16.12.19

El bolso

Anda Rajoy intentando caer simpático en todas las entrevistas y consiguiéndolo a veces, incluso conmigo. Pero yo ante todo veo un bolso, un bolso irreversible. Y cuando me descuido me obligo a ver ese bolso. El que Soraya dejó en su escaño vacío o vaciado (vaciado por Rajoy, de Rajoy) en el momento clave de la moción de censura.

Aquel Rajoy de piel, tasado en dos mil euros, asistió a la España que se nos venía encima: la de Sánchez con sus socios. Una España peor, en la que tiene muchísima responsabilidad el irresponsable Rajoy. Sus memorias, naturalmente, las titula Una España mejor. No las pienso leer. A mí me da igual lo que escriban los bolsos.

En su retirada discreta de la política, que no ha estado mal (ha sido ordenada como un Brexit ordenado), hubo una excepción sangrante: su comparecencia ante el tribunal de Marchena durante el juicio del procés. Fueron las terceras declaraciones más patéticas; después de, por este orden, las de Marina Garcés y Zoido. Solo que la pobre Garcés no pintaba nada y Zoido y Rajoy pintaban mucho. Asistir a la indigencia político-intelectual de ambos, a su desconcierto de gobernantes chapuceros en el momento más grave de nuestra historia actual, explica bastante lo que nos pasa, que es de todo.

Luego estuvo aquel acto junto a Felipe González en el que los dos pedían altura de miras y pactos de Estado. Y tenían razón, claro, pero daban grima. ¿Con qué autoridad lo pedían? Me hacen mucha gracia esas famas de grandes estadistas de González y Aznar, y ahora de Rajoy (Zapatero jamás ha estado en esa lista). Yo tiendo a creérmelas, porque me gusta lo agradable. Pero lo cierto es que no ha habido ni un solo “gran estadista” en España que no haya dejado el Estado hecho unos zorros.

Escribe Arcadi Espada en la entrevista que le ha hecho a Mariano Rajoy en El Mundo que “este hombre ha cumplido su vocación personal más profunda, que siempre fue la de llegar a ser expresidente”. Tiene razón, aunque habría que precisar que expresidente ya llegó a serlo en sus años de Moncloa. Su carácter póstumo, apalancado, equivalía a una presidencia vacante.

Y sin embargo lo echamos de menos. Porque lo que ha venido después ha sido peor, mucho peor: esta sórdida agua de borrajas de la política española asociada ya al nombre de Sánchez, que desbancará a Zapatero como el peor presidente de nuestra historia reciente. Y eso que aún no ha terminado de arrancar.

De eso se beneficia hoy Rajoy: de no ser Sánchez. No es poca virtud. Pero no se puede olvidar que Sánchez iba dentro de aquel bolso.

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En El Español.