Nada como un histérico para que las cosas queden claras, gracias a la emisión de síntomas a chorros que el histérico produce. Aquí el histérico es (¡con perdón!) el bueno de Miquel Iceta, que se ha convertido en el transmisor espontáneo de la mentalidad del PSOE, facción PSC, que es donde el PSOE se da de manera más tortuosa y más pura. El “no, no y no” de su líder Pedro Sánchez podía interpretarse –y así lo hemos venido haciendo– como una cantinela beata. Pero la soflama de Iceta el sábado en la Fiesta de la Rosa no necesita interpretación alguna: es religión en vena.
Ya había sido sintomático el celebrado bailecito de Iceta en la campaña de las elecciones catalanas. Después de haber hecho prolongadamente el canelo y haber tenido enormísima responsabilidad en la situación de Cataluña, al PSC no le quedaba discurso. Dijera lo que dijera era marear la perdiz, sin convicción. Así que lo mejor era no decir nada y echarse a bailar. Iceta lo cazó al vuelo y dejó que hablara por él su cuerpo rumboso. (Como suele ocurrir, se tomó por desenfado lo que era pura desesperación).
Ahora lo ha vuelto a hacer, y ha escenificado lo que corría por dentro. Repitamos sus palabras, porque se las traen: “Pedro, ¡mantente firme! ¡Líbranos de Rajoy y del PP! ¡Líbranos, por Dios! ¡Líbranos de ellos!”. Este discurso de Savonarola enloquecido estuvo muy bien interpretado: lo dijo con tono y gestualidad de Savonarola enloquecido. Iceta es un político que baila y enloquece y sabe fanatizarse y fanatizar: muy ilustrado todo. Él debe de ser uno de los extremos por los que se termina, o se ha terminado ya, hace rato, la socialdemocracia.
Como todas las religiones, no deja de enunciar un mundo cómodo; trabajoso, doloroso incluso, pero cómodo: para el espíritu, para la cabecita. Tener a un malo absoluto descansa mucho. Esta es la función que para bastantes cumple el PP: ocupar la casilla mala de una predeterminación maniquea. Desde luego, el mal se extiende fácticamente por más sitios: pero solo en el PP se unen lo fáctico y lo ontológico. Los demás son males con “pero”. Es corrupto pero nacionalista (léase –que así es como se lee, tiene narices– antifranquista); es corrupto pero progresista: o sea, son corruptos que no tendrían que serlo. Con el corrupto del PP se cumple el maravilloso acople del malo que tenía que serlo. Con ese malo todo está en orden: indigna, pero tranquiliza. Confirma en la práctica la maldad teológico-política que ya se daba por sentada.
El asunto, por tanto, para el PSC-PSOE, por boca de Iceta, es que el PP es Satán y no hay ni que rozarse con él. ¡Líbranos, Señor! Y estos son los laicistas...
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En El Español.
26.9.16
25.9.16
¡Brangelina eran dos!
Ilustración: Tomás Serrano
Ya habló el poeta de los “inconvenientes de ser dos”, pero hay uniones tan sólidas que parecen fusionar a dos seres hasta convertirlos en uno. Cuando en Maridos y mujeres los personajes Jack y Sally se separan, el interpretado por Woody Allen, amigo de la pareja, no se lo puede creer: “Pero, pero... ¡si sois Jack y Sally!”. Brad Pitt y Angelina Jolie han estado tan unidos que ni siquiera necesitaban la conjunción copulativa. No eran Brad y Angelina, sino directamente Brangelina. Casi el andrógino de Platón en persona: dos personas en una; otra más y habrían sido Dios.
Desde que hicieron juntos Sr. y Sra. Smith en 2004, solo se sabía que estaban en una película y no en la realidad cuando se les veía separados. En la realidad siempre iban juntos, y con su estela de niños. Formaban una especie de eterna película de Disney, con dos madres de Bambi (una con barbita a veces) y seis cervatillos. O un Sonrisas y lágrimas sin lágrimas, solo con sonrisas. Se les podría haber adosado cualquier producto, incluso una metralleta o un póster de Donald Trump, que se habría vendido como símbolo de concordia. Y ahora ese símbolo se viene abajo, dejando al mundo huérfano.
Quizá la cosa se torció cuando el año pasado volvieron a pasar juntos de la apacible realidad al conflictivo cine. Fue en la película Frente al mar, que protagonizaron los dos y firmó ella con el nombre de Angelina Jolie Pitt. Por exigencias del guión tuvieron que interpretar a un matrimonio en crisis, y quizá se metieron tanto en el papel que se llevaban trabajo a casa, también después de que acabase el rodaje. Así el cine habría terminado con esa bonita película de amor que se estaba desarrollando fuera.
La pregunta urgente de verdad es qué va a pasar con los niños. Pero a mí hay otra que no se me quita: ¿qué va a pasar con los tatuajes? Últimamente la gente del cine se deja literalmente la piel en los divorcios. Todavía me duele el borrado del “Antonio” de Melanie Griffith. Pero Brad fue cuco y solo se puso una “A”, lo que le deja mucho campo si quiere volver a emparejarse sin tener que borrársela (y empezando por el principio del alfabeto, como debe ser). Angelina lo tiene más complicado. Ella optó por ponerse las coordenadas del lugar de nacimiento de Brad, lo que la condenaría a los mozos (¡y mozas!) de Shawnee, Oklahoma.
Aunque el gran perdedor de momento es Brad, no solo porque Angelina ha contratado ya a la mejor abogada, que lo hará papilla (aún veremos unas sopas Brad del estilo de las de Bertín), sino porque ha empezado a circular el rumor de que él maltrataba verbalmente a los niños. (Acusación que algunos medios españoles se han encargado de agravar al traducir abuse por abuso). Para colmo, ha tenido que enterarse innecesariamente de que no lo ama Marion Cotillard.
La institución del matrimonio ha sufrido, en fin, un duro golpe. Se queda sin su joya de la corona. Ahora todo depende de que Rociíto y Fidel Albiac se arrimen más fuerte hasta que de dos vuelva a haber uno solo: Rociítel, aunque sea.
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En El Español.
22.9.16
Correcto y desesperado
Por azar objetivo, he empezado a releer La Realidad y el Deseo el 21 de septiembre, sin saber que era el día del aniversario de Luis Cernuda (21-IX-1902). La semana pasada releí también (¡con Cernuda todo en mí son relecturas ya!) su autobiografía poética Historial de un libro, uno de los textos más limpios y hermosos de nuestro siglo XX, que sitúo –muy alto– en el canon de la prosa en español. Cuando uno lee a Cernuda renueva su admiración hacia él. Admiración que, por otra parte, se mantiene cuando uno no lee a Cernuda. Además de su obra, fue admirable el hombre: íntegro, ejemplar.
El mejor homenaje es el poema que le dedicó Octavio Paz. Dice, entre otras cosas: “En un cuarto perdido / inmaculada la camisa única / correcto y desesperado / escribe el poeta las palabras prohibidas”. Y: “Con letra clara el poeta escribe / sus verdades oscuras”. Por su lado, uno de los mejores poemas de Cernuda lleva dedicatoria a Paz: “Limbo”. Habla de un tipo sutil de exclusión del artista: la ejercida por quienes supuestamente aman el arte, pero solo si está “domesticado para el mundo de ellos”. Excluyen al poeta vivo, acogen al muerto: y si le queda algo de vida, porque su obra viva, lo rematan.
Así no solo los enemigos, sino también los falsos amigos. Como ese diputado de En Marea que recuerda ahora la frase de Fraga en contra del regreso de Cernuda para asistir al entierro de su madre en 1962: “Que se quede donde está. Ya tenemos bastantes maricones en España”. La frase de Fraga es impresentable, pero que lo que recuerde de Cernuda ese diputado sea eso dice muy bien qué es Cernuda para él: un cereal para su papilla ideológica, o electoralista.
También escribió Paz en el poema mencionado: “Sus palabras / no son un monumento público / ni la Guía del camino recto / Nacieron del silencio / se abren sobre tallos de silencio / las contemplamos en silencio”. Excluido y solitario como el albatros de Baudelaire. Correcto y desesperado como el oso polar Pizza.
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En The Objective.
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(25.9.16) Rectificación: la madre de Cernuda no murió en 1962.
El mejor homenaje es el poema que le dedicó Octavio Paz. Dice, entre otras cosas: “En un cuarto perdido / inmaculada la camisa única / correcto y desesperado / escribe el poeta las palabras prohibidas”. Y: “Con letra clara el poeta escribe / sus verdades oscuras”. Por su lado, uno de los mejores poemas de Cernuda lleva dedicatoria a Paz: “Limbo”. Habla de un tipo sutil de exclusión del artista: la ejercida por quienes supuestamente aman el arte, pero solo si está “domesticado para el mundo de ellos”. Excluyen al poeta vivo, acogen al muerto: y si le queda algo de vida, porque su obra viva, lo rematan.
Así no solo los enemigos, sino también los falsos amigos. Como ese diputado de En Marea que recuerda ahora la frase de Fraga en contra del regreso de Cernuda para asistir al entierro de su madre en 1962: “Que se quede donde está. Ya tenemos bastantes maricones en España”. La frase de Fraga es impresentable, pero que lo que recuerde de Cernuda ese diputado sea eso dice muy bien qué es Cernuda para él: un cereal para su papilla ideológica, o electoralista.
También escribió Paz en el poema mencionado: “Sus palabras / no son un monumento público / ni la Guía del camino recto / Nacieron del silencio / se abren sobre tallos de silencio / las contemplamos en silencio”. Excluido y solitario como el albatros de Baudelaire. Correcto y desesperado como el oso polar Pizza.
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En The Objective.
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(25.9.16) Rectificación: la madre de Cernuda no murió en 1962.
18.9.16
Luis de Guindos, amenaza cumplida
Ilustración: Tomás Serrano
Es la de Luis de Guindos una biografía redonda: de esas que se autoabastecen. Primero trabajó para Lehman Brothers, siendo por tanto uno de los responsables de la crisis mundial de 2008; y después trabajó, como ministro de Economía, en la salvación de España de esa misma crisis. Es, así, una de esas personas a las que nunca les falta trabajo, porque viven de estropear primero y de arreglar después. Para ello resulta imprescindible estar en ambas fases, como lo estuvo Guindos: se ve que era la persona adecuada. Él movió el árbol y él recogió las nueces.
Todo estaba en su cabeza, y no me refiero a lo de dentro (que también parece valioso) sino a lo de fuera: esa esfera perfecta –amenizada apenas por unos cuantos pelos– que prefiguraba su destino. El último broche ha sido que su libro lo publique la editorial Península, cuando su trabajo en Lehman Brothers fue precisamente el de dirigir la filial en España y Portugal. Mi colega Tomás Serrano ha jugado con los tiempos en su dibujo: al añadirle ese “por” al título España amenazada remite, en efecto, a la época en que España estuvo amenazada por Guindos desde el banco de inversión. Aunque el ministro habrá preferido empezar su relato después, en el momento en que él se disponía a combatir dicha amenaza.
No he leído el libro ni lo voy a leer (hay libros que no son para leer), pero por lo que he deducido el héroe del libro de Guindos es Guindos. Algo que habrá decepcionado a Mariano Rajoy, que aspiraría a acaparar la gloria. De ahí esa poca calidez del presidente, tanto en el prólogo como en la presentación, de que hablan los cronistas. Ese prólogo, por cierto, debe de ser lo primero que ha escrito Rajoy desde los mensajillos a Bárcenas. Se conoce que le inspiran los Luises.
El Luis de ahora, De Guindos, se había programado la semana a lo Umbral: quería hablar de su libro y solo de su libro. Pero el PP, que casi es ya una segunda familia Panero, le ha dado una semana maldita. Primero tuvo que dar explicaciones por el caso Soria (un ejercicio escatológico más propio de Cela) y después se cruzó Rita Barberá, que ha terminado de estropear la concentración en la literatura. Lo bonito es que Guindos lo ha observado todo desde la portada de su libro, con esa pose de malote sofisticado, al que las solapas del abrigo protegen de toda perturbación.
Al final ha vuelto a ser él el amenazante, y esta vez con una amenaza cumplida: la de escribir un libro. Algo que en España siempre procura un momento anticlimático, un puro fastidio para los españoles. Apuesto a que cae en picado en el próximo índice de popularidad.
* * *
En El Español.
15.9.16
Jot Down 16: especial América
En el nuevo trimestral en papel de Jot Down, el núm. 16, especial América, (se puede comprar en librerías y por la web) publico el artículo "El Río de las postales". Hablo de mi pasión por Río de Janeiro, del contraste entre la imagen idealizada de la ciudad y la ciudad real; y de cómo se impone la primera, milagrosamente.
12.9.16
Males que se creen bienes
La torpeza del PP con el caso Soria es tan llamativa, tan incomprensible, que hay que tomarla como un gran síntoma. Me he acordado de algo que dice Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos: no es que un partido se debilite por cometer ese tipo de errores, sino que por ser débil comete ese tipo de errores. Solo a un partido que no está en sus cabales se le ocurre sabotearse como lo hizo el PP, nada más acabar un debate de investidura del que, pese a no ganar la votación, había salido bien parado. Ha sido un bucle estrictamente onanista, en el que el PP se ha comportado como el Partido Palomo: “yo me lo guiso, yo me lo como”. El marrón producido por él mismo.
Más que en el instinto suicida, creo que la clave está en el autoconsentimiento. Algo que también practica el PSOE, que sigue su propia senda de errores, paralela a la del PP. Conforme se prolonga el bloqueo político, cunde la evidencia de que nuestros dos grandes partidos no han aprendido nada. La crisis del bipartidismo se debió a ellos, a sus incompetencias, abusos e irresponsabilidades; y a lo que más pinta tiene todo es a que están esperando a que pase el chaparrón para que vuelva a afianzarse el bipartidismo. Y con los dos partidos no mejorados, sino vacunados: más firmes en su impunidad. Hipótesis: esta crisis del bipartidismo es una crisis de crecimiento, de la que saldremos con un bipartidismo más berroqueño que antes; con sus vicios blindados.
Lo que desalienta en Mariano Rajoy y Pedro Sánchez (en los dos, pero más en el segundo, en la medida en que es justo el segundo) es la autoestima que exhiben: una autoestima que contrasta con la poca estima que les tiene el electorado. Se creen bienes, cuando son percibidos como males. A lo máximo a que puede aspirar cada uno es a ser aceptado (consentido) como un mal menor con respecto al otro. Se podrían manejar plausiblemente con eso, a partir del reconocimiento de que “eso es lo que hay”; pero para ello deberían ajustar sus escenificaciones a la cura de humildad y la bajada de humos que tal reconocimiento conllevaría.
Pero hacen lo contrario: se muestran más orgullosos y envalentonados que nunca, y con los humos muy subiditos. Supongo que tiene que ver con el hecho de que de aquí se van a la nada. El empujoncito que les falta para esa nada, desde la poca cosa que son, es lo que explica su aferramiento. Más, insisto, en Sánchez, que ni siquiera ha matado el gusanillo de ser presidente.
Lo que está claro es que ellos (con sus partidos) están por ellos y nada más (ni siquiera por sus partidos). Asistimos al empeño de dos señores en quedarse por motivos suyos biográficos. Solo serían bienes de verdad si se fueran.
* * *
En El Español.
Más que en el instinto suicida, creo que la clave está en el autoconsentimiento. Algo que también practica el PSOE, que sigue su propia senda de errores, paralela a la del PP. Conforme se prolonga el bloqueo político, cunde la evidencia de que nuestros dos grandes partidos no han aprendido nada. La crisis del bipartidismo se debió a ellos, a sus incompetencias, abusos e irresponsabilidades; y a lo que más pinta tiene todo es a que están esperando a que pase el chaparrón para que vuelva a afianzarse el bipartidismo. Y con los dos partidos no mejorados, sino vacunados: más firmes en su impunidad. Hipótesis: esta crisis del bipartidismo es una crisis de crecimiento, de la que saldremos con un bipartidismo más berroqueño que antes; con sus vicios blindados.
Lo que desalienta en Mariano Rajoy y Pedro Sánchez (en los dos, pero más en el segundo, en la medida en que es justo el segundo) es la autoestima que exhiben: una autoestima que contrasta con la poca estima que les tiene el electorado. Se creen bienes, cuando son percibidos como males. A lo máximo a que puede aspirar cada uno es a ser aceptado (consentido) como un mal menor con respecto al otro. Se podrían manejar plausiblemente con eso, a partir del reconocimiento de que “eso es lo que hay”; pero para ello deberían ajustar sus escenificaciones a la cura de humildad y la bajada de humos que tal reconocimiento conllevaría.
Pero hacen lo contrario: se muestran más orgullosos y envalentonados que nunca, y con los humos muy subiditos. Supongo que tiene que ver con el hecho de que de aquí se van a la nada. El empujoncito que les falta para esa nada, desde la poca cosa que son, es lo que explica su aferramiento. Más, insisto, en Sánchez, que ni siquiera ha matado el gusanillo de ser presidente.
Lo que está claro es que ellos (con sus partidos) están por ellos y nada más (ni siquiera por sus partidos). Asistimos al empeño de dos señores en quedarse por motivos suyos biográficos. Solo serían bienes de verdad si se fueran.
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En El Español.
11.9.16
Brasas completas de Harpo Mas
Ilustración: Tomás Serrano
Una vez se me ocurrió el peor regalo de la historia: un vídeo con los números completos de arpa de Harpo Marx, y solo con esos números. Se trataría de extirpar de las películas de los hermanos Marx todo lo que es gracioso y dejar solo la brasa. Ese momento insufrible, repetido varias veces (¡demasiadas veces!) en cada película, en que la risa se detiene y Harpo le endilga al espectador su soporífero número.
Nunca llegué a ponerme a ello, quizá porque no tengo ningún enemigo lo suficientemente acusado como para hacerle merecedor de las brasas completas de Harpo Marx. Pero pensando estos días en la Diada de hoy, he sentido una pereza anticipada tan aplastante que solo tiene parangón con el momento en que Harpo coge su arpa y nos suelta su enésimo número. El Harpo nacionalista aquí, naturalmente, es Harpo Mas.
Se dirá que la equivalencia no cuadra por el detalle de que Harpo Mas habla y Harpo Marx no. Pero ese desacople es solo aparente. Mas, como sabemos, es políglota y, en efecto, de su garganta sale voz. Pero se trata de una voz nasal, como de bocina. Además, no es ya que Mas no tenga nada que decir en ninguna de las lenguas que habla, y en la catalana menos que en ninguna, sino que su articulación intelectual es prácticamente la de una bocina. El nacionalismo es, de hecho, un pensamiento (¡y una ideología!) de bocina. Dar la tabarra con el claxon, cuando no se da con el arpa.
Mas ha anunciado su participación este año en la Diada, esa fiesta de los catalanes nacionalistas contra los catalanes no nacionalistas. Volverá a ponerse el disfraz de Moisés (sobre el de Harpo Mas) para guiar a su pueblo a la nada prometida. “Hay que avivar la llama”, es la consigna. Y por eso llevará los bolsillos cargados de encendedores, para que la zarza no se apague.
Desde fuera se sigue ya con notable pereza (y vergüencita). La Diada viene a ser (en eso la han convertido) una Eurovisión en la que compitiera un solo país. O una Tomatina patriótica: la Tomatina de las esteladas. O incluso ese festejo tan español de arrojar cabras desde los campanarios: en esta ocasión, las cabras serían los participantes que se autoarrojan desde el campanario del nacionalismo. Muchos de buena fe, por supuesto: y ahí está la desgracia.
Lo patético es que se conoce perfectamente la trazabilidad del independentismo de Mas: cómo y por qué ha llegado a él. Lo último es que ha intentado rebautizar Convergència como Partit Demòcrata Català, pero resulta que las siglas PDC ya estaban pilladas por un partido de Colmenar de Oreja. Harpo Mas ha terminado metiéndose en una parodia de Vizcaíno Casas.
* * *
En El Español.
7.9.16
La verdadera causa de nuestro bloqueo político
Nuestro bloqueo político se debe en buena parte a lo parecidos que son el PSOE y el PP, y a que el PSOE se resiste (¡como gato panza arriba!) al parecido. Esta diferencia forzada, no de realidad sino de parecer, es al final la única diferencia destacable: el PP no se resiste y el PSOE sí, eso es todo.
Al PP lo acusan de socialdemócrata, pero –salvo para los talibanes del liberalismo, que son quienes lo acusan– “socialdemócrata” sigue sonando coqueto. Al PSOE, en cambio, se lo llevan los demonios si le insinúan que es de derechas, o conservador, o neoliberal, o cualquier otra cosa maligna.
No creo que haya dos partidos en Europa (¡ni en el mundo!) que pudieran formar una gran coalición sin que se notara menos. Y por eso el PSOE se resiste: porque se notaría demasiado.
Cabría afirmar que el PSOE se ha derechizado. Pero también que se ha izquierdizado la sociedad, el Estado incluso. Se ha hablado de que la crisis del PSOE se debe al triunfo general de la socialdemocracia. Sus ideas se han diseminado más o menos entre todos los partidos, y el que haya uno específicamente socialdemócrata (cuando, por lo demás, tampoco se puede ser socialdemócrata al completo) lastra a ese partido, que se ve obligado a guardar unas supuestas esencias con mayor rigidez (y teatro) que los otros.
Estamos bloqueados porque el PSOE no acepta que nuestro Estado es tan socialdemócrata como él, aunque él no lo gobierne.
* * *
En The Objective.
Al PP lo acusan de socialdemócrata, pero –salvo para los talibanes del liberalismo, que son quienes lo acusan– “socialdemócrata” sigue sonando coqueto. Al PSOE, en cambio, se lo llevan los demonios si le insinúan que es de derechas, o conservador, o neoliberal, o cualquier otra cosa maligna.
No creo que haya dos partidos en Europa (¡ni en el mundo!) que pudieran formar una gran coalición sin que se notara menos. Y por eso el PSOE se resiste: porque se notaría demasiado.
Cabría afirmar que el PSOE se ha derechizado. Pero también que se ha izquierdizado la sociedad, el Estado incluso. Se ha hablado de que la crisis del PSOE se debe al triunfo general de la socialdemocracia. Sus ideas se han diseminado más o menos entre todos los partidos, y el que haya uno específicamente socialdemócrata (cuando, por lo demás, tampoco se puede ser socialdemócrata al completo) lastra a ese partido, que se ve obligado a guardar unas supuestas esencias con mayor rigidez (y teatro) que los otros.
Estamos bloqueados porque el PSOE no acepta que nuestro Estado es tan socialdemócrata como él, aunque él no lo gobierne.
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En The Objective.
5.9.16
Los aplausos
El discurso de Mariano Rajoy en la primera jornada del debate de investidura fue tan anodino, tan flojo, que destacaba por contraste la pasión con que lo aplaudían los diputados del Partido Popular. Podrían haber sido aplausos enlatados, como las risas de las series. Aunque no resultaban del todo mecánicos: había una vibracioncilla que revelaba una conexión con el contenido. Por ejemplo, se intensificaron cuando Rajoy habló de la corrupción, y eso que lo hizo en contra. Y también cuando habló del paro. Aquí cada popular quiso echar una mano (es decir, las dos manos) para no ser él mismo el que lo incrementara próximamente. El amor por el empleo debe empezar por el empleo propio, y eso en nuestra política se demuestra obedeciendo. Obedeciendo y adulando.
El segundo día, el día grande en que hablaban todos, me fijé pues en los aplausos. El PSOE se encontró con un problema aquí. El automatismo de aplaudir tuvo un efecto indeseado: cuando los diputados socialistas lo hacían, se evidenciaba que eran menos que nunca. Esos “huecos entre las palmas”, que es prácticamente lo que define a un partido minoritario en el Parlamento, ya se han colado en el otrora compacto PSOE, como las grietas que terminan desmoronando un edificio. ¿Se agrandarán más?
A la escasez numérica se le añadían algunas ligeras disensiones; o, para ser precisos, adhesiones incompletas. La de Eduardo Madina, por ejemplo, que aplaudió con menos entusiasmo que sus compañeros. En el vídeo se le aprecia incluso, tras la primera intervención de Pedro Sánchez, un amago de sentarse antes que los demás. Amago que corrige al darse cuenta de que los demás siguen de pie. Un detalle tierno es que hay dos diputados socialistas con el brazo en cabestrillo, enfrentados al koan zen de cómo aplaudir con una sola mano. Uno lo resuelve asintiendo con la cabeza y el otro golpeando con la mano libre en la madera. ¡Lo importante era meterse como fuera en el campo semántico (gestual) del asentimiento!
En los planos generales se ve que son los aplausos los que delimitan los grupos. A mí me llaman la atención los diputados de frontera: esos que lindan con los extranjeros ideológicos que no aplauden cuando ellos, o al contrario. Y la separación se mantiene hasta entre quienes comparten contenidos. Se ha comentado el no aplauso del constitucionalista Rivera a la impecable respuesta constitucionalista de Rajoy a Tardà, y eso que entonces aún eran aliados. En el pacto PP-Ciudadanos no se cerró lo de los aplausos: quedó ese fleco.
Aunque el pobre Rivera debía de intuir el percal, porque a las cuarenta y ocho horas le cayó encima el chaparrón del Hernando del PP, que fue aplaudido por los populares con acumulada rabia anti Rivera. Aquí, dispensados de adular al líder (al fin y al cabo, Hernando no lo era: no hay nada menos líder que un Hernando), hicieron del aplauso un uso abucheante. Y con ganas de abuchear fuera de plazo se quedaría Rivera, por lo de ese Hernando y por lo de la colocación del exministro Soria en el Banco Mundial. Seguro que este estuvo aplaudiendo a rabiar desde su casa.
* * *
En El Español.
El segundo día, el día grande en que hablaban todos, me fijé pues en los aplausos. El PSOE se encontró con un problema aquí. El automatismo de aplaudir tuvo un efecto indeseado: cuando los diputados socialistas lo hacían, se evidenciaba que eran menos que nunca. Esos “huecos entre las palmas”, que es prácticamente lo que define a un partido minoritario en el Parlamento, ya se han colado en el otrora compacto PSOE, como las grietas que terminan desmoronando un edificio. ¿Se agrandarán más?
A la escasez numérica se le añadían algunas ligeras disensiones; o, para ser precisos, adhesiones incompletas. La de Eduardo Madina, por ejemplo, que aplaudió con menos entusiasmo que sus compañeros. En el vídeo se le aprecia incluso, tras la primera intervención de Pedro Sánchez, un amago de sentarse antes que los demás. Amago que corrige al darse cuenta de que los demás siguen de pie. Un detalle tierno es que hay dos diputados socialistas con el brazo en cabestrillo, enfrentados al koan zen de cómo aplaudir con una sola mano. Uno lo resuelve asintiendo con la cabeza y el otro golpeando con la mano libre en la madera. ¡Lo importante era meterse como fuera en el campo semántico (gestual) del asentimiento!
En los planos generales se ve que son los aplausos los que delimitan los grupos. A mí me llaman la atención los diputados de frontera: esos que lindan con los extranjeros ideológicos que no aplauden cuando ellos, o al contrario. Y la separación se mantiene hasta entre quienes comparten contenidos. Se ha comentado el no aplauso del constitucionalista Rivera a la impecable respuesta constitucionalista de Rajoy a Tardà, y eso que entonces aún eran aliados. En el pacto PP-Ciudadanos no se cerró lo de los aplausos: quedó ese fleco.
Aunque el pobre Rivera debía de intuir el percal, porque a las cuarenta y ocho horas le cayó encima el chaparrón del Hernando del PP, que fue aplaudido por los populares con acumulada rabia anti Rivera. Aquí, dispensados de adular al líder (al fin y al cabo, Hernando no lo era: no hay nada menos líder que un Hernando), hicieron del aplauso un uso abucheante. Y con ganas de abuchear fuera de plazo se quedaría Rivera, por lo de ese Hernando y por lo de la colocación del exministro Soria en el Banco Mundial. Seguro que este estuvo aplaudiendo a rabiar desde su casa.
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En El Español.
4.9.16
Rajoy Pantocrátor
Ilustración: Tomás Serrano
Los españoles, cuando miramos a las alturas, solo vemos a Mariano Rajoy ya, por muy en funciones que esté. Todo lo demás se ha difuminado, en las alturas y a nuestro alrededor, en las bajuras. Vivimos en una niebla en la que lo único cierto es que Rajoy está ahí, y seguramente seguirá, como el Pantocrátor de las iglesias románicas. Lo llamativo es que su posición de Todopoderoso la ha alcanzado de un modo peculiar: no apoyándose en la fe de los creyentes, puesto que en él no cree nadie, sino en su propia fe. Es él mismo el que sostiene su divinidad, en una suerte de automamada teológica.
La jerarquía, de carácter indudablemente medieval, se evidenció en el debate de investidura de esta semana. Él estuvo por encima del resto. Aunque en tal disposición el resto colaboró de manera decisiva, al mostrarse por debajo o muy por debajo. Hubo momentos en que la altura de Rajoy parecía estratosférica, por comparación con los socavones en que se metieron diputados como Pablo Iglesias o Joan Tardà (quienes, por lo demás, han hecho del socavón su hábitat). Frente a ellos pareció hablar por boca de Rajoy la Ley, como de hecho habló. El presidente estuvo institucionalista, un papel impecable pero también fácil ante los que se toman lo institucional –y por extensión la democracia formal– a pitorreo.
Impregnados de la perspectiva religiosa, podríamos ver a Pedro Sánchez como un severo predicador protestante atizándole a un Dios al que, en realidad, considera el Maligno; para él la simple abstención sería pecado. Y a Albert Rivera como un joven catecúmeno, o un monaguillo, o incluso (lo dijimos en su día) un angelote. Iglesias, con su tendencia a coger la guitarra, sería una especie de tuno posconciliar. Alberto Garzón (lo dijimos también) un curilla. Y los nacionalistas la fauna de algún culto pintoresco, tipo Palmar de Troya. Según la lógica pantocrática, unas elecciones el 25 de diciembre serían lo suyo. Aunque todos los partidos, incluido ya el PP, prefieren no culminar la consagración de Rajoy con una Navidad.
El error de nuestro Pantocrátor es pensar que el cielo del siglo XXI es tan firme como el del siglo XII. Ningún Dios es hoy incuestionable (ni insustituible), por más de Todopoderoso que se vista. En el callejón actual, hay un factor que no puede soslayarse: una de las salidas es que Rajoy se vaya. Podría hacerlo suavemente, sin trauma. No según el “Dios ha muerto” de Nietzsche, sino según el “Dios se retira” de Bloy, que si se pronuncia a la española rima con Rajoy. Él mismo, ya que es el que se sostiene, podría descolgarse y largarse. Su plaza en la mandorla lo ocuparía otro que sin duda tendrá muchos defectos pero carecerá de uno: el de ser Rajoy.
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En El Español.
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