1. Lo que ha pasado en 13 TV es entrañable. Resulta que nuestros fachas realmente existentes, los nostálgicos de los viejos valores y la tradición, no soportan las películas en blanco y negro. Le exigieron a Garci que las quitara de su programa de cine y, como Garci no lo ha consentido, es el programa de Garci el que han quitado.
2. Cuando Feijóo pide la dimisión de Sánchez no se da cuenta de que con el sanchismo solo se puede acabar mediante unas elecciones rutinarias. Todo lo que se salga de la rutina democrática lo alimentará. El sanchismo, de hecho, se alimenta de su propia excepcionalidad. En el origen de este último año lamentable está también Feijóo, que no quiso parar los pactos con Vox en sus autonomías: alianza (hoy medio rota) que le impide ser a Feijóo la alternativa rutinaria.
3. Me hago con el tercer tomo de los diarios de Chirbes. No tengo tiempo de leerlo ahora, pero sí de picotear algunos nombres: Gopegui, Bértolo, Savater, Muñoz Molina... De este último, con el que ando un poco obsesionado últimamente (¡es el único que se me ha caído de mis ídolos del patriotismo constitucional!), dice Chirbes: "se ha colocado demasiado arriba, demasiado cerca de poderosos relumbrones, aunque siga exhibiendo ese desamparo de chico de pueblo invitado a una fiesta en la que no debería estar". Siempre me resistí a verlo así, y en realidad me sigue violentando (aunque lo anote). Pero Chirbes también lo elogia y en otra entrada hay un momendo grandioso. Está hablando de La noche de los tiempos y entremezcla celebraciones y reparos. Sobre estos concluye: "¡si se librara de sus fantasmas!". Y a continuación viene lo grande: "Claro, qué fácil: ¡si me librara yo de mis fantasmas!, ¡si todos nos libráramos de nuestros fantasmas! Seguramente, sin todo ese pozo de complejos y manías que nos lastran, no seríamos novelistas y ni siquiera querríamos serlo".
4. Las cuatro horas de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos las paso tumbado junto a mi atleta favorito, el ventilador. Estoy enfrascado en la Historia de Austria de Steven Beller y solo de vez en cuando me asomo a lo que pasa en París. Pero no a la emisión en directo, sino a la intermediada (¡tan posmoderna, tan parisinamente!) por el cachondeo de Twitter. La operación es redonda: la vida simple se infla con la pomposidad de estos eventos; pero yo la pillo ya desinflada por la ironía, devuelta a lo elemental. Un Sena despiojado por las artes verbales. Y un hilo de fuego sosteniéndose entre las aguas del río y la lluvia.
5. El amigo Jáuregui se acuerda durante la ceremonia de "la melancolía de los paquebotes" de La educación sentimental de Flaubert: "Viajó. Conoció la melancolía de los paquebotes, los fríos amaneceres bajo la tienda, el vértigo de los paisajes y de las ruinas...". Los deportistas en los paquebotes parecen también los embarcados para Citerea, la isla del amor: el amor olímpico, en este caso. Anticlimáticamente, Baudelaire se imaginó una Citerea espantosa, de hombres descuartizados por Venus. Tal vez por eso nuestro Guillermo Carnero prefiere quedarse en tierra, "y estar solo", cuando "la triste nave está al partir". El siguiente verso de su poema, caigo en ello con un escalofrío, define con exactitud la aparatosa ceremonia olímpica en los paquebotes recargados del Sena: "con su espectacular monotonía".
6. Justo he descubierto una palabra en portugués que significa monotonía: mesmice. Es una derivada de mesmo (mismo) y se podría traducir literalmente como mismismo. Estar atrapado en lo mismo, lo mismo que se repite, siempre lo mismo...
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En The Objective.