[Montanoscopia]
1. Escribí sobre Moderaditos, el libro de Garrocho, pero se me pasó resaltar la cita de Oakeshott que recrea al final y que es la clave vitalista de la moderación política: "Cabe ser moderado en política para poder ser radical en todo lo demás".
2. Se pasan años llamando fascistas a quienes no lo son, y cuando aparecen fascistas de verdad, como los abyectos y repulsivos congregados en Torre Pacheco para "cazar" inmigrantes (y españoles que se lo parecieran), animados por el inicuo Vox, les entra una euforia extra que delata que antes mentían como bellacos. Y a unas alturas en que la palabra fascista ya la tienen debilitada y carente de efectividad, en su boca al menos. Aparte está el uso que hacen algunos columnistas para adornarse y para eludir hablar una semana más del Gobierno: Torre Pacheco es el minarete (¡justamente!) al que se suben los misceláneos como muecines de su inacabable autopromoción.
3. Dos muestras de progresismo (o socialismo) nominal y solo nominal. Pilar Alegría: "Mientras haya un gobierno progresista, no habrá ningún privilegio de ningún territorio". María Jesús Montero: "Mientras haya un solo socialista en Moncloa, nunca jamás habrá privilegios de unos territorios". Son dos claras paráfrasis de un argumentario (¡qué fenómenos sus perpetradores!) que incide en lo mismo: somos progresistas o socialistas porque lo decimos, independientemente de lo que hagamos. En este caso, abogar por el antiigualitario (y reaccionario y antisocialista) cupo catalán. Lo alucinante no es ya que digan cosas así, sino que sus militantes, simpatizantes y votantes (y la intelectualidad y la farándula casi en pleno) las sostengan.
4. La prueba de que no se está en el partidismo es que todas las noticias sobre corrupción (ahora llegan las del exministro del PP Montoro) son un mazazo. Para el partidista, en cambio, son motivo de alegría las de la corrupción de enfrente, que distraen de las de la propia. Y sirven de escudo y coartada.
5. Muere Guelbenzu. En sus reseñas de novelas anglosajonas había ráfagas incitantes que despertaban algo en mí... algo que luego no encontraba en tales novelas, ni tampoco en las suyas. Descanse en paz.
6. Muere también el humorista Josele (¡menudo es Caronte!). Se me había borrado de la cabeza. Ninguna nostalgia ahora, solo el recuerdo del casete que teníamos en casa con lo de Vente pa' España, tío, en que hacía gracietas costumbristas sobre la época de la Transición. Me viene este resto de diálogo: "Que se ha muerto Mao". "¿Que se ha quemao?". Una cierta nostalgia, ahora sí, de cuando el humor no era inteligente.
7. Un representante del humor inteligente (ja) era Pedro Ruiz, al que ahora nos tenemos que estar comiendo de nuevo por culpa de las redes. Una inteligencia autoadjudicada la suya, lineal, ramplona, insufriblemente didáctica, con mensaje: ¡es un cantautor del humor! Lo último es el sermón que le ha soltado al pobre Lamine Yamal por haber celebrado su mayoría de edad con putas y enanos. ¡Está integradísimo Lamine, es más español que nadie, y va y le suelta un torrepacheco moral!
8. Leo sobre la serie Superestar, en que Vigalondo resucita a los frikis aquellos de hace veinticinco años: Dantés, Porras, Genil, Arlekín, Tamara, Loly Álvarez... Yo los recordé hace diez o doce, cuando me di cuenta de que aquel mismo rollo lo reproducían los podemitas del principio: Iglesias, Monedero, Echenique, Errejón, Bescansa, Espinar... El curso de sus vidas ha sido más o menos idéntico. Vigalondo debería considerarlo para una futura serie.
9. Andanada en La Cultureta contra las bermudas. Salgo con las mías (¡son mi uniforme de verano!) con mayor fruición.
* * *
En The Objective.