Cuando leo un diario logrado me doy cuenta de que con nada disfruto más como lector. A veces me olvido, porque no todos los diarios están logrados. Pero cuando lo están, ¡qué maravilla! Eso me pasa, por ejemplo, con los de Ernst Jünger, Josep Pla, Andrés Trapiello, Iñaki Uriarte, José Luis García Martín, José Carlos Llop, Julio Ramón Ribeyro, Ignacio Peyró, Enrique García-Máiquez o Miguel Sánchez-Ostiz. Este último ha prologado el que acabo de leer: el Diario de cabotaje de Rafael García Maldonado (ed. Anantes), cuya primera entrega, Una inmensa soledad, comprende los años 2014 y 2015.
El diario es para mí el género supremo, el que lo tiene todo: ensayo, narración, lirismo. Quizá no el más poderoso, que sería la novela, porque le falta la fuerza de la ficción. Pero cualquier diario tiene algo de novela, de novela sin ficción o con una ficción atenuada; la ficción, al menos, del relato que se fabrica con elementos seleccionados de la realidad. Uno de los hilos de Diario de cabotaje es la ambición de García Maldonado de ser novelista (ha publicado ya varias novelas), ambición que se cumple también en el diario. Su decisión estilística de que esté escrito en tercera persona le da un aire de novela, sin que ello le reste intimidad. Es, en efecto, un diario íntimo escrito en tercera persona. Algo notable.
Como en todo diario logrado, en este nos metemos en un mundo que se nos hace familiar en seguida y que nos interesa, en el que queremos seguir: la vida entre Fuengirola (donde vive el autor), Coín (donde trabaja de farmacéutico) y Málaga (que visita con frecuencia), aparte de esporádicos viajes (como a Menorca o a Toledo) o la evocación de una estancia en Senegal; la relación con su mujer y la llegada del primer hijo, con sus reflexiones sobre el amor, el sexo, el matrimonio y la paternidad; la relación también con sus padres, sus hermanos, sus demás familiares (con el recuerdo de los antepasados) y sus amigos; su vida profesional en la farmacia, con los esfuerzos del trabajo, las preocupaciones empresariales y el contacto cotidiano con la enfermedad y el dolor, con las personas a las que atiende; su vocación literaria, como lector y escritor, lo que lee y lo que escribe y lo que reflexiona al respecto, sus ilusiones, sus dudas, sus críticas al mundillo literario; sus observaciones sobre el ser humano y sobre un mundo –el nuestro presente– que cada vez le gusta menos; sus angustias y obsesiones, su ansiedad, sus momentos de calma y alegría, su empeño en aprovechar el tiempo.
Una escritura de gran calidad erige esa vida en las páginas, y el efecto es justo el de una novela de la vida cotidiana, con sus escenarios, sus personajes, sus tramas impresionistas, sus emociones, sus pensamientos. Copio unas palabras del comienzo: “Por mucho que nos inventemos historias, añade, la gran literatura sólo tiene un argumento: la angustia del hombre en el tiempo. Por eso él mismo se ha transformado en literatura. Está solo, completamente solo. Quiere a mucha gente y lo quieren a él algunos más, tiene amigos y tiene amor, pero no puede quitarse de encima la sensación de orfandad y desamparo. Una soledad cósmica y metafísica, sí, pero soledad al cabo. Una inmensa soledad”. Y otras del final: “Ciertamente, si escribimos los que lo hacemos, dice, es porque nos horroriza el no ser, la posibilidad de no estar, y como eso es a partir de una edad (la línea de sombra de Conrad) el pensamiento invasivo y desagradable más recurrente, el hombre lúcido (¿el hombre desgraciado?) inventa todo tipo de tretas para huir de tan insoportable idea. Una de las estratagemas que el artero humano pensante ideó es la de la posibilidad metafísicamente compleja de sobrevivir a la biología en forma de palabras y hojas. Dejar, por decirlo de algún modo, la vida encuadernada, y pensar que de esa forma, remota e inexplicablemente, se pueda alcanzar una eternidad que, paradójicamente, también nos desasosiega”.
Diario de cabotaje es una lectura perfecta para estos días de cuarentena, y lo será para siempre. Sale a la venta este viernes 20 de marzo, con todas las librerías cerradas. Pero lo pueden pedir por la web de la editorial. Lo celebrarán.
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En The Objective.