Leo en el diario tradicionalista Abc una noticia que parece buena desde el punto de vista de la tradición: nuestra cara tiene un millón de años. Mi asombro ha derivado en vértigo, al darme cuenta de que esta misma expresión pudo ponerla un individuo de entonces. Pero quid pro quo: él también se hubiera mareado de saber que sus muecas iban a durar mil milenios. Resulta que nuestro teatrillo facial es la función que más tiempo lleva en cartel. Eso explica las máscaras del teatro antiguo: ya por entonces querían darle un poco de variedad a la cosa. Otro factor de melancolía es que se nos escurre el mono, que ahora queda más lejano.
¿Cómo sería inaugurar nuestra cara? Los debutantes estarían como un niño con zapatos nuevos (calzados en el hocico). Tal vez fueran pequeños Frankensteins, tratando de hacerse con los mandos. En la cara se reprodujo sin duda la batalla darwinista, y unos gestos prosperaron y otros no. Algo parecido a inventar emoticonos. Si yo fuese Albert Espinosa evocaría aquí las primeras sonrisas, esas que busca su brújula filantrópica. Pero mi palo es más bien la misantropía. La noticia, para mí, es que la incomodidad se me ha alargado hasta el millón de años por la espalda. “La tiranía del rostro humano”, que decía Baudelaire, es aún más vieja de lo que nos habíamos creído...
Pero vuelvo a la prensa del día e inevitablemente los ojos se me van a las caras. A la del pobre Messi, por ejemplo. Para ilustrar la querella contra el jugador por fraude fiscal, se han escogido caras suyas no de hace un millón de años pero sí anteriores a la noticia: caras en las que Messi parece autoinculparse previsoramente. (A modo de ejemplo, véase la de Libertad Digital). Es un arte periodístico avezado este de editorializar con el propio gesto del protagonista, quien se exhibe así como su mayor enemigo. Lo cual me devuelve a la melancolía, y un poco también al vértigo. Debemos de tener caras para todo en el almacén. Hace un millón de años estaban todas quietecitas en cada uno; o iban pasando en fila india según los acontecimientos. Ahora ya está grabada en algún sitio la que nos condena.
[Publicado en Zoom News]