31.10.09

Montano Ciberpunk

Tenía yo ganas de darme un baño de modernidad (o postmodernidad, o postpost, o como quieran) y he visto la ocasión con el cuestionario al que responde el amigo Ferré. ¡Lo respondo yo también, qué diablos! (Lo de ciberpunk lo tomo de su título; en cuanto al disfraz, es el primero que vi en el guardarropa.)

* * *
1916, dadá; 1957, situacionismo; 1961, free jazz; 1977, punk; 1981, grunge… ¿Y ahora qué?
Ahora, tras la tuna, se agradecería un poquito de formalidad.

¿Hazlo tú mismo o deja que te lo haga otro?
Otro no: otra.

¿Humanos ú homínidos?
Ah, ¿aquí es donde hay que decir algo sobre cyborgs y eso?

Crisis… ¿Cómo le resuena la palabra?
Me resuena simpatiquísima.

¿Cuál será la próxima revuelta?
La del hambre, la sed y la falta de calefacción.

¿Qué tipo de adoquines volarán?
¿Adoquines? No me sea antiguo.

¿Contra quién, contra qué?
Contra los políticos del prime time televisivo.

¿Por qué no ‘ahora mismo’?
Porque las cosas requieren su tiempo.

¿Miseria o miserables?
Los miserables: adoro a Víctor Hugo.

La cultura, ¿miseria o miserable?
¿Esto es para una revista cultural o algo?

Pensar… ¿cómo, qué, dónde, para qué?
Si se da el pensar, sobra el resto.

Actuar… ¿cómo, qué, dónde, para qué?
¡Ah, la acción! ¡Me encantaría conocer a esa muchacha!

Su mayor miedo
Seguir como estoy.

Su mayor felicidad
Entrar en funcionamiento.

Persona más odiada
El Mierda.

Persona más admirada
Quizá Spinoza.

Valor-idea más odiada
La crueldad, la mezquindad, la pomposidad.

Valor-idea más preciada
La alegría, el desprendimiento, la ligereza.

Bien material-objeto más preciado
El disco duro de mi ordenador.

Su último llanto
Lo tengo fresco.

Su última emoción
Sigue caliente.

¿Qué debería contener un kit de supervivencia en estos tiempos?
Un flotador.

Por cierto, ‘estos tiempos’... ¿Cómo son, cómo los resumiría?
Oh, campanudos.

La “indecencia”, dice Žižek, es la invisible presencia de “millones de anónimos trabajadores sudando en fábricas del tercer mundo, desde los gulags chinos a las líneas de montaje de Indonesia o Brasil –en su invisibilidad, Occidente puede darse el lujo de balbucear acerca de la clase obrera en vías de desaparición”... Comente la idea.
Campanuda.

¿Quiénes son los capos? ¿Quiénes son los malos?
Los capos son los malos.

¿Y los buenos?
En España, hoy, los antinacionalistas. (Y que no me vengan los nacionalistas con que si Ynestrillas: los Ynestrillas, además de que son pocos, son exactamente unos nacionalistas —como ellos.)

¿Hedonistas o humanos vegetantes?
No son especies incompatibles.

“Lo sé perfectamente bien, pero...” ¿Justificación para ser tonto?
Tonto debo de ser yo, porque no entiendo la pregunta.

“¡Las cosas cambian tan rapido!”. ¿Verdad u opio?
No cambian tan rápido, en realidad. Lo sustancial va lento. Otra cosa es la espuma: ésa sí va a toda pastilla.

¿Se actúa Vd. a sí mismo o es Vd. mismo?
Encuentro un tanto asintáctica la pregunta. No responderé para no ser cómplice.

¿Qué es un ‘coolhunter’?, ¿un basurero?, ¿un mercachifle?, ¿un gurú?...
El protagonista de un poema de Eloy Fernández Porta que, por lo ramplón y moralizante que es, debería subtitularse: "El Nocillismo meets Ismael Serrano".

Lo más obsceno de la cultura contemporánea...
La buena conciencia.

Lo menos...
La inteligencia práctica.

El almuerzo eterno e incandescente de bytes... ¿Le gusta?, ¿le asusta?
Me divierte, me crispa, me seda, me estraga.

La libertad de decisión... ¿Nos dejan elegir lo minúsculo para que no perturbemos el orden máximo?
Buf, con ese tono quejumbroso del si "nos dejan" es que no puedo.

Lo prohibido... ¿De verdad todo nos está permitido?
¿Lo prohibido? ¿Lo permitido? Me suena al vocabulario de las folklóricas.

La realidad... ¿Por qué la obsesión por sus versiones alternativas?
Yo no tengo esa obsesión. La realidad me fascina, tal cual es. (Y ese ser ya es, de por sí, lo sufientemente alternativo.)

La pasión... ¿También, como el café, descafeinada?
Descafeinada no, pero sí en taza. Y caliente, pero que no queme. Y no amarga, sino con azúcar (o sacarina).

Los placeres... ¿De verdad están a nuestro alcance?
Pues unos sí y otros no. ¿Hay algún problema con eso? De todas formas no es en los placeres, sino en el sufrimiento, donde está la clave (la clave del tema de nuestro tiempo, que es la salida del nihilismo, naturalmente).

Otra vez Žižek: “Esto es lo que está emergiendo cada vez más como los "derechos humanos", centrales en la sociedad del capitalismo tardío: el derecho a no ser acosado, es decir, el derecho a mantenerse a una distancia segura de los otros”... Comente la sentencia.
Campanuda.

Los oráculos... ¿Quiénes?
La realidad misma es el gran oráculo y el gran jeroglífico: ahí está todo, delante de nuestras narices. No sólo está fuera como la famosa carta robada de Poe, sino que está abierta y con toda su escritura a la vista. Otra cosa es que la entendamos.

El sentido personal del ridículo... ¿Existe? ¿Ha muerto?
Pues unos lo tienen y otros no. ¿Qué quiere que le diga?

¿Jugamos, segundo a segundo, a un juego de rol?
Jajaja. De verdad: déjelo ya.

La sexualidad reducida a juego... ¿Es así? Si lo es, ¿es una buena cosa?
Sí, padre: me toco.

¿Necesitamos un nuevo Brecht? ¿Es posible un nuevo Brecht?
¿Brecht? ¡Dios mío! ¡Necesitamos millones de cosas antes que un nuevo Brecht!

¿Estamos viviendo el fin de la política?
Ah, no, para nada. Existe la derecha y existe la izquierda. La confusión viene de que no siempre son de izquierda quienes se dicen de izquierda; ni siempre son de derecha quienes los que se dicen de izquierda dicen que son de derecha.

Una vez más, Žižek: “La amenaza real de los nuevos medios de comunicación es que ellos nos privan de nuestra experiencia pasiva auténtica, y así nos preparan para la estúpida y frenética actividad para el trabajo interminable”. Comente el comentario.
Campanudo. De verdad: van ya tres parrafadas de Žižek y ninguna me ha aportado nada; salvo la impresión de que ese Žižek es un tipo campanudo.

El ruido... ¿Hablemos cuanto sea posible y cuanto más alto mejor?
Observo en muchas de sus preguntas una cierta coquetería apocalíptica. Entiendo que esté usted ávido de emociones: pero no es para tanto.

¿Para qué hablamos?
Jajaja. Venga, la siguiente.

¿Hablamos para que nada cambie?
¡Ah, ya! Qué pesado.

El goce como deber. ¿Por qué tenemos que pasarlo bien?
¿Quiénes tienen que pasarlo bien? ¿Habla de su grupito o algo así? Yo personalmente lo paso fatal, y estoy contentísimo.

Algo que añadir...
¡Que ya está bien, hombre!

30.10.09

Vuelo y elegancia

Sigo con las joyitas de la Fundación Juan March. Esta vez la conferencia de Ángel García Galiano "Las polémicas sobre Cicerón en el Renacimiento europeo", primera del ciclo Querellas literarias. Empecé a escucharla sin mucha convicción, por el tema erudito; pero pronto se aprecia el fuego. Es una conferencia excelente: rigurosa, intensa, profunda. Su asunto: la evolución del "sueño del humanismo" de Dante a Peter Bertius, en sus confrontaciones con el modus scholasticus. Estancias intermedias: Petrarca, el descubrimiento de los manuscritos de Cicerón en 1421, la Academia de Florencia (con Ficino, Pico della Mirandola, Poliziano, Botticelli), el cardenal Pietro Bembo barriendo para Roma, Erasmo, El cortesano de Castiglione, Garcilaso... La combinación de sabiduría y elocuencia: el espíritu como vivificador de la letra. Y al revés: la retórica (a secas) como cepo del espíritu; así cuando la Iglesia se apropia de la retórica de Cicerón y la impone. Anoté esta frase referida a Petrarca: "La sintaxis no es sólo una facultad del alma, sino el fundamento para la construcción común y solidaria de una nueva manera de ciudadanía. Ratio, oratio y civis, o sea, razón, discurso y ciudad, van siempre de la mano". Y antes: "el ansia de vuelo y elegancia del humanista libre de prejuicios y hormas".

29.10.09

Refugio de los canallas

Arzalluz, ese abyecto recogenueces, ha vuelto a supurar mierda sanguinolenta (¡y con lombrices!) por la boca, según consignaban ayer El Mundo y El País. (Las deposiciones fueron hechas en El Alcázar de los abertzales, pero yo no enlazo nazis.) Esto, en cuanto a los patriotas vascos. En cuanto a los patriotas catalanes: el dinero a espuertas. Por enésima vez, pues, la patria como refugio de los canallas. Crimen y robo: no hay más. Bueno, sí hay algo más: coñazo, cursilería, ahogo.

* * *
(13-XI) Más del mierda.

27.10.09

Regalo de la tarde (2)

Fue un regalo menos exuberante que el del año pasado, pero se me ofreció (se me presentó) en el mismo lugar. Por otra parte, aunque no vi tanto, resultó más morboso; porque lo que se me mostró fue, ante mis ojos de muchachito atónito, el desnudamiento de una intención. Ocurrió hace un par de semanas. Me encontraba sentado en el mismo banco del paseo marítimo, entregado al lánguido atardecer de este prolongado verano de octubre, cuando llegó una chica en bicicleta. Se detuvo ante el pretil a contemplar el mar, a cinco pasos de mi asiento. Yo dejé de contemplar el mar y me puse a contemplarla a ella, que me daba la espalda. No era especialmente agraciada; aunque le otorgaban sensualidad la bici y su ropaje ajustado. La camiseta se le había subido (ella estaba inclinada sobre el manillar) y le dejaba al aire la cintura y un tramo del lomo. Las mujeres siempre saben cuándo se las mira, de manera que no tardó en llevarse la mano a la espalda. Me dispuse a asistir al gesto de siempre: tironcito hacia abajo del tejido y tapamiento de la franja desnuda. Pero no. Lo que hizo fue palparse para comprobar que la camiseta efectivamente se le había subido... y así la dejó. Pobre Mediterráneo a partir de entonces: lamentable charco asexuado y sin vicio. Fue un eclipse de mar, por un imán de carne.

26.10.09

Escritura y separación



La escritura implica separación: las cartas o los mails entre los amantes, que se producen cuando no están juntos. O entre los amigos y los familiares. Incluso con uno mismo, en el diario: se escribe para indagar en la otra parte, en ese desconocido; o para recordar las cosas (al que seremos), o reprocharlas (al que hemos sido, al que seguimos siendo). La brecha también entre la voluntad (el propósito) y la acción: entre la mente y el mundo. Uno escribe porque está separado de su propia vida. Y del lector venidero.

25.10.09

Fuera del azul (2)



Fuera del azul están los demás cuadros de Chema Cobo; aunque en todos hay un ámbito de profundidad (e incertidumbre) que equivale al fondo de sus piscinas. Sobre éstas escribe Paul Carey-Kent:
En el conjunto de la obra de Cobo, las series de piscinas que ha pintado recientemente constituyen no tanto un ensalzamiento del tiempo libre como una reflexión sobre las profundidades ocultas —profundidades con escaleras que aparecen refractadas en el agua, en otra distorsión de la percepción de la "realidad".
Y acerca de dicha "realidad":
El punto clave es que Cobo se encuentra, como ha dicho, "atrapado en una dialéctica entre dos realidades: una dentro del lienzo (codificada como ilusión) y otra fuera del lienzo (codificada como realidad)". Lo que argumenta es que ambas están codificadas: no hay un acceso simple a una realidad no codificada, ya que nuestra naturaleza perceptora y receptora está implicada en todas las representaciones, sean o no pictóricas. Como dice Cobo de forma más provocadora: "la realidad es un cliché". Cuando miramos un cuadro, hay (de nuevo Cobo) "dos realidades, dos ficciones y un lienzo en medio".
"En medio", comunicando los dos planos, están también las escaleras de las piscinas, que se pierden en el fondo: llevándose con ellas el ojo que las sigue.

23.10.09

Fuera del azul



Ayer volví a la exposición de Chema Cobo en el CAC. ¡Magnífica! La impresión inmediata es de belleza, de elevación; sólo en un segundo momento, cuando se atiende a los cuadros, aflora la carga inquietante: el magnetismo de la inestabilidad. Se dice en la hoja:
Con Out of frame, Cobo vuelve a ahondar en el tema que concentra su investigación desde hace años: las trampas que las imágenes tienden al ojo del espectador y a las que se encuentra expuesto diariamente. (...) Reflejos, sombras ambiguas, destellos, proyecciones lumínicas, encuadres arbitrarios o fragmentos imposibles, son los elementos a los que recurre en su obsesión por pintar lo que no se ve, lo que queda perdido para nuestra visión entre la realidad y la ficción. (...) Desconecta así a la pintura de la realidad para sugerir que lo importante siempre queda oculto, fuera del campo de visión y que, aunque no se ve, flota en el aire del cuadro.
Los tonos predominantemente grises, blanquecinos, tienen su contrapunto en los tres cuadros de piscinas: "Out of the blue (Capitalismo popular)". El significado de out of the blue es caído del cielo (o surgido de la nada), pero yo he querido acogerme a la poética de la traducción literal: fuera del azul.

19.10.09

El parangolé debe ser hecho por todos

Catástrofe en el arte brasileño: se ha quemado el 90% de la obra de Hélio Oiticica. Una broma pesada de su nombre y las metáforas solares. Qué malestar el de esta noticia, pese a que estamos acostumbrados por la Historia; sólo que la costumbre se restringe a las obras de la Antigüedad. Todas acabarán así, pero la náusea la produce el latigazo del cortocircuito. Cuando muere el artista hay dolor y rabia, quizá nostalgia; la náusea no aparece hasta ahora, en que ha ardido en verdad su ser, tal y como lo expresaba Aristóteles.

De Oiticica hablé aquí hace tres años, a propósito de su bandera-estantarte Seja marginal, seja herói. Precisamente el fuego de su legado se acompasó con otro fuego en esos morros de Río que Oiticica tanto frecuentó. Como escribí, él era una mezcla de Pasolini y Duchamp. Adriana Calcanhotto, duchampiana, siempre lo ha tenido presente. Ha usado sus obras para ilustrar los cuadernillos de sus discos, ha grabado en una de ellas el videoclip de "Pelos ares", ha bromeado dentro de un "penetrable" y, sobre todo, le ha dedicado la canción "Parangolé Pamplona".

18.10.09

El aire de lo eventual

Uno de mis pasajes favoritos de André Breton es éste de "La confesión desdeñosa" (1923, en Los pasos perdidos) —un texto, por lo demás, exaltante y repleto de pasajes favoritos:
Antaño, no salía de mi casa sin haber dado un adiós definitivo a todos los recuerdos entrañables que se habían acumulado y a todo lo que de mí mismo sentía dispuesto a perpetuarse. La calle, a la que creía capaz de comunicar a mi vida sus sorprendentes recodos, la calle con sus inquietudes y sus miradas, era mi auténtico elemento: tomaba en ella, como en ningún otro sitio, el aire de lo eventual. / Cada noche dejaba abierta de par en par la puerta de la habitación que ocupaba en el hotel, con la esperanza de despertarme un día al lado de una compañera que yo no hubiese escogido. Sólo después he temido que, a su vez, la calle y esta desconocida me retuvieran. Pero esto es ya otro asunto.

17.10.09

La región del tiempo

Cuando André Breton regresó de Nueva York a París tras la Segunda Guerra Mundial, en 1946, era ya un hombre anticuado. Había contribuido a modernizar el siglo XX, pero sus ademanes, su entonación, eran de otra época. Parecía, lo decían los jóvenes, un actor interpretando un papel viejo. Es verdad: pero lo pareció desde el principio. Su sensibilidad era romántica, simbolista: decimonónica. Por eso fue, quizás, el vanguardista más austero; el dadaísta más serio. Hubo siempre algo de programático en sus provocaciones. Y también en su decencia esencial, sustancial. En su rigor. En su exigencia de disciplina. Están las vanguardias y está el surrealismo, que no es en realidad una vanguardia, sino, como siempre sostuvo Octavio Paz, la reavivación del romanticismo.

Pero quería referirme al tiempo. Al acento del Breton de posguerra. Era parisino, pero antiguo; hablaba de un modo que ya no se estilaba. Están los acentos regionales, y está el de esa otra región: el pasado.

12.10.09

Los trabajos y los días (2)

Mientras trabajaba en mi artículo sobre Poe (a quien ayer domingo, por cierto, le hicieron un funeral en Baltimore), tuve que ocuparme también de la corrección, para la editorial Turner, de una antología de ensayos de Isaiah Berlin: El estudio adecuado de la humanidad (existe una edición mexicana; la que yo he revisado ha sido la española). De manera que este verano ha sido el verano de Poe, pero a la vez el verano de Berlin. Es un libro magnífico, altamente recomendable. El eje principal de los quince ensayos que contiene es el rastreo en lo que Berlin llama "la contra-Ilustración", en busca de voces y argumentaciones divergentes con la razón ilustrada; no para socavar esta razón, por parte de Berlin, sino para afinarla; aunque para afinarla cuestionando su pretensión de ser la única posible. Hay pues, junto con reflexiones generales sobre ética y filosofía política, e investigaciones sobre el origen de determinados hechos de hoy (como "el divorcio de las ciencias y las humanidades" o la pujanza de los nacionalismos), análisis de las obras de autores como Maquiavelo, Vico, Hamann, Herder o Joseph de Maistre. Paralelo a ese eje, se articula otro de carácter más literario, con retratos de Churchill y Roosevelt, así como textos consagrados a autores rusos: el clásico "El erizo y el zorro", sobre Tolstoi; las impresionantes "Conversaciones con Ajmátova y Pasternak"; y el ensayo sobre un personaje del que, me he dado cuenta, yo sabía poco y que me ha interesado: Alexander Herzen. Del encuentro con Pasternak, no me resisto a copiar un pasaje que revela el estado en que se vivía dentro de la Unión Soviética en 1945 (Berlin, de origen letón, fue allí tras la guerra como diplomático de la Embajada Británica):
Debía yo comprender [decía Pasternak] que el reloj se había detenido en Rusia (observé que ni él ni ninguno de los otros escritores que conocí empleaban las palabras "Unión Soviética") en 1928, poco más o menos, al romperse las relaciones con el mundo exterior; por ejemplo, la descripción de él y de su obra que aparecía en la Enciclopedia Soviética no hacía ninguna referencia a su vida y escritos recientes.
.....Pasternak fue interrumpido por Lydia Seifullina, conocida escritora, de edad ya avanzada, quien dijo: "Mi destino es exactamente el mismo. Los últimos renglones del artículo de la enciclopedia acerca de mí dicen: 'Seifullina se encuentra actualmente en estado de crisis psicológica y artística'; el artículo no ha cambiado durante los veinte años. Para el lector soviético, sigo en estado de crisis, de animación suspendida. Somos como la gente de Pompeya, tú y yo, Boris Leonidovich, enterrados por cenizas en mitad de una frase. ¡Y conocemos tan poco! Sé que Maeterlinck y Kipling han muerto; pero ¿viven Wells, Sinclair Lewis, Joyce, Bunin o Khodasevich?". Pasternak pareció incómodo y cambió de tema. Había estado leyendo a Proust; amigos suyos, comunistas franceses, le habían enviado toda la obra maestra, lo conocía, me dijo, y lo había releído recientemente. No había oído hablar de Sartre ni de Camus, y tenía una pobre opinión de Hemingway. "No puedo imaginarme por qué Anna Andreevna [Ajmátova] lo tiene en tan alta estima", me dijo.
Ahora ando enfrascado en otro libro que Turner va a publicar pronto: una extensa y apetitosa biografía de André Breton. La editora, por cierto, me ha dicho que ya se ha agotado la primera edición del libro que traduje, Bossa Nova. La historia y las historias de Ruy Castro (aún podrá encontrarse ejemplares en alguna librería, pero ya no quedan en el almacén). Precisamente, el otro trabajo que me ocupa es la escritura de una (breve) "Autobiografía brasileñista".

En un respiro de mi agenda (jaja), vi la nueva de Woody Allen, Si la cosa funciona. Este año no pude cumplir mi costumbre (¡religiosa!) de plantarme en el cine en la primera sesión del viernes del estreno. Fui el jueves siguiente. ¡Deliciosa! ¡Deliciosa de principio a fin! ¡Deliciosa sin una arista: redondamente deliciosa! Es una película de las del Woody-Woody, aunque no sale Woody. Me hizo feliz y me puso melancólico. Y volví a experimentar esa sensación vieja, la de haber entrado por la tarde en el cine y salir de noche, con una ganancia durante el crepúsculo escamoteado. El sábado encontré también, de regreso de Torremolinos, el libro póstumo de Bernhard en el Relay de la estación: Mis premios. Manuel Rodríguez Rivero había escrito por la mañana en Babelia que el libro no llegaría a las librerías hasta el día 15, pero esa misma noche ya estaba. Mi impulso primero fue comprármelo, pero algo me desagradó: la pasta dura, las letras demasiado grandes. Una especie de sarcófago de lujo que, ciertamente, jamás le pusieron cuando vivía. Leí las primeras páginas de pie y he decidido que así me lo iré leyendo entero, este otoño.

11.10.09

Taller literario

A propósito de "Los trabajos y los días", he tenido este intercambio epistolar con Francisco Luna (quien, por su parte, sigue con su precioso blog compuesto por fotografías de Barcelona y textos en japonés):

* * *
Magnífico texto el de hoy, amigo Montano. Muy identificado con tus palabras, las suscribo plenamente. Has dado en la diana con una finura admirable.

Efectivamente, cuando uno escribe (salvo si es un presuntuoso o un advenedizo), raramente piensa que lo que está escribiendo es inmejorable. Por eso ha de lanzarse a la piscina a ciegas: sin mirar si podrá nadar todo el recorrido, sin mirar si el agua está limpia. Se aprende a no mirar esas cosas. Hay que ponerse anteojeras (como las que se coloca a los caballos de tiro para limitar su visión al camino que tienen delante) y trabajar sin corregir apenas, al menos en un principio, pues es fácil estancarse por exceso de exigencia. Hay que trabajar, valga la paradoja, sin darle demasiada importancia a demasiadas cosas importantes.

Espero que estés escribiendo con la aplicación de esta útil receta.

Un abrazo,
P.

* * *
Gracias, amigo! Pues en eso ando: en tratar de aprender de eso mismo que escribí esta mañana... Yo he sido demasiado tiempo ese ágrafo o "adolescente puro" que criticaba. Era una reflexión en buena medida contra mí mismo: contra el que he venido siendo.

Al respecto, siempre cito dos ideas muy buenas, que dicen casi exactamente lo que acabas de decir tú. La primera era de Nietzsche. Él decía que primero había que escribir con el Sí, que no es crítico. Y sólo después pasarle la criba del No, que es el de la crítica, el del pulido, etc. La otra frase es de Augusto Monterroso, que siempre me ha parecido el mejor taller literario posible, concentrado en estas dos frases: "Un escritor es dos escritores: el que escribe, que puede ser malo; y el que corrige, que debe ser bueno".

En mi caso se ha interpuesto con demasiada frecuencia el No. Ahora estoy por fomentar el Sí... y permitirle el paso al No sólo después.

Un abrazo,
J. A.

* * *
Ya fuera de la correspondencia, he ido a buscar la cita exacta de Monterroso, que se encuentra en su diario La letra e. Monterroso añade un tercero... con el que veo que se retorna al ágrafo y al "adolescente puro". Me parece que ese prurito de limpieza, que ciertamente redondea el texto, emborrona el taller:
Uno es dos: el escritor que escribe (que puede ser malo) y el escritor que corrige (que debe ser bueno). A veces de los dos no se hace uno. Y es mejor todavía ser tres, si el tercero es el que tacha sin siquiera corregir.

10.10.09

Tekeli-kiliki

No sé si se ha dicho ya, pero hay que decirlo (o hay que repetirlo, si ya se ha dicho): el Nobel a Obama es el mayor acto racista cometido con(tra) Obama desde que llegó a la presidencia. Aquí los suecos se han hecho desaforadamente los suecos, mayoría socialdemócrata. Un premio gratuito, conmiserativo, dado como limosna del Domund, que Obama no necesita en absoluto y que nosotros, los obamistas, execramos. El propio Obama lo ha debido de sentir así, y de ahí su abochornada parquedad. Han abusado de su indefensión como receptor del Premio, porque, por sus responsabilidades, ni siquiera le quedaba el recurso estético de rechazarlo: una vez concedido, se lo tenía que comer con patatas. Por lo demás, es una insensatez premiar a un gobernante en ejercicio: el balance hay que hacerlo cuando acabe su mandato; y aunque yo, insisto, soy obamista, sé que la Historia es muy suya y esto puede acabar de cualquier forma —incluido en Desastre.

El caso es que nos encontramos estos días entre lo negro y lo blanco. Obama negro, la paz blanca. Forges dibujó ayer la paloma negra de la paz. Y el loro blanco de Chema Cobo (que no es blanco: si se fijan, es multicolor, sólo que los colores han sido absorbidos por el resplandor amortiguado del blanco). Cuando hablé ayer de él, a propósito de Poe, lo relacioné, por inversión cromática, con el cuervo. Pero se me pasó la asociación con los pajarracos blancos de la Narración de Arthur Gordon Pym:
La oscuridad había aumentado todavía, atenuada sólo por la claridad del agua reflejando la blanca cortina que teníamos delante. Múltiples pájaros gigantescos, de una blancura fantasmal, volaban sin cesar viniendo de más allá del velo blanco y su grito, mientras se perdían de vista, era el eterno "¡Tekeli-li!".
Lo cual me ha hecho pensar también, dinamitescamente, en el blanco liquiliqui (¡Tekeli-kiliki!) de ese otro pajarraco al que llaman Gabo. En Letras Libres acaba de salir un artículo definitivo de Enrique Krauze sobre el personaje. Yo lo encontré en Penúltimos Días, donde se reproduce un extenso fragmento dedicado a la relación lacaya de Gabo con Fidel. Qué asco dan estos miserables gourmets del comunismo. ¡Que se los trague el blanco!

* * *
PS. Recibo de Qtyop esta urgente precisión escandinava: "Qué manía con los suecos. El Premio Nobel de la Paz lo han dado siempre los noruegos. Un comité del parlamento noruego para ser más exactos. Y se entrega en Oslo en ceremonia aparte". Y más.

9.10.09

Los trabajos y los días



El poema que me gusta de Gabriel Ferrater es "Habitación del otoño" (¡esa palabra catalana preciosa, tardor!), que empieza:
La persiana, no del todo bajada, como
un pavor que se resiste a caer al suelo,
no nos separa del aire. Mira, se abren
treinta y siete horizontes rectos y delgados,
pero el corazón los olvida. Sin nostalgia
se nos va muriendo la luz, que era de color
de miel y ahora es de color de olor de manzana.
Las mujeres y los días. Pero yo ahora estoy en plan Hesíodo: con trabajos, sin mujeres. Y días sepultados. Días que, en verdad, me gustan. He descubierto el trabajo tarde, y me gusta. Es una especie de supercrucigrama que te soluciona la papeleta de los minutos (exacto: un pasatiempo). Yo estoy curtido en las tardes peladas: ese ochomil de las horas huecas; el alpinismo del tedio. No me arrepiento. Me he forjado en esas paredes verticales. ¡Pero ah, el trabajo! ¡Tener una ocupación! ¡Eso es la monda! Ahora me explico por qué van todos a las siete de la mañana, pese al frío, con esa sonrisilla. ¡Se han escapado del ennui! ¡Se les ha eximido de bregar a brazo partido con las horas! Porque las horas son esos monstruos que sólo aparecen si no se hace nada. Si se hace algo, ya no hay tiempo, sino otra cosa; quizá vida. (¡Hipócrita autor!)

Anteayer logré acabar al fin mi artículo sobre Poe: "La muerte en Poe", veintiséis páginas (ya avisaré cuando se publique). Me costó trabajo. Una amiga me señaló que el 7 de octubre es la fecha en que murió Poe. Debí haberlo acabado unos días antes, pero una extraña parálisis me lo postergó. Al fin, la muerte de Poe desembocó en su tumba. El artículo me ha quedado correcto, sin más. Lo que hay sería la base para, ahora, hacer un buen artículo. Pero se ha terminado el tiempo. Paradoja de los plazos: te tensan, te obligan a trabajar, tiran de ti (¡te aplastan!); pero luego no hay margen para la mejora. A veces me he sentido como Arthur Gordon Pym internándose en el territorio escabroso de la página blanca; un territorio ártico. Lleva un tiempo de moda lo de decir que no se sufre escribiendo. Pero claro que se sufre escribiendo. Aunque entiendo perfectamente, en quienes lo dicen, que no sufran escribiendo: a la vista está, con las páginas lacias que nos endilgan. Escribiendo se sufre, y se goza. Escribir es una tarea básicamente miserable, que se funda en la falsificación. Uno se interna en una línea, la de su escritura (literalmente, la de sus renglones), y sabe que a cada paso podría refutarse de mil maneras lo que dice; pero sigue, porque, si no, no podría avanzar. El ágrafo es el que renuncia a ese tejemaneje. El que escribe, es el que consiente en ensuciarse. Podría pensarse que el intachable es el primero, pero no es del todo exacto. El primero le da demasiada importancia al asunto; cuando el asunto, en realidad, no tiene demasiada importancia. Eso es lo que se aprende. (El adolescente puro peca siempre de pomposidad.)

Tuvo gracia que, mientras me encontraba bregando con el cuervo negro de Poe, recibí la visita del loro blanco de Chema Cobo. El cuervo de Poe, por lo demás, era una especie de loro negro que decía Nevermore. Y el loro de Chema Cobo es una especie de cuervo blanco metafísico, posado sobre el busto de Palas Atenea. El loro venía en la tarjeta de invitación de la exposición que hoy inaugura Chema Cobo en el CAC Málaga, Out of frame. Estará hasta el 24 de enero de 2010, y al verlo me he dado cuenta de que es la primera vez que se me presenta concretado ese año. Y entonces he pensado también que la primera década del 2000 se nos va, y que nadie está pensando en ello. Recuerdo bien aquellas sensaciones crepusculares de 1989 y 1999. Y ahora, que estamos en un crepúsculo más cierto, no lo percibimos. Con Chema Cobo tengo el juego de señalarle elementos duchampianos en sus cuadros. Sé que su obra es mucho más que alusiones a Duchamp, pero él consiente mi juego reductivo. Con respecto a Holy Words, el cuadro del loro, se la señalo: ¡esa sombra! ¡La de Tu m', la de la Percha, la de la Rueda!

8.10.09

La malthusiana dinamita

Son las once. El Nobel lo dan a la una. Tampoco está esta vez Salinger en las quinielas, a sus noventa años. Cualquiera que se mueva en el mundillo literario sabe el mérito, el inmenso mérito, que tiene eso. Estar descartado de antemano, como lo estuvo también Jünger, hasta después de sus cien. Que los suecos, con su finísimo olfato, detecten ahí un indicio de miasma... En cambio, sí vuelve a estar Dylan: el Ramoncín de la armónica. El día que le den el Nobel de Literatura a Dylan será como cuando a nuestras calles, en vez de nombres de ilustres abogados y estadistas muertos, empezaron a ponerles nombres de folklóricas vivitas (dentro de las cuotas de vida que una folklórica pueda tener) y coleando: Juanita Reina, Marifé de Triana, Isabel Pantoja, Rocío Jurado (ésta, antes de que se muriese de verdad)...

En cuanto a nosotros los escritores, los principales beneficiarios del Premio: somos una especie tan estólida que todos, aunque hayamos escrito sólo tres folios (¡tal es mi caso!), tenemos ya esbozado, en uno de esos tres folios, nuestro discursito de renuncia o aceptación. El mío de renuncia ("Señores de la Academia Sueca, no se hagan los suecos. Borges...", empezaba) lo estuve puliendo durante toda mi adolescencia. Hasta que decidí que no quería parecerme a Sartre, y que si me daban el Nobel, lo aceptaría. Sólo que dando la nota. La nota intelectual, me refiero, y no por medio del enfundamiento en liquiliqui ni nada parecido (Gabo, ahora que lo pienso, fue la primera folklórica que recibió el Nobel —Carmen Miranda, le llamaba el gran Cabrera Infante: otro que siempre estuvo entre los predescartados).

Mi nota intelectual, pues, que también ya tengo esbozada, sería un discurso en favor de la dinamita. Hay que convencer a los suecos de que a Mr. Nobel no le hace falta ninguna expiación; de que la dinamita que inventó ya constituye, en sí, suficiente beneficio para la humanidad. Es un objeto bonito (cuando va en cilíndrico cartucho) y filantrópico, debido a sus encomiables propiedades malthusianas... Yo, por lo tanto, le haría una rigurosa oda intelectual a la dinamita. Y quizá llevara en mi antiliquiliquílico frac un cartucho para lanzarlo al jurado, a modo de demostración y también a modo de intertextualidad (con lo que corroboraría de paso, in situ, por qué me habían dado el Nobel). La intertexualidad sería con La tarea del héroe de Savater (segunda vez que cito este libro en dos días: un libro que leí mucho, que me formó —del modo un tanto excéntrico que pueden ustedes apreciar): no encuentro mi ejemplar, pero era aquel momento del prólogo en que un examinando de Ética le lanzaba una bomba al tribunal que le había propuesto el dilema del pulmón de acero...

Por lo demás, ¿qué se puede decir de un premio que se lo han dado a Saramago y no (como empezaba a decir en mi discurso de rechazo) a Borges, Jünger, Bernhard o Cioran? Ya puestos, a mí me gustaría que se lo dieran a Vargas Llosa, aunque sé muy bien que se lo estarían dando a un cadáver (al menos novelístico: como ensayista y articulista todavía vive). A veces ocurre eso con los escritores: se mueren, pasan muchos años desde que escribieron La ciudad y los perros, La casa verde, Los cachorros, Conversación en La Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo... pero resulta que su cuerpo seguía aquí entre nosotros, con lo que la Fundación Nobel tiene la ocasión de recompensarles aún por aquellos libros. Por desgracia, otros escritores como Bernhard, cuando se murieron, se murieron de verdad: no se dejaron ni un solo mes póstumo, mientras vivían.

7.10.09

De fusilamientos

Querido Arcadi:

Siempre sostuve que el fusilado debió haber sido Alberti y no Lorca. Por motivos estrictamente literarios: en 1936, Lorca aún estaba, como quien dice, naciendo como poeta; mientras que Alberti ya no era más que un (en sus propias palabras) "coplero del Partido". Así, desde 1936 hasta hoy, hubiéramos recibido muchísimas más obras de Lorca; y nos hubiéramos ahorrado todas las de Alberti. Pero ojo: hablo en el caso de que tuviera que haber sido fusilado un poeta. Que si es por mí, no fusilan a nadie: no ya a un poeta, sino ni siquiera a un cantautor.

Un abrazo,
J. A.

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El título es un homenaje al gran escritor mexicano Julio Torri (1889-1971). En España no se le conoce (sólo Savater lo ha citado, en La tarea del héroe), pero eso es un error. ¡Hay que leer a Julio Torri!

6.10.09

Propósito

Este blog no tiene propósito, y no es, propiamente, un blog (en todo caso, bitácora). Pero si alguno tuviera, o si en alguno resulta que me ejercito, su formulación se encuentra (campanudamente, eso sí) en este pasaje del Prólogo a Radiaciones. Jünger se refiere al diario, a su diario; pero me vale para El aprendiz al sol:
El modo de llevar un diario, lo que quiere decir el modo de poner orden en el aflujo de hechos y pensamientos, forma parte del curso, de la misión que el autor se propone. Hay en eso un consuelo solitario del que se siente necesitado. En una situación en que son los técnicos quienes administran los Estados y los remodelan de acuerdo con sus ideas, están amenazadas de confiscación no sólo las digresiones metafísicas y las consagradas a las Musas, lo está también la pura alegría de vivir. Quedaron atrás hace ya mucho los tiempos en que la propiedad era considerada un latrocinio. Del lujo forma parte también el modo propio de ser, el ethos, del que dice Heraclito que es el daimon del ser humano. La lucha por un modo propio de ser, la voluntad de salvaguardar un modo propio de ser es uno de los grandes, de los trágicos asuntos de nuestro tiempo.
Para todo lo demás, Camba —de la mano de Jabois.

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Paralela, y quizá contradictoriamente, me parece muy atinada esta intervención de Arcadi Espada contra lo gratuito (lo lujoso de Jünger, tal vez).

2.10.09

¡Aristóteles!

Nunca pensé que pudiera citar a Aristóteles. Yo, como todos los artistas, he sido platónico (y antiplatónico: pero con la referencia siempre en Platón). Ahora, en cambio, he escuchado una frase portentosa de Aristóteles; por lo demás, de filiación platónica (por ese engendrar con la obra que suele resaltar Eugenio Trías, enlazando a Platón con Nietzsche). Ha sido en un diálogo que mantuvieron en 1994 Emilio Lledó y Pedro Cerezo en la Fundación Juan March, para presentar el libro del primero Memoria de la ética. El diálogo en sí es interesante: un poco relamido a veces, con un cierto tono de predicación; pero provechoso. Y, sobre todo, con el relámpago (¡fecundador!) de la cita de Aristóteles, que transcribo del audio:
Todos aman su propia obra más de lo que su obra les amaría a ellos, si llegara a ser animada. Quizá ocurre con los poetas que aman extraordinariamente sus propias obras y las quieren como a hijos. La causa es que el ser es para todos objeto de predilección, y somos por nuestra actividad [por vivir y actuar]; y la obra es en cierto modo su creador en acto [en energeia, actuando]; y el creador ama su propia obra más que a sí mismo porque ama el ser.
Escúchese del minuto 69:30 al 71:25 (la cita más los comentarios). La referencia bibliográfica que da Lledó es: Ética nicomáquea, 1167b y siguientes.

1.10.09

El intelectual comprometido

Tiene gracia lo del "intelectual comprometido": todavía se le echa de menos. El intelectual comprometido: probablemente una de las figuras más bellacas del siglo XX. Si algo significaba el término, lo cumplieron precisamente los que quedaron pronto excluidos, como Albert Camus: los extranjeros. O, aquí en España, hoy, aquellos que son acusados de fachas (¡Savater, Félix de Azúa, Muñoz Molina, Arcadi Espada, Boadella!). Hoy, en España, ésa es una de las varas infalibles para medir el verdadero compromiso de un intelectual: si en ningún momento se le ha acusado de facha, es que lo único con lo que se ha comprometido ha sido con la letra de su catecismo (o el de su amo).

Por otro lado, he aquí un ejemplo de frase descomprometida, sacada del mismo artículo de El País. La dice ese chico tan agradable, Roncagliolo:
Lo que no hay tanto son autores que defiendan de una manera radical una idea, como hace Vargas Llosa con el liberalismo, o García Márquez con el socialismo. El siglo XX se encargó de mostrar los límites de ambas opciones, y seguramente mi generación ha visto cómo el socialismo cubano no supo convivir con la libertad y cómo las democracias latinoamericanas no terminan de acabar con la pobreza. Así que tampoco podemos ser tan entusiastas.
¡Hombre, no compare! Si habla de "ideas" no junte a Vargas Llosa y García Márquez. Vargas Llosa, esté acertado o equivocado, no se ha cansado de ofrecer razones, de explicar, de argumentar... Gabo, en cambio, ha sido un mero tótem bobalicón al que no se le conoce una sola idea, sino únicamente su adhesión inquebrantable, religiosa, a una ideología y a un tirano. En cuanto a la pobreza: ya sabemos que en Cuba lo han sabido resolver perfectamente...

Sí, para este asunto del "intelectual comprometido" sigue siendo válida la vieja oposición entre Sartre y Camus. Camus condenado después de haber escrito uno de sus textos más vigorosos: El hombre rebelde. Sartre aplaudido por su comunismo beato, por su maoísmo: es decir, por apoyar esas maquinarias de triturar carne humana. Nunca olvidaré el artículo de Octavio Paz en Hombres en su siglo: "Inicuas simetrías". Allí contaba cómo, tras la Primavera de Praga, los estudiantes esperaban a Sartre para que les diera aliento liberador. Llegó Sartre y lo que les aconsejó fue que no desobedecieran al Gobierno. Ahí se acabó el predicamento de Sartre en Praga, anotaba Octavio Paz. El compromiso más sostenido del intelectual durante el siglo XX ha sido con el crimen. Por un decente, ha habido cien, mil impresentables.