El gran momento de Santiago Sierra ha llegado ahora, cuando un poder tontorrón ha picado ante el artista listillo. Le ha costado al hombre. Todavía me mondo con su pantomima de hace unos años.
El poder de entonces no era menos tontorrón que el de ahora, pero estaba más en sintonía con los tiempos, lo que le permitía disimular. Y además tenía franca simpatía por el romanticismo: al fin y al cabo, el romanticismo se había movilizado a su favor con el anuncio aquel de las cejas. Con la mejor de las intenciones le dio a Santiago Sierra el Premio Nacional de Artes Plásticas, exhibiendo su apoyo a las reivindicaciones de este artista reivindicativo. No había caído (más romántico el premiador que el premiado) que con eso le desmontaba al artista su modelo de negocio.
La cosa podría haberse quedado ahí, en un entrañable equívoco. Pero Santiago Sierra no se resignó a pasar por lo que estaba siendo de facto: un artista premiable por el poder. Decidido a mantener su chiringuito, rechazó el premio y le escribió a la ministra una carta risible, de cuya sumisión de apariencia insumisa me ocupé en su día.
Ahora añoramos aquella época en que al artista se le daba su merecido: un premio estatal. Era 2010 y produce escalofríos cómo se ha vuelto todo menos sofisticado. Ahora llegan el rapero con su letrita y el artista con su obrita y, en vez de pasar de ellos o de aplaudirlos como se aplauden los productos culturales, el poder se pone histérico y manda cárcel o censura. Propulsando al rapero y al artista como jamás se hubieran imaginado en lo que de verdad importa: su difusión. Esta vez Santiago Sierra lo ha conseguido.
Lo que cabe seguir admirando es el poder comercial del mundo. Siempre termina triunfando el comercio. Por eso a Escohotado le pone más que cualquier droga últimamente: desde que descubrió su lógica, flipa.
Analizando lo sucedido en Arco desde un punto de vista estrictamente comercial, todo es de una perfección arrolladora. Una obra adocenada, sustentada en una mentira propagandística con el calado de un titular de periódico, ha sido investida como objeto de culto para un sector del público particularmente embrutecido. Entre el que se encontraba un millonario dispuesto a pagar 80.000 euros.
Si la misión de una feria de arte es vender, el presidente de Ifema ha hecho bien su trabajo. A él habría que darle el próximo Premio Nacional de Artes Plásticas.
* * *
En El Español.
26.2.18
21.2.18
Veinte años sin Jünger
Se han cumplido veinte años de la muerte de Ernst Jünger. Murió el 17 de febrero de 1998, cuando le faltaban cuarenta días para alcanzar la edad de ciento tres. Los jüngerianos aún queríamos que hubiese vivido al menos hasta el 2000 y pisase así los tres siglos. Creo que fue W. H. Auden quien dijo que año tras año vamos pasando por el aniversario de nuestra muerte. He repasado los tomos que tengo de Radiaciones a ver qué anotaciones hay de Jünger en ese aniversario suyo.
Son escasas, pero significativas. Justo por esa fecha inicia o concluye sus apartados: el 18 de febrero de 1941 empieza el Primer diario de París; el 17 de febrero de 1943 termina sus Anotaciones del Cáucaso, y dos días después inicia el Segundo diario de París. Las tres únicas anotaciones del 17 de febrero son las de los años 1942, 1943 y 1968.
En la de 1942 es donde se hace esta conocida e importante afirmación: “En lo más hondo el estilo se basa precisamente en la justicia. Solo el hombre justo es capaz también de saber cómo hay que sopesar la palabra, cómo hay que sopesar la frase. Por esta razón a las mejores plumas no se las verá nunca al servicio de una mala causa”.
La de 1943 empieza: “Tras varias semanas de tiempo borrascoso y lluvioso hoy brilla esplendorosamente el sol”. Y termina con aquella emocionante reflexión sobre la conservación de los manuscritos: “Cuando se piensa en lo muy difícil que resulta encontrar un escondite adecuado, causan asombro las cantidades de documentos antiguos que han llegado hasta nosotros a través de las mudanzas de los tiempos”.
Por último, en la anotación de 1968 Jünger refiere un sueño en que es quemado por la Inquisición y anhela que, para presenciar el acontecimiento, se reúna mucha gente, “también fotógrafos y periodistas de revistas sensacionalistas”. Una vez despierto, asiste durante esa jornada a una exposición sobre la Danza de la muerte, y para terminar recuerda un canto de Johann Timotheus Hermes que dice así: “Desde lejos, Señor, / he divisado tu trono...”. En una nota a pie de página, el traductor nos remite a otra anotación anterior, donde Jünger reflexiona sobre este mismo canto y cita algunos más de sus versos: “Desde lejos, Señor, / he divisado tu trono, / y me hubiera gustado / enviar por delante mi corazón, / y me hubiera gustado entregarte a ti, / creador de los espíritus, mi cansada vida”.
Mientras buscaba estos pasajes, me ha estremecido pensar que al autor de diarios le está vedado espigar su obra de este modo.
* * *
En The Objective.
Son escasas, pero significativas. Justo por esa fecha inicia o concluye sus apartados: el 18 de febrero de 1941 empieza el Primer diario de París; el 17 de febrero de 1943 termina sus Anotaciones del Cáucaso, y dos días después inicia el Segundo diario de París. Las tres únicas anotaciones del 17 de febrero son las de los años 1942, 1943 y 1968.
En la de 1942 es donde se hace esta conocida e importante afirmación: “En lo más hondo el estilo se basa precisamente en la justicia. Solo el hombre justo es capaz también de saber cómo hay que sopesar la palabra, cómo hay que sopesar la frase. Por esta razón a las mejores plumas no se las verá nunca al servicio de una mala causa”.
La de 1943 empieza: “Tras varias semanas de tiempo borrascoso y lluvioso hoy brilla esplendorosamente el sol”. Y termina con aquella emocionante reflexión sobre la conservación de los manuscritos: “Cuando se piensa en lo muy difícil que resulta encontrar un escondite adecuado, causan asombro las cantidades de documentos antiguos que han llegado hasta nosotros a través de las mudanzas de los tiempos”.
Por último, en la anotación de 1968 Jünger refiere un sueño en que es quemado por la Inquisición y anhela que, para presenciar el acontecimiento, se reúna mucha gente, “también fotógrafos y periodistas de revistas sensacionalistas”. Una vez despierto, asiste durante esa jornada a una exposición sobre la Danza de la muerte, y para terminar recuerda un canto de Johann Timotheus Hermes que dice así: “Desde lejos, Señor, / he divisado tu trono...”. En una nota a pie de página, el traductor nos remite a otra anotación anterior, donde Jünger reflexiona sobre este mismo canto y cita algunos más de sus versos: “Desde lejos, Señor, / he divisado tu trono, / y me hubiera gustado / enviar por delante mi corazón, / y me hubiera gustado entregarte a ti, / creador de los espíritus, mi cansada vida”.
Mientras buscaba estos pasajes, me ha estremecido pensar que al autor de diarios le está vedado espigar su obra de este modo.
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En The Objective.
5.2.18
La gala del 'No al cine'
Ha sido ver en EL ESPAÑOL la foto de Willy Toledo y Alberto San Juan en la gala de los Goya 2003, la del No a la guerra, y que regresase como una bofetada el bochorno de aquella noche. Hace quince años y el bochorno sigue fresquísimo: es un pescado podrido que se mantiene oloroso. El añadido es la mitologización –el falseamiento– de la historia. Parece que a los que hemos vivido ya los años suficientes no nos queda otra que salir de vez en cuando a señalar en plan aguafiestas: “No fue así, no fue así”.
No fue una cuestión de bloques. No fueron los puros angelitos de la izquierda contra los impuros demonios de la derecha. La realidad es más complicada. En mi entorno de izquierda, o al menos de no votantes del PP, la gala resultó patética. Una amiga que detestaba a Aznar dijo sobre el papelón de los actores: “Esos no saben quién paga”. Y se quejó de lo feo y soez que había sido. Yo mismo estaba en contra de la guerra y dos semanas después asistí a la manifestación. Pero daba grima cómo tenía uno que andar frotándose con facciones antidemocráticas (castristas, nacionalistas, proterroristas) cuando mi razón era prioritariamente la democrática. Como dije después: “Estuve en la manifestación haciendo bulto pero también haciendo chistes”.
La gala fue un exabrupto de abusones ideológicos, de niñatos revenidos. Malversaron la causa que decían defender y perjudicaron gravemente la industria en la que trabajaban, que no era solo de ellos. Fue ante todo una gala de No al cine. Echaron a patadas a la mitad de los espectadores posibles. Estos, ciertamente, pasaron a odiarlos. Pero en respuesta al odio anterior de ellos. Me hace mucha gracia esa mentalidad victimista y aprovechona de quejarse solo del odio de los otros, como si este hubiera surgido por generación espontánea y no espoleado por un odio primero, propio, que ahora se escamotea. El truco del que se apresura a pasar por bueno para que el prójimo cargue con toda la maldad.
En cuanto a la rentabilidad de la pegatina, me fijé en Santiago Segura. Se dice que en los días de asfixiante calor hay que mirar dónde se coloca el perro de la casa, porque ese será el lugar más fresco. En cuestiones de beneficio también hay que mirar qué hace Santiago Segura, genio de los negocios. Recuerdo que en la gala no llevó la pegatina. Pero a partir de la gala se la puso y ya no se la quitó durante meses. Y con eso está todo dicho.
* * *
En El Español.
No fue una cuestión de bloques. No fueron los puros angelitos de la izquierda contra los impuros demonios de la derecha. La realidad es más complicada. En mi entorno de izquierda, o al menos de no votantes del PP, la gala resultó patética. Una amiga que detestaba a Aznar dijo sobre el papelón de los actores: “Esos no saben quién paga”. Y se quejó de lo feo y soez que había sido. Yo mismo estaba en contra de la guerra y dos semanas después asistí a la manifestación. Pero daba grima cómo tenía uno que andar frotándose con facciones antidemocráticas (castristas, nacionalistas, proterroristas) cuando mi razón era prioritariamente la democrática. Como dije después: “Estuve en la manifestación haciendo bulto pero también haciendo chistes”.
La gala fue un exabrupto de abusones ideológicos, de niñatos revenidos. Malversaron la causa que decían defender y perjudicaron gravemente la industria en la que trabajaban, que no era solo de ellos. Fue ante todo una gala de No al cine. Echaron a patadas a la mitad de los espectadores posibles. Estos, ciertamente, pasaron a odiarlos. Pero en respuesta al odio anterior de ellos. Me hace mucha gracia esa mentalidad victimista y aprovechona de quejarse solo del odio de los otros, como si este hubiera surgido por generación espontánea y no espoleado por un odio primero, propio, que ahora se escamotea. El truco del que se apresura a pasar por bueno para que el prójimo cargue con toda la maldad.
En cuanto a la rentabilidad de la pegatina, me fijé en Santiago Segura. Se dice que en los días de asfixiante calor hay que mirar dónde se coloca el perro de la casa, porque ese será el lugar más fresco. En cuestiones de beneficio también hay que mirar qué hace Santiago Segura, genio de los negocios. Recuerdo que en la gala no llevó la pegatina. Pero a partir de la gala se la puso y ya no se la quitó durante meses. Y con eso está todo dicho.
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En El Español.
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