1. Me pego un tiro en el pie de columnista: decido no hablar de Sánchez hasta septiembre. Corro el riesgo de aquel concursante de Esté un minuto sin imitar a Chiquito, que se retorcía hasta que en el segundo 59 estallaba: "¡No puedorl, no puedorl!".
2. Después del artículo de Trapiello sobre el Primer cuaderno Borges (Renacimiento), he corrido a comprármelo, porque para el verano no va a haber lectura mejor. Su autor es Roberto Alifano, que durante años fue, como él mismo dice, amanuense de Borges. Aprovechaba para tomar notas, como Eckermann con Goethe, de las palabras informales del maestro. Este volumen contiene las del periodo 1974-1976. Apenas llevo unas páginas, pero la felicidad se anticipa porque ya leí muchísimos libros de conversaciones con Borges; hubo una época en que era casi lo único que leía, pues ninguna otra lectura era tan deliciosa ni tan estimulante. Digamos que Borges, plantado en su ceguera, entreveía la aventura de la simple existencia: por la implicación (abismal) del momento, por la trama numerosa que había conducido hasta él. Utilizaba la literatura como un artilugio filosófico singular: no para desencantar, sino para reencantar el mundo. Un uso sabio de la lucidez. Aparte están, claro, las frases punzantes, las anécdotas. En lo poquísimo que llevo de este Primer cuaderno Borges aún no ha aparecido ninguna suya, aunque sí una de otro autor que lleva su sello. Al denostar al rival en una polémica literaria, dice: "El destino no quiso que deshonrara el patíbulo muriendo en él; y ahí lo tienen vivo, después de haber fatigado la infamia".
3. Me encuentro también con Borges en un artículo que le dedicó George Steiner, "Tigres en el espejo", recogido en el libro de 2009 George Steiner en The New Yorker (Siruela). Le tuve manía a Steiner. Una vez la fotógrafa Gloria Rodríguez lo sacó en El País Semanal junto a un perro enorme. Le dije a ella: "¿Por qué has hecho la foto de un intelectual junto a George Steiner?". Mi manía, curiosamente, surgió de este libro del New Yorker, porque hojeándolo en la librería me topé con las frases displicentes que le dedica a Cioran. Ahora, sin embargo, he leído el artículo sobre Borges y me ha parecido buenísimo, con el alto nivel que se le presupone a Steiner. Otro artículo excelente es "Danubio negro", sobre Karl Kraus y Thomas Bernhard. Kraus y Borges dicen algo convergente sobre la censura. Kraus: "Las sátiras que el censor entiende son prohibidas con toda razón". Borges (parafraseado por Steiner): "El auténtico escritor se vale de alusiones y de metáforas. La censura le obliga a afilar, a manejar de modo más experto, los instrumentos principales de su oficio".
4. En ese artículo de Steiner "Danubio negro" hay algo impresionante sobre Kraus. Este se había pasado décadas detectando los signos de descomposición del Imperio Austrohúngaro y la sociedad vienesa y anticipando el advenimiento del nazismo. Pero cuando al fin llega, escribe: "Respecto a Hitler, no se me ocurre nada que decir". Según Steiner, "el profeta se quedó sin habla ante la pesadilla de la realización de sus peores temores". Además de los escritos en su periódico unipersonal Die Fackel, Kraus recurría a interpretaciones públicas con modulaciones de la voz y todo un aparataje histriónico. Concluye Steiner: "En algún nivel muy profundo de su semiconsciencia tal vez percibió en Hitler (un antimaestro de la palabra más despiadado que él; un actor, un recitador más hipnótico) la imagen, monstruosamente distorsionada pero también paródica, de sus propios talentos. Ahora se encontraba a sí mismo entre la bola de cristal y el espejo y enmudeció".
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En The Objective.