He encontrado al fin la manera de ver los Goya: no viéndolos. Es decir, no viéndolos en directo, sino picoteando después en los resúmenes, en los vídeos aislados, o en todo caso en el vídeo completo pero con el dedo encima del botón de fast forward, presto a apretar en cuanto se ponen pesados. En realidad, les aplico a los Goya mi política con casi todo lo audiovisual, cuyas emisiones rehúyo. La emisión es esa tiranía de la pantalla contra el espectador desprovisto de su arma de defensa fundamental: el botón de avance rápido.
Así que mi impresión de los Goya 2019 ha sido por primera vez bastante buena. He cambiado una interminable noche de sábado en que no pasaba nada (como cuando uno salía a ligar) por un rato de la mañana del domingo en que lo esencial me lo he liquidado en media horita.
De la gala destaco, pues, lo que destacan los resúmenes. El discurso más articulado (y emocionante) fue el del actor de Campeones Jesús Vidal. El gesto más bonito, más noble, el del ganador del Goya a la mejor dirección, Rodrigo Sorogoyen, diciendo que la mejor película era la de Isaki Lacuesta. Los presentadores Silvia Abril y Andreu Buenafuente no estuvieron mal, aunque tampoco vi que se salieran (sobre todo no se salieron de la equidistancia). Lo mejor fueron los chistes sobre la ubicuidad de Antonio de la Torre. Pero tenía un fallo el chiste de que el director de Campeones había decidido llamar a actores sin experiencia para que no se le colara Antonio de la Torre: porque se le coló Javier Gutiérrez, el otro ubicuo.
Pillé dos predicaciones feministas, sobreactuadas: la de la directora Arantxa Echevarría y la de la actriz Eva Llorach, que pidió a todas las mujeres presentes que se levantaran. Pero se levantaron muy pocas y lo gritó: “¡Sois muy pocas!”. (Las que no se levantaron no tenían por qué ser machistas: quizá simplemente no aceptaban que les impusieran el modo de exhibirlo). En un intento desesperado por demostrar que el cine español no es el espectáculo más atorrante invitaron al escenario a una tuna y a una batucada: la demostración fue un éxito. Uno de los productores premiados hizo algo inédito: les agradeció a los contribuyentes la parte de sus impuestos que van al cine. Como dijo Fray Josepho, por ahí se empieza. El homenaje a Chicho Ibáñez Serrador, merecidísimo, me recordó una de sus frases más atinadas: la Audiencia es un adolescente de catorce años. Me temo que el Electorado también.
Lo importante para el cine español es que he salido de mi visionado supersónico con ganas de ver unas cuantas películas de las premiadas y nominadas, sobre todo Entre dos aguas, El reino, La enfermedad del domingo (¡gran título!) y Carmen y Lola. Porque a mí, contra lo que pudiera parecer, hace falta muy poco para convencerme para que vea cine español. Casi lo único que pido es que no me echen.
Y Rosalía.
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En El Español.