31.7.21

Disfraz de crucerista

[Dietario]

Cruceristas. Hay dos batallas, la de la elegancia y la de la personalidad, y la mía es la segunda. Suele ser también la del malagueño medio. Este verano he optado por asimilarme al ambiente más de lo habitual, en esta forma paradójica de personalidad multitudinaria, y estuve unos días con el uniforme completo: manga corta (preferentemente camisa), pantalón corto y sandalias. Parecía un crucerista, pero es que eso parece el malagueño medio. Cuando Málaga empezó a poblarse de cruceristas noté que me resultaban familiares y era por eso: vestían y se movían como los malagueños lo han hecho siempre. Los malagueños hemos sido toda la vida cruceristas de nuestra propia ciudad.

Muerte por sandalia. Las sandalias, sin embargo, se cayeron de mi vestuario, tras un incidente que pudo haber sido fatal. Cruzando a paso ligero una rotonda se me metió un chino entre la suela y la planta del pie que me obligó a pararme en seco. Se clavaba como un cilicio. Como no tengo espíritu de penitente y me resultaba imposible sacarlo, con los coches zumbando alrededor, tuve que terminar de cruzar a la pata coja. Mientras me reponía, ya a salvo, pensé en los pobres guerreros de la antigüedad. ¿Cuántos, por ejemplo, cayeron en las Termópilas porque se les metió una piedrecita en la sandalia?

Flujometría. Otra experiencia nueva: tienen que medirme el chorro de la orina. Flujometría se llama. Cerca de la puerta indicada del Hospital Civil deambulan varios pacientes. "Aquí, esperando el pipí", dice uno. Y otro: "Yo me he hecho ya un montón de estas, pero nunca acierto. Tenía que haber bebío agua un poquillo antes". Yo tampoco he acertado, así que doy una vuelta a paso lento por la planta, junto a la barandilla, mirando a la gente de los pasillos y el patio, el sol y el cielo. Siempre me ha gustado el Hospital Civil, por su luz, por su calma como de otra época; aunque con la inevitable melancolía por quienes se fueron aquí. Vuelvo a la puerta y todos los de antes tienen ganas al mismo tiempo. "Yo estoy que voy a reventar", dice el que no acertaba nunca. Van pasando hasta que me toca a mí. Dos horas después me llama por teléfono el urólogo, tras valorar el chorro. Me dice: "¡Sensacional!".

Hilos de brisa. Hay más días de terral que de costumbre: imposibles días de aire gomoso, masticable; de estar como en una pecera de calor seco. Por fortuna, son días aislados: les suceden otros de levante, con su frescor. Una novedad es que a veces se dan entreverados: en la plasta del terral de pronto cruzan hilos de brisa; como una bandada que abanica un pelín y se pierde.

El amigo catedrático. Mi amigo Manuel Arias Maldonado ha llegado a catedrático (de Ciencia Política). Caigo en que en la sala de la Facultad de Derecho en que tiene lugar la oposición están todos mis amigos que ya lo eran: Manuel Alberca y Antonio Diéguez entre el público, y Ángel Valencia como miembro del tribunal. En una mesa se acumulan las publicaciones del candidato, que casi podrían ahorrarle la exposición. Pero la hace, y convierte un acto formal en un ameno recorrido por su vida académica, eminentemente riguroso pero en el que no faltan ironías, toques literarios y hasta humanos (con el recuerdo a sus difuntos padres o a la "atribulada vida romántica" que lo llevó a Berkeley y Múnich). De las respuestas del tribunal (dos profesoras estaban online), destaco la de su mentor Valencia, con su swing oratorio ("maestro de catedráticos" le llamo yo ahora), y la de Fernando Vallespín. Este recordó con emoción al Arias alumno en sus años de profesor en Málaga. Y destacó el salto de la ciudad desde entonces. Arias es un ejemplo, dijo, de la combinación entre "nativismo y cosmopolitismo": un malagueño que es profesor en Málaga a la vez que mantiene una intensa actividad internacional.

Teatro y fiestecita. En el castillo de Gibralfaro la actriz Patricia Jacas interpreta, acompañada por el guitarrista Walfrido Domínguez, el monólogo Si alguien me hubiera dicho, que le ha escrito Eduardo Mendoza. Noche ideal de luna llena que se prolonga en la fiesta que da Pilar Jáuregui en un ático del centro con farolillos de colores. Su hermano Ignacio habla de Venecia y Palermo, y Julia y Toscano de Nápoles. Ginés Górriz cuenta su experiencia de estudiante cubano en la antigua Unión Soviética, cuando se abría con Gorbachov; está esperanzado con las protestas actuales contra la dictadura cubana. Inés García-Albi nos explica en qué consiste la Factoría Cultural Martínez que lleva en Barcelona. Todos los que vienen de Cataluña dicen que aquí se respira, lejos del coñazo indepe. Se acercan otras amigas con botellines de cerveza. Yo estoy inesperadamente sociable, como si estas fiestecitas fueran lo mío. Tal vez me ayude el disfraz de crucerista: camisa de manga corta y pantalón corto, aunque ya no sandalias.

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