Que el cielo exista aunque mi lugar sea el infierno, dijo Borges. Los españoles nos hemos ganado un cielo sin elecciones por una buena temporada (salvo algunas autonómicas pendientes) aunque para muchos los resultados de las últimas sean un infierno. Al final el haberlas acumulado, que tan penoso ha sido, va a tener al menos esta compensación.
Qué descanso, pero ahora les toca trabajar a los ganadores. Y a los perdedores.
El ganador en todos los frentes Sánchez tiene un tiempo despejado para demostrar que es un gobernante además de un tecnócrata del poder. En estrictos términos de poder, lo que ha hecho desde la moción de censura (inclusive) ha sido una proeza. Hasta la arriesgada operación de colocar las elecciones generales antes de las municipales, las autonómicas y las europeas le ha salido bien. Ahora viene lo difícil. Todavía no sabemos si está preparado para ello. Ni siquiera si está dispuesto. Lo veremos.
Su éxito ha contado con la inestimable colaboración de los partidos rivales, que no han acertado, cada uno en su lugar del espectro ideológico.
El PP sigue mal, pero resiste como segunda fuerza; tanto en las elecciones europeas como en las autonómicas y en las municipales, con gobiernos (si se dan los pactos) en comunidades y ayuntamientos. Los más importantes: los de Madrid. Lo que Casado obtiene con ello es una nueva oportunidad, esta vez menos apretada.
Ciudadanos se queda lejos de su objetivo de desbancar al PP como principal partido de la derecha. La estrategia de Rivera, pues, se ha demostrado fallida. Se diría que ha perdido para nada aquello que lo distinguía (y que le hacía ser propiamente de centro): la capacidad de pactar (también) con el PSOE. ¿La recuperará en el periodo de pactos que se avecina?
El chaparrón de Vox, por su parte, se queda en llovizna. Aunque sus votos sirvan para que la derecha gobierne en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid, su función global ha sido mermar electoralmente a la derecha (fruto de una culpa, cierto, que le corresponde al PP). Del mismo modo que Podemos fue lo mejor que le pasó a Rajoy, Vox es lo mejor que le ha pasado a Sánchez. Bueno, lo segundo: lo mejor que le ha pasado a Sánchez es ser Sánchez.
El resultado de Unidas Podemos, insuficiente y a la baja, deja a Iglesias en la posición de conserje de Sánchez: con poca capacidad para decidir y a expensas de lo que Sánchez decida. El morbo ya no es si Iglesias será ministro, sino si alcanzará a ser subsecretario.
En cuanto a Cataluña: sigue su decadencia, también en Barcelona. La metáfora del fracaso de Valls ha sido perfecta: este era el alcalde ideal de la Barcelona que ya no existe. Ha llegado cuando el nacionalismo había hundido el Titanic.
Ahora queda disfrutar de lo votado. O sufrirlo. Lo que no sufriremos por cuatro años serán otras elecciones.
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En El Español.