En el primer libro del abogado y editor Carlos Font, Tres o cuatro cosas que sé de cine (¡una delicia para cinéfilos!), se cuenta, entre otras muchas, la historia del gran amor del legendario crítico Alfonso Sánchez. Naturalmente, por una actriz: la no menos legendaria, aunque veo que sigue viva, Anouk Aimée.
Cuenta Font que el crítico tenía una cita anual con ella en el festival de Cannes. Cenaban juntos en la clausura y de esa cena él se alimentaba todo el año. El procedimiento amatorio de Alfonso Sánchez era un tanto picaresco: sobornaba a un camarero para que, en la asignación de mesas, lo sentara junto a Anouk Aimée. Ella siempre se sorprendía por la coincidencia, y concluían entre risas que era "el destino". El encuentro, por supuesto, no pasaba de los postres.
Font dice que le oyó la historia al propio Alfonso Sánchez en el documental de quince minutos que le dedicó José Luis Garci en 1980. Está en YouTube y es muy bueno. En él se muestra una masculinidad pasada, delicada, de los feos antiguos: los que miraban a las mujeres, a las bellas mujeres, como diosas inaccesibles. No hay resentimiento, sino adoración; su deseo incumplido es menos frustrado que sublimado. Para los amantes del cine, la sublimación se proyectaba en la pantalla. Una felicidad palpable, pero hecha de anhelo.
El relato de Alfonso Sánchez difiere en algún detalle del de Font, cuyo recuerdo lo había redondeado. El crítico y la actriz se cruzaban todos los años por los festivales, él la miraba embobado y ella se reía; pero fue solo en un festival de San Sebastián cuando sobornaba al camarero para que lo sentase en todas las comidas junto a ella. Hasta que ella lo pilló soltando la propina y le dijo, supongo que en francés: "Así que el destino, ¿no?". "Este es el gran fracaso de mi vida", concluye el crítico.
Me había quedado yo melancólico con el asunto, pensando en esas imposibilidades que se deben a la asimetría ("sapo namorando a lua", cantaba João Gilberto), y me puse a buscar artículos y vídeos sobre Alfonso Sánchez, cuya voz cascada es uno de los sonidos de mi infancia, como ese rostro al que no amó Anouk Aimée. Hay una necrológica preciosa de Diego Galán en El País (Alfonso Sánchez murió en 1981, un año después del documental) y un artículo de Manuel Segura en La Verdad de Murcia, en que aparece una encantadora foto del crítico con la actriz. Pero ha sido viendo su intervención en uno de aquellos programas suyos de TVE cuando he caído en su extraordinario parecido físico con Picasso (minuto 15:55). Es decir, con un hombre que sí tuvo éxito con las mujeres.
Ya sabemos que fue por su fama de artista, por su poder, por su dinero, por su magnetismo... porque no era un hombre gris como Alfonso Sánchez. Pero hoy que estamos en Navidad podríamos imaginar, a modo de cuento, o de película, que Anouk Aimée le corresponde. Y que cuando Alfonso Sánchez dice en el documental "si me llama por teléfono, vamos a la boda en seguida, a las cinco de la tarde", suena en efecto el teléfono y es esa "criatura maravillosa" para decirle que sí.
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En The Objective.