[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:29:45]
Espero que ninguno de los presentes, ni ninguno de los oyentes, calce náuticos, porque mi última arremetida de la temporada será contra esos zapatos ridículos, esas patéticas alpargatas con pretensiones. La fobia que les tengo se ha recrudecido de un modo inesperado: por Juan Benet. La biografía del escritor que acaba de salir en Renacimiento, titulada El plural es una lata, de José Benito Fernández, lleva en portada una foto de Benet sentado en un banquito, tan elegante como siempre pero calzando unos improbables náuticos, algo que para mí no solo arruina su imagen, sino toda su literatura. El exigente creador del territorio mítico de Región parece un vulgar veraneante en Benidorm. Llamé de inmediato a mi amigo el novelista Rafael Maldonado, devoto de Benet, para recriminárselo. Maldonado, como Benet, defiende el gran estilo (¡el grand style!) en la literatura. Algo para mí completamente incompatible con esas sandalias de guadianescos cordones de cuero por los laditos, que ni siquiera son los que se atan: estos van aparte y con ellos se hace un lazo como corbatín de cantante de country en el pie. ¡Pero Maldonado me dijo que él también usa náuticos! Tiene gracia, porque mi amigo es el mangalarguista por el que escribí mi andanada contra el mangalarguismo. Así que el horror estético veraniego, me dije, está concentrado en los mismos sujetos: los que llevan en verano camisas de manga larga que orugan por el antebrazo son los mismos que calzan esos repelentes náuticos con los que van pisando por la ciudad como por la cubierta de un yate. ¡Y a eso le llaman grand style! ¡Los náuticos, esas menesterosas babuchas con ambición de zapato, esos mocasines entre de arapahoe y de torero, resulta que son grand style! ¡Y luego no quieren que me inrite y tenga opiniones ultramontanas!