15.7.19

Una piedad sin esperanza

Dice uno de los aforismos más desoladores de Cioran: “Por las víctimas hay que tener una piedad sin esperanza”. Porque ellas –se deduce– serán las victimarias a su vez, en cuanto puedan. No es una ley automática, pero sí frecuente. Lo suficiente como para que reconozcamos su verdad. Se sustenta en la triste naturaleza humana.

Los mecanismos del odio siguen intactos. Es alucinante cómo se autojustifican –y propulsan– con un ligerísimo barniz de “razones”, que por lo general son falsas. Lo hemos visto estos días con Ciudadanos, con el odio a Ciudadanos. Un odio que este partido ha recibido desde su nacimiento y al que ahora, con la excusa de tales “razones”, se le ha dado rienda suelta.

Mis lectores saben que estoy enfadadísimo con Ciudadanos. Repudio su deriva actual, su renuncia al centro-izquierda, sus melindres con Vox que se traducen en la práctica en un consentimiento (para mí impresentable) de Vox, el cesarismo de Rivera, su obcecación y sus errores. Es un partido que me ha perdido como votante, supongo que irremediablemente. Pero no merece ser objeto de este odio desatado. Más allá de otras consideraciones (y de tantas cosas sobre las que se podría discutir), este odio es el dato.

El colectivo LGTBIQ ha sido históricamente víctima del odio. Lo sigue siendo: las agresiones no pertenecen solo al pasado. Puestos a comparar, lo que sufrió Ciudadanos en la manifestación del Orgullo fue una anécdota. Aunque no irrelevante, sino sintomática. Señala esa respuesta de odio que son capaces de dar también aquellos que lo han sufrido.

En otros tiempos fue la religión la que engrasaba la maquinaria. Hoy lo es la ideología. Me llama la atención el predicamento de la frase “lo personal es político”. Al margen del debate sobre su pertinencia, el uso que suelen hacer quienes la esgrimen es: como no te comportes políticamente como es debido, te vas a enterar en “lo personal”. De aquí, por ejemplo, la hostilidad de ciertos miembros del colectivo LGTBIQ contra aquellos de su mismo colectivo que no tienen las ideas políticas adecuadas. Estos últimos tal vez sean los grandes excluidos de nuestro tiempo...

Al final es lo de siempre: apoyarse en una modalidad del bien para, desde ahí, señalar a los que no comulgan. Lo de “lo personal es político” es otro baremo para que sigan funcionando la culpabilidad y –por encima– la capacidad de culpar, de acusar. Religión también, en el fondo. La ideología es la nueva religión de Occidente. Todo de lo que se adueña es escenario del odio.

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En El Español.