la que un verano mi hermana y yo nos enteramos de la muerte de Elvis Presley, al que hasta entonces conocíamos como "el de Hawaii".
44. Dois é show?
Depende de los dos, jajaja. Pero el dois de Partimpim no lo he escuchado aún.
45. Y una en disyuntiva: Marisa Monte o Adriana Calcanhotto? O ambas o ninguna?
Calcanhotto. Ambas, pero más Calcanhotto.
46. Delante del espejo ¿qué perfil es usted, Don Monty?
Delante del espejo soy el hombre que se peina, se afeita, se lava los dientes, se ajusta la camisa, mete la panza o se mira la polla.
47. Las mujeres, maestro.
Unos animalitos entrañables. En cuanto se les coge el truquillo, entretiene mucho el espectáculo.
48. Simenon y sus diez mil mujeres y Reinaldo Arenas y sus cinco mil hombres... Esos son cuentos o esas son cuentas?
Cuentas: son cantidades posibles. Doy fe.
49. ¿Se llevaría "facebook" a una isla desierta?
Con Facebook una isla desierta no sería una isla desierta. Y sin Facebook, una populosa ciudad lo sería.
50. ¿De que manera ha influido "Dinosaur Bodyweight Training" en su escritura?
Tuvo más influencia mi aparato favorito de todos los tiempos: el abdominazer.
51. ¿Considera su totémico hipopótamo un "ready-made" en toda regla?
No lo había pensado hasta ahora, pero ¡sí! Gracias por la revelación!
52. ¿Está cobrevalorado el Renacimiento? ¿Y el Whopper? ¿Y el Double Big Mac Bacon con queso?
Responderé en plan borgiano: nada está sobrevalorado y todo lo está.
53. ¿Cuántos amigos reales tiene usted?
Cada vez menos.
54. Con Mabel Ladyblues, prefiere bailar samba o "Cuenca Minera"?
Con Mabel tengo pendiente un viaje a Blasil, donde intentaremos fusionar el acarajé con el oricio. En cuanto a nuestra sintonía: hemos llegado al acuerdo de que blue bossa.
55. ¿La Moto Pollo o el Bulli?
¡Moto Pollo, por supuesto! Aunque en Málaga hay un emporio no a domicilio pero mejor aún que el Moto Pollo (y que el Bulli): el Tano, donde uno se pega alitadas de pollo en plan vikingo.
56. Ronald McDonals o los payasos gemelos de Micolor?
Ronald McDonald, que una amiga mía dice que se parece a él en una foto :-)
57. ¿Admira algún hecho militar?
Sí, todas las movidas con paracaidistas.
58. ¿Le gusta el squash?
Ese vídeo ha hecho que me enamore de él.
59. Y ahora en serio: ¿tú también, como el señor de Montaigne, eres el objeto de tus libros?
Sí, pero con un poco de teatro. Lo del fingidor, etc.
60. en cuestión de salva-slips, Mon; Carefree o Tena Lady?
Tena Lady, por favor! Mis fans ya lo saben.
61. Bosque o estepa?
Bosque de Jünger, estepa de Strogoff.
62. Cuéntenos cómo descubrió su vocación periodística.
Nunca he tenido vocación periodística. Aunque ha cambiado mi apreciación: a diferencia de antes, ahora el periodismo me resulta simpático y admiro a los periodistas. (Los admiro, claro está, cuando son periodistas: algo que ocurre escasamente.)
63. ¿Sigues viendo a Fernandisco a escondidas para comentar los grandes hits musicales de los 40?
A Fernandisco sólo me lo pongo cuando estoy muy amojamado y necesito un revulsivo brutal.
64. ¿es cierto que en otra vida fue usted el confesor del marqués de Sade?
Sade siempre me la sudó. Aunque hace unos años me enteré de algo que sí me interesa: la Laura de Petrarca era una antepasada de Sade.
65. Don Ego, ¿para cuando la открытие en su blog?
He tenido que ir al traductor de ruso de Google: mi blog ya está lo suficientemente abierto sin necesidad de comentarios :-) Y mi Nomenklatura unipersonal va a mantenerlo así.
66. ¿Por qué no te has entregado en cuerpo y alma a la perpetuación de la especie?
Porque he tomado las medidas adecuadas.
67. ¿tenedor o cuchara?
¡Tenedor! Ahora recuerdo que de niño me gustaba agarrarlo y decir: "Soy el demonio pinchapapas".
68. "Qué sentido tiene todo esto?"
El sentido de que es irreversible. Esa sola característica da algunas respuestas.
69. ¿Roncas?
Unas veces sí y otras no. Pero lo que no sé es si estarán ya roncando ustedes.
28.3.10
El Cristo del Samba
Desde que dejé de ser creyente, algo que en mí se produjo sin trauma (la religión se me desprendió con naturalidad, con los años infantiles), me he emocionado cuatro veces con Cristo. La primera con un cuadro que solía ir a visitar al Museo del Prado durante mi época de estudiante: El descendimiento de la cruz, de Roger Van der Weyden. La segunda con el limpio poema que le dedicó Borges en Los conjurados: “Cristo en la cruz”. La tercera con el final de Ordet (La palabra), de Dreyer. Y la cuarta una tarde de Semana Santa en que tenía una cita que me obligaba a atravesar el centro, zona que procuro eludir en estas fechas desde hace mucho. Para protegerme acústicamente del estruendo de las procesiones, me puse los auriculares con música brasileña, sambas de Noel Rosa. Recuerdo la alegría primaveral y la levedad de aquellos años ligeros; años que no eran aún petrolíferos. Cuando entré en el fragor, los tambores y las cornetas, atenuados, se metieron por debajo de mi música. El efecto era agradable: se incorporaban a la batucada, apenas con un leve desajuste. Y más allá asomaba la imagen de un Cristo atado y de rojo, con esa oscilación que a mí siempre me ha recordado a la de los ciclistas cuando escalan un gran puerto, y que también es la de un baile, un baile agónico. La mezcla era feliz; y se me ocurrió bautizar al Cristo de aquel momento, sólo al de aquel momento, como "el Cristo del Samba".
[Publicado en Frontera D]
[Publicado en Frontera D]
27.3.10
Zut 11
Ayer tuve al fin el número 11 de la revista Zut, donde se publica mi "Autobiografía brasileñista". Ocupa doce páginas, no está mal. La revista no tiene edición on-line (se vende en librerías), pero aquí puede leerse el índice del número. Entre otros, colaboran José Luis Pardo, Luis Antonio de Villena, Rodrigo Fresán, Juan Bonilla (coordinador de Zut) y mi amigo Hervás.
22.3.10
El hombre más odiado de Valladolid
“Por fin estoy en Facebook”, me escribió hace unos días, resignado, Eduardo Jordá. Sus amigos facebookeros llevábamos tiempo intentando convencerle de que se registrara, pero no había manera. Y aún seguía resistiéndose a la succión de este nuevo Maelstrom, cuando Facebook le ha caído encima. A una tal Pilar Bedate le molestó el artículo que Jordá publicó en el Diario de Mallorca a la muerte de Delibes, “Un mundo en extinción”, y creó un grupo de Facebook llamado “Todos contra el artículo de Eduardo Jordá sobre Miguel Delibes y Valladolid”. En el momento en que escribo estas líneas, el grupo cuenta con 4.759 miembros. Mi amigo Jordá, el bondadoso Jordá (¡el delibescamente compasivo Jordá!), es hoy el hombre más odiado de Valladolid.
El espectáculo es deprimente y regocijante al mismo tiempo. Deprimente, porque siempre lo es la exhibición de la chusma, el corro de rebuznos autoconvencidos y desatados. Regocijante, porque le da plenamente la razón a Jordá. Lo que se está diciendo en ese grupo convierte casi en elogio la leve desgana que manifestaba hacia Valladolid en su artículo. A juzgar por esos 4.759 vallisoletanos, Valladolid es peor: mucho peor. Una ciudad con 4.759 habitantes como esos no puede ser sino opresiva y sórdida. (Lo cual, dicho sea de paso, centuplica el mérito de Delibes: por haber logrado crear una obra grande y filantrópica enmedio de un material humano tan deleznable.)
¡Ah, Castilla! En este país de bobos en que se va convirtiendo España (todavía está fresca la que se montó con “los gallegos”), los castellanos parecían mantenerse limpios, aparte. Me ha gustado Castilla cuando la he visitado. Me he encontrado cómodo en sus ciudades, en sus pueblos; he apreciado sus campos. De los poemas de Antonio Machado, seguía recreándome en los paisajísticos y elogiosos. Los que criticaban Castilla, en cambio, no los entendía muy bien. Ese “desprecia cuanto ignora” parecía haber perdido su sentido. Pero de pronto rebrota el corazón cazurro y polvoriento de la Península, para que el mapa de nuestra estolidez quede también rellenado por el centro.
Antes he dicho chusma, pero no soy elitista. Hablo de chusma no porque considere que haya (ni deba haber) una minoría por encima, sino porque la masa se ha desplomado estrepitosamente. No puede decirse que exista demasiado nivel entre los, así llamados, profesionales de los medios; pero basta con que se abran los canales al público para que afluya algo peor aún: algo peor dicho, más soez, más sectario, peor hilado, más estomacal. Supongo que con ello tendrá que ver el desmantelamiento del bachillerato, que es lo que define el tono cultural medio. Y también, por supuesto, el asfixiante localismo que se va adueñando cada vez más de este país de todos los demonios.
* * *
PS. Un amigo de Valladolid escribe en su blog "De la vida provinciana".
[Publicado en Frontera D]
El espectáculo es deprimente y regocijante al mismo tiempo. Deprimente, porque siempre lo es la exhibición de la chusma, el corro de rebuznos autoconvencidos y desatados. Regocijante, porque le da plenamente la razón a Jordá. Lo que se está diciendo en ese grupo convierte casi en elogio la leve desgana que manifestaba hacia Valladolid en su artículo. A juzgar por esos 4.759 vallisoletanos, Valladolid es peor: mucho peor. Una ciudad con 4.759 habitantes como esos no puede ser sino opresiva y sórdida. (Lo cual, dicho sea de paso, centuplica el mérito de Delibes: por haber logrado crear una obra grande y filantrópica enmedio de un material humano tan deleznable.)
¡Ah, Castilla! En este país de bobos en que se va convirtiendo España (todavía está fresca la que se montó con “los gallegos”), los castellanos parecían mantenerse limpios, aparte. Me ha gustado Castilla cuando la he visitado. Me he encontrado cómodo en sus ciudades, en sus pueblos; he apreciado sus campos. De los poemas de Antonio Machado, seguía recreándome en los paisajísticos y elogiosos. Los que criticaban Castilla, en cambio, no los entendía muy bien. Ese “desprecia cuanto ignora” parecía haber perdido su sentido. Pero de pronto rebrota el corazón cazurro y polvoriento de la Península, para que el mapa de nuestra estolidez quede también rellenado por el centro.
Antes he dicho chusma, pero no soy elitista. Hablo de chusma no porque considere que haya (ni deba haber) una minoría por encima, sino porque la masa se ha desplomado estrepitosamente. No puede decirse que exista demasiado nivel entre los, así llamados, profesionales de los medios; pero basta con que se abran los canales al público para que afluya algo peor aún: algo peor dicho, más soez, más sectario, peor hilado, más estomacal. Supongo que con ello tendrá que ver el desmantelamiento del bachillerato, que es lo que define el tono cultural medio. Y también, por supuesto, el asfixiante localismo que se va adueñando cada vez más de este país de todos los demonios.
* * *
PS. Un amigo de Valladolid escribe en su blog "De la vida provinciana".
[Publicado en Frontera D]
15.3.10
Los dueños de la expresión
La obscenidad de quienes hablan de libertad de expresión a la vez que defienden la dictadura cubana nunca se ha mostrado de un modo tan transparente como en el breve audio de Belén Gopegui que hay en YouTube. Me permito transcribir sus palabras:
Con lo de Willy Toledo ha pasado estos días lo mismo. El individuo, desde su doble condición privilegiada de hijo de la alta burguesía madrileña y de actor de éxito, se permite llamar delincuente a la víctima de una dictadura, que además era albañil. Dan hasta ganas de rescatar al viejo Marx para determinar cuáles son las emanaciones ideológicas de las respectivas clases sociales: alta burguesía madrileña, castrismo; proletariado cubano, anticastrismo.
Contra la bellaquería de Willy Toledo se han escrito, por fortuna, bastantes artículos, el último de los cuales ha sido el de anteayer de Antonio Muñoz Molina: “La costumbre de la infamia”. Ahí está dicho todo, de un modo que suscribo plenamente. Queda mencionar el asunto colateral de la “libertad de expresión”: mejor dicho, de la parodia del término en boca de Willy Toledo y el grupo de actores que firmó un manifiesto en su defensa.
Sintomática la maniobra: quejarse de falta de libertad de expresión... justo después de haberla ejercido. Más allá de la conocida estrategia de intentar ocupar la posición de la víctima, ¿qué se trasluce de ello? ¿De qué se quejaba Willy Toledo realmente? De haber sido criticado: es decir, de que otros hayan ejercido su libertad de expresión contra él. Para Willy Toledo y sus cómplices, la libertad de expresión es poder decir lo que quieran (cualquier burrada), pero sin que nadie les replique. Quieren tener la última palabra. Quieren ser los dueños de la expresión. Exactamente como los tiranos con los que simpatizan.
[Publicado en Frontera D]
Quienes defendemos a Cuba contra la agresión tenemos en nuestros países que atender a otra clase de agresión: el uso de la mentira de los grandes medios de comunicación. Cuando tanto se habla de libertad de expresión, algún día debiera empezar a decirse que la libertad real de expresión consiste como mínimo en poder replicar en el mismo medio y con el mismo espacio a cada mentira que haya sido publicada. Porque defendiendo a Cuba nos defendemos. Porque si abandonáramos la revolución cubana nos abandonaríamos a nosotros mismos.¿Qué se puede decir ante eso? Es pura basura verbal. Puro excremento religioso. Es un párrafo tan pétreamente falso, que resulta inatacable. Esa defensa de la “libertad de expresión” (desde un país en que se encuentra conculcada) es una vía muerta, ante la cual no puede haber diálogo posible. Es un extravío de la razón y de la realidad: un lenguaje de locos ante el que no se puede hacer nada, salvo denunciarlo. O soltar una carcajada.
Con lo de Willy Toledo ha pasado estos días lo mismo. El individuo, desde su doble condición privilegiada de hijo de la alta burguesía madrileña y de actor de éxito, se permite llamar delincuente a la víctima de una dictadura, que además era albañil. Dan hasta ganas de rescatar al viejo Marx para determinar cuáles son las emanaciones ideológicas de las respectivas clases sociales: alta burguesía madrileña, castrismo; proletariado cubano, anticastrismo.
Contra la bellaquería de Willy Toledo se han escrito, por fortuna, bastantes artículos, el último de los cuales ha sido el de anteayer de Antonio Muñoz Molina: “La costumbre de la infamia”. Ahí está dicho todo, de un modo que suscribo plenamente. Queda mencionar el asunto colateral de la “libertad de expresión”: mejor dicho, de la parodia del término en boca de Willy Toledo y el grupo de actores que firmó un manifiesto en su defensa.
Sintomática la maniobra: quejarse de falta de libertad de expresión... justo después de haberla ejercido. Más allá de la conocida estrategia de intentar ocupar la posición de la víctima, ¿qué se trasluce de ello? ¿De qué se quejaba Willy Toledo realmente? De haber sido criticado: es decir, de que otros hayan ejercido su libertad de expresión contra él. Para Willy Toledo y sus cómplices, la libertad de expresión es poder decir lo que quieran (cualquier burrada), pero sin que nadie les replique. Quieren tener la última palabra. Quieren ser los dueños de la expresión. Exactamente como los tiranos con los que simpatizan.
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1.3.10
Tabarra andaluza
Supongo que es mi carácter y que si fuese brasileño detestaría Brasil. Pero el caso es que soy andaluz y detesto Andalucía (y amo Brasil, por cierto). Ahora está de moda que los nacionalistas acusen a los antinacionalistas de no amar su tierra, y de incluso odiarla (¡el famoso auto-odio!). Es mentira cochina, claro; como el 99% de lo que emiten los nacionalistas. Pero si a mí me lo dijeran, acertarían. Se me ha atravesado mi tierra: ¡qué le vamos a hacer!
No detesto ninguna idea etérea de Andalucía, ni ningún ser andaluz idealizado (esas monsergas me pueden caer hasta simpáticas, y además siempre salen patios, fuentecitas y tal): la Andalucía que detesto es la que hay. Esta Andalucía no abstracta sino concreta: la que es ya un resultado. El resultado –más allá (¡o más acá!) de su larga historia– de una política, una educación y una Radio Televisión Andaluza. Un resultado, principalmente, del PSOE andaluz; pero también el PP andaluz, y la Izquierda Unida andaluza, y el Partido Andalucista, y los gilismos varios: todos moviéndose de un modo muy profundo –para qué nos vamos a engañar– con las inercias mentales del franquismo. Repasar las jetas de los políticos andaluces puede ser lo más parecido a un paseo entre la estolidez y la muerte.
Dicho lo cual, añado que el pueblo está encantado: la comunión con sus políticos es absoluta. Cuando llega la Navidad y los parlamentarios andaluces se ponen a cantar villancicos, a mí se me revuelve el estómago. Pero a la gente le gusta. Lo mismo pasa con Canal Sur: es una cadena que se amolda sin roce al andaluz realmente existente. Yo manifiesto mi repulsión, pero tampoco quiero darme aires. Sé que soy yo el que sobra. Mi malestar es aislado y cenizo: no prolifera. La única esperanza (para que Andalucía empezara a dejar de desagradarme, en una o dos generaciones, a mí) sería una buena enseñanza pública; pero la que existe es justo lo contrario: funciona, casi sin exageración, como una fábrica de espectadores de Canal Sur. El sistema se autoabastece.
El remate, como siempre, es la retórica. No basta con sufrir la tabarra andaluza de los hechos: también hay que tragarse los discursos. Este domingo, Día de Andalucía, ha caído un chaparrón extra. Aunque al final ha resultado instructivo. Estaba yo observando que todos nuestros políticos, sean del partido que sean, adoptan la manera de hablar de Antonio Burgos, prototipo del archicursi andaluz, cuando de pronto me he dado cuenta del sustrato antropológico. La devoción que hay por la Autonomía es igual que la que se tiene por las Vírgenes. Y entonces ha encajado todo. Nuestros políticos, que son unos capillitas y no hay nada que les guste más que salir en una procesión, han encontrado en Santa Autonomía a la Virgen que les faltaba. Lo demás: beatería e incienso (y algún eructo).
[Publicado en Frontera D]
No detesto ninguna idea etérea de Andalucía, ni ningún ser andaluz idealizado (esas monsergas me pueden caer hasta simpáticas, y además siempre salen patios, fuentecitas y tal): la Andalucía que detesto es la que hay. Esta Andalucía no abstracta sino concreta: la que es ya un resultado. El resultado –más allá (¡o más acá!) de su larga historia– de una política, una educación y una Radio Televisión Andaluza. Un resultado, principalmente, del PSOE andaluz; pero también el PP andaluz, y la Izquierda Unida andaluza, y el Partido Andalucista, y los gilismos varios: todos moviéndose de un modo muy profundo –para qué nos vamos a engañar– con las inercias mentales del franquismo. Repasar las jetas de los políticos andaluces puede ser lo más parecido a un paseo entre la estolidez y la muerte.
Dicho lo cual, añado que el pueblo está encantado: la comunión con sus políticos es absoluta. Cuando llega la Navidad y los parlamentarios andaluces se ponen a cantar villancicos, a mí se me revuelve el estómago. Pero a la gente le gusta. Lo mismo pasa con Canal Sur: es una cadena que se amolda sin roce al andaluz realmente existente. Yo manifiesto mi repulsión, pero tampoco quiero darme aires. Sé que soy yo el que sobra. Mi malestar es aislado y cenizo: no prolifera. La única esperanza (para que Andalucía empezara a dejar de desagradarme, en una o dos generaciones, a mí) sería una buena enseñanza pública; pero la que existe es justo lo contrario: funciona, casi sin exageración, como una fábrica de espectadores de Canal Sur. El sistema se autoabastece.
El remate, como siempre, es la retórica. No basta con sufrir la tabarra andaluza de los hechos: también hay que tragarse los discursos. Este domingo, Día de Andalucía, ha caído un chaparrón extra. Aunque al final ha resultado instructivo. Estaba yo observando que todos nuestros políticos, sean del partido que sean, adoptan la manera de hablar de Antonio Burgos, prototipo del archicursi andaluz, cuando de pronto me he dado cuenta del sustrato antropológico. La devoción que hay por la Autonomía es igual que la que se tiene por las Vírgenes. Y entonces ha encajado todo. Nuestros políticos, que son unos capillitas y no hay nada que les guste más que salir en una procesión, han encontrado en Santa Autonomía a la Virgen que les faltaba. Lo demás: beatería e incienso (y algún eructo).
[Publicado en Frontera D]
30.1.10
La historia de un corazón quebrado
Llegué tarde a Salinger pero llegué bien: justo en el momento. La mujer de la que estaba a punto de enamorarme era salingeriana y quise hacer los deberes. Yo había leído en su día El guardián entre el centeno, pero no me marcó. Me pareció algo así como un Principito sofisticado. Ella era más de los que me faltaban por leer: Franny y Zooey, Nueve cuentos y el doble Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: Una Introducción. Empecé aquel año leyéndolos; más que como literatura, como un jeroglífico: trataba de descifrar en ellos el alma de ella. Una tarea absurda, salingeriana.
En nuestras primera citas hablamos de Salinger. La primera vez que estuve en su casa me prestó En busca de J. D. Salinger, de Ian Hamilton. Ella era bananafish. Me hablaba de la mitología salingeriana. Cómo entre ellos, por ejemplo, era un honor recibir una carta de advertencia del abogado de Salinger por haber hecho un uso indebido de sus textos. Estaba, sobre todo, la mitología de sus cuentos proscritos: aquellos que llegaron a publicarse en revistas pero que Salinger había mandado quitar de la circulación. Una tarde en que me encontraba en mi apartamento de Torremolinos di con todos en internet. Me los fui bajando uno a uno (el proceso era lento entonces) en un estado de excitación. Recuerdo bien aquella tarde. Era marzo y tenía puesto un disco de Nana Caymmi, Desejo. Lo hábil hubiera sido guardarlos y darle la sorpresa en Madrid; pero no pude contenerme y la llamé para adelantarle la noticia. Debí de comprender que estaba enamorado de verdad, porque aquella misma tarde me puse a repasar los mails que me había cruzado con ella, desde hacía meses, y a guardarlos, a salvarlos.
Ella tradujo algunos de aquellos cuentos inéditos, pero tiempo después: cuando ya se había acabado nuestra historia. Me los dio a leer y así hubo un epílogo de Salinger, melancólico. Por cierto, con otro disco brasileño como música de fondo en aquellas jornadas mías post-crepusculares (hoscas, sin sol): Ney Matogrosso interpreta Cartola.
La operación de Salinger, básicamente, consiste en colocar cerebros superdotados en temperamentos menesterosos. En sus cuentos narra los roces de una inteligencia sin asideros. Una inteligencia que es pura herida. Salinger le da voz a la monstruosidad de la adolescencia; nos muestra a adolescentes con lucidez de su situación y con la capacidad de manifestarlo. Entra una cosa y otra, todo aquello me provocó una brutal regresión adolescente. Me vi, avanzada la treintena, ahogado en un lamentable existencialismo de teenager. Fue una desgracia, pero tuvo su gracia. (Aunque no sé por qué hablo en pasado; quizá por coquetería.)
[Publicado en Penúltimos Días]
En nuestras primera citas hablamos de Salinger. La primera vez que estuve en su casa me prestó En busca de J. D. Salinger, de Ian Hamilton. Ella era bananafish. Me hablaba de la mitología salingeriana. Cómo entre ellos, por ejemplo, era un honor recibir una carta de advertencia del abogado de Salinger por haber hecho un uso indebido de sus textos. Estaba, sobre todo, la mitología de sus cuentos proscritos: aquellos que llegaron a publicarse en revistas pero que Salinger había mandado quitar de la circulación. Una tarde en que me encontraba en mi apartamento de Torremolinos di con todos en internet. Me los fui bajando uno a uno (el proceso era lento entonces) en un estado de excitación. Recuerdo bien aquella tarde. Era marzo y tenía puesto un disco de Nana Caymmi, Desejo. Lo hábil hubiera sido guardarlos y darle la sorpresa en Madrid; pero no pude contenerme y la llamé para adelantarle la noticia. Debí de comprender que estaba enamorado de verdad, porque aquella misma tarde me puse a repasar los mails que me había cruzado con ella, desde hacía meses, y a guardarlos, a salvarlos.
Ella tradujo algunos de aquellos cuentos inéditos, pero tiempo después: cuando ya se había acabado nuestra historia. Me los dio a leer y así hubo un epílogo de Salinger, melancólico. Por cierto, con otro disco brasileño como música de fondo en aquellas jornadas mías post-crepusculares (hoscas, sin sol): Ney Matogrosso interpreta Cartola.
La operación de Salinger, básicamente, consiste en colocar cerebros superdotados en temperamentos menesterosos. En sus cuentos narra los roces de una inteligencia sin asideros. Una inteligencia que es pura herida. Salinger le da voz a la monstruosidad de la adolescencia; nos muestra a adolescentes con lucidez de su situación y con la capacidad de manifestarlo. Entra una cosa y otra, todo aquello me provocó una brutal regresión adolescente. Me vi, avanzada la treintena, ahogado en un lamentable existencialismo de teenager. Fue una desgracia, pero tuvo su gracia. (Aunque no sé por qué hablo en pasado; quizá por coquetería.)
[Publicado en Penúltimos Días]
29.1.10
La vida de Montano
'La vida de Montano' se publicó desde el 3 de diciembre de 2009 hasta el 28 de enero de 2010 en 'Factual', el periódico digital que dirigió Arcadi Espada. Aquí van todos los textos, salvo tres o cuatro que no me terminaban de convencer.
*
¡A ver si me la encuentro!
Empiezo a contar la vida de Montano. ¡A ver si me la encuentro!
Mi principal novedad autobiográfica es esa: que he empezado a usar el twitter.
Uno adquiere complejo de salchichón: no me ofreceré entero, sino en rodajas. (¡Cortadas muy finitas!)
Llevo un minuto de autobiografía twitteada y ya he aprendido la lección fundamental: el twitter es el mensaje.
*
Heroína contemporánea
En la cola del Supersol una vieja se ha cagado encima. Menudo pestazo. Se ha quedado paralizada, mirando al suelo: recogida en su vergüenza.
Pero ha intervenido esa heroína contemporánea, la cajera: “A tu madre la limpias en tu casa, que el otro día dejó el wáter tó perdío”.
Dicen que el pueblo español es mayoritariamente de izquierdas. Yo lo encuentro más bien fascistoide, sólo que se ve guapo de izquierdas.
*
La Biblia de mi nueva vida
Desayuno releyendo el contrato de Factual, a modo de Biblia de mi nueva vida (que es la de siempre, pero contada en twitter).
De acuerdo: no mentiré, describiré el mal (¡yo, el mundo!), mostraré mi trazabilidad y, sobre todo, seré un objeto bello, singular y cálido.
Bueno, sobre esto último no descarto dar alguna que otra vez la nota "en la dirección opuesta".
*
Un parado esquiando
Sierra Nevada ofrece descuentos a los parados. Un parado esquiando. Se me queda esa imagen.
Gastarse el subsidio en esquíes. Para deslizarse por un suelo que sea como sus horas: blancas, frías.
O para aproximarse al precipicio. Quizá en la oferta va incluido el precipicio.
*
Charcutería
Vaya, resulta que en casa ha tocado un jamón. Parece que en cuanto me propongo ser autobiográfico, caigo en la charcutería.
El jamón en la pared: cosa inquietante. (Mon semblable, mon frère!)
*
La epiquilla del invierno
Anoche me encontré en la calle con un viejo conocido: el frío. Después de nueve meses, ya lo daba por muerto.
Este año el verano ha durado en Málaga lo que un embarazo. Ha resultado agradable: el calentamiento global es un útero cojonudo.
Y ahora, a saborear la epiquilla del invierno. (Aquí nada es serio: el invierno tampoco.)
El invierno: primavera de las bufandas.
*
Perfume
Me fijo en el nombre de mi perfume: “Truth”. Fue un regalo de hace tres o cuatro años y aún voy por la mitad. Lo he usado poco.
¿La verdad está en la cosa o se le pone a la cosa? Lo cierto es que huele bien.
*
Rosquillas
Feria del Dulce de Convento, en Torremolinos. La organizadora: "Se van a vender como rosquillas". No cae en que son justo eso: rosquillas.
*
Errores
Sin puente. Trabajo en casa.
Ahora me dedico a hacer correcciones para una editorial, y a escribir.
O sea: a eliminar los errores de los otros, y a añadir los míos.
*
Por si acaso
Crujido extraño del ascensor poco antes de llegar. Decido subir a pie, por si acaso.
Una vez arriba, lo llamo. Me intriga saber “qué hubiera pasado”. Alcanza mi piso sin contratiempos. Decepción.
¿Y si no se ha descolgado porque iba sin carga? Me espero a que lo use alguien. Necesito saber si he sobrevivido de milagro.
*
Huevos a la vida
El ascensor no se ha desplomado todavía. Entré en casa y he pasado la mañana trabajando. Pero con el oído puesto.
Los vecinos ignoran el riesgo que corren.
Luego tendré que bajar. Aún no sé si por las escaleras, o echándole huevos a la vida.
*
La mujer en los treinta
¡Ah la mujer en los treinta! Anoche me crucé con una en un semáforo: caminaba altiva, con paso firme.
Se dejó atrás un foulard y la llamé: "Oiga, se le ha caído...". Me interrumpió enérgica: "¡No! ¡Lo he tirado!". Ni se paró.
Me alejé armando este tweet en la cabeza. Y envidiando al que la tiene en el bolsillo.
*
Jubilados
Debo de llevar vida de jubilado, porque me los encuentro siempre.
Paseando por los mismos sitios a las mismas horas, tomando el solecito, hojeando los periódicos en el OpenCor...
El tiempo que dedican al parchís, es el que yo dedico al intelecto.
*
Susto en la noria
Lo de “lo he tirado” me ha recordado aquel susto en la noria gigante.
Me subí con mi amigo Curro. Su perfil no resultaba el más tranquilizador para una atracción de riesgo: era devoto de Panero y Artaud.
Con la noria parada arriba, le entró un ataque de pánico. Le dije: "Calma, no vas a caerte".
Su respuesta me provocó el pánico a mí: “¡No tengo miedo de caerme! ¡Tengo miedo de tirarme!”.
*
Miedo para su edad
Una vez, pagando en la librería del Corte Inglés, me fijé en un niño que esperaba su turno. Tendría ocho años, con gafitas. Iba solo.
Cuando le tocó, preguntó al dependiente, muy educadito: "Disculpe, ¿libros de miedo para mi edad?".
*
Loncha de vida
Salgo a hacer una gestión y aprovecho para cortar alguna loncha de vida...
¡Allí! Una anciana se aproxima en su silla de ruedas, empujada por una mulatita guapa y aburrida.
La anciana en cambio está feliz. Viene royendo un pastel, sujetándolo con las dos manos, como un monito.
Al pasar a su altura descubro que no era un pastel, sino su dentadura postiza.
*
El culo de las cajeras
Un misterio de este mundo es el culo de las cajeras.
Puede pasar años sin que se levanten.
Hoy lo ha hecho la simpática de los escotes.
Me quedo con sus tetas.
*
Eros y Tánatos
Como iba con prisa, me he lanzado a cruzar con el semáforo en rojo.
De pronto, la visión de una tía en pelotas: una revista en la calzada.
He dudado un segundo si agacharme y justo entonces me ha pasado rozando un coche.
Es el amor el que va con la muerte. El sexo, con la vida.
*
Algo sucio
Ese gesto de taparse con la mano al hablar por el móvil.
Me recuerda al de quienes lo hacen en el restaurante para hurgarse con el palillo.
Comparten lo mismo: algo sucio en la boca.
*
Sábado noche
En el Supersol veo lo que no quiero ver: dos chicos llenando sus mochilas de botellas. Ven que les he visto.
No sé cómo hacerles comprender que no los voy a denunciar. (¿Tengo ya el aspecto del señor que denuncia?)
En la cola me he olvidado de ellos. Suena la alarma. Carreras. Vuelven con uno. "Ahora todos los sábados igual, para el botellón..."
El atrapado es bajito. Más que miedo, se le ve pereza por lo que va a suceder.
*
No es la guerra
Las palomas son tontas, como la paz.
Se ponen a picotear en la calzada y las aplastan los coches.
A veces, aún mueven las alas.
(No es la guerra: es la vida.)
*
Frío siberiano
Llega el frío siberiano.
El malagueño es muy mal ruso.
El verano que nunca se acababa, ahora lo tenemos que pagar.
*
Peligros de la simetría
Se ve que la idea de mi padre era tener dos canarios.
Por eso, cuando amaneció muerto uno, mató al otro.
*
Bengalas
En un jardín del extrarradio juegan dos chicas, andarán por los catorce.
Tratan de encender una bengala. No les sale. Risas. Al fin lo consiguen y admiran el chisporroteo que se eleva.
Pienso: en pocos años recrearán este juego, con otro tipo de bengalas.
*
Ombligos
Con este frío se agradecen los ombligos.
Hoy todavía una lo llevaba al aire.
El calentamiento global, concentrado en un punto.
*
Sismógrafo
Noche turbulenta. Agitación en la cama, sin poder dormir.
Otro año arruinado.
Por la mañana las sábanas revueltas son el sismógrafo del insomnio.
*
Un artista del aparcar
He vuelto a ver al gorrilla aquel canoso. Iba sin barba, bebido. ¿Habrá estado en la cárcel todos estos años?
Solía mentirme: "Es usted un artista del aparcar". Yo le daba con gusto la propina.
Una mañana vi su foto en el periódico. Había matado a otro gorrilla, machacándole la cabeza con una señal de tráfico.
*
Cuando estaba contigo
“No sería para tanto. Estos años no te he visto tan mal.”
Es de esas frases que no se responden, aunque se tiene la respuesta exacta:
“Porque sólo me has visto cuando estaba contigo.”
*
Los días de la basura
Estos son ya los días de la basura.
Hay dos misiles apuntando a cualquier proyecto: la Nochebuena y la Nochevieja.
Dejarse caer hasta la uvas, y luego renacer. (Con el cuerpo emporcado.)
*
Escenario de mi cobardía
El ascensor: escenario de mi cobardía.
Esa jugada de meterse rápido y pulsar el botón, cuando se aproximan los pasos de un vecino.
Ahora, con las puertas automáticas, hay suspense hasta el último segundo.
Me escondo en el ángulo muerto y lo mejor es la carrera y el suspiro final de decepción, por la ranura.
*
Sólo la puntita
Invierno intermitente: ayer de nuevo sol, hoy lluvia.
Así no hay forma de que arraigue el espíritu del norte.
El pensamiento nos mete sólo la puntita.
*
¡Duchamp funciona!
Voy a mear y es el urinario el que me mea.
Unos gamberros le han dado la vuelta al grifito fotoeléctrico.
Me miro la polla mojada buscando la firma de Duchamp.
*
Mi Bulli es este malestar
Twittear medio dormido, con resaca.
Mi Bulli es este malestar: dolor de cabeza, picor de ojos, neuronas torpes, con espumilla.
Transcribo desde mi mesa (de auto-autopsia): deconstrucción de Montano.
*
Asco bajo la lluvia
¡El romanticismo de los paraguas! Una pareja (veinteañeros de barrio) se besa bajo el suyo.
Nada interesante para el twitter. Pero ella se separa abruptamente.
“Lo haces como con asco. ¿Llamaste a la negrita?”
*
Solsticio en la ducha
Celebro la entrada del solsticio en la ducha.
Agua hirviendo, achicharrando la piel.
A mí el clima no me chulea.
*
Doble calcetín
Signo del invierno en Málaga: el doble calcetín.
Es lo más lejos que está el pie de la arena de la playa.
*
Dentífrico infantil
Se ha terminado el dentífrico. Uso el que tienen en casa mis sobrinos, con sabor a golosina.
Dentífrico infantil: el dentífrico de cuando decíamos "dentrífico".
Toda la mañana paladeando el tiempo en que la Navidad no era un coñazo.
*
Diminutivo cariñoso
"No le pegue usted". Una voz de anciana, en tono de lástima. Se lo ha dicho a otra que va con un perro.
"No, si yo le pego sólo a la correílla. Mire, mire." Le da con su bastón a la correa.
Me llama la atención el desplazamiento del cariño: "correílla". Al fin y al cabo es ella la que se lleva los golpes.
*
Lotería
He tenido suerte: no me ha tocado la lotería.
A estas alturas, me habría dado rabia.
Demasiado tarde.
*
Qué pereza
Una familia gitana. La madre empujando un carro de supermercado lleno de bultos (no de supermercado). El padre con el niño. Se dirige a mí.
"¿No tendrá usté fuego p'a la bengala del niño?". "Pero si es un petardo". "No, esto no explota". Lo enciende, lo arroja un metro y explota.
Mientras me alejo, escucho una y otra vez, hasta que dejo de oírle: "Pero niiiiño, ¿no me habías dicho que era una bengaaaala?".
Qué pereza el paripé. Son siglos de marginación, pero qué pereza.
*
Descripción del mal
El crac cuando se pisa, sin querer, un caracol.
No miramos abajo, pero sabemos lo que hay.
La argamasa de un cuerpo aplastado, con los cascotes de su casa.
*
Correcciones
Fealdad y belleza: en el autobús de la costa, las suites de Bach.
Horrores urbanísticos corregidos por el iPod.
Atravesar el lodazal en una barca de oro.
*
Arreglos con la verdad
¡No sé mentir! Y cuando lo hago, termino en un arreglo con la verdad, a posteriori.
Ayer me escapé de su casa con la excusa de que tenía que pasarme por la Fnac.
No tenía previsto pasarme por la Fnac, pero al final di un rodeo para pasarme por la Fnac.
*
Los globos se escapan
El niño no se lo puede creer: el globo se le ha escapado de la mano.
Mira para arriba, a la vez que desciende el rostro de su madre. Por las rendijas de los besos, el niño todavía le echa un vistazo al globo.
Pronto se olvida. Conserva un resto de estupor, pero ya vuelve a sonreír.
Esta vez la herida ha sido suturada a tiempo.
*
Mapamundi horario
Noche en vela, trabajando.
Amanece y mi cabeza se derrumba.
Miro el mapamundi horario, para ver por dónde se está poniendo el sol.
Japón: me acogeré a su noche.
*
Metafísica
Me cruzo con mi viejo profesor de metafísica.
Ese tiempo que él desdeñaba, en aras del Ser, lo ha triturado.
*
Día de los Inocentes
Ya no se ven los monigotes aquellos, de tebeo, en las espaldas.
Pero es porque no nos fijamos bien: somos nosotros, en las espaldas del mundo.
Siempre recuerdo la humorada de Juan de Mairena, que anunció a Cioran: "Un pedagogo hubo: se llamaba Herodes".
*
Cañones
Me fijo en las botellas de champán en el supermercado: horizontales, apuntando como cañones.
A la señal convenida, le dispararán al nuevo año.
Y lo hundirán.
*
Ya sabía que no
Una mujer pasea a su hija paralítica. Hace sol. La criatura disfruta con su racioncita de sensualidad.
La madre es alegre. Se para a hablar con el matrimonio que está a mi lado en el banco. Asuntos cotidianos, banales.
Se despide. Su ánimo ha hecho que la tarde vuelva a parecer grata. Si guardaran silencio los de mi lado...
Pero ya sabía que no: "Pobrecilla mujer la que le ha caído".
*
Celebración del desayuno
Frente a los viscosos sueños, el desayuno.
Ninguna fantasía comparable al pan con aceite y el café.
Se va la noche con sus fantasmas. Llega el día.
Es el cuerpo vacío el que produce monstruos.
*
Pasados de moda
Ha remitido (¡al fin!) la plaga de los papa noeles en las fachadas.
El año pasado una niña quiso tocar el de su balcón y cayó al vacío.
Los que quedan parecen viejos hippies: canosos, barrigudos, pasados de moda.
*
Perversos polimorfos
Siempre se me olvida que con los niños hay que ser serios.
Mis sobrinos me lo recuerdan: “Tito, no hagas tonterías”.
“¡Pero si os reís! ¿No os gusta?”. “Sí, pero no tanto tiempo”.
*
Curiosidad malsana
Del año nuevo se puede decir lo que decía Borges de la mañana: "depara la ilusión de un principio".
Mi primera curiosidad del año es siempre la misma: qué día de enero fracasaré en mis propósitos. No suele tener dos cifras.
*
Casanova
Nunca he sido muy ligón, por pereza. Pero un año sí lo fui: la desesperación se impuso a la pereza.
Fui consumiendo amantes como rosquillas. En Nochevieja todas me mandaron un sms de felicitación. Me alegré. Pensé: "lo he hecho bien".
No se ha vuelto a repetir. Por pereza.
*
Campanadas
Decidido: tomaremos las uvas con Belén Esteban. Es decir: pisando el fango.
Protección teórica: la Nochevieja pertenece aún al 2009, así que no ensuciamos el año nuevo.
El 1 de enero no lo dan las campanadas, sino el sol: con su primer amanecer.
*
Realismo
Entre las masas navideñas, cazo una frase al vuelo: “Es una casa sombría. A las cinco ya es de noche”.
El realismo es el esfuerzo de la gente por hablar como hablan en las novelas.
*
Sol
Tortilla de patatas: un sol en la sartén.
Hoy no tiene rival. Afuera llueve.
*
L'amour!
No sé en qué momento me di cuenta de que yo le gustaba. Como despachaba patatas asadas en aquel sitio, la conocíamos por "la de la patata".
Se agobiaba porque estaba en la peor posición para gustar: con su gorrito ridículo, su cara sudorosa, las prisas de ese trabajo sin brillo.
Yo no sabía cómo decirle que me parecía una princesa así, que no tenía que hacer más, que mi distancia era porque estaba enamorado de otra.
*
Vita nuova
Los manjares navideños contribuyen, después de todo, a una cierta renovación.
Lo que arrojo en el retrete tiene más colorido: marrones veteados, algún que otro verde oscuro, etc.
Algo es algo.
*
Primeros muertos
En el periódico leo los nombres de los primeros muertos del año.
Sorprende ver 2010 como cifra de cierre.
Se abrió hace cinco días y ya ha atrapado a varios. El cepo.
*
Petardos
La insufrible moda de los petardos.
La vida se desarrolla estos días con un fondo de disparos y explosiones.
Así deben de ser las guerras civiles: niñatos a sus anchas.
*
Noche de Reyes
A partir de cierta edad, los Reyes sólo traen carbón: el carbón de los años.
¿Qué les pediría? Que fueran reinas y se metieran en mi cama.
El sexo, parafraseando a Brassens, es el último regalo de los Reyes.
Nos saca de la infancia, pero nos deja con ese juguetito.
*
Alianza de civilizaciones
Entro en una tienda de chinos justo cuando la dependienta está despachándole dos botellas de whisky a un magrebí.
La china me sonríe, pero él está incómodo, como cuando a un adolescente lo pillan comprando preservativos.
A mí me entran ganas de darle un abrazo. O de poner un billete en el mostrador, diciendo: "Invita Occidente".
*
La buena siesta
La buena siesta es la siesta con baba.
El día se vence y emite su zumillo.
Es como la eyaculación del cansancio.
Media hora y otra vez como nuevos.
*
Desconfianza
Un grano en el párpado. Lo miro con desconfianza.
Estos sarpullidos ya no son de primavera.
Pueden venir para quedarse.
*
Vivir pericolosamente
A veces, verdaderamente, no me la encuentro: no me encuentro la vida.
Toda la mañana pensando qué poner y nada.
Se me adelgaza tanto, que no da ni para un tweet.
Sólo me queda eso: decirlo.
*
Vivir pericolosamente (2)
Cartel en la puerta de un restaurante italiano: "Tenemos cocinero italiano. NO SOMOS FRANQUICIA".
No entiendo qué tienen contra las franquicias. Yo soy un gran enamorado de las franquicias.
Mis amigos suelen preguntarme: "¿En qué franquicia comes hoy?".
*
Vivir pericolosamente (y 3)
Un poco de actividad: decido afeitarme.
La cercanía de la carne y la cuchilla tiene su aquel. Podría forzar un final melodramático.
Bah. ¿Qué voy a hacerle a este tipo con cara embadurnada de espuma?
*
El postre del invierno
Esa combinación chic: tomar helados con bufanda.
Yo soy el que mantiene la industria heladera en los meses de frío.
Quizá es porque al invierno de Málaga le falta el postre: la nieve.
*
Las ciudades con río
Sí tenemos ese espectáculo ocasional: el río con agua. (¡Oh, la higiene de las ciudades con río!)
Por lo general el cauce lo gobierna Parménides. Nos bañamos mil veces en el mismo río seco.
Sólo con las lluvias vuelve Heráclito. Pero por poco tiempo: no le da tiempo a llevarse todas las miasmas que paralizan la ciudad.
*
El bien de Montano
A veces me preguntan si mi Montano es el de Vila-Matas. La respuesta es: no.
Mi Montano es el de la "Epístola a Arias Montano" del capitán Aldana, que ensalzó Cernuda:
"Pienso torcer de la común carrera / que sigue el vulgo, y caminar derecho / jornada de mi patria verdadera..." (¿He dicho algo?)
*
Perro de artista
Un animal lo pasa peor que el toro: el perro de los, así llamados, perroflautas.
A diferencia de los transeúntes, no pueden escapar del “arte” de su dueño.
En cada esquina reproducen la tragedia de Troilo.
*
Comprometido trámite
Para ver El cónsul de Sodoma hay que pasar antes por taquilla y decir: "Una para El cónsul de Sodoma".
Comprometido trámite para el intelectual solitario.
En la sala el público es sólo de varones: dispuestos a distancia, como en los antiguos cines X.
Lo escabroso no es el tema homosexual, sino la poesía. Nos falta un Día del Orgullo Poético.
*
Elegancia moral
Un hombre le escupe a una mujer en la cara. Lo extraño es que ella ha permanecido impasible. Siguen caminando juntos.
Conforme se acercan veo que ella no es su pareja, sino su madre. Y que él es un disminuido psíquico.
Admiro la elegancia de la mujer: su elegancia moral. Se limpia con el kleenex sin aspaviendo, sin reproche. Erguida. Él nunca sabrá su lujo.
*
No acostarse, caminar
No soy hipocondríaco, pero me ha alarmado un zumbido que he sentido dentro del cerebro. Una presión sostenida que se deslizaba con lentitud.
Han sido sólo unos segundos, pero he pensado: ¿obstrucción, rotura? ¿El famoso aneurisma? Me he quedado observando posibles consecuencias.
No he notado nada, pero instintivamente he decidido que no debo acostarme, sino caminar. Y que ha de ser un lema para siempre.
*
Patinadoras
Por el paseo marítimo me envuelve una nube de patinadoras: siete u ocho chicas, que me adelantan.
Se alejan. Son patosas. Están aprendiendo. Los patines han debido de traérselos los Reyes, por haber sido buenas.
O quizá malas. Más adelante paso de nuevo ante ellas, que se han parado a descansar, y oigo: "Tía, tendría que haberme depilado".
*
Aperitivo
Ahora lo que veo procuro traducirlo a twitter.
Paso la realidad por el rallador de mi cerebro, y con las hebras armo el aperitivo que les sirvo a ustedes.
El plato principal lo tienen fuera: en el mundo.
*
Los numeritos de la Naturaleza
¿Sabia la naturaleza? Más bien entre listilla y abusona.
Y qué pesada. Los elementos pasan de uno en uno, hacen su numerito y se van.
Ya estuvieron la lluvia, la nieve, el sol y hoy le toca al viento.
Lo único tierno es el empeño que pone, su histrionismo snob: como si la obra fuese nueva.
*
Tirar la toalla
El momento exacto en que un hombre tira la toalla.
Era profesor de instituto. Nunca pudo con sus alumnos, pero se pasó años intentándolo.
Una mañana, en cuanto se sentó a su mesa, uno de nosotros dijo: "¡Gilipollas!".
Esta vez no replicó. Sólo agachó la cabeza y musitó: "Jo, macho".
*
Pharmacie
Hay una farmacéutica que me gusta y ahora voy a comprarle medicinas. Aunque mi medicina sería ella.
Otras veces la miro, alejado, por el escaparate. Su bata blanca, sus gafitas. Tiene algo también de panadera. La Virgen de la Curación.
Se parece muchísimo a otra mujer. Aquella que arruinó mi salud.
*
La perfección del 69
Ya no saldré jamás de esa postura.
Nada se desperdicia. Scalextric del placer.
*
Situaciones invertidas
Hace unos meses un inmigrante africano me preguntó por la comisaría: quería entregarse para que lo deportaran a su país.
El sábado me excusé ante un mendigo: "No llevo nada". Y él me señaló con una risotada, compadeciéndose: "Uhhh, mala cosa".
Con la crisis se invierten las situaciones, quizá en dirección a la verdad.
*
Domingos deportivos
Tarde frente al mar. Leo feliz, al solecito, cuando en un banco próximo una anciana enciende un transistor.
Trastea hasta sintonizar "Carrusel deportivo". Maldigo para mis adentros. Pero la veo hacer un movimiento extraño.
Ha sacado la fotografía de un anciano, la ha juntado al transistor y, sin apagarlo, ha guardado las dos cosas en el bolso.
*
Reparación
He ido a reparar la bicicleta. Mañana la vuelvo a coger.
(Mi propia reparación la haré pedaleando.)
*
Atlas
Mezclados entre los transeúntes de calle Larios, hay ancianos que caminan con dificultad.
Arrastran los pies y hunden los hombros, como si llevaran un enorme peso encima.
Y lo llevan: el de la ciudad que ya sólo existe en su memoria.
*
Primera salida
La metáfora del caballito de acero hay que actualizarla: caballito de titanio.
Salgo y circulo por el carril bici. Ahora es larguísimo, nuevo, de color teja.
Lo del Plan E era un regalo para mí: me estaban poniendo una alfombra.
*
Guiñol
La niña del edificio de enfrente. Me fijé por primera vez este verano, porque se pasaba el día cantando y hablando sola en su terraza.
Andará por los nueve. Cuando empezó el curso y vi que no iba a la escuela, entendí que le debía de pasar algo.
Se asoma siempre con la cortina cerrada por detrás. Parece una figura de guiñol; pero perdida en el escenario, sin nadie.
*
El reverso de la postal
Accidente en el paseo marítimo. Una moto tirada y policías, sanitarios, un grupo de curiosos en torno a la camilla del suelo.
Me acerco sólo hasta el punto en que se ve que la víctima es masculina, pero no si está viva o muerta. Debe de estar viva, por los cuidados.
En el cristal de atrás de la ambulancia se refleja el atardecer naranja, con palmeras. El accidente parece entonces el reverso de la postal.
*
Uniforme del espíritu
El secreto mejor guardado de los escritores es que pasamos el 90% del tiempo en chándal.
El chándal es el uniforme del espíritu.
Toda la literatura desde la Segunda Guerra Mundial ha sido escrita en chándal.
Cambia la calidad de los libros, no el uniforme del escritor.
*
El mínimo esfuerzo
El alma andaluza (¡si existe!) se revela en las escaleras mecánicas.
El andaluz no da un paso si la máquina lo da por él.
Ni se le ocurre que podría juntar las dos fuerzas.
Hay cierta sabiduría en ello. Pero cansa.
*
Malagueña antisalerosa
En la cola del Supersol, la cajera y una clienta hablan de sujetadores. Lo hacen con desparpajo. Exactamente como si yo no estuviera.
Considero que debo integrarme con alguna frase cómplice. Sonrío y me lanzo: "Bueno, aquí estoy asistiendo a una conversación femenina...".
La clienta me mira con desprecio y me dice, áspera y antisensual como sólo saben ser las malagueñas: "Se irá a escandalizar usted".
*
Parque temático
Siento debilidad por Torremolinos. Como no nay nada bello, las fealdades se neutralizan entre sí y no molestan.
Lo asombroso no es que mantenga esa estética de los años setenta, sino que sus visitantes también la mantienen.
Los observo y pienso que Torremolinos es el único parque temático cuyos personajes son los propios turistas.
*
La lección de Dante
El amor moverá al sol y a las demás estrellas... pero no a la amada.
Es un sentimiento individual, aislado. Impotente en sí mismo. Más aún: despotenciador. (Una traba literaria.)
El amor en sí no enamora. Cuando dos se aman, no es por el amor de cada uno hacia el otro. Será por lo que sea; jamás por el amor.
*
A la tercera
Cena con amigos. A todos se les ha suicidado alguien recientemente.
Me quedo con el caso de uno que falló en dos ocasiones: con el corte en las venas y las pastillas.
A la tercera se ahorcó del balcón, hacia fuera. Para mostrarle al mundo que lo había conseguido.
*
La caída del Imperio Romano
Es un hecho: hace más de un año que no pongo la televisión.
Quién lo iba a decir hace una década, cuando su imperio parecía invencible.
La Pantalla se ha resquebrajado. Estamos estrenando la bendita barbarie.
*
El teatro de la vida
Me siento en un banco de la plaza a fumar un purito mientras llega mi amiga.
Por detrás, hacia mi izquierda, escucho la voz desgarrada de una mujer: "Es mi vida, es mi historia, es mi Paco".
Voy a volverme para verle la cara cuando, por otro motivo, el hombre que estaba sentado a mi derecha rompe a llorar.
Me veo literalmente cercado por las emociones. Pero me quedo frío. Mi impresión es la de estar entre actores malos ensayando una obra mala.
*
Quiniela
Sensación electoral el sábado cuando fui a echar la quiniela.
Pero hay tres diferencias de los apostantes con respecto a los electores:
1) No se ocultan en cabinas para escoger su voto.
2) Lo estudian mejor.
y 3) Todos apoyan el mismo programa: el de la riqueza personal.
*
Emociones turísticas
Los turistas estudian el mapa como si fueran las instrucciones de la ciudad.
Comprueban en la calle que cada pieza está en su sitio.
Si lo hacen bien, se pondrá en marcha la máquina de emociones turísticas.
*
La chispa de la vida
Canas prematuras: la espuma del pensamiento.
El intelectual canoso es como la coca-cola: las burbujas negras de su cerebro se transforman en espuma blanca.
La chispa de la vida: ese es el quid de la cuestión.
*
Sartenazo
Anoche fui el individuo más ridículo de Europa. Me di a mí mismo un sartenazo. Como suena.
Trasteando en el mueble de la cocina, se me encanchó en la manga el asa de una sartén y, al retirar el brazo, la propulsé hacia mi cabeza.
La sensación de ridículo fue menos poderosa que la de que me lo merecía. El día tenía que acabar así. ¡Clonc!
*
Una odisea del espacio
Cerca de casa hay una escuela y por la mañana veo a las madres apresuradas con sus niños.
Ahora en invierno ellos van con sus abrigos gruesos y sus capuchas. Como pequeños astronautas.
Pronto los soltará la nave nodriza.
*
Multa lingüística
Entre parejas esporádicas hay un acuerdo tácito: si te lo como, me la chupas. Y viceversa.
Entre las parejas consolidadas, sin embargo, interfieren otros asuntos exteriores a la cama.
El que se ha portado mal suele pagarlo con una multa lingüística.
*
Musas de barrio
Ah las musas de barrio: estropeaditas.
En su belleza están expuestos, no escondidos, los indicios de la corrupción.
Condenadas a ser la sombra de lo que hubieran podido ser.
O mejor: alumbradas por el esplendor que imaginamos.
*
Humano, demasiado humano
Me autocapturé ayer un gesto humano, demasiado humano.
Saliendo del lujoso hotel Alfonso XIII de Sevilla (habíamos entrado a tomar una caña) quise darme un aire casual, como si me alojase allí.
El resentimiento social: qué entrañable motorcillo.
*
Lumbalgia
Sensación de ser una silla desplegable que no se puede desplegar.
Una silla que debe sentarse, en cualquier caso: el trabajo manda.
Luego me levanto doblado, y con el culo en pompa. Doy pasitos de pato.
Sé que no es día para usar a Primo Levi fuera de contexto, pero: "si esto es un hombre..."
*
Epitafio
Aquí me quedo pinzado en mi lumbalgia.
Repliegue.
*
¡A ver si me la encuentro!
Empiezo a contar la vida de Montano. ¡A ver si me la encuentro!
Mi principal novedad autobiográfica es esa: que he empezado a usar el twitter.
Uno adquiere complejo de salchichón: no me ofreceré entero, sino en rodajas. (¡Cortadas muy finitas!)
Llevo un minuto de autobiografía twitteada y ya he aprendido la lección fundamental: el twitter es el mensaje.
*
Heroína contemporánea
En la cola del Supersol una vieja se ha cagado encima. Menudo pestazo. Se ha quedado paralizada, mirando al suelo: recogida en su vergüenza.
Pero ha intervenido esa heroína contemporánea, la cajera: “A tu madre la limpias en tu casa, que el otro día dejó el wáter tó perdío”.
Dicen que el pueblo español es mayoritariamente de izquierdas. Yo lo encuentro más bien fascistoide, sólo que se ve guapo de izquierdas.
*
La Biblia de mi nueva vida
Desayuno releyendo el contrato de Factual, a modo de Biblia de mi nueva vida (que es la de siempre, pero contada en twitter).
De acuerdo: no mentiré, describiré el mal (¡yo, el mundo!), mostraré mi trazabilidad y, sobre todo, seré un objeto bello, singular y cálido.
Bueno, sobre esto último no descarto dar alguna que otra vez la nota "en la dirección opuesta".
*
Un parado esquiando
Sierra Nevada ofrece descuentos a los parados. Un parado esquiando. Se me queda esa imagen.
Gastarse el subsidio en esquíes. Para deslizarse por un suelo que sea como sus horas: blancas, frías.
O para aproximarse al precipicio. Quizá en la oferta va incluido el precipicio.
*
Charcutería
Vaya, resulta que en casa ha tocado un jamón. Parece que en cuanto me propongo ser autobiográfico, caigo en la charcutería.
El jamón en la pared: cosa inquietante. (Mon semblable, mon frère!)
*
La epiquilla del invierno
Anoche me encontré en la calle con un viejo conocido: el frío. Después de nueve meses, ya lo daba por muerto.
Este año el verano ha durado en Málaga lo que un embarazo. Ha resultado agradable: el calentamiento global es un útero cojonudo.
Y ahora, a saborear la epiquilla del invierno. (Aquí nada es serio: el invierno tampoco.)
El invierno: primavera de las bufandas.
*
Perfume
Me fijo en el nombre de mi perfume: “Truth”. Fue un regalo de hace tres o cuatro años y aún voy por la mitad. Lo he usado poco.
¿La verdad está en la cosa o se le pone a la cosa? Lo cierto es que huele bien.
*
Rosquillas
Feria del Dulce de Convento, en Torremolinos. La organizadora: "Se van a vender como rosquillas". No cae en que son justo eso: rosquillas.
*
Errores
Sin puente. Trabajo en casa.
Ahora me dedico a hacer correcciones para una editorial, y a escribir.
O sea: a eliminar los errores de los otros, y a añadir los míos.
*
Por si acaso
Crujido extraño del ascensor poco antes de llegar. Decido subir a pie, por si acaso.
Una vez arriba, lo llamo. Me intriga saber “qué hubiera pasado”. Alcanza mi piso sin contratiempos. Decepción.
¿Y si no se ha descolgado porque iba sin carga? Me espero a que lo use alguien. Necesito saber si he sobrevivido de milagro.
*
Huevos a la vida
El ascensor no se ha desplomado todavía. Entré en casa y he pasado la mañana trabajando. Pero con el oído puesto.
Los vecinos ignoran el riesgo que corren.
Luego tendré que bajar. Aún no sé si por las escaleras, o echándole huevos a la vida.
*
La mujer en los treinta
¡Ah la mujer en los treinta! Anoche me crucé con una en un semáforo: caminaba altiva, con paso firme.
Se dejó atrás un foulard y la llamé: "Oiga, se le ha caído...". Me interrumpió enérgica: "¡No! ¡Lo he tirado!". Ni se paró.
Me alejé armando este tweet en la cabeza. Y envidiando al que la tiene en el bolsillo.
*
Jubilados
Debo de llevar vida de jubilado, porque me los encuentro siempre.
Paseando por los mismos sitios a las mismas horas, tomando el solecito, hojeando los periódicos en el OpenCor...
El tiempo que dedican al parchís, es el que yo dedico al intelecto.
*
Susto en la noria
Lo de “lo he tirado” me ha recordado aquel susto en la noria gigante.
Me subí con mi amigo Curro. Su perfil no resultaba el más tranquilizador para una atracción de riesgo: era devoto de Panero y Artaud.
Con la noria parada arriba, le entró un ataque de pánico. Le dije: "Calma, no vas a caerte".
Su respuesta me provocó el pánico a mí: “¡No tengo miedo de caerme! ¡Tengo miedo de tirarme!”.
*
Miedo para su edad
Una vez, pagando en la librería del Corte Inglés, me fijé en un niño que esperaba su turno. Tendría ocho años, con gafitas. Iba solo.
Cuando le tocó, preguntó al dependiente, muy educadito: "Disculpe, ¿libros de miedo para mi edad?".
*
Loncha de vida
Salgo a hacer una gestión y aprovecho para cortar alguna loncha de vida...
¡Allí! Una anciana se aproxima en su silla de ruedas, empujada por una mulatita guapa y aburrida.
La anciana en cambio está feliz. Viene royendo un pastel, sujetándolo con las dos manos, como un monito.
Al pasar a su altura descubro que no era un pastel, sino su dentadura postiza.
*
El culo de las cajeras
Un misterio de este mundo es el culo de las cajeras.
Puede pasar años sin que se levanten.
Hoy lo ha hecho la simpática de los escotes.
Me quedo con sus tetas.
*
Eros y Tánatos
Como iba con prisa, me he lanzado a cruzar con el semáforo en rojo.
De pronto, la visión de una tía en pelotas: una revista en la calzada.
He dudado un segundo si agacharme y justo entonces me ha pasado rozando un coche.
Es el amor el que va con la muerte. El sexo, con la vida.
*
Algo sucio
Ese gesto de taparse con la mano al hablar por el móvil.
Me recuerda al de quienes lo hacen en el restaurante para hurgarse con el palillo.
Comparten lo mismo: algo sucio en la boca.
*
Sábado noche
En el Supersol veo lo que no quiero ver: dos chicos llenando sus mochilas de botellas. Ven que les he visto.
No sé cómo hacerles comprender que no los voy a denunciar. (¿Tengo ya el aspecto del señor que denuncia?)
En la cola me he olvidado de ellos. Suena la alarma. Carreras. Vuelven con uno. "Ahora todos los sábados igual, para el botellón..."
El atrapado es bajito. Más que miedo, se le ve pereza por lo que va a suceder.
*
No es la guerra
Las palomas son tontas, como la paz.
Se ponen a picotear en la calzada y las aplastan los coches.
A veces, aún mueven las alas.
(No es la guerra: es la vida.)
*
Frío siberiano
Llega el frío siberiano.
El malagueño es muy mal ruso.
El verano que nunca se acababa, ahora lo tenemos que pagar.
*
Peligros de la simetría
Se ve que la idea de mi padre era tener dos canarios.
Por eso, cuando amaneció muerto uno, mató al otro.
*
Bengalas
En un jardín del extrarradio juegan dos chicas, andarán por los catorce.
Tratan de encender una bengala. No les sale. Risas. Al fin lo consiguen y admiran el chisporroteo que se eleva.
Pienso: en pocos años recrearán este juego, con otro tipo de bengalas.
*
Ombligos
Con este frío se agradecen los ombligos.
Hoy todavía una lo llevaba al aire.
El calentamiento global, concentrado en un punto.
*
Sismógrafo
Noche turbulenta. Agitación en la cama, sin poder dormir.
Otro año arruinado.
Por la mañana las sábanas revueltas son el sismógrafo del insomnio.
*
Un artista del aparcar
He vuelto a ver al gorrilla aquel canoso. Iba sin barba, bebido. ¿Habrá estado en la cárcel todos estos años?
Solía mentirme: "Es usted un artista del aparcar". Yo le daba con gusto la propina.
Una mañana vi su foto en el periódico. Había matado a otro gorrilla, machacándole la cabeza con una señal de tráfico.
*
Cuando estaba contigo
“No sería para tanto. Estos años no te he visto tan mal.”
Es de esas frases que no se responden, aunque se tiene la respuesta exacta:
“Porque sólo me has visto cuando estaba contigo.”
*
Los días de la basura
Estos son ya los días de la basura.
Hay dos misiles apuntando a cualquier proyecto: la Nochebuena y la Nochevieja.
Dejarse caer hasta la uvas, y luego renacer. (Con el cuerpo emporcado.)
*
Escenario de mi cobardía
El ascensor: escenario de mi cobardía.
Esa jugada de meterse rápido y pulsar el botón, cuando se aproximan los pasos de un vecino.
Ahora, con las puertas automáticas, hay suspense hasta el último segundo.
Me escondo en el ángulo muerto y lo mejor es la carrera y el suspiro final de decepción, por la ranura.
*
Sólo la puntita
Invierno intermitente: ayer de nuevo sol, hoy lluvia.
Así no hay forma de que arraigue el espíritu del norte.
El pensamiento nos mete sólo la puntita.
*
¡Duchamp funciona!
Voy a mear y es el urinario el que me mea.
Unos gamberros le han dado la vuelta al grifito fotoeléctrico.
Me miro la polla mojada buscando la firma de Duchamp.
*
Mi Bulli es este malestar
Twittear medio dormido, con resaca.
Mi Bulli es este malestar: dolor de cabeza, picor de ojos, neuronas torpes, con espumilla.
Transcribo desde mi mesa (de auto-autopsia): deconstrucción de Montano.
*
Asco bajo la lluvia
¡El romanticismo de los paraguas! Una pareja (veinteañeros de barrio) se besa bajo el suyo.
Nada interesante para el twitter. Pero ella se separa abruptamente.
“Lo haces como con asco. ¿Llamaste a la negrita?”
*
Solsticio en la ducha
Celebro la entrada del solsticio en la ducha.
Agua hirviendo, achicharrando la piel.
A mí el clima no me chulea.
*
Doble calcetín
Signo del invierno en Málaga: el doble calcetín.
Es lo más lejos que está el pie de la arena de la playa.
*
Dentífrico infantil
Se ha terminado el dentífrico. Uso el que tienen en casa mis sobrinos, con sabor a golosina.
Dentífrico infantil: el dentífrico de cuando decíamos "dentrífico".
Toda la mañana paladeando el tiempo en que la Navidad no era un coñazo.
*
Diminutivo cariñoso
"No le pegue usted". Una voz de anciana, en tono de lástima. Se lo ha dicho a otra que va con un perro.
"No, si yo le pego sólo a la correílla. Mire, mire." Le da con su bastón a la correa.
Me llama la atención el desplazamiento del cariño: "correílla". Al fin y al cabo es ella la que se lleva los golpes.
*
Lotería
He tenido suerte: no me ha tocado la lotería.
A estas alturas, me habría dado rabia.
Demasiado tarde.
*
Qué pereza
Una familia gitana. La madre empujando un carro de supermercado lleno de bultos (no de supermercado). El padre con el niño. Se dirige a mí.
"¿No tendrá usté fuego p'a la bengala del niño?". "Pero si es un petardo". "No, esto no explota". Lo enciende, lo arroja un metro y explota.
Mientras me alejo, escucho una y otra vez, hasta que dejo de oírle: "Pero niiiiño, ¿no me habías dicho que era una bengaaaala?".
Qué pereza el paripé. Son siglos de marginación, pero qué pereza.
*
Descripción del mal
El crac cuando se pisa, sin querer, un caracol.
No miramos abajo, pero sabemos lo que hay.
La argamasa de un cuerpo aplastado, con los cascotes de su casa.
*
Correcciones
Fealdad y belleza: en el autobús de la costa, las suites de Bach.
Horrores urbanísticos corregidos por el iPod.
Atravesar el lodazal en una barca de oro.
*
Arreglos con la verdad
¡No sé mentir! Y cuando lo hago, termino en un arreglo con la verdad, a posteriori.
Ayer me escapé de su casa con la excusa de que tenía que pasarme por la Fnac.
No tenía previsto pasarme por la Fnac, pero al final di un rodeo para pasarme por la Fnac.
*
Los globos se escapan
El niño no se lo puede creer: el globo se le ha escapado de la mano.
Mira para arriba, a la vez que desciende el rostro de su madre. Por las rendijas de los besos, el niño todavía le echa un vistazo al globo.
Pronto se olvida. Conserva un resto de estupor, pero ya vuelve a sonreír.
Esta vez la herida ha sido suturada a tiempo.
*
Mapamundi horario
Noche en vela, trabajando.
Amanece y mi cabeza se derrumba.
Miro el mapamundi horario, para ver por dónde se está poniendo el sol.
Japón: me acogeré a su noche.
*
Metafísica
Me cruzo con mi viejo profesor de metafísica.
Ese tiempo que él desdeñaba, en aras del Ser, lo ha triturado.
*
Día de los Inocentes
Ya no se ven los monigotes aquellos, de tebeo, en las espaldas.
Pero es porque no nos fijamos bien: somos nosotros, en las espaldas del mundo.
Siempre recuerdo la humorada de Juan de Mairena, que anunció a Cioran: "Un pedagogo hubo: se llamaba Herodes".
*
Cañones
Me fijo en las botellas de champán en el supermercado: horizontales, apuntando como cañones.
A la señal convenida, le dispararán al nuevo año.
Y lo hundirán.
*
Ya sabía que no
Una mujer pasea a su hija paralítica. Hace sol. La criatura disfruta con su racioncita de sensualidad.
La madre es alegre. Se para a hablar con el matrimonio que está a mi lado en el banco. Asuntos cotidianos, banales.
Se despide. Su ánimo ha hecho que la tarde vuelva a parecer grata. Si guardaran silencio los de mi lado...
Pero ya sabía que no: "Pobrecilla mujer la que le ha caído".
*
Celebración del desayuno
Frente a los viscosos sueños, el desayuno.
Ninguna fantasía comparable al pan con aceite y el café.
Se va la noche con sus fantasmas. Llega el día.
Es el cuerpo vacío el que produce monstruos.
*
Pasados de moda
Ha remitido (¡al fin!) la plaga de los papa noeles en las fachadas.
El año pasado una niña quiso tocar el de su balcón y cayó al vacío.
Los que quedan parecen viejos hippies: canosos, barrigudos, pasados de moda.
*
Perversos polimorfos
Siempre se me olvida que con los niños hay que ser serios.
Mis sobrinos me lo recuerdan: “Tito, no hagas tonterías”.
“¡Pero si os reís! ¿No os gusta?”. “Sí, pero no tanto tiempo”.
*
Curiosidad malsana
Del año nuevo se puede decir lo que decía Borges de la mañana: "depara la ilusión de un principio".
Mi primera curiosidad del año es siempre la misma: qué día de enero fracasaré en mis propósitos. No suele tener dos cifras.
*
Casanova
Nunca he sido muy ligón, por pereza. Pero un año sí lo fui: la desesperación se impuso a la pereza.
Fui consumiendo amantes como rosquillas. En Nochevieja todas me mandaron un sms de felicitación. Me alegré. Pensé: "lo he hecho bien".
No se ha vuelto a repetir. Por pereza.
*
Campanadas
Decidido: tomaremos las uvas con Belén Esteban. Es decir: pisando el fango.
Protección teórica: la Nochevieja pertenece aún al 2009, así que no ensuciamos el año nuevo.
El 1 de enero no lo dan las campanadas, sino el sol: con su primer amanecer.
*
Realismo
Entre las masas navideñas, cazo una frase al vuelo: “Es una casa sombría. A las cinco ya es de noche”.
El realismo es el esfuerzo de la gente por hablar como hablan en las novelas.
*
Sol
Tortilla de patatas: un sol en la sartén.
Hoy no tiene rival. Afuera llueve.
*
L'amour!
No sé en qué momento me di cuenta de que yo le gustaba. Como despachaba patatas asadas en aquel sitio, la conocíamos por "la de la patata".
Se agobiaba porque estaba en la peor posición para gustar: con su gorrito ridículo, su cara sudorosa, las prisas de ese trabajo sin brillo.
Yo no sabía cómo decirle que me parecía una princesa así, que no tenía que hacer más, que mi distancia era porque estaba enamorado de otra.
*
Vita nuova
Los manjares navideños contribuyen, después de todo, a una cierta renovación.
Lo que arrojo en el retrete tiene más colorido: marrones veteados, algún que otro verde oscuro, etc.
Algo es algo.
*
Primeros muertos
En el periódico leo los nombres de los primeros muertos del año.
Sorprende ver 2010 como cifra de cierre.
Se abrió hace cinco días y ya ha atrapado a varios. El cepo.
*
Petardos
La insufrible moda de los petardos.
La vida se desarrolla estos días con un fondo de disparos y explosiones.
Así deben de ser las guerras civiles: niñatos a sus anchas.
*
Noche de Reyes
A partir de cierta edad, los Reyes sólo traen carbón: el carbón de los años.
¿Qué les pediría? Que fueran reinas y se metieran en mi cama.
El sexo, parafraseando a Brassens, es el último regalo de los Reyes.
Nos saca de la infancia, pero nos deja con ese juguetito.
*
Alianza de civilizaciones
Entro en una tienda de chinos justo cuando la dependienta está despachándole dos botellas de whisky a un magrebí.
La china me sonríe, pero él está incómodo, como cuando a un adolescente lo pillan comprando preservativos.
A mí me entran ganas de darle un abrazo. O de poner un billete en el mostrador, diciendo: "Invita Occidente".
*
La buena siesta
La buena siesta es la siesta con baba.
El día se vence y emite su zumillo.
Es como la eyaculación del cansancio.
Media hora y otra vez como nuevos.
*
Desconfianza
Un grano en el párpado. Lo miro con desconfianza.
Estos sarpullidos ya no son de primavera.
Pueden venir para quedarse.
*
Vivir pericolosamente
A veces, verdaderamente, no me la encuentro: no me encuentro la vida.
Toda la mañana pensando qué poner y nada.
Se me adelgaza tanto, que no da ni para un tweet.
Sólo me queda eso: decirlo.
*
Vivir pericolosamente (2)
Cartel en la puerta de un restaurante italiano: "Tenemos cocinero italiano. NO SOMOS FRANQUICIA".
No entiendo qué tienen contra las franquicias. Yo soy un gran enamorado de las franquicias.
Mis amigos suelen preguntarme: "¿En qué franquicia comes hoy?".
*
Vivir pericolosamente (y 3)
Un poco de actividad: decido afeitarme.
La cercanía de la carne y la cuchilla tiene su aquel. Podría forzar un final melodramático.
Bah. ¿Qué voy a hacerle a este tipo con cara embadurnada de espuma?
*
El postre del invierno
Esa combinación chic: tomar helados con bufanda.
Yo soy el que mantiene la industria heladera en los meses de frío.
Quizá es porque al invierno de Málaga le falta el postre: la nieve.
*
Las ciudades con río
Sí tenemos ese espectáculo ocasional: el río con agua. (¡Oh, la higiene de las ciudades con río!)
Por lo general el cauce lo gobierna Parménides. Nos bañamos mil veces en el mismo río seco.
Sólo con las lluvias vuelve Heráclito. Pero por poco tiempo: no le da tiempo a llevarse todas las miasmas que paralizan la ciudad.
*
El bien de Montano
A veces me preguntan si mi Montano es el de Vila-Matas. La respuesta es: no.
Mi Montano es el de la "Epístola a Arias Montano" del capitán Aldana, que ensalzó Cernuda:
"Pienso torcer de la común carrera / que sigue el vulgo, y caminar derecho / jornada de mi patria verdadera..." (¿He dicho algo?)
*
Perro de artista
Un animal lo pasa peor que el toro: el perro de los, así llamados, perroflautas.
A diferencia de los transeúntes, no pueden escapar del “arte” de su dueño.
En cada esquina reproducen la tragedia de Troilo.
*
Comprometido trámite
Para ver El cónsul de Sodoma hay que pasar antes por taquilla y decir: "Una para El cónsul de Sodoma".
Comprometido trámite para el intelectual solitario.
En la sala el público es sólo de varones: dispuestos a distancia, como en los antiguos cines X.
Lo escabroso no es el tema homosexual, sino la poesía. Nos falta un Día del Orgullo Poético.
*
Elegancia moral
Un hombre le escupe a una mujer en la cara. Lo extraño es que ella ha permanecido impasible. Siguen caminando juntos.
Conforme se acercan veo que ella no es su pareja, sino su madre. Y que él es un disminuido psíquico.
Admiro la elegancia de la mujer: su elegancia moral. Se limpia con el kleenex sin aspaviendo, sin reproche. Erguida. Él nunca sabrá su lujo.
*
No acostarse, caminar
No soy hipocondríaco, pero me ha alarmado un zumbido que he sentido dentro del cerebro. Una presión sostenida que se deslizaba con lentitud.
Han sido sólo unos segundos, pero he pensado: ¿obstrucción, rotura? ¿El famoso aneurisma? Me he quedado observando posibles consecuencias.
No he notado nada, pero instintivamente he decidido que no debo acostarme, sino caminar. Y que ha de ser un lema para siempre.
*
Patinadoras
Por el paseo marítimo me envuelve una nube de patinadoras: siete u ocho chicas, que me adelantan.
Se alejan. Son patosas. Están aprendiendo. Los patines han debido de traérselos los Reyes, por haber sido buenas.
O quizá malas. Más adelante paso de nuevo ante ellas, que se han parado a descansar, y oigo: "Tía, tendría que haberme depilado".
*
Aperitivo
Ahora lo que veo procuro traducirlo a twitter.
Paso la realidad por el rallador de mi cerebro, y con las hebras armo el aperitivo que les sirvo a ustedes.
El plato principal lo tienen fuera: en el mundo.
*
Los numeritos de la Naturaleza
¿Sabia la naturaleza? Más bien entre listilla y abusona.
Y qué pesada. Los elementos pasan de uno en uno, hacen su numerito y se van.
Ya estuvieron la lluvia, la nieve, el sol y hoy le toca al viento.
Lo único tierno es el empeño que pone, su histrionismo snob: como si la obra fuese nueva.
*
Tirar la toalla
El momento exacto en que un hombre tira la toalla.
Era profesor de instituto. Nunca pudo con sus alumnos, pero se pasó años intentándolo.
Una mañana, en cuanto se sentó a su mesa, uno de nosotros dijo: "¡Gilipollas!".
Esta vez no replicó. Sólo agachó la cabeza y musitó: "Jo, macho".
*
Pharmacie
Hay una farmacéutica que me gusta y ahora voy a comprarle medicinas. Aunque mi medicina sería ella.
Otras veces la miro, alejado, por el escaparate. Su bata blanca, sus gafitas. Tiene algo también de panadera. La Virgen de la Curación.
Se parece muchísimo a otra mujer. Aquella que arruinó mi salud.
*
La perfección del 69
Ya no saldré jamás de esa postura.
Nada se desperdicia. Scalextric del placer.
*
Situaciones invertidas
Hace unos meses un inmigrante africano me preguntó por la comisaría: quería entregarse para que lo deportaran a su país.
El sábado me excusé ante un mendigo: "No llevo nada". Y él me señaló con una risotada, compadeciéndose: "Uhhh, mala cosa".
Con la crisis se invierten las situaciones, quizá en dirección a la verdad.
*
Domingos deportivos
Tarde frente al mar. Leo feliz, al solecito, cuando en un banco próximo una anciana enciende un transistor.
Trastea hasta sintonizar "Carrusel deportivo". Maldigo para mis adentros. Pero la veo hacer un movimiento extraño.
Ha sacado la fotografía de un anciano, la ha juntado al transistor y, sin apagarlo, ha guardado las dos cosas en el bolso.
*
Reparación
He ido a reparar la bicicleta. Mañana la vuelvo a coger.
(Mi propia reparación la haré pedaleando.)
*
Atlas
Mezclados entre los transeúntes de calle Larios, hay ancianos que caminan con dificultad.
Arrastran los pies y hunden los hombros, como si llevaran un enorme peso encima.
Y lo llevan: el de la ciudad que ya sólo existe en su memoria.
*
Primera salida
La metáfora del caballito de acero hay que actualizarla: caballito de titanio.
Salgo y circulo por el carril bici. Ahora es larguísimo, nuevo, de color teja.
Lo del Plan E era un regalo para mí: me estaban poniendo una alfombra.
*
Guiñol
La niña del edificio de enfrente. Me fijé por primera vez este verano, porque se pasaba el día cantando y hablando sola en su terraza.
Andará por los nueve. Cuando empezó el curso y vi que no iba a la escuela, entendí que le debía de pasar algo.
Se asoma siempre con la cortina cerrada por detrás. Parece una figura de guiñol; pero perdida en el escenario, sin nadie.
*
El reverso de la postal
Accidente en el paseo marítimo. Una moto tirada y policías, sanitarios, un grupo de curiosos en torno a la camilla del suelo.
Me acerco sólo hasta el punto en que se ve que la víctima es masculina, pero no si está viva o muerta. Debe de estar viva, por los cuidados.
En el cristal de atrás de la ambulancia se refleja el atardecer naranja, con palmeras. El accidente parece entonces el reverso de la postal.
*
Uniforme del espíritu
El secreto mejor guardado de los escritores es que pasamos el 90% del tiempo en chándal.
El chándal es el uniforme del espíritu.
Toda la literatura desde la Segunda Guerra Mundial ha sido escrita en chándal.
Cambia la calidad de los libros, no el uniforme del escritor.
*
El mínimo esfuerzo
El alma andaluza (¡si existe!) se revela en las escaleras mecánicas.
El andaluz no da un paso si la máquina lo da por él.
Ni se le ocurre que podría juntar las dos fuerzas.
Hay cierta sabiduría en ello. Pero cansa.
*
Malagueña antisalerosa
En la cola del Supersol, la cajera y una clienta hablan de sujetadores. Lo hacen con desparpajo. Exactamente como si yo no estuviera.
Considero que debo integrarme con alguna frase cómplice. Sonrío y me lanzo: "Bueno, aquí estoy asistiendo a una conversación femenina...".
La clienta me mira con desprecio y me dice, áspera y antisensual como sólo saben ser las malagueñas: "Se irá a escandalizar usted".
*
Parque temático
Siento debilidad por Torremolinos. Como no nay nada bello, las fealdades se neutralizan entre sí y no molestan.
Lo asombroso no es que mantenga esa estética de los años setenta, sino que sus visitantes también la mantienen.
Los observo y pienso que Torremolinos es el único parque temático cuyos personajes son los propios turistas.
*
La lección de Dante
El amor moverá al sol y a las demás estrellas... pero no a la amada.
Es un sentimiento individual, aislado. Impotente en sí mismo. Más aún: despotenciador. (Una traba literaria.)
El amor en sí no enamora. Cuando dos se aman, no es por el amor de cada uno hacia el otro. Será por lo que sea; jamás por el amor.
*
A la tercera
Cena con amigos. A todos se les ha suicidado alguien recientemente.
Me quedo con el caso de uno que falló en dos ocasiones: con el corte en las venas y las pastillas.
A la tercera se ahorcó del balcón, hacia fuera. Para mostrarle al mundo que lo había conseguido.
*
La caída del Imperio Romano
Es un hecho: hace más de un año que no pongo la televisión.
Quién lo iba a decir hace una década, cuando su imperio parecía invencible.
La Pantalla se ha resquebrajado. Estamos estrenando la bendita barbarie.
*
El teatro de la vida
Me siento en un banco de la plaza a fumar un purito mientras llega mi amiga.
Por detrás, hacia mi izquierda, escucho la voz desgarrada de una mujer: "Es mi vida, es mi historia, es mi Paco".
Voy a volverme para verle la cara cuando, por otro motivo, el hombre que estaba sentado a mi derecha rompe a llorar.
Me veo literalmente cercado por las emociones. Pero me quedo frío. Mi impresión es la de estar entre actores malos ensayando una obra mala.
*
Quiniela
Sensación electoral el sábado cuando fui a echar la quiniela.
Pero hay tres diferencias de los apostantes con respecto a los electores:
1) No se ocultan en cabinas para escoger su voto.
2) Lo estudian mejor.
y 3) Todos apoyan el mismo programa: el de la riqueza personal.
*
Emociones turísticas
Los turistas estudian el mapa como si fueran las instrucciones de la ciudad.
Comprueban en la calle que cada pieza está en su sitio.
Si lo hacen bien, se pondrá en marcha la máquina de emociones turísticas.
*
La chispa de la vida
Canas prematuras: la espuma del pensamiento.
El intelectual canoso es como la coca-cola: las burbujas negras de su cerebro se transforman en espuma blanca.
La chispa de la vida: ese es el quid de la cuestión.
*
Sartenazo
Anoche fui el individuo más ridículo de Europa. Me di a mí mismo un sartenazo. Como suena.
Trasteando en el mueble de la cocina, se me encanchó en la manga el asa de una sartén y, al retirar el brazo, la propulsé hacia mi cabeza.
La sensación de ridículo fue menos poderosa que la de que me lo merecía. El día tenía que acabar así. ¡Clonc!
*
Una odisea del espacio
Cerca de casa hay una escuela y por la mañana veo a las madres apresuradas con sus niños.
Ahora en invierno ellos van con sus abrigos gruesos y sus capuchas. Como pequeños astronautas.
Pronto los soltará la nave nodriza.
*
Multa lingüística
Entre parejas esporádicas hay un acuerdo tácito: si te lo como, me la chupas. Y viceversa.
Entre las parejas consolidadas, sin embargo, interfieren otros asuntos exteriores a la cama.
El que se ha portado mal suele pagarlo con una multa lingüística.
*
Musas de barrio
Ah las musas de barrio: estropeaditas.
En su belleza están expuestos, no escondidos, los indicios de la corrupción.
Condenadas a ser la sombra de lo que hubieran podido ser.
O mejor: alumbradas por el esplendor que imaginamos.
*
Humano, demasiado humano
Me autocapturé ayer un gesto humano, demasiado humano.
Saliendo del lujoso hotel Alfonso XIII de Sevilla (habíamos entrado a tomar una caña) quise darme un aire casual, como si me alojase allí.
El resentimiento social: qué entrañable motorcillo.
*
Lumbalgia
Sensación de ser una silla desplegable que no se puede desplegar.
Una silla que debe sentarse, en cualquier caso: el trabajo manda.
Luego me levanto doblado, y con el culo en pompa. Doy pasitos de pato.
Sé que no es día para usar a Primo Levi fuera de contexto, pero: "si esto es un hombre..."
*
Epitafio
Aquí me quedo pinzado en mi lumbalgia.
Repliegue.
18.1.10
Conferencias caminadas
Hay webs que son un lujo, y una de ellas es la de la Fundación Juan March. Contiene los audios de 2092 conferencias, hasta hoy: la primera es del 31 de enero de 1975 y la última del martes pasado. Llevo meses poniéndomelas en mi iPod shuffle, en un extraño estado de felicidad. En mi época de estudiante yo era muy aficionado a las conferencias. Me gustaba el ritual: buscar la convocatoria en el periódico, acudir al sitio, camuflarme entre el público, escuchar al conferenciante, regresar al colegio mayor rumiando el acto... Llegué a Madrid, desde mi provincia, en octubre de 1985, y fui una especie de Paco Martínez Soria de las conferencias. Me identificaba con el célebre dicho: “En Madrid, a las siete de la tarde, o das una conferencia o te la dan”. Yo iba a que me la dieran, con mucho gusto. Luego dejé de hacerlo: resultó ser un pecado (o un vicio) de juventud. La alegría de ahora consiste en haber vuelto a ellas y, además, hacerlo caminando.
La técnica ha permitido ese encuentro que parecía imposible: el de la sala de conferencias y la calle. Algunas empiezan con el conferenciante, entre cortés y vanidoso, agradeciendo al público su asistencia “con la tarde tan buena que está haciendo en Madrid”. Yo entrecierro los ojos tratando de imaginar qué tarde haría, por ejemplo, tal o cual día de mayo de 1982. Pero a la vez disfruto de mi tarde soleada de hoy, porque a ese conferenciante lo estoy escuchando mientras camino por el paseo marítimo. Es una tontería, pero me regocija esta reflexión. Escuchar conferencias de este modo me parece un placer deliciosamente sofisticado.
Me acuerdo de Nietzsche, que era un gran andarín y escribió que sólo se fiaba de los “pensamientos caminados”. Yo camino pensando a cuenta de otros; a veces absorto en lo que voy oyendo, otras negociando entre la conferencia y el flujo de la ciudad. Un efecto interesante es que luego se recuerda tal o cual momento del discurso y va asociado al punto del paseo en que sonó. Quizá a algo así se refería el escurridizo concepto que describió Chatwin en Songlines, que se tradujo como Los trazos de la canción. Si yo no conociera la ciudad, podría identificar sus lugares así: según los trazos de la conferencia.
Les invito a que exploren el inagotable archivo: un auténtico cofre del tesoro. De las muchas que he escuchado este año, recomiendo especialmente las de Rodríguez Adrados sobre Grecia, las de García Gual, las de Lledó, las de Martínez-Lage sobre Johnson y Boswell, las de Philip Silver sobre Cernuda, las de Canavaggio sobre Cervantes, las de Francisco Rico sobre historia de la literatura española, las de Savater, las de Muñoz Molina, las de Javier Marías, las de Vargas Llosa, las de Eduardo Mendoza, las de Chirbes, las de Llop, las de Gómez Pin, las de Trapiello, las de Argullol, las del ciclo sobre Hannah Arendt, las de “Querellas literarias”, las de “Españoles eminentes”, la de Azúa sobre el dandy...
De entre todas ellas, hay una que me emociona de un modo particular, porque fue la única a la que asistí. Ahora, al ver la lista, no entiendo por qué no fui a más aquellos años. Frecuenté las del ICI, las de la Biblioteca Nacional, las de las de las facultades (sobre todo la de Letras), las de los colegios mayores... y de vez en cuando me desplazaba a sitios nuevos, buscando cada dirección. Por lo que fuera, a la Fundación Juan March sólo acudí una tarde de diciembre de 1986. Hablaba Torrente Ballester sobre “Jardiel y el humor del absurdo”. Me la pongo y en el silencio que arropa a su voz estoy yo, con veinte años.
[Publicado en Frontera D]
La técnica ha permitido ese encuentro que parecía imposible: el de la sala de conferencias y la calle. Algunas empiezan con el conferenciante, entre cortés y vanidoso, agradeciendo al público su asistencia “con la tarde tan buena que está haciendo en Madrid”. Yo entrecierro los ojos tratando de imaginar qué tarde haría, por ejemplo, tal o cual día de mayo de 1982. Pero a la vez disfruto de mi tarde soleada de hoy, porque a ese conferenciante lo estoy escuchando mientras camino por el paseo marítimo. Es una tontería, pero me regocija esta reflexión. Escuchar conferencias de este modo me parece un placer deliciosamente sofisticado.
Me acuerdo de Nietzsche, que era un gran andarín y escribió que sólo se fiaba de los “pensamientos caminados”. Yo camino pensando a cuenta de otros; a veces absorto en lo que voy oyendo, otras negociando entre la conferencia y el flujo de la ciudad. Un efecto interesante es que luego se recuerda tal o cual momento del discurso y va asociado al punto del paseo en que sonó. Quizá a algo así se refería el escurridizo concepto que describió Chatwin en Songlines, que se tradujo como Los trazos de la canción. Si yo no conociera la ciudad, podría identificar sus lugares así: según los trazos de la conferencia.
Les invito a que exploren el inagotable archivo: un auténtico cofre del tesoro. De las muchas que he escuchado este año, recomiendo especialmente las de Rodríguez Adrados sobre Grecia, las de García Gual, las de Lledó, las de Martínez-Lage sobre Johnson y Boswell, las de Philip Silver sobre Cernuda, las de Canavaggio sobre Cervantes, las de Francisco Rico sobre historia de la literatura española, las de Savater, las de Muñoz Molina, las de Javier Marías, las de Vargas Llosa, las de Eduardo Mendoza, las de Chirbes, las de Llop, las de Gómez Pin, las de Trapiello, las de Argullol, las del ciclo sobre Hannah Arendt, las de “Querellas literarias”, las de “Españoles eminentes”, la de Azúa sobre el dandy...
De entre todas ellas, hay una que me emociona de un modo particular, porque fue la única a la que asistí. Ahora, al ver la lista, no entiendo por qué no fui a más aquellos años. Frecuenté las del ICI, las de la Biblioteca Nacional, las de las de las facultades (sobre todo la de Letras), las de los colegios mayores... y de vez en cuando me desplazaba a sitios nuevos, buscando cada dirección. Por lo que fuera, a la Fundación Juan March sólo acudí una tarde de diciembre de 1986. Hablaba Torrente Ballester sobre “Jardiel y el humor del absurdo”. Me la pongo y en el silencio que arropa a su voz estoy yo, con veinte años.
[Publicado en Frontera D]
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