[Montanoscopia]
1. Nuestros sanchistas celebran como suyo el triunfo arrollador de los laboristas británicos. Ignorantes de que, para conseguirlo, el nuevo Starmer se deshizo del viejo Corbyn, el Sánchez inglés (bueno, un Sánchez con lecturitas). Han despreciado la posibilidad de un PSOE que apele a las mayorías y ahora aplauden a un Partido Laborista que apela a las mayorías. Aquí atacan a González, que era el que las conseguía para el PSOE, y aplauden a Starmer, el González inglés. Un González sin carisma: o con el carisma vacío que le otorgan los desastrosos conservadores; es decir, un carisma higiénico, neutro, sin seducción.
2. Autoerigidos guardianes de la palabra como Muñoz Molina o García Montero son capaces de hablar de la corrupción de nuestro lenguaje político sin mencionar a Sánchez. Uno con menos vergüenza que el otro. García Montero, con Sánchez delante, discursea: "La derecha quiere enfermar algunas palabras". La derecha. Con Sánchez delante. En la presentación de una fundación nueva del PSOE. Del PSOE. Enfermar las palabras. Desde el PSOE. Desde el PSOE de Sánchez. Desde Sánchez. Hace algunos años García Montero atacó a Muñoz Molina y yo defendí a Muñoz Molina. Hoy los dos están en el mismo barco sanchista, uno con más descaro que el otro. Hoy los dos se unirían contra mí. (¡Si yo fuese alguien, claro!)
3. Aunque Luis Cernuda se irritaba a veces sin motivo y fue injusto en muchas de sus irritaciones, algunos de sus lectores sintonizamos con esa irritación, que en nosotros es ya inritación. No es tan frecuente, por otra parte, esa veta en nuestra literatura, por lo que habría que cuidarla como a una flor de invernadero. Esta es la razón por la que me ha inritado ver que el prologuista de la nueva edición de su Poesía completa (Visor) es Luis Alberto de Cuenca, poeta pancista y bienqueda (¡no conmigo, ciertamente!). Para estas tareas el que vale es Luis Antonio de Villena, que ya publicó un Luis Cernuda espléndido en Omega, editó en Cátedra Las nubes y Desolación de la Quimera y le dedicó un capítulo al Cernuda dandy en Corsarios de guante amarillo. Al desajustado Cernuda le conviene el desajustado Villena, para no inritarnos a sus lectores desajustados. Aunque también entiendo (¡ecuménicamente!) que no está mal allegarle publiquillo pancista a Cernuda, para que lo lean desde las mesacamillas y los aguachirles conyugales que él detestó.
4. Transcurre el Tour por la Francia lepenista de Vichy. Un amigo dio con el mote perfecto para la lideresa: Marine Le Petáin. La solución, en cambio, no es Mélenchon. También acertó el que sintetizó los males en LePenchon. Probablemente yo fuese hoy un abstencionista francés: resignado a padecer la historia; que la hagan mis (¡tiránicos!) criados. Salvo que en mi circunscripción pudiera practicar un (¡doble!) cordón sanitario moderadito.
5. Transcurre el Tour entonces, como todos los Tours en realidad, y lo tengo en la tele durante horas con las voces de Carlos de Andrés y Pedro Delgado, que son como peces murmurando en la pecera. Se acabaron ya los tiempos frenéticos de García ("¡top, tooop!") y épicos de Ares (al principio coincidieron ambos), que yo como muchos me ponía frenética-épicamente en la radio mientras veía la tele. Ahora solo suenan De Andrés y Delgado, con el sonido ambiente de público y pedaladas. Me he pasado años despotricando contra ellos, pero de pronto entré la otra tarde en un estado de felicidad por ellos. Han ido calando sus comentarios sin estrépito ni brillantez, no incompatibles con la siesta. De repente los quiero y quiero que estén ellos, y solo ellos, como acompañamiento acústico del Tour.
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En The Objective.